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ITINERARIOS NORTE DE INDIA Archivo 4 (11/2013 ) ✈️ Foro Subcontinente Indio: India y Nepal ✈️ Pg 54 ✈️


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Super Expert

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Hola a todos.

Un par de dudas que me surgen leyendo todas vuestros itinearios y experiencias en el norte de India:

1) En Rajasthan, parece que las distancias son bastante grandes. Me preguntaba si entre ciudad y ciudad hay mucho tiempo de tren o coche, ya que no me gustan demasiado los destinos donde te pasas medio viaje en el trayecto de un sitio a otro.

2) Parece que en la india, el verano (julio y agosto) es época de pleno monzón, pero tengo la duda de si éste llega al norte de la india o no (Rajastán, Dehli y Varanasi, perincipalmente). De ser así, ¿se trata de días y días seguidos de lluvia, o el típico chaparrón de 30-60 minutos por la tarde?

GRACIAS A TODOS!!
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Martuxi78
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Lo veo bien, aunque quizás te pegues mucho tiempo en Jodhpur(con un día va que sobre). Yo personalmente se lo quitaría a Jodhpur y se lo daba a varanasi (dependiendo en Varanasi la hora a la que te salga el vuelo, estarías 2 días sólo y eso es poco)

Saludos
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Weijn
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Saludos compañeros viajeros,

Tras darle muchas vueltas, vamos modificando nuestro itinerario para Noviembre, hemos decidido dedicar casi todo el viaje al norte/Rajastán, y dejar la última semana para relajarnos en Goa. Quedaría algo así:

1 - Madrid - Delhi
2 - Delhi
3 - Delhi (tren a Jaisalmer)
4 - Jaisalmer
5 - Jaisalmer
6 - Jaisalmer (tren a Jodhpur)
7 - Jodhpur
8 - Jodhpur
9 - Jodhpur - Ranakpur - Kumbalgarh - Udaipur (con chófer)
10- Udaipur
11- Udaipur - Ajmer - Pushkar
12- Pushkar - Jaipur
13- Jaipur - Amber - Jaipur
14- Jaipur - Fatepuh Sikri - Agra
15- Agra - Gwalior
16- Gwalior - Datia - Orchha
17- Orchha - Kajuraho (hasta aquí el chófer)
18- Kajuraho (tren a Varanasi)
19- Varanasi
20- Varanasi
21- Varanasi (vuelo a Mumbai)
22- Mumbai
23- Mumbai (tren a Goa)
24- Goa
25- Goa
26- Goa
27- Goa (vuelo a Delhi)
28- Delhi - Mad

Más o menos es lo que tenemos pensado para 4 semanas que tenemos disponibles, día arriba, día abajo.. Sigo informándome sobre todos los lugares y seguro que de aquí hasta noviembre tengo que cambiar algunas cosas más, pero la idea en principio es hacer esta ruta, para combinar norte/sur.

Saludos,
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Martuxi78
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Yo estaba como tu, al final solo estuve 2 días en Varanasi y... Todavía me estoy dando cabezazos contra la pared por no haber estado más tiempo.

Pero de nepal ni idea, aunque supongo que elijas uno ú otro, puede que te quedes con las ganas de más en el otro sitio. Ojos que se mueven

Saludos Riendo Amistad
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Ctello
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Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Decimoquinto día
Dejamos Agra muy de mañana y abandonamos también al grupo con el que habíamos compartido estos días. Con ellos se quedó también el guía acompañante. El motivo era que habíamos cogido una extensión que no todo el mundo tenía.

Nos recogieron con un coche para llevarnos a la estación de Agra para coger el tren que nos llevara a Orchha. El tren en cuestión es un Shatabdi Express. Concretamente la parada final es Janshi .

La estación de Agra es una de tantas, atestada de gente y de algunos monos. Un hombre daba vueltas por los andenes, intentando cambiar obsesivamente las cremalleras de las maletas. Y la verdad, no da muy buena impresión que la toque sin tu permiso.

El corresponsal de la agencia se comportó como era de esperar. Estuvo a nuestro lado todo el tiempo, a pesar de que el tren venía con algo de retraso, y se preocupó de saber el andén y el vagón correspondiente. La verdad es que hizo un trabajo impecable.

El tren es muy parecido a un regional de nuestra tierra. No podemos quejarnos para ser un tren en la India. Incluso los baños están limpios, por lo menos el que yo usé, y si había algo de agua era por las goteras de la lluvia. Se filtraban unas gotas por el techo. Por lo demás, una atención exquisita, espacio para dejar las maletas (incluso las enormes), agua de regalo, etc.

Tardamos en llegar a nuestro destino unas dos horas o dos horas y algo y allí nos estaban esperando ya el corresponsal de la empresa y un coche para llevarnos hasta Orchha, donde nos encontraremos con el guía local.

Orchha fue la capital de una dinastía de reyes llamados bundela desde 1531 a 1738. Está plagado de hermosos palacios, hoy casi en ruinas. De todos esos palacios visitamos dos.

El Jahangiri Mahal fue mandado construir por el rey Bir Singh Deo en honor del emperador Jahangiri, que pasó una noche aquí. Es un enorme edificio de varias alturas y 132 habitaciones a la terraza del cual puedes subir y ver una vista espectacular de la ciudad. Está construido en piedra arenisca con una impresionante decoración con azulejos de lapislázuli y hermosas celosías.
El Raj Mahal es otro bello palacio con dos patios y bellos frescos muy bien conservados. Finalmente hay otro palacio, que sólo vemos desde lejos, que recibe el nombre de Raj Praveen Mahal. Fue mandado construir en honor a una cortesana y favorita de un rajá del siglo XVII. También conserva templos, como son el de Rama y el de Lakshmi Narayan, esposa de Vishnú, a escasos metros del otro y sin restaurar (el primero parece nuevo a pesar de ser del siglo XVII).
Después de comer cogimos nuevamente el coche para dirigirnos a Khajuraho. ¿Alguna vez habéis unido comida abundante, curvas, calor y coche?. Yo sí. Y es por eso por lo que pasé cuatro horas mareada y vomitando pero sin hacer parar al conductor para no llegar más tarde de lo previsto. Juro que lo pasé fatal y se me hizo interminable. Y al llegar al hotel no tuve ganas de nada más que de irme a la cama.

Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Decimosexto día
Por suerte mi malestar no se manifestó al día siguiente. Fue fruto de una tarde horrible. Me levanté con ganas de desayunar y de hacerme fotos en un hotel donde todos son amabilísimos.
Un simpático guía local nos pasó a recoger a la hora prevista para acompañarnos a ver los templos que han dado fama a Khajuraho y que están muy cerca del hotel. Están en tres grupos, oeste, este y sur, aunque sólo visitamos los dos primeros.

En el grupo oeste están los principales. Aquí se encuentra el mayor conjunto de templos hinduistas del país que se han hecho famosos por sus esculturas eróticas. La Unesco los consideró Patrimonio de la Humanidad en 1996. Sin embargo esas esculturas eróticas no son las más abundantes en los templos a pesar de ser las más famosas y ni siquiera se sabe cuál era el motivo de tallarlas en unos templos. Algunos dicen que eran un modo de enseñar a los jóvenes; otros que representan las bodas de Shiva y Parvati.

Los templos fueron construidos por la dinastía chandela entre los siglos IX y X, que era la que gobernaba entonces en el centro de la India. El más impresionante es el templo de Kandariya Mahadev, de enormes dimensiones y con más de 800 esculturas que representan a dioses, demonios o bailarinas. Su altísima torre mide 30 metros y se ha equiparado a una montaña.
En cuanto al resto de templos, las esculturas son muy parecidas en todos ellos, incluso se repiten los modelos o se perfeccionan. En el de Lakshmana llaman la atención las figuras de bailarinas, de orgías y de actos sexuales con animales.

El grupo este tiene tres templos jainistas y tres hinduistas. El templo Parsvanath tiene una bella escultura de Shiva y Parvati. Aunque son sobresalientes no llegan a ser tan hermosos como los templos del grupo oeste.

Luego fuimos a una tienda de esculturas donde compramos un librito del Kamasutra, tan mencionado esa mañana, y unas cartas con imágenes de los templos. Además me compré un libro muy interesante. Después de la visita volvimos al hotel para recoger las maletas y salir hacia el aeropuerto. Se trata de un lugar muy pequeño, de dimensiones casi ridículas. Es tan sencillo que las maletas no se transportan en cintas cuando las facturas sino que unos mozos las llevan a mano. Sólo tiene una sala de espera y desde allí accedes a pie al avión.

El trayecto hasta Vanarasi (Benarés) fue muy corto, apenas 40 minutos, en los que las azafatas nos dieron un bocadillo, agua y una limonada. Todo corriendo, claro. Si apenas habíamos despegado ya aterrizábamos.

Cuando llegamos a Benarés las cosas no se arreglaron. El aeropuerto, si bien es algo mayor que el de Khajuraho, tampoco es muy grande. Las maletas se llevan a mano desde el avión y allí las ponen en la cinta. El conductor que nos llevaba al hotel se empeñó en recogernos las maletas y para ello acabó golpeando a gente, españoles también, que esperaban. Hubiera sido mejor que nosotros cogiéramos las nuestras.

Un corresponsal nos esperaba fuera y nos llevó al hotel. Sólo hablaba inglés por lo que tuvimos que poner atención e intentar hablar poco. Por cierto, por el camino ya vimos un coche con un muerto envuelto en un sudario encima. Y es que estamos en la ciudad de los muertos.

Una vez en el hotel el corresponsal nos habló de la posibilidad de hacer una visita opcional. Se trata de una ceremonia nocturna que tiene lugar todos los días en la orilla del río Ganges y como es natural aceptamos.

Nos pasaron a recoger por la tarde, el guía local que llevaremos en la ciudad y su conductor, para llevarnos a uno de los ghats. No pudimos hacer todo el trayecto en el coche porque llegado a un punto se hace necesario bajar e ir a pie por una zona peatonal. Me sorprendí de la relativa limpieza de la ciudad. Me habían hablado fatal de Varanasi, en el sentido de “ya verás cuando llegues allí; suciedad exagerada y gente mutilada”. Ni lo vi tan sucio ni había más gente en la calle que en otros lugares. O quizás sólo tuve un poco de suerte.

Muchísima gente sentada y barcas pegadas la una a la otra. Eso es lo que vi al llegar al ghat donde se hace la ceremonia. Tanta gente que no sabemos ni dónde vamos a sentarnos. Sin embargo el guía, un chico muy amable, lo tiene todo previsto y nos dice que podemos escoger entre subir a una terraza o ir a una barca. Por supuesto nos decantamos por la última opción, la que nos da la posibilidad de estar viendo el espectáculo en primera línea.

Los indios tratan al Ganges como si fuera una madre y a la vez un dios (o diosa) y es por eso que se le alimenta todos los días, por la mañana y por la noche. El acto de la noche se hace de un modo más vistoso y concentra a un montón de turistas pero también a muchos indios. Unos novios, vestidos de colores no demasiado discretos, empiezan con la ceremonia. Y a los dos segundos ya empiezo a darme cuenta de que tiene un cierto tufillo a turistada. Lo mismo opinan algunas otras personas que nos acompañan en la misma barca. Y es que cuando a los monjes se les escapa la risa y siguen así varios minutos ves que algo no concuerda con esa cosa tan mística que nos han vendido. En fin. No deja de ser curioso verles con el incienso o los candelabros, balanceándolos sin cesar. O cuando tiran pétalos de flores al agua.

Sin embargo a quien miraba la gente era a una anciana, loca seguramente, que no paraba de bailar y cantar entre el público para quejas de los que tenía cerca. De vez en cuando se quitaba el pañuelo que le cubría la cabeza y se rascaba con tanto énfasis que cualquiera hubiera dicho que tenía piojos. Era casi un esqueleto andante y con la manía de observarme desde lejos y hacer gestos que yo ignoraba.

En un determinado momento la gente, los fieles, echan al agua unas ofrendas consistentes en velas rodeadas de flores en una especie de cestita de papel. Y los novicios que celebran la ceremonia beben agua del Ganges, un punto que aún no termino de creer. ¿Puede un hombre joven y en apariencia moderno, a la vista de su reloj último modelo, beber agua de uno de los ríos más contaminados del mundo?. Según el guía, sí.

Terminado el acto pasamos entre la multitud y un par de vacas que se demostraban amor mutuo a base de lametones y cogimos una bicicleta “tuc tuc” para ir al lugar donde nos esperaba el coche entre mucho gentío y tiendas de ropa (preciosa ropa tradicional).

Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Decimoséptimo día
Nos levantamos a las cuatro de la mañana porque habíamos quedado con el guía local a las cinco. A las 4.45 un camarero nos sube una jarra de té ardiendo, una de café que no hemos pedido y unas galletas. Más que nada para que no vayamos de paseo con el estómago vacío. Y a pesar de lo temprano de la hora y de que el té no me entusiasma me sentó muy bien.

El motivo de semejante madrugón era hacer lo que todos los turistas hacen en Vanarasi, salir a dar un paseo en barco por el Ganges.

Volvimos al mismo punto donde la noche anterior vimos la ceremonia. Cerca de allí, en un pequeño templo escondido, un sacerdote realiza una ceremonia diurna. Otros están tumbados debajo de unos parasoles de bambú, en principio guardando la ropa de los que han peregrinado para bañarse en el río. Pero la mayoría son mujeres venidas de otras ciudades, que salen todas a la vez, completamente empapadas, vestidas, y mojándome a mí a su paso. El ghat se llama Dasahvamedha ghat y debe su nombre al sacrificio de diez caballos que hizo el dios Brahma. Allí tomamos una barca a remos, las más abundantes aunque también vimos algunas a motor. El río está muy crecido a causa de la época de los monzones por lo que para entrar en las barcas tenemos que pisar sobre una piedra. Es imposible que puedan acercarse más. Una vez cómodamente sentados empezamos el recorrido.

Los ghats de Benarés pueden dedicarse a tres cosas. Como ya vimos nada más llegar es normal que la gente se bañe en sus aguas como un modo de purificación que no comprendo. Y no les cuesta nada beber agua o incluso llevársela en unos recipientes que se compran a tal efecto. Lo mismo ocurría en el lago de Pushkar. Llevar esa agua encima es como llevar un batido de chocolate, así es su color. Pero eso no parece importar a los fieles. Podemos ver a un hombre lavándose los dientes junto a una mujer que se lava el pelo y otro que se frota sus partes impúdicas debajo del calzoncillo. Pero ellos son así. Otro de los usos de los ghats es el lavado de la ropa. Algunos hombres golpean sábanas con énfasis en piedras para después dejarlas secar sobre los ghats (y eso si no las cogen los monos que rondan por allí). El tercer uso y más famoso son las cremaciones.

A medida que te vas acercando al lugar de donde ves salir el humo temes lo peor. Es estar frente a frente con la muerte y con el temor de oler al muerto. El guía nos advierte que hagamos fotos de lejos pero no cuando nos acerquemos para no herir la sensibilidad de los familiares. Y eso hicimos.

Una pila de leña, un sudario en el suelo que cubre un cuerpo sin vida, esperando, y un hombre joven vestido de blanco y sin pelo. A lo lejos otra pira se va consumiendo sin que nos llegue olor a nada. El guía nos dice que el joven es el hijo del difunto y que será él quien, una vez consiga la llama, por la que debe pagarse, encenderá la pira. Por suerte ya no se aplica aquella técnica antigua de las mujeres lanzándose entre las llamas cuando muere su esposo aunque nos cuentan que no hace mucho ocurrió un caso. Me pregunto si fue voluntario o la mujer se tiró obligada o drogada. Las familias deben hacer un gran esfuerzo económico para pagar todo lo que se necesita para cubrir la muerte de alguien pero es una obligación en la India. Me han contado que no es extraño ver partes del cuerpo flotando en el río. Y eso es así porque no todos tienen dinero suficiente para comprar bastante leña como para que el cadáver se consuma por entero. Y en algunos casos la cremación no es necesaria por lo que se limitan a hundir el cuerpo en el río. Es el caso de las embarazadas, santos o los niños por ejemplo. Bueno, el caso es que ni olores raros ni la mejilla de tío Khrisna flotando en el Ganges como me temía.

