Después del desayuno en el hotel nos piden un taxi para llevarnos al aeropuerto (12 soles), que es diminuto. El vuelo dura solo una hora y media, aún así nos ofrecen comida y bebida y el piloto realiza el mejor aterrizaje que recuerdo. Después de recoger las maletas en la cinta, cuando vamos hacia la salida un policía nos para y nos pide los resguardos para comprobar que las maletas que nos llevamos son nuestras, práctica que se debería aplicar en todos los aeropuertos.
Para ir desde al aeropuerto hasta el hotel, unos días antes habíamos contratado un servicio de taxi por internet con una compañía de cuyo nombre no quiero acordarme, que nos habían recomendado unas limeñas que habíamos conocido durante el viaje (45s). El taxista nos está esperando, nos subimos en el coche, le damos la dirección del hotel y todo parece normal. El tráfico es frenético como siempre, y es al pasar por la misma calle por tercera vez cuando empezamos a sospechar que estamos perdidos. El taxista ni confirma ni desmiente, nos da largas una y otra vez, mientras nosotros nos tiramos de los pelos. Llama al hotel para que le indiquen como llegar, pero parece que la línea no funciona y no contacta con ellos. Desesperados ya, después de dos horas enteritas dando vueltas sin ton ni son (menos mal que llevamos el precio convenido y no tira de taxímetro), por fin recibe una llamada de la central dándole las indicaciones exactas para llegar y vemos la luz.
Nos quedamos en el Hotel Casa Bella, está bien, sobre todo la ubicación, pero en la web parecía mucho mejor (182soles). Salimos a dar una vuelta por Miraflores, parece otro mundo, no tiene nada que ver con la ruidosísima y caótica Lima que conocimos el primer día; cosmopolita, limpia, lujosa, ordenada… hasta la forma de conducir y los coches son diferentes. Es increíble que en tan poca distancia como hay desde este barrio a cualquier punto de la capital pueda haber desigualdades tan abismales. Paseamos por el Malecón, hay mucha gente saltando en parapente. Tanto el cielo como el mar son grisáceos, casi no hay olas. Llegamos al Parque del Amor, recuerda muchísimo al Parque Güell de Barcelona.
Continuamos hasta el Centro Comercial Larcomar, del que todo el mundo habla. Es bonito, sobre todo por su situación, frente al mar, y por su concepción como espacio abierto, pero muy pequeño, al menos en comparación con las macro áreas comerciales que conocemos en España. Además, allí hacemos uno de los mejores descubrimientos del viaje: el Rte. La Lucha. Guauuuuuuuu, qué carne, para flipar y el ají, que no nos falte! Pruebo la chicha morada, pero no me gusta nada (32 soles).
Seguimos paseando, voy haciendo fotos, no miro para el suelo, piso mal y me retuerzo el pie de todas las maneras posibles. En ese momento no me resiento demasiado y continuamos caminando. Es la noche de Halloween y hay mucha gente celebrándolo. Cuando llegamos a la habitación me descalzo, y es entonces cuando empiezan unos dolores atroces y el pie se me hincha monstruosamente. Samuel baja a recepción a pedir hielo, no tienen. El dueño, que está en ese momento en recepción, se ofrece a ir a buscarlo, tarda una hora…
Para ir desde al aeropuerto hasta el hotel, unos días antes habíamos contratado un servicio de taxi por internet con una compañía de cuyo nombre no quiero acordarme, que nos habían recomendado unas limeñas que habíamos conocido durante el viaje (45s). El taxista nos está esperando, nos subimos en el coche, le damos la dirección del hotel y todo parece normal. El tráfico es frenético como siempre, y es al pasar por la misma calle por tercera vez cuando empezamos a sospechar que estamos perdidos. El taxista ni confirma ni desmiente, nos da largas una y otra vez, mientras nosotros nos tiramos de los pelos. Llama al hotel para que le indiquen como llegar, pero parece que la línea no funciona y no contacta con ellos. Desesperados ya, después de dos horas enteritas dando vueltas sin ton ni son (menos mal que llevamos el precio convenido y no tira de taxímetro), por fin recibe una llamada de la central dándole las indicaciones exactas para llegar y vemos la luz.
Nos quedamos en el Hotel Casa Bella, está bien, sobre todo la ubicación, pero en la web parecía mucho mejor (182soles). Salimos a dar una vuelta por Miraflores, parece otro mundo, no tiene nada que ver con la ruidosísima y caótica Lima que conocimos el primer día; cosmopolita, limpia, lujosa, ordenada… hasta la forma de conducir y los coches son diferentes. Es increíble que en tan poca distancia como hay desde este barrio a cualquier punto de la capital pueda haber desigualdades tan abismales. Paseamos por el Malecón, hay mucha gente saltando en parapente. Tanto el cielo como el mar son grisáceos, casi no hay olas. Llegamos al Parque del Amor, recuerda muchísimo al Parque Güell de Barcelona.
Continuamos hasta el Centro Comercial Larcomar, del que todo el mundo habla. Es bonito, sobre todo por su situación, frente al mar, y por su concepción como espacio abierto, pero muy pequeño, al menos en comparación con las macro áreas comerciales que conocemos en España. Además, allí hacemos uno de los mejores descubrimientos del viaje: el Rte. La Lucha. Guauuuuuuuu, qué carne, para flipar y el ají, que no nos falte! Pruebo la chicha morada, pero no me gusta nada (32 soles).
Seguimos paseando, voy haciendo fotos, no miro para el suelo, piso mal y me retuerzo el pie de todas las maneras posibles. En ese momento no me resiento demasiado y continuamos caminando. Es la noche de Halloween y hay mucha gente celebrándolo. Cuando llegamos a la habitación me descalzo, y es entonces cuando empiezan unos dolores atroces y el pie se me hincha monstruosamente. Samuel baja a recepción a pedir hielo, no tienen. El dueño, que está en ese momento en recepción, se ofrece a ir a buscarlo, tarda una hora…