Que Edimburgo es una ciudad de primera es una obviedad innegable, pero -siempre hay algún pero- no podemos olvidar que arrastra una cierta sombra, su principal museo, el Museo Nacional de Escocia, es el segundo más visitado del Reino Unido después del British Museum, su jardín botánico es el segundo más antiguo de Gran Bretaña después del de Oxford y su emblemática estación de ferrocarril, Waverley, no deja de ser la segunda más grande del Reino Unido después de Waterloo, en Londres.
En cambio, a la ciudad que vamos a visitar hoy nadie le puede quitar el honor de alojar la universidad más antigua de Escocia y, sobre todo, ser el primer lugar donde la gente empezó a golpear con palos pequeñas bolas para meterlas en agujeros en el suelo o, lo que es lo mismo, inventar el golf. Hoy vamos a St Andrews.
La mejor manera de acercarse es con el autobús de StageCoach. Tomaremos el X59 que tarda menos de dos horas en llegar y regresaremos con el X60 que tarda un poco más pues va recorriendo la costa y es el que nos va bien para hacer una parada en Anstruther y degustar el que es unánimemente reconocido como el mejor fish and chips de todo el Reino Unido.
La estación de autobuses de Edimburgo está situada en un espacio subterráneo próximo a St Andrew Square. La mejor manera de llegar es, desde la citada St Andrew Square, tomar Multrees Walk, una pequeña callecita peatonal llena de tiendas de lujo y el concesionario de Tesla y al final seguir las indicaciones de Bus Station.
Como es muy pronto, aprovechamos el trayecto para echar un sueñecito y casi sin darnos cuenta estamos ya en St Andrews. Salimos de la estación de autobuses, que afortunadamente está muy céntrica, y por Market St, una agradable calle comercial de casitas bajas, nos dirigimos hacia las ruinas de la Catedral.
Las ruinas son espectaculares y te haces una clara idea de por qué llegó a ser el más importante centro religioso de Escocia. Albergaba diferentes reliquias de San Andrés Apóstol, concretamente un diente, los huesos de un brazo, una rótula y tres dedos. En un tiempo en el que no había demasiadas diversiones, peregrinos de todas partes acudían para verlos.
No se puede decir que la catedral tuviera demasiada suerte. En 1270, el viento derribó el extremo oeste de la catedral. Más tarde, durante las guerras de la Independencia, los ingleses quitaron todas las piezas de plomo de los tejados. En 1378 la catedral fue gravemente dañada por el fuego y tuvo que ser reconstruida. En 1409 la zona del crucero, donde se juntan la nave principal y la transversal, se hundió por los efectos de una fuerte tormenta.
El golpe de gracia se lo dio la Reforma, en 1559 y después de un incendiario sermón en la iglesia parroquial de St. Andrews, los fieles se dirigieron a la catedral y destruyeron todo lo que se pudiera asociar al “papismo”. Más tarde expulsaron a los monjes católicos y prosiguieron con la destrucción. Los años siguientes se dejó languidecer lo que quedaba de la Catedral hasta que finalmente las piedras sirvieron como cantera para la construcción y desarrollo de la ciudad.
Hoy, no queda nada de las reliquias de San Andrés ni del esplendor de la Catedral que las alojaba, tan solo espectaculares restos de lo que una vez fueron el claustro, los muros y las torres, todo ello envuelto entre cientos de tumbas que contribuyen a recrear un paisaje de leyenda.
En el mismo recinto de la catedral, se alza la torre de Sant Rule, que pertenecía a una antigua iglesia vecina. A la torre se puede subir y con la entrada se puede acceder también al museo de la Catedral.
Una estrecha escalera de caracol de 156 peldaños lleva a la cima de la torre. Desde sus 33 metros de altura ofrece unas vistas ciertamente espectaculares. La escalera de caracol se ha de subir con precaución pero, si hay algún problema, siempre puede venir en nuestra ayuda el fantasma bondadoso que habita la torre. Se trata del prior Robert de Montrose, un fantasma amable al que le gusta garantizar la seguridad de los que ascienden por la escalera.
Al prior le gustaba subir a la torre en las noches de luna llena para disfrutar de las vistas. Precisamente una de esas noches, un monje malvado al que había tenido que castigar lo siguió y lo asesinó clavándole repetidamente una daga en la espalda para después arrojarlo al vacio. Desde entonces se dedica a prestar ayuda, especialmente las noches de luna llena, a todo aquel que quiera disfrutar de las mismas vistas que el tanto amó.
