7.8.2014. Amanecemos en el espectacular Valle de Viñales, cubierto por la característica calima que se levanta a primera hora del día en esa zona y que le confiere un aspecto de película. Este día nos esperaba un largo viaje en coche hasta nuestro siguiente destino, Trinidad, y la ochovía cubana, mote de la autopista nacional de Cuba (por los cuatro carriles en cada dirección) y paraíso del autoestopista, iba a ser la principal protagonista de la jornada.
Así que, una vez con el estómago lleno, fuimos a alimentar también a nuestro fiel utilitario, que aguantó como un campeón los cerca de 1.000 kilómetros que hicimos sin darnos un sólo problema. Llenamos el depósito del Renault Scala en la Cupet que hay en Viñales. La tarde anterior se había quedado sin suministro y no pudimos hacerlo hasta el último momento antes de salir. Recordad que las gasolineras escasean y que siempre es mejor prevenir. Los problemas ya vienen solos...así que en estos casos, es mejor no tentar a la suerte. Creo recordar que llenarlo nos costó unos 30 cucs.
Cogimos toda la autovía hasta llegara de nuevo a las afueras de La Habana. Allí, de nuevo, sin indicaciones, después de dar mil vueltas y perder más de una hora intentando encontrar el camino correcto, logramos tomar (todavía no sé cómo) la A1, dirección Trinidad. Aviso a navegantes: como erróneamente pensábamos, no hay una única "autopista nacional" que cruce todo el país. En realidad, son dos "autopistas": de La Habana sale la A4, hacia el este (Viñales); y la A1, hacia el oeste (Cienfuegos-Trinidad). Y no, no hay continuidad entre ellas. Es más, a nosotros se nos acabó la A1 a la altura de La Habana con un bonito muro de piedra...A día de hoy todavía nos cuesta creerlo.
Una vez se pone rumbo a Trinidad, existen, como mínimo (y que yo sepa), dos opciones. Hay quien aconseja ir por el entronque Jagüey Grande, y bajar por el Circuito Sur; y hay quien prefiere ir por Aguada de Pasajeros (más corto). Nosotros, que queríamos detenernos en el criadero de cocodrilos de Guamá (curiosa visita rápida, pero no imprescindible) y disfrutar de parajes como Playa Larga, Playa Girón y Bahía de Cochinos (escenarios de la frustrada invasión en 1961 para derrocar el régimen castrista, una operación militar con tropas de cubanos exiliados apoyados por Estados Unidos), nos decantamos por la primera opción. Y volvería a repetir.
Nos quedamos con un bonito recuerdo de todas las estampas que fuimos viendo ese día, incluidas también las primeras imágenes del mar Caribe, un azul turquesa imposible de olvidar. Imprescindible: llevar siempre agua y algo de comer en el coche. En Jagüey Grande hay una gasolinera para repostar, hacerse con algunos víveres e ir al baño.
Durante el recorrido, que nos llevó todo el día, hasta casi las ocho de la tarde, pudimos ser testigos de otra de las peculiaridades de Cuba, que demuestra el papel fundamental que jugó la publicidad en el proceso revolucionario: los carteles publicitarios prorevolucionarios, propaganda que a día de hoy todavía está sembrada a lo largo y ancho del país y cuyos mensajes recuerdan a cubanos y visitantes la "obra de la revolución".
El último tramo, de Cienfuegos a Trinidad, nos cayó un aguacero tremendo. Y cuando digo tremendo, aún me parece poco cada vez que lo recuerdo. Caía tal cantidad de agua que daba miedo conducir. Durante ese rato, creo que no pasamos de 30-40 km/hora. Como no nos conocíamos la carretera, nos pusimos detrás de un camioncillo que nos sirvió de guía mientras amainaba la tormenta.
A punto de hacerse de noche, llegamos al hotel, que estaba a 6-7 kilómetros de Trinidad. Era el Hotel Brisas Trinidad del Mar, en la península de Ancón. Para los estándares de Cuba, el hotel es correcto. Si bien las instalaciones estaban bien (el hotel recrea el pueblo de Trinidad, tiene una piscina fantástica y la playa al lado), la comida que ofrecían tanto el el buffet como en los restaurantes era bastante pésima. Si algún día volvemos, buscaremos otro. Justamente vimos -y nos lo corroboraron posteriormente- que están construyendo algunos hoteles más por la zona. Y es que la oferta turística aquí no es muy amplia. Ahora se está empezando a desarrollar. Para los bolsillos que se lo puedan permitir, está el Iberostars Trinidad, en el centro de la villa. En agosto se disparaba de precio, pero creo que el resto del año es más asequible.
