DE TORTUGAS Y PEREZOSOS. COSTA RICA 2019 ✏️ Blogs de Costa Rica

Domingo 1 de septiembre

Este día tiene poco misterio. Mucho coche en el traslado hasta Dominical y un poco de playa, pero en el camino hicimos una parada un poco surrealista para ver unos cocodrilos

Nos levantamos, desayunamos, hicimos el check out y montamos en la furgo a las 9:30 para volver a bajar hacia la costa. Desde Monteverde a Dominical son unos 230 kilómetros que llevan unas 3:30-4 horas.


Como era diferente carretera pensamos que a lo mejor nos librábamos de la pista de tierra pero nos equivocamos: la carretera de bajada desde Monteverde por el este es igual de infame que la de subida por el oeste. Eso sí, al ser de día la carretera daba menos miedo y los paisajes son epatantes.


Incluso se veía la península de Nicoya desde lo alto.


Tras estos 25 kilómetros de pista de tierra salimos a una carreterita ya asfaltada que en otros 15 kilómetros nos llevó a la famosa Interamericana que no es autopista en este tramo. Luego otro tramo por la 23 hasta llegar a Puntarenas, un sitio bastante pintón para pasar unas vacaciones, con una bahía enorme de playas interminables aunque con un enorme puerto que le restaba bastante belleza al entorno.

COCODRILOS EN EL RÍO TÁRCOLES

Volvimos a girar hacia el interior hasta llegar a nuestra primera parada. Resulta que hay un puente que cruza sobre el río Tárcoles bajo el que viven un grupo de cocodrilos lo que se ha convertido en una atracción turística más y una parada ineludible en todo viaje por la zona. El punto GPS exacto es 9°48'2.55"N 84°36'21.8"W.
Justo antes del puente hay un aparcamiento con varios restaurantes, tiendas de recuerdos y supermercados que viven del turismo cocodrílico.


Habíamos leído que en este parking siempre había rateros esperando que dejes el coche sin vigilancia pero la verdad es que no vimos a nadie sospechoso, había un coche de la policía apostado en el aparcamiento y un gorrilla que por unas monedas se ofrecía a vigilarlo. No obstante nos nos fiamos y nos acercamos por turnos al puente.

El puente es un peligro absoluto, pero no por los cocodrilos, sino porque no tiene apenas arcén y los numerosos turistas nos agolpamos asomándonos a su pretil invadiendo la calzada mientras un incesante tráfico pasa a toda velocidad a escasos centímetros.



Si consigues olvidar este peligro la verdad es que el espectáculo en al agua es magnífico. Había al menos 15 cocodrilos flotando tranquilamente en las fangosas aguas del río Tárcoles semejando troncos.



De vez en cuando alguno se movía y abría sus fauces pero ninguno se atrevió a salir a dar un paseo por la orilla. Los bichos son enormes. El cocodrilo americano (Crocodylus acutus) puede llegar a medir 6 metros y pesar media tonelada y pasan mucho tiempo sin hacer nada por su lento metabolismo.





Y esta inactividad es precisamente la que hace que contemplar cocodrilos más de 10 minutos tampoco aporte mucho a tu vida así que nos volvimos al coche y seguimos viaje.
En un tramo junto a la costa vimos que había unos cuantos coches parados y unos turistas mirando un árbol por lo que paramos también. Resulta que estaban haciendo fotos a una bandada de guacamayos rojos (Ara macao) que volaban alegremente de árbol en árbol ofreciendo un colorido espectáculo. Es una especie amenazada y de hecho en Costa Rica ha desparecido del Caribe y únicamente pervive en Corcovado, Guanacaste y en el parque Carara que era donde nosotros estábamos.





