![]() ![]() De viaje por Francia: diarios, viajes y excursiones en coche. ✏️ Blogs de Francia
Recopilación de todas las etapas que he publicado en el foro de nuestros viajes por Francia y que hasta ahora estaban desperdigadas en varios diarios, tanto de Francia como del norte de España. Las etapas escritas en mayúsculas corresponden al inicio de un viaje completo, seguido por sus etapas numeradas. Las etapas sin numerar son escapadas sueltas.Autor: Artemisa23 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (3 Votos) Índice del Diario: De viaje por Francia: diarios, viajes y excursiones en coche.
01: Intención del diario y forma de utilizarlo (09/02/2024).
02: POR LOS CASTILLOS DEL LOIRA, NORMANDÍA, BRETAÑA Y AQUITANIA. (1) Introducción.
03: 2. Duna de Pilat, Arcachón, Marais Pointevin, Clisson, Nantes.
04: 3. Nantes, Champtoceaux, Saumur, Chinon.
05: 4. Chinon, Ussé, Azay-Le-Rideau, Langeais, Villandry, Amboise.
06: 5. Amboise, Loches, Montresor, Chenonceau.
07: 6. Amboise, Cheverny, Chambord, Chartres.
08: 7. Chartres, Les Andelys, Etretat.
09: 8. Fecamp, Honfleur, Playas del Desembarco, Villedieu-Les-Poeles.
10: 9. Villedieu-Les-Poeles, Fougeres, Vitre, Dinan, Le Mont Saint Michel.
11: 10. Le Mont Saint Michel, Cancale, Saint Malo, Costa Granito Rosa (Ploumanach).
12: 11. Costa Granito Rosa, Cap Frehel, Fort La Latte, Josselin.
13: 12.Josselin, Auray, Carnac, Vannes, Malestroit, Rochefort-en-Terre, La Rochelle.
14: 13. La Rochelle, Saint Emillion, Castets.
15: 14. Castets y Biarritz.
16: Ainhoa, St.Jean Pied Port, Puente Holtzarte, Cueva La Verna, Gargantas Kakueta.
17: SUR DE FRANCIA EN DOS SEMANAS. (1) Itinerario.
18: 2. Foix. La Fontaine de Fontestorbes. Castillo de Montsegur. Mirepoix.
19: 3. Carcasona (Carcasonne). Castillo de Lastours. Castres.
20: 4. Cordes-Sur-Ciel. Najac. Cueva de Pech Merle. Domme.
21: 5. Beynac-et-Cazenac. La Roque Gageac. Jardines de Marqueyssac.
22: 6, Sarlat-la-Caneda. Turenne. Collonges-la-Rouge. Carennac. Loubressac. Autoire.
23: 7. Rocamadur. Gouffre de Padirac. Cabrerets. Saint-Cirq-Lapopie.
24: 8. Cahors. Saint-Antonin-Noble-Val. Penne. Castelnau de Montmiral.
25: 9. Albi. Ambialet. Brousse-le-Chateau.
26: 10. Saint Rome-de-Tarn. Peyre le Rozier. Montpellier-le-Vieux. Aven Armand.
27: 11. Las Gargantas del Tarn (Gorges du Tarn).
28: 12. Remoulins. Puente del Gard (Pont-du-Gard). Aviñón (Avignon).
29: 13. Saint-Remy-de-Provence. Ruinas de Glanum. Les-Baux-de-Provence. Arles.
30: 1. Narbona. Cucugnan. Castillos Queribus y Peyrepertuse. Gargantas Galamus.
31: 15. Collioure. Resumen del viaje y comentarios.
32: AUVERNIA, PIRINEOS Y AVEYRON. (1) Itinerario.
33: 2. Viaje de ida: altos Pirineos franceses: Cauterets.
34: 3. Altos Pirineos: Lac Gaube, Circo Oulettes, Pont D'Espagne, Col Tourmalet
35: 4. Aveyron: Bozouls, Conques.
36: 5. Auvernia: Gargantas de la Jordanne, Puy Mary.
37: 6. Auvernia: Le Puy-en-Velay, Gargantas de L'Allier en tren turístico.
38: 7. Auvernia: Saint Nectaire, Pic Sancy, Col Guery, Puy Pariu, Puy de Dome.
39: 8. Auvernia: Clermont-Ferrnad, Montpeyroux, Issoire, Boudes (Vallée des Saints).
40: 9. Auvernia: Besse-et-Saint-Anastaise, Lac Pavin, Murol, Chateau de Val.
41: 10, Auvernia: Salers, Tournemire.
42: 11. Altos Pirineos: Luz Saint-Saveur y ruta a pie a la Brecha de Rolando.
43: 12. Altos Pirineos: Circo de Gavarnie (ruta a pie). Gedre.
44: 13. Altos Pirineos: Pic du Midi de Bigorre. Lourdes.
45: 14. Altos Pirineos: Saint Savin. Fin del viaje. Resumen y comentