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Camino de Santiago francés en bicicleta, ¡en enero!

Camino de Santiago francés en bicicleta, ¡en enero! ✏️ Blogs de España España

Peregrino novato dando pedales por el Camino de Santiago francés en enero.
Autor: Dasfredas  Fecha creación:  Puntos: 5 (2 Votos)
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Etapa 3. Mansilla de las Mulas (León) - Rabanal del Camino (León)

Etapa 3. Mansilla de las Mulas (León) - Rabanal del Camino (León)


Mansilla de las Mulas (León) - Rabanal del Camino (León)
Localización: España España Fecha creación: 10/04/2018 11:46 Puntos: 0 (0 Votos)
ETAPA 3

Mansilla de las Mulas (León) – Rabanal del Camino (León)

Las previsiones del tiempo acertaron maravillosamente y mientras guardábamos las cosas en el coche había unos tres tropicales grados positivos. Cuando recogí la bici, funcionaban los cambios, los frenos… Un día de capricho en el que nada podía salir mal.

Camino de Santiago francés en bicicleta, ¡en enero! - Blogs de España - Etapa 3. Mansilla de las Mulas (León) - Rabanal del Camino (León) (1)

Entre Mansilla y León capital hay unos veinte kilómetros que cubrí en apenas una hora por una pista en buen estado junto a la carretera. El problema fue que atravesar León me llevó un montón de tiempo, teniendo que cruzar por barro, puentes cubiertos de nieve helada sobre carreteras, perdiéndome en varias ocasiones y saliendo por una zona industrial nada bonita. Un lujo de atravesar León es pasar junto a la catedral, donde he estado de visita varias veces y donde había pensado alguna vez que por allí pasaría haciendo el Camino. Sueño cumplido √.

Ya antes de terminar de pasar por el quinto polígono industrial del día, me di de bruces con el que iba a ser el invitado todo el día: El viento de cara. Pocas cosas hay más desquiciantes para un ciclista que tener todo el día el viento zurrándote en la cara y frenando cada pedalada. Existe un dicho que dice que hay que hacer “el doble de esfuerzo para avanzar la mitad”. Esto durante unos setenta kilómetros con un ligero sube y baja, y donde nuevamente me volví a perder e hice varios kilómetros de más, hizo que una etapa a priori fácil se hiciera durísima y no la disfrutase mucho.

Llevaba calculado un horario aproximado y entre lo que tardé en atravesar León y el viento de cara, estuve todo el día “estresado” por ir tan retrasado. Y eso en el Camino es un error imperdonable. Un error del que aprendí especialmente este día. Porque creo que el Camino hay que hacerlo con tiempo suficiente para poder disfrutar de todas las pequeñas cosas que ofrece. Un ejemplo: Quedé con Salva para tomar un café en un albergue en el pueblo de Hospital de Órbigo. Tras pasar por su precioso y medieval Puente del Paso Honroso, nos dirigimos al bar de un albergue y ya de paso, conseguir otro sello para mi credencial. Dejé la bici fuera y después de disfrutar de un donuts y una cocacola mientras charlaba con Salva, empecé a ponerme otra vez el casco, gafas, guantes… Mientras lo hacía, un señor de unos ochenta años que estaba leyendo el periódico junto a la ventana me observaba sonriente. Le devolví la sonrisa, lo que fue suficiente para él para comenzar una conversación:

- ¡Buena máquina llevas!
- ¿La bicicleta? Si, no está mal. Es mejor que el ciclista que lleva encima.
- Es que tengo buen ojo para las bicicletas, porque soy “compañero del pedal”.
- ¿Era usted ciclista?
- ¡Yo soy ciclista! A ver de quién crees que es la otra bicicleta que está ahí fuera. Y he hecho el Camino un montón de veces. Si quieres te doy unos consejos.
- Uff, es que voy muy mal de tiempo. Hoy me toca llegar hasta Rabanal…
- Bueno hombre, no te preocupes, hasta allí el Camino está muy bien, aunque es un poco cuesta arriba.
- Ya, ya, eso me temo. ¡Ya siento no poder quedarme!
- No te preocupes majo. ¡Buen Camino!

