RODANDO EL OESTE ✏️ Blogs de USA

Ese lunes recorrimos los casi 200 kilómetros que nos distanciaban del pueblo de Saint George hasta el desierto, ya en el estado de Nevada, concretamente para llegar a Las Vegas. Lo de ir en lunes fue por evitar aglomeraciones y porque los precios de alojamientos son más económicos. ¡GRAN ACIERTO!

Siempre me había cuestionado por qué un lugar ubicado en pleno desierto estuviese en un Estado con un nombre tan contradictorio, NEVADA. Según nos íbamos acercando lo entendí, al fondo, como un fiel vigilante de aquel desierto se erguían las Montañas Rocosas, coronadas por nieve.

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Me sorprendió el casi incontable número de vallas publicitarias, todas ellas referentes a bufetes de abogados, ello nos daba pista de que nos introducíamos en una ciudad sin ley.

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Lo primero que hicimos al llegar a las Vegas, fue hacer cola en “la turístada” del cartel de Las Vegas. Allí, además del gentío, y como dirigiéndonos a todos, se encontraba un fotógrafo, con un cartel identificativo: “fotógrafo profesional”. Lo cierto, es que viene bien la voluntariedad “desinteresada” de alguien dispuesto a pasar calorazo por el simple hecho de que todo individuo o grupo de individuos salgan juntos en una foto. No pensé mal, pero el fajo de dólares que tenía a los pies me hizo cavilar que existía un afán lucrativo. JA, ja, ja,….

En Nevada me enteré que también se llama THE SILVER STATE, (El Estado plateado o de Plata). Mi primera reacción fue pensar que se denomina así por la cantidad de dinero que circula en Las Vegas, por su sinfín de Casinos y Hoteles. Me confundí. Fisgando en internet, he descubierto que es por sus muchos yacimientos de: plata, petróleo y arena, que existen en todo el Estado.

Una vez cubierto el expediente de inmortalizar el famoso cartel, dimos unas cuantas vueltas por la ciudad, en el coche, para hacernos a la idea de: qué, cuándo y cómo verlo. Además de que el aparcar era prácticamente una misión imposible, sin hacer uso del “talonario”. Me pareció que nos movíamos por un Gran Parque de Atracciones, compuesto por Hoteles, hoteles TODOS ELLOS TEMÁTICOS. Algo que me llamó, especialmente la atención, fue la cantidad de Iglesias, (que parecían de juguete), que había en una sola calle, lo que me hizo recordar las bodas Express que tantas veces hemos visto en la tele.

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Fuimos a lado de Fremont Street Experience, donde estaba nuestro alojamiento [b]Hotel Grand Downtown, e hicimos el check in, aparcamos el coche en el aparcamiento del hotel, que nos supuso una gran liberación.

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La sensación al entrar en la habitación fue un tanto extraña, me olía a tabaco, aunque debían ser los productos de limpieza de las moquetas de los solados. Siempre me quedará la duda. Ponen ceniceros y cerillas tanto en el baño como en la habitación, pero previamente te advierten en recepción de la prohibición de fumar. Las zonas habilitadas para fumar son las de casino.

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Nos relajamos un rato en la piscina y ya “recuperados”, comimos en un Dennys y cogimos un tique de 24 horas de la línea de autobús que se llama The Deuce, y puedes subir todas las veces que lo precises. Este bus, de dos plantas, recorre de norte a sur y viceversa la ciudad, lo que se llama la Strip, (de una distancia de más de 6 kilómetros). Es, sin duda, la mejor opción para moverse sin el agobio del calor sofocante de las calles. Y así empezó nuestro deambular de hotel en hotel, de casino en casino. Y no es que sea ludópata, es que en todos los hoteles tienes que hacer un paseillo previo por la zona de juegos, todas ellas zonas enmoquetadas y con fumadores. Visitamos seis de ellos, entre ellos el Luxor, el Cosmopolitan y el New York. En cada uno de ellos, lo que realmente, puede ser interesante requiere sacar tiques.

