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Doce días por Cuba, la mayor isla de las Antillas, recorriendo La Habana, Viñales, Trinidad, Cienfuegos y Cayo Largo del Sur.Autor: Marinamb Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (6 Votos) Índice del Diario: Cuba a nuestro aire
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Después de meses de organización Lonely Planet en mano, consultas a Dr. Google y un porrón de horas echadas en varios foros de viajes, por fin había llegado la hora. El domingo 3 de agosto empezaban nuestras vacaciones de verano y nuestro viaje. El Viaje. La ruta que escogimos para descubrir la mayor isla de las Antillas era poco original, aunque totalmente recomendada para saborear sin demasiadas prisas la zona occidental del país: La Habana, Viñales, Trinidad, Cienfuegos y Cayo Largo del Sur (¡el único cayo que verdaderamente está sobre el mar Caribe!). Después de darle mil vueltas al itinerario y una vez vivida la experiencia, no me arrepiento ni una pizca del recorrido. Eso sí, como siempre, nos faltaron días...:)
El itinerario y los hoteles escogidos: Domingo 3 de agosto: Madrid-La Habana (Hotel Sevilla) Lunes 4 de agosto: La Habana Martes 5 de agosto: La Habana Miércoles 6 de agosto: La Habana- Viñales (Hotel Los Jazmines) Jueves 7 de agosto: Viñales- Criadero cocodrilos/Guamá- Trinidad (Hotel Brisas del Mar Trinidad) Viernes 8 de agosto: Trinidad Sábado 9 de agosto: Trinidad Domingo 10 de agosto: Trinidad- Cienfuegos- La Habana (Hotel Sevilla) Lunes 11 de agosto: La Habana- Cayo Largo del Sur (Hotel Melià Sol Cayo Largo) Martes 12 de agosto: Cayo Largo del Sur Miércoles 13 de agosto: Cayo Largo del Sur Jueves 14 de agosto: Cayo Largo del Sur- La Habana (Hotel Sevilla) Viernes 15 de agosto: La Habana Sábado 16 de agosto: La Habana- Madrid Salimos del aeropuerto de Barajas con poco más de una hora de retraso. Sobre las cuatro y media de la tarde. La compañía: Air Europa. Se supone que es mejor que Cubana de Aviación, la aerolínea nacional de Cuba, pero el elevado precio del billete es casi insultante para la poca comodidad de las butacas y del servicio... ¡Ya podrían aprender de otras aerolíneas...! Menos mal que para este trayecto reservamos dos asientos de emergencia, y realmente lo agradecimos. El vuelo duraba 10 horas, y en este caso, además, no tenía pantallas individuales. Eso sí, dan mantita y un cojín. El vuelo de regreso, que duró ocho horas y cuarto, fue mejor. Y tenía pantallitas individuales. Mis recomendaciones para hacer el vuelo más "agradable" en clase turista: Lleva los auriculares de casa. A diferencia de otras compañías, Air Europa cobra 3 euros por ellos. Después de pagar 1.000 euros por un billete de ida y vuelta, no hace ninguna gracia ... Si vas en pareja, reserva dos asientos aislados de los laterales...10 horas se hacen largas. Y más si tienes que compartirlas con 4 o 5 personas...y dejarlas levantar y pasar cada dos por tres... Reserva el asiento: o bien haciendo la reserva gratuitamente durante las 48 horas previas a la salida del vuelo o pagando antes. El precio de un asiento normal es de 10 euros y, los de emergencia, de 50. La frase que más escuché en facturación: "Lo siento, pero ya no quedan asientos juntos...". Llevar algo de comida. Se puede tener suerte con el catering (como nos pasó en el vuelo de ida) o no (como nos sucedió en el vuelo de vuelta)... Llevar lecturas y alguna película en la tablet. No esperes que siempre haya pantalla individual. Llevar cojines hinchables para el cuello. Te salvará de aterrizar en La Habana con una tortículis... Nada más bajar del avión, sentimos esa pegajosa humedad que nos acompaño cada minuto de los siguientes 14 días. Voilà. ¡Ya estábamos en Cuba! Pasamos los controles sin ningún tipo de problemas (después de leer las 1.001 leyendas y experiencias por Internet), nos sellaron los pasaportes, nos hicieron una foto (que repitieron a la salida), nos cortaron la primera parte del visado y, finalmente, recogimos el equipaje. Aunque durante todo este proceso ya se notaba