En cuanto nos repusimos del mal trago, seguimos nuestro camino por la carretera 60 y tras una media hora de viaje, paramos a ver una poza de agua natural de la que habíamos leído en internet, aunque no teníamos muy claro de qué se trataba.
Cuando llegamos resultó que era una poza de agua caliente donde te podías bañar gratis, incluso había una cabaña donde dejar la ropa y cambiarte. Si no hubiera por el disgusto de la rueda, nos habríamos bañado, pero no teníamos el cuerpo para mucha fiesta. Mientras estábamos allí sacando fotos del lugar, salió una pareja de españoles que se acababa de remojar y estuvimos charlando con ellos un rato.
Aunque nuestra siguiente parada era ya el alojamiento para hacer el check in, todavía tuvimos tiempo de sacar alguna foto por el camino. Algunas, como las que vienen a continuación, sin bajarnos si quiera del coche.
Al entrar en Hólmavík vimos un supermercado y paramos para comprar la cena y el desayuno para el día siguiente. ISK 1.854 (17,3€).
Poca más tarde de las 6 de la tarde llegamos al que iba a ser nuestro alojamiento para los próximos dos días, el Iceland Visit Hostel. Por fuera nos pareció que el edificio era bastante nuevo y nos alegró ver que sólo había un coche aparcado en el exterior.
Cuando entramos nos encontramos la recepción vacía y junto a un teléfono que había colgado en la pared, había una nota que decía que el teléfono estaba estropeado y que se mandara un mensaje de WhatsApp a otro número de teléfono. La verdad es que nos pareció una forma un poco peculiar de atender a los clientes, pero bueno… mandamos el mensaje y a los pocos minutos aparecieron dos mujeres (una parecía la madre de la otra). La más joven fue la que nos atendió y nos explicó todo lo necesario para disfrutar de nuestra estancia.
Iceland Visit Hostel
- Web: [url=https://www.booking.com/hotel/is/iceland-visit-hostel.es.html?aid=7994077&aid=;label=gog235jc-hotel-XX-is-icelandNvisitNhostel-unspec-es-com-L%3Aes-O%3AwindowsS7-B%3Achrome-N%3AXX-S%3Abo-U%3AXX-H%3As;sid=4e2426ec13b9aaf041e7c3d1e28a65bc;dist=0&sb_price_type=total&type=total&]Iceland Visit Hostel[/url]
- Precio: 71€ por noche (1 litera doble en habitación de 3 literas)
- Ubicación: Hólmavík (Península de fiordo del oeste)
- Estado: Tanto el exterior como el interior (habitaciones, baños, zonas comunes) estaban muy nuevos. El precio NO incluye toallas ni la ropa de cama. Dentro de cada litera hay una tv y una toma para que puedas escucharla con auriculares.
- Servicios: Wifi y aparcamiento gratuito.
- Trato recibido: Correcto… sin más. El hecho de que no hubiera nadie en recepción y de tenerles que mandar un WhatsApp, nos sorprendió. Suponemos que en meses de julio y agosto, estarán más tiempo atendiendo en la recepción.
- Calificación: (8 sobre 10)
Sin ni siquiera sacar las maletas del coche, nos volvimos a poner en ruta porque todavía queríamos ver un par de cosas más, aprovechando que aún nos quedaban varias horas de luz.
En varias webs habíamos leído que la carretera 643, al este de Hólmavík, era una carretera panorámica con unas vistas que no había que perderse, así que seguimos por la carretera 61 unos 11 kms., hasta que nos cruzamos con la desviación de la carretera 643/645 hacia Drangsnes.
En la salida de Hólmavík una señal nos advirtió de que la temperatura en la zona era de tan sólo 2° C, pero lo peor estaba por llegar, ya que, en cuanto abandonamos la carretera principal, el estado de la carretera 643 dejaba bastante que desear (y todavía teníamos “fresco” el disgusto del cambio de rueda).
Así todo, antes de coger la carretera panorámica, nos desviamos un poco para ver unas casas curiosas llamadas The Sorcerer’s Cottage (la casa del hechicero). Estas casas situadas en Bjarnafjörður, cerca de Hotel Laugarhóll, forman una pequeña exposición que pretende enseñar a los visitantes con era la vida en el siglo XVII y la relación de sus habitantes con la brujería.
En el interior de la cabaña del hechicero pudimos ver símbolos extraños tallados en madera llamados Galdrastafir, y que fueron utilizados por algunos islandeses durante la caza de brujas, para la protección contra los malos espíritus, etc… Algunas de las representaciones fueron utilizadas también para la curación de enfermedades o para amansar al ganado (ovejas principalmente).
Tras esta exotérica visita, retrocedimos un poco hasta la desviación de la carretera 645 donde empezaba la ruta panorámica, pero antes vimos estos curiosos bultos de tierra y hierba que no conseguimos saber qué eran exactamente.
Poco tardamos en darnos cuenta de por qué no había que perderse esta carretera. A través de una pista sin asfaltar (aunque estaba bastante mejor que el pedregal que nos encontramos al principio), fuimos bordeando la península y los paisajes que nos encontramos fueron increíblemente bonitos (por lo menos a nosotros, que somos unos enamorados de los paisajes costeros, nos lo parecieron).
Como fuimos disfrutando del paisaje, el tiempo se nos pasó volando y cuando nos quisimos dar cuenta, eran ya las 21:30h y todavía nos faltaba un trozo para llegar al hostel. Casi estábamos llegando al cruce con la carretera 643, Anna me dijo casi gritando: ¡me ha parecido ver una ballena! ¡Creo que he visto el chorro de vapor! Yo como iba atento a la carretera no pude verlo, pero a partir de ahí, aminoramos la marcha y pusimos nuestros sentidos en estado de alerta por si realmente era una ballena.
Y efectivamente lo era. No habían pasado ni dos minutos desde que Anna la había visto, y de repente, una ballena sacó parte de su enorme cabeza y exhaló un gran chorro de vapor. Creo que hizo que nos miráramos… ¡para, para, para!
Como la carretera por dónde íbamos, no era precisamente muy ancha, tuvimos que seguir un poco más adelante donde vimos que había parada una auto caravana en una especie de estrada. Nada más detenernos, un chico también con cámara, se acercó a nosotros y nos vio tan “emocionados” que afirmó con la cabeza. Yo cogí la cámara con el tele y salí pitando hacia donde habíamos visto la ballena Como mi inglés es muy justito, me limité a saludar y esperé a que llegara Anna con la ropa de abrigo para entablar una conversación.
Resultó que era un fotógrafo alemán que también estaba recorriendo Islandia con un amigo. Nos estuvo comentando que llevaban un buen rato “persiguiendo” a la ballena y que, incluso, habían visto cómo había saltado, pero que no le había dado tiempo a fotografiarlo. Nos enseñó la cámara y sólo había podido sacar el gran “salpicón final”.
La ballena volvió a salir a la superficie varias veces y como estábamos en la bahía, desde la carretera la pudimos ver bastante cerca y sin molestarla. Aunque no quiso deleitarnos con otro salto, pudimos fotografiar con detalle el orificio por donde respiran, la aleta dorsal y la cola.
Con la emoción de haber visto una ballena tan de cerca, y encima sin que lo esperáramos, nos acabaron dando las 22:45h y además de no haber cenado, junto al mar hacía un frío que pelaba (la mano con la que sujetaba la cámara casi no la sentía), así que nos despedimos de nuestros amigos alemanes y nos fuimos directos al hostel.
Al llegar, y mientras nos preparábamos la cena, conocimos a una chica australiana muy joven (creo que nos dijo que tenía veintipocos años) que estaba recorriendo Islandia ella sola y en transporte público. Pensamos que tenía mucho mérito porque no nos parecía que hubiese mucha frecuencia de autobuses.
Al final, entre el encuentro fortuito con la ballena, la cena y la conversación con nuestra compañera de hostel, nos volvieron a dar las tantas y todavía teníamos que descargar las fotos y demás.
Por lo menos, cuando revisamos las fotos que habíamos sacado durante el día, sobre todo las de la carretera 643 y las de la ballena, se nos olvidó por un momento, el mal trago y disgusto que habíamos pasado por el cambio de rueda. Y es que “el que no se consuela es porque no quiere”.
*** Final del día 5 ***
Volvimos a poner el despertador a las 8:00h. Un poco tarde para lo que suele ser habitual en nosotros, pero es que llevábamos dos días acostándonos tarde… muuuuy tarde.
Al mirar por la ventana vimos que el cielo estaba totalmente cubierto y el termómetro marcaba sólo 4°C. Eso, incluso para uno nacido en el centro de Bilbao, empezaba a ser fresquito, jejeje.
Tras asearnos (las duchas estaban como nuevas y muy limpias), desayunamos y como nos volvimos a encontrar con la joven australiana, estuvimos charlando con ella durante un rato. Le preguntamos que cómo se había animado a venir desde tan lejos sola. Nos dijo que no había conseguido compañía para venir y que los coches de alquiler eran muy caros (razón no le faltaba a la chavala).
El planing para el día de hoy era recorrer todo lo que nos diera tiempo de la zona conocida como los fiordos del oeste. Nada más salir a la carretera 61, dos señales nos avisaban de que íbamos a pasar un poco de frío y que alguna de las carreteras por las que íbamos a andar, tenía rampas bastante pronunciadas.
