ISLANDIA en 11 DÍAS con 4x4 - Agosto 2016 ✏️ Blogs de Islandia

Es jueves y sólo faltan dos días para la media Maratón que va a correr Bicho en Reykjavik, así que hoy también se levanta más tempranito para hacer el que será su último entrenamiento antes de la carrera. Los demás nos levantamos a las 8:00 en nuestro bungalow de Hvammstangi.

¿Cómo amanece el día hoy? Pues nublado. ¡Qué pregunta más tonta! Según los pronósticos de en.vedur.is no debería llovernos más en los días que nos quedan en Islandia, pero ya no me lo creo.

Hoy vamos a recorrer la península de Snaefellsnes, parando en los puntos de interés que nos dé tiempo, en el que va a ser el día de más kilómetros de carretera.



Cuando vamos a desayunar nos encontramos con que la leche del tetrabrik que habíamos comprado en Akureyri está cortada, así que hay que hacer una incursión de emergencia en el súper de Hvammstangi. Entre unas cosas y otras son casi las 10:00 cuando nos ponemos en marcha.

Al inicio del camino llueve ligeramente, pero el horizonte más luminoso al oeste nos da un atisbo de esperanza.

Atajamos por la carretera 59, que está casi toda sin asfaltar pero no es mala, así que avanzamos a buena velocidad. Sin embargo, la última parte se nos hace eterna porque están en obras, hay mucho bache y sigue lloviendo. Los últimos 8 kilómetros están asfaltados y se ve que van avanzando con las obras.



Al llegar a Búðardalur tomamos la 60 para enlazar enseguida con la 54. Esta carretera va bordeando toda la península y es muy bonita porque te conduce todo el tiempo entre el mar y las montañas, pero el tramo norte hasta Stykkishólmur está sin asfaltar y no se puede ir a gran velocidad, así que se hace muy largo.



Llegamos por fin a Stykkishólmur a las 12:30, habiendo parado sólo un ratito en un apartadero de la 54 a tomar unas fotos… ¡Uffff! ¡Qué cansancio! Menos mal que está despejado y eso nos sube el ánimo. Echamos gasolina y volvemos a lavar el coche, que se nos ha quedado también guapo tras la travesía de la 59.

Damos una vueltecita por Stykkishólmur y subimos a ver la iglesia de cerca. Es un pueblecito muy tranquilo con su puerto pesquero, del estilo de Hvammstangi.




A las 13:45 reanudamos nuestro itinerario hacia el oeste de la península.

A partir de aquí la 54 está asfaltada y transcurre entre el mar y los campos de lava Berserkjahraun, muy similares a los que ya vimos hace unos días en el sur de Islandia, aunque tal vez aquéllos eran más llamativos por su sinuoso relieve y el verde tan verde de su musgo.



Más adelante, nada más pasar Grundarfjörður, aparecen a la derecha la piramidal figura de Kirkjufell y a la izquierda la pequeña cascada Kirkjufellfoss, una frente a otra. Aparcamos aquí sobre las 14:50 y estamos un buen rato sacando fotos de ambas, esperando que una nube obstinada se quite de delante del sol y deje que la montaña quede iluminada.






Por fin…


Las vistas desde la cascada son realmente bonitas:



El lugar era tan tranquilo y agradable que decidimos sacar nuestros ya legendarios sándwiches de producto nacional y comérnoslos en plan picnic sentados en la hierba frente a Kirkjufellfoss, con Kirkjufell a nuestras espaldas.



Reanudamos nuestra vuelta a la península de Snaefellsnes a las 15:45. Este tramo de la 54 sigue siendo bastante bueno. Enlazamos con la 574, que también es asfaltada, muy buena. Pasado Hellissandur, la carretera vuelve a bordear campos de lava cubierta de musgo, mientras que en segundo plano se adivina ya a nuestra izquierda el volcán Snaefellsjökull con su cumbre nevada, medio envuelto en niebla y nubes.




Este volcán se encuentra extinguido hace muchísimos años, pero es famoso por haber sido elegido por Julio Verne como punto de entrada a su Viaje al Centro de la Tierra.


Sobre las 16:30 alcanzamos el desvío a la playa de Djúpalónssandur. Está señalizado como Djúpalon, carretera 572, y sigue siendo asfaltada con buen firme. Desde el parking bajamos por un camino flanqueado por caprichosas formaciones de lava esculpidas por la erosión, una de las cuales tiene un agujero que encuadra a modo de marco una bonita imagen del Snaefellsjökull. Nosotros no pudimos ver ese efecto de enmarcado porque, a pesar de ser un día despejado, unas nubes espesas seguían envolviendo el volcán.

Lo primero que encontramos al pisar la playa son las cuatro piedras de diferentes tamaños que en la antigüedad debían levantar los candidatos a hombres de mar en una especie de selección para las campañas de pesca. Según la mayor piedra que pudieran levantar eran clasificados como: completamente aptos (piedra de 154 kg), medio fuertes (100 kg), debiluchos (54 kg) y no aptos (23 kg)



En esta misma playa se encuentran también desperdigados fragmentos oxidados de un pesquero inglés que naufragó en 1948.