RESTAURANTE EL AVIÓN

Reemprendimos la marca hasta llegar a Quepós donde decidimos parar a comer. Desde Quepós sale una estrecha y serpenteante carretera que asciende hasta el parque Nacional de Manuel Antonio que hoy no íbamos a visitar. Sin embargo habíamos leído que en esa carretera, unos pocos kilómetros antes del Parque había un restaurante muy famoso llamado El Avión donde ibamos a comer. la carretera esta flanqueada por hoteles, restaurantes y otros negocios en un tipo de urbanismo demencial muy similar al de las costas españolas. Son apenas 5 kilómetros pero nos llevó casi un cuarto de hora porque a la estrecha carretera llena de curvas y fuertes pendientes se unía un tráfico demencial.

La gracia del sitio es que tiene un auténtico avión de transporte militar modelo C-123 Fairchild que se ha convertido en un espacio más del bar con su barra y mesas. De hecho se puede comer a la sombra de sus enorme alas. Incluso se puede pasar a la cabina para hacerse unas fotos.




Esto es muy curioso pero para mí lo mejor del restaurante son las espectaculares vistas del mar desde su terraza especialmente al atardecer.


Es un sitio claramente enfocado al turismo extranjero, sobre todo gringo, con calidad y precios acordes. Comimos muy bien por algo menos de 150 euros los 7.

Después bajamos de nuevo hasta Quepós y completamos los últimos 40 kilómetros de nuestro viaje hasta Dominical por una carretera recta sin apenas tráfico, flanqueada por plantaciones de aceite de palma y curiosos nombres de poblaciones como Roncador, Llorona o Quebrada escandalosa .


HOTEL VILLAS RIO MAR
Habíamos decidido pernoctar en Dominical en lugar de en Quepós para intentar huir de la masificación turística de este último y creo que fue una buena idea. Aunque Quepós tiene una interminable oferta de hoteles y restaurantes y es el lugar perfecto para visitar Manuel Antonio, Dominical ofrece más tranquilidad, un ambiente mucho más bohemio, está a la misma distancia de Manuel Antonio que de Uvita y nos acortaba 45 kilómetros el viaje a Corcovado.

La agencia nos había reservado en el Hotel Villas Rio Mar un complejo de bungalows un poco apartado del pueblo y rodeado de bosque. Aunque los bungalows son pequeños y estaban un poco avejentados la verdad es que las instalaciones y el entorno del hotel eran magníficos y tenía mucho encanto. Además el personal del hotel era muy simpático y servicial y en resumen nos llevamos un muy grato recuerdo del hotel.


Habíamos reservado por email una excursión de un día al día siguiente a Corcovado por 130 dólares por persona pero como ya íbamos conociendo el percal nos dispusimos a negociar el precio con el recepcionista. Enseguida nos hizo una rebaja de 10 dólares pero tras insistirle nos dijo que el precio incluía el transporte en van hasta Sierpe pero que sí íbamos por nuestra cuenta el precio se quedaba en 100$ por persona. Tras habernos ahorrado 210 dólares, tomamos posesión de las habitaciones y descansamos un ratito.

Ya no nos daba tiempo a probar el mar pero nos acercamos a la pedregosa playa de Dominical a disfrutar de un precioso atardecer rodeados de grupos de turistas sobre todo locales. Un espectáculo maravilloso, sobre todo porque a nuestra espalda estaba lloviendo y había un arcoiris. ¿Cuantas veces habéis visto un atardecer con arcoiris?






Volvimos al hotel a darnos un baño nocturno en la piscina, una verdadera delicia. El día había sido muy largo y cansado por lo que decidimos cenar en el hotel pero resulta que esa noche había una boda de unos guiris (un inglés y una americana) que se habían traído a todas sus familias guiris reservando prácticamente todo el hotel y no nos podían dar de cenar porque estaban todos muy ocupados con el convite. Nos ofrecieron picar algo en la barra y eso hicimos disfrutando del espectáculo de ver cómo los invitados empezaban muy modositos y muy angosajones ellos pero progresivamente se iban desmelenando con la barra libre. Cuando empezó el baile y las risotadas alcohólicas nos retiramos a nuestros aposentos aunque no pudimos conciliar el sueño hasta bien entrada la noche porque el jaleo duró lo suyo.