Mientras recorríamos el tramo de carretera que bordea la bahía, volvimos a ver una ballena, pero esta vez estaba muy lejos y apenas nos dejó ver el lomo, así que decidimos no parar.
Apenas habíamos avanzado 25 kms., empezamos a subir un puerto de montaña y la nieve apareció muy cerca del borde de la carretera. Debido a la época en la que nos encontrábamos (finales de primavera), el deshielo todavía no se había completado y aún pudimos encontrar lagos congelados.
Una vez que bajamos el puerto, la nieve y el hielo desaparecieron y dejaron paso a un paisaje mucho más verde. Debido a la orografía del paisaje, fuimos disfrutando de conducir por unas carreteras que, en ocasiones, resultaban hasta demasiado sinuosas.
Después de rodear los fiordos de Reykjarfjörður, Mjóifjörður y Skötufjörður, llegamos a Litlibær, una zona conocida por ser un lugar donde es posible ver focas y leones marinos, además de otras muchas especies de ánades, como el coloridoeider común.
La verdad es que las focas no nos dieron mucho juego (apenas se movieron mientras estuvimos observándolas), así que no perdimos mucho tiempo y seguimos nuestro camino hacia la primera visita planificada del día, el centro del zorro ártico. Aunque antes de llegar, tuvimos que rodear los fiordos de Hestfjörður, Seyðisfjörður y Álftafjörður.
El Fox Arctic Center es un pequeño museo situado en Súðavík, donde se puede ver todo lo relacionado con el zorro ártico, un animal que, aunque no está peligro de extinción, ha visto disminuida considerablemente su población en Islandia.
La entrada al museo nos costó ISK 2.400 (22,5€) e incluía una visita guiada por todas las instalaciones. En el exterior del edificio había un recinto vallado donde pudimos ver dos ejemplares jóvenes que aún tenían el pelaje marrón. Según nos contaron, las crías habían sido acogidas tras haber perdido a su madre.
Durante la visita guiada aprendimos un montón de cosas sobre este huidizo y simpático animal, como por ejemplo que puede tener hasta 20.000 pelos por cm2 o que puede soportar temperaturas de hasta -35°C sin que su metabolismo se vea afectado. Otras curiosidades que nos llamaron la atención es que pueden llegar a tener 20 crías en la misma camada y que ambos padres comparten la responsabilidad de alimentar a las crías una vez que las madres dejan de amamantarlos a las 10 semanas de vida, ¡eso está bien!
Cuando acabó la visita guiada nos dijeron que podíamos volver al recinto donde estaban los zorros a sacar más fotos.
Una vez acabada la visita, y aprovechando que la teníamos al lado, pasamos por la gasolinera para repostar, 35l x ISK 179,8 = ISK 6.293 (58,8€). Después comimos en un bar que habíamos visto al atravesar el pueblo y que tenía buena pinta, el Amma Habbý ambientado en el Hollywood de los años 50. Pedimos dos hamburguesas con refrescos y cafés para llevar. Nos salió todo por ISK 5.180 (48,4€).
Con fuerzas renovadas, seguimos camino por la ruta de los fiordos. Nuestro siguiente destino, las cascadas Dynjandi, estaban un poco lejos, pero según las fotos que habíamos visto, la visita merecía la pena, así que no nos lo pensamos. Además, sabíamos que por las carreteras por las que íbamos a pasar, podríamos ir sacando fotos. Entre las poblaciones de Þingeyri y Hrafnseyri, atravesamos un puerto de montaña con algunas rampas bastante pronunciadas, pero con unas vistas impresionantes del valle.
El último tramo de carretera estaba sin asfaltar y bastante seco, así que, cada vez que nos cruzábamos con otro vehículo, se levantaba bastante polvo. Suponemos que es una situación conocida porque poco después vimos como un camión cisterna remojaba la carretera para evitar tan molesta y peligrosa situación.
Llegamos a las cascadas Dynjandi sobre las 6 de la tarde y ya desde lejos se veían imponentes. La cascada se compone de siete saltos de agua y tiene una altura total de 100 metros. En época estival puede llegar a tener un caudal de 8 m3/sg, cantidad que se ve reducida a la mitad durante los meses de invierno. A nosotros nos recordaba un poco a la cascada de Orbaneja del Castillo en Burgos, que es algo más pequeña pero también muy bonita.
Desde el parking sale un sendero que sube hasta la base del salto más grande que tiene una anchura de 30 mts. en la parte superior y unos 60 mts. en la base. Aunque subir hasta la base requiere un pequeño esfuerzo, las vistas merecen la pena.
Después de algo más de una hora, dimos por finalizada la visita y regresamos al parking. Lo primero que hicimos fue consultar en el GPS a cuanta distancia estábamos del hostel… unos 200 kms., y en tiempo… ¡casi 3 horas!
La vuelta a casa la hicimos tranquilamente, disfrutando del paisaje. En algunos tramos de bastantes kilómetros, los únicos seres vivos con los que nos cruzamos fueron nuestras amigas las ovejas... si, esas que siempre van de tres en tres. Atravesamos varias pistas de tierra; alguna de ellas, con pendientes hasta del 15% de desnivel.
Según el GPS, íbamos a llegar sobre las 22:30h al hostel y como no nos apetecía llegar más tarde por parar a cenar, decidimos hacerlo sobre la marcha. ¡¡Somos ya unos expertos en esta disciplina!!
Una vez en el hostel, aprovechamos que estábamos solos en la habitación, para lavar algo de ropa y dejarla secando cerca del radiador durante toda la noche.
*** Final del día 6 ***
Se cumplía la primera semana de nuestro viaje y tocaba cambio de alojamiento. Dejábamos los fiordos del oeste y para subir un poco más hacia el norte, dirección Blönduósbær, donde pasaríamos los siguientes dos días.
Nos levantamos a las 7:00h el cielo estaba nublado y por el movimiento del mar, daba la impresión de que soplaba algo de viento. El termómetro marcaba 8°C.
Tras la ducha de rigor, bajamos a desayunar y nos encontramos con una pareja de chicas francesas, pero eran bastante parcas en palabras así que nosotros, a lo nuestro. Sí que volvimos a coincidir con la australiana y como las probabilidades de volver a vernos eran ya muy escasas a partir de hoy, nos despedimos y nos deseamos buena suerte mutuamente para el resto del viaje.
Serían poco antes de las 9h cuando pasamos por la gasolinera y el súper para hacer las compras del día ISK 3.008 (28€). 21,14L x ISK 183,3 = ISK 3.874 (36€).
Una vez en ruta, volvimos por la carretera 61 (la misma por la que habíamos venido el primer día) hasta Búðardalur para llegar a la carretera 59 en dirección a Borðeyri. Varios km de la carretera es pista sin asfaltar, pero se lleva bastante bien.
Alrededor de las 11h llegamos a la primera visita planificada del día, el cañón Kolugljúfur, que tiene una cascada bastante chula. El día se había puesto, como se suele decir, bastante roñoso. Niebla baja y a ratos lluvia. Pero lo peor de todo es que hacía viento, con lo que nos resultó bastante difícil sacar fotos sin que la cámara y los objetivos no terminasen calados.
Quisimos, dar un paseo por el recorrido marcado y como el tiempo no mejoraba, decidimos marchar e intentar localizar un punto en la carretera 711 donde se suponía que había un mirador para ver focas. Cuando el GPS nos indicó que habíamos llegado al punto adecuado, nos encontramos con una señal con unas focas dibujadas y varios coches aparcados, así que tenía que ser allí, sí o sí. Nos bajamos del coche, nos abrigamos y seguimos un sendero que llevaba directamente hasta el borde del mar.
Desde la orilla pudimos ver varios ejemplares de foca con sus crías que estaban sobre dos rocas alargadas. Al contrario que la que vimos días atrás, estas focas estaban más activas y en algunos momentos nos pareció que estaban jugando entre ellas. Volvimos a reencontrarnos con los patos de “cogote verde”.
Por unos instantes había cesado la lluvia y la niebla se había disipado y aunque el cielo seguía gris y amenazante, decidimos volver al cañón para ver si podíamos sacar mejor partido, fotográficamente hablando, al lugar. Por el camino nos encontramos con el faro de Skarð. Y ya sabéis que no hay faro sin foto.
Durante el tiempo que estuvimos entretenidos con las focas, nos quedamos un poco “helados” sobre todo por la humedad del mar que se te va metiendo poco a poco en el cuerpo, así que pensamos en tomarnos un par de cafés para calentar el espíritu, que del cuerpo ya se encargaba el coche. Nos cobraron la cifra nada desdeñable de ISK 1.190 (11,05€) por dos cafés para llevar.
Se acercaba la hora de comer y no veíamos ningún sitio donde poder parar, decidimos comer sobre la marcha y así aprovecharíamos un poco más el tiempo.
Fue acercarnos al cañón y el día se volvió a cerrar. La niebla volvió a hacer acto de presencia junto con algo de lluvia. Pero al menos, el viento había amainado y pudimos hacer las fotos que en nuestro primer intento, habíamos dejado por imposible. El termómetro del coche marcaba 3°C.
El siguiente punto destacado en el mapa lo teníamos marcado en Hvítserkur, una curiosa formación rocosa situada en la playa, junto a la entrada del lago Sigríðarstaðavatn.
Una vez en el parking, esperamos una tregua y entre chubasco y chubasco, bajamos del coche, abrigados hasta las orejas. En el parking conocimos a un chico español, de Madrid, un tanto enigmático. Nos dijo que llevaba unos días en Islandia, pero que no vivía allí. Que iba a estar unos días y que luego se marcharía a otro país… sin más (un ciudadano del mundo).
