Embarque Libre a Tailandia ✏️ Blogs de Tailandia

Somnolientos, bajamos a desayunar al buffet a las 6.00. Mientras disfrutamos de nuestro particular festín, una pareja que estaba sentada al lado nos pregunta si somos de la misma agencia que ellos. Les decimos que sí y esperamos juntos. Aunque habíamos quedado a las 6.30, el guía no aparece hasta las 7.00. La verdad es que estamos algo molestos porque hemos desayunado a todo correr para estar puntuales, pero pronto nos acostumbraríamos a ese ritmo de vida en el que no existe la esclavitud al reloj a la que estamos acostumbrados.

Por fin aparece el guía, Somsak. Es muy amable y risueño. Nos metemos en el autobús, casi lleno, y nos sentamos en los primeros asientos que encontramos vacíos. Serían nuestros asientos para todo el circuito, aunque eso aún no lo sabíamos. Mientras salimos de Bangkok aprovechamos para hacer fotos a puestos callejeros, coches, cualquier cosa que pudiera recordarnos en un futuro a esa vida caótica que no volveríamos a disfrutar hasta un par de semanas después, al final del viaje.


Llegamos al río Kwae, donde entramos en el museo de la guerra. Tan sólo hay fotos y lienzos con dibujos de la época. Después nos llevan hasta el puente, donde sacamos fotos, nos sentamos en las vías y compramos una pulsera de conchas. Mientras esperamos al tren compramos unos polos a una vendedora ambulante que está sentada con un barreño enrome lleno de hielos, dentro del que hay unos recipientes cilíndricos con unos palitos de madera que llena de refresco del sabor que elijas: naranja, limón, coca cola… Al contacto con el hielo, el refresco se congela, lo saca del recipiente tirando del palito y ahí está el helado. Nos da tiempo a acabarlo antes de que llegue el tren.


Nos ponen una pegatina para montar, entramos y nos sentamos. El trayecto es precioso, campos enormes a ambos lados, campesinos cultivando la tierra… pero al rato empieza a hacerse demasiado monótono y caemos en un profundo sueño ¡resulta que eran casi dos horas de trayecto!


Comemos en un buffet que está genial, y del que sólo pagamos la bebida, pues la comida está incluida en el precio del circuito. Después comer volvemos a Kanchanaburi, donde paramos un momento para ver el cementerio de los aliados de guerra. Seguimos nuestro camino hasta Ayutthaya y hacemos una parada en el templo de Chaiwattnaram.


Después, vemos las ruinas de noche, precioso. Tras sacar unas cuantas fotos nos llevan al hotel Kantary, donde nos dan una habitación que es un dúplex! Arriba la habitación y un baño y abajo otro lavabo pequeño, la cocina y el salón. Lástima que sólo fuéramos a quedarnos una noche. Nos ponemos los bañadores y bajamos a la piscina, donde hay otra pareja de nuestro grupo de viaje con la que quedamos para cenar más tarde en el restaurante del hotel.



De vuelta a la habitación nos duchamos rápido, nos vestimos y bajamos a cenar. Pedimos hamburguesas y comida thai y decidimos salir a tomar algo por los alrededores. Paseamos por una zona plagada de locales de “thai massage”, “private pool”, etc. Localizamos un bar con terraza que tiene buena pinta y pedimos unos margaritas. Rodeados de ladyboys y camareras que trataban de ligarse a los clientes, nos tomamos nuestras consumiciones. Tras pasar un buen rato decidimos volver al hotel a dormir, pues la zona no nos parece del todo segura…

El saloncito de nuestra habitación

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A las siete nos despierta el estridente sonido del despertador. “Despierta, date prisa, que tenemos que ducharnos y desayunar, nos recogen a las ocho…” Recogido todo bajamos a la recepción, donde aparece Somsak con su sonrisa, y nos montamos en el autobús. Salimos de nuevo a las ruinas del Wat Prasisanphet, que el día anterior habíamos visto de noche.


Esta vez podemos recorrerlos, sacar fotos... lo poco que queda del templo tras el ataque birmano es impresionante


Tras la visita a este templo nos dirigimos al wat Panunchoeng, donde un monje budista nos coloca unas pulseras naranjas en las muñecas.


Después ponemos rumbo a Lopburi, donde vemos el Prang Sam Yot, más conocido como templo de los monos. Efectivamente, en aquel lugar, casi nadie se fija en el templo, de estilo jemer-lopburi y que con sus tres torres unidas, simboliza el trimurti hinduista de Shiva, Vishnu y Brahma.


Los monos que lo habitan están esperando que lleguen las hordas de turistas para recibir comida. En cuanto llega un grupo de visitantes, se acercan corriendo a ver las viandas que tienen para ofrecerles.