Camino de Santiago francés en bicicleta, ¡en enero! - Blogs de España - Etapa 3. Mansilla de las Mulas (León) - Rabanal del Camino (León) (2)

El buen hombre tenía unas ganas de pegar hebra con un “compañero del pedal” que no podía con ellas. Y seguro que, aparte de los consejos que me habría podido dar, yo habría disfrutado de la conversación. Y por las puñeteras prisas no me quedé. Por esto, tengo claro que cuando vuelva a hacer el Camino, sea en bicicleta o sea andando, lo haré con tiempo suficiente para no tener que andar corriendo y perderme cosas así.

Cuando llegué a Astorga ya estaba absolutamente reventado de pedalear contra el viento. Atravesé el pueblo mientras estaban desmontando el mercadillo con lo que había un caos total de circulación. A pesar de que el pueblo es precioso, estaba tan cansado que no hice ni siquiera una foto; ya sólo pensaba en terminar la etapa y descansar.

La pájara que llevaba era de tal calibre que aunque estaba yendo sólo un poco cuesta arriba y contra el viento, me costaba trabajo superar los ocho kilómetros por hora. Cuando se va “apajarado” los pensamientos suelen ser muy negativos y a mi me dio por pensar en que el viento que me estaba azotando venía exacta y precisamente desde Santiago de Compostela. Y que tendría que comerme este viento todos los días que me quedaban. Y que eso iba a ser imposible, así que mañana me volvía a casa.

Aunque la idea era llegar a Rabanal directamente, las fuerzas sólo me llegaron hasta Santa Catalina de Somoza. Así que paramos en un albergue y me comí el que creo que es el bocadillo de lomo a la plancha que mejor me ha sabido en mi vida. Convenientemente regado por dos cervezas Estrella Galicia 1906. Es sorprendente como un bocadillo y unas cervezas pueden cambiarlo todo.

Con fuerzas renovadas, volví a subirme en Centella 2 y me lancé contra el viento y los últimos kilómetros que me quedaban, que se hicieron duros, pero nada comparado con el resto del día.

Cuando llegué a Rabanal, Salva ya había metido todos los bártulos en el Albergue El Pilar y sólo quedaba dar mis datos para poder ducharme y descansar un poco. Cuando estás tan cansado, estas cosas se aprecian como oro puro. Después de la ducha y mientras Salva corría, lavé la bici y estuve charlando un rato con los tres peregrinos con los que compartiríamos albergue: Carlos y Pepón, un barcelonés y un madrileño que estaban haciendo el Camino andando junto a una chica canadiense llamada Amanda. Los tres se habían conocido durante el Camino y lo estaban haciendo juntos. Y ya eran muy amigos.

Después de ducharse Salva, cogimos el coche e intentamos llegar a visitar la famosa Herrería de Compludo, así como reconocer el comienzo de la siguiente etapa y ver la Cruz de Ferro. La pena es que bajó la niebla y se nos había hecho tarde, así que fuimos y volvimos con las mismas, sin haber visto ni una cosa ni la otra.

Cuando llegamos al albergue, fuimos directamente a cenar al único bar del pueblo que estaba abierto. Allí estaban los otros tres peregrinos cenando y dando cuenta entre risas de una botella de vino tinto. Después de cenar un guiso de patatas con carne junto con un par de 1906, Amanda vino a hablar con nosotros a nuestra mesa. In vino veritas, nos contó algunas de las razones que le habían llevado a hacer el Camino de Santiago y algunas de las aventuras que había sufrido por hacerlo ella sola. Y lo agradecida que estaba de que Carlos y Pepón la estuvieran acompañando, aunque a veces la tenían que esperar. Esta conversación también sirvió para que Salva se diera cuenta de que era perfectamente capaz de entender el inglés de una canadiense y lo que era más, hacerse entender.

Antes de volver al albergue, nos juntamos todos y comentamos vicisitudes del Camino, al calor de una ronda de chupitos de hierbas cortesía de Amanda. Esta charla y esta compañía es uno de los muchos buenos recuerdos de estos días.