el ritmo trotón y la calma con la que actúan SIEMPRE los cubanos (y que comprobaríamos posteriormente día sí y día también, a veces llegando a los límites de la desesperación), debo decir que no tardamos más de una hora en realizar toda esta tournée. A la salida del aeropuerto internacional José Martí ("héroe nacional" que posteriormente conoceríamos más profundamente en el Museo de la Revolución y cuyo nombre y figura está por toda la isla), una agente de Travelplan nos esperaba para señalarnos qué autobús nos llevaría al Hotel Sevilla. Inaugurado a principios del siglo XX y ubicado entre la Habana Vieja y Centro Habana, ideal para descubrir el casco histórico a pie, fue el primer hotel de lujo de la ciudad. Está justo delante del paseo del Prado y a dos cuadras del Parque Central. Varios retratos con fotografías y textos recuerdan, en el hall principal y las galerías adyacentes, su época dorada. Ahí figuran imágenes de antiguos clientes, como Grahan Greene (lo utilizó como escenario de su novela Nuestro hombre en La Habana), Al Capone y Josephine Baker, entre otros. También se muestra en la planta baja el viraje que el hotel tomó con el triunfo de la Revolución, en 1959: el propietario huyó y los trabajadores se hicieron con la gerencia. Ahora, el Sevilla se ha convertido en un funcional cuatro estrellas (pasable para convertirlo en el campo base, pero nada de lujos), cuyas paredes y adornos parados dejan entrever ese esplendoroso y dorado pasado que un día vivió y que hoy, como casi en toda Cuba, está en decadencia. El baño de las habitaciones es muy muy básico, con falta de algunos arreglillos y una capa de pintura. A lo largo del viaje, lo utilizamos tres veces: las tres primeras noches en La Habana (habitación 125), en una escala entre Trinidad y Cayo Largo del Sur (habitaciones 309 y 410), y dos noches al final de viaje. Nuestra última estancia fue, quizás, la más sorprendente y la que, sin esperarlo, nos permitió ser un poquito partícipes de esa Habana de lujos, corrupción y desenfrenos de principios del siglo XX: nos asignaron la habitación 615, donde se hospedó el famoso mafioso Al Capone. Éste alquilo en una ocasión toda la sexta planta del hotel, y se alojó en la 615. Se dice (y corrobora la biblia del viajero Lonely Planet) que la mafia lo ocupó como centro de operaciones de su negocio estadounidense con las drogas. La fachada mudéjar del edificio no deja indiferente a los visitantes, y es un punto de interés en las visitas turísticas en La Habana. Esa primera noche, cambiamos en la recepción del hotel 50 euros en cuc's (el cambio estaba a 1 euros=1,25 cuc's) y cenamos en el mismo paseo del Prado, a dos cuadras (tal y como los cubanos dicen) del hotel. Era el centro asturiano restaurante gourmet, o algo así. Ojo: No hay que confundirlo con el afamado restaurante Los Nardos, de la Sociedad Asturiana, que está delante del Capitolio y que probamos el día antes de volver para Madrid. No tiene nada que ver. Mejor y más barato el segundo, sin desprestigiar al primero. Después de ágape, dimos el largo día por concluido. Etapas 1 a 3, total 9
Después de nuestro primer desayuno en la mayor de las antillas, iniciamos nuestra incursión en La Habana Vieja. Nada más franquear las puertas del hall del hotel Sevilla, donde vendetodos te asaltan mañana, tarde y noche, hacemos nuestro primer recorrido por el paseo del Prado, cuyo nombre oficial es Paseo José Martí y cuya estética y arquitectura es irremediablemente parecida a Las Ramblas de Barcelona. Y es que, de hecho, posteriormente nos enteramos que su diseño estaba basado en esta alegre y concurrida vía barcelonesa. Seguimos esta arteria principal hasta llegar al Parque Central. En este sitio, una especie de plaza llena de vegetación (pero sin parecer realmente un parque), uno puede coger un taxi, negociar un paseo en calesa, tomar el bus turístico por cinco Cucs diarios, pactar un tour de una hora con uno de esos autos auténticos americanos de los años 50...o, sencillamente, utilizarlo como puerta de entrada a La Habana Vieja y