---

Lunes 2 de septiembre

Nos levantamos a las 6:30, cogimos una bolsa con un desayuno de cortesía en el hotel y a las 7 estábamos ya en carretera rumbo al ese por la carretera costera 34. A la altura de Palmar Norte giramos al sur, cruzamos un puente de metal sobre el Río Grande de Terraba y zigzagueamos unos cuantos kilómetros entre enormes plantaciones de aceite de palma hasta llegar a las 8 al pueblo de Sierpe, de donde parten las excursiones a Corcovado.




Allí aparcamos junto a un restaurante llamado La perla del sur que es de donde salen las barcas. En el restaurante ya había numerosos grupos de turistas que estaban gestionando los diferentes tours en la taquilla del garito. Allí organizaba el cotarro un colombiano de unos 60 años que parecía recién salido de una película de narcos con el que intentamos un último regateo. Y lo conseguimos: pagando la mitad en metálico nos hizo una rebaja de 50 dólares. Así que en total pagamos 650$. No está nada mal teniendo en cuenta que el precio inicial era de 910$.



Aprovechamos el tiempo para ir al baño, comprar agua, echarnos la protección solar y el repelente de insectos y al poco rato nos montaron en una barca e iniciamos viaje acompañados por dos guías y nuestro capitán: un macarra que disfrutaba poniendo la barca a toda velocidad por los canales.



El tramo inicial discurre por el Río Sierpe que serpentea por un precioso manglar. A lo largo de la ruta hicimos alguna parada para ver bichos. La primera fue para ver una tremenda serpiente que sesteaba en un árbol.


Ya sólo el paseo por el manglar merece la pena, especialmente con un día despejado como el que teníamos. Las aguas del rio reflejaban la interminable vegetación que hundía sus ramas en sus profundidades.





Tras 40 minutos de paseo alcanzamos la preciosa desembocadura del río Sierpe en el Pacífico.


Aquí nuestros guías nos aconsejaron guardar cámaras y objetos sensibles porque la entrada al mar iba a ser movidida. Efectivamente había bastante oleaje y nuestro macarra piloto disfrutó durante un buen rato sorteando las olas y buscando los bajíos por donde evitar las más grandes hasta sobrepasar la zona donde las olas rompían. Doy fé que fue un rato un poco estresante aunque muy divertido, a la altura de cualquier montaña rusa de parque de atracciones.

Una vez ya en mar abierto y siempre bordeando la costa pusimos rumbo a Bahía Drake. A lo lejos se podía ver la Isla del Caño, un paraíso del snorkel y a la que se puede ir en otro tour.


En el camino tuvimos la suerte de toparnos con unas ballenas jorobadas así que paramos para disfrutar del espectáculo. Al principio vimos un ejemplar adulto pero como pueden aguantar sin respirar bastantes minutos, apenas lo pudimos ver hasta que se sumergió. Sin embargo luego dimos con una madre y su cría, y cómo la cría solo puede estar en apnea dos minutos disfrutamos durante un buen rato de las inmersiones y salidas al aire tanto de la cria como de su mamá. Una experiencia inolvidable aunque menos intensa que nuestra excursion para ver ballenas en Islandia.







Reemprendimos la marcha y finalmente a eso de las 9:45 llegamos a nuestro destino final, la Estación de San Pedrillo en Corcovado

El Parque Nacional de Corcovado se sitúa en la Península de Osa al sureste de Costa Rica. Debido a su complicado acceso, es el parque más protegido y auténtico del pais, nada que ver con los demás parques que habíamos visitado y definitivamente la experiencia más auténtica de todo viaje a Costa Rica. Se trata de una zona de selva tropical con zonas de manglar, surcado por varios ríos y canales y rodeado de playas salvajes. Por todo ello es una de las zonas con mayor diversidad del planeta y efectivamente no paramos de ver bichos y plantas exóticas en toda la visita. Es un lugar mucho menos turístico que el resto del país y da la impresión de que aquí el hombre todavía no ha ganado la partida a la naturaleza.