Aparte de estas curiosidades, Djúpalónssandur es una preciosa playa de arena negra donde el mar rompe bastante embravecido, y de hecho advierten de lo arriesgado que es meterse aquí en el agua.




Abandonamos Djúpalónssandur a las 17:15. Nuestra siguiente parada es Hellnar. Habíamos leído algo sobre una gruta con cara de ogro, llamada cueva de Badstofa, y sobre la posibilidad de ver focas también en esta zona, pero no encontramos ni lo uno ni lo otro. Así que preguntamos a unas mujeres que atienden en un bar que hay allí y nos indican cuál es la gruta y nos dicen que suele haber alguna foca pero que hoy precisamente no las han visto por allí.

Esta es la cara de ogro… Cuando te lo dicen la ves, pero si no…




Lo que sí vimos fueron los coletazos de una ballena retozando a unos cuantos metros de la costa.



Entre Hellnar y Arnarstapi, que es el siguiente pueblecito, hay un camino peatonal a lo largo del acantilado que por lo visto es muy bonito, pero sólo caminamos un pequeño trecho porque no tenemos tiempo para todo.

Volvemos al coche a las 18:00. Al poco de pasar Arnarstapi sale a la izquierda la pista F570, que va hacia la base del Snaefellsjökull. Queremos llegar hasta allí e incluso ascender un poco caminando por la ladera del volcán hasta donde podamos porque, al parecer, en los días despejados hay tal panorama desde esas alturas que puede verse hasta Reykjavik.

Nada más coger la F570 sale a la derecha un desvío que va a Ólafsvík, pero hay que seguir por la izquierda.

La F570 es de las peores carreteras que hemos cogido en Islandia. Está llena de baches y piedras, y encima tiene algunos tramos de pendiente muy acusada que hacen que sea casi imposible meterse por ahí sin un 4x4. Vamos ascendiendo por esta pista, adentrándonos cada vez más en la niebla, hasta el punto de que parece que hubiéramos atravesado algún agujero negro que nos ha transportado a otra dimensión, porque este mundo gris y tenebroso no tiene nada que ver con el azul y luminoso que hemos dejado hace tan sólo unos minutos en Arnarstapi. Verdaderamente impone respeto.

A los veinte minutos más o menos, habiendo recorrido unos 8 kilómetros, llegamos a una especie de explanada donde no hay niebla. Decidimos parar porque hay niebla circundante que nos impide ver el entorno y no sabemos si ya estamos en la base del Snaefellsjökull o nos la hemos pasado. Nos encontramos rodeados de montañas. A la izquierda intuimos una cumbre más alta que las demás y cubierta de nieve, por lo que deducimos que ése tiene que ser el volcán.



Por supuesto, no nos atrevemos a subir andando ni dos metros por la ladera, así que, tras hacer unas cuantas fotos nos damos por satisfechos con la intentona y regresamos a la vida real y soleada de la 574.

Estas fotos están tomadas desde la F570, casi llegando ya a la 574:




Son las 19:15 cuando retomamos la 574 y seguimos hacia el este. Nuestra siguiente parada es unos 18 km más adelante, en Búðir, una pequeñísima aldea en mitad de la nada, compuesta por un hotel y esta graciosa iglesita de madera negra.



Un poco más adelante, la carretera 574 atraviesa una zona de lagunas de diferentes tamaños con el agua absolutamente quieta como espejos, donde se reflejan las nubes y las montañas de forma espectacular gracias al espléndido sol que luce. Paramos en cuanto que encontramos un apartadero, para verlo tranquilamente y tomar unas fotos.

Y aquí es cuando se desarrolla el terrorífico episodio de Los Pájaros, de Hitchcock.

Cuando bajamos del coche hay un par de pájaros de tamaño medio sobrevolando la orilla del lago en la zona donde hemos aparcado. Al principio están piando de forma amigable pero, cuando avanzamos hacia el borde, el dulce piar se torna graznido intimidatorio y empiezan a acercarse unos cuanto pájaros más, y más… y todos graznando y volando en círculo unos metros por encima de nosotros y lanzándose en picado de forma amenazadora sobre nuestras cabezas…

Al principio nos da risa. Niñaaa y Niñooo se van corriendo hacia el coche. Yo me pongo la capucha del anorak y trato de seguir adelante e incluso de sacarles alguna foto, pero finalmente me acobardo y me doy media vuelta también.

Por lo visto son especies de aves que anidan junto a las orillas de los lagos y sólo estaban protegiendo sus crías.

Volvemos al coche y un poco más adelante paramos de nuevo junto a otro de esos lagos. Esta vez hay más suerte y no nos entrometemos en la nidada de ningún pájaro. Las imágenes son preciosas, con la luz de última hora de la tarde.





Son las 20:15 cuando damos por terminada la jornada de hoy y nos encaminamos hacia nuestro alojamiento. Para esta noche tenemos reservado un bungalow cerca de Stykkishólmur, así que tenemos que coger la carretera 56 para volver hacia el norte de la península. Hubiera querido reservar algo por el sur, que nos pillaba más de paso, pero lo poco que había tenía precio desorbitado, así que cuando encontré esta cabañita por 102 € me pareció buena opción, aunque tuviéramos que hacer unos cuantos kilómetros más.