Hay que tener mucho cuidado porque, si llevas algo en la mano, enseguida se te suben para quitártelo, y no es que sean especialmente pacíficos. Además, como ya han aprendido de dónde sacamos las cosas que les damos, si ven que no van a recibir nada tratan de cogerlo ellos mismos intentando “robar” objetos personales tales como mochilas o bolsas, así como cosas que les produzcan curiosidad como gafas de sol u objetos coloridos. A Armando, que lleva la bolsa de la cámara, se le suben constantemente encima, trepando por la espalda. Es muy curioso ver cómo se comportan, cómo saben abrir los grifos, engañarse unos a los otros para conseguir algo a cambio e incluso abrir una botella de agua, beber y volver a cerrarla.


Después de marear a los pobres monos y hacerles miles de fotos ponemos rumbo A Nakon Sawan, donde comemos en un buffet precioso, con unas mesas que rodeaban un estanque muy bonito. Menos mal que la permetrina y el relec nos permiten disfrutar del lugar, poruqe de no haberlos llevado habríamos acabado con miles de picaduras.

Tras la visita llegamos al Ayara Gran Palace, un hotel sin nada remarcable. Nos damos un baño en la piscina y descansamos. Cenamos en el hotel y nos vamos pronto a la cama, con las divertidas imágenes de los monos dando vueltas en nuestras cabezas.

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Hoy el despertador suena un poco antes que los días anteriores. Como anoche no teníamos ganas, tenemos que hacer la maleta ahora. Además habíamos lavado ropa y la habíamos dejado secando mientras dormíamos.

Bajamos a desayunar y a las 7 ya estamos como un clavo en el lobby del hotel.

Visitamos el Wat Phra Si (o Wat Yai). El nombre completo es Wat Phra Si Ratana Mahathat y entre sus ruinas se esconde una gran imagen de buda con los dedos dorados



Nos montamos de nuevo en el autobús y nos dirigimos a Sukothai. El día se presenta prometedor. La visita iba a ser algo diferente, lo cual agradecíamos enormemente, pues la verdad es que ver tantos templos a la carrera estaba comenzando a pasarnos factura y ya todos nos parecían similares. Se trataba de recorrer el parque histórico de Sukothai en bicicleta. Nada más bajar del autobús nos topamos con una mujer que hacía las veces de semáforo humano, con un palo en una mano de cuyo extremo colgaba un pañuelo rojo. Nos resulta muy curioso:


Otro punto a favor de esta visita es que nos dejan tiempo libre para recorrerlo a nuestras anchas, con lo que comenzamos a pedalear libremente. Mientras sentimos el aire en la cara a medida que cogemos velocidad, vamos disfrutando de los templos y el paisaje. La frase de los últimos días está siendo ¡nos la jugamos! Así que decidimos jugárnosla para sentir aún más esa libertad. Nos metemos por camino de hierba en busca de lagartos, tenemos que retroceder varias veces porque el camino por el que nos hemos metido es intransitable o hay un árbol caído en el medio.


Al acabar el tiempo que nos habían dejado volvemos apesadumbrados al autobús, como un niño a quien se le acaba el recreo y tiene que volver a sentarse en su pupitre. Continuamos hasta el templo de la vaca, casualmente el animal de mi año de nacimiento. Allí vivo la gran experiencia de rezar según el ritual budista, con velas, incienso y una flor de loto como ofrenda a cambio de conseguir buena suerte para toda la vida.

Ofrendas

Después hacemos el ritual de los palitos: vas agitando un bote con palos numerados hasta que cae uno. Con el número que te ha tocado coges un papel que puede tener un buen o mal presagio. Si es bueno, has de conservarlo para tener buena suerte. Si es malo, debes volver al templo y quemar el papel para evitar la mala suerte.

Tras los rituales vamos a comer. En esta ocasión nos llevan al buffet de un hotel, que no nos gusta nada. Al terminar ponemos rumbo al lago, donde paramos a sacar fotos y descansar un rato. Vamos a una tienda y compramos algo de chocolate para merendar. Al salir vemos que está todo el mundo agolpado en el bar de al lado. ¡Tienen gusanos crujientes para comer! No queremos ser menos y los probamos. No nos llaman demasiado la atención, saben a cortezas de cerdo. Después de hacer la turistada proseguimos nuestro camino en autobús, esta vez a Chiang Rai, donde nos llevan al hotel Dusit Island, que tiene una piscina preciosa, aunque las habitaciones son bastante normales en comparación con las que habíamos tenido hasta el momento.


El mercado nocturno de Chiang Rai es bastante grande y tiene objetos de recuerdo, ropa y muchísima artesanía. Cuando notamos el hambre decidimos parar a cenar. Mientras buscamos algún puesto en la plaza, vemos que en algunos sitios tienen cucarachas, saltamontes, grillos... todos ellos a la plancha pero con estos ya no nos atrevemos. Nos sentamos en unas mesas del centro de la plaza donde nosotros cenamos un filete de ternera y el mejor Pad Thai que hemos probado hasta el momento. Los dos platos junto con dos singhas, alrededor de 10 € al cambio.

Negociamos un tuk tuk para volver al hotel que nos lleva a toda velocidad, así que llegamos en un momento. Damos un paseo por la piscina iluminada y nos vamos a dormir porque mañana, de nuevo, toca madrugar.

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