En el parque hay cuatro estaciones de guardabosques:
• Los Patos al norte en el interior del parque
• San Pedrillo en la costa al oeste y junto a Bahía Drake
• La Sirena en la costa al sur
• La Leona al este


Se puede llegar al parque en avión que aterriza en Puerto Jiménez al este del parque pero lo más habitual es llegar hasta San Pedrillo-Bahía Drake en barco directamente desde Uvita o desde Sierpe como hicimos nosotros. También se puede llegar a Bahía Drake en 4x4 por pistas de selva atravesando ríos pero esto solo se recomienda hacerlo fuera de la época de lluvias.

Lo ideal es pasar unos días en Corcovado alojándose en alguno de los sencillos y rústicos alojamientos de la zona que ofrecen mínimos lujos y comida sencilla y hacer varias caminatas por los senderos que cruzan el parque entre las diferentes estaciones. El parque no se puede visitar por libre por lo que hay que contratar los servicios de un guía. Habitualmente los turistas contratan paquetes que incluyen el transporte, alojamiento, comida y guía.

Pero si no se dispone de tiempo se puede hacer una excursión de un día como hicimos nosotros que visita una mínima porción del parque pero que sirve para hacerse una idea del lugar y sobre todo para ponerte los dientes largos.

A eso de las 10 desembarcamos sin muchos miramientos en San Pedrillo simplemente saltando descalzos por la borda. La playa era verdaderamente preciosa y allí nos estaba esperando un pelicano en las rocas junto a nuestra barca.





En la explanada tras la playa había una caseta de guardabosques que ofrece servicios, duchas y una pequeña zona de descanso con una modesta exposición de huesos, plumas y conchas de la fauna local.




También hay una zona con mesas para comer y unas hamacas para ver pasar la vida disfrutando de la vistas. Junto a la caseta había unos árboles donde jugaban una pareja de monos araña.


La primera excursión del día empezaba en la playa, que estaba plagada de cangrejos ermitaños.


Nos dividieron en dos grupos, uno con guía en español y otro en inglés. Guiados por un chico bastante competente llamado Carlos, nos descalzamos para cruzar el río Pardo que desembocaba al sur de la playa y entramos en la selva.


Esta zona está muy trillada por los turistas, los caminos están muy marcados y la vegetación no es exhuberante pero aún así es preciosa. La luz del sol apenas penetra por entre las copas de los árboles por lo que el camino discurre por una cautivadora penumbra.



El área esta llena de unos árboles parientes del ficus pero hormonados . Son unos enorme árboles con unas curiosas raíces onduladas que forman sinuosas empalizadas que ofrecen unas preciosas composiciones. De otros arboles cuelgan lianas como en las películas de Tarzán.






Toda la zona es una explosión de vida con miles de árboles y arbustos cubiertos de musgos, enredaderas y setas rodeados de millones de hormigas, mariposas y otros insectos.

Enseguida vimos nuestro primer tucán. Se trataba de un tucán del Chocó (Ramphastos brevis), una preciosa ave con un enorme y colorido pico y que habita los bosques de Costa Rica y Panamá. Para ver los animales el guía llevaba un pequeño telescopio con trípode pero para disfrutar más de la visita aconsejo llevar tus propios prismáticos.



Un poco más adelante nos topamos con otra pareja de guacamayos que jugueteaba en la copa de un árbol.


También vimos un ejemplar de guatusa que ramoneaba en un claro de la selva.


En el paseo vimos infinidad de lagartijas, arañas, ranitas e insectos e incluso vimos un basilisco perfectamente camuflado en un tronco.






Luego salimos a la playa, preciosa aunque con abundantes rocas en el agua de aspecto volcánico que impedían el baño.