La 56 es una carretera fantástica que recorre paisajes preciosos. Llegamos al alojamiento cerca de las 21:00 y sólo ver la cabañita por fuera es amor a primera vista, con su porche y su terraza lateral.



Al entrar nos termina de cautivar porque, sin ser mucho más grande que otras, está muy bien aprovechada y da mucha sensación de amplitud. Además, todo está nuevo y limpísimo, y se nota que está decorada con cariño. Tiene hasta una barbacoa de gas en el porche. ¡Si lo llegamos a saber no cenamos hoy sopicaldos de sobre! Nos planteamos incluso la posibilidad de acercarnos a Stykkishólmur a por unas chuletas, pero abortamos la idea ante la certeza de que a esas horas los nativos están ya todos acostados y los supermercados cerrados.



Desde el porche de nuestra casita tenemos unas espléndidas vistas del anochecer en la península de Snaefellsnes.




Y así termina nuestro noveno día en Islandia, que ha sido agotador en cuanto a kilómetros de coche, pero precioso en paisajes con la colaboración de la luz del sol. Cuantos más días llevamos en este país, más me gusta y más pena me da que nuestro viaje vaya a finalizar ya tan pronto.

Y es que Islandia enamora.

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El programa para hoy viernes es más relajado. Sólo tenemos que llegar desde nuestro alojamiento en Stykkishólmur hasta Reykjavik para pasar allí el resto del día, así que nos levantamos a las 9:00, como unos señores.



Hoy es el primer día de todo nuestro viaje por Islandia en que amanece absolutamente despejado y soleado. Parece que por fin los pronósticos están acertando y, con un poco de suerte, no volvemos a ver nubes en los dos días que nos quedan.

En el intercambio de emails que habíamos tenido con la propietaria del bungalow de Stykkishólmur, donde nos hemos alojado esta noche, nos había dicho que era época de arándanos, que alrededor de la casita había montones de ellos y que nos sintiéramos libres de coger cuantos quisiéramos. Así pues, después de desayunar estamos un rato recolectando arándanos hasta que juntamos un buen puñado (con los que después, una vez de vuelta en casa, hemos hecho unas magdalenas muy ricas).

Nos despedimos de nuestras vecinitas de cuatro patas y partimos poco antes de las 11:00 hacia Reykjavik, broche final de nuestro periplo por esta isla.




El trayecto hasta Reykjavik todavía nos va a deparar una última sorpresa. Estamos casi llegando a Borgarnes cuando nos llama la atención en el cielo un gigantesco disco gris alrededor del sol, bordeado por un arcoíris circular.

Paramos el coche para observarlo con tranquilidad y Niñooo activa los datos de su móvil para buscar en Google “arcoíris circular”. Nos enteramos entonces de que se trata de un "halo solar", un curioso fenómeno meteorológico que se produce en zonas frías cuando en la troposfera hay partículas de hielo en suspensión que refractan la luz del sol.

No hemos podido ver auroras, ¡pero estamos viendo un halo!



Más adelante, en la zona de Akranes, el fiordo Hvalfjörður ofrece bonitas postales.



Tomamos el túnel que ataja desde la península de Akranes bajo el fiordo Hvalfjörður y que ahorra una buena cantidad de kilómetros por superficie. Este túnel tiene una longitud de 6 km y hay que pagar un peaje de 1000 ISK (casi 8 euros).

Son las 13:15 cuando llegamos a Reykjavik y encontramos un atasco monumental a la entrada. ¡Vuelta a la civilización! Después de tantos días de naturaleza y relajación nos resulta casi irreal toparnos con algo así, que tampoco esperábamos.

Hasta las 14:00 no podemos entrar en el apartamento que tenemos alquilado para hoy, así que decidimos ir a comer primero. ¡Se acabaron los sándwiches y los sopicaldos caseros! Vamos a celebrar nuestra estancia en Reykjavik comiendo y cenando en algunos de los lugares recomendados que llevábamos apuntados. Hoy, para empezar, decidimos dirigirnos al Centro Comercial Kringlan, donde hay una hamburguesería de una cadena islandesa llamada Fabrikkan y será fácil aparcar.

Niñooo activa el GPS del Google Maps y siguiendo sus indicaciones llegamos a Kringlan a las 13:45. ¡Media hora para recorrer los 7 km que hay desde el acceso a Reykjavik hasta aquí! Uffff…

Pedimos una hamburguesa cada uno y tres postres para compartir, y podemos decir que está todo bastante bueno. Mi hamburguesa de pollo especiado… ¡riquísima! Para beber, una cerveza, dos refrescos y una jarra de agua. En todos los establecimientos ponen jarras de agua gratis si las pides.

En una pared de la hamburguesería hay un panel donde pone cuántos islandeses son en lslandia en ese momento. En el rato que estuvimos allí no nació ninguno.




