La ciudad perdida de Colombia y mucho mas ✏️ Blogs de Colombia

Llegó 2018 y en Bilbao seguía lloviendo. A mis 35 años nunca había vivido un otoño e invierno tan frio y lluvioso.
Me habían sobrado en el trabajo unos días libres del año pasado, así que decidí hacer un viaje a algún sitio soleado y huir durante 15 días de esta nube que parecía no tener fin.
Lo primero era buscar compañero de viaje: llamé a Germancito, pero me dijo que prefería hacer un viaje por Islandia. No pasa nada, en 5 minutos ya le tenía convencido!
Si en Bilbao llovía en Ámsterdam nevaba, con lo que fue muy fácil disuadirle; ahora solo faltaba decidir destino…

Nuestros últimos viajes habían sido por Asia, así que decidimos que esta vez tocaría América. Tenía que tener playa y sol obligatóriamente y después de descartar los países que ya habíamos visitado, nos decidimos por Colombia.

Este diario, narra las aventuras vividas por Germán y por mi, Jorge, durante 16 días por Colombia, realizando el siguiente itinerario:

• Día 1 (11 feb, domingo, 2018): Bilbao - Bogotá
• Día 2 (12 feb, lunes, 2018): Bogotá
• Día 3 (13 feb, martes, 2018): Bogotá - Santa Marta
• Día 4 (14 feb, míercoles, 2018): santa Marta - trekking ciudad perdida
• Día 5 (15 feb, jueves, 2018): trekking ciudad perdida
• Día 6 (16 feb, viernes, 2018):trekking ciudad perdida
• Día 7 (17 feb, sábado, 2018): trekking ciudad perdida - Santa Marta
• Día 8 (18 feb, domingo, 2018):Santa Marta - Cartagena
• Día 10 (19 feb, lunes, 2018):Cartagena
• Día 11 (20 feb, martes, 2018):Cartagena - isla grande
• Día 12 (21 feb, míercoles, 2018):isla grande
• Día 13 (22 feb, jueves, 2018):isla grande - Cartagena
• Día 14 (23 feb, viernes, 2018):Cartagena - Medellín
• Día 15 (24 feb, sábado, 2018):Medellín
• Día 16 (25 feb, domingo, 2018):Medellín - Bogotá - Bilbao

Comenzamos…

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Domingo 11 feb

Germancito desde Ámsterdam y yo desde Bilbao cogimos un avión para vernos en Barajas, y de aquí volar a Colombia.
Nuestro vuelo salió puntual a las 15:20 y 10 horas después estábamos en Bogotá, eran las 19:40 de la noche.

Nuestra primera impresión de la capital no fue la mejor. Paredes llenas de pintadas, aceras y carreteras repletas de bolsas de basura dispersas en las que hurgaban un montón de indigentes que deambulaban por las calles como si de zombis se tratase.
Esperaba que esas fueran las afueras de la ciudad, pero me di cuenta de que estábamos en el centro cuando el taxi paro y nos dijo que habíamos llegado a nuestro destino.
Casa de la vega es un hotel de estilo colonial, modesto, pero ubicado en el centro de la candelaria, el barrio más turístico de Bogotá.




Lunes 12 feb

Nos despertamos bien temprano y fuimos a desayunar al salón de la que otrora tuvo que ser la casa de alguien importante.
El desayuno estaba riquísimo, zumo de naranja natural, mermelada casera y la cocinera más simpática que jamás me haya encontrado.
Después de desayunar, nos pusimos manos a la obra y fuimos a cambiar dinero al Emerald trade center, cerca del museo del oro, el cual iba a ser nuestra visita estrella del día.
Las calles de la candelaria no parecían las mismas que habíamos visto la noche anterior. Lucía un sol espléndido y ya no había ni rastro de basura. Comparar las calles de ayer y de hoy era como la noche y el día, y nunca mejor dicho.


La candelaria nos enamoró nada más poner el primer pie en ella. Calles boyantes de vida, jóvenes por todos los lados que iban al colegio con sus uniformes, puestos ambulantes vendiendo a la gente trajeada de oficinas zumos y fruta troceada. Sin duda, esta si era la Bogotá que esperábamos ver.
Después de cambiar el dinero (1290pesos x euro) nos fuimos al museo del oro.
Estaba todo cerrado, así que le preguntamos a un vigilante a ver a qué hora abrían. El hombre muy amablemente nos dijo q hoy era lunes y que el museo estaba cerrado. Fue un palo muy grande porque teníamos muchísimas ganas de verlo y este iba a ser nuestro único día en Bogotá, por lo que nos iríamos de Colombia sin visitarlo.

Como aún era muy temprano, nos fuimos a ver un mercado de artesanía que hay frente al museo. No compramos nada porque era nuestro primer día en el país y tampoco sabíamos muy bien como andaban los precios, pero echamos el ojo a unas cuantas cosas interesantes que vimos.
Después del mercado nos fuimos a la plaza Bolívar, el centro neurálgico de la zona antigua. La plaza es muy bonita, rodeada de edificios importantes y custodiada por la catedral primada de Colombia.


Estuvimos un buen rato callejeando por la candelaria y en ningún momento tuvimos sensación de inseguridad. Había muchos turistas, y en cada esquina había un policía o militar velando por nuestra seguridad.
Nos empezó a entrar el hambre, así que nos fuimos a comer cerca de la catedral, a un restaurante que nos habían recomendado en el hotel, La puerta falsa. El restaurante no es gran cosa; pequeño, lleno de turistas, y la carta bastante escasa. Lo mejor fueron los postres y los precios; cada plato rondaba los 2 euros.
Después de comer entramos al museo Botero, muy cerca de allí y además gratis. Merece bastante la pena, hay muchas obras del artista colombiano, además de obras de otros pintores y la casa de la moneda, donde se exhiben monedas y billetes antiguos.