Una vez en el albergue y en agradecimiento por los chupitos, regalé un kinder sorpresa a Amanda, algo que me agradeció entre lágrimas a pesar de que le insistí que no tenía importancia. Prometió abrirlo sólo cuando llegase a Santiago, en la misma Plaza del Obradoiro. Antes de que los cuatro nos hubiésemos terminado de lavar los dientes, la dulce Amanda ya dormía la mona con el kinder sorpresa en la mano. Espero que no se le derritiese.


Datos de la etapa: 91,6 kilómetros, 1012 metros desnivel.

La canción que estuvo conmigo este día fue “Linger” de The Cranberries.
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Etapa 4. Rabanal del Camino (León) - O Cebreiro (Lugo)

Etapa 4. Rabanal del Camino (León) - O Cebreiro (Lugo)


Rabanal del Camino (León) - O Cebreiro (Lugo)
Localización: España España Fecha creación: 10/04/2018 11:48 Puntos: 0 (0 Votos)
ETAPA 4

Rabanal del Camino (León) – O Cebreiro (Lugo)

A pesar de que durante la noche lo había hecho, el viento no zumbaba en las ventanas del albergue cuando me desperté. Buenísimas noticias si tenemos en cuenta que en teoría esta etapa era la etapa más dura. Aun así hacía mucho frío y el ritual de vestirse de torero fue tan desagradable como todos los días anteriores.

Lo que sí pude hacer fue desayunar caliente por primera vez desde que lo hice en casa, en el bar en el que habíamos cenado el día anterior. El día se empieza de otra manera con unas tostadas y un café caliente en el coleto. En cualquier caso, los siete u ocho primeros kilómetros son en subida hasta llegar a la Cruz de Ferro y recién levantado y desayunado, la verdad, no apetecen. Pero como no tenía otra cosa mejor que hacer, me puse a ello.

La mañana era clara, sin rastro de niebla ni de viento. El sol se reflejaba en la nieve y subía a buen ritmo. El asfalto estaba en perfecto estado y yo era joven y hermoso. Por primera vez en todo el Camino, empecé a creer que era posible llegar bien a Santiago. Sin embargo, un par de kilómetros más adelante entré otra vez en un banco de niebla. No me preocupó porque sabía que estaba muy alto, a unos mil trescientos metros sobre el nivel del mar y que cuando volviese a bajar, volvería el sol y la alegría.

Así llegué, a través de una niebla densa, a la Cruz de Ferro. En teoría, los peregrinos deben llevar una piedra desde su lugar de origen y una vez allí, tirarla de espaldas al montón enorme de piedras sueltas que forma el monumento. Como a mí se me había olvidado, cogí una en Rabanal y por lo menos la subí todo el puerto. Creo que también eso vale. Cuando llegó Salva con la furgoneta, nos hicimos fotos y videos para documentar el momento.

Camino de Santiago francés en bicicleta, ¡en enero! - Blogs de España - Etapa 4. Rabanal del Camino (León) - O Cebreiro (Lugo) (1)

En teoría a partir de la cruz empieza una bajada de veinte kilómetros hasta Ponferrada que yo me moría de ganas de hacer. Pero como todo lo bueno se hace esperar, hubo unos cuantos kilómetros de sube y baja hasta que por fin empezó la bajada definitiva. Eso sí, cuando por fin empezó, disfruté como un animal. En Valladolid no tenemos montañas muy altas, por lo que no tenemos bajadas tan largas. Así que lo di todo, llegando a Molinaseca casi cansado después de casi media hora bajando a tope.