Por allí rondaba un hombre santo cubierto de ceniza de los muertos y completamente desnudo. Él despertaba casi más interés que las cremaciones.

Yendo hacia el otro lado vimos el Palacio del rey de los Dom. Los dom son una casta que tienen derechos sobre los ghats de cremación. Venden la madera y recogen la ceniza. A la vista de la casa no les va nada mal el negocio, que dura ya siglos y generaciones.

Después de la navegación por el río salimos de la barca para dar un corto paseo por la parte antigua de la ciudad, algo más sucia de lo que había visto el día anterior pero sin ser peor que otras ciudades. Vimos que en la parte cercana a los ghats hay muchísimas tiendas donde venden productos destinados a los muertos (sudarios, leña, etc). Nadie compra nada allí destinado a los vivos; es patrimonio de los difuntos.

Caminando por calles estrechas donde una de cada dos puertas es un templo, llegamos a una tienda de confianza donde dejamos las cosas. Y es que nos vamos a adentrar en la zona donde coexisten la mezquita y un templo hindú. La seguridad nos da una idea de que allí las cosas son cuanto menos complicadas.

Los que no son fieles tienen prohibida la entrada en el templo hindú así que nos conformamos con ver desde fuera la bella cúpula dorada. El Vishwanath temple está dedicado a Shiva y su cúpula tiene 750 kilos de oro. Por supuesto está prohibido llevar la cámara. Este templo data del siglo XVIII ya que Aurangzeb, el cruel hijo de Shah Jahan, destruyó el anterior para construir la mezquita actual, en la que destacan sus cúpulas blancas. Es por ese motivo que la seguridad es tan fuerte, porque están uno y otro edificio prácticamente juntos.

Volvimos al hotel para desayunar y sobre las 9 salimos de nuevo para ir a ver un curioso templo dedicado a la Madre patria. Fue inaugurado por el mismísimo Gandhi, cuya foto preside el templo, en 1936. En él se venera un enorme mapa de la India hecho en mármol con relieve. Se distinguen los países con los que limita, las montañas, llanos y océanos. No sé si realmente el objetivo del guía era llevarnos a ver ese templo o un taller de brocados de seda, muy famosos en la ciudad. Como siempre en estos casos después de una breve explicación entramos en la tienda para ver sus productos. La belleza de las telas me hace comprar tres pañuelos (dos para mí y uno para regalar), una preciosa colcha granate de seda con cojines a juego y un camino de mesa para mi madre. Quizás me pasé con las compras pero era precioso.

Volvimos al hotel a descansar y sobre las 11.45 nos recogen para llevarnos al aeropuerto.
Después de un vuelo de algo más de una hora en el que comemos a toda prisa llegamos a Delhi sobre las 4 de la tarde. Hablando con el guía acompañante durante el circuito habíamos pactado que nos llevaran al mismo hotel donde estuvimos al principio en lugar de dejarnos tirados en el aeropuerto como estaba previsto. Y así fue.

No hubo problema alguno en dejar nuestras maletas en el Taj Palace sobre todo cuando dijimos que teníamos la intención de quedarnos a cenar. Aprovechamos también para reservar los asientos de los aviones de regreso, algo que recomiendo hacer siempre. Por pelos conseguimos sentarnos en la misma fila y con la esperanza de que alguien nos cambiara el sitio.

Arreglados esos asuntos cogimos un taxi para ir hasta la tumba de Safdarjung. Se trata del último de los mausoleos de Delhi, construido en 1754 por el primer ministro de Mohamed Shah, emperador mogol. Después nos acercamos a los Lodi Garden, un curioso jardín que vimos casi en penumbra y donde acuden muchos indios a correr caída la tarde. Abundan en él las tumbas el siglo XV. Además, muy cerca de la puerta, se conserva un puente del siglo XVII. Es recomendable ver esta zona verde con vestigios arqueológicos cuando aún haya luz del día.

A pesar de que el taxi nos acercó al RajPath, la importante avenida de Delhi, no pudo parar para que viéramos el edificio presidencial. Un policía se lo impidió por motivos de seguridad. Y como no se puede llegar a Connaught Place por las obras decidimos volver al hotel para cenar. He de decir que el taxista fue muy honrado porque nos cobró lo que marcaba el taxímetro (algo más de 300 rupias) y nos dijo que le diéramos la voluntad por las esperas. Su honradez le valió redondear a las 400 rupias, muy barato teniendo en cuenta el tiempo que estuvimos, su amabilidad y la comodidad del coche.

La cena fue en el mismo restaurante donde solíamos desayunar en nuestra estancia en el Taj Palace. Comimos un plato de pasta a la carta (farfale con salsa de crema y champiñones) y fueron tan amables de obsequiarnos con aperitivos, pan con salsa de ajo y postres. No era barato pero por cantidad y calidad vale la pena.

Estuvimos sentados en el hall del hotel hasta la hora en que nos vinieron a recoger para llevarnos al aeropuerto. Y tuve un desencuentro con el enlace porque nos hizo rellenar de nuevo la encuesta de calidad que a habíamos entregado. No hubo forma de razonar con él y que entendiera que si lo hacíamos dos veces las estadísticas salen mal. En fin… Lo hice como pude. Después de estar unas horas esperando en el aeropuerto al fin pudimos coger el avión. De madrugada y después de haber estado en pie muchas horas. Poco después de haber despegado, allá a las 3.30 de la madrugada, abrí un ojo, que había cerrado para que no me dolieran tanto, y vi que nos traían la cena. Como digo. Unos hojaldres con un relleno muy picante a esas horas de la madrugada. Menos mal que nos trajeron a la hora correspondiente un buen desayuno, que se completó con un bocadillo en el avión de Frankfurt a Barcelona.
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Ctello
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Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Décimo día
La primera visita del día, acompañados ya del guía local, fue a un museo de artesanía algo pobre pero que ganaba mucho con sus comentarios. Contiene las típicas marionetas, algunos trajes, máscaras, figurillas, fotos e instrumentos musicales. Luego nos fuimos a ver el Jardín de las Doncellas de Honor (Saheliyon ki Bari), un bonito jardín del siglo XVII. Está lleno de fuentes, algunas que un señor oculto pone en marcha para regocijo de los visitantes, flores y vegetación. Fue allí mismo, en un rincón apartado, donde el guía local nos enseñó a hacer yoga, lo que provocó el regocijo de mis compañeros de grupo y mis risas al imaginar la cara de la gente que visitaba el jardín al vernos a treinta personas con los ojos cerrados diciendo “ommmm” (a aquellas horas casi los únicos visitantes, además de nosotros, eran unos pequeños con sus profesoras).

Después del jardín fuimos a uno de los edificios más importantes de la ciudad, el City Palace. Se trata, como ya dije, de uno de los complejos palaciegos más grandes que he visto y el que está considerado como el mayor de la India. Consta de varios palacios, erigidos por 22 reyes diferentes entre los siglos XVI y XX. Es por eso que cada palacio presenta un estilo distinto, propio del maharaná que lo mandó construir, pero no por ello deja de ser un conjunto uniforme. Algunos de esos palacios se dedican todavía hoy a residencia de la familia real mientras que otros se han convertido en hotel de lujo. Destaca también una galería de muebles de cristal que nosotros no visitamos por falta de tiempo. De todos modos el guía local dice que sólo la recomienda, debido su elevado precio, a alguien muy interesado en el cristal.

Como viene siendo habitual en estos viajes, después de la visita el guía nos llevó a ver una cooperativa de pintores de miniaturas, un trabajo muy famoso en la ciudad. Acabamos comprando un cuadrito con un elefante después de regatear mucho más de lo que hubiera querido (es que detesto el regateo).

Comimos en el hotel, en el mismo buffet que el día anterior, y luego volvimos al centro por libre. El primer edificio que visitamos fue la Bagore ki Haveli, hermosa casa de un primer ministro del siglo XVII donde se expone artesanía tradicional de Udaipur, instrumentos musicales, algunos muebles de la antigua mansión así como marionetas. Allí aprendí un poco cómo hacerlas bailar y creo que con un poco de práctica me convertiría en una experta. Entrar resulta muy barato pues cuesta sólo 30 rupias por persona más otras 30 para uso de la cámara. La casa está muy cerca de la orilla del lago Pichola, en la misma orilla del City Palace. La misma orilla del lago es curiosa porque no faltará gente lavando ropa, un hombre desnudo (como en mi caso), dándose un baño, o varios chicos lanzándose al agua.

Recomiendo también entrar en el Jagdish Mandir, bello templo del siglo XVII cercano al City Palace. En mi visita las mujeres estaban celebrando una especie de ritual, cantando canciones acompañadas únicamente de un hombre.

Luego cogimos un rickshaw y pactamos el precio y la espera hasta Shilpgram, a unos cinco kilómetros de Udaipur. Se trata de una especie de aldea-museo creada en tiempos de Rajiv Gandhi para exponer y preservar el modo de vida tradicional. Hay varias casas típicas y alguna artesanía, con unos precios francamente elevados. Recomiendo, si alguien quiere ir, que no compre nada pues está más barato en otro lugar. Eso sí, la entrada es igual de barata que en el museo anterior. Me sorprendió ver que las casas están habitadas pero lo que no me gustó es que la gente pida por verlas cuando ya has pagado una entrada. Para colmo empezó a llover un poco. En fin, se trata de un sitio un poco desvencijado pero con una entrada económica.

Después de la visita a la aldea cogimos el mismo rickshaw para volver al Haveli para ver el espectáculo de danzas. Nos habían hablado de él y de hecho se comenta a menudo en las guías. Llegamos casi por los pelos porque empieza a las 7 de la tarde. Lo recomiendo, por la calidad y por el precio. Tiene lugar en uno de los patios de la casa, donde se acondicionan unos asientos. Lo peor es que si llueve o sacas el paraguas o te mojas. Dura una hora y se representan distintas danzas del Rajasthán (una muy curiosa de una señora poniéndose hasta diez maceteros sobre la cabeza) y un espectáculo de las sempiternas marionetas que se parecía mucho al que vi en Alsisar. Sólo añadir que es muy barato pues sólo cuesta 60 rupias por persona más 50 por uso de la cámara.

Al salir estaba lloviendo a cántaros así que aproveché para llamar a mi madre desde una tienda ISD. Vale la pena hacerlo allí en lugar de en el hotel porque pagué 1 euro y medio por varios minutos de conversación.

Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Undécimo día
Salimos temprano de Udaipur con el mismo guía local que nos había acompañado últimamente. Tardamos unas dos horas y media en llegar a Chittor. Dejamos el bus delante del restaurante y cogimos unos jeeps para subir al monumento más importante de la ciudad, el fuerte. Nuestro coche llevaba una curiosa y enorme bocina de color verde llamativo que el conductor no dudaba en tocar de vez en cuando, por si acaso en la ciudad no se habían dado cuenta de que habían llegado extranjeros.

El fuerte de Chittorgarh es una enorme mole, el fuerte más grande de Rajasthan. Se eleva sobre una colina y está completamente en ruinas. Es tan enorme que se hace necesario ir en coche para poderlo visitar. Es famoso en la India por las leyendas que se cuentan sobre sus ocupantes y por los asedios que ha tenido que afrontar.

Chittor fue la capital del reino de Mewar entre los siglos XII y XIII y por su enclave estratégico lo codiciaron muchos invasores. El primer asedio tuvo lugar en 1030, cuando el sultán Alauddin Khilji lo atacó. En aquella época gobernaba la ciudad un rey justo y bueno llamado Ratansen. En la corte había un músico y hechicero llamado Raghav Chetan que quiso deshacerse de sus enemigos despertando a espíritus malignos. El rey se enteró y le desterró. Entonces el hombre, como venganza, quiso convencer al sultán de Delhi, Alauddin Khilji, para que atacara Chittor. Y no se le ocurrió nada mejor que hacerse apresar y cuando estuvo ante él hablarle de la belleza de la rani. Deseoso de conseguir a tan hermosa mujer, el sultán partió rápidamente a Chittor y le pidió al rey que le mostrara a su esposa. Padmini se negó, como es lógico, pero el sultán siguió insistiendo y al final la rani accedió a mostrarse a través de un espejo. Al verla el sultán tuvo muy claro que la mujer debía ser para él. Con ese objetivo regresó a su campamento, haciéndose acompañar del rey Ratansen, al que secuestró. El rescate del rey no iba a ser otro que la propia Padmini .
A la mañana siguiente cientos de palanquines llegaron al campamento de Alauddin Khilji. El sultán estaba feliz pues suponía que llevaban a la reina y a sus damas. Pero cuál fue su sorpresa al ver que no se trataba de Padmini sino de fuertes soldados de Chittor dispuestos a liberar a su rey.
Libre ya Ratansen, Chittor distaba mucho de quedar a salvo. El sultán, enfurecido, dio orden de asediar el fuerte. Transcurrió un tiempo, después del cual las reservas de Chittor se acabaron. No quedaba más remedio que luchar frente a frente. Y entonces Padmini tuvo una idea que ha entrado para siempre en la leyenda de la ciudad. Sabiendo que iba a tener lugar una lucha desigual porque los ejércitos del sultán eran muy numerosos y no queriendo ni que las mujeres quedara deshonradas después de la victoria de Alauddin ni que los hombres lucharan preocupándose continuamente por sus esposas, madres, hijas o hermanas, ordenó que todas, con ella a la cabeza, se lanzaran a las llamas en un suicidio colectivo. Así, cuando el ejército de Alauddin entró en la ciudad, no encontró más que las cenizas y huesos de las mujeres que salvaron su honor y el de sus hombres. Todavía hoy se distingue el lugar donde se supone que estuvo el palacio de Padmini así como aquel punto en medio del lago donde Alauddin vio la imagen de la rani reflejada en el espejo.

Ya en el siglo XVI miles de mujeres volvieron a suicidarse para evitar caer en manos del sultán Bahadur Shah de Gujarat. En aquel entonces la reina Jawaharbai murió junto a los soldados rajput enfrentándose al sultán para liberar a la ciudad del asedio.

Una tercera vez fue asaltado el fuerte, concretamente en 1567 por el famoso sultán Akbar. El fuerte se abandonó y la capital se llevó a Udaipur.

El palacio rajput más antiguo que se conserva es el Rana Kumbha’s Palace, del siglo XV. Hoy en día está en ruinas. Cerca está el símbolo del fuerte, la torre de la Victoria, una mole de arenisca de nueve alturas (36 metros) construida en el siglo XV para conmemorar la victoria sobre el sultán Mahmud de Malwa. Llaman la atención las esculturas que cubren todo el monumento, con imágenes de dioses y diosas de la mitología hindú.

En el complejo también podemos ver diversos templos y algunas ruinas de palacios y otra torre, Kirti Stambh (Torre de la Fama), del siglo XII y de 22 metros de altura, dedicada a Adinath, el primero de los tirthankaras jainistas. La vista desde arriba del fuerte es espectacular.

Una vez abajo fuimos a comer. En el restaurante había la que probablemente sea la pasta más mala que he probado en mi vida, con una salsa de tomate dulzona casi incomible. Menos mal que había otras cosas (arroz con guisantes, pollo a l’ast,…) que lo arreglaban.

Después de comer salimos hacia Pushkar. Allí nos alojamos en un resort que parece que está donde Cristo perdió la zapatilla. Para llegar tuvimos que meternos por la montaña, por unos caminos por los que parecía que el autobús no iba a poder pasar.

Cuando llegamos el complejo nos da bastante buena impresión. Una piscina muy bonita, césped muy verde y unas habitaciones consistentes en pequeñas casitas individuales. El problema vino cuando, al ir a poner la TV, no funcionaba. A día de hoy sigo esperando que venga el chico de mantenimiento que prometieron desde la recepción.

Como era oscuro, estábamos apartados de todo, ya no podíamos bañarnos en la piscina y no iba la TV, decidimos pedir algo en el servicio de habitaciones. Unos deliciosos sándwiches calientes con queso y pollo y un plato de riquísimas patatas fritas me llevaron a las puertas del cielo en un instante.

