![]() ![]() cuba! ✏️ Blogs de Cuba
este diario recoge el viaje que hice a cuba la segunda quincena de junio del 2008 con mi pareja, un coche y muchas ganas de ver y comprenderAutor: Carmenbf Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.3 (10 Votos) Índice del Diario: cuba!
01: cuba! 16 y 17 de junio, santiago de cuba
02: cuba! 18 de junio, santiago de cuba, carretera, camagüey
03: cuba! 19 de junio, camagüey
04: cuba!, 20 de junio, carretera, trinidad
05: cuba!, 21 de junio, trinidad
06: cuba!, 22 de junio, trinidad, playa ancón
07: cuba!, 23 de junio, carretera, cienfuegos
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Etapas 1 a 3, total 13
16-6-08, lunes Nos acabamos de casar. Estamos felices y tristones a la vez. Nuestras maletas son un desastre (las hicimos de resaca). Mi hermano Eduardo nos lleva a Madrid. Almorzamos torreznos en Almazán y comemos en un japonés estupendo. Nos embebemos. Dos horas en la cola para facturar. Montamos en el avión con dolor de cabeza. Parte del pasaje se emborracha. Dejan de servir ron y cerveza, aunque llevan un cargamento. No nos dormimos en las diez horas. Tengo hambre. Intento comprar algo en el avión de Cubana. Dos azafatas buscan "papitas para esta niña". Nada. Tengo un agujero en el estómago y llevo tres días seguidos de resaca. Aterrizamos en Santiago. No hay ni un alma en el aeropuerto. Nos cuentan que sólo llega un avión al día. El lunes los españoles, el martes los franceses, el miércoles los canadienses... La ciudad lo sabe y los buscavidas se preparan el repertorio de cebos. Nos recoge un taxi. Un tartamudo nos mete las maletas aunque no se lo hemos pedido. Le damos dinero. Se llama José. Llegamos al hotel. Lo que hemos visto por el camino nos gusta. Nos damos un baño y bebemos unos "buchitos" del ron que nos dejan de regalo en la habitación. Son las dos de la mañana, seis horas menos que en España. Llamo a mi padre para decirle que ya hemos llegado y para preguntarle si Eduardo llegó bien. Cuando le dejamos en Madrid estaba un poco pedo de sake.
17-6-08, martes Por estar de viaje de novios tenemos derecho a que nos suban un día el desayuno a la habitación en Santiago. Elegimos este. A las nueve en punto nos llega. Comemos fruta, huevos, pan, mantequilla, mermelada, zumos, café... Descubro los bizcochuelos (un tipo de mango específico de la región de Santiago). Se comen con cucharilla y son alucinantemente sabrosos. Nos regalan una excursión en taxi. El taxista se llama Erik Nápoles. Vamos al Morro, al cementerio, al santuario de la Caridad del Cobre, que es la patrona de Cuba, a la Plaza de la Revolución y al cuartel Moncada. El paisaje es bestial. En todos los sitios nos intentan vender puros y ron. Santiago es como un pueblo muy grande y de muchos colorines. Erik es simpático y un poco distante. Nos lleva a comprar una tarjeta de memoria para la cámara de fotos. En la tienda Foto Service compramos una de 512 megas usada a la mitad de precio que una de 128 nueva. Nos deja en la plaza de la catedral. Por lo menos diez personas vienen a hablarnos en menos de cinco minutos. Todos quieren vendernos algo, pedirnos algo o que vayamos a su paladar a comer langosta. No a todo. Todos nos desean un buen día a pesar del no. Nosotros queremos localizar un teléfono para quedar con Hebert. Aparece Yuri. Se ofrece a acompañarnos al teléfono. Nos cae bien. Trabaja en el hotel y nos vio llegar anoche. Se queda con nosotros todo el día. Vamos a beber mojitos a un bar nuevo (nos cuenta que allí van las parejas infieles porque aún no lo conoce casi nadie). Bebemos varios. Una chica nos quiere sacar dinero. Lo consigue conmigo. Enrique me desaprueba. Yuri me entiende (es el primer día y voy medio ciega; ya espabilaré). Ella sale a la calle a sacar dinero a otros “yumas”. Una pareja de canadienses jóvenes se pone muy nerviosa con su insistencia. Vemos que en Cuba no está bien visto perder los nervios. Los mojitos están buenísimos. Los músicos lo hacen muy bien. Resulta que Yuri y Enrique nacieron el mismo día. Vamos a comer a un paladar: pollo, camarones y langosta, aunque no es legal. Todo muy rico. Sobre todo el pollo. Echamos la tarde paseando Santiago. Verde, azul, amarillo…, nos encantan los colores. Yuri, como me ve beber como ellos y se teme lo peor, dice que lo más bonito es que tu novia se ponga borracha y poder llevarla en brazos a casa. Yuri ni se imagina el