Desde Molinaseca a Ponferrada fui por carretera y por un carril bici. Como no quería que me ocurriera lo mismo que en León, intenté bordear la ciudad, dado que Ponferrada lo conozco bastante bien y no me hacía falta pasar por el centro. Lo conseguí casi a la primera así que no perdí mucho tiempo y ya casi estaba a la mitad de la etapa, sin haber gastado fuerzas y encima con sol. Paré junto a una iglesia a las afueras de Ponferrada donde un hombre estaba quitando el belén que seguía puesto casi dos semanas después del día de Reyes. Al verme comiendo una barrita y con la concha de peregrino en la mochila, me preguntó si quería que me pusiera un sello. Acepté encantado y me invitó a ver la iglesia, que casi ningún peregrino se dignaba a visitar, por lo que creo que éste es el sello más exótico que atesoro en mi credencial. Amablemente también me enseñó los restos del belén, que estaba hecho en gran parte con conchas marinas, cáscaras de mejillones, etc.

Tras pasar Ponferrada, el Camino pasa por los pueblos de Camponaraya y Cacabelos, junto a campos llenos de vides y caminos en buen estado, pudiendo evitar la temida carretera durante bastantes tramos. Esta parte del Camino es muy favorable, los paisajes son muy bonitos y la disfruté mucho. Por desgracia, a pesar del sol, los caminos seguían estando en muy mal estado.

El bonito pueblo de Villafranca del Bierzo estaba en buena parte en obras y tiene unas rampas dignas de temer. Ya antes de llegar a Villafranca, el camino empezaba a picar hacia arriba. Allí quedé con Salva para tomar una cocacola y un bollo y coger fuerzas para acometer la que es la mayor subida del Camino de Santiago, el puerto de Piedrafita. Pregunté a los parroquianos del bar qué tal era la carretera o el camino a partir de allí y, después de discutirlo entre ellos, me dijeron que bien, al principio un carril junto a la carretera y después el puerto se puede subir muy bien por la antigua N-VI, porque desde que hicieron la A-6 ya casi no pasan coches por allí.

Los señores tenían razón y ya picando siempre hacia arriba, fui por un carril bici que permitió mantener una buena velocidad hasta el pie del puerto, donde un cartel rezaba “Puerto de Piedrafita, Abierto”. Me acordé del agorero que me atendió cuando fui a por la credencial y pensé que, en realidad, estaba teniendo suerte con el tiempo donde más la podía necesitar.

El puerto de Piedrafita es duro aunque bastante favorable, con rampas asequibles excepto en un tramo hacia la mitad del mismo. El sol y el esfuerzo hizo que por primera y única vez en todo el Camino me desabrochase la chaqueta e incluso, en un alarde, me quité la braga del cuello. El mejor momento del puerto es cuando pasas la señal, casi al final, que indica que has llegado a la “Comunidade de Galicia, Provincia de Lugo”. Ya casi estábamos.

Cuando por fin llegué a Piedrafita do Cebreiro, en la cima del puerto, era la hora de comer, así que comimos en el mesón Suso, un restaurante que habían aconsejado a Salva y donde tenían su propia carnicería. Para un carnívoro irredento como yo, eso es garantía. La camarera nos leyó el menú del día, que incluía caldo gallego y filete con patatas, mi elección. Intenté hacer una broma a la camarera y en ese momento me di cuenta de que efectivamente, habíamos llegado a Galicia.

- Vengo con mucha sed, ¿cuántas cervezas tenéis en la cámara?
- Pues no lo sé exacto.
- Más o menos, no hace falta un número exacto. ¿Muchas?
- No te sabría decir si son muchas o pocas.
- Venga va, pues tráeme una.

Disfrutamos de la comida y del acento de los parroquianos, que me recordaba que ya estaba más cerca del objetivo.

Después de comer quedaban todavía unos cinco kilómetros hasta O Cebreiro, el pueblo donde estaba el albergue donde teníamos previsto dormir. No eran muchos kilómetros, pero eran todos cuesta arriba, lo que después de comer bien apetece tanto como una patada en el culo. Salva se adelantó con el coche mientras yo penaba por las rampas con la tripa llena.

El pueblo (en realidad parroquia) de O Cebreiro es precioso. Pequeño y nevado en lo alto de la montaña, hecho de piedra y pizarra. Gracias a que está a más de mil trescientos metros sobre el nivel del mar, las vistas son absolutamente espectaculares y es otro de los recuerdos que primero me vienen a la mente cuando, tiempo después, pienso en el Camino de Santiago.