Por cierto, ya hace días que vengo sufriendo de una erupción/irritación en las ingles que iba más o menos pasando con crema hidratante. Ver en el hotel polvos de talco me hizo muy feliz. Después de un par de aplicaciones no volvió a dolerme.

Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Duodécimo día
Las horas para levantarnos, desayunar y marcharnos eran las mismas que otros días así que eso no es nada novedoso y digno de destacar. Lo que sí que se debe decir es que se nos fue un rato la luz (una constante en ese país y que afectó a algunos compañeros de grupo cuando se estaban duchando).

A la hora del desayuno, mucho más pobre que otros que hemos tenido, nos enteramos que no funcionaba ninguna de las teles del hotel. Menos mal que cuando estoy de viaje no tengo mucha necesidad de verla. Éste ha sido, con mucho, el peor hotel del viaje pero era de esperar porque era el de menos categoría. Igualmente para dormir una noche ya me va bien.

Pushkar es muy conocida en la India por ser el lugar donde en octubre o noviembre se celebra la feria anual del ganado. Miles de visitantes acuden para ver o participar en este evento donde principalmente se venden camellos. Se dice que actualmente es la feria de ganado más importante de Asia. Se ha dispuesto un anfiteatro en las afueras (que vimos desde el bus) a tal efecto, donde también se organizan carreras de camellos, caballos y burros. Pero Pushkar también es famosa en el país por ser el único lugar donde podemos encontrar un templo dedicado a Brahma. Por ese motivo es una de las ciudades más sagradas de la India. Se dice que Brahma dijo que construiría un templo dedicado a su persona en el lugar donde cayera una pluma. Y ese lugar fue Pushkar.

Para visitar el templo de Brahma, muy concurrido, es necesario descalzarse, como en todos los otros templos. En este caso encontramos primero unas escaleras de mármol que ya no pueden pisarse con zapatos. Como había llovido estaban completamente llenas de agua, barro y porquería. Lo mismo se puede decir del interior. Y es que no es un templo cubierto. Imaginad lo que es caminar por allí pisando agua embarrada, restos de flores que llevan como ofrendas y algunas otras cosas que mejor no pensar lo que son. Resulta bastante asqueroso. Como ya estaba un poco harta de resbalarme al entrar descalza en los templos se lo comenté al guía local (por cierto, apenas si sabía hablar español y casi todas las explicaciones las daba en inglés). Me contestó que el dios quiere que entres en su templo sin zapatos. ¿El dios quiere que te rompas una pierna?. ¡Qué gracioso!.

El templo de Brahma no es tan bonito como otros que hemos visto. Sus llamativos colores lo hacen un poco hortera (columnas azules, torre naranja). Pero desde la terraza se veía uno pintado con tonos pastel que aún era mucho peor. A nosotros, acostumbrados en las iglesias a la piedra tal y como es, nos resultan algo extraños esos colorines en un templo. Olvidamos que nuestras iglesias románicas en origen estaban también completamente pintadas, de un modo que quizás hoy nos haría daño a los ojos. Supongo que es cosa de acostumbrarse. Ah, lo olvidé. En el templo de Brahma está completamente prohibido hacer fotos. Algunos te prohíben hacerlas incluso desde la calle (algo a lo que me negué). Puedo respetar no hacer la foto dentro del recinto sagrado; desde la calle hacerle la foto a una escalera me parece algo natural.

Pero en Pushkar nos dimos cuenta muy pronto que es normal que te prohíban fotografiar. Otro de los puntos importantes, y por qué no, sagrados de la ciudad es el lago. Bañarse en él se considera fundamental entre los hindús. Para dar una idea de lo que es sería algo así como bañarse en una taza de Colacao. El agua tiene el color del chocolate y debe haber una de porquería espectacular allí dentro. Pero eso no parecía importarle a la gente que estaba dentro, una abuela, por ejemplo, que iba nadando junto a los ghats. O a una chica, que se lavaba el pelo con esa agua. Dudo que le quedara demasiado limpio.

Lo más normal sería bajar a los ghats pero estaban tan o más sucios que las escaleras del templo por lo que todos desistimos. También tuvimos algunos problemas a la hora de hacer las fotos porque un tipo, vete a saber quién era, empezó a gritar que no se podía. ¿Prohibido hacer fotos en unas escaleras que bajan a un lago sucio?. Ni que decir tiene que nadie hizo ni caso. Por cierto, en cierto punto del lago tiraron parte de las cenizas de Gandhi cuando murió.

En la ciudad hay otros templos hasta llegar a los 400 (muchísimos para una ciudad tan pequeña). Los más famosos son los consagrados a Savitri y Gayatri. Se dice que Brahma fue maldecido por su primera esposa, Savitri, cuando él invitó a Gayatri, una aldeana que luego sería su segunda esposa, a acompañarle en un ritual.

Después de la visita al templo y al lago tuvimos 45 minutos de tiempo libre para dar un paseo por la ciudad, tan comercial como las otras que hemos visitado e igualmente tan llena de vacas. Intenté comprar unas pulseras de colores muy llamativas que se ven mucho en la India y que sus mujeres compran muchísimo pero son de un plástico malísimo y se rompen casi con sólo tocarlas. Durante el paseo se nos enganchó un indio que era pesadísimo.

Después de la breve pero suficiente visita cogimos nuevamente el autobús para ir a la ciudad de Ajmer, la que se dice que es la más musulmana de las ciudades indias. Fue fundada en el siglo X, en el XII cayó bajo el poder del sultanato de Delhi y posteriormente fue conquistada por Akbar (siglo XVI). Ya durante el dominio británico fue su más importante enclave en el Rajasthan.

Ajmer es famosa por albergar la tumba de Khwaja Ruin al-Din Chishti, uno de los santos sufís más importantes. Es por eso que se ha convertido en centro de peregrinación de primer orden dentro del mundo musulmán. El santo murió en esta ciudad en el siglo XIII y en el lugar de su tumba se construyó un edificio, que fue completado por Humayun siglos más tarde. Para llegar al centro de la ciudad y al santuario dejamos en autobús en el hotel más caro de la ciudad y cogimos unos tuc tucs. Ni que decir tiene que nuevamente tuvimos que descalzarnos y dejar los zapatos en un rincón. Luego subimos las escaleras, con brazos, hombros y cabezas tapados si eres mujer, y nos adentramos en el complejo de mezquitas y tumba. Al llegar a ésta, en la puerta, atestada de fieles, un tipo sentado nos bendecía con una escoba. Luego, una vez dentro, otro me puso encima de la cabeza un pedazo de tela verde que cubría la tumba y así me bendijo. Continué dando la vuelta a la tumba, como pude, y otro de los hombres que estaba allí alargó la mano, me volvió a poner un trapo en la cabeza y me pidió dinero por una bendición que yo no le había pedido. Evidentemente no le di nada. Por dos motivos. Uno es que la había hecho sin mi consentimiento y dos, que apenas si llevaba un vestido sin mangas y muy liviano. Nos habían hecho dejar todo lo demás en el autocar. Sólo al ver que no llevaba nada me dejó en paz. No así los fieles que venían detrás que, aprovechando el tumulto, me iban tocando el trasero mientras fingían mirar la tumba. Tan exagerado era que tuve que decirle a un compañero del grupo que se pusiera detrás. Por lo menos sabía que él no iba a meterme mano.

En el recinto está terminantemente prohibido hacer fotos excepto si eres musulmán y llevas un móvil con cámara. Entonces puedes hacer lo que hicieron unos chicos. Mientras nos explicaban el recinto unos tíos rondaban por allí haciéndome fotos con sus móviles. ¿Tan exótica les debo parecer?. Al salir fuimos a rescatar nuestros zapatos de una montaña. Ojo con los monederos. Aprovechando el tumulto y que te estás calzando mucha gente, sobre todo niños, intentan robarte. Menos mal que los policías vigilan, armados de gruesos palos.

Después de la visita cogimos de nuevo los tuc tucs para volver a coger el autobús. Durante el trayecto los otros conductores no me quitaban la vista de encima. Me tocó ir sentada detrás, mirando hacia fuera y con un vestido que me llegaba por encima de las rodillas pero que se hace más corto cuando te sientas y mucho más si cruzas las piernas. Si encima hace un poco de viento y se levanta imaginad sus caras. Los ojos se les salen de las órbitas. Como si en su vida hubieran visto una mujer.

Llegamos sobre las tres de la tarde al siguiente punto, Jaipur. La ciudad fue mandada construir por Jai Singh II y recibe el nombre de la ciudad rosa por el color de todos sus edificios en la parte antigua.

Fuimos directamente a comer al restaurante del hotel, en el que recomiendo la pasta (ya sean pennes o espaguetis Alfredo, con queso y mantequilla). Además nos dieron pan de muchas clases con mantequilla y un delicioso helado de chocolate y vainilla.

Ya por la tarde cogimos un rickshaw que por 50 rupias nos llevó hasta el edificio más importante y conocido de la ciudad, el Palacio de los vientos. Primero paramos en la fachada trasera, de color amarillo, para acabar después en la más famosa, la de color rosado. El palacio fue mandado construir en el siglo XVIII y apenas si es una fachada ya que no tiene más que una habitación de ancho. Pero resulta imponente con sus cinco alturas y sus hermosas celosías desde donde las mujeres podían observar sin ser vistas. A pesar de que es posible entrar, lo más bello está en el exterior.

Jaipur es una ciudad bulliciosa, una de las más caóticas que hemos visto, aunque facilita el paseo al tener unas aceras porticadas en las que se abren tiendas de lo más variopintas. Eso nos permitió poder recorrerla un poco más fácilmente, eso sí, acompañados todo el tiempo de indios que no paran de preguntarte cosas o de hablarte aunque no tengas ganas de hablar con ellos. Te preguntan de dónde eres y mil cosas más y si les dices que te dejen te responden que si eres racista y no quieres dirigirle la palabra a un indio. Vamos, para darles de palos. Como yo les dije es como si nosotros fuéramos en Barcelona todo el día dando conversación a los turistas que van por Paseo de Gracia o la Plaça Catalunya aunque no nos la pidan.

Vimos la puerta Tripolia, del siglo XVIII y antigua entrada al palacio, la calle donde se agolpan los puestos de cerámica, los vendedores de flores como ofrenda al templo (y un toro dando buena cuenta de ellas para cenar), la Jami Masjid, una mezquita de tres plantas y elevados alminares o la Ishwar Lat, una alta torre del siglo XVIII. Llegamos hasta las mismísimas puertas del City Palace, donde unos niños que dormían en la calle se acercaron a pedirnos algo y se ganaron una reprimenda de su padre. Sobre todo una de las calles estaba llenísima de gente. Vendían una especie de pulseras de colores de muchos tipos que constituyen el regalo de las hermanas a los hermanos en una importante fiesta que ya explicaré.

A una hora prudencial (pero mucho más tarde que el resto del grupo) regresamos al hotel con un tuc tuc. Y curiosamente al llegar el conductor decía que no tenía cambio. Parece una práctica habitual en ese país. Casi nunca llevan cambio y supongo que lo hacen para que les des más dinero del convenido. Con lo que costaba conseguir que te llevaran al hotel por 50 rupias (menos mal que soy buena para presionar y que me dejen las cosas al precio que creo que es justo y ojo que lo llamo presión no regateo). Al final no le quedó más remedio que ir a buscar cambio no sé a dónde, supongo que a alguna tienda cercana.

Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Decimotercer día
Salimos por la mañana para visitar el famoso fuerte Amber con un guía local. Por el camino paramos un momento para hacer una foto al Palacio de los vientos. El tío de una tienda de enfrente del palacio me recordaba de la tarde anterior aunque dijo que le gustaba más mi ropa del otro día. Es que llevaba como dije un vestidito liviano y al día siguiente unos vaqueros que dejaban ver menos carne.

Por cierto, en la misma acera donde estábamos unos tíos estaban tocando la flauta para que las cobras salieran del cesto. A mí ya no me sorprenden porque vi una (y muy de cerca) en Túnez y alguna que otra en Marrakech, en la Plaza Jemaa el Fna. Después de la parada de rigor seguimos hasta nuestro destino.

El palacio fortificado de Amber, uno de los más bonitos de la India, fue ciudadela de los reyes hasta el siglo XVIII, cuando la capital se trasladó a Jaipur. Fue fundado en el siglo XVI sobre los restos de un viejo fuerte del siglo XI pero los principales edificios que vemos hoy en día los mandó construir Jai Singh I, que reinó de 1621 a 1667. La fortaleza es verdaderamente colosal y se alza sobre una colina. Para subir es necesario coger un elefante.

Antiguamente subían cuatro personas en la cestita que el animal lleva en su lomo. En el año 2005 una mujer murió en un grave accidente, cuando el elefante que la llevaba se asustó a causa del estrés de subir y bajar tantas veces, el montón de animales y personas que circulan y los gritos de los vendedores. Desde el entonces sólo pueden subir dos personas por animal y está regulado el número de veces que cada animal puede subir.

Sentarse en el elefante no es muy complicado porque subes a un sitio elevado por unas escaleras y desde allí es como si te sentaras en una silla. Para seguridad colocan una barra de hierro que cierra la cesta. El balanceo del animal hace que se mueva mucho y que a veces te dé la sensación que vas a caer abajo, al precipicio o dentro del lago. Curiosamente, a pesar de lo alto que está y de lo imponentes que son esos animales, no me dio ningún miedo (y eso que tengo vértigo). Me sentía muy segura, tanto que iba tranquilamente haciendo fotos. Por cierto, hablando de fotos, sonreíd siempre porque de vez en cuando aparecen por el camino fotógrafos profesionales que te hacen fotos para vendértelas cuando bajes. Vale la pena teniendo en cuenta que es muy complicado poderte hacer una foto a ti mismo desde arriba. Si sabes regatear puedes conseguir muy buen precio por ellas. Y sirven hasta como regalo para la familia.

De todos modos si alguien considera que subir en elefante no es lo suyo siempre puede contratar un jeep, mucho más caro pero evidentemente más seguro. Como acaban llevándote al mismo sitio…

Una vez arriba, y a cambio de una propina, puedes hacerte una foto junto al elefante, incluso tocándole las orejas. Es una experiencia única.

Una vez dentro del recinto llaman la atención en primer lugar el Diwan-i-Aam, patio destinado a audiencias públicas, donde se encuentra el Sattais Katcheri, un conjunto de 27 columnas donde se sentaban los escribas. En el mismo patio se abre la majestuosa (y muy fotografiada) puerta de Ganesh, que sirve de entrada a los tres palacios privados erigidos entorno a un jardincito. En la parte superior vemos las celosías desde donde las mujeres podían ver sin ser vistas. En el interior es importante destacar el Sheesh Mahal, con sus múltiples espejos incrustados en las paredes, o el bellísimo Jas Mandir, salón de audiencias privadas, también con incrustaciones de cristal y un elegante techo de alabastro.

Hicimos la bajada andando y contemplando a medida que bajábamos el Kesar Kyari Bagh, el bonito jardín que hay en medio del lago. Debe su nombre a que antiguamente se plantaba azafrán (kesar). Lo mejor es ignorar a los vendedores. El guía local nos da una advertencia. Suelen enseñarte cosas y te dicen que sólo vale 20 rupias. Cuando aceptas porque es baratísimo suben el precio a 20 euros. Sin embargo con grandes dosis de paciencia se pueden conseguir gangas, como bonitas estatuíllas de Ganesh talladas en madera por 100 rupias (menos de 2 euros). Ah, y no olvidemos las fotos pero eso sí, tienes que regatear mucho por ellas.

Ya de vuelta en Jaipur vimos sin bajar del bus el Jal Mahal, Palacio del agua, que flota dentro del agua del lago Man Sagar durante la época del monzón. Fue mandado edificar en el siglo XVIII tomando como modelo en Lake Palace de Udaipur. Después visitamos una fábrica de alfombras, un tópico que no puede faltar en ninguno de estos viajes. Evidentemente lo único que hice allí fue mirar y hacer muchas fotos. No voy a venir a Barcelona con una alfombra; además, les tengo mucha manía.