aguante que tengo. Vamos al barrio francés. La arquitectura es una maravilla. Los desconchados, los apuntalamientos, las ruinas, no lo son tanto, pero la realidad es que tienen menos peso cuando miras. Conocemos a Guillermito. Es “loco al rock” y como Yuri sabe que a Enrique le mola, nos lleva a su casa. Es vecino de Yuri en el “Tivolí” y debe de ser el tío más raro del barrio porque en Cuba los roqueros son una rareza. Vive en una casa colonial de techos altísimos con su abuela, una prima, su marido y una niña pequeña. Es huérfano y dice que si no fuera por su abuela ya se habría largado de Cuba. La abuela es lo más. Nos tuesta y nos prepara café en el momento. A mí me dan un gatito pequeño para que lo guarde y Enrique y Guillermito se ponen a hablar de lo suyo. Yo no entiendo nada pero entre el gatito, la abuela y el olor a café estoy muy a gusto. Yuri entra y sale de la casa. Va a recoger a su niño al colegio. Lo deja. Él, Guillermito, Enrique y yo nos vamos a dar un último paseo y a ver el mirador del “Tivolí”. Anochece de golpe (allí pasa eso; tienes el sol encima de la cabeza y de repente desaparece) y Yuri se pone un poco nervioso y nos dice que nos vayamos ya. Entendemos que es posible que el sitio en el que estamos no sea muy seguro. Nos vamos. Nos despedimos. Enviaremos un móvil a Yuri y el Christ Illusion de Slayer a Guillermito. Nos montamos en un taxi rojo de los años 50. Cenamos pizza. Quedamos con Hebert. Subimos al bar del piso veinte del hotel. La ciudad son cuatro luces. Nos vamos a dormir. En todo el viaje no tendremos la suerte de volver a encontrar gente como ellos tres[/align] Etapas 1 a 3, total 13
18-6-08, miércoles
Madrugamos. Queremos pasear más por el centro y ver el Museo Emilio Bacardí. Acostumbrados a los museos europeos, el Bacardí nos deja un nudo en el estómago. En realidad, todo nos deja un nudo en el estómago. La colección de pintura es pequeñita pero nos gusta mucho. Entramos a una librería que nos recomendó Hebert. Tiene libros dedicados de mucha gente así que le regalo y le firmo un Pecado original. Enrique empieza su festival compra libros (se pagan en moneda nacional así que, al cambio, nos llevamos cinco libros por menos de dos euros). Seguimos andando y un par de chicos nos enganchan y nos llevan al puerto. Es imposible huir, así que nos dejamos guiar. Les damos sus cucs de rigor y nos vamos al hotel a recoger las maletas y el coche. Posando en la puerta, una niña vestida de rosa celebra sus quince. Recogemos el coche con un par de horas de retraso. Ha habido un error en la reserva y lo tendremos un día menos. Cambiamos de ruta en ese rato. No podremos ir a Baracoa. Verificamos que todo está bien, compramos agua y porquerías varias y enfilamos a Camagüey. Nos perdemos varias veces antes de salir de Santiago. La gente nos ayuda a encontrar el camino. Atravesamos parte de Sierra Maestra. Es una maravilla: palmerales espectaculares, riachuelos, plantaciones de tabaco... todo de un verde que no parece de verdad. Empezamos a recoger gente. Las vías del tren son muy peligrosas porque están cubiertas de vegetación y no hay nada parecido a una barrera que las señale. Al salir de un pueblo que no recuerdo como se llama casi nos pilla una locomotora. No hay señales, no hay líneas en la carretera, no hay arcén... Es una locura. Vamos recogiendo gente y por eso no nos perdemos ni acabamos clavados en ningún bache ("¿ves esa palmera? pues ahí cámbiate de carril que hay un agujero muy grande"). Al lado de la cárcel de la provincia de Holguín cogemos a una chica. Se duerme, se come nuestros ganchitos haciendo mucho ruido, se bebe nuestra "tu kola", nos pide dinero, nos miente (nos dice que los autoestopistas que ofrecen billetes lo hacen para venderlos y nosotros le creemos), ronca y cuando por fin despierta no hace más que contarnos historias sórdidas. Es el único pasajero extraño que llevamos en todo el viaje. A las dos horas se presenta. Yanijari o algo así. Cuando Enrique le dice que me llamo Carmen dice que qué nombre tan bonito. Enrique le explica que es muy típico en España y otras cosas más. Ella le corta y dice que no, que el mío no, que el bonito es el suyo: Yanijari. No damos crédito. Empieza a anochecer y se nubla. Me pongo un poco nerviosa. Acelero un poco. Llegamos a destino: seis horas largas de viaje sin parar ni una sola vez para hacer 325 kilómetros. Yanijari sigue