Eso sí, la broma nos costó 14.775 ISK (¡más de 110 €!). Pero en fin… un día es un día, y después de tantas jornadas de sándwiches ya iba apeteciendo algo más de alegría a la hora de comer.


Ya que estamos por allí, antes de ir al apartamento, aprovechamos a pasar por el Laugardalshöll, el pabellón polideportivo donde entregan hoy los dorsales para las carreras de mañana sábado. Hay un gran ambiente por allí; parece como si todo Reykjavik fuera a participar en las carreras. Hay Maratón, Media Maratón, carrera de 10 Km., carrera infantil y no sé cuántas más, todas ellas simultáneamente mañana por la mañana.

Bicho recoge su dorsal, su camiseta y el chip y entramos a ver la “feria del corredor”, donde hay un montón de stands de diferentes marcas deportivas, todo ello a precios islandeses.

Por fin nos dirigimos hacia el apartamento. Está fantásticamente situado detrás de la Hallgrimskirkja, la famosa iglesia luterana de Reykjavik, a tan sólo 200 metros de ella. Desde la puerta de nuestro apartamento podemos verla por detrás.



Aparcamos allí mismo, dejamos las cosas en el apartamento, descansamos unos minutos y sobre las 17:30 salimos a ver la ciudad. Es un día precioso, muy soleado y con un magnífico cielo azul sólo alterado por algunas nubecillas de algodón.


En esta imagen, el punto amarillo señala dónde está nuestro apartamento. Lo primero que vamos a ver es la Hallgrimskirkja. Esta iglesia luterana (no catedral) fue encargada en 1937 al arquitecto islandés Guðjón Samúelsson, pero no se terminó hasta 1986. Tiene casi 75 metros de altura, lo que la hace el edificio más alto del país, y su aspecto exterior está inspirado en las columnas de basalto tan típicas de la naturaleza islandesa y que tanto hemos visto durante nuestro viaje por estas tierras.




Su interior es sobrio y elegante y tiene un gran órgano hecho por un especialista alemán.


Tiene unos ascensores para subir a lo alto de la torre, pero nosotros no subimos.


Delante de la iglesia está la estatua de Leif Eriksson (hijo de Erik el Rojo, un vikingo procedente de Noruega que fue el primer colonizador de Islandia, a finales del S.X). Se considera que Leif Eriksson fue el primer descubridor de América del Norte; llegó allí (concretamente, a Groenlandia) quinientos años antes de que Cristóbal Colón desembarcara en las islas del Caribe, aunque por alguna razón decidió no establecerse en ese nuevo mundo. Esta estatua fue un regalo de EEUU en 1930 para conmemorar el 1000 aniversario del Parlamento islandés, el más antiguo de Europa.


Cruzamos la carretera lateral de la Hallgrimskirkja para ver el jardín del Museo Einar Jónsson (en Eiríksgata 101). Aunque el museo esté cerrado, el jardín permanece abierto y es de visita libre. Alberga 26 esculturas de este autor, todas ellas de temática alegórica (“La Maternidad”, “La Muerte”…)


Al fondo, la torre de Hallgrimskirkja:




Bajamos por la calle Skólavörðustígur, que está muy animada. ¡Qué diferencia con Akureyri! ¡Sí, los islandeses existen!

Es una calle bastante comercial que baja recta desde la Hallgrimskirkja hasta Laugavegur, la calle principal de Reykjavik, con la iglesia siempre a tus espaldas. Además, como mañana es la Menningarnótt (Noche de la Cultura de Reykjavik; hablaré de ello en la siguiente etapa), en algunas zonas la calle ya está engalanada.



En Skólavörðustígur vimos estas originales barreras abatibles que se abren o cierran según quieran dejar la calle accesible para coches o no.



Seguimos bajando por la calle Bankastræti hasta Lækjargata. Esta zona está animadísima, llena de tabernas y tiendas de souvenirs porque, aparte de nativos, hay muchos turistas (¡muchos de ellos españoles!). Poco antes de llegar a Lækjargata hay una Oficina de turismo en Bankastræti, donde cogemos unos planos de la ciudad.




Vamos hacia la Domkirkjan que, aunque parezca mentira por su tamaño y pobre aspecto, es la Catedral luterana, uno de los edificios más antiguos de Reykjavik (1787). De este edificio no tengo fotos.

Al lado de la Domkirkjan hay un edificio construido con roca volcánica que es el Parlamento, Alþingi (1880).



Y delante de ambos edificios hay una placita con césped llamada Austurvöllur donde los reykjavikenses suelen ir a solazarse los días de sol.


A continuación vamos hacia el Lago Tjörnin. Es enooorme… El edificio que se ve parcialmente a la derecha de la foto es el Ayuntamiento, que fue construido en 1992 y está cimentado sobre el fondo del lago. Al parecer, dentro hay una maqueta de toda la isla, pero durante nuestra estancia en Reykjavik no coincidimos con el horario de apertura y no pudimos verla.





La torre que asoma por detrás de las casas en esta última foto es la Basílica de Cristo Rey (Domkirkjan Krists Konungs), a la que nos dirigimos a continuación.