Emprendimos el viaje de vuelta de nuevo por la selva aunque por otra zona donde nos topamos con una familia de coatíes que vive por allí y que está totalmente adaptada a convivir con el turismo . Los coatíes de nariz blanca (Nasua Narica) son mamíferos omnívoros de la familia del mapache caracterizados por tener un largo hocico, garras de oso y cola anillada. La familia se estaba zampando unas enormes frutas parecidas al durián asiático y no nos hizo ni caso incluso acercándonos a metro y medio para hacer las fotos.



Y ya casi de nuevo en la caseta de los guardas vimos otro tucán que nos permitió hacer unas fotos algo mejores.


Volvimos a cruzar el río pero en uno de sus remansos vimos posarse un pequeño halcón con su madre.



Junto a ellos y en tronco que crecía en medio del la corriente había una hermosa garza azul.


Pero en la base del mismo árbol Carlos nos llamó la atención sobre una cría de cocodrilo que estaba tomando el sol. Como para bañarse en el río....


Tocaba una parada para comer. Los guías sacaron un poco de fruta, ensalada, sandwiches y zumo y en las mesas de la playa disfrutamos de un rápido y modesto tentempié.

Tras un rato de descanso emprendimos la segunda caminata del día, hacia el interior del parque. Esta zona era una selva mucho más tupida y el sendero estaba menos trabajado. Aquí vimos menos animales, por no decir ninguno, pero el camino era mucho más bonito por una selva mucho más exhuberante y con un relieve más accidentado.




Nos toco de nuevo descalzarnos y atravesar el mismo río Pardo pero con mucha más corriente.


Río arriba pasamos junto a una pequeña catarata en la que pararíamos a la vuelta.


Unos 500 metros más adelante llegamos al final del paseo, una hermosa cascada en un claro de la vegetación llamada Catarata San Pedrillo, un lugar precioso pero de difícil acceso, saltando por rocas.




Casi sin tiempo para disfrutar del espectáculo volvimos sobre nuestros pasos a la catarata que habíamos dejado atrás donde el guía nos ofreció 20 minutos para el baño que fue chulísimo. No todos los dias se puede uno pegar un baño en un arroyo de una selva tropical con una cascada y probablemente rodeado por todo tipo de peligros animales y microbiologicos


Aquí me tenéis cual sirena

Los 20 minutos se hicieron muy cortos y en un suspiro Carlos nos obligó a salir y volver a la caseta.

Y con eso se terminó el día en Corcovado. Montamos en la barca y reemprendimos el largo viaje de vuelta. Aunque vimos otra ballena, esta vez ya no paramos. Sí que hicimos otra parada ya en el manglar para ver unos perezosos que los guías tenían localizados.



El paseo por el manglar con el sol ya muy bajo fue también muy bonito.





Finalmente casi al final del paseo paramos para ver un oso hormiguero que estaba dormitando en un árbol, de nuevo otro conocido de los guías. La verdad es que se veía muy mal y tuvimos que imaginárnoslo más que verlo, pero ¡tampoco era cuestión de despertarle!


Finalizado el viaje, repartimos propina, nos despedimos del resto del grupo, montamos en la van y en una hora estábamos de vuelta en el hotel.


El día había sido largo e intenso pero el tiempo en el parque se nos había hecho muy corto y la verdad es que había resultado un poco decepcionante. Es verdad que habíamos visto ballenas, coatíes, osos hormigueros y que la experiencia de selva había sido interesante. Sin embargo los traslados (3 horas ida y 3 horas vuelta) nos habían llevado más tiempo que lo que estuvimos propiamente el parque (apenas 5 horas). Además apenas habíamos arañado la superficie del parque, visitando solo su periferia más turística. El verdadero Corcovado se debe disfrutar pernoctando en la selva, despertándose con los ruidos de los animales y caminando por el corazón de esta maravilla.
Pero es lo que hay, ¡menos es nada! Al menos lo habíamos visto un poco .