Y por fin llegamos a uno de los principales puntos turísticos de la ciudad de Jaipur, el observatorio o Jantar Mantar. Fue mandado construir por el famoso Jai Singh II junto a otros como el de Delhi aunque éste es el más famoso y mejor conservado. Jai Singh estaba al tanto de los progresos de la astronomía, tema que le apasionaba, y mandó construir entre 1728 y 1734 un observatorio de gigantescos instrumentos que todavía hoy funcionan. El tamaño de los mismos es increíble. Podemos ver relojes de sol, instrumentos que sirven para determinar la posición de las estrellas, la altitud del sol, mapas del firmamento o que sirven para hacer horóscopos muy precisos. Jai Singh pensaba que cuanto más grandes eran sus instrumentos mayor era su precisión. Sentí que el guía local no nos explicara más en profundidad para qué servía cada uno de los artilugios, sobre todo teniendo en cuenta que al final nos enteramos que era un experto en la materia que incluso había escrito un libro.

Y al fin nos dirigimos al City Palace para hacer una visita que creo que fue demasiado precipitada. Con la obsesión de dejarnos tardes libres (en este caso inútil porque la gente no sabía bien qué hacer ya que habíamos tenido la tarde anterior para visitar la ciudad a nuestro aire) agolparon todo en una mañana. Se trata de la residencia de los gobernantes de Jaipur desde la primera mitad del siglo XVIII y actualmente está parcialmente abierto al público. Destacan, además de algunos museos, salas palaciegas elegantes como las de otros palacios que ya hemos visto y dos gigantescas urnas de plata, incluidas en el libro Guinness como los objetos de plata más grandes del mundo. En su tiempo se utilizaron para transportar agua sagrada del Ganges en la visita que Madho Singh II hizo a Londres en 1901.

Por la tarde, después de comer y dar una vuelta por la parte más moderna de la ciudad donde abundan las joyerías, cogimos un rickshaw y subimos a ver el Monkey Temple. Se trata de un conjunto de templos enclavados en una colina sobre la que se ve toda la ciudad de Jaipur. Más que el templo principal lo que más llama la atención es la cantidad de monos de cara roja que rondan por allí. Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer, no hacen nada, ni te miran si tú no les miras. Vimos muchos machos dominantes, uno de los cuáles nos pasó rozando la espalda cuando nos sentamos un momento, y madres con pequeños juguetones de caras feísimas.

Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Decimocuarto día
Abandonamos Jaipur para dirigirnos a Agra, una de las ciudades más conocidas de la India. No obstante antes de llegar hicimos una parada para visitar Fatehpur Sikri, una de las grandes sorpresas del viaje porque nunca había escuchado hablar de ella.

Al complejo no se puede entrar con autobús por lo que lo dejamos en el aparcamiento y cogimos unos coches especiales. En el camino los vendedores no nos dejan en paz y no tardamos en darnos cuenta de que no se van ni dentro de los monumentos. Resultan pesadísimos y si a eso le unimos que hace un calor espantoso todo en su conjunto puede resultar agobiante.

Fatehpur Sikri fue mandada construir por el emperador Akbar entre 1571 y 1585 en honor de Salim Chishti, famoso santo sufí. Fue la capital mogol sólo durante 14 años y se abandonó por falta de agua. Todos los edificios están construidos con piedra arenisca, por eso su color rojo. Casi todos son bellos palacios, algunos de ellos donde vivían la esposa turca y la cristiana del emperador. También se conservan los pabellones de las audiencias públicas y privadas y el Panch Mahal, un enorme edificio de cinco alturas que domina el patio Pachisi donde se dice que el emperador jugaba al parchís usando a mujeres a modo de fichas. También vimos un estanque, Anoop Talao, con una plataforma central donde se colocaba Tansen, un legendario músico y una de las llamadas nueve joyas de la corte de Akbar.

Además de la parte civil, en Fatehpur Sikri encontramos la parte religiosa. La Jami Masjid es una mezquita majestuosa a la que nos siguen los pesadísimos vendedores. Para entrar, y como siempre, tenemos que descalzarnos y cubrirnos las cabezas.

La mezquita es imponente, elaborada con la misma piedra de arenisca, e igualmente lo es la entrada, de 54 metros de altura. Pero lo que más llama la atención del conjunto es la tumba del santo, construida en mármol blanco. Os recomiendo que llevéis unos calcetines. El suelo del patio quema muchísimo. Y en la medida de lo posible caminad por encima de las alfombrillas que han puesto.

En 1568 ese santo sufí predijo que Akbar, preocupado por su falta de descendencia, tendría un hijo de su esposa musulmana (recordemos que tenía otras dos, la turca y la cristiana). Desde ese momento el lugar se convirtió en un importantísimo centro de peregrinación de gente que busca un milagro, sobre todo de mujeres que quieren ser madres. Para pedir un deseo se tiene que atar un hilito rojo en la celosía que rodea la tumba.

Después de la visita a la ciudad abandonada nos dirigimos al hotel, un auténtico caos. En toda mi vida no he visto nunca un hotel más complicado. Resultaba difícil dar con las habitaciones, llegar a la recepción temporal (estaba en obras) o, simplemente, salir a la calle. No está bien preparado para las personas que tienen problemas de movilidad porque carece de ascensor a pesar de ser un cuatro estrellas. No se preocupan mucho porque los chicos del hotel te llevan las maletas pero no van a llevar a la gente en brazos.

A la hora de comer también tuvimos un desencuentro. Algunos de los miembros del grupo quisieron comer a la carta y otros nos decantamos por el buffet. Sin embargo el encargado nos impidió estar en el restaurante más próximo porque decía que las mesas estaban ocupadas (cosa que no era cierta). Eso nos obligó a ir dándonos paseos arriba y abajo con los platos.
Después de comer el guía local nos estaba esperando con unas bolsas en las que había una botella de agua, obsequio del Taj Mahal.

Agra fue la sede de la corte mogol durante los siglos XVI y XVII, antes de que la corte se trasladara a Delhi. La ciudad se encuentra a orillas del río Yamuna y se hizo grande bajo el reinado de sultanes como Akbar o Shah Jahan, que no dudaron en embellecerla y hacer de ella una ciudad digna de ser hoy en día Patrimonio de la Humanidad.

Situado en una de las orillas del río, se alza el majestuoso Fuerte Rojo, una impresionante fortaleza mandada construir por el emperador Akbar en el siglo XVI. Debe su nombre al estar construido con piedra arenisca roja, la misma que se usó para hacer la ciudad de Fatehpur Sikri. Encierra bellos palacios y una torre octogonal, la Musamman Burj, donde Shah Jahan pasó los últimos años de su vida. Pero será mejor que expliquemos la historia desde el principio.

Érase una vez, en la vieja India, un príncipe llamado Kurram. Era atractivo, inteligente y versado en muchas disciplinas. Un día, paseando por el bazar, vio por casualidad unos ojos que le cautivaron. Eran los de la princesa Arjumand, nieta del Primer Ministro de la Corte y sobrina de Nur Jahan, esposa del emperador Jahangir. El príncipe inmediatamente se enamoró de ella y le compró el collar de diamantes por el que la joven se interesaba. Cinco años después ambos, completamente enamorados el uno del otro, se casaron. Con el tiempo Kurram llegaría a ser emperador con el nombre de Shah Jahan (que significa emperador del mundo) y su esposa se llamaría Mumtaz Mahal (la elegida de palacio o la perla del palacio). Ella era muy querida por su pueblo por ser amable y generosa. Pero quiso la mala fortuna que la emperatriz muriera al dar a luz a su decimocuarto hijo. Shah Jahan quedó destrozado y decidió que abandonaría su vida de lujos y levantaría una de las más bellas tumbas en honor de su esposa, el Taj Mahal. Se dice que habría sido ella quien, en su lecho de muerte, le habría pedido que le construyera una tumba como jamás se hubiera visto otra. Veinte años duraron las obras. Una vez terminado quiso hacer otro mausoleo igual para él al otro lado del río Yamuna, pero esta vez en mármol negro. Pero no lo consiguió. Su ambicioso hijo Aurangzeb mató a sus hermanos y encerró a su padre y a sus hermanas en el Fuerte rojo, haciéndose con el poder. Allí murió Shah Jahan a los 74 años, viendo desde su lecho de muerte la tumba de su amada esposa.

No se sabe quién fue el arquitecto del Taj Mahal. Se dice que se llamaba Ustad Isa aunque no hay datos históricos de ese personaje. Para hacerlo se usaron mármol de las canteras de Jodhpur, jade y cristal de China, turquesas del Tibet, ágatas del Yemen, zafiros, diamantes, ámbar, amatistas, malaquita o coral. Costó casi 41 millones de rupias y 500 kilos de oro y en él trabajaron 20.000 obreros.

Una vez atraviesas una enorme puerta y entras en el recinto te quedas admirado por la belleza del monumento de mármol blanco, que parece como de un cuento de Las Mil y una noches. A pesar que desde el Fuerte rojo se ve y que lo hemos visto una y otra vez en libros o en TV, nada es igual a estar allí.

Frente a nosotros se abre un enorme jardín formado por cuatro cuadrados iguales y atravesados por un largo canal rodeado de árboles. Todo allí parece simétrico y de hecho lo es. En el medio se abre un imponente estanque, llamado del Loto, que debe su nombre a los caños con forma de loto de sus fuentes. En él se da la imagen más hermosa del Taj Mahal, con la silueta del edificio reflejándose en el agua. Conseguimos que un turista, un inglés muy amable, nos hiciera una foto allí.

La simetría continúa al ver sendos edificios a los lados del principal. A la izquierda si miramos el edificio de frente vemos la mezquita y a la derecha la casa de huéspedes. La mezquita tiene tres cúpulas y está construida en arenisca roja y mármol blanco; desde ella se pueden hacer curiosas fotos de la tumba. Al otro lado, la casa de huéspedes se llama también el eco de la mezquita y fue construido para guardar la simetría. Y es que lo único que no es perfecto en el conjunto es la presencia de la tumba (falsa porque la verdadera está abajo y no puede verse) del emperador. Ya he dicho que la idea de Shah Jahan era mandarse hacer su propio mausoleo. Algunos estudios recientes desmienten esa hipótesis. Se sabe que el hijo del emperador, a pesar de su crueldad, era muy piadoso y seguiría al pie de la letra la regla musulmana de enterrar sin ostentación. Por eso, aprovechado la existencia del Taj Mahal, decidiría enterrar allí a su padre, evitando así costes innecesarios al gobierno.

Para subir a la zona de la tumba es necesario quitarse los zapatos (que en esta ocasión sí guardan bien) o protegerlos con unos calcetines de plástico que el guía nos da a la entrada. Todo allí es blanco e inmaculado, supongo que por ser una de las maravillas del mundo y estar megaprotegido.

En el interior del edificio hay una sala octogonal central con cuatro salas octogonales más pequeñas a los lados. Apenas si puedes distinguir bien las tumbas por estar sumidas en la penumbra. Y está completamente prohibido hacer fotos. Como dije la tumba del emperador rompe la simetría, al estar situada a un lado. La tumba central es la de Mumtaz Mahal.

Todas las paredes del interior del Taj Mahal están decoradas con incrustaciones. Esa técnica florentina se llama pietra dura. Para darnos la imagen del jardín del paraíso se hacen complicados relieves florales con incrustaciones de piedras preciosas sobre el mármol blanco. Se representan flores como la azucena, el tulipán o el narciso en ramilletes y con piedras de distintos colores. Parece ser que esa técnica fue importada por el emperador Jahangir y puede verse también en el Fuerte Rojo. Lo más llamativo es la enorme cúpula de 35 metros, de forma de cebolla y terminada con un anillo de flores de loto y una aguja dorada, y los cuatro minaretes de 40 metros de alto. Como curiosidad los minaretes se construyeron con una leve inclinación que hace que, en caso de que se cayeran, no lo hicieran sobre el mausoleo. Están coronados por un templete octogonal que también termina con el diseño de la flor de loto y la aguja. El conjunto se decora, además, con pasajes del Corán. Las letras, con la bella caligrafía mogol, están hechas en oro y se incrustan sobre el mármol.

Diversas leyendas se asocian al mausoleo, como aquélla que dice que después de terminarlo Shah Jahan mandaría cegar y cortar las manos de los obreros para que nunca volvieran a hacer una obra semejante. La verdad es que tampoco hay nada que apoye esta teoría aunque se ha dicho de muchos grandes monumentos de la antigüedad.

Extramuros existen otros mausoleos más pequeños que nadie (o casi nadie) visita y que contienen los restos de las otras esposas de Shah Jahan y del sirviente favorito de Mumtaz Mahal.

Un trabajador del recinto nos fue indicando dónde nos podríamos hacer las mejores fotos o nos las hacía él mismo a cambio de una propina. La verdad es que el resultado es espectacular pero tuvimos que decirle que ya estaba porque no hubiéramos tenido tiempo de nada más que de seguirle cámara en mano.

Como curiosidad decir que, cuando ya salíamos, vimos volando por encima del recinto unos murciélagos del tamaño de un conejo. De haber estado en Rumanía creo que nos habríamos muerto de miedo.
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Ctello
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Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Séptimo día
Salimos del hotel a las ocho de la mañana para ir hacia Jodhpur. Tardamos en llegar casi cinco horas con una parada en medio para estirar las piernas y para hacer lo que el guía de un viaje a Alemania llamaba “parada técnico hidráulica”. Llegamos, pues, al hotel casi a la una y casi sin pisar las habitaciones nos fuimos directos al comedor porque salíamos a las tres para hacer una visita.

En el restaurante pude darme cuenta de lo lentos que son los indios para servirte porque nunca he esperado tanto por una pizza. Eso sí, en su favor diré que me dejaron escoger los ingredientes (tomate, champiñones y jamón) y que era enorme, tanto que creí que iba a ser incapaz de comerme las dos enormes bolas de helado de chocolate que me trajeron después.

A la hora prevista salimos, acompañados de un guía local, para hacer la visita a la ciudad. En primer lugar subimos una montaña hasta llegar al Jaswant Thada, el cenotafio del maharajá Jaswant Singh II que reinó a finales del siglo XIX. Es curioso que a día de hoy todavía se siga creyendo que el rey tenía poderes curativos y se le siga venerando como si fuera un dios. Lo único (y ojo, es importantísimo) que hizo el buen hombre fue ordenar construir innovadores sistemas de irrigación.

El edificio, de un mármol blanco inmaculado y traslúcido en algunos puntos, está lleno de retratos de los marahajás y destaca una especie de altar con la imagen de Jaswant Tada donde se le dejan las ofrendas. Un aviso a los visitantes. Al tratarse de una persona venerada, para penetrar en el templo uno debe descalzarse. Y se debe hacer ya antes de empezar a subir las escaleras. Quien avisa no es traidor. Resbala muchísimo.

Alrededor del edificio principal se alzan los crematorios de esposas, concubinas y sucesores así como del mismísimo Jaswant Thada.

Más tarde continuamos la ascensión a la colina para llegar al Fuerte Mehrangarth. Se dice de él, quizás por su situación sobre un peñasco de 125 metros de altura, que es el más majestuoso de Rajasthan. Desde luego es impresionante e incluso el famoso escritor Rudyard Kipling habría quedado atrapado por su belleza pues dijo de él “obra de ángeles, hadas y gigantes”. Fue mandado construir por Rao Jodha a mediados del siglo XV en piedra arenisca y ampliado con posterioridad. Admiramos las numerosas salas así como las imponentes murallas. Para subir desde la entrada lo hicimos en un ascensor (quizás algo pequeño para la cantidad de visitantes) y bajamos caminando. En uno de los patios se conserva el Shringar Chowk, el trono de mármol blanco donde se han coronado a los maharajás. No dista demasiado de los otros tronos que hemos podido ver pero eso no quita su belleza.

El fuerte es un museo en sí mismo y la visita es más que obligada. Por cierto, si el visitante se fija bien en el suelo podrá ver las ranas (o sapos) más pequeños que haya visto en su vida en un número muy abundante.

A lo lejos por el camino pudimos intuir el Umaid Bhavan Palace, un inmenso palacio de arenisca rosada y crema, mandado construir por el maharajá Umaid Singh en 1929 (dicen que para dar trabajo a la población en época de hambrunas). Un descendiente suyo todavía vive en una zona del palacio mientras el resto (como en muchas partes de la India) se ha dedicado a museo y a hotel de lujo.