El prior no es el único habitante sobrenatural de estos parajes. En la torre este habita una Dama Blanca a la que le gusta pasear por los jardines deslizándose entre las tumbas. Los que han tenido la suerte o la desgracia de verla la describen vistiendo un largo y amplio vestido blanco, con el cabello suelto y largo hasta más allá de la cintura, con guantes de cuero blanco en las manos y un rosario enlazado a su cintura. Ha habido tantos avistamientos que durante algún tiempo pocas personas se atrevían acercarse a las ruinas al caer la noche. Nadie sabe quién es este fantasma, pero en 1868, unos albañiles que estaban haciendo obras de reparación en las paredes de la torre accidentalmente toparon con una cámara sellada en la que había varios ataúdes. Uno de ellos estaba abierto y contenía el cuerpo incorrupto de una mujer con vestido blanco y guantes de cuero blanco.
A nuestra amiga le gusta pasearse especialmente las noches de tormenta de octubre y noviembre, cuando la noche es más oscura y la niebla marina envuelve las tumbas y las ruinas.
Sin despedirnos de la Dama Blanca que no ha tenido el detalle de venir a saludarnos, salimos por una de las pequeñas puertas que comunican las ruinas con The Pends y nos maravillamos con las magnificas vistas del mar y el pequeño puerto que se avista a nuestra derecha. Después de unos minutos, giramos a la izquierda y por The Pends nos dirigimos al castillo que, a medida que nos acercamos, va imponiendo su presencia, sus paredes son casi una extensión de los acantilados donde se asienta.
Como muchos otros castillos en Escocia, la historia no ha sido demasiado amable con sus paredes. Edificado en el siglo XII, durante las guerras de independencia fue cambiando de manos entre escoceses e ingleses hasta que finalmente los escoceses optaron por destrozarlo para que los ingleses no pudieran utilizarlo. Allá por el 1400, se reconstruyó en parte y las ruinas de hoy datan de ese período.
El Castillo de St Andrews, o mejor dicho las ruinas del mismo, se puede visitar previo pago de cinco libras y media. Si lo haces, tal vez puedas saludar el único habitante del mismo, que siendo Escocia y siendo un castillo no puede ser otro que un fantasma. El del cardenal católico Beaton, un perseguidor implacable de los reformistas, especialmente conocido por la ejecución en la hoguera del predicador reformista George Wishart, que al cabo fue lo que le valió su muerte, pues partidarios de Wishart en venganza lo asesinaron en 1546. Su cuerpo fue colgado de las paredes del castillo durante nueve meses y se cuenta que desde entonces le gusta pasearse por lo que un día fue tanto su casa como su tumba.
Dejando atrás el castillo caminamos por The Scores donde se van sucediendo diferentes instalaciones universitarias como la School of Economics and Finance, el Museo de la Universidad o la facultad de Filosofía. Fundada en 1413, La Universidad de St Andrews es la más antigua de Escocia y una de las más prestigiosas del Reino Unido. Y es pública. Sus facultades y departamentos están diseminados por toda la ciudad. La prensa rosa ha hecho mundialmente conocida la Universidad por haber sido el escenario del romance del príncipe Guillermo y Kate Middleton mientras estudiaban Historia del Arte.
En nuestro paseo llegamos al Memorial de los Mártires, un obelisco de 10 metros construido para conmemorar una serie de figuras protestantes que fueron martirizadas en St. Andrews . Los bancos instalados a sus pies resultan un excelente mirador para disfrutar de West Sands, la playa que universalizó la película Carros de Fuego en la mítica escena en la que los atletas corren a cámara lenta mientras suena la poderosa banda sonora de Vangelis.
A pocos metros del Memorial encontramos ya el que es el campo de golf más antiguo del mundo, el Old Course. El golf, otra de las grandes pasiones escocesas, ha contribuido enormemente a universalizar el nombre de St Andrews.
No se sabe cuándo se invento el golf, pero en el siglo XV ya era popular entre los escoceses. Sin demasiada fortuna, el rey Jacobo II lo prohibió porque sus arqueros descuidaban sus prácticas para dedicarse a jugar. Otra reina, Maria Estuardo, lo tenía como uno de sus juegos favoritos. Después de Islandia, Escocia es el país que tiene más campos de golf por habitante, la mayoría de ellos públicos.
Desde el Old Course nos dirigimos a la estación de autobuses que está a pocos minutos. Tomamos el X59 para ir a otro de los maravillosos pueblos del Forth de nombre impronunciable, Anstruther.
Nada más llegar nos acercamos al Anstruther Fish Bar famoso porque se dice es el que sirve el mejor fish and chips de todo el Reino Unido. El local está lleno, pero contrariamente a lo que esperábamos no tenemos que hacer cola. Es un sitio curioso, la decoración, los uniformes de los camareros y camareras ya aventuran que será un sitio especial y lo que en verdad resulta especial es la comida que sirven. Pescado fresco del día rebozado al punto exacto, nada más, pero tampoco nada menos. Disfrutamos de la comida y con el hambre saciada salimos a pasear por el pueblo.