Después de relajarnos un rato en la piscina (¿he dicho ya que poder bañarse por la noche en una piscina aislada del resto del mundo es un privilegio impagable?) y asearnos nos acercamos a la playa de Dominical para una cena temprana en un excelente restaurante tailandés llamado Phat Noodle y nos acostamos temprano derrengados.


Pero antes, en una de las farolas del hotel nos encontramos una de esas imágenes que sólo se pueden ver en Costa Rica: una mantis religiosa gigante junto a una salamanquesa

---

Martes 3 de Septiembre

Nos levantamos pronto para desayunar celebrando el cumple de uno de los hijos de mis amigos. Luego cogimos la van y recorrimos los 43 km que nos separaban de Quepós donde llegamos a las 9 de la mañana.

PARQUE NACIONAL DE MANUEL ANTONIO
www.sinac.go.cr/ ...fault.aspx
Horario: De 7:00 a 16:00. CERRADO LOS LUNES
No residentes 16$ (niños menores de 12 años gratis)

Hoy tocaba visitar el que probablemente es el parque más famoso y turístico de Costa Rica. Aunque es el más pequeño de todos los parques nacionales costarricenses, sus hermosas playas de arena blanca, sus paisajes de bosque y costa y su gran diversidad de fauna terrestre y marina le convierten en el más visitado del país. Tan famoso y visitado que es el único que tiene un límite de 1700 visitantes por dia, instaurado en marzo de 2019, algo a tener en cuenta sobre todo si se visita en temporada alta (de diciembre a junio).

La ciudad más cercana es Quepós. Desde allí asciende una serpenteante carretera rodeada de hoteles, restaurantes y servicios de tour, la mayor concentración de negocios turísticos que vimos el país. Tras 7 kilómetros, la carretera finaliza justo en la entrada del parque. Desde un kilómetro antes ya te vas a topar con incontables lugareños que te intentan atraer a numerosos aparcamientos improvisados que aseguran ser "el último con plazas libres". Afortunadamente no hicimos caso y aparcamos en el verdadero último parking, que estaba vacío y a 200 metros de la entrada.


Las entradas al parque se compran en un banco llamado Coopealianza junto a la entrada. En este parque sólo se puede pagar en metálico aunque hay unos cajeros en el mismo banco donde sacar efectivo. El ticket cuesta 1600 colones para nacionales y unos escandalosos 16$ para extranjeros (5 veces más) aunque también aceptan el pago en colones.


Unos 65.000 colones menos después, con las entradas en nuestro poder y tras sortear a una verdadera plaga de vendedores ambulantes, entramos al parque.


Enseguida nos asaltaron los guías que ofrecían sus servicios por verdaderas barbaridades. Regateando con uno al final conseguimos que nos lo dejara en 50.000 colones para todo el grupo pero finalmente oteó una mejor presa y nos abandonó por un grupo de jóvenes gringos que seguramente le salieron más rentables así que entramos sin guía. De nuevo por mi experiencia, con el guía ves más bichos, pero si vas atento a los grupos cercanos, te puedes aprovechar de los superpoderes de los guías por la gorra y acabar viendo lo mismo que ellos.

El parque está muy cuidado y bien señalizado, mejor que otros que habíamos visitado. El tramo inicial es el Sendero Perezoso que va por el bosque. El sendero termina en una zona de restaurante y servicios. Desde aquí sale el Sendero Playa Manuel Antonio que discurre por una estrecha lengua de tierra entre dos playas: Espaldilla Sur y Manuel Antonio. Este camino puede alargarse por otro llamado Sendero Punta Catedral que realiza un recorrido circular por una península rocosa que cierra las playas por el sur. Por último, de la zona central sale otro camino hacia el este llamado Sendero Playa Gemelas que se bifurca en el Sendero Los Congos y el Sendero Puerto Escondido.


Aquí tenéis los senderos en wikiloc.