El albergue municipal de O Cebreiro fue el primer albergue público al que fuimos y nos encontramos con un pequeño problema, que afortunadamente pudimos resolver rápido. Todos los albergues en los que habíamos estado eran privados y al no haber problema de espacio, Salva podía quedarse sin ningún problema. En el caso de los albergues municipales, es necesario presentar la credencial de peregrino. Y Salva no tenía. La solución nos la propuso la poco habladora trabajadora del albergue, en un esfuerzo por utilizar algo más que monosílabos: Ir a la iglesia de Santa María, en el mismo pueblo, hacerte la credencial de peregrino y entrar al albergue. Salva dudó de la moralidad del tema, pero le convencí de que si no quitaba sitio a ningún peregrino, el apóstol haría la vista gorda.

Después de guardar la bicicleta en la furgoneta, entramos en el enorme albergue municipal, con dormitorios con literas para unas cien personas. Éste fue el albergue donde compartimos dormitorio con más peregrinos; esa noche seríamos unos treinta de muchas nacionalidades. El agua de la ducha sólo tenía una opción: Hirviendo, así que me duché entre gritos y saltos y después de poner a cargar móviles, gps y demás parafernalia peregrina, fuimos a dar una vuelta por el pueblo. En la iglesia de Santa María pude poner otro sello en mi credencial y además vimos su famoso cáliz. Con la puesta de sol, las vistas fueron si cabe, aún más memorables. En el bar Santo Grial, tomamos una 1906 acompañado de un chorizo digno de mención y recuerdo. La segunda y la tercera 1906 las tomamos en el Mesón Antón, donde estaban la mayoría de los peregrinos del albergue. Las cervezas las acompañamos con más caldo gallego y pulpo.

El problema de dormir con más cantidad de peregrinos es que suben las probabilidades de encontrarte con gente que ronque. Y que ronque mucho. En este caso, compartimos dormitorio con un peregrino que, como casi todos los grandes roncadores, era de sueño rápido. Más incluso que el mío. Después de asegurarme de que el ruido no procedía de nadie que hubiese encendido una cosechadora dentro del dormitorio, procedí a ponerme los tapones para los oídos e intentar conciliar el sueño, a pesar de que seguía oyendo las variaciones acústicas con las que nos deleitaba nuestro agotado compañero.


Datos de la etapa: 91,5 kilómetros, 1771 metros de desnivel.

La canción que me atormentó fue “Colgando en tus manos” de Carlos Baute y Marta Sánchez.
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Etapa 5. O Cebreiro (Lugo) - Palas de Rei (Lugo)

Etapa 5. O Cebreiro (Lugo) - Palas de Rei (Lugo)


O Cebreiro (Lugo) - Palas de Rei (Lugo)
Localización: España España Fecha creación: 10/04/2018 11:49 Puntos: 5 (1 Votos)
ETAPA 5

O Cebreiro (Lugo) – Palas de Rei (Lugo)

Después de haber dormido casi bien gracias a los tapones y al cansancio acumulado, nos levantamos casi de los últimos de todo el albergue. No tenía sentido madrugar más ya que en enero amanece tarde y no se puede ir en bici sin una luz suficiente. Así que desayunamos en el Mesón Antón en el que habíamos cenado, recogimos todas nuestras pertenencias y me dispuse a dar pedales con la moral alta.

Había consultado el perfil de la etapa y, como casi siempre, se empezaba con un sube y baja de unos pocos kilómetros para después empezar una larga bajada por la LU-633 hacia Sarria, que es donde tenía previsto volver a ver a Salva.