la calle Obispo. Nosotros, des de ahí, nos acercamos a ver el Capitolio, que en esas fechas estaba cerrado por obras (y parecía que iba para largo). De camino a la calle Obispo, chocamos de frente con uno de los muchos iconos vivos de la Habana: El Floridita, la cuna del Daiquiri, como reza la inscripción que hay detrás de la barra de esta archiconocida coctelería. El escritor Ernest Hemimgway era asiduo a este cóctel, una combinación de ron blanco, azúcar y zumo de limón. De ahí, su frase “My mojito in the Bodeguita and My daiquiri in the Floridita”. Una escultura al final de la barra recuerda hoy al famoso cliente, autor del Viejo y el Mar. En algunos momentos del día es necesario hacer una pequeña cola para retratarse con su figura. Teniendo en cuenta los precios (nada baratos para ser Cuba), se agradece ese platillo de plátano frito que sirven al pedir caulquier bebida. Y es que, además, seguramente más de uno regrese a casa el plátano y el bonitato frito integrados en su dieta.... Avanzamos por la calle Obispo, haciendo algunas paradas, como la Farmacia Museo Taquechel, una vieja farmacia adaptada a partir de una casa unifamiliar en 1898. Restaurada en 1996, funciona como museo farmacéutico. Viejos tarros de porcelana y el elegante mostrador de madera acaparan las visitas y los objetivos de las cámaras de los curiosos turistas (entre ellos, nosotros). De ahí, vamos hasta llegar a la Plaza de Armas, que cuenta con un interesante y curioso mercado de libros de segunda mano. Los fanáticos de estos bazares literarios, podríamos pasarnos tranquilamente más de media mañana en estos pocos metros cuadrados de la ciudad. Libros sobre Cuba, manifiestos sobre la Revolución, novelas, antiguas guías de viaje, discos de vinilo con portadas descoloridas, pósters de películas que marcaron un hito en la filmografía cubana, como Fresa y Chocolate... Con el soporífero calor y la agobiante humedad que reinaba sin tregua antes de las 11 de la mañana, hicimos un break en la terraza del Hotel Ambos Mundos, refugio y hospedaje de Hemingway en La Habana. Allí escribió el clásico Por quién doblan las campanas. Tomando la calle Mercaderes llegamos hasta otra de las cuatro grandes plazas de La Habana: La Plaza de la Catedral. Un consejo: Sentarse en uno de los soportales, contemplar sin prisas la bonita estampa arquitectónica y, por unos minutos, observar el trajín del lugar. En uno de estos soportales está, además, la estatua de Antonio Gades. El único callejón que da a la plaza es el famoso Callejón del Chorro, donde está el paladar de Doña Eutimia, uno de los mejores valorados por TripAdvisor y que casi siempre necesita reserva previa. Nosotros, con mucha suerte, nos hicieron un hueco para la cena del día siguiente. Salimos de la plaza por la calle Empedrado, que da cobijo a otro clásico habanero: La Bodeguita del Medio. En esta primera incursión, solo nos hicimos las fotos de rigor en la fachada. Al día siguiente vivimos en directo el ambiente la BdM. En este punto, decidimos recorrer otra parte de la calle Mercaderes, que está en proceso de recuperación por parte de la Oficina del Historiador. Algunas ciudades o villas cubanas cuentan con esta oficina, que es la encargada de velar por el mantenimiento del casco histórico. Una de la primeras paradas en esta vía fue la Maqueta del Casco Histórico (Habana Vieja). Realizada por Orlando Martorell y su familia, tardaron tres años y medio en hacerla. Si pagas 1 o 2 CUCS más (no recuerdo bien), se pueden hacer todas las fotos que se quiera. Normalmente, el tema de la fotografía funciona así en toda Cuba. A esas alturas del día, nuestra siguiente parada fue por exigencias del estómago. Teniendo en cuenta la selección de paladares que había realizado a conciencia desde casa, nos decantamos por el Paladar Los Mercaderes. No nos defraudó. Ubicado en un primer piso, destaca por una decoración colorista y alegre. Tienen un menú del día con platos representativos de la cocina cubana (tostones, frijoles, ropa vieja...) por 12 CUCS con postre incluido (9,50 euros