Situada en una zona alta de la ciudad, en medio de una pradera de césped, es la Catedral católica de Islandia. Fue terminada de construir a principios del S XX en estilo neogótico y… ¿quién fue el arquitecto? Pues sí, Guðjón Samúelsson, el mismo de la Hallgrimskirkja y de la Akureyrarkirkja.


Ahora nos dirigimos hacia Harpa, el Palacio de Congresos de Reykjavik, inaugurado en 2011, que fue Premio Mies Van der Rohe de Arquitectura en 2013. Es la sede de la Orquesta Sinfónica de Islandia y de la Ópera Islandesa, y en sus múltiples salones de actos se celebran eventos y espectáculos de todo tipo. A nosotros, amantes de la arquitectura moderna, nos gusta bastante. Con la luz del atardecer tiene bonitas perspectivas.





Por dentro también tiene espacios interesantes:





Tras pasar un rato viendo el Harpa, vamos hacia el Sun Voyager (en islandés Sólfar), una escultura de acero inoxidable situada al borde del mar. Fue instalada en 1986 para conmemorar el 200 aniversario de la ciudad y, según su autor, Jón Gunnar Árnason, evoca un territorio por descubrir, un sueño de esperanza, el progreso y la libertad. Al margen de su significado, desde aquí hay un atardecer muy bonito con el Sun Voyager como protagonista.




El atardecer nos recuerda que va siendo hora de cenar. Los planes esta vez son probar los perritos calientes de Bæjarins Beztu Pylsur (en Tryggvagata 1), que tanta fama tienen.



Esperamos la cola, no muy larga en ese momento, y pedimos dos perritos “normales” y dos sólo con tomate. Da igual cómo pidas el perrito, la tarifa es fija de 420 ISK (3,25 €). Los “normales” llevan, aparte del tomate, una especie de mostaza y cebolla crujiente. No tienen la gentileza de ser un poco más generosos con el tomate en los perritos que hemos pedido sin nada más, y echan sólo un mísero chorrito. En resumidas cuentas, que me parece muy inmerecida la fama que tienen porque, aparte de ser un poco tacaños, son muy normalitos de sabor. Quien haya probado también los que venden en Ikea estará de acuerdo en que son muy parecidos (yo diría que incluso están más ricos los de la tienda de muebles).
Creo que están sobrevalorados por la tontería de que se han hecho famosos y ya es la pescadilla que se muerde la cola.



Son las 22:30. Está anocheciendo y volvemos hacia el apartamento subiendo por Skólavörðustígur con la Hallgrimskirkja iluminada como telón de fondo.



El apartamento está situado en la planta baja de un pequeño edificio de tres pisos que tiene un jardincito delante. Tiene un salón-estar-cocina, un dormitorio y un baño, todo grande y bien amueblado, pero adolece de falta de limpieza. Seguramente será circunstancial; tal vez por algún problema no les ha sido posible entrar a limpiar después de irse los anteriores inquilinos, pero son varias las cosas que encontramos sucias.

Completamos la frugal cena de hoy con algo de fruta y Skyr que aún nos queda y nos acostamos a las 24:00. Mañana nos espera un día muy especial en Reykavik, como colofón de este magnífico viaje por Islandia.

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Hoy es sábado, 20 de agosto, y es nuestro último día en Islandia. Estamos un poco tristes y a la vez entusiasmados; es un sentimiento encontrado. Por un lado, se termina nuestro viaje. Pero por otro, hoy tenemos un día muy especial en Reykjavik.

Para empezar, Bicho corre hoy Medio Maratón. Pero además luego tenemos el resto del día para disfrutar de la Menningarnótt, o Noche de la Cultura de Reykjavik.

Cuando nos enteramos de que el Maratón se celebraba el mismo día que íbamos a estar en Reykjavik nos llevamos una gratísima sorpresa y Bicho no dudó en inscribirse en la Media carrera. Pero cuando supimos que, además, este mismo día era la Menningarnótt, no pudimos estar más contentos. No lo habíamos programado aposta, ¡todo había sido una fantástica casualidad!

Menningarnótt se celebra un día al año. Es un sábado a finales de agosto en el que Reykjavik se convierte en una fiesta continua desde primeras horas de la mañana. Empiezan con el Maratón y demás carreras populares, y continúan todo el día con actuaciones y espectáculos gratuitos por todas partes: por las calles, en las plazas, en la Iglesia, en Harpa, en Perlan, etc. Muchos de los eventos callejeros son de organizaciones vecinales, peñas, familias o grupos de amigos que se reúnen para animar el ambiente con sus habilidades (hay cantantes, músicos, bailarines…) y te los encuentras en cualquier esquina. El centro de Reykjavik se corta al tráfico porque las calles se llenan de gente. Los museos y los autobuses son gratis, y muchos establecimientos como bares o restaurantes hacen ofertas especiales.



Los actos se suceden durante todo el día hasta las 23:00, hora en que un espectáculo de fuegos artificiales pone fin a la fiesta. Curiosamente, se llama Noche de la Cultura pero se celebra durante el día y termina a las 23:00.