Desde el fuerte nos trasladamos a la cercana Mandore, a unos 9 kilómetros al norte de lan ciudad. Mandore fue la capital de los reyes de la zona hasta el siglo XV, cuando Rao Jodha decidió trasladarla a Jodhpur. Allí se conservan los rojizos cenotafios de los primeros gobernantes así como una galería de deidades y héroes, 15 estatuas de tamaño natural labradas en la roca y coloreadas. Pero sin duda lo que a todos nos llamó más la atención fue la infinidad de monos que habitan allí en completa libertad. Perqueños, medianos y grandes campan a sus anchas, te miran al pasar y comen lo que cogen o lo que les den mientras descansan en los bancos de piedra o en el suelo. Por cierto, puedo garantizar que no les gusta mucho que te acerques a ello. Lo intenté con un macho dominante, siempre manteniendo una distancia prudencial y con el simple objetivo de hacer una foto, y acabó mostrándome sus larguísimos y afilados colmillos. Quizás por eso una parte de las mujeres del grupo tenían miedo en esa visita.

Para terminar la jornada el guía local decidió que volviéramos a la ciudad y cogiéramos unos tuc tucs para ir a dar un corto paseo por el centro. Paramos junto a la torre del reloj erigida en 1912 para recorrer a pie el Sardar Bazaar, que ya habíamos visto desde lo alto del fuerte. Sin duda se trata de uno de esos mercados coloridos que hay en estas ciudades aunque a esas horas muchos ya estaban recogiendo. Llamaban la atención las especias y las abundantes tiendas de telas de vivaces colores. Por cierto, hablando de color. A Jodhpur la denominan la ciudad azul y pude darme cuenta de por qué cuando estaba en lo alto de la fortaleza. Un buen número de las casas de la ciudad están pintadas de azul y ofrecen una preciosa estampa. Las primeras casas fueron pintadas así por sus dueños, que eran brahmanes, la casta más alta, para homenajear al dios Shiva, que tiene el cuerpo azul, pero sobre todo para indicarles a los habitantes de castas más bajas que no podían acercarse. Ahora todo el que quiera puede pintar su casa de ese color. Otras razones del azul son mantener las casas frescas y, dicen, repeler a los mosquitos, que no me cabe duda que debe haber en cantidades astronómicas. Las estadísticas dicen que en verano en Jodhpur, la puerta del desierto del Thar, se alcanzan los 45 ó 50º.

Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Octavo día
La salida del hotel fue a la misma hora de siempre, a las 8, en dirección esta vez a Ranakpur. Tardamos en llegar (con la parada técnica incluida) unas cuatro horas. Por cierto, cuando paramos para hacer pis aproveché para comprar unas barritas de incienso de coco y de rosa con vainilla para regalar y para mí una falda y un sari. Sí, me compré un vestido tradicional indio que más o menos he aprendido a ponerme. En general consiste en un pedazo de tela de varios metros que se enrolla al cuerpo y se mete en una combinación. Por suerte el mío ya lleva una falda más o menos montada, lo que facilita las cosas.

El templo de Ranakpur, uno de los más hermosos de la India, está emplazado en un valle en medio de los montes Aravali. El edificio más importante es el majestuoso Adinath Temple, considerado como uno de los cinco lugares sagrados de la religión jainista. Los jainistas son muy estrictos en algunos templos con sus visitantes y Ranakpur no es una excepción. Así debemos tener en cuenta que está prohibido entrar con nada de cuero, con tabaco y las mujeres que estén con la regla. Esta medida es la única que no he visto cómo aplican pero sí las otras, con estrictos controles de seguridad a la entrada. Por supuesto debemos entrar descalzos y con las rodillas cubiertas.

El templo principal, como dije ya bellísimo y construido en mármol blanco, se articula en torno a una capilla central elevada en la que se guarda una imagen de Adinath, a la que no se puede hacer fotos y donde no podemos subir los turistas. Tiene numerosas columnas finamente talladas y cúpulas muy bellas. Una de esas columnas está torcida (no es difícil encontrarla) y se dice que el arquitecto afirmó por ello que sólo Dios es perfecto. Torcida o no todo el conjunto es muy armonioso y bello. En total hay 1444 columnas, todas ellas esculpidas con motivos diferentes, en el templo jainista más grande de la India.

Después de la visita fuimos a comer (incluido). En un pequeño buffet comí arroz blanco con piña, queso de varios tipos, pasta, pasteles y una especie de nata que estaba muy buena. Ya por la tarde seguimos nuestro camino hasta Deogarth atravesando la montaña. El paisaje ha cambiado radicalmente con respecto a los días anteriores. Y es que hemos abandonado la zona del desierto para adentrarnos en las proximidades del monte Aravali. Y nuevamente algunos monos nos acompañan por el camino.

Al llegar al pueblo, que ya desde el bus se nos antoja pequeño, nos hacen abandonarlo para coger una especie de jeeps en absoluto discretos con los que llevarnos al hotel. Recorremos con ellos todo Deogarth y a día de hoy no creo que hubiera alguien que no se hubiera percatado de nuestra presencia.

El Deogarth Mahal, situado en lo alto de la población, es un palacio del siglo XVII que, como otros en la India, ha sido reconvertido por su dueño en un hotel aunque sin abandonar en parte la decoración del hotel. Es normal ver por todas partes fotografías de la familia, incluso en las habitaciones.

Mi habitación estaba en lo alto del palacio y tenía una pequeña terraza por detrás, además de la delantera común, por lo que se disfrutaba de buenas vistas. A pesar de que no tiene el lujo de otros hoteles, resulta acogedor y suficiente para una noche.

Aprovechando que aún quedaba un buen rato para cenar, dimos una vuelta por el pueblo, haciendo el camino que hicimos al llegar pero en sentido inverso. Está lleno de tiendas por todas partes que cierran bastante temprano y a las afueras se ve un templo y un pequeño lago.

Por cierto, en mi paseo una chica del pueblo me llamó la atención por mi ropa (un vestido por la rodilla, sin mangas y atado en la nuca). Según ella debía vestir sari como ellas e ir bien tapada. Es una constante en ese país; las mujeres te regañan y a los hombres se les salen los ojos de las órbitas.

Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Noveno día
Abandonamos Deogarth a la mismo hora de siempre (las 8 de la mañana) y tan discretamente como llegamos. Tardamos algunas horas en llegar a nuestro próximo destino, el templo de Eklingji, donde nos estaba esperando el mismo guía que el día anterior. Situado a 22 kilómetros al noroeste de Udaipur, se trata de un complejo de templos dedicados a Shiva y todavía en funcionamiento. Es por ese motivo por lo que está completamente prohibido hacer fotos (menos mal que en el exterior un señor se encarga de venderlas a buen precio).

Como en los otros templos de la India, para entrar debes descalzarte, y del mismo modo como en Ranakpur, está prohibido terminantemente llevar nada de cuero.

Una vez dentro vimos como los creyentes hacían sus ofrendas (el guía hizo una en nuestro nombre) y como unos señores, sentados en un rincón del templo principal, elaboran unas pequeñas cositas negras. Mi curiosidad me llevó a preguntar al guía qué era aquello y se apresuró a explicarme que hacían pequeños lingams, es decir, pequeños falos de Shiva, su símbolo y muy venerado. También nos llama la atención una imagen de Shiva de cuatro caras, tallada en mármol negro. Ya en el patio el guía local nos comentó también que los fieles acostumbran a coger el agua que sale por un conducto después de haber lavado las imágenes sagradas, se la pasan por la cabeza y luego la beben. No es una broma. Lo he visto hacer. Allí nadie tiene miedo a los microbios al parecer.

El templo de Nagda, a pocos minutos en autobús, está abandonado. En realidad se trata de un conjunto de templos, algunos destruidos, dedicados al dios Visnú. Están también ricamente adornados y destacan las escenas amorosas, que recuerdan un poco a las de Khajuraho, y las del Ramayana, uno de los textos más famosos de la India.

Al estar abandonados no tenemos problemas para entrar en los templos con zapatos y hacer fotos.

Llegamos al hotel de Udaipur a las 13.30 y nos fuimos directamente a comer por nuestra cuenta al restaurante del hotel, donde nos dan por unos 16 euros uno de los mejores buffets del viaje. Sobre todo merece la pena destacar un pastel de patata relleno de carne que estaba buenísimo y no picaba nada. Los postres tampoco tenían nada que desmerecer.

Por la tarde cogimos un rickshaw y fuimos al centro. Para llegar lo más fácil es decir que quieres ir al City Palace pero ojo con los timadores. No es extraño que te quieran cobrar más de la cuenta o que si no les conviene lo que quieres darles te hagan subir en el tuc tuc de otro compañero.

Una de las atracciones turísticas de la ciudad de Udaipur, quizás una de las más limpias que visitamos, es coger un barquito para dar un paseo por el lago Pichola. Debéis tener mucho cuidado también con los vendedores de los tickets pues no dudarán en intentar que cojáis un barco a la hora que ellos dispongan y que paguéis más. Mirad bien la hoja de precios, analizadla y coged el que os parezca más económico. Por mi parte cogí uno que daba una vuelta por el lago de una hora por 200 rupias. Ojo también con todo el que se os acerque contándoos algo. En mi caso nos acercó un tipo que hablaba un español casi perfecto con la excusa de echarnos una mano en la compra de los billetes del barco. Y ya que estaba nos dijo que en cuatro días se iba a Barcelona y a Bilbao porque iban a exponer un trabajo de tejido de su abuela. Aprovechando que faltaba un poco para la hora de la salida del barco nos dijo si queríamos ir a ver el trabajo de la abuela y ¿quién le dice que no?. Fuimos con él, vimos el famoso tejido y ya puestos se encargó de ofrecernos diversos productos de su tienda. A día de hoy aún me pregunto a cuánta gente le habrá dicho la excusa de la abuela para atraerles a su tienda. En fin... Acabamos huyendo de él como alma que lleva el diablo y nos fuimos a callejear un poco. En nuestro paseo nos encontramos varios toros (uno que acabó acorralándome) y hasta un elefante.

El recorrido por el lago vale mucho la pena. Se puede ver toda la estampa del City Palace, el palacio más grande del Rajasthán, el Jag Niwas (también conocido como Lake Palace, residencia real de verano, hoy hotel de lujo y donde se filmó Octopussy) y el Jag Mandir, otro bello palacio que dicen que fue unas de las inspiraciones para el Taj Mahal. El tipo del cuento de la abuela nos dijo que esa noche allí se celebraba la boda del hijo del marahajá de no sé dónde. Por supuesto, otra mentira. También desde el lago se veía el hotel Oberoi, uno de los más lujosos de la ciudad y que pertenece a la misma cadena que el que nosotros ocupábamos, y parte del nuestro, el hotel Trident.
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Ctello
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Pasaje a la India... Con billete de vuelta- Sexto día
El hotel de Jaisalmer tiene unas habitaciones que están en patios abiertos, jardines y una piscina. Esto último no es nada especial, puesto que los otros también la tenían, pero hablo de ella porque es la única en la que pude bañarme. Pero vayamos por partes. Después del desayuno, en buffet como era habitual, salimos otra vez hacia Jaisalmer acompañados de un guía local.

La primera visita fue a mis amigos los peces gatos, hambrientos como siempre. Como la noche anterior había gente en la orilla dándoles trozos de pan que ellos agradecían a su modo y en aquel momento me dio por pensar en unos críos que la tarde anterior pedían comida en las calles sin que nadie les mirara a la cara. Eran nómadas y se dice de ellos que todo lo que les das lo venden pero eso no obsta para que en la India haya gente que pase hambre y merezca más un pedazo de pan tierno que un pez feísimo. Por nuestro lado pasó un perro, el más flaco que he visto en mi vida, con los huesos completamente marcados. En la India apenas ni hacen caso a los perros, siendo chuchos callejeros la gran mayoría, y de los gatos mejor ni hablar. Creo que sólo vi cuatro y uno de ellos muerto en plena calle y sin cabeza, entre un buen montón de basura (horrible visión). Casi nadie del grupo se atrevió a acercarse a la orilla del lago. Está visto que no sólo a mí me daban asco los pececitos en cuestión aunque con la diferencia que yo me hice una foto junto a ellos (puaggg). Aprovechando que estábamos allí entramos en el pequeño templo dedicado al dios Shiva, descalzándonos previamente como siempre. Lo que más me llamó la atención era la gran cantidad de murciélagos que había dentro, colgados cabeza abajo, durmiendo la siesta a primera hora de la mañana.

Después fuimos hacia el fuerte y recorrimos las calles que habíamos visto por libre la tarde anterior con la novedad de poder entrar en los templos jainistas. Se trata de un conjunto de edificios hermosamente decorados. Sus seguidores tienen unas reglas estrictas y destacan por su doctrina de la no violencia, ni contra hombres ni contra animales. Es por eso que los sacerdotes se tapan la boca antes de limpiar las estatuas de los templos por si se les mete algún bichito en la boca y se lo tragan sin querer y barren antes de sentarse en alguna parte. Nunca se han dedicado a la ganadería ni a la agricultura, en el primer caso por motivos obvios y en el segundo porque al cavar para plantar se puede matar a un bichillo (un gusano por ejemplo). Por lo tanto los jainistas siempre han sido entre otras cosas ricos comerciantes. Por cierto, Gandhi era jainista y de ahí su obsesión por la no violencia. No es que un día se levantara con ello, es que su religión se lo dictaba. Y otra curiosidad, para ser monje jainista uno debe arrancarse uno a uno y con la mano todos y cada uno de los pelos del cuerpo. ¿A que dan ganas de hacerse monje?. Pues, alucinad… se repite al cabo de los años, no basta con hacerlo una vez.

Después visitamos tres havelis, los más importantes de la ciudad, y delante de uno de ellos vimos a un hombre que destaca por su larguísimo bigote. No dudó en desplegarlo para nosotros ni yo en hacerme una foto cogiéndolo de un lado. En uno de los havelis, después de subir a la terraza para ver el panorama de tejados, nos esperaban para enseñarnos colchas y pañuelos. Se negaron a rebajarnos ni una rupia del precio que nos daban a pesar de nuestra insistencia. ¿Qué hicimos?. No comprar. Somos españoles pero no tontos.

Volvimos al hotel al mediodía a tiempo para comer por nuestra cuenta en el buffet del restaurante algunos y otros picar alguna cosa junto a la piscina y para bañarnos después. El agua de la piscina estaba templada y creo que pocos del grupo se resistieron a meterse aunque fuera un rato. Allí me hubiera quedado toda la tarde de no ser porque tenía que prepararme para ir a Khuri.

Se trata de un lugar donde no hay nada más que un buen montón de dromedarios (que no camellos) esperándonos para darnos un paseo por las dunas. Con anterioridad ya me había encargado de decirle al guía que no quería subirme. Es la tercera vez en mi vida, después de Túnez y Egipto, en que me lo han ofrecido y la tercera que lo rechazo. No me hace ninguna gracia ir ahí arriba aunque sé que a mucha gente le apasiona. En fin, cosas del vértigo y de ni fiarme de la locura de esos lindos bichillos patilargos.

Por un motivo que explicaron de los tres carros que debían tener preparados para los que no gustábamos del camello sólo tenían uno. Pero ¡ay!... Lo que sentimos al ver el carro. Una especie de tabla asquerosa recubierta con una manta y con ruedas tirada por un dromedario. Su altura hacía que el carro se inclinara mucho hacia atrás. Vamos, que no daba muy buen rollo que digamos. Y para colmo pretendían que otra chica y yo subiéramos al nuestro sin amarrar la manta con una cuerda, como debía ser. Me negué a subir hasta que no la pusieran. Lo que hace haber estudiado tanto prevención de riesgos. Y para ello tuve un desencuentro con el guía local, que me decía que no era necesaria pero que después en su carro iba bien agarradito a ella. Conseguí mi propósito y la famosa cuerda me vino muy bien para aguantar la mochila y poder ir tranquilamente haciendo fotos.