aprox). Muy muy completo. Acabamos el recorrido por la Calle Mercaderes en la Plaza Vieja, otra de las cuatro plazas más famosas de La Habana. Aquí, además de encontrar sorprendentemente tres o cuatro tiendas de marcas (las únicas que vimos en toda Cuba), está la cámara oscura y una estatua de un gallo cuyo significado no llegamos a alcanzar... Es la de más reciente restauración por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad y en cuyo centro hay una enorme fuente de mármol de Carrara que, como pudimos comprobar posteriormente en la ciudad, era muy utilizado antes de la Revolución. Tanto para las grandes mansiones y palacios (como el palacio presidencial) como en el cementerio de la Necrópolis de Cristóbal Colón. Decidimos retroceder sobre nuestros pasos y regresar un rato al hotel para descansar del sofocante calor y darnos un bañito en la piscina. Regresamos por la calle O’Reilly. Aquí, un perspicaz vendedor nos convenció para entrar en su negocio, nos montó en un santiamén una clase de música (buscando nuestro lado más musical, que era nulo) hasta que al final, por su buena disposición y el buen rato que nos hizo pasar, le compramos un par de marcas y el clave con el que nos había "conquistado". Este vídeo me lo reservo... Después del bañito en la piscina, decidimos ir a ver otro de los top ten de La Habana: el Malecón. No encontramos un solo paso de cebra para pasar a la acera que daba al mar. Así que no tocó pasar de cualquier manera. Después de un paseíto a pleno sol, nos aventuramos con nuestro primer cocotaxi. Lugar de destino: heladería Coppelia. Después de la foto de rigor en la entrada, nos avisan que el local está cerrado por limpieza. ¡Qué mala suerte...! Como lo teníamos cerquita, fuimos a echar un vistazo al Hotel Nacional, que también tiene una fuerte carga histórica, además de un bonito vestíbulo y una señora terraza. Ahí nos tomamos el primer mojito frente al mar, en el jardín del hotel, acompañados de un cuarteto de músicos, mientras empiezan a caer las primeras gotas de lo que posteriormente fue una señora tormenta. Realmente, fue uno de los mejores mojitos de todo el viaje. Por cierto, mucho mejor que los de la BdM... Por la noche, nos acicalamos un poco, cogimos un taxi y nos dirigimos al Paladar La Guarida, otro de los paladares con más éxito en la ciudad y en el que, por supuesto, también se tiene que reservar. Yo lo hice con un mes de antelación, desde casa, vía correo electrónico. Mi propuesta: arriesgarse y pedir de entrante los raviolis de queso con pesto y como plato principal un compacto de asado de cochinillo (no recuerdo el nombre exacto). Ambos platos deliciosos, y el precio creo recordar que rondó los 20-25 cucs por persona (con un plato principal para cada uno). Un consejo para que la cena resulte aún más perfecta y de cuento: reservar en una de las cuatro mesas que están ubicadas en los balcones. Más íntimo y romántico. Ubicado en un piso de un palacete de principios del siglo XX (C/Concordia, 418), el establecimiento nació, según citan sus propietarios, "para mantener viva la historia de Fresa y Chocolate", un film que llegó a ser nominado a los Óscars como mejor película extranjera. Volvimos al hotel el taxi. Cada trayecto, cinco cucs.Ahí dimos por terminada nuestra primera jornada habanera. Etapas 1 a 3, total 9
5 de agosto de 2014. Nuestra segunda mañana en La Habana la dedicamos casi íntegramente a ver el Museo de la Revolución, ubicado en el antiguo Palacio Presidencial, justo al lado del Hotel Sevilla. Este palacio, construido entre 1913 y 1920, fue guarida oficial de varios presidentes cubanos corruptos. El último, Fulgencio Bastista. La entrada del museo está flanqueada por dos elementos emblemáticos: los restos de la garita del Ángel, parte de la muralla que rodeaba a La Habana en la época colonial, y un cañón utilizado por Castro durante los combates de Bahía de Cochinos. Vale la pena pagar unos pocos cucs más (si no recuerdo mal, no llegaban a 5 cucs entre los dos) y optar por el recorrido de aproximadamente dos horas con guía.