La tarde-noche la pasamos por el Fremont, donde era mejor mirar para las luces del techo sus tirolinas , si miras por lo que “se cuece” por los suelos puedes pensar que padeces alucinaciones. Os dejo con la intriga, por algo se llama Fremont Street Experience.

Tratar de dormir se hizo insoportable, porque hasta las dos de la madrugada se oía como si estuviese la orquesta de las fiestas del pueblo. Los que tengáis pueblo me entenderéis.

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La mañana del martes la dedicamos a ir de compras a Las Vegas Premium Outlets, es un gran Mall, con tiendas en horizontal con marcas muy conocidas, creo que unas 150 tiendas. Fui, pese a que no me gusta ir de compras, pero no me arrepentí, pues hice muy buenas adquisiciones de ropa y calzado, cumpliendo las tres BBB: (BUENAS, BONITAS Y BARATAS), y lo más importante,,,necesarias. Además, hay una zona de comidas rápidas, hicimos un pedido en Mamma Italia y comimos mucho mejor que en otros sitios.

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Volvimos a aparcar el coche y a dejar las compras, aprovechamos nuestra media hora de The Deuce que nos quedaba, e hicimos otro “cóctel” de visitas a hoteles temáticos. De los 175 hoteles que existen, aproximadamente, visitaríamos unos 20, pero guardo con un cariño muy especial los siguientes: el Venice, el Caesers Palace, y el Belagio.

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El Venice y el Caesers Palace despliegan toda la exquisitez de la elegancia italiana. Al entrar en los canales de Venecia, alguien me transportó a la realidad cuando me dijo: ¿qué te ocurre?, te has quedado con la boca abierta y con los ojos como platos. Y encima pudimos deleitarnos con opera y malabares en directo.

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Del Belagio me sorprendieron varias cosas: las tiendas de lujo, la decoración (cargante pero preciosa), la gran fuente de chocolates de un pastelero francés, y ya en el exterior los espectáculos de sus fuentes. Cada 15 minutos las fuentes bailan, literalmente, una bella coreografía como si fuesen prestigiosos bailarines. Lo curioso es que no es la misma danza, en una hora vimos tres diferentes y cada una de ellas más impresionante.

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Otros hoteles me impactaron más por sus exteriores como en el caso del Paris. A las 19 horas nuestros compañeros de viaje se dieron el regalo de ver el espectáculo KA del Circo del Sol en el MGM Grand Hotel and Casino, salieron tan emocionados de él, que no podían dejar de contárnoslo.

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En muchos de los pasadizos elevados que existen para pasar de un lado a otro de la calzada, encontrábamos a alguna persona pidiendo, lo curioso es que mostraban letreros como:
“Jimmy needs money for beer” = Jimmy necesita dinero para cervezas
“I need one or more women to fuck” = Necesito una o varias mujeres para follar.
“You need coins for vices” = Se necesitan monedas para vicios.
“If you do not give me tobacco, John will die” = Si no me dais tabaco, John morirá,
“Old man offers sex to teenagers” = Anciano ofrece sexo a adolescentes.

No hablaré de más esperpentos que vimos porque creo que ni siquiera me creeríais
Para regresar a Downtown cogimos un taxi, porque no era cuestión de volver andando, tal y como teníamos de agotados los pies. Cenamos por allí a base de pizzas, nos siguieron sorprendiendo los personajes que pululaban por allí.

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Entramos en el casino de nuestro hotel para pasar jugar unas “migajas” a la ruleta. En realidad, más que a jugar lo que hicimos fue desternillarnos, pues ninguno tenía ni idea de cómo se jugaba. Duramos 15 minutos escasos en quedarnos desplumados. Agotadísimos nos fuimos a dormir, pero se repitió la misma experiencia del día anterior. Entonces comprendí por qué en la mesilla de la habitación existían tapones para oídos.