Debido a la lluvia, la bajada a la playa estaba bastante embarrada y a ratos se volvía bastante inestable, así que intentamos bajar con bastante cuidado para evitar resbalones inesperados.
Una vez que pisamos arena, nos dedicamos a sacar algunas fotos al farallón y a pasear un poco por la playa. Nos pareció que el sitio es curioso y merece la pena pasarse para verlo. Hay que tener en cuenta la marea por sí se quiere bajar a la playa o no.
No llevábamos mucho paseo cuando se puso a llover y decidimos ascender de nuevo y regresar al coche. Decir que diluviaba es quedarse corto. Así que dimos gracias a llevar los Goretex.
Serían las 18:30h cuando llegamos a Blönduósbær y localizamos el Kiljan Guesthouse donde disfrutaríamos de las dos noches siguientes. En recepción, la chica que nos atendió (muy maja, por cierto) nos enseñó nuestra habitación y nos explicó dónde se encontraban las duchas. Nos comentó también que tenían desayuno buffet por 15€. Según nos contaba todo lo que había para desayunar, la boca se nos hacía agua, así que pensamos que nos merecíamos un buen desayuno, por lo menos, durante dos días.
Una vez instalados en la habitación, salimos a dar una vuelta por el pueblo para buscar un sitio dónde cenar. Una de las gasolineras, tenía bar/restaurante y hacían pizzas, así que nos dimos un capricho. Dos pizzas pequeñas, unos fingers de queso y refrescos por ISK 2.905 (26,99€)
Web: Kiljan Guesthouse
Precio: 106€ por noche (habitación privada con cama doble, vistas al mar) + 15€ desayuno buffet espectacular.
Ubicación: Blönduósbær, junto al fiordo de Húnafjörður
Estado: Casa de estilo tradicional, pero bien cuidada. Baños compartidos en las plantas. Alguna ducha está en el sótano.
Servicios: Wifi y aparcamiento gratuito.
Trato recibido: Muy bueno. La chica que nos atendió fue muy amable.
Calificación: (8,5 sobre 10)
Aunque dijimos que lo íbamos a intentar, volvimos a acostarnos cerca de la una y pico de la madrugada. ¡No hay manera!
El comedor para desayunar, no lo abrían hasta las 8:00h así que nos planificamos para estar duchados y listos para esa hora. Bajamos unos minutos antes de la hora y estábamos solos pero ya ellos ya lo tenían todo listo. Así que cuando en la radio se oyeron las señales horarias, nos sentamos en una mesa y empezamos a prepararnos el desayuno. Al de poco, empezaron a llegar más personas. El buffet además de bien presentado, tenía mucha variedad donde elegir y estaba todo delicioso.
Ya que el tour para ver ballenas lo teníamos reservado para las 13:00h, desayunamos tranquilamente y nos pusimos en ruta a las 09:00h. El cielo estaba nublado, aunque las previsiones no daban lluvia y con 5°C de temperatura (sensación térmica de 2°C).
Lo primero que hicimos fue pasar por la gasolinera a rellenar el depósito: 13,9L x ISK 179,90 = ISK 2.560 (23,30€) y seguido hicimos las compras del día ISK 2.974 (27,62€). En el supermercado preguntamos por una farmacia (para comprar unas biodraminas para el mareo) y nos dijeron que había un dispensario en el propio hospital que está en esta localidad, así que nos acercamos hasta allí. Cuando llegamos, el cartel decía que no abrían hasta las 10h, y como no nos apetecía esperar, nos pusimos en ruta pensando que ya encontraríamos una farmacia por el camino.
El trayecto hasta Hauganes dura proximadamente 2 horas, y aunque teníamos tiempo de sobra, queríamos hacer una parada en una iglesia curiosa que habíamos visto en alguna guía de Islandia.
Al salir de Blönduósbær y coger la N1, nos pareció que la nieve que había en la cima de las montañas junto a la carretera era nueva y es que las previsiones que habíamos visto la noche anterior, daban alta probabilidad de precipitaciones de nieve por la zona.
Antes de llegar a la iglesia paramos en el monumento en honor a Stephan G. Stephanson, poeta islandés nacido a mediados del siglo XIX que, a pesar de emigrar y convertirse en ciudadano canadiense, sólo escribió en su lengua natal y llegó a ser muy influyente en la literatura de Islandia.
Pasadas las 10:30h llegamos a la iglesia de Víðimýrarkirkja una de la pocas iglesias con el techo de hierba que se conserva en Islandia. La entrada nos pareció un poco cara, ISK 2.000 por persona, pero decidimos entrar a visitarla, asegurándonos previamente de que estaba permitido sacar fotos.
Una chica islandesa, que pasa todo el día en la diminuta estancia, fue la encargada de cobrarnos y custodiar el templo. Además, respondió a nuestras preguntas y nos confirmó que se siguen celebrando misas “todos los domingos y fiestas de guardar”.
Después de un rato explorando todos y cada uno de los rincones de la iglesia, salimos para sacar alguna foto desde el exterior Hay cementerio, pequeño, en la parte posterior.
Sí no quieres pagar la entrada, puedes mandar a alguna persona de “avanzadilla” para que saque las fotos por ti y ahorrar un dinerito. Sí además, tienes niños, puedes aprovechar que ellos no pagan, para enviarlos a ellos. Como os imaginaréis, lo vimos hacer y bueno, cada uno puede hacer lo que quiera pero nos pareció un poco cutre.
Eran las 11:30h cuando dimos por finalizada la visita y seguimos nuestro camino hacia Hauganes. Tuvimos que atravesar un puerto de montaña donde se nos echó la niebla y el termómetro del coche bajó hasta 1°C. cayendo, incluso, un poco de agua nieve.
Llegando casi a Akureyri no pudimos evitar parar a sacar unas fotos a una manada de caballos que estaban al borde de la carretera. Estuvimos un ratillo jugando con ellos ya que uno de ellos, en concreto, era muy curioso. También tuvimos la oportunidad de ver un zarapito trinador (Numenius phaeopus).
Poco antes de las 12:45h llegamos a la desviación de la carretera 809 que lleva a Hauganes y en cuestión de minutos localizamos la empresa, en el puerto, que organizaba los tours. A todo esto, no habíamos encontrado otra farmacia donde comprar biodraminas para el paseo porque teníamos que desviarnos y nos habíamos entretenido con los caballos. Así que lo primero que hicimos fue preguntarles si creían necesario tomar pastillas para el mareo. La chica que nos atendió, nos dijo convencida que el mar estaba como un plato y que no creía que fuera necesario.
Elegimos esta empresa porque nos lo recomendaron unos amigos que habían estado el año anterior. Nos comentaron que es una empresa más local y algo menos turística.
Aprovechamos para comer un sándwich ligerito para que el estómago no estuviera vacío durante el viaje. Y también pedimos que nos hicieran una foto con el traje “espacial”, digo “especial” que nos ofrecieron amablemente para realizar la travesía.
Dentro del pabellón donde se encuentran las oficinas, tenían una pequeña tienda con gorros, jerseys, guantes, etc., hechos a mano con lana islandesa. No habíamos comprado prácticamente nada hasta ahora así que nos “encaprichamos” de unas cintas para frente-oreja que yo estrené allí mismo. El precio era razonable para lo que habíamos visto en otros sitios.
A la hora programada, subimos al barco y zarpamos en busca de ballenas. ¿Y si hoy era el día donde íbamos a ver saltar una gran ballena? Desde el primer momento, teníamos las cámaras preparadas por lo que pudiese pasar. Los miembros de la tripulación también estaban atentos desde el puesto de mando para dirigir al capitán cuando se hiciera un avistamiento.
Y cuando llevábamos media hora navegando, vimos una cola de ballena a lo lejos, sumergiéndose en el mar. El barco puso rumbo hacia la zona donde habíamos visto la cola y paró máquinas.
Estuvimos un rato esperando a ver si volvía a salir a la superficie, pero nada… nos quedamos con las ganas. Al ver que la ballena no daba señales de dónde podía encontrarse ya, se pusieron en marcha los motores del barco y nos llevaron hacia otra zona del fiordo.
Y como suele pasar en este tipo de excursiones, de repente alguien gritó: ¡allí… a las 11! (bueno… en inglés, jejeje) y allí estaba, pudimos ver la exhalación y el lomo de la ballena.
Y sin tiempo para recuperarnos de la emoción, de repente, vuelve a aparecer, esta vez prácticamente al lado del barco. Anna que tenía la cámara con el tele corto pudo sacar casi toda la cabeza, pero yo que tenía el tele, casi me meto en el orificio de respiración.
Así estuvimos prácticamente dos horas. Cuando veíamos alguna ballena nos quedamos por la zona, y cuando dejábamos de verlas, cambiábamos de zona para ver si teníamos mejor suerte. Y en uno de estos cambios de zona, volvimos a tener suerte ya que volvimos a tener una ballena muy cerca del barco, con lo que disfrutamos de lo lindo.
Cuando llevábamos ya dos horas y media de viaje, nos avisaron por la megafonía del barco daban por finalizada la busqueda de ballenas y que íbamos a estar un rato pescando. Si, si… habéis leido bien. El precio del tour incluía, para el que quisiera, la posibilidad de estar un rato pescando con caña y llevarse la recompensa a casa para cocinarla y degustarla. Como nosotros no somos aficionados a la pesca y tampoco nos veíamos cocinando porque justo no estábamos alojados en un hostel, no participamos activamente en la actividad, tan solo de observadores.
