Francia - Agosto 2008 ✏️ Blogs de Francia

Amanece un nuevo día en Francia, ¡y amanece soleado! En el desayuno, en el que probamos un típico pastel bretón muy parecido al pastel de arroz de aquí, los dueños y el resto de huéspedes parece que se alegran de que nosotras les lleváramos un poco de sol de nuestra tierra ya que llevan un verano muy gris. Deben de conocer que en Bilbao hace unos 364 días al año sol y nos lo hacen saber. No, en serio, esto sólo puede significar una cosa, a la tarde iremos a la playa.


Por la mañana toca visita, que para eso estábamos ahí, no? Ese día tocaba ver Vannes, una de las principales razones de que estuviésemos por esa zona. El sitio nos gusta mucho, fue el primer lugar donde vemos las típicas casa medievales de madera, que, eso sí, luego nos encontraríamos hasta la saciedad.


Todo lo que hay que ver, o casi todo, está dentro del recinto amurallado, sus calles empedradas, la catedral, etc.


Aquí volvemos a romper las barreras de nuestro francés, cada vez más fluido, jajaja, al tener que entrar a una farmacia para comprar un jarabe para mí, ya que tenía la garganta hecha una pasa, e increíblemente el dependiente me entiende, luego entre gestos y palabras sueltas, quedamos de acuerdo en que el jarabe que necesito es uno específico para la tos seca y que se agrava por la noche. Sí, puede que os parezca inverosímil, pero todo esto en francés, y eso que casi es difícil hasta en castellano, jeje


Después de este apunte, dejamos Vannes, para ir hasta el pueblito de Saint-Goustan, conocido básicamente por su puente y sus vistas, no hay mucho más que hacer allí, así que acabamos pronto y nos vamos a comer hasta la casa.


Después de montarnos un pequeño picnic en la terraza, cogemos todos los bártulos y nos vamos hasta Kervillen, una playa en la que descubrimos que allí no se lleva lo de dar paseítos por la orilla, no ahí lo que hay es una auténtica fiebre por los castillos de arena, a cada cual más espectacular.


Después de darnos un par de baños y vaguear un rato, volvemos hasta nuestro cuartel general a cenar y ver una película, ¿a quién le tocaba elegir ese día?

---

Este día no salió el sol para nosotras, así que ya tuvimos que explicarles a los demás que en Bilbao, lo que es llover, lo conocemos bastante bien. Primero nos acercamos hasta La Trinite-Sur-Mer, que estaba casi al lado de nuestra casita, ya que nos explicaron sus dueños que había un mercado.


Pero lo cierto es que la mayoría de puestos eran de comida, así que tras una pequeña vuelta tomamos rumbo a lo que teníamos ya organizado: Pont-Aven. Un pequeño capricho mío, que está a una hora casi de donde nos alojamos, pero que teniendo en cuenta que tal vez no vuelva por esos lares, no me lo podía perder.


Se trata de un pequeño pueblo al que muchos artistas de principios del siglo XX acudían de vacaciones, entre ellos, el principal fue Gaugin, que retrato muchos de sus paisajes.



A parte de por este apunte, el sitio es precioso, con un río que recorre el lugar entre numerosas y enormes piedras, y 14 molinos que van dejándole pasar en su recorrido.


Así que lo que al principio podía parecer que era un viaje muy largo para casi nada, se convirtió en uno de los pueblos que más nos ha gustado, además de que nos comimos unas crêpes con chocolate, jeje, buenísimas. Por cierto, aquí también había mercado.


Después de una paradita para comer en el lugar, uno de nuestros clásicos picnics improvisados en cualquier lugar...


En este caso en el propio aparcamiento; fuimos hasta el pequeño pueblo de Saint-Cado, en el cual existe esta pequeña casa rodeada por todas partes de agua, y que supuestamente está habitada, ¿? leyenda o realidad, nos quedamos sin saberlo.


Y tras ver un poco el lugar y tomarnos algo en una tasca (un tugurio más bien) llamado Bar Les Asturies, nos fuimos hacia la habitación ya que había que hacer las maletas para el día siguiente, no sin antes parar en este curioso lugar en el que recogían troncos con formas que semejaban a objetos, animales, etc. y que habíamos visto al lado de la carretera durante esos días, hasta que nos decidimos a parar.

---

Pues tocaba abandonar otra vez un lugar en el que nos hubiéramos quedado semanas, por desgracia este viaje fue en su mayoría una procesión de lugares en los que nos habríamos encadenado a cada pata de la cama...


Salimos después de desayunar y despedirnos de los amables dueños y cogimos rumbo norte hacia Cap Fréhel, en nuestro camino, y aunque fuimos casi todo por vías rápidas, Bretaña se nos iba mostrando como una tierra de paisajes verdes y hermosos.



Cap Fréhel se encuentra al norte de Bretaña, y nos dio la oportunidad de dar un bonito paseo por senderos bordeados de flores y a orillas del mar, con sus acantilados, un lujo para la vista, y las memorias de nuestras cámaras. A unos pocos kilómetros está también el Fort La Latte, de hecho hay senderos para ir del uno al otro andando, aunque nosotras nos movimos en coche, no era plan de quemarnos, jeje


En el mismo parking que daba acceso al fuerte, comimos, justo antes de que se pusiera a llover, así que recogimos nuestras cosas y pusimos rumbo a Saint-Malo, ciudad pirata que encantó a Janire, ¿verdad?


De hecho nos cruzamos con el mismísimo Jack Sparrow, aunque de eso no guardamos pruebas gráficas...


Además de rodear todo el recinto amurallado, tomar algo en una terraza, y pasear un poco por sus calles, nos dio tiempo, como siempre, para hacer alguna trastada de las nuestras, para eso siempre hay tiempo, ¿no?



Como ya se iba haciendo tarde, volvimos al coche, y tras algún problema que otro para que nuestra tarjeta del parking funcionara (ejem) nos fuimos hacia nuestra siguiente parada en ruta: La Rive, una bonita casa de estilo bretón muy cerca de Mont Saint-Michel.


Tan cerca que de hecho desde nuestras habitaciones se podía ver esa pequeña maravilla, bueno antes de conseguir llegar a la habitación hay quien tuvo que pelearse con la maleta, pero esa es ya otra historia...

---