Desgraciadamente hemos perdido la posibilidad de acercarnos a la isla de May, el barco que hace el recorrido ya partió hoy, tendremos que conformarnos con verla en la distancia.
A tan solo ocho kilómetros de distancia, la que es la mayor de las islas del Forth es una presencia imponente. Allá por el 870, los daneses arrasaron la isla matando a más de 6000 cristianos contribuyendo así a que la isla permaneciera desierta durante generaciones.
En tiempos más recientes fue también escenario de un curioso episodio, la batalla de la isla de May. En la noche del 31 de enero a l 1 de febrero de 1918 y cuando una espesa niebla era la dueña absoluta del estuario, 40 buques de guerra partieron de Rosyth con destino a Scapa Flow.
La flota avanzaba por el Firth of Forth en una única línea recta de 48 kilómetros de largo. Para evitar atraer a submarinos alemanes avanzaban con las luces apagadas con la excepción de una tenue luz de popa en cada barco que servía de señal al siguiente y, por supuesto, con un estricto silencio de radio.
Al pasar por la isla de May, el timón averiado de uno de los submarinos que formaban la flotilla y que navegaban en superficie, provocó que este se saliera de la línea de la flota y que al intentar regresar fuera la causa de cinco colisiones entre los barcos. Dos submarinos se hundieron y otros tres submarinos y un crucero ligero sufrieron daños de importancia. Ciento cuatro hombres de la Marina Real murieron esa noche.
A pesar de que fue un hecho completamente fortuito y accidental, como ocurrió durante la primera guerra mundial, los habitantes del Forth que, a pesar que el gobierno lo mantuvo en secreto, conocieron la historia, se refirieron a ella como , la batalla de la isla de May, en una muestra del genuino humor negro escocés. En el año 2002, se colocó una placa en el puerto de Anstruther en homenaje a los caídos en esa racha de desgraciados accidentes.
No todas las historias que conciernen a la isla son igual de terribles. Algunos sitúan aquí la mítica Avalon, la isla donde la hechicera Morgana trasladó para morir a su moribundo hermanastro el rey Arturo tras la batalla final con el hijo de ambos, Mordred.
La isla también es importante en las leyendas templarias pues cuentan que fue aquí donde en el siglo XIV tocaron tierra escocesa los barcos que supuestamente trasladaban el tesoro y los archivos de la orden en su camino al escondite secreto en la Capilla de Rosslyn.
La isla de May no es un fenómeno extraordinario, la totalidad de las islas del Firth of Forth son protagonistas de las más variopintas leyendas. El Scotichronicon, un manuscrito del siglo XV obra del Abad de Inchcolm, Walter Bower, y definido por la Biblioteca Nacional de Escocia como "el relato medieval más importante de la historia escocesa temprana", señala la conexión entre la pirámides de Egipto y las islas del Forth.
Parece ser que las islas de Lamb, Craigleith y Fidra reflejan la ubicación de las pirámides de Giza. Y según Jeff Nisbett, un divulgador de lo paranormal, el 24 de junio, aniversario de la batalla de Bannockburn cuando Robert Bruce derrotó a los ingleses en 1314, desde el campo de batalla se puede observar como las tres estrellas del Cinturón de Orión, conocidas como los Tres Reyes, se superponen sobre las islas de Lamb, Craigleith y Fidra.
Con tantas leyendas y misterios no nos has de extrañar que Uri Geller, el famoso mentalista y “doblador de cucharas” comprara, en el año 2009, la isla de Lamb. Desde entonces anda a la búsqueda de misteriosos tesoros.
Nosotros preferimos seguir paseando por el tranquilo Anstruther y, caminando por Shore St en paralelo al mar, atravesar el Dreel Burn, el pequeño riachuelo que cruza el pueblo, y acercarnos al Dreel Halls, la vieja iglesia que hoy hace de ayuntamiento.
En el antiguo cementerio está el ataúd de piedra de San Adrian, primer Obispo de St Andrews. Cuenta la leyenda, porque por supuesto hay una leyenda, que el obispo, que vivía en la isla de May, fue asesinado por los daneses allá por el 870. El obispo fue enterrado en la isla, pero por lo visto no se encontraba muy a gusto y el ataúd, que es de piedra maciza, se deslizó hasta el mar para ir flotando hasta la orilla y descansar en un sitio más de su gusto, el viejo cementerio de Anstruther donde todavía reposa hoy en día.
Muy cerca del cementerio, justo frente al muelle, está la parada de autobús, aquí tomamos el X59 para regresar de nuevo a Edimburgo, despidiéndonos de Anstruther y la misteriosa isla de May.