Para el tema de la pesca se pararon los motores y de repente noté que el barco se mecía demasiado para mi gusto personal. En apenas unos minutos, estaba “mareado como un mirlo” Como no veo necesario dar detalles, sólo os diré que tuve que utilizar las bolsitas que te dan para estas ocasiones, jejeje.
Mientras tanto, Anna siguió sacando fotos a las gaviotas que se se arrimaban al barco en busca de comida y también a uno de los afortunados que pescaron algo. Luego pudimos ver como los miembros de la tripulación se lo limpiaban allí mismo y se lo dejaban listo para cocinar.
Menos mal que lo de la pesca fue al final de la excursión, porque la última media hora para mi fue un auténtico suplicio. Pero “mea culpa” por no haber comprado pastillas anti-mareo .
Serían alrededor de las 16h cundo regresamos a puerto. Mientras la gente se marchaba a sus coches yo intentaba recuperarme (¡¡¡si es que soy un blando!!!). Decidimos quedarnos un rato sentados en el coche para ver sí yo me iba recuperando porque realmente no me veía con fuerzas para conducir y Anna no estaba autorizada como conductora. En cuanto tumbé un poco el asiento y me recosté, me quedé dormido.
Me dieron “tregua” unos 45 minutos y me vinieron de maravilla. Aunque no estaba al 100%, ya tenía mejor cuerpo y decidimos ir yendo de vuelta a Blönduósbær, piano piano.
Según fue pasando el tiempo, recuperé incluso el buen humor. Nos dio por comentar que las bolas de hierba empaquetadas con plásticos de colores nos recordaban a nubes de azúcar o jamones gigantes. ¿sería que estaba recuperando también el apetito?
A las 19:30h estábamos de vuelta en el alojamiento. Poco antes habíamos parado a echar gasolina 36,13L x ISK 179,9 = ISK 6.500 (60,56€). Decididamente tenía hambre, así que decidimos adelantar la cena y así luego podíamos hacer alguna salida más. Como la Guesthouse tenía bar/restaurante y el desayuno nos había gustado mucho, pensamos que también nos darían bien de cenar, y así fue. Dos hamburguesas ricas, ricas, con refrescos por ISK 3600 (33,55€).
Como mi indisposición, hizo que se trastocaran nuestro planes, repasamos las cosas que teníamos planificadas para el día y vimos que nos había quedado un faro sin visitar. Aunque estaba a 45 kms., pensamos que no teníamos prisa y además la luz no iba a ser un problema así que volvimos a la carretera.
Para no variar en nuestras costumbres, fuímos parando por el camino para divisrar algo de la fauna autóctona, jejeje. Vimos una manada de caballos junto a la carretera que parecía que estaban esperando a que alguien les sacara una foto. No nos digais que no lo parece ¿eh?. Y como no… una madre oveja con sus dos crías. Nos llamaron la atención porque la madre era de color negro y las dos crías, blancas como el corderito de Norit, jejeje.
Para llegar hasta el faro de Kalfshamarsvik, tuvimos que abandonar la carretera 745 y andar un rato por un camino en bastante mal estado, hasta llegar a una zona donde pudimos dejar aparcado el coche.
Lo primero que nos llamó la atención fue la cantidad de variedades de aves que allí había. Perfectamente podía ser una reserva natural (si no lo es ya, pero lo desconocemos). Además de nuestros viejos conocidos, los patos de cogote verde, vimos charranes árticos y ostreros euroasiáticos.
Acostumbrados a los faros de Canadá, nos hemos dado cuenta de que los faros en Islandia son como los templos, austeros. Pero el entorno de este faro, lo hace único. Miles de columnas de basalto lo alzaban por encima del mar. El sitio inspiraba mucha calma y disfrutamos haciendo fotos con tranquilidad probando largas exposiciones.
Cuando estábamos pensando en recoger para volver a casa, apareció una foca que parecía tener intención de subir a la roca donde nos encontrábamos nosotros. Nos dio la impresión de que en un primer momento, no se percató de nuestra presencia, sacó la cabeza del agua, se nos quedó mirando durante unos segundos y de la misma, se sumergió en el agua sin que tuviéramos ocasión de volver a verla. Suponemos que se buscó otro lugar más tranquilo y menos “abarrotado” de gente.
A las 23h recogimos todos los trastos y comenzamos el regreso a casa. A la orilla del mar estaba empezando a hacer bastante frío y la sensación térmica bajaba unos grados cuando le daba por soplar un poco de brisa.
Pero antes de llegar a la guesthouse, todavía tuvimos tiempo de hacer un par de paradas. La primera fue casi a media noche, cuando las últimas luces del día nos brindaron esta magnífica luz.
Y la segunda, ya entrando en el pueblo, para fotografiar esta insolita (por lo menos para nosotros) imagen. Una familia de patos con 18 crías cruzando la calle en fila de a uno.
*** Final del día 8 ***
Vemos que lo de acostarse tarde va a formar parte de la rutina de este viaje, así que eran justo las 7:00h cuando sonó el despertador. Desde hacía un rato se oía bastante trajín de personas yendo y viniendo por la casa. Desde la ventana de la habitación, el día se veía bastante despejado, aunque todavía no le había dado tiempo a calentar el ambiente porque el termómetro apenas llegaba a los 6°C.
A las 8 en punto estábamos en la puerta del comedor esperando para desayunar. Volvimos a disfrutar de un rico y abundante desayuno.
No nos entretuvimos mucho a la hora de dejar la guesthouse, pero no quisimos marcharnos sin antes despedirnos de nuestra anfitriona, agradeciéndole el trato que nos había dispensado.
Antes de abandonar Blönduósbær, pasamos un momento por la iglesia de Blönduóskirkja. Otra curiosa iglesia, obra del arquitecto islandés Dr. Maggi Jónsson que se empezó a construir en 1982 y se inauguró el 1 de mayo de 1993. Según pudimos leer en un cartel explicativo que había en el exterior, tiene un aforo de 250 personas sentadas y en su interior se pueden ver objetos de la antigua iglesia.
Mientras yo sacaba fotos de la iglesia, Anna se dedicó a pasear por los alrededores fotografiando una curiosa forma de arte/decoración urbana llamada urban knitting. Este movimiento consiste en decorar el moviliario urbano (bancos, farolas, etc…) con adornos tejidos en lana. Anna me comentó que ya conocía esta iniciativa y que se hacía en varias ciudades de España. Parece ser, que en Bilbao no debió cuajar (para gustos están hechos los colores).
Aprovechando que, junto a la iglesia, había un supermercado, hicimos las compras del día. ISK 5.238 (48,71€). A punto de marchar descubrimos una forma muy curiosa de “cama elástica” gigante en exterior donde los críos se lo estaban pasando pipa.
Nada más salir del pueblo, tomamos la carretera N1 y pusimos rumbo hacia el que considrábamos uno de los platos fuertes de nuestro viaje a Islandia, la cascada Goðafoss. Por delante teníamos casi 200 kms., pero como todo era por la mejor carretera de Islandia, no habría problema alguno. Teníamos bastante claro de antemano que por el camino encontraríamos cualquier disculpa para ir haciendo pequeñas paraditas para sacar algunas fotos aquí y allá. La tercera foto, es de un corral para ovejas (creo que fue la primera que vimos pero no fue la última porque vimos unas cuantas). Supusimos que era para clasificarlas o esquilarlas.
Cuando estábamos a la altura de Akrahreppur, nos llamaron la atención unas florecillas que había al borde a la carretera, junto a la orilla de un pequeño lago. La verdad que eran de colores muy llamativos, así que como no había arcen para poder parar, Anna bajó del coche y yo fui más adelante para esperar y a su señal, volver para recogerle.
Como era probable que, al día siguiente, volvieramos a repetir el tour para ver ballenas en Húsavík, decidimos desviarnos un poco y entrar en Akureyri para localizar una farmacia y comprar pastillas anti mareo. Anna se imaginó cómo se podían llamar las farmacias en Islandia (Apótek) y a mi, el nombre me hizo mucha gracia. Hice una búsqueda en internet para convencerme de que no me estaba vacilando y resultó que viene del griego αποθηκη” (apothēkē).
Algo que nos hizo muchísima gracia, fueron los semáforos. ¡Las luces rojas y verdes tenían forma de corazones! Quizás sea una forma “romántica” de llamar la atención para que la gente no se los salte.
Aprovechamos la parada para estirar un poco las piernas y mirar unas tienditas y hacer alguna comprilla en una tiendecita que había junto a la apoteka.
La N1 cruza el fiordo de Eyjafjörður a la altura de Akureyri, y desde el extremo opuesto se tienen unas magnificas vistas de la ciudad con las montañas nevadas al fondo. En cuanto vimos que había un mirador junto a la carretera no nos lo pensamos mucho y paramos. De nuevo vimos nuestras “nubecillas de azúcar rosa”
Y así, sobre las 13:30h llegamos a Goðafoss. Conociéndonos como ya nos conocemos y en previsión de que nos liaramos sacando fotos, decidimos que era mejor comer antes de siquiera sacar la cámara de la mochila. Aprovechamos una de las mesas de madera que había junto al parking. El menú sencillo de carretera: un sandwich de pollo, ensaladilla rusa, yogur de postre y un rico café para el final.