SENDERO PEREZOSO
Una vez pasado el control de entrada, nos recibió un saltamontes gigante.


El sendero inicial va por unas plataformas de hormigón valladas por lo que es imposible perderse pero también es muy difícil interactuar con el entorno.


A los pocos metros de la entrada salía un camino asfaltado hacia una cascada. Lo tomamos y durante un kilómetro paseamos casi solos por un precioso entorno de selva mientras ascendíamos siguiendo el curso de un arroyo.





Al final del camino había una pequeña cascada visible desde la distancia y en cuyas agua estaba prohibido el baño.


Volvimos sobre nuestros pasos hasta el sendero perezoso. Paralelo al sendero hay una pista de tierra para vehículos que es por donde iban los grupos así que en cuanto pudimos les imitamos y les seguimos. Allí nos encontramos con el grupo de gringos con su guía y aprovechamos alguna de sus explicaciones y vimos como les señalaba otro saltamontes rojo gigante en un árbol cercano.


Cruzando el camino cada poco veíamos iguanas


Volvimos al sendero Perezoso a intentar ver perezosos, pero no conseguimos ver ninguno. Junto al sendero sí pudimos ver ejemplares del famoso cangrejo de colores que habíamos ya visto en otros parques.



Al finalizar el sendero unos aullidos llamaron nuestra atención y en las copas de los árboles vimos una pareja de monos aulladores o congo.



Llegamos a la zona central del parque donde hay un pequeño restaurante y una zona de servicios y de donde salen el resto de senderos.

SENDERO PLAYA MANUEL ANTONIO

Hacia el sur baja por una gran pendiente un camino hasta la playa, la zona más bonita pero también la más concurrida del parque. Es una estrecha lengua de tierra flanqueada por la playa de Espaldilla Sur al oeste y la Playa de Manuel Antonio al este.



Este camino estaba lleno de monos, principalmente monos ardilla (Saimiri Oerstedii), los más pequeños de Costa Rica, de apenas 60 cm de longitud, de coloración rojiza y cabeza gris y que jugueteaban nerviosos entre los árboles del camino.




En un árbol junto a la playa dormitaba un fabuloso ejemplar de perezoso de dos dedos.


La Playa de Manuel Antonio es una preciosa ensenada de arenas blancas perfecta para el baño y para relajarse un rato.


Siguiendo el camino nos topamos con otra numerosa manada de monos carablanca. Estos son los monos contra los que previenen todas las guías de Costa Rica ya que están tan acostumbrados al turismo que se pasean impunemente entre los humanos y no dudan en rebuscar en bolsos y mochilas buscando alimentos. Además son bastante violentos y si les amenazas no dudan en enseñar los dientes y aullar para intimidarte. Uno de ellos se las ingenió para robar una banana a una turista y sin cortarse un pelo se puso a devorarla indiferente a los flashes de nuestras cámaras.




Nos asomamos al oeste a ver la fabulosa playa de Espaldilla Sur, más salvaje que la de Manuel Antonio donde vimos un ejemplar gigante de iguana.



SENDERO PUNTA CATEDRAL

Aquí nuestros retoños decidieron irse a la playa a jugar con las olas y nosotros emprendimos el camino Punta catedral que recorre en círculo la península que cierra el parque por el sur.


Aquí no vimos ningún animal pero el recorrido es precioso y tiene varios miradores desde donde uno se asoma a ver el Pacífico y la escarpada costa de esta zona del país. En uno de ellos se pueden incluso ver ballenas a lo lejos pero por mucho que lo intentamos no vimos ninguna.


Volvimos a la Playa de Manuel Antonio donde nos dispusimos a tomar el sol un rato y disfrutar de una fantástica playa tropical. Aunque había gente, el parque no estaba masificado en absoluto.





