Manizales
Salimos del Parque con destino a Manizales. Para eso teníamos que volver a Santa Marta, sacar pasaje a Honda (12 horas y $ 815 argentinos) y de allí en combi hasta Manizales (4 hs. y $ 140). En las terminales, algunas empresas tienen salones para esperar el horario del viaje, tienen sillas, tv, enchufes para cargar celulares y en alguna también dispensers con agua fría y caliente. El viaje fue tan movido como espectacular. Tomé mi “dramamine” para caminos sinuosos y fue muy acertado ya que subimos hasta los 4.000 msnm y bajamos hasta los 2.300 mnsm de Manizales recorriendo montañas con paisajes increíbles e inolvidables.
La nuboselva de montaña fue una visión exuberante y entre las especies reconocidas resalto los helechos arborescentes, la primera vez que los observo en estado natural. Son especies prehistóricas, sin flores (se reproducen por esporas) pero con aspecto de árbol.
La ciudad es muy linda, situada en un valle de topografía complicada en la cordillera central, y cerca del Volcán Nevado del Ruiz; tiene entre sus medios públicos de transporte al “cable aéreo”, burbujas transparentes para 6 personas que viajan entre la terminal de colectivos y el centro con otros ramales y algunas paradas. Es muy económico y práctico.-
Nos alojamos en el hotel Bella Montaña frente a la Catedral con baño privado, agua caliente y desayuno a un precio de $ 150.000 cop ($ 750 argentinos). El centro nos permitió tener acceso a muchos lugares y a soluciones rápidas para comidas o caminatas nocturnas.
Llegamos de noche y sobre una avenida ancha de dos carriles frente a una estación de gas; preguntamos en un negocio y nos dijeron que el hostal al que íbamos estaba lejos, que debíamos tomar un taxi y nos indicaron hacia qué lado debíamos ir. Esperamos casi 15 minutos hasta que apareció un taxi y después de hacerle señas vimos que venían dos personas; inseguros, en terreno desconocido y subir al taxi con dos personas fue audaz pero resultó que quien manejaba era una mujer y la acompañaba su pareja para que no viaje sola de noche. Nos llevaron al hostal sin problemas, el cual no estaba tan lejos como dijeron.
Otavalo es una ciudad de 50.000 habitantes entre montañas, a 2550 msnm. rodeada por 6 volcanes y sus leyendas; el más alto es el Imbabura (4630 mt.) y su última erupción ocurrió aproximadamente hace 8.000 años. Su cráter tiene 14 km.
de diámetro y se considera potencialmente activo. Cuando se puede ver es una meseta impactante.
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Los hombres y mujeres conservan muchas tradiciones quechuas en cuanto a vestimenta e idioma. Usan un calzado muy parecido a la alpargata pero con una cinta atrás y con la punta abierta dejando los dedos al aire. La mayoría de hombres y mujeres con pelo muy negro y pocas canas, algunos hombres con el cabello largo, debajo de los hombros trenzado.
El hostal era muy cómodo, laberíntico, con muchas escaleras y ofrecía cocina y lavadero, ambas posibilidades nos venían muy bien. Roberto, su dueño, resultó una persona muy atenta y amable que nos indicó y asesoró sobre lugares a visitar y costos con un plano muy práctico confeccionado por él mismo. En todo momento estaba dispuesto a conversar y contar historias de su vida y preguntar por las nuestras; la pasamos muy bien y cómodos a un precio de U$S 30 por noche con baño privado. A la mañana siguiente salimos a comprar pan para desayunar y costaban de acuerdo a sus ingredientes U$S 0,15 y 0,25 centavos. También se me ocurrió comprar unas galletas similares a las masas dulces y nos cobraron U$S 0.15 cada galleta que no medía más de 3 cm. de largo.
Fuimos a visitar la Cascada Peguche, una cascada ubicada dentro de un bosque muy grande de eucaliptus que ha sido conservado como lugar de esparcimiento. Es indudable que hubo una influencia muy grande para la forestación con este árbol ya que lo hemos visto en Perú entre las ruinas de Cusco y ha llegado hasta acá. No encontramos, sin embargo, los usos que le daban en Perú en la construcción.