La cascada Goðafoss (la cascada de los Dioses, en islandés), está situada al norte de Islandia, en la región de Norðurland Eystra a menos de 50 kms. de Akureyri y es accesible directamente desde la carretera N1. Esto hace que sea una de los saltos de agua más visitados del país. Tiene una altura de 12 metros y una anchura de 30 metros, pero lo que realmente la hace atractiva, es su forma de concha.
Y tras esta breve presentación, vamos al grano. Después de comer, cogimos el pequeño sendero que lleva hasta la cascada (nosotros empezamos por el lado izquierdo). El sendero estaba perfectamente acondicionado y apto para todos los públicos. A medida que íbamos avanzando, la cascada se dejaba entrever entre las curvas del rio Skjálfandafljót.
Cuando llegamos al ultimo tramo del sendero, vimos que había gente que bajaba hasta el cauce del río y pensamos que igual era buena idea para intentar sacar alguna foto a nivel del agua. Jugamos un poco con los tiempos de exposición y nos aprovechamos de que había nubes y tenían un color bastante gris que siempre añaden un toque de “dramatismo”. Nos acordamos de que llevabamos el palo selfie y dimos fe de que estuvimos por esos lares.
De regreso al sendero llegamos hasta la cascada, donde el ruido era ensordecedor e imponente. Vimos volar un par de drones. Al contrario que en otros sitios, aquí no vimos ninguna señal que prohibiera volarlos.
Para ir la otro lado de la cascada teníamos que pasar muy cerca de la tienda/ cafetería donde había baños en la parte exterior y aprovechamos para hacer una pequeña parada técnica. En la tienda compramos un gorro de lana con la bandera de Islandia para mi suegro. De regreso al parking sacamos alguna foto más de la cascada, aunque nos gustaron más las vistas desde el otro lado.
Eran ya más de las 16:30h cuando dimos por finalizada la visita y nos pusimos de nuevo en ruta para alcanzar nuestro destino en Reykjahlíð, el hostel Hlíd. Cuando apenas llevábamos unos kilómetros recorridos nos encontramos con obras en la carretera. En Islandia no se andan con chiquitas. Si hace falta levantar los dos carriles y dejarlos con tierra, pues se dejan. Al fin y al cabo es la carretera principal, pero da igual……
Poco después empezamos a bordear el lago Mývatn y empezamos a notar algo raro. Era como si algo se estuviera golpeando contra el cristal y el frontal del coche. Al bajar el volumen de la radio, averiguamos de qué se trataba: cientos de mosquitos chocándose contra el parabrisas delantero. En esos mismos momentos comprendimos porqué el lago se llamaba “el lago de las moscas enanas”.
Vimos junto al borde de la carretera un mirador con unos paneles informativos sobre la zona y paramos con intención de sacar alguna foto y echar un vistazo a la información. ¡Imposible! En cuanto paramos el coche, cientos de mosquitos se pusieron a revolotear junto a la puerta. Con lo que yo soy para los mosquitos, le dije a Anna que yo allí no me bajaba, porque mosquito que se me posa, mosquito que me pica y no estaba mucho por la labor. Sacamos alguna foto desde dentro del coche y seguimos camino hacia el hostel.
Aunque no sabemos si se llegará a ver bien, aquí os dejamos un video de cómo estaban de alborotados los mosquitos cuando llegamos al punto de información.
A las 18h llegamos al hostel e hicimos el check in. Hubo un momento en que solo aparecía la reserva de una litera a nombre de Oskar y es que resultó que hicieron la de Anna con su nombre, no asociada a la reserva que iba a mi nombre como ocurre generalmente. Mientras estábamos en la caseta de recepción, vimos a unos trabajadores del hostel cortando hierba y llevaban puestas mosquiteras en la cabeza (después de lo que habíamos visto en el lago, no nos extrañó ni unpoquito). Por el rabillo del ojo vimos que en una estantería detrás del mostrador tenían mosquiteras a la venta y como se nos olvidaron en casa las que habíamos comprado en Escocia, decidimos que igual no era mala idea comprar otro par. ISK 1.000 c/u (9,3€).
Híld Hostel
Web: Híld Hostel
Precio: 94€ por noche (2 literas individuales en habitación compartida de 4). Toallas y ropa de cama NO incluidas.
Ubicación: Reykjahlíð, junto al lago Myvatn
Estado: Habitaciones tipo barracones. Las habitaciones estaban bastante nuevas y la zona común muy amplia y con todos los accesorios necesarios para cocinar. El único pero, aunque MUY grande, es que sólo había 3 duchas para todas las habitaciones. Al utilizarlas tanta gente, se ensuciaban muy rápido y daban aspecto de poco higiénicas. Son usadas también por la gente que duerme en el camping.
Servicios: Wifi sólo en las zonas comunes y aparcamiento gratuito.
Trato recibido: Normal
Calificación: (6,5 sobre 10)
Nos instalamos en la habitación que era de 4 literas individuales, dispuestas como véis en la foto. Éramos los primeros en llegar y no sabíamos sí tendríamos compañeros. Elegimos las dos literas de la parte de abajo. Y de la misma nos fuimos a ver la gruta de lava Grjótagjá. Una pequeña cueva con agua que estaba a unos 5 kms. de allí. Según hemos podido leer en la Wikipedia, en los años 70 fue un lugar de baño muy popular, pero debido a varias erupciones volcánicas, la temperatura del agua subió por encima de los 50°C y el baño se hizo imposible.
Ahora, aunque la temperatura del agua está bajando, todavía no hay valientes que se bañen, ni tampoco parece muy recomendable sí no quieres salir “escaldado”.
Cuando llegamos, en el parking había varios coches y gente entrando y saliendo de la gruta. Por las fotos que habíamos visto teníamos mucha curiosidad, sobre todo por el tema del agua.
El acceso al interior resulta fácil, porque es un recorrido muy muy corto. Alguna piedra estaba algo mojada así que resbalaban un poco. Hay que turnarse para entrar y salir porque una vez dentro el espacio donde te puedes mover, es bastante reducido. Hay dos entradas por las que se puede acceder a la gruta. Pero parece que todos nos poníamos de acuerdo de entrar por la más estrecha.. jajaja
En cuanto nuestro ojos se adaptaron a la oscuridad, los colores y las texturas empezaron a aparecer y el agua se volvió de un color azul turquesa intenso.
En la parte superior de la gruta, pudimos ver una gran grieta de la que no se veía el final. Suponemos que se prudujo por algún movimiento sísmico en la zona o incluso las erupciones volcánicas de las que hablaban en la Wikipedia.
De camino a la zona geotérmica de Hverir, nos detuvimos unos minutos en un mirador con paneles explicativos donde había una bonita panorámica de la zona. Además se veía a lo lejos el complejo de aguas termales Mývatn Nature Baths, donde teníamos pensado darnos un chapuzón.
Siguiendo por la N1, llegamos al último punto de interés que teníamos planificado para el día, la zona geotérmica de Námafjall Hverir. Cuando nos estábamos acercando al parking, el paisaje nos recordó mucho al Parque Nacional de Yellowstone en Estados Unidos pero en pequeñito: decenas de columnas de humo salían de las entrañas de la tierra y un paisaje con un colorido espectacular con tonos marrones, rojos y ocres, que nos hacían dudar si estábamos en la tierra o por el contrario había viajado a la luna junto con los tripulantes del Apolo 11.
Námafjall es un área geotérmica con fumarolas y pozas de barro. Además de vapor de agua, las fumarolas explusan gases, tales como el sulfuro de hidrógeno, que el es responsable del olor característico de estas zonas. Los manantiales de agua caliente producen grandes depósitos de azufre que, en otras épocas, se aprovecharon en la producción de pólvora.
Nada más bajar del coche lo primero que notamos fue el fuerte olor a azufre que te entra profundamente en las fosas nasales. Todavía nos acordamos del año pasado, cuando visitamos Hakone, en Japón, que había carteles avisando de la posibilidad de llegar a sentir mareos aunque afortunadamente, nosotros aguantamos sin notar ningún síntoma. Enseguida nos dimos cuenta que el fenómeno que parecía atraer la atención de todos los que estaban por allí era una fumarola recubierta de piedras por donde salía una gran cantidad de vapor a presión. El ruido que hacía el vapor al salir entre las piedras recuerda a una olla a presión gigante a punto de saltarsele la tapa volando. Las piscinas de lodo gris en plena ebullición también eran bastante llamativas.
Desde donde nos encontrábamos, nos llamó la atención la silueta de varias personas en lo alto de una de las colinas que rodean la zona geotermal y pensamos que desde allí arriba, tendría que haber unas buenas vistas. Distinguimos que por el lateral de la colina sabía un sendero, así que, ni cortos ni perezosos, nos aventuramos hacia la conquista de la cima. El terreno estaba bastante blando, seguramente debido a la lluvia lo que hizo que la subida se fuese complicando en algunos tramos. El sendero es estrecho, entran tus pies y poco más así que poniendo atención en dónde pisábamos, llegamos hasta arriba.
Las vistas desde la cima no nos decepcionaron y eran espectaculares, sobre todo, el monte Bláfjall (1.222 mts.) cubierto de nieve. Pudimos ver un montón más de fumarolas, así para hacer la visita completa a esta área geotérmica, la ascensión a la colina es un must siempre y cuando, las condiciones climatológicas lo permitan y sea seguro.