La visita al museo no nos llevó más de una hora.
Al salir nos fuimos al chorro de Quevedo, una plaza pequeña, pero con muchísimo encanto, llena de bares y gente joven.
Tras tomarnos una cerveza y un café al sólito en una terraza, cogimos un taxi hasta el funicular que nos llevaría hasta el cerro de Monserrate.


Estábamos muy cerca de allí e ir andando no nos llevaría más de 15 minutos, pero la chica de la recepción del hotel nos aconsejó encarecidamente que fuésemos en taxi, que las inmediaciones del funicular no eran muy seguras para los turistas. El taxi baratísimo, 1,5 euros al cambio.
En la cola para sacar la entrada del funicular conocimos a Eugenia, una simpática argentina que viajaba sola y que también era su primer día en Colombia.

El precio de la entrada fue de 10.000 pesos por subir y otro tanto por bajar. Esta la opción de subir andando, pero además de una matada, nos dijeron que no era muy recomendable.
La verdad que la iglesia no tiene absolutamente nada, pero la panorámica desde allí sobre la ciudad es magnífica. Hasta que no subes arriba no te haces idea de las dimensiones reales de esta mega urbe de casi 9 millones de habitantes.


La visita a Monserrate nos llevó aproximadamente media hora, y tras hacernos las fotos pertinentes, cogimos el funicular e iniciamos el descenso.
Eugenia quería seguir visitando la ciudad porque acababa de llegar, pero nosotros queríamos ir un rato a descansar al hotel, así que cogimos un taxi los 3, la dejamos en la plaza Bolívar y German y yo fuimos a pegarnos una ducha.

La chica Argentina nos había caído genial, por lo que la invitamos a que viniera a cenar esa noche con nosotros, al famoso restaurante Andrés carnes de res, en la zona rosa de la ciudad, en el que teníamos una mesa reservada desde hacía semanas.
Después de acicalarnos un poco, cogimos un taxi y tras recoger a Eugenia, llegamos al restaurante.


Merece muchísimo la pena ir; aunque de precio europeo, la comida es buena, el ambiente fabuloso y la decoración imposible de describir.
Desde aquí mando un saludo a nuestra camarera Daniela, que se portó genial con nosotros y nos hizo pasar un muy buen rato.
Este restaurante de 4 pisos, tiene servicio de taxi justo en la puerta así que cogimos el primero y nos fuimos rumbo al hotel. Eran las 12 de la noche y las calles de Bogotá volvían a estar llenas de basura revuelta y como en la noche anterior, de nuevo parecíamos estar en un capítulo de The walking dead. Los zombis morenos estaban por todos los lados.

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Martes 13 feb

Después de otro gran desayuno nos dirigimos al aeropuerto para coger el avión que nos llevaría a Santa Marta.
El vuelo de Avianca tardo 1 hora y 5 minutos; comodísimo, amplio y con pantalla para ver películas, muchísimo mejor que las compañías europeas.
El aeropuerto está a 40 minutos en taxi del centro de la ciudad. Tras hacer el checkin en la Villana hostel y después de que nos dijeran que la playa de la ciudad no merecía nada la pena, nos fuimos a comer algo rápido y directamente coger un taxi para ir a la playa de Taganga, a 10 minutos por carretera.
Esta playa no es la típica que uno espera del Caribe con sus palmeras y su agua turquesa, pero el estar rodeada de montañas tan altas y tener los botes de pesca fondeados en la playa, le da un encanto especial.

El taxi hasta la playa tiene precio estipulado de 10.000 o 12.000 pesos, no te ponen taxímetro.
Tanto Germancito como yo, nos habíamos quemado muchísimo el cuello y la cara en Bogotá, así que en cuanto pusimos un pie en la arena, buscamos directamente la única zona sombreada de la playa; debajo había sillas y hamacas por las que tuvimos que pagar 10.000 pesos cada uno. Había música y estaba lleno de colombianos bebiendo, así que la zona estaba muy animada.

Teníamos con nosotros los teléfonos y bastante dinero, por lo que decidimos ir a bañarnos por turnos.
A pesar de que en Santa Marta había muchísimo viento y oleaje, aquí apenas corría el aire y el mar estaba en calma absoluta.
Fui decidió a tirarme, pero en cuanto metí el primer pie en el agua, retrocedí como alma que lleva al diablo. No voy a decir que el agua estuviera helada, pero desde luego no era lo que me esperaba; estaba como en Bilbao en verano, fresquita, así que me di media vuelta y a la sombra, que cuanto menos me diese el sol mejor. Que decepción al tocar el agua
Cuando nos cansamos de escuchar vallenato con vistas al mar, fuimos a ver el paseo marítimo. Tiene varios bares, tiendas, y pequeños restaurantes con terrazas mirando al mar. Eran las 5 de la tarde y el hambre apretaba, por lo que decidimos quedarnos a cenar aqui.
Nos sentamos en una terraza mirando al mar y nos dimos en primer capricho del viaje, una langosta exquisita.


Cuando el sol se metió bajo el mar, cogimos un taxi y al llegar a Santa Marta, buscamos un súper para comprar fruta y cosillas para llevar al trekking.

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