Y aquí llega el que fue mi fallo más gordo de todo el Camino. Como O Cebreiro es pequeño, por alguna razón supuse que sólo lo cruzaría una carretera, por lo que en parte extasiado por las vistas del amanecer a tanta altura, tuve claro que girando a la derecha desde donde estaba seguiría el Camino. Pero no. Para ayudar a mi despiste, al principio de la carretera coincidí con dos peregrinos que avanzaban por la misma carretera que yo. Y para ayudar aún más a mi despiste, la carretera al principio subía, luego hacía un pequeño sube y baja y después empezaba una cuesta abajo bastante pronunciada. El asfalto estaba perfecto y como iba rápido, no caí en que había dejado de haber símbolos que marcasen que la carretera pertenecía a la ruta del Camino de Santiago. Mientras seguía disfrutando de la bajada, sin ni siquiera empezar a intuir que algo iba mal, el asfalto iba a peor con el paso de los kilómetros. Y a peor. Y a peor. Y a peor hasta llegar a convertirse en casi camino de tierra cuando llegué, ya mosqueado pero a toda velocidad a la aldea con más perros sueltos de toda Galicia: Santín.

Los perros sueltos y los ciclistas no solemos hacer buenas migas. Cuando hay igualdad numérica no hay mucho problema, pero en este caso fueron tres los perros sueltos que me recibieron a todo ladrido por las calles de Santín. Acojonado, pero intentando mantener la calma busqué una esquina en la que poder refugiarme, poniendo la bicicleta entre mis jugosas canillas y las ansiosas mandíbulas de los fieles guardianes del pueblo. Lo logré junto a una verja de una casa, en cuyo patio aparecieron otros dos pastores alemanes alarmados por los ladridos de sus compañeros, con lo que mi situación era estar rodeado de cinco perros con la única defensa de una valla metálica y una bicicleta de montaña. No era exactamente como pensaba que iba a estar cuando salí quince minutos antes.

Como los dos perros de la verja parecían estar controlados, me dediqué a controlar a los otros tres. Los dos más grandes se cansaron pronto y se fueron calle arriba. Sin embargo el chucho más pequeño parecía no tener nada mejor que hacer y se quedó ladrándome y provocando a los dos de la verja durante un rato que se mi hizo eterno. Cuando le pareció bien, decidió irse calle arriba a oler culos o lo que quiera que fuera a hacer aquel mamón.

Controlada la situación pero aun con el acojone por las nubes, sopesé mis posibilidades y descartando volver a subir las cuestas del pueblo y todo lo que había bajado, decidí jugar el comodín de la llamada.

- Buenos días Salva (en voz no muy alta para no provocar a los perros).
- ¡Buenos días! ¿Qué tal lo llevas?
- Verás…

Expliqué la situación y tras confirmar que no estaba de broma, el siempre voluntarioso Salva se dio la vuelta y se dirigió a la ubicación que le había enviado por whatsapp. Mientras llegaba, yo no tenía otra cosa que hacer que intentar moverme lo menos posible para evitar ladridos. Entonces una voz perteneciente a una mujer de mediana edad salió de la casa de mi espalda.

- Bos días
- ¡Hola! Buenos días.
- (Me estudia desconfiada mientras controla a los perros).
- Verá, es que soy un peregrino que he pasado la noche en O Cebreiro y he debido coger mal la carretera y he acabado aquí.
- (Sigue mirando desconfiada).
- Pero no se preocupe que he llamado a un amigo que viene con el coche a buscarme, porque no me atrevo a subir con tanto perro suelto, jejeje.
- (Sigue mirando desconfiada).
- (No sabe qué más decir).
- Lo que no sé es cómo acabaste aquí.
- Ya, yo tampoco lo sé muy bien. Es que soy un poco torpe, jejeje.
- (Mira desconfiada).

Después de explicar a mi nueva y charlatana amiga que mi amigo no tardaría mucho y que no la molestaría más, ella volvió a entrar en la casa dejándome solo a la espera del Salva-Taxi. Sin haberlo deseado, había podido comprobar el laconismo y la parquedad máximas de las gentes de aldea.

Unos ladridos anunciaron la llegada de un coche que, por suerte para mí era el Dacia Dokker de Salva. Tras comprobar que estaba bien, Salva me ayudó a subir la bici al coche con una sonrisilla de medio lado que acepté y compartí, asumiendo lo torpe que puedo llegar a ser. Como supuse que estaría mirando por la ventana, di las gracias con la mano a mi amabilísima amiga, que tanto había hecho por mi bienestar.