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Un nuevo reto para el nuevo día, visitar uno de los lugares más inhóspitos del planeta. Junto con los desiertos de África y los del Oriente Próximo, el Valle de la Muerte no sólo es otro Parque Nacional, representa, además, la zona más desértica y tórrida de América, muchos días alcanza la “friolera” de 50º C e incluso la supera , por encontrarse a -86 metros con referencia al nivel del mar. Sus bastos terrenos son compartidos por dos Estados: Nevada y California.

Antes de partir, tomamos las medidas pertinentes e imprescindibles[u]: Nos ataviamos con ropa ligera, de gorros y/o viseras y potentes gafas de sol. Nos embadurnamos de crema solar de índice de protección +50. Y lo más importante, llenamos garrafas y botellitas individuales de AGUA, agua y más agua, (tanto líquida como sólida). Aunque la comida es importante y también llevábamos, su necesidad se queda en un lugar secundario.

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Partíamos desde Las Vegas al Valle de la muerte (Death Valley), lo que suponía recorrer 240 kilómetros, casi tres horas de coche. Según nos íbamos aproximando, la escasez de tráfico iba en aumento, parecía un augurio de lo qué nos esperaba. Ya llegando había retenciones y cortes de la carretera, por entrada y salida de camiones, lo que hizo que el viaje fuese más largo de lo previsto, hubo ratos que nos salíamos del coche, pero enseguida recuperábamos la sensatez y nos refugiábamos dentro de él.

Al entrar en el Parque buscamos servicios, “restrooms”, y fue la primera vez, que en lugar de servicios impolutos encontramos letrinas, de las que no pudimos hacer uso por la fetidez que desprendían. Aparcamos, y armándonos de valor, anduvimos algo más de un kilómetro a uno de los miradores, no recuerdo si era el Zabriski o el Dantes, pero creo que la temperatura era tal alta, que se me atragantó la visita. Recorrimos el Artist´s Drive y anduvimos por Badwaters, el nombre lo dice todo, parecen salinas evaporadas, pero en cuanto frotas un poco con la suela del zapato sale agua “mala”. Es peligroso tocar el suelo con las manos o pies porque las rocas son auténticas rocas vitrificadas o armas cortantes.

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Deseábamos regresar al vehículo, transportados de forma telepática. Andar se tornaba en toda una osadía, se hacía insoportable, tanto las altas temperaturas como el mirar al horizonte, creo que hasta las gafas hacían el efecto lupa y sentías que se te quemaban los ojos.

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Dentro del coche, me sentí orgullosa por haber alcanzado la meta, e incluso maravillada de que no estaba sudando. Sentada ya en el coche, experimenté una sensación extraña, supongo que igualita que la que deben de sentir: un cochinillo, un lechazo, un pollo, un pescado u otro ser vivo similar cuando son metidos en un horno para ser ASADOS. De Repente, empecé a supurar, literalmente, por todos los poros de la piel, incluyendo los de los dedos de los pies. Y solamente con un leve roce de la lengua en los labios parecía que estaba lamiendo aquellos suelos que acabábamos de abandonar.

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Hasta en la tienda de regalos del parque o en el Centro de Visitantes, te advierten con letreros que debes llevar calzado cerrado y calcetines. ADVERTENCIA que aunque no la cumplimos se ha de tomar muy en serio, porque es fácil que en calzados abiertos y pies semidescalzos te visiten los casi únicos pobladores de aquellos parajes: serpientes y alacranes.

Nuestro viaje continuó atravesando el desierto de Mojave, dónde la única vegetación que se divisaba eran los típicos árboles de Josué, que parecen híbridos de cactus y árbol, incluso yo diría que con aspecto fantasmagóricos, hasta llevar a Fresno. En el camino descubrimos un completísimo supermercado: Vallarta. Deben de ser mejicano, por la variedad de productos y porque sus clientes eran, mayoritariamente, hispanos. Nos vino genial, porque pudimos hacer acopio de aprovisionamientos alimentarios, que ya las llevábamos muy reducidas.

En Fresno salimos a dar un paseo ya de noche, pero había una luz muy escasa y las calles estaban, prácticamente, vacías. Así que cenamos en un establecimiento llamado Habit Burger, y “nos recogimos”.

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