Imagen tomada de la web de Menningarnótt:



Podéis ver más información en el siguiente enlace:

visitreykjavik.is/ ...ture-night


Así pues, empezamos el día levantándonos tempranito. El Medio Maratón que va a correr Bicho da comienzo a las 8:40 junto al Lago Tjörnin. Conviene estar por allí un poco antes para que a Bicho le dé tiempo de calentar, de modo que salimos del apartamento a las 8:00.

El ambiente está muy animado en torno a la línea de salida. Hay carreras desde 3 km hasta 42 km y corre todo tipo de gente: niños, mayores, islandeses, no islandeses… A las 8:40 salen a la vez los del Maratón y los del Medio Maratón. Más tarde van saliendo progresivamente las demás carreras.



¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!... ¡Adelante, corredores! Empieza la carrera y salen todos disparados a intentar conseguir sus mejores marcas. El día ha amanecido muy favorable. Luce un sol espléndido, la temperatura es magnífica y no se mueve apenas el aire.

Tras presenciar la salida y proferir unos cuantos gritos de ánimo, Niñaaa, Niñooo y yo nos dirigimos hacia el Harpa, por donde pasa la carrera en su kilómetro 11. Si todo va bien, Bicho deberá pasar por aquí en 44 minutos, así que nos sentamos en unas piedras en la mediana de la calzada a esperar.

Poco antes de los 44 minutos pasa ante el Harpa una centella que resulta ser Bicho. ¡Ánimooo! ¡Que vas muy bieeeen!



Nos volvemos entonces hacia la meta, que es la misma línea que la de salida, y nos arrimamos a las vallas para presenciar su llegada. Cuando ha transcurrido un hora y veinte minutos de carrera, vemos aproximarse una figura con camiseta roja… ¡Es él! ¡Es él! ¡Primer español en cruzar la meta y primero de su categoría! ¡Muy buena marca, Bicho!



Ha hecho una marca muy buena, por debajo de 1 hora y 21 minutos. Estamos muy contentos… ¡Sobre todo Bicho, que sus sudores le ha costado!


El lago Tjörnin está muy bonito esta mañana, con una luz muy diferente de la que lo vimos ayer por la tarde.




Volvemos hacia el apartamento. Las calles están llenas de gente que ha salido a disfrutar de una excelente mañana de sábado, corredores agotados que ya han terminado las carreras más cortas, turistas, etc.



El centro de Reykjavik tiene la apariencia de un pueblo grande. Las calles se conforman mediante una sucesión de pequeños edificios de no más de tres plantas, cada uno con su estilo, su personalidad y su propio colorido, componiendo una especie de muestrario de los gustos de cada uno de los propietarios.



De camino hacia nuestro alojamiento pasamos junto a esta pieza de arte de la arquitectura contemporánea:



La Hallgrimskirkja también presenta unos matices muy distintos bajo el sol de la mañana.




Recogemos todas las cosas del apartamento porque debemos abandonarlo antes de las 12:00. Bicho se asea y adecenta. Faltan cinco minutos para esa hora cuando terminamos de cargarlo todo el coche, que lo tenemos aparcado allí al lado, y nos vamos dando un paseo hacia el Perlan, un Centro de exposiciones, conciertos, etc., que está situado sobre la colina de Öskjuhlíð. Antiguamente había allí unos depósitos de agua caliente de origen geotérmico, pero en 1991 se dejaron de usar y se pensó en aprovechar las construcciones para darles otro uso, de modo que colocaron una estructura semiesférica encima a modo de cúpula y les quedó un espacio bastante majo.





En la base de la cúpula hay una terraza perimetral desde la que hay buenas vistas panorámicas de Reykjavik. Y en la siguiente planta hay un restaurante giratorio que tarda dos horas en realizar una vuelta completa, aunque nosotros no subimos a comprobarlo.





Cuando estamos en la terraza panorámica del Perlan vemos a lo lejos un gran barco de crucero deslizándose ceremonioso hacia Reykjavik. Consultando algunos datos, curiosamente resulta ser el Koningsdam de Holland America, precisamente el barco que estuvimos tanteando en un principio para haber hecho el viaje a Islandia en crucero, aunque lo desechamos porque solo hacía escala en Akureyri, Ísafjörður y Reykjavik, y nos parecía poca muestra para tanto país (aparte de que el presupuesto se disparaba aún más). Ha querido la casualidad que finalmente hayamos ido a coincidir el mismo día en Reykjavik. Además, nos enteramos de que también el MSC Splendida hace escala hoy aquí. ¡Lo que faltaba! El día más animado del año en esta ciudad… ¡Por si había poca gente! ¿Las navieras lo habrán programado aposta?



Volvemos hacia el centro y a las 13:15 estamos ya de nuevo por la zona de la iglesia. Para hoy habíamos planeado comer en otra de las recomendaciones que traíamos apuntadas, la Taberna Sægreifinn, especializada en brochetas de pescado, que está junto al puerto. Como Bicho tiene que reponer energías y se va acercando la hora de comer, nos dirigimos ya hacia allí.