Ya de vuelta en O Cebreiro me di cuenta de que seguir el Camino había sido tan sencillo como volver al punto donde lo había dejado el día anterior y seguir. De mala leche conmigo mismo, pedí a Salva que me llevase un poco más allá para compensar los kilómetros que ya había hecho y después volví a dar pedales cuesta arriba, pero ya con las deseadas flechas y conchas amarillas acompañándome.

No tardé mucho en llegar a un sube y baja que precedía a la segunda gran bajada del Camino de Santiago. Esperaba que fuera tan divertida como la de Molinaseca pero no lo fue. Siempre es agradable bajar, especialmente estando cansado, especialmente con asfalto en buen estado, especialmente si la bajada es larga. Pero en este caso fue aburrida debido a que no me crucé con absolutamente nadie en la media hora que duró la bajada. Ni con peregrinos ni con un simple coche, mi querida LU-633 sólo para mí.

Como he dicho antes, los ciclistas llegamos a tener una relación casi personal con nuestras bicicletas. Es debido a las cosas que se pasan juntos y por momentos como éste, en los que durante muchos kilómetros y mucho rato, se está totalmente a solas con ella y lo único que te hace compañía es el sonido de sus ruedas y el chirriar de sus frenos.

Sin haber dado muchos pedales me encontré casi en la mitad de la etapa. Aunque hacía sol, el frío era intenso y decidimos parar en Sarria a tomar algo caliente, aunque al final me tomé una cocacola, que el resto de los días me había sentado muy bien. Desde Sarria hasta Portomarín el Camino va por mi LU-633 con poco tráfico y con unas vistas espectaculares. A partir de este punto el Camino se convierte en un continuo sube y baja, marcado por los cauces de los múltiples ríos que se cruzan: Bajas hasta llegar a un río, pasas el puente y vuelves a subir, hasta la siguiente bajada, que lleva al siguiente río, que lleva a la siguiente subida y así hasta Santiago de Compostela. No hay grandes subidas, pero sí se hace duro.

En cualquier caso, es un tramo del Camino especialmente bonito, en el que pasas por pueblos con gente muy amable que está deseando ayudar. Me dio por pensar en la diferencia de carácter de la gente en los pueblos por los que pasa el Camino, normalmente amables, abiertos e incluso hablando varios idiomas con soltura, con los habitantes de pueblos por los que no cruza el Camino y que probablemente por esta razón, y en mi experiencia, son mucho más cerrados e incluso huraños.

Portomarín es un pueblo en el que nuestra amiga Marian nos había aconsejado parar y que efectivamente es muy bonito, a pesar de que había una densa niebla cuando llegué. Hice tiempo hablando con tres amigos jubilados que esperaban a un cuarto para tomar unos vinos. Comimos un bocadillo en uno de los bares del pueblo, junto con una 1906; lo justo para encarar los ventipocos kilómetros que faltaban hasta Palas de Rei, nuestro destino de este día. Me encontraba animado y con fuerzas para terminar un día que había empezado mal, pero que iba muy bien.

El Camino hasta Palas de Rei empieza por carretera pero pronto entra en unas pistas forestales que, a pesar de las lluvias, se encontraban en buen estado y permitían avanzar a buen ritmo; pasando por pueblos y coincidiendo con bastantes peregrinos. Este tramo es el que más disfruté de todo el Camino.

Empezó a lloviznar justo cuando entraba en Palas de Rei. El albergue Zendoira es el que más nos gustó de todo el Camino. Es de reciente construcción y tiene instalaciones modernas, que recuerdan a hoteles de mayor categoría, incluyendo un lavadero de bicicletas en el que pude mimar a Centella 2 después de tres días sin haberlo hecho mucho. Lo más llamativo son las camas, que son espacios individuales, cubiertos por una cortina, recordando mucho a los hoteles nicho japoneses.