A las 21:45h, la colina empezó a dar sombra sobre Hverir e hizo que los colores se apagaran rápidamente, con lo que dimos por finalizada la visita. Aquí nos gustaría hacer un comentario y queremos que no se nos malinterprete. El sitio nos gustó y mucho, pero sí has estado en Yellowstone se queda un poco “pequeño” porque no tiene nada que ver. En nuestra opinión, es muchísimo más espectacular. Las comparaciones siempre son odiosas pero en este caso, no pudimos evitar hacerla. Podéis echar un vistazo a nuestro diario por los parques de la costa oeste de Estados Unidos, en 2011.
Antes de regresar al hostel, pasamos por el complejo de baños termales para informarnos del precio y averiguar cómo funcionaba porque iba a ser nuestra primera vez en este tipo de establecimientos.
Volvimos al hostel y nos acercamos hasta la habitación para recoger la cena que teníamos comprada. Comprobamos que ya no estábamos solos. En la zona común que se encontraba de lo más animada, cenamos y aprovechando que las mesas eran amplías, descargamos las fotos, escribimos las notas para el diario y reservamos también el tour para ver ballenas en Húsavik.
Y cuando ya estábamos recogiendo para irnos a la cama, como os imaginaréis a una hora x indeterminada pasada la media noche, el cielo se puso de color rosaceo y no pudimos resistirnos. Volvimos a la habitación (nuestros vecinos ya estaban acostados) y “sigilosamente” nos hicimos con la cámara y el trípode para disfrutar de un atardecer/anochecer increíble sobre el monte Bláfjall.
Daba comienzo un nuevo día en nuestro viaje por tierras islandesas con un cielo bastante despejado y 9°C. A pesar de los pesares, habíamos puesto el despertador a las 7:30h. y como nuestros compañeros de habitación, una pareja belga, estaban también despiertos, nos presentamos y estuvimos un rato de charla con ellos.
A la hora de ir a ducharnos nos pareció que el suelo de los baños no está demasiado limpio. La verdad es que, como hemos puesto en la valoración, creemos que no había suficientes duchas para tanta gente y ya sabemos lo que pasa en estos casos. Pensamos que no pasaba nada por no ducharnos un día y nos fuimos de la misma a desayunar.
En cuanto estuvimos listos, nos pusimos en marcha y una vez localizamos una gasolinera repostamos 35,52L x ISK 181,3 = ISK 6.439,78 (59,89€). El super también está allí mismo así que aprovechamos para hacer las compras del día ISK 2.439 (22,68€).
Para ir a Húsavík (teníamos reservado el tour para ver ballenas a las 10:30h) retrocedimos unos pocos kilómetros por la N1 hasta encontrarnos con la desviación de la carretera 87. Cuando apenas habíamos avanzado 7 kms. una señal nos avisaba de que la carretera dejaba de estar asfaltada. Afortunadamente estaba en bastante buen estado y pudimos mantener un buen ritmo aunque 12 kms. de pista se acaban haciendo algo incómodos y tediosos (rondándonos, sin poderlo evitar y sin verbalizarlo en voz alta, el percance de la rueda).
A las 10h estábamos entrando por Húsavík y lo primero que hicimos fue localizar la empresa que organizaba el tour. No tenéis pérdida porque las oficinas se encuentran en la calle principal. Una vez que hicimos el canje de los tickets, aparcamos el coche en una zona detrás de la iglesia donde no había que pagar (nos lo comentó la chica que nos atendió) y nos bajamos al puerto, a la zona de embarque.
Además de la empresa con la que teníamos contratado el tour, North Sailing - Húsavík Whale Watching, había otra que, en vez de barco utilizaba lanchas fueraborda como en la que fuimos en 2015 en la bahía de Fundy, Nueva Escocia (Canadá). A la hora prevista, embarcamos y nos enfundamos en los trajes que nos dieron para protegernos del frío porque aunque el cielo estaba totalmente despejado y el sol lucía con fuerza, no calentaba con suficiente fuerza. Sobra decir que por el camino, me tomé las correspondientes pastillas contra el mareo. ¡Hombre prevenido …. !!
Salimos del puerto y desde el barco tienes una bonita panóramica del pueblo. Estuvimos navegando casi hora y media hasta que tuvimos la suerte de ver el primer avistamiento. Previamente pudimos ver la exhalación y luego la boca de la ballena, que es algo que no habíamos visto hasta ahora.
Durante más de 1 hora estuvimos dando vueltas por la bahía, pero sólo conseguimos ver un par de ballenas más y aunque alguna la tuvimos bastante cerca, estuvieron muy perezosas porque sólo nos dejaron ver los lomos… ni siquiera vimos una aleta y ya no digamos un salto. Lástima pero así son este tipo de salidas.
A las 14h regresamos al puerto con la sensación de haber visto pocos avistamientos, pero al menos, no me había mareado . Poco antes de desembarcar, la tripulación nos invitó a un chocolate caliente con un bollo de canela, que entró de maravilla.
Pensamos que antes seguir nuestro camino, no estaría mal pasarnos por un supermercado del pueblo a hacer alguna comprilla más ISK 4.173 (38,81€).
Desde Húsavík, volvimos por la carretera 85 hasta la desviación que nos llevaría a la cascada Æðarfossar. Cuando llegamos no vimos a nadie y el viento soplaba con tanta fuerza que nos pareció buena idea comer dentro del coche. Cuando decidimos salir para sacar alguna foto, buscamos un montón de piedras que metimos en una bolsa de la compra que colgamos del trípode para darle algo de estabilidad y la cámara no terminase en el suelo.
Cuando volvíamos a la carretera general, tuvimos la oportunidad de observar desde muy cerca a un zarapito trinador, al que aperentemente, no le importaba mucho nuestra aparición cerca de su entorno.
Nuestra siguiente parada fue Skútustaðagígar. Un lugar junto al estanque Stakhólstjörn, al sur del lago Myvatn donde pudimos disfrutar de un paisaje, como poco, peculiar y es que en muy poco espacio, tiene una gran concentración de “seudocráteres” y es un sitio privilegiado para la observación de aves.
Estos curiosos cráteres se formaron cuando lava líquida llegó hasta el lago, desencadenando explosiones de gas. El agua caliente atrapada en el subsuelo hirvió y estalló, formando estas pequeñas colinas de escoria, en forma de cono. Se les llama seudocráteres porque nunca han explusado lava, sino que son producto de explosiones de vapor, cuando la lava entró en contacto con la superficie del lago y la calentó hasta que el agua empezó a evaporarse con gran fuerza.
Aunque en las fotos que sacamos, se llegan a ver bastante bien, como mejor se aprecian, es con la vista aerea de Google Maps.
Hicimos una ruta marcada en unos paneles explicativos y estuvimos dando un paseo alrededor del lago Stakhólstjörn para ver si veíamos algún ave curiosa. El único pajarillo que se acercó a la orilla fue este falaropo picofino que estuvo pescando haciendo caso omiso a que le estuviésemos observándolo.
De camino al campo de lava de Dimmuborgir, nos volvimos a encontrar con varios grupos de ovejas. Como había algunas crías parecían tener mucha hambre, paramos al borde de la carretera para sacarles unas fotos. Otra vez nos volvimos a preguntar ¿porqué siempre van de tres en tres?. Pensareís que es una tontería pero os aseguramos que es así. Y cuando veais dos, esperar unos segundos porque la tercera anda por ahí, despistada.
Hasta tal punto llegó nuestra curiosidad que esa noche en el hostel nos dedicamos a buscar información al respecto. Y san Google no nos decepcionó porque siempre hay alguién que se hizo la pregunta antes que tu. ¡¡qué cosas!!
Nosotros pusimos: ¿porqué las ovejas van de tres en tres en Islandia?. De todas páginas que hablaban del tema, la que más gracia nos hizo, fue el blog de Aran y Richi llamado Beats of my trips. En él, se planteaban la misma pregunta que nos habíamos hecho nosotros y proponían unas cuantas respuestas (alguna de ellas muy graciosas, por cierto). Al final de la entrada del blog pedían ayuda a quien pudiera saber la razón real.
Tras unos cuantos comentarios, una persona que vivía en los fiordos del oeste, comentaba que la razón era porque normalmente las ovejas islandesas siempre tienen dos crias y por eso siempre se ven tres, la madre y las dos crías. ¡Misterio resuelto!
Dimmuborgir (The Dark Castles) es un campo de lava solidificada con formaciones rocosas de formas inusuales y cuevas formadas por burbujas de vapor. Según las sagas islandesas, Dimmuborgir es donde la tierra se conecta con el infierno. En la tradición cristiana nórdica, también se dice que es el lugar donde Satanás se desplomó cuando fue expulsado del cielo.
Os creáis o no lo que cuentan las leyendas, en realidad, Dimmuborgir está formado por un lago de lava, que surgió de una gran erupción hace, aproximadamente, 2300 años.
Una vieja historia cuenta que en Dimmuborgir viven los 13 hijos de los trolles Grýla y Leppalúði y que les gusta cantar, contar cuentos y asustar a los visitantes. Nosotros no llegamos a verlos, ¡una pena!