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El acceso es gratuito pero al registrarse solicitan una donación voluntaria ya que se trata de un grupo aborigen que mantiene el lugar. La cascada no es muy grande pero posee una fuerza muy grande y al poder estar muy cerca el impacto es mayor. El predio tiene algunas cabañas para alquilar y unos senderos de piedra muy bonitos. No hay mucha presencia de aves, suponemos, por la presencia de los eucaliptus en lugar de las especies propias de la zona.
Alrededor de la cascada hay una cueva para visitar y escuchar los relatos de un descendiente de los incas y su mirada de la conquista española. Según el relato usaban el lugar para meditar y al ser invadidos para esconderse. Sobre la cascada hay un sendero con escaleras bastante cansador pero que llega a un pequeño túnel por el que se llega al río en la parte superior y ofrece una amplia vista de la quebrada donde corre el río. A la vuelta, caminando, comprobamos lo que nos dijo Roberto: “Aquí durante el día hay sol y por la tarde llueve”. No le dimos importancia porque era una llovizna suave hasta que se hizo bastante fuerte. Nos pusimos los impermeables plásticos y llegamos de vuelta con las zapatillas mojadas y parte de los pantalones también. Por suerte Roberto se acordó que habíamos lavado la ropa y la guardó bajo techo en un canasto. Gestos de buen anfitrión.
En el centro visitamos una feria de artesanías muy grande pero al decir de algunos allí la feria “grande” es los sábados en el estadio donde convergen artesanos de toda la región y se vende de todo. Había ofertas de remeras, tapices, telas, tules, sombreros (típicos de la zona), carteritas y monederos, medias, anillos, etc. etc. Ocupa una manzana completa y se la puede recorrer por los costados, en diagonal o entre forma quebrada.
En las caminatas (todo el tiempo posible) recorrimos el mercado de frutas y verduras y compramos algunas frutas para una ensalada refrescante. La preparamos con piña, melón, uva, papaya, plátano, tomate de árbol, mango, guayaba, ciruelas de dos tipos, etc. Estuvo espectacular y sobró para la noche.
También visitamos la Laguna Cuicocha, que ocupa el antiguo cráter del volcán del mismo nombre; está ubicada a menos de una hora y se llega por colectivo urbano (U$S 0,35) hasta Quiroga, un pueblo al pie del volcán y desde allí por un taxi (U$S 3,50) a la entrada del lugar. Tuvimos mala suerte porque el Centro de Interpretación estaba cerrado por “limpieza”… me pareció una vergüenza que un lugar turístico cierre por la razón que sea, deben coordinar turnos para optimizar las visitas al lugar. La laguna posee dos pequeñas islas y lanchas para realizar una excursión que rodea las islas y acerca al visitante a una salida de burbujas del subsuelo a alta temperatura. No pudimos hacer la salida porque si no se juntaba una cierta cantidad de gente era muy costosa y cuando la hicieron fue por un contingente que llegó y salieron. El cráter puede recorrerse en una caminata de aproximadamente 7 horas que, decidimos no hacer. Preferimos quedarnos en algunos lugares del sendero a mirar aves y paisajes. Pudimos ver muy lindos ejemplares de aves coloridas pero desconocidas y otras similares o de especies cercanas a nuestro zorzal y calandria. Vimos alguna especie de oropéndola de acuerdo a una guía, picaflores y hasta un ave que al cruzar el sendero y vernos soltó una rana marrón que había cazado.
Bajamos con otro taxi y le pedimos que nos lleve a Cotacachi, pueblo a pocos minutos de Quiroga que se dedica a la confección de prendas de cuero de manera mayoritaria. Fue extraño recorrer la calle principal durante 6 cuadras y el 90 % de los comercios eran de ropa de cuero. Precios accesibles y carísimos. Te invitan desde la puerta de los negocios a pasar y visitarlos en español e inglés. Conversando con un vendedor ambulante algunos precios varían de acuerdo a la “cara del cliente” dicho popular que quiere decir que si la persona parece de buen poder adquisitivo el precio súbitamente aumenta.
En Otavalo, decidimos cambiar nuestro itinerario original. Llevábamos 15 días a muy buen ritmo y estábamos un poco cansados de traslados y terminales con las inevitables combinaciones que, a veces, eran largas. Dejamos de lado la visita a Baños de Agua Santa o Puyo para conocer e internarnos un poco en la selva porque teníamos nuevamente combinaciones desconocidas (en tiempo) y Roberto nos comentó otras opciones para conocer ese ambiente (Misahualli o el pueblo de los monos) y eso también nos llevaría tiempo.