El paseo por las dunas fue cuanto menos curioso. Perseguidas por nómadas (un par de chicas de los cuáles nos merecieron poca confianza porque miraban atentamente las mochilas) y algunos chicos que querían vendernos bebida y sufriendo los pedos del dromedario, afectado de diarrea. Poneos en mi situación. Sentada de lado en un carro y escuchando los ruidosos pedos de un animal cuyo culete estaba muy cerca de mí. Por suerte no me llegó el olor. No lo puedo ni imaginar.

El objetivo del paseo era llegar a un punto de las dunas donde bajamos y esperamos sobre la arena a que anocheciera. Vamos, aprovechamos para hablar unos con otros. Y de vuelta otra vez con mi amigo Pedorrete aunque mucho más recuperado.
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Ctello
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Pasaje a la India- Quinto día
A las 7 de la mañana y antes del desayuno cogimos unos jeeps en la puerta del hotel para ir a visitar el Parque nacional de Gajner, la segunda cosa que dije que destacaba en el pueblo. De todos los coches que había me quedé con el más viejo y roñoso pero sin duda mucho más típico que los otros. Y no fue tan mala elección en mi caso ya que entraba el aire por la ventanilla sin cristal y podía sacar la cámara fácilmente para hacer buenas fotos.

Nos acompañaba un hombre del hotel, como una especie de guardia de seguridad, que en inglés y muy bajito nos indicaba si veía algún animal. La idea era ver pájaros y nada más empezar aquello pintaba muy mal. Una especie de gorrión y algún pesado pavo real de los que por la noche, otra vez, nos habían dado la lata no eran precisamente los exóticos animales que esperaba contemplar. Para eso me habría quedado en casa. Pero… ¡falsa alarma!. A los pocos minutos nuestro acompañante nos llama la atención sobre un animal de cuatro patas que se veía a lo lejos. Miramos con atención y ¿qué vimos?. Pues nada más y nada menos que una gacela, algo mucho más llamativo que un simple gorrioncillo. Dicen en las guías de viaje que en el parque habita el antílope negro. No soy una experta naturalista como para poder distinguir esa especie (y menos a tanta distancia) pero algo así parecían ser la gacelita y los compañeros que aparecieron poco después.

Como estábamos en la India no pudimos evitar ver algunas vacas vagando por allí pero para que no nos quedara mal sabor de boca antes de acabar la excursión encontramos también un buen puñado de jabalíes y un zorro del desierto (hay quien dice que más de uno). La salida, al fin, resultó divertida, provechosa y pudimos disfrutar, además, de unas vistas muy bonitas de nuestro hotel desde el otro lado del lago.

Después de desayunar partimos rumbo a Jaisalmer. Como hay bastante distancia tuvimos que parar a mitad de camino para comer. Nunca he visto sacar tantas patatas fritas en un restaurante como aquella vez. Nos lanzábamos sobre ellas como lobos hambrientos y ni siquiera el delicioso pollo tandoori nos hacía olvidar nuestra ansia de comer algo tan bueno y sin picante.
Llegamos temprano y felices al hotel Fort Rajwada de Jaisalmer. Nos recibieron con una bebida y al ver una bandeja de las famosas bolitas dulce corrí a coger una para merendar. Después de dejar las maletas en la habitación cogimos un tuctuc para ir a la ciudad, de la que nos separan unos dos kilómetros (o eso dicen porque yo creo que son algunos más). Por cien rupias nos dejó al borde de la muralla.

Jaisalmer es una ciudad muy hermosa pero también puede resultar agobiante. Eso es lo que me pasó a mí después de tres horas de paseo. Tengo que decir en su defensa que tengo cierta “alergia” a las ciudades del estilo musulmán. Me explico. No puedo soportar aquellos lugares (y eso ocurre mucho en Estambul, Marruecos o Túnez) en los que los vendedores te atosigan todo el tiempo para que compres objetos que no has de usar para nada, en los que las motos van por todos lados sin control y donde la gente te pregunta lo que sea aunque ni siquiera le interese lo que les puedas contar. Si a eso le añadimos la más absoluta suciedad y las vacas sueltas imaginad el panorama. Quizás ahora lo que he dicho ha sonado algo racista o urbanita; no era mi intención, pero resulta complicado hacerles entender que los turistas también queremos tranquilidad y que somos plenamente capaces de mirar algo si nos interesa sin que haga falta que nos griten sin cesar al oído.

Pero hablaba de las vacas y es que, aunque las había visto pasear por la carretera, nunca antes en el viaje las había tenido tan cerca ni en un número tan numeroso. Soy una persona miedosa. Temo a las alturas, a los aviones, al mar, a las tarántulas y a mil cosas que no vienen al caso. Sin embargo todavía no ha llegado el día en que le tenga miedo a una vaca, por muy grandes que tenga los cuernos (y os puedo asegurar que las indias tienen los cuernos enormes). No se puede decir lo mismo de los toros aunque a su lado pasaba con tranquilidad y con aquella norma de “no me toques, no te tocaré”. Y parecía que funcionaba excepto cuando sus rabos se meneaban de un lado a otro para espantarse las moscas.

Todo parecía ir bien en mi relación con la especie bovina… hasta que me encontré con ella. Era joven aunque de un tamaño ya considerable, blanca y estaba loca. Sin comerlo ni beberlo, cuando parecía que sólo paseaba, se acercó a mí y a traición me golpeó con la cabeza en el costado. Dolió, no puedo decir que no. Pero aún pienso lo que hubiera podido pasar de haber tenido largos y afilados cuernos en lugar de aquellos cuernecillos incipientes.

Pero hablemos de la ciudad. Jaisalmer fue en el pasado un importantísimo centro de paso de las caravanas a Afganistán y a Asia. En el siglo XVII ricos mercaderes ordenaron la construcción de bellísimos palacios, los havelis. Una de las mayores atracciones de la ciudad, además de la fortaleza, son esas mansiones de fachada de piedra ricamente labrada con hermosos balcones en saledizo y celosías. Y no podemos olvidarnos de los templos jaimistas o del complejo palaciego. En cuanto al fuerte ¿qué decir?. Es simplemente espectacular a la par que delicado. Y es que al establecer tantos hoteles y restaurantes dentro y ser el único en todo el país que permanece habitado el agua está debilitando la piedra y amenaza con destruirlo. Sería una pena y una gran pérdida que eso ocurriera. Hoy por hoy todavía es posible dar la vuelta casi completa a la muralla y ver la otra parte de la ciudad desde arriba.

Para todo aquel que visite Jaisalmer le recomiendo que no deje pasar la oportunidad de ir al otro lado, a la orilla del lago Gadisagar. Se trata de una reserva de agua construida en el siglo XIV, rodeado de ghats (escalones) y templos. Una de las puertas la mandó construir una cortesana, lo que provocó la furia de la Corte, que quiso derribarla. Entonces ella ordenó poner una imagen del dios Krishna para coronarla por lo que no sólo no se pudo tirar sino que todo el que pasara por debajo quedaba obligado a inclinarse. El lago y sus alrededores son muy bonitos pero lo que verdaderamente llama la atención es el espectáculo que tiene lugar en él a todas las horas del día. Ciertos jóvenes te reciben ofreciéndote bolsas de pan que los indios no dudan en comprar para alimentar a los peces más feos y repugnantes que he visto en mi vida. A todo el que no haya visto en su vida un pez gato le diré que se trata de un animal grande y baboso con bigotes y una boca enorme. Imaginad a cientos de ellos, unos sobre otros, incluso saliéndose del agua, con la intención de coger un trozo de pan. Todas aquellas bocas juntas abiertas es algo que no se olvida fácilmente. Y una no podía dejar de pensar en que ojalá no resbalara y cayera encima de esos bichos.

No puedo decir que disfrutara mucho de mi tarde en Jaisalmer y la débil pero impertinente lluvia que nos cayó encima no ayudó mucho. De todos modos diré que el fuerte y los havelis son magníficos.
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Pasaje a la India... Con billete de vuelta
Cuarto día.


La noche pasó lentamente, penosamente. Un ruido, como un quejido, no nos permitió descansar como hubiéramos querido. Una vez que me hube adecentado (todo lo mejor que pude, con mi largo y escotado vestido azul) decidí salir de la habitación y subir las escaleras que llevaban a lo más alto de esa torre.

En la terraza las vistas eran espectaculares, no cabe duda. Más abajo, azul, impecable, una piscina de agua limpísima invitaba a un baño que no nos dimos. Pero lo que llamó mi atención fue el origen del ruido que nos había acompañado toda la noche. Posado en una rama cercana un pavo real, esbelto y colorido, se comunicaba con otro que estaba sobre otra terraza. De haber tenido una escopeta juro que ni su belleza me hubiera impedido dispararles y hacerles ir a parar a la cazuela. No os podéis imaginar cómo llega a cansar escuchar su gritito durante horas. El guía me aseguró que no era época de celo; no quiero ni imaginarme lo que puede ser tener a todos esos bichitos cerca de tu habitación lanzando berridos para atraer a las féminas. Pero no creo que me dejaran matarlos. El pavo real es el ave nacional de la India. Tan sagrado como las vacas.
Después del desayuno y algunas fotos salimos a la calle para ver a la luz del día por dónde habíamos tenido que subir la accidentada noche anterior. La verdad es que no nos pareció que estuviera tan mal. Incluso circulaban algunos autobuses por lo que la pregunta era ¿por qué el nuestro no?. A día de hoy aún no hemos obtenido respuesta.

Alsisar es un pueblecito pequeño con algunas casas tipo haveli, un par de pequeñísimas tiendas y algunos vecinos que nos miran con curiosidad. El mismo sistema para llevar las maletas es curioso. Dos risueñas dromedarias tiraban de sendos carritos cargados en los que nosotros hubiéramos ido divinamente por la noche sin ensuciarnos.

Cargadas ya las maletas en el bus no volvimos a parar hasta tres horas más tarde y después pasada la una del mediodía para comer, ya en Bikaner. Nos llevaron a un restaurante donde comimos de buffet macarrones, arroz, pollo asado y algunas otras delicias y de postre arroz con leche con sabor a coco y los siempre presentes plátanos.

Después de reponer fuerzas fuimos con el guía local a visitar el fuerte Junagarth. Bikaner, en pleno Rajasthan, está en cerca del desierto del Thar y se dice que las precipitaciones allí son muy poco abundantes. Además hace muchísimo calor, cosa que puedo atestiguar. La ciudad lleva, como otras muchas, el nombre de quien la fundó, en este caso Rao Bika (el nombre de la ciudad significa asentamiento de Bika), en el siglo XVI. El edificio más importante es el fuerte ya citado. Es uno de los más bonitos que vimos en el recorrido y probablemente también uno de los más desconocidos. Se construyó en el siglo XVI a instancia del rajá Rai Singh y sus muros de arenisca tienen un perímetro de casi un kilómetro, 37 bastiones y un foso. Eso, unido a la presencia del desierto, hace que el fuerte no haya sido conquistado y que se mantenga en ese excelente estado de conservación. Dentro, y subiendo y bajando sin parar, recorriendo multitud de pasadizos, fuimos descubriendo los distintos palacios que el fuerte encierra y que son un total de 37. El más bonito de todos ellos es el Anup Mahal, construido en 1690 por el maharajá Anup Singh como salón de audiencias privadas y decorado con posterioridad con el esplendor de una corte de las mil y una noches. Los muros de cal están recubiertos de laca roja y dorada, espejos y pan de oro. Puedo asegurar que el resultado es maravilloso.

El salón de audiencias públicas se llama Karan Mahal. Se construyó en el siglo XVII y también está ricamente decorado. Otros palacios son el Chandra Mahal (palacio de la luna) y el Phool Mahal (palacio de la flor), donde está la curiosa cama de patas bajas donde dormía Rao Bika y que le permitía, al tener los pies apoyados en el suelo, defenderse de ataques de enemigos en plena noche, algo que al parecer ocurría a menudo en las cortes de la época.

Es francamente bonito el Badal Mahal (palacio de las nubes), decorado en azul y blanco con pinturas de nubes, relámpagos y tormentas. Tenemos que tener en cuenta que Bikaner está próximo al desierto y que en un lugar tan seco la lluvia ha de ser muy deseada. El sultán se había hecho instalar una especie de sistema de aire acondicionado. Determinado mecanismo permitía que le salpicara agua y eso, unido a la visión de las pinturas, daría la sensación de que llovía. Es por eso que se ha pensado que podría haber sido utilizado para que el rey ejerciera algún tipo de ritual de llamada a la lluvia.

En el fuerte hay otros muchos rincones que merecen ser visitados o explorados. Y sin duda es espectacular la vista desde alguna de sus terrazas.

Después de la visita, y completamente sudados, el guía (más sudado que nosotros) decidió llevarnos a ver un taller de tejidos de la zona. Vamos, uno de esos sitios donde vas, te tomas una bebida, te enseñan el producto y luego intentan venderte algo. He de reconocer que tenían cosas muy bonitas, sobre todo colchas y telas para cubrir el sofá. Y por la cantidad de gente que compró deduzco que no era tan caro. Personalmente no compré nada quizás porque no me gusta ir tan cargada y la ropa sola ya roza los 20 kilos permitidos por las compañías de aviación. Lamenté, no obstante, no poder ver algo más de la ciudad pero bastante temprano abandonamos Bikaner para ir a Gajner, donde se ubica nuestro próximo hotel.

Gajner, a 30 kilómetros al noroeste de Bikaner, sólo destaca por dos cosas. La primera y más importante es el Summer Palace, un palacio que sirvió como pabellón de caza a los maharajás y que hoy se ha convertido en heritage. En fin, era nuestro hotel. A primera vista es un lugar precioso. Son varios edificios de arenisca roja rodeados de jardines y frente a un lago. Las habitaciones, enormes, están separadas de la recepción. Puedo hablar de la mía para decir que era muy grande. Por un lado estaba la habitación propiamente dicha, con la cama y dos sofás, uno al pie de una chimenea blanca. Por un lado se entraba a un pequeño cuarto donde estaban el armario y la nevera y que daba paso al cuarto de baño. Por el otro se accedía a otra pequeña habitación con un sofá cama. En fin, una habitación de lujo dispuesta para varias personas.
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Ctello
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Pasaje a la India... Con billete de vuelta- 3ª parte
Tercer día.


A las 8 de la mañana abandonábamos el hotel Taj Palace y empezábamos el recorrido por el país propiamente dicho. Y entonces pudimos ver el caos circulatorio que el día anterior sólo habíamos intuido. Montones de coches, motos, tucs tucs, autobuses y camiones (estos muy decorados), cargados hasta los topes, se amontonaban a la salida de la capital haciendo que un trayecto corto se convirtiera en eterno. Es costumbre en la India hacer sonar la bocina continuamente. Tanto es así que incluso los camiones llevan escrito por la parte de atrás un mensaje incitando a pitarles.

Los adornos que llevan los tuc tucs y los autobuses a veces rozan lo hortera y no se puede decir que desaprovechen el espacio porque llevan unas veinte personas, algunas agarradas como pueden, cuando son de cuatro y otros personal sentado encima. Me pregunto qué clase de comodidad pueden encontrar en viajar así pero desde luego, repartido entre todos, debe ser barato. Y allí no tienen dinero para gastar innecesariamente. Muchos autobuses van tan llenos que tienen que llevar la puerta abierta incluso circulando. Resultaba muy curioso también ver el sistema de peajes. Si bien algunas veces está dispuesto como en España, con sus casetas, otras muchas veces es un parón en medio de la nada donde un tipo cobra la tasa correspondiente por el cambio de estado (o por lo que sea) mientras otros veinte le contemplan. Y es que las zonas pobladas, las supuestas áreas urbanas, son a veces dos o tres chabolas, cuatro a lo sumo, con algunos hombres sentados a las puertas de una tienda minúscula y desordenada. No trabajan, no parece que lo hagan a menudo. Simplemente están sentados tomando té, jugando a las cartas o hablando. Ver pasar un autobús con occidentales es el acontecimiento del siglo y te miran mucho.
Por primera vez (y pensar que el primer día hasta las eché de menos) vi vacas. Montones y montones de esas vacas que en la India son sagradas. Nos dijeron que casi todas las que vemos en Delhi están abandonadas pero las que vimos en el resto del viaje tienen dueño. Las ordeñan por la mañana, recogen el estiércol y las dejan para que campen a sus anchas y coman lo que puedan hasta la hora de cenar.