En el panel informativo que encontramos en la entrada, te sugieren diferentes senderos para recorrer la zona. Nosotros, unimos el “small circle” y el “big circle” en una ruta circular de más o menos, un kilómetro y medio. Los senderos están asfaltados y son aptos para todos los públicos (por lo menos, los dos por lo que anduvimos nosotros). Aunque la entrada es gratuita, para utilizar los baños tuvimos que pagar ISK 200. Como país moderno que es, además de con cash, se podía pagar con tarjeta de crédito y así conseguías pasar el torno.
Nuestra última actividad del día antes de ir a relajarnos a los baños termales, fue visitar el crater del volcán más famoso de la zona, el Hverfjall, un cono casi perfecto originado por una erupción que tuvo lugar en el lago Mývatnhace unos 2700 años. El crater tiene una altura de 463 mts. y una extensión de 1040 mts., siendo una de las atracciones turísticas más importantes de la zona de Mývath.
La ladera del cráter está compuesta de grava suelta, pero hay un sendero hasta la cima, que si bien no está adaptado para personas con mobilidad reducida, es apto para personas con cualquier nivel físico. Desde arriba, disfrutamos de unas increíbles vistas del inmenso crater y de sus alrededores (mirando hacia el sur, se puede ver los campos de lava solidificada de Dimmuborgir.
Una vez descendimos del cráter, pasamos por el hostel a cenar y a coger la ropa de baño. Como habíamos visto que estaban abiertos hasta las 00h, pensamos que la última hora sería la mejor para disfrutar de un baño relajante.
Llegamos a los baños Mývatn Nature Baths de sobre las 21:30h y en el termómetro de las instalaciones marcaba 9°C (en el exterior). Al ir a pagar las entradas (2), ISK 8600 (80,13€), nos explicaron las diferentes zonas de baño que había en el complejo y las temperaturas de cada piscina (desde 36°C hasta 41°C). También nos recordaron que era obligatorio ducharse antes de acceder a las piscinas.
Como no hemos estado en los baños termales de Blue Lagoon, no sabemos cómo son, pero nosotros estábamos buscando un sitio tranquilo donde poder pegarnos un buen baño relajante y desde luego los baños termales de Mývatn son perfectos. Una compañera del trabajo me comentó, que su pareja había estado en Islandia en semana santa y no habían podido ir a Blue Lagoon por que estaba abarrotado de gente. Seguramente se deba a que esté a sólo 50 kms. de Reykjavík y /o sean los más conocidos.
Tras la ducha reglamentaria, salimos a exterior y casi nos morimos del frío que hacía o que sentimos nosotros. Sin perder un minuto, dejamos las toallas en un rincón y nos metimos en el agua calentita. ¡¡eso ya era otra cosa!!
Durante hora y media estuvimos de un lado a otro de las piscinas probando las diferentes temperaturas. Aunque 41°C parace mucho, nosotros ya habíamos probado estar a esa temperatura que es a la que está el agua en los onsen en Japón. Yo probé la sauna, pero durante unos pocos minutos, porque el calor era bastante sofocante y lo que apetcía era estar en el agua. Y la verdad es que relaja y mucho. ¡No dejéis de probarlo!
Poco antes de las 23:30h, cuando habíamos perdido las huellas dactilares de manos y pies, dimos por finiquitada nuestra sesión de spa, jejeje. La temperatura en el exterior había bajado hasta los 6°C, así que no nos entretuvimos mucho fuera del agua, lo justo para “jurar en ebreo”, ponernos la toalla por encima e ir como alma que lleva el diablo hasta el vestuario.
Estábamos relativamente cerca del hostel al que llegamos sobre 23:45h. Todavía nos quedaba descargar las fotos, hacer la copia de seguridad y publicar alguna foto en las redes sociales, así que de mientras, volvimos a disfutar de un bonito atardecer/anochercer con un chocolate calentito.
*** Final del día 10 ***
Aunque nuestra intención inicial era levantarnos a las 8h, nos despertamos un rato antes con el despertador de nuestros vecinos, los belgas. Como ellos no se levantaban, y para no molestar mucho mientras, recogimos las maletas y demás, y nos fuimos a desayunar. Al pasar por los baños, vimos la misma escena que el día anterior, gente haciendo cola para ducharse y el suelo un poco “guarrete”, así que decidimos no ducharnos porque además habíamos pasado por agua la noche anterior.
Al llegar al comedor, vimos que en la fregadera seguía la misma “cacharrada” que habíamos visto la noche anterior. Igual alguien pensó que había servicio de limpieza. Es broma, porque los carteles que había, dejaban bien claro que había que limpiar lo que se utilizase.
Después de este “chascarrillo”, sólo nos queda contaros que desayunamos, recogimos nuestras maletas de la habitación, nos despedimos de nuestros compañeros de habitación y nos despedimos del Híld Hostel.
Amaneció muy nublado, incluso a ratos, chispeaba y con fresquito, 4°C, aunque la aplicación del tiempo del móvil, decía que la sensación térmica era de tan sólo, 1°C. Como casi todos los días, lo primero que hicimos fue irnos hasta el super para hacer las compras del día ISK 1.788 (16,63€).
Quisimos que nuestra primera parada del día fuese la central geotérmica de Krafla (Kröflustöð), planta energética que se puso en marcha en 1978 tras varios años de pruebas con una única turbina de 30 Mw. En 1996 se añadió una segunda turbina con lo que se consiguió duplicar la capacidad de producción de energía hasta los 60 Mw. El centro de visitantes está abierto desde junio hasta mediados de septiembre desde las 10h hasta las 17h. Nosotros no conociamos esta información y nos lo perdimos. ¡qué se le va a hacer!
Una de las curiosidades que tiene esta infraestructura, es que la atraviesa la carretera 863, que va hasta el crater Viti. Y cuando os decimos que la atraviesa, es literal. Como podéis ver en la foto que viene a continuación, prefirieron retorcer la tubería que desviar la carretera. ¡qué carácter tienen estos islandeses!
Camino al crater Viti, descubrimos que había una zona geotérmica al estilo de Hverir que se podía visitar. Aunque no lo teníamos programado, decidimos desviarnos para ver qué se “cocia” por allí, jejeje.
El monte Leirhnjukur (592 mts.) da nombre a esta zona considerada como la zona más peligrosa de Krafla debido a su actividad volcánica. Según ponía en los paneles informativos, la corteza aquí, es extremadamente fina por lo que, en algunos sitios, el calor de las profundidades hace que el suelo esté muy caliente. Por este motivo, remarcan que es muy importante no salirse del sendero marcado durante la visita.
Desde el parking salía un sendero hacia la montaña y los campos de lava. ¡¡Que alguien nos explique qué hace un torno cuenta personas en mitad del camino cuando no hay ningún tipo de cerca o verja… ¡curioso cuando menos!. Supusimos que, en su día, tendría alguna función.
Nada más empezar el sendero, nos llamó la atención que los campos de alrededor estaban repletos de pequeños bultos (no sé si se llegará a apreciar en la foto). No hemos llegado a averiguar de qué se podría tratar.
Tras una pequeña caminata llegamos a la ladera del monte Leirhnjukur. Por las coloridas grietas salía un montón de vapor con un fuerte olor a azufre. También pudimos ver algún charco de lodo burbujeante.
Siguiendo el sendero, llegamos a un mirador donde pudimos ver la verdadera joya de la zona, el crater Leirhnjukur, con su espectacular color verde grisáceo. La verdad, es que tuvimos mucha suerte, por que la luz de tormenta le dio más intensidad a los tonos ocres, marrones y rojizos del crater.
Un poco más adelante y siguiendo el sendero llegamos a los campos de lava solidificada. Aunque no era el primero que veíamos, nos volvieron a sorprender la combinación de colores negros y grise que se entremezclaban con tonalizades rojizas. El gris del cielo, hacía el resto.
Nos cruzamos con un grupo de españoles que iban en un viaje organizado, con guía español. Uno de los miembros (el fotógrafo, el que siempre va el último … ¡¡los grandes incomprendidos en los viajes en grupo!!! ), se quedó un rato hablando con nosotros y nos comentó que lo más bonito del recorrido estaba justo en la zona donde nos encontrábamos. Ellos venían de hacer la vuelta completa y nos recomendó volver por donde habíamos venido. Así que decidimos seguir su consejo y sacamos alguna foto más, como la del crater que se ve la siguiente foto para volver al parking por el mismo camino por el que vinimos.
Cuando quisimos darnos cuenta era ya mediodía cuando llegamos al Viti crater. Sabíamos que se podía bordear la parte superior, aunque desconocíamos la dificultad de la subida. Vimos que había bastantes coches en el parking y la subida es apta para cualquier persona que esté medianamente en forma, teniendo cuidado con la tierra suelta para evitar resbalones.
Si siempre es bonito ver un volcán, cuando se ha formado un pequeño lago en su interior y ese agua es de un color esmeralda profundo, la belleza es sobrecogedora.
Siguiendo el recorrido nos encontramos con otra zona llamativa. La montaña tenía una “mordida” por donde salía vapor y además tenía unos colores increibles.
En estos lugares tan especiales sí se ponen senderos y señalizaciones, suele ser para proteger el entorno y por nuestra propia seguridad. Pero creemos que hay personas que piensan que todo esto se hace por “tocar las narices” y/o se creen con más derechos que los demás.
Os preguntaréis a qué viene esto y es que “como de todo tiene que haber…… un chico “disfrutaba” subiendo por la ladera de la colina donde salía el vapor de las fumarolas para que su amiga le sacase una foto. Da igual sí te estás cargando un entorno natural, algo que la naturaleza nos regala para nuestro disfrute, pero siempre respetándola. ¿De verdad que era necesario? Vergüenza ajena cuando, ya en el coche, les vimos acercarse, que casualidad estaban aparcados al lado nuestro y les oímos hablar en español. No comment!!