Después del lavado de bicicleta y mientras Salva salía a correr, yo pude disfrutar de una ducha caliente con la enorme satisfacción de haber pasado un día duro, quedando sólo la última etapa. Ya casi olía el botafumeiro.

Mientras estaba en la ducha llegó un grupo de peregrinos cuyas nacionalidades incluían Japón, Corea del Sur, Italia, Brasil, Perú y Suiza. Charlé con varios de ellos que me comentaron que se habían juntado durante el Camino y pensaban terminarlo juntos. Aunque estaba muy satisfecho, sentí una cierta envidia de ellos.

Cuando volvió Salva, decidimos ir a dar una vuelta por el pueblo. La iglesia estaba cerrada y estaba lloviendo levemente, por lo que nos vimos obligados a resguardarnos en un bar y recuperar líquidos y sales minerales a base de 1906. Mientras nosotros dábamos cuenta de dos cervezas, Silvia nos buscó por Internet sitios donde cenar y nos aconsejó la Pulpería A Nosa Terra. Un acierto descomunal. Allí cenamos uno de los mejores pulpos que he comido nunca y una tortilla de patata poco hecha brutal. Compartimos local con varios peregrinos que probablemente también habían consultado el tripadvisor.

De camino de vuelta al albergue nos encontramos con la iglesia del pueblo abierta y decidimos entrar a verla y pedir que me pusieran un sello en la credencial. Dentro, un grupo de señores mayores todavía se afanaban en quitar los restos del Belén parroquial. Tuve que firmar en una hoja donde pude ver que ese mismo día habían pasado por allí unos cincuenta peregrinos. Estaba claro que nos acercábamos a Santiago.

Cuando entramos en el albergue olía muy bien a comida. El grupo de peregrinos que llegó mientras me duchaba había hecho comida peruana y había invitado a todos los que estaban en el albergue. Otros habían aportado alguna botella de vino y todos lo estaban pasando muy bien. Nos invitaron a unirnos, pero estábamos totalmente llenos. Lamentando no habernos quedado en el albergue un rato más, nos fuimos a la cama.

Una vez dentro de mi nicho contesté a todos los mensajes de seres queridos y apreciados, que me deseaban lo mejor para el día siguiente. Habiéndome acostado tranquilo, todos los mensajes me aceleraron el pulso y tardé un rato en conciliar el sueño que fue ligero toda la noche.


Datos de la etapa: 98 kilómetros, 1727 metros de desnivel.

La canción que aleatoriamente eligió mi cerebro fue “Los días raros” de Vetusta Morla. Bien.
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Marimerpa  marimerpa  16/04/2018 16:34   📚 Diarios de marimerpa
Menuda aventura el camino en invierno. Pero tuvo su recompensa. Encantada de leerte, gracias por compartir.
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Fecha: Lun Ene 29, 2024 11:25 pm    Título: Camino de Santiago en bici desde León: 6 etapas

Camino de Santiago en bici desde León: 6 etapas




Etapas del Camino de Santiago desde León en bici

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Fecha: Mie Ene 31, 2024 09:10 pm    Título: Re: Camino de Santiago en Bicicleta

Mil gracias.
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Mensajes: 7

Fecha: Sab Mar 30, 2024 02:28 pm    Título: Re: Camino de Santiago: Albergues privados y públicos

Hoal! Estamos pensando contratar una agencia para el temoa de hoteles, credenciales, etapas, cocho por si surge algún problema.., en fin, un viaje más organizado. Cual sería la mejor agencia? Gracias
Angegaca
Angegaca
Willy Fog
Willy Fog
11-09-2008
Mensajes: 15382

Fecha: Sab Mar 30, 2024 02:48 pm    Título: Re: Camino de Santiago en Bicicleta

Camino de Santiago: Empresas especializadas - equipajes

Quizá mejor en ese hilo más específico Guiño
Saludos Amistad
Ángeles
tamosvivos
Tamosvivos
New Traveller
New Traveller
14-01-2023
Mensajes: 7

Fecha: Sab Mar 30, 2024 04:00 pm    Título: Re: Camino de Santiago en Bicicleta

Gracias
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