Las vacas en India son sagradas porque se les considera como una madre por el hecho de proporcionar leche. Además existe la creencia que muchos de sus numerosísimos dioses habitan en distintas partes de ese animal. Así se les protege en el sentido de no matarlas y se aprovecha su leche y sus excrementos.

La primera vez que ves vacas en India te sorprendes por su “cara dura”, porque pasean por donde quieren y se ponen a dormir incluso en medio de las autopistas, y por lo “feas” que son. Acostumbrados a nuestras preciosas y regorditas vacas lecheras, ver una vaca india, con su joroba y con los huesos muy marcados, puede llegar a producir incluso repulsión. Al final te acostumbras a su aspecto y te das cuenta de que las hay más gordas pero igualmente entrometidas.

No todo el ganado bovino de la India es así. Abundan también los búfalos de agua, mucho más gordos y lustrosos y todo el tiempo buscando aunque sea una mínima charca para meterse dentro. Ya conocíamos a esos animales porque el año pasado, haciendo un crucero por el Li, en las cercanías de la ciudad china de Guilin, vimos muchos.

Al mediodía paramos (y fue un placer descansar del bullicio de la carretera) para comer. El pollo tandoori, esta vez sin una salsa sospechosa, hizo las delicias de todos nosotros. El arroz blanco fue también muy solicitado por eso de que no pica y encima nos previene de las tan temidas diarreas. De postre nos dieron los eternos plátanos, que se venden por todos lados, y probamos por primera vez un dulce típico que se llama gulab jamun. Se trata de unas bolitas de masa (luego he sabido que de leche de búfala y vaca con harina) fritas y mojadas en un sirope de semillas de cardamomo con agua de rosas. Está muy dulce pero es bastante bueno.

Tardamos mucho más de lo previsto en llegar a Mandawa, ciudad que vivió sin duda un pasado esplendoroso del que no queda más que una sombra. Antaño formó parte de la Ruta de la seda y es por eso que conserva tantos havelis, hermosas casas-palacio decoradas profusamente con pinturas que en su mayor parte han perdido el color. Aunque se nos dice que se han restaurado muchas de ellas, la verdad es que queda mucho por hacer.

El pueblo se cae. Sí, se cae a pedazos. Los havelis se caen. El baño público está habitado por ratas que no tuve el placer de saludar. Pero todos se mueren por vernos, por hablarnos, y principalmente por vendernos algo. Los niños del pueblo nos persiguen con cualquier excusa y nos hablan, algunos en un perfecto castellano, de su vida, de cosas del pueblo, de sus familias. Un niño con el brazo completamente quemado quiso hacerse mi amigo, sin duda con la intención de pedirme o venderme algo. Y la advertencia de que no hablemos con ellos no sirve de mucho porque allí siguen.

Visitamos dos havelis, uno de ellos bellísimo, que exploramos rincón a rincón asesorados por un muchacho del pueblo que nos hacía de guía y que explicaba bastante bien y en nuestro idioma. Me dio la sensación de que Mandawa no es un lugar demasiado frecuentado por los turistas y como dijo uno de los niños sólo tiene vida en la calle principal; el resto está completamente muerto a menos que aterricen los turistas y todos los chiquillos les persigan. En un momento determinado tuvimos que pasar por una calle completamente encharcada. Para no mojarnos los pies teníamos que pisar encima de piedras. No miento si digo que medio pueblo se concentró allí para vernos pasar con una media sonrisa en el rostro. Verla también en la cara del guía local me hizo pensar que podrían habernos llevado por otra calle pero que hubiera sido una pena perderse el espectáculo de los turistas pasando sobre piedras o mojándose los pies.

Un bebé sentado en la puerta de una casa, desnudo de cintura hacia abajo y con pulseras con cascabeles en muñecas y tobillos (deduzco que a modo de protección contra el mal de ojo y en parte muy cómodo para las madres, que pueden saber dónde está el crío por el ruidito), llamó mi atención y quise hacerme una foto. Pero el niño no parecía estar tan entusiasmado como sus vecinos más mayores porque apartó mi mano de su hombro y sale en la foto con cara de pocos amigos. Una pena. Di con el bebé más raro de todo Mandawa.

Los motivos en las paredes de las casas son espectaculares y mezclan lo más tradicional de la India (elefantes, bailarinas) con elementos modernos como los primeros coches o aviones. Sencillamente hermosos aunque deteriorados.

Abandonamos Mandawa para recorrer unos escasos 35 kilómetros hasta el hotel de Alsisar. No miento. Tardarmos una hora y media, circulando por una carretera medio destrozada y con un terrible aguacero que duró poco por fortuna, en llegar. Y cuando lo hicimos nos esperaba una sorpresa. Había dejado de llover pero allí todo se encharca enseguida y Alsisar no es más que un pequeño pueblo… sin luz. Cuando el autobús se detuvo pensamos que había parado a las puertas del hotel pero no tardamos en saber que no, que allí tendríamos que llegar a pie, alumbrados por una simple linterna que llevaba un encargado de nuestro alojamiento y pisando montones de barro que no veíamos. Una odisea. No puedo deciros la cantidad de barro que había porque no lo veía pero mis zapatos se quedaban atrapados dentro (y no era ni de las que peor caminaba y de las que iban detrás). El caso es que el guía se equivocó de hotel y cuando le avisamos del error ya le habían sacado unas llaves por una reserva inexistente.

No tuvieron la amabilidad de venirnos a buscar ni con un coche ni con el carro con el que llevaban las maletas pero nos recibieron con una fanfarria y con una bebida que no supe identificar. Y sentados en el patio, llenos de barro hasta las orejas, bebiendo, con el punto en la frente, nos quedamos a la espera de las llaves.

En defensa del hotel diré que está en un enorme edificio que era el antiguo palacio de un maharajá. Y las habitaciones así lo atestiguan. Enormes, desde luego. Y hubiera sido perfecta de no haberse dejado la ventana abierta mientras llovía a cántaros. Todo el suelo estaba lleno de agua, tanta que tuvieron que darnos otra habitación quizás un poco más pequeña que la anterior pero en palabras del hombre “digna de un rey”.

Cenamos el grupo entero en el comedor del hotel, el que había sido el comedor de palacio, decorado como tal y sintiéndonos reyes y reinas. Los camareros nos colmaban de atenciones y, al hablar de las parejas de los reyes, uno de ellos casi sufre un colapso al saber que en España un hombre puede casarse con un hombre y una mujer con una mujer. No es posible, no es posible, me repetía en inglés. Y yo le insistía en que sí era posible.

La cena fue muy buena aunque más o menos igual que siempre (pasta, arroz blanco, patatas condimentadas, plátanos, gulab jamun, etc). Y después nos ofrecieron (eso sí, al final pidieron propina) un espectáculo de marionetas, muy típico en ese país, en uno de los patios del palacio.
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Pasaje a la India… con billete de vuelta- 2ª parte
Segundo día.

A las 8 de la mañana sonó el despertador, a las 9 daba cuenta de un buen desayuno en el buffet del hotel y a las 9 conocíamos a Javier, el guía acompañante que había llegado hacía muy poco con el resto de los compañeros de grupo.

Escuchando lo que decían he llegado a la conclusión de que volar a Delhi haciendo escala en Helsinki es algo estúpido a la par que una pérdida de tiempo. Comportaba 4 horas más unas siete por lo que se hacían de más dos horas a lo tonto. Y los que tuvieron que hacer esa opción estaban más que muertos de sueño.

Cogimos el autobús que sería el nuestro durante todo el viaje, con un conductor eficiente y un ayudante que con el tiempo supimos que, entre otras cosas, servía para vendernos agua fresca al estupendo precio de 30 rupias la botella de litro (aproximadamente 50 centímos de euro).
Nuestra primera visita con un guía oficial algo quemado fue la espectacular Jama Masjid, la mezquita más grande de la India, previo pago de 200 rupias para poder usar la cámara de fotos. Os diré que eso es casi 4 euros. ¿No es un poco abusivo?. La política de precios en los monumentos también lo es teniendo en cuenta lo que paga un nacional.
La mezquita fue construida por el emperador mogol Shah Jahan(el mismo del Taj Mahal) entre 1644 y 1658 y destaca por sus enormes dimensiones, no en vano, como dije, es la más grande del país. Simplemente el patio ya es descomunal.

Como era de esperar no podemos entrar con los hombros descubiertos pero lo que no sabíamos es que nos pondrían a las mujeres una curiosa bata de colores llamativos (la mía naranja), que en las fotos, y lejos de lo que cabría esperar, ha resultado ser favorecedora. Descalzos o con calcetines recorrimos el mojado suelo de la mezquita bajo la atenta mirada de los indios, sobre todo de algunos niños, que no dudaron en ponerse en las fotos. Empezamos a descubrir lo mucho que les apasiona eso.

Desde la mezquita podemos ver un poco del mercado de Chandni Chowk, el más popular de Old Delhi. Bullicioso, desordenado, lleno de cables por todas partes. Gente, motos, ruido, por doquier. Y desde arriba pudimos fotografiar con comodidad otro de los monumentos más importantes de la ciudad que, lamentablemente, no pudimos visitar. Se trata del Fuerte rojo, complejo de edificios en piedra arenisca roja que había de servir en pocos días de escenario del discurso del Primer ministro a la nación en el día de la Independencia y que por entonces estaba tomado por el ejército. Por el mismo motivo tampoco pudimos ver el lugar de cremación de Gandhi. Sí que vimos de pasada los edificios de las embajadas (con el paso de los días llegué a cansarme de que me recalcaran todo el tiempo dónde estaba la de EEUU y me hizo mucha gracia que la de España estuviera frente por frente con la de México) y las casas de los congresistas.

Una parada para hacer fotos nos sirvió para darnos cuenta de las enormes dimensiones de la Puerta de la India. Fue construida para recordar a los más de 90,000 soldados hindúes que perdieron sus vidas durante las Guerras Afganas y la Primera Guerra Mundial. Está ubicada en uno de los extremos del Rajpath, una importante avenida de Delhi. Desde 1971, 40 años después de la finalización de su construcción, arde bajo el monumento la llama eterna en memoria del soldado desconocido, como en otros muchos puntos del planeta. Antiguamente bajo el monumento estaba la estatua de Jorge V (su construcción duró de 1921 a 1931) pero se retiró al alcanzar la India su independencia.

Luego nos llevaron a ver el templo jainista de Birla Mandir o Lakshmi Narayan, un bonito conjunto de edificios rojos, amarillos y blancos construidos en 1938 y dedicados a la esposa del dios Vishnú. Dentro está prohibido hacer fotos (tuvimos que dejar la cámara en el autobús) y llevar zapatos. Aprendimos algo sobre los dioses hindús, principalmente Ganesh, el más popular de todos por ser el de la buena suerte. Es el hijo de Shiva y Parvati y está representado con cabeza de elefante, fruto de una curiosa historia que dice que su padre al volver a casa no reconoció su paternidad y le cortó la cabeza. Después, al ver la tristeza de Parvati, prometió ponerle la del primer animal que pasara que resultó ser un elefante. También vimos muchas esvásticas, un símbolo que a nosotros nos recuerda los horrores del nazismo pero que es muchísimo más antiguo. El término proviene del sánscrito y significa buena suerte, bienestar, fortuna o muy auspicioso y la esvástica está ampliamente representada en los templos.
Allí me pusieron por primera vez ese punto que llevan las mujeres indias en la frente. Se llama bindi. Se pone a la altura del sexto chakra (el de la sabiduría) y en mi caso era de ceniza naranja.
Más tarde nos dirigimos al Gurdwara Bangla Sahib, el principal templo sikh de la ciudad de Delhi. Se trata de un bonito edificio de mármol blanco con unas llamativas cúpulas doradas. Todo el él rezuma limpieza (y menos mal porque tenemos que entrar descalzos). Para penetrar en el templo es obligatorio que hombres y mujeres se cubran la cabeza, para lo cual facilitan pañuelos a los que no tengan uno a mano. Está dedicado al octavo gurú sikh, que vivió en la ciudad en el siglo XVII. Un par de curiosidades. La primera es que los fieles van a buscar a ese templo un agua considerada milagrosa. La segunda es que el complejo cuenta con una cocina y un comedor donde todo aquél que lo necesite puede comer gratis. De hecho nosotros pasamos por allí en el momento de repartir la comida y tuvimos el privilegio de poder entrar en la cocina, donde se habían preparado unas lentejas negras que desprendían un olor delicioso y pan.
La doctrina básica del sijismo consiste en la creencia en un único dios y en las enseñanzas de los diez gurús del sijismo, recogidas en el libro sagrado de los sijes, el Gurú Granth Sahib. De hecho el libro se considera como un ser humano, un gurú o maestro, y duerme en su propia cama. La del templo de Gurdwara Bangla Sahib es impresionante.

Después de todas estas visitas (y de haber visto algunas otras cosas desde el autobús en visita panorámica) fuimos a comer a un restaurante recomendado por el guía. Esta comida no estaba incluida pero no nos quedó más remedio que aceptar y comer todos allí. El restaurante estaba limpio y parecía de fiar. Nos sacaron algunas cosas en el centro de la mesa para que cada uno se sirviera lo que quisiera: pan, arroz blanco, lentejas, carne de pollo picada en unos rulitos, unas cositas redondas rebozadas, puré de espinacas, verduras y pollo tandoori en salsa que casi nadie probó porque tenía pinta de ser picante. De postre comimos helado de nata con chocolate. Nos costó unos 10 euros por persona con bebida (con el tiempo veríamos que era una de nuestras comidas más baratas).

De ahí nos dirigimos al recinto del Qutb Minar, el minarete más alto del mundo y monumento más antiguo de Delhi. Tiene una altura total de 72,5 metros y está construido en piedra arenisa roja tallada y profusamente decorada. Su diámetro en la base es de 14,3 metros mientras que en su punto más alto es de 2,7 metros. El Qutb Minar es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1993. Junto a él está la mezquita Qwwat-ui-Islam, del siglo XII igual que el minarete, y que es la más antigua de la India. En el patio de la mezquita se conserva un pilar de hierro de 7 metros de altura con inscripciones en sánscrito del siglo V a.C. Y que inexplicablemente no se oxida. Junto a la mezquita, algo más allá, está el Alai Minar, que fue un intento del sultán Alaudín de hacer un minarete mucho más alto que el Qutb Minar. Por lo que se ve no lo consiguió ya que sólo pudo llegar a los 27 metros. Sin duda es una de las zonas de la capital india más hermosas.

De vuelta al hotel sobre las seis de la tarde y con tiempo libre decidimos coger un taxi en el mismo recinto para ir a la Tumba de Humayun. El taxi, cómodo y seguro, nos costó 200 rupias y la entrada a la tumba 250 más por persona. Aunque no se incluye en los circuitos organizados, este lugar es poco menos que imprescindible. Se trata de un complejo de varios edificios, en su mayoría tumbas, declarado en 1993 Patrimonio de la Humanidad, y entre los que destaca la tumba principal, la del emperador mogol Humayun. Está construida en piedra arenisca roja con decoraciones en mármol blanco y fue mandada construir por la viuda de Humayun para su esposo en el siglo XVI. Ella misma está también enterrada allí, así como otros dignatarios. Los pequeños sepulcros blancos no distinguen a unos y a otros y hoy por hoy sólo se sabe cuál era la tumba que pertenecía al emperador, por ser la única que está sola en el centro del recinto. Está rodeada de unos hermosos jardines y con un estanque delante en el que se refleja. Es por ese motivo que se considera el antecedente del Taj Mahal (Humayun era bisabuelo de Sha Jahan).
Terminada la visita, a las 7 de la tarde, hora del cierre, cogimos un riskshaw para ir a Connaught Place, enorme plaza circular de la que parten las principales avenidas de Nueva Delhi. Desgraciadamente no pudimos apreciar su belleza y la de sus blancos portales porque estaba en obras y la circulación por allí era cuanto menos complicada. Lo que sí vimos es que en la plaza se concentran numerosas tiendas de importantes marcas así como establecimientos extranjeros de comida rápida, todo fuertemente vigilado por guardias de seguridad. Después de tomar unas patatas y una bebida en un McDonald’s, cogimos allí mismo el metro para ir a Chandni Chowk. Es muy moderno y barato (10 rupias por persona).