Allí me acerqué de nuevo a ver al perezoso que seguía dormitando haciendo honor a su nombre


Nos acercamos a comprar unos bocadillos al puesto de comidas de arriba y tuvimos un agradable picnic playero. De pronto vimos un gran revuelo. Un mapache, con la misma cara que los monos, estaba acercandose a todas las bolsas y mochilas sin vigilancia de la playa y las estaba abriendo como un profesional buscando comida.



Finalmente encontró unos bocadillos de unos incautos y allí mismo les desenvolvió y comenzó a darse un homenaje de hidratos de carbono en medio de la hilaridad general. Tan tranquilo estaba el tío que nos pudimos hacer unas fotos memorables con el bicho en primer plano.



SENDEROS PLAYA GEMELAS, LOS CONGOS Y PUERTO ESCONDIDO

Estábamos ya muy cansados pero yo no podía irme sin ver el resto del parque así que dejé al grupo sesteando y me acerque al este del parque. Esta zona es la menos visitada del parque porque es la más alejada de la entrada pero para mi gusto es la mas bonita. Los caminos son más virgenes y te dan más sensación del selva que el resto.



El primer sendero lleva hasta una preciosa playa de arenas claras en una coqueta cala de aguas azules.


En el camino pude ver otro perezoso dormitando a lo lejos.


Siguiendo el camino me tope con la enésima guatusa del viaje, a estas alturas casi ya ni las hacía caso.


¿He dicho ya que los bichos de Costa Rica son enormes?


El camino luego desciende vertiginosamente hasta un mirador que se asoma a la zona de Puerto Escondido, una ensenada rocosa en la que perfectamente te puedes imaginar fondeado un barco pirata.


Luego volví a subir hasta el Sendero de Los Congos llamado así por que en la zona hay una grupo de monos congo o aulladores. Aunque les oía aullar a lo lejos no pude ver ninguno. En ese momento empezó a llover como sólo lo hace en los paises tropicales y la sensación de aislamiento y contacto con la naturaleza fue ya total.

Finalmente y cuando ya casi había vuelto al punto de origen descubrí un mono congo que estaba dando un verdadero recitar de aullidos, un espectáculo que nadie debería perderse en un viaje a Costa Rica.


Me reencontré con el grupo que estaba dándose un agradable baño bajo la lluvia tropical

Otro saltamontes, este de un precioso verde fosforito.


A eso de las 3 reemprendimos la vuelta al parking. Esta vez volvimos por la playa Espaldilla que presentaba un precioso aspecto cubierta de nubes



En el camino vimos más iguanas


De la playa al sendero Perezoso, el camino atraviesa una zona de manglar llena de vida. Vimos un precioso ibis blanco (Eudocimus albus) una pájaro blanco de cabeza roja y largo y curvado pico negro que rebuscaba insectos en los charcos.



Y ¡como no!... ¡otra guatusa!


En el camino de vuelta oímos el peculiar graznido del tucán que provenía de un ejemplar que reposaba en lo alto de un árbol.


Y como broche final, casi en la salida del parque, nos llamó la atención un ruido que provenía de un ciervo que ramoneaba junto al camino y que enseguida huyó aunque me dió tiempo a echarle una foto movida.


Y con esto terminamos la visita. Había oído hablar mal del parque de Manuel Antonio, sobre todo por gente que lo consideraba muy masificado y turístico. Es cierto que es un parque demasiado artificial y controlado pero desde que han limitado la entrada ese problema parece resuelto. Ademas el parque y su entorno natural es precioso con un estupendo equilibrio entre playa y selva. Por último es el parque con mayor densidad de fauna que vimos en todo el viaje (a excepción de Corcovado). Por todo ello me sigue pareciendo una visita imprescindible y una experiencia que recomiendo sin duda.

Volvimos al coche, a la carretera y al hotel donde llegamos a las 5 para gozar de la piscina y de la hora feliz del bar del hotel. Como estábamos agotados, decidimos disfrutar de una estupenda cena en el restaurante del hotel para despedirnos como Dios manda de este maravillosa parte del mundo.

---