Además de los datos meramente informativos que éstos ofrecen del museo y del contexto histórico, a lo largo del viaje pudimos comprobar de primera mano que son unas fuentes estupendas para conocer la vida cotidiana y los problemas a los que se enfrentan diariamente los cubanos. En la mayoría de los casos, un poco de conversación es suficiente para tirar del hilo y descubrir desde las variopintas opiniones que éstos tienen del régimen (des del más castrista al más disidente) hasta las filigranas que hacen para gestionar la todavía existente cartilla de racionamiento. También las intríngulis del mercado negro y sus duras vivencias durante la grave crisis del "periodo especial". Del palacio, destaca la decoración interior, que corrió a cargo de la archiconocida Tiffany's de Nueva York; los revestimientos de mármol de Carrara, un lujo de la época; y el Salón de los Espejos, muy parecido al de Versalles y que durante nuestra visista estaba en proceso de restauración. No obstante, al ir en visita privada la guía nos coló unos minutillos para contemplar, en la medida de los posible, su belleza y semejanza al homónimo francés. En el primer piso, además de esta maravilla versallesca, está también el Despacho Presidencial y el Salón del Consejo de Ministros, ambos visitables. Quizás uno de los puntos más originales del palacio, que no deja de ser una herramienta de autobombo del régimen, es el Rincón de los Cretinos. Aquí, encontramos una dedicatoria a cada uno de los cuatro grandes enemigos del régimen cubano:
- Fulgencio Batista: "Gracias cretino por ayudarnos a hacer la Revolución"- Ronald Reagan: "Gracias cretino por ayudarnos a fortalecer la Revolución" - George Bush: "Gracias cretino por ayudarnos a consolidar la Revolución" - W. Bush: "Gracias cretino por ayudarnos a hacer irrevocable el socialismo" Acabamos la visita en el Memorial Granma. Es un homenaje al yate de 18 metros que trasladó en diciembre de 1956 a Fidel Castro y a 81 revolucionarios desde México (concretamente, desde Tuxpán) hasta Cuba. Actualmente, el barco está en una gran urna de cristal, con vigilancia 24 horas e incluso, según nos contó la guía, con una condiciones de temperatura controlada. Según la Lonely Planet, "para evitar que alguien irrumpa y zarme con él rumbo a Florida". Y es que, según nos confirmaron varios cubanos a lo largo de nuestro viaje, tienen vetado el acceso a los barcos. La corta distancia que separa Cuba de Florida y los múltiples intentos que ha habido a lo largo de los años por escapar por vía marítima son los principales argumentos. El barco está rodeado de otros vehículos que participaron en la revolución. Una vez dado por finalizado el recorrido, nos dirigimos a visitar la Real Fábrica de Tabacos Partagás, situada en la parte posterior del Capitolio. Lamentablemente, todas las fábricas de tabaco cierran 2-3 semanas en agosto por vacaciones, y no pudimos acceder a ver la producción de los habanos. No obstante, al día siguente, en Viñales (Pinar del Río), pudimos observar en un secadero de tabaco su confección tradicional. Al salir de curiosear la tienda de la fábrica (esta sí que estaba abierta), empezó a llover y decidimos coger un carro-taxi e ir a La Dominica, un restaurante italiano de la Cadena Habaguanex, ubicado en la Calle O'Reilly, al lado de la Plaza de la Catedral. Pasta muy rica a muy buen precio. Está bien posicionado en Tripadvisor, y después de varios ágapes cubanos, también apetecía cambiar un poco y volver a saborear algun plato de la gastronomía mediterránea. Callejeamos de nuevo por La Habana Vieja, pasando por la calle Mercaderes, hasta llegar a la Avenida del Puerto y la Fundación Museo Havana Club. Aquí hacen visitas guiadas en varios idiomas. Incluye un copazo inicial en su bar (ron con hielo o con cocacola), visita al museo (que cuenta con una maqueta de un antiguo ingenio azucarero), pase de vídeo que ilustra cómo se fabricaba antiguamente el ron, y cata de ron añejo final. A palo seco, para los que no somos muy duchos en saber apreciar estos potentes digestivos, era casi imposible de beber...¡Pero que no se diga que no lo probamos! Después del correspondiente baño a media tarde en la piscina del hotel y para hacer tiempo a la cena, fuimos a la Bodeguita del Medio, donde probamos por fin el tan afamado mojito y de donde nos llevamos un grato recuerdo. Eso sí, tengo que apuntar (sí o sí) que fue uno de los mojitos más mediocres que probamos en toda Cuba. Allí, un grupo de música nos deleitó con famosas canciones cubanas que, posteriormente y gracias al CD que les compramos, oíriamos durante todo el viaje: Guantaramera, El bodeguero, Hasta siempre comandante, Chan Chan- Voy para mayari... Finalmente, fuimos a cenar al Paladar de Doña Eutimia, en el callejón del Chorro. Según Tripadvisor, el tercer mejor restaurante de La Habana (de un ránquing de 455). Pedimos hora el dia anterior, ya que es imposible ir sin reserva. Aquí, nos decantamos por dos entrantes (camarones al ajillo y garbanzos fritos) y dos segundos platos (pollo y vaca frita). Todo acompañado con arroz y frijoles. Éste último plato es una especie de ternera desilachada frita. Muy rico. Y vaya, para variar, no nos quedamos con pizca de hambre... Etapas 1 a 3, total 9
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