Así que, una vez con el estómago lleno, fuimos a alimentar también a nuestro fiel utilitario, que aguantó como un campeón los cerca de 1.000 kilómetros que hicimos sin darnos un sólo problema. Llenamos el depósito del Renault Scala en la Cupet que hay en Viñales. La tarde anterior se había quedado sin suministro y no pudimos hacerlo hasta el último momento antes de salir. Recordad que las gasolineras escasean y que siempre es mejor prevenir. Los problemas ya vienen solos...así que en estos casos, es mejor no tentar a la suerte. Creo recordar que llenarlo nos costó unos 30 cucs.
Cogimos toda la autovía hasta llegara de nuevo a las afueras de La Habana. Allí, de nuevo, sin indicaciones, después de dar mil vueltas y perder más de una hora intentando encontrar el camino correcto, logramos tomar (todavía no sé cómo) la A1, dirección Trinidad. Aviso a navegantes: como erróneamente pensábamos, no hay una única "autopista nacional" que cruce todo el país. En realidad, son dos "autopistas": de La Habana sale la A4, hacia el este (Viñales); y la A1, hacia el oeste (Cienfuegos-Trinidad). Y no, no hay continuidad entre ellas. Es más, a nosotros se nos acabó la A1 a la altura de La Habana con un bonito muro de piedra...A día de hoy todavía nos cuesta creerlo.
Una vez se pone rumbo a Trinidad, existen, como mínimo (y que yo sepa), dos opciones. Hay quien aconseja ir por el entronque Jagüey Grande, y bajar por el Circuito Sur; y hay quien prefiere ir por Aguada de Pasajeros (más corto). Nosotros, que queríamos detenernos en el criadero de cocodrilos de Guamá (curiosa visita rápida, pero no imprescindible) y disfrutar de parajes como Playa Larga, Playa Girón y Bahía de Cochinos (escenarios de la frustrada invasión en 1961 para derrocar el régimen castrista, una operación militar con tropas de cubanos exiliados apoyados por Estados Unidos), nos decantamos por la primera opción. Y volvería a repetir.
Nos quedamos con un bonito recuerdo de todas las estampas que fuimos viendo ese día, incluidas también las primeras imágenes del mar Caribe, un azul turquesa imposible de olvidar. Imprescindible: llevar siempre agua y algo de comer en el coche. En Jagüey Grande hay una gasolinera para repostar, hacerse con algunos víveres e ir al baño.
Durante el recorrido, que nos llevó todo el día, hasta casi las ocho de la tarde, pudimos ser testigos de otra de las peculiaridades de Cuba, que demuestra el papel fundamental que jugó la publicidad en el proceso revolucionario: los carteles publicitarios prorevolucionarios, propaganda que a día de hoy todavía está sembrada a lo largo y ancho del país y cuyos mensajes recuerdan a cubanos y visitantes la "obra de la revolución".
El último tramo, de Cienfuegos a Trinidad, nos cayó un aguacero tremendo. Y cuando digo tremendo, aún me parece poco cada vez que lo recuerdo. Caía tal cantidad de agua que daba miedo conducir. Durante ese rato, creo que no pasamos de 30-40 km/hora. Como no nos conocíamos la carretera, nos pusimos detrás de un camioncillo que nos sirvió de guía mientras amainaba la tormenta.
A punto de hacerse de noche, llegamos al hotel, que estaba a 6-7 kilómetros de Trinidad. Era el Hotel Brisas Trinidad del Mar, en la península de Ancón. Para los estándares de Cuba, el hotel es correcto. Si bien las instalaciones estaban bien (el hotel recrea el pueblo de Trinidad, tiene una piscina fantástica y la playa al lado), la comida que ofrecían tanto el el buffet como en los restaurantes era bastante pésima. Si algún día volvemos, buscaremos otro. Justamente vimos -y nos lo corroboraron posteriormente- que están construyendo algunos hoteles más por la zona. Y es que la oferta turística aquí no es muy amplia. Ahora se está empezando a desarrollar. Para los bolsillos que se lo puedan permitir, está el Iberostars Trinidad, en el centro de la villa. En agosto se disparaba de precio, pero creo que el resto del año es más asequible.