Por el camino nos encontramos una concentración de moteros celebrando el Menningarnótt.




La Taberna Sægreifinn es una antigua casa de pescadores pintada de verde. El dueño, un viejo pescador conocido como Seabaron, decidió hace tiempo instalar una cocinita para servir el pescado recién traído. Tuvo éxito, el negocio creció y finalmente decidió dedicarse por entero a la empresa. En principio la idea resulta interesante y pintoresca.

Cuando llegamos allí, encontramos un establecimiento pequeño, cutre y sucio, al mejor estilo de los bares de pueblo. Hay tres bancadas corridas de madera, muy estrechas, que hacen las veces de mesas, y los asientos son pequeños barriles incomodísimos con cojines rotos por asiento. Todo apiñado, de manera que al estar sentado prácticamente te rozas con la espalda del que está en la bancada de detrás. Hay un pequeño mostrador donde atienden y, mientras esperas la cola, vas eligiendo lo que vas a pedir de entre lo que hay en un expositor a la izquierda. Todo son brochetas de diferentes tipos de pescado y alguna de verduras, y las hacen a la plancha en el momento. También tienen una sopa de langosta que, según el New York Times, es la mejor del mundo. Las jarras de agua son gratis y se supone que el café también, aunque cuando nosotros estuvimos la máquina de café estaba vacía.
Pides en el mostrador, pagas y te dan un número para luego traerte tu pedido a la mesa. Para podernos sentar, tenemos que limpiar nosotros mismos los restos que habían dejado los comensales anteriores.

La verdad es que no nos está convenciendo mucho este sitio. Las brochetas son carísimas, 1.850 ISK (14,30 €) y la sopita de langosta también, 1.395 ISK (10,80 €). Y ni las unas ni la otra son nada del otro mundo. Ni especialmente grandes ni especialmente ricas. No es que estén malas, pero tampoco les encontramos nada que nos maraville. Y encima has de comer en esas condiciones de incomodidad y suciedad… Afuera hay una terracita con unas pocas mesas pero estaban ocupadas o reservadas.

Para nuestro gusto, otro lugar sobrevalorado, como el Bæjarins Beztu Pylsur de los perritos de anoche.

Salimos de allí un poco decepcionados porque nos habíamos dejado una pasta para quedarnos un poco silbando. Las hamburguesas de ayer en Fabrikkan habían sido carísimas también, pero por lo menos nos dejaron saciados.

Necesitamos comer algo más, sobre todo Bicho. De modo que nos vamos hacia el centro a buscar alguno de los puntos donde están ofreciendo café, té, batidos de chocolate y gofres gratis como parte de la celebración de la Menningarnótt. Hacemos unos minutos de cola en uno de los emplazamientos y nos tomamos nuestro “postre” gratuito.

Son casi las 16:00 y ahora nos vamos hacia la calle Laugavegur, que ayer no tuvimos tiempo de ver, y que hoy debe de tener un ambientazo considerable.



Recorremos la calle entera de una punta a otra y nos metemos por las bocacalles, parándonos allí donde vemos que hay actuaciones, fuera y también dentro de algunos locales. En una de las calles aledañas vemos un corro de gente bailando ritmos latinos y, cuando suena una bachata, nos animamos nosotros también.



Como Bicho sigue medio desfallecido, y además necesitamos descansar un rato las piernas, decidimos echar mano de otra de las recomendaciones que traemos anotadas y que nos pilla allí muy cerca. Aunque después del éxito obtenido en Bæjarins Beztu Pylsur y en la Taberna Sægreifinn, no sabemos si fiarnos mucho…

De modo que entramos en la Pastelería Sandholt (Laugavegur 36) y nos desplomamos en los asientos en un rincón en torno a una mesa de cuatro. Pedimos cuatro pastelillos, tres cafés y un té y….¡Mmmmmm!... ¡Qué rico todoooo!

Esta vez sí hemos acertado de lleno. La factura asciende a 5.585 ISK (43 €), que para nosotros no es barato, pero teniendo en cuenta que estamos en Islandia, en pleno centro de Reykjavik, no nos parece descabellado.



Tras reposar un rato largo en Sandholt empezamos a sentir de nuevo las piernas y reanudamos nuestro paseo por Reykjavik. Decidimos acercarnos a Harpa, a ver qué se cuece por allí. Llegamos allí sobre las 18:30 y lo encontramos en ebullición; es mucha la gente que cruza su gran vestíbulo y que sube y baja por sus escaleras, porque hay multitud de eventos simultáneamente en varios de sus salones de actos.




Nos sentamos un ratito en el vestíbulo. Vemos que en la puerta de uno de los salones se ha formado una cola larguísima. ¿Qué será lo que va a haber ahí, que hay tanta gente? Unos minutos antes de las 19:00 la cola empieza a avanzar hasta que la sala la engulle entera y entonces pensamos que, sea lo que sea, merecerá la pena, y sobre todo teniendo en cuenta que es gratis. Así que vamos a entrar a verlo y así de paso descansamos un rato en una buena butaca.