hasta La Habana pero no se quiere bajar del coche. Le damos dinero y se pira. Un negro con bici nos dice que le sigamos. Nos lleva al centro. Nos lleva a un solar para que guardemos el coche. Llega el dueño del solar. Situación: dos negros enormes, un solar a oscuras, Enrique y yo, el coche, nuestras maletas... Dejamos ahí el coche. Encontramos alojamiento de milagro en un hotel que nos parece lo peor del mundo. Me tiemblan las piernas. Recogemos el coche. Pagamos. Vamos al hotel, nos cambiamos y salimos a pasear. Cuando llevamos ni sé cuántos mojitos en un bar en la calle de la Soledad empieza a llover a tope. Tormenta tropical auténtica. Enrique se está durmiendo, así que cogemos un bicitaxi. El bicitaxista va borracho como una cuba. Nos pasa por debajo de todos los chorros y se mete en todos los charcos gritando "somos locos, somos locos!". Lo somos un poco ese rato, sí. Cuando llegamos al hotel, empapados y medio ciegos, nos estamos meando de la risa Etapas 1 a 3, total 13
19-6-08, jueves
La habitación huele mal, como a ácido, y no podemos ventilarla. Hay mogollón de hormigas trepando por las paredes y un frigorífico enorme en medio. Los dos tenemos los móviles descargados (no los podremos cargar en cuatro días). Desayunamos tortilla de queso, pan, mantequilla y café. Se acabaron los bizcochuelos. El azucarero también está lleno de hormigas. Pero estamos a gusto. Salimos a la calle tranquilos, no hay prisa, con una sensación parecida a la de pasar el verano en el pueblo, ser pequeño y tener todo el tiempo del mundo por delante. De hecho, parece que aquí el tiempo cunde más. Entramos a las dos librerías de la avenida principal. Vemos al bicitaxista borracho de la noche anterior. No se acuerda de nosotros pero cuando le decimos "¡somos locos!" se ilumina y nos vacila un poco. Buscamos la casa de Nicolás Guillén. No hay casi nada del poeta (todo está en La Habana) y ahora acoge varias clases de la Facultad de Bellas Artes de la provincia. La gente es muy amable. Paseamos mucho. La ciudad nos gusta. Se supone que es el casco histórico más grande y mejor conservado del país y el que tiene un trazado hispanoárabe mas evidente. Tiene 300.000 habitantes pero nadie diría que tiene más de 5.000. Cogemos otro bicitaxi y nos lleva a ver la Plaza de la Revolución, los dos únicos rascacielos de la ciudad (el 24 y el 36), el zoológico, el agropecuario que está al lado del río, el Palacio de los Matrimonios... Nos gusta Camagüey. Nos deja y vamos al bar El Cambio. Está genial. Allí echamos unas cervezas. Inivtamos a un chaval que se acerca a hablar con nosotros. Un negrazo enorme y cuadradísimo que nos cuenta que Laura Pausini es la niña de sus ojos. Comemos en el paladar El Califa. Hay mil moscas pero la comida está buena. Y el café. Vamos al Museo Casa Natal de Ignacio Agramonte que tiene unos frescos preciosos. El calor es terrible así que vamos a siestear un poco. Nos levantamos, paseamos, encontramos plazas nuevas de muchos colorines y volvemos a El Cambio. Estamos charlando con un señor mayor que se llama Miguel y que nos dice que "ustedes son jóvenes y europeos y se creen que lo saben todo" (no se imagina ese hombre qué sensación tan distinta tenemos nosotros en realidad) cuando los cubanos que hay en el bar se levantan de repente y empiezan a cerrar puertas y ventanas. A lo lejos se ve un nubarrón a ras de suelo. No entendemos nada (¿vendrán los zombis detrás del nubarrón?). Nos explican que están fumigando toda la ciudad para evitar epidemias de dengue. Enrique y yo aquí estamos medio asobinados todo el día. Nos imaginamos en la calle sin movernos mientras pasa la fumigadora y luego saliendo de la nube calvos y con la ropa desintegrada. Miguel nos recomienda un restaurante, El Colonial. Vamos. Picadillo habanero, ropavieja a la camagüeyana, pan con mantequilla, moros y cristianos, ensalada y cuatro cervezas por 16 cucs (unos 12 euros). Todo riquísimo. Paseamos tranquilos un rato. Vamos a la Casa de la Trova. Empiezan a tocar tres señores mayores y yo no me echo a llorar de milagro. Joder con el país de la alegría. Salimos. En una plaza una charanga está ensayando y preparando el San Juan Camagüeyano. Debe de ser una fiesta brutal. Miramos un rato el jaleo que se prepara y cogemos un bicitaxi para ir al hotel. Gozamos mucho en Camagüey. Etapas 1 a 3, total 13
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