Chandni Chowk es uno de los mercados más importantes de la India y así lo ha sido a lo largo de tres siglos. Es el mayor mercado de Old Delhi y se extiende a lo largo de 2 kilómetros. Sin embargo ya era de noche y no pudimos apreciar en su extensión lo mismo que habíamos intuido de día. Sólo vimos desde fuera un templo dedicado a Surya, el dios hindú del sol, con una llamativa carroza en la fachada tirada por siete caballos. En vista de que era ya oscuro decidimos coger otro tuc tuc (así llaman allí a los rickshaws) e ir a varios kilómetros de distancia a ver el Templo Bai Hai. El conductor era algo kamikaze (y después veremos que también un poco timador) y se pasaba el rato escupiendo una cosa anaranjada, el “paan” supongo (una mezcla de muchas cosas para, supuestamente, facilitar la digestión). Resulta asqueroso verles escupir continuamente. Pero hablemos primero del templo. Era curiosa religión considera que hay un dios comunitario, que la humanidad es una sola raza y que pronto llegará el día de la unificación para crear una civilización universal. Aunque la oscuridad no nos permitió ver bien el templo, es impresionante. Construido en 1986, está construido en mármol y cemento blanco y tiene la forma de una flor de loto. El loto es símbolo en la India de pureza y santidad.

Cuando llegamos de regreso al hotel eran ya las 22.30 de la noche y el conductor del tuc tuc, olvidándose que habíamos pactado el precio del viaje, pretendía cobrarnos además una tasa nocturna cuando había sido él quien se había ido entreteniendo todo el tiempo (se paraba a comprar agua, a preguntar o a cualquier otra cosa). Por suerte la oportuna llegada a un encargado del hotel preguntando si estaba todo bien le hizo desistir.

Ese primer día en la India nos hizo darnos cuenta de la cruda realidad del país. Los edificios son muy pobres y muchas personas viven en plena calle. Es costumbre que gente de otras ciudades se traslade a una más grande para trabajar en la construcción, de carreteras por ejemplo. Viven en tiendas de campaña prefabricadas en plena calle y mientras los padres (las mujeres también desempeñan esos trabajos) trabajan, los hijos, a veces de corta edad, duermen sobre la calzada o juegan con lo que pueden. También es normal ver lisiados, también en plena calle, pero en un número muy superior al que estamos acostumbrados. Las condiciones de vida de esas personas son penosas. No sólo por las inclemencias del tiempo sino por todo, la basura acumulada por todas partes por ejemplo.
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Ctello
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Pasaje a la India… con billete de vuelta- 1ª Parte
Mística, espiritual, vacas sagradas, tumbas que son el reflejo de un amor eterno, un río al pie del que todo indio quiere morir… Conceptos todos ellos que usamos para hablar de la India aunque no la hayamos pisado nunca. Y con esa idea emprendemos la aventura de viajar allí para ver si es cierto todo lo que se dice.

Primer día.
A las 8 y algo de la mañana, con algo de retraso, despegaba el avión del aeropuerto del Prat rumbo a Frankfurt, destino curiosamente de mi próximo viaje. Fue un vuelo sin grandes sobresaltos (mejor para mí), en el que nos dan un bocadillo y una bebida (yo escogí un zumo de naranja).

Después de una hora y algo aterrizamos en el aeropuerto de la ciudad alemana con unas tres horas por delante hasta la salida del otro avión. Esos momentos se aprovecharon para mirar algunas tiendas, ir al WC y tomar un par de chocolates gratis en las salas de espera. Sí, puede parecer increíble pero ponían a nuestra disposición infusiones, té, café o chocolate y todo sin pagar nada. Y eso quieras que no hace que la espera sea mucho más agradable.

Al fin, más o menos a la hora prevista, el bonito avión de Lufthansa ponía rumbo a Delhi. Me sorprendió que dispusiera de TV general y no de pantallas individuales. Eso dificulta las cosas porque la oferta es limitada (la película que ellos quieran poner). Ignoré unos dibujos animados (y no porque no me gusten) y vi por segunda vez Shrek 4, Felices para siempre al tiempo que nos repartían primero unos cacahuetes con una bebida y después la comida. En la disyuntiva de escoger entre vegetariano o no vegetariano (ya os acostumbraréis a eso; muchos indios son vegetarianos) cogí la segunda opción y me dieron poularda con verduras y unas riquísimas tiras de patata, una pequeña ensaladita, queso camembert, pan con mantequilla y una macedonia.
Llegamos a un sorprendentemente moderno aeropuerto de Delhi después de 7 horas y algo, habiendo ya cambiado en el avión la hora y dándome cuenta de qué rápido he avanzado 3 horas y media. Y el tiempo transcurrió mucho más esperando las maletas ya que inexplicablemente tardaron ¾ de hora en sacar las que provenían de Barcelona. Saber que no habían sacado ninguna de las que entraron en mi ciudad me hizo pensar (para tranquilidad mía) que mi maleta no estaba perdida, uno de mis grandes temores cuando cojo un avión y por lo que siempre llevo algo de ropa en un bolso de mano.

En una de las casas de cambio del aeropuerto cambiamos un poco de dinero. Para que os hagáis una idea un euro son unas 57 rupias. El cambio que me dieron fue de 56,50 pero a medida que avanzaba el viaje vi que en los hoteles cada vez era peor.

Al fin, maletas cargadas en el coche (minúsculo para cuatro viajeros, un conductor, un corresponsal y los enormes equipajes), nos dirigimos al primero de los hoteles, el Taj Palace, un elegantísimo cinco estrellas en la cama de cuya habitación me echaba a las 3.30 de la madrugada.
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He hecho otro itinerario. Aver este como lo veis. He descartado jaisalmer para hacer el viaje menos palizon

Opción A:

8 octubre- Llegada a las 3.15 y visita Delhi (Noche en hotel)

9 octubre- Día en Delhi y salida en tren nocturno de noche hacia jodpur (20.55 y llegada a las 11h) (noche en tren)

10 octubre- Jodphur (Llegada a las 11) Visita jodphur (noche en hotel)

11 octubre-Jodphur-udaipur de mañana en taxi con parada en ranakpur y visita udaipur (noche en hotel)

12 octubre –Udaipur y salida de noche en tren nocturno hacia Jaipur (22.00 y llegada a las 6) (noche en tren)

13 octubre-Llegada a las 6 a Jaipur y visita. (noche en hotel)

14 octubre-Jaipur y salida en tren nocturno a agra a las 2.10 y llegada a las 6.35 (noche en tren)

15 octubre- Visita fuerte y taj mahal y tren nocturno a Varanasi-salida a las 21.30 y llegada a las 10.30 (noche en tren)

16 octubre-Llegada a las 10.30 Varanasi (noche en hotel)

17 octubre-Varanasi (noche en hotel)

18 octubre-Varanasi-Delhi

Vuelo-salida a las 11.40 llegada a las 13.15

Total de días

Delhi- 2 días
Jodhpur-1 día
Udaipur-1 día y medio
Jaipur-2 días
Agra-1 día
Varanasi-2 días

Opción B:

8 octubre- Llegada a las 3.15 y visita Delhi (Noche en hotel)

9 octubre- Delhi-jodpur en avión Air India Salida a las 13.05 llegada a las 13.55 y visita a jodpur (noche en hotel)

10 octubre- Jodphur (noche en hotel)

11 octubre-Jodphur-udaipur de mañana en taxi con parada en ranakpur y visita udaipur (noche en hotel)

12 octubre –Udaipur y salida de noche en tren nocturno hacia Jaipur (22.00 y llegada a las 6) (noche en tren)

13 octubre-Llegada a las 6 a Jaipur y visita. (noche en hotel)

14 octubre-Jaipur y salida en tren nocturno a agra a las 2.10 y llegada a las 6.35 (noche en tren)

15 octubre- Visita fuerte y taj mahal y tren nocturno a Varanasi-salida a las 21.30 y llegada a las 10.30 (noche en tren)

16 octubre-Llegada a las 10.30 Varanasi (noche en hotel)

17 octubre-Varanasi (noche en hotel)

18 octubre-Varanasi-Delhi

Vuelo-salida a las 11.40 llegada a las 13.15

Delhi- 1 días
Jodhpur-1 día y medio
Udaipur-1 día y medio
Jaipur-2 días
Agra-1 día
Varanasi-2 días

Opción C:

8 octubre- Llegada a las 3.15 y visita Delhi (Noche en hotel)

9 octubre- Día en Delhi y salida a las 6.05 a Jaipur

10 octubre- Llegada a las 10.30 a Jaipur y visita

11 octubre-Dia en Jaipur y salida en tren nocturno a Agra a las 2.10 y llegada a las 6.35

12 octubre –Visita fuerte y taj mahal

13 octubre-Salida hacia Ochha no se muy bien como

14 octubre-Orchha

15 octubre- khajuraho

16 octubre-Saliad en avion hacia Varanasi y llegada a las 14.45

17 octubre-Varanasi (noche en hotel)

18 octubre-Varanasi-Delhi

Resumen días

Delhi-2 días
Jaipur-2 días
Agra-1 día
Orchaa-1 día y medio
Khajuraho-1 día
Varanasi-1 día y medio

Le quito un día a delhi y se lo meto a varanasi?

Que os gusta mas. Que cambios hariais? es factible?

Como voy de agra a orchaa? y de orchaa a khajuraho??




¿Como lo veis?

Que tal esta goa? las playas estan bien?es q en el foro habla poquillo de esa zona.

Muchas gracias a todos y perdon por el tocho, a ver si ahoar me aproximo más a algo factible y no matador
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Isia
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paisa Escribió:
_SAG_ Escribió:
paisa Escribió:
Me alegra saber que no te ha sentado mal mi punto de vista.

Con 11 días lo primero que estableceria es si tu prioridad es Varanasi o Jaisalmer, opino que las dos no son compatibles con esos días si quieres visitar algun sitio mas. Una vez que lo tengas claro que tipo de India quieres conocer, ciudades grandes, pequeñas, pueblos, etc.

Sobre Goa lo primero es tener en que fechas viajas, debes pensar que el monzon te puede tener metido en el hotel casi sin poder darte ni un baño, es una pena darte la paliza para eso.

El viaje seria para ir del 7 al 23 de octubre. Supongo que el monzon estara ya acabado o casi. Y no se, queriamos de todo un poco. Peor si no se puede todo, pues igual era bueno quitar jaisalmer y demas, y empezar en jaipur y ver jairpur, agra, varanasi, occhra y demas que este por ahí cerca. Lo de la zona de relax es mas q nada para no llgar a españa reventaos, dedicar los ultimos 3 días aunq sea a estar tiraos a la bartola. Entonces descartando lo mas alejado que es jaisalmer, me recomiendas ver Jodhpur y udaipur??o directamnte empezar en jaipur?y estar mas días en cada sitio?visitando ocrha??

Muchas gracias por la ayuda Guiño

Si quitas Jaisalmer y esa zona, podrias ir de Delhi a Jaipur, estar un par de noches, de ahí a Agra y estar una noche o dos noches con los alrededores, dedicar una noche a Gwalior o Datia con Sonagiri, si utilizas conductor podrias hacer una recorrido parando en Gwalior Sonagiri y dormir en Datia o incluso aunque es un poco matada dormir en Orchha, una o dos noches a Orchha, desde Jhansi tienes trenes a Varanasi o en su defecto continuar hacia Khajuraho desde donde tienes trenes hacia varanasi 3 días por semana, o en su defecto seguir hacia Chitrakot y templos de los alrededores donde puedes hacer también una noche y con tren seguir hacia Varanasi, para volar a Delhi. Vuelven a faltarte días pero seria cosa de seleccionar lugares.

Goa en esas fechas no tienes monzon ni es temporada alta.


La verdad es que Paisa tiene razón. En 11 días es una locura.
Yo me informaría sobre los lugares que quieres visitar y así poder priorizar. Y después unir a esto el transporte de una ciudad a otra. Es cierto que los trenes en India unen casi todas las ciudades, pero ten en cuenta los retrasos, que no son tan excepcionales. Personalmente yo le dedicaría tiempo a las ciudades, aunque eso te lleve a reducir tu ruta bastante. En India el poder callejear y perderte por las callejuelas , bazares y mercados es, para mi, imprescindible.
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Paisa
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_SAG_ Escribió:
paisa Escribió:
Me alegra saber que no te ha sentado mal mi punto de vista.

Con 11 días lo primero que estableceria es si tu prioridad es Varanasi o Jaisalmer, opino que las dos no son compatibles con esos días si quieres visitar algun sitio mas. Una vez que lo tengas claro que tipo de India quieres conocer, ciudades grandes, pequeñas, pueblos, etc.

Sobre Goa lo primero es tener en que fechas viajas, debes pensar que el monzon te puede tener metido en el hotel casi sin poder darte ni un baño, es una pena darte la paliza para eso.

El viaje seria para ir del 7 al 23 de octubre. Supongo que el monzon estara ya acabado o casi. Y no se, queriamos de todo un poco. Peor si no se puede todo, pues igual era bueno quitar jaisalmer y demas, y empezar en jaipur y ver jairpur, agra, varanasi, occhra y demas que este por ahí cerca. Lo de la zona de relax es mas q nada para no llgar a españa reventaos, dedicar los ultimos 3 días aunq sea a estar tiraos a la bartola. Entonces descartando lo mas alejado que es jaisalmer, me recomiendas ver Jodhpur y udaipur??o directamnte empezar en jaipur?y estar mas días en cada sitio?visitando ocrha??

Muchas gracias por la ayuda Guiño

Si quitas Jaisalmer y esa zona, podrias ir de Delhi a Jaipur, estar un par de noches, de ahí a Agra y estar una noche o dos noches con los alrededores, dedicar una noche a Gwalior o Datia con Sonagiri, si utilizas conductor podrias hacer una recorrido parando en Gwalior Sonagiri y dormir en Datia o incluso aunque es un poco matada dormir en Orchha, una o dos noches a Orchha, desde Jhansi tienes trenes a Varanasi o en su defecto continuar hacia Khajuraho desde donde tienes trenes hacia varanasi 3 días por semana, o en su defecto seguir hacia Chitrakot y templos de los alrededores donde puedes hacer también una noche y con tren seguir hacia Varanasi, para volar a Delhi. Vuelven a faltarte días pero seria cosa de seleccionar lugares.

Goa en esas fechas no tienes monzon ni es temporada alta.
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Melli2312
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Yo quitaria Udaipur y me quedaria un día mas en Jaipur.

Si quieres hacer compras, ahí tienes la mayoria de fabricantes, mayoristas y almacenes.


SAG recomiendo al 100% Jodphur, ya solamente viendo en fuerte quedas alucinado.

Después de haber visto las fotos de Orcha, no me lo perderia.
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Melli2312
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Hore, yo también estaba en Hill Lake en Udaipur.
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paisa Escribió:
Me alegra saber que no te ha sentado mal mi punto de vista.

Con 11 días lo primero que estableceria es si tu prioridad es Varanasi o Jaisalmer, opino que las dos no son compatibles con esos días si quieres visitar algun sitio mas. Una vez que lo tengas claro que tipo de India quieres conocer, ciudades grandes, pequeñas, pueblos, etc.

Sobre Goa lo primero es tener en que fechas viajas, debes pensar que el monzon te puede tener metido en el hotel casi sin poder darte ni un baño, es una pena darte la paliza para eso.

El viaje seria para ir del 7 al 23 de octubre. Supongo que el monzon estara ya acabado o casi. Y no se, queriamos de todo un poco. Peor si no se puede todo, pues igual era bueno quitar jaisalmer y demas, y empezar en jaipur y ver jairpur, agra, varanasi, occhra y demas que este por ahí cerca. Lo de la zona de relax es mas q nada para no llgar a españa reventaos, dedicar los ultimos 3 días aunq sea a estar tiraos a la bartola. Entonces descartando lo mas alejado que es jaisalmer, me recomiendas ver Jodhpur y udaipur??o directamnte empezar en jaipur?y estar mas días en cada sitio?visitando ocrha??

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Paisa
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Antonio2006
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