Al volver a pasar por la zona de la central, no nos pudimos resistir a sacarnos una foto y grabar un video atravesando con el coche las tubería que cruzan la carretera. Si es que a veces, ¡¡somos como niños!!
Al regresar por la 863 hasta la N1 todavía tuvimos tiempo de hacer un par de paradas. La primera fue sacar unas fotos a un riachuelo que bajaba junto a la carretera y que tenía unas cascaditas muy fotografiables o eso nos pareció a nosotros.
La segunda parada fue en un sitio muy peculiar: una explanada con nada más que una ducha y un lavabo. No esperábamos menos estando dónde estábamos y el agua estaba muy calentita pero no como para quitarnos la ropa y darnos una ducha como hemos visto que algunas personas hacen, no somos tan osados …. jejeje
Tras esta refrescante parada, volvimos a N1 para recorrer los 20 kms. que nos separaban de la desviación de la carretera 862. Desde allí, condujimos otros 25 kms. hasta llegar al parking de otra de las cascadas más espectaculares de Islandia, la cascada Dettifoss. Debido a las condiciones meteorológicas, esta carretera permanece cerrada durante los meses de invierno y suele abrirse al tráfico a finales de mayo.
Como no sabíamos lo que nos íbamos a entretener, y hacía bastante viento, comimos antes de comenzar el paseo. Desde el parking sale un sendero, no asfaltado y que se divivía en dos: hacía la izquierda, el camino hasta Dettifoss (400 mts.) y hacia la derecha, el camino hacia Selfoss (600 mts.).
Nosotros empezamos por la cascada Dettifoss. A pesar de tener sólo 44 mts. de altura, por sus 100 mts. de ancho pasan por segundo la asombrosa cantidad de 500 m3 de agua, convirtiendola en la cascada más caudalosa de Europa. La nube de vapor que se forma al chocar el agua contra el suelo se puede ver a 1 km. de distancia.
Aunque la cascada se puede ver desde las dos orillas del río Jökulsá, la parte oeste tiene un mirador más grande y unas mejores vistas (opinión personal) y esto hace que sea la orilla más visitada.
Seguido nos fuimos a ver la otra cascada, Selfoss, la hermana pequeña de Dettifoss. Y decimos hermana pequeña porque la visita mucha menos gente y eso que está muy cerquita también. Nosotros no nos la quisimos perder y creo que hicmos bien, porque fotográficamente nos gusto bastante más que Dettifoss. Ya desde lejos, tenía muy buena pinta y cuando llegamos a su orilla, no nos decepcionó. Saltando de roca en roca y entre pequeños riachuelos, nos acercamos hasta donde nos pareció que era prudente para intentar sacar una foto del salto completo.
Después del buen sabor de boca que nos había quedado tras la visita a las dos cascadas, volvimos al parking y pusimo rumbo hasta el siguiente punto del día, la cascada Hafragilsfoss. Para llegar hasta allí, volvimos a la N1 y poco después tomamos el desvío de la carretera 864. Nos hubiera gustado saber de antemano que los 32 kms. que nos separaban de la cascada los íbamos a tener que hacer sobre una pista de tierra porque se nos hizo bastante largo y tedioso. Tampoco nos encontramos con tráfico.
Al llegar al parking y ver la cascada a lo lejos, pensamos que, por lo menos, la paliza de coche había merecido la pena. Desde el mirador había una vista espectacular del cauce del río Jökulsá moldeando el valle al más puro estilo del Gran Cañon del Colorado.
Como estábamos a dos horas de la casa, y sabéis que no nos gusta llegar muy tarde el primer día, no nos entretuvimos mucho y para las 18h salimos hacia Egilsstaðir. Deshicimos los 32 kms. hasta la N1 y comentamos que intentaríamos no parar, a no ser que fuera por “imperativo legal”, jejeje. En algunos tramos de la carretera encontramos bastante niebla, incluso hizo que tuvieramos que bajar bastante la velocidad porque la visibilidad era muy reducida.
A las 20:15h llegamos a Egilsstaðir y como lo primero que vimos del pueblo, fue una gasolinera, aprovechamos para llenar el depósito. 33,56L x ISK 183,3 = ISK 6.152 (57,21€). También hicimos una especie de merienda-cena al ver que servían unos perritos calientes que tenían muy buena pinta, ISK 1.088 (10,11€).
Poco antes de las 21h, llegamos a la casa. En todos nuestros viajes siempre hay un alojamiento que está un poco apartado, incluso escondido. En Islandia, fue este. Nuestro anfitrión, un hombre majo que se arreglaba justito con el inglés. También conocimos a nuestros compañeros de alojamiento. Una pareja de franceses jovencitos que estaban en la habitación de al lado y con la que compartíamos baño y charla en la mesa de la cocina.
Country House Tokastaðir
Web: [url=https://www.booking.com/hotel/is/country-house-tokastadir.es.html?aid=7994077&aid=;label=gog235jc-hotel-XX-is-countryNhouseNtokastadir-unspec-es-com-L%3Aes-O%3AwindowsS7-B%3Achrome-N%3AXX-S%3Abo-U%3AXX-H%3As;sid=41918ede930aecf4b4d6a6cfaaec3535;dist=0&sb_price_type=total&type=total&]Country House Tokastaðir[/url]
Precio: 90€ por noche (2 literas individuales en habitación individual). Toallas y ropa de cama incluidas.
Ubicación: a 10 kms. en coche de Egilsstaðir.
Estado: Edificio tipo granja. Aunque el dueño nos pareció muy majo, el alojamiento en sí está bastante descuidado y necesita una reforma integral.
Servicios: Aparcamiento gratuito.
Trato recibido: Normal
Calificación: (5 sobre 10)
Aunque para acabar el día habíamos pensado Borgarfjörður Eystri, uno de los lugares donde era posible ver puffins, el viaje desde Hafragilsfoss nos había dejado bastante cansados y decidimos que, por un día que nos fuéramos a una hora prudencial y decente a la cama, no pasaba nada. Charlamos un rato con nuestros vecinos franceses y nos metimos en nuestra habitación para cumplir con el ritual de todos los días, fotos, copia de seguridad, redes sociales y notas para este diario, etc.
... qué maravilla! Nosotros estuvimos 10 este agosto, así que hemos seguido de viaje con ustedes. Las fotos chulísimas y el diario muy ameno. Gracias por compartirlo. 5*****
Muchas gracias "Salodari". La verdad es que 23 días dan para mucho, sobre todo cuando tienes casi 20 horas de luz al día. Nos alegra que te esté gustando el diario. Saludos,
Anna & Oskar.
Sobre tu pregunta, nosotros siempre facturamos el equipaje. Aunque el trípode es de carbono y no pesa mucho, la rótula es bastante pesada y aparatosa y nunca nos hemos querido arriesgar a que nos lo paren en el control de seguridad. Tendrías que estar muy seguro de que te lo van a dejar montar en el avión. Y ten en cuenta de que luego, lo tienes que traer de vuelta. Cada aeropuerto es un mundo. Yo no me arriegaría.
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Hay gente para todo y para ná. Desde la persona que va, se hace un par de fotos en Skogafoss y le da pereza subir la escalera hasta quien se ve Kvernafoss, se sube a la plataforma y sigue por la senda a ver más cataratas. Puedes estar media hora o medio día
¡Depende de las personas!
Eso mismo le puedes aplicar a todos esos lugares.
Es como si te vas al museo del Prado solo 30 minutos y tienes que decidir entre ver 30 cuadros en tres salas contiguas o ver 15 esparcidos por todo el museo pero más variados.
Lo bueno es que lo mires por donde lo mires te quedas así
Qué bien leemos Estamos para firmar contratos
De todas maneras vayas media hora o media de una hora está todo bien, lo que no estés en un sitio lo estarás en otro ya que siempre es tiempo insuficiente. Considera que a veces lloverá y tendrás que pasar de largo de algún lugar o verlo in the rain. O hacer gestiones varias a la espera de que salga el sol. Trata de maximizar la eficiencia de tu tiempo.
Tienes razón. Está claro que no puedo llevar un programa encorsetado por el tema del tiempo.
Dormiré las dos primera noches en Hveragerdi, la tercera cerca de Jokulsarlon y la cuarta en Hella. Mi idea inicial a partir del tercer día era hacer unos cuantos puntos a la ida como las dos cascadas, Reynisfjara, Jokulsarlon y Fjalsarlon, y Skatafell, Fjaðrárgljúfur y Dyrholaey a la vuelta... Pero lo que dices, la lluvia puede que lo modifique.
Gracias por tu ayuda.
La suerte es que generalmente los sitios están pegados a la carretera y a veces si no los ves a la ida (te pilla lluvia) lo ves a la vuelta.
La ringroad es preciosa sobre todo desde Hveragerdhi a Egilstadhir sin paso Oxi. En resto es carretera poco impresionante con honrosas excepciones. Por tanto, si vas y vuelves por el sur tienes ración doble de la carretera más escénica.
En Islandia es importante el poder de improvisación, de cambiar de planes, y de renunciar cuando hay que renunciar a algo para que el conjunto del viaje se resienta lo menos posible. La climatología y las horas de... Leer más ...