Entramos a la sala, descubriendo que es un teatro enorme con un gran patio de butacas y varios pisos de palcos. En las primeras filas aún hay asientos vacíos y nos sentamos cerquita del escenario. A las 19:00 aparecen en escena los músicos de la Reykjavik Big Band. ¡Bieeen! ¡Esto tiene buena pinta!

Asistimos, pues, a un concierto de esta magnífica banda, que disfrutamos un montón porque nos encanta el jazz melódico como el que ellos interpretan.



Salimos de Harpa muy contentos por la oportunidad, tan inesperada como fantástica, que hemos tenido de presenciar el concierto. Faltan diez minutos para las ocho y vemos que Arnarhóll, la gran explanada de césped que hay enfrente, está llena de gente sentada frente a un escenario que hay allí instalado, seguramente esperando a que empiece alguna actuación. De modo que nos sentamos nosotros también. Son nuestros últimos minutos en Reykavik (a las 21:00 debemos salir hacia el aeropuerto porque tenemos que devolver el coche a Cars Iceland antes de las 22:00) y queremos exprimirlos al máximo.

A las 20:00 da comienzo la actuación de una chica muy jovencita que canta francamente bien. No sabemos quién es, porque todo se habla en islandés, pero canta varios temas, algunos más conocidos y otros que deben de ser populares sólo en Islandia, y nos gusta mucho su voz tan dulce.



Después nos hemos enterado de que se trata de Glowie, una especie de “Rosa de España” a la islandesa. Fue la ganadora de un concurso de jóvenes talentos en Islandia, y es muy famosa en ese país.

El concierto dura tres cuartos de hora y después se suceden más actuaciones de otros artistas, hasta las 23:00, pero nosotros tenemos que marcharnos ya hacia el coche para abandonar Reykjavik. Lamentablemente, nos vamos a perder el espectáculo de fuegos artificiales que cierra este día de fiesta. ¡Qué pena!

A las 21:00 estamos arrancando hacia el aeropuerto. Ha sido un día magnífico. Muy diferente a todos los anteriores, tan bucólicos, y perfecto como broche final al viaje por Islandia.

Al llegar a Keflavik el plan es dejar a Niñooo y Niñaaa en la terminal del aeropuerto con todo el equipaje mientras que Bicho y yo vamos a devolver el coche a la oficina de alquiler. Para dejarlos en la terminal nos vemos obligados a entrar en el parking… ¡Arrgggg, qué rabia! ¡Nos va a costar dinero!... Pero no. Al salir, el parquímetro detecta que hemos estado menos de quince minutos y nos abre la barrera sin tener que pagar nada.

Nos dirigimos entonces hacia la oficina de Cars Iceland. En los últimos días, desde que estuvimos en el taller de Akureyri, habíamos intercambiado una serie de emails con Cars Iceland, que ellos se limitaban a reenviar a Blue Car Rental y después transmitirnos su respuesta. Finalmente Blue Car Rental nos ofreció reembolsarnos un importe equivalente a un día de alquiler, como compensación por la pérdida de tiempo y las molestias ocasionadas por la rotura del freno de mano. Como no teníamos ganas de más follones, aceptamos para zanjar el asunto.

Por todo ello, nuestra experiencia con Cars Iceland no ha sido del todo buena. La verdad es que ellos no se han portado mal; nos han contestado rápidamente cada email que les hemos enviado, incluso a partir de cierto momento nos empezó a responder una persona en español, y también nos han atendido siempre que hemos llamado por teléfono. Ha sido la mala actitud de Blue Cars Rental, desentendiéndose por completo, la que ha hecho que hayamos quedado descontentos. La próxima vez que queramos alquilar un coche, nos aseguraremos de que la empresa con la que contratamos no dependa de otra y que sea propietaria de la flota de vehículos.

En la oficina de Cars Iceland nos atiende un chico que nos pregunta qué tal todo. Le decimos que “regular” y le comentamos el percance del freno de mano, pero él nos contesta que tiene que defender a su empresa y que por tanto está de acuerdo en que no hace falta el freno de mano para conducir. Y todavía tiene la insolencia de decirnos que la existencia de freno de mano en los coches es “puramente testimonial”.

Bah, no vamos a discutir por eso. Queremos irnos de Islandia con el buen sabor de boca que nos han dejado su naturaleza y el alegre espíritu de Reykjavik.

Nuestro vuelo sale a la 01:40. El avión que acaba de aterrizar procedente de Madrid será en el que embarquemos nosotros de vuelta. Los rostros de los viajeros que descienden, con los que nos cruzamos junto a la puerta de embarque, revelan la ilusión de la aventura que están por iniciar. Entonces recuerdo cuando, hace once días, éramos nosotros los que estábamos en esa tesitura y siento nostalgia por todos los buenos momentos que ya han terminado.

Pero los recuerdos nos quedarán para siempre.

Y durante todo el vuelo de regreso nos acompaña este fulgor en el horizonte, al noreste, que nunca sabré si es una especie de “sol de medianoche” con el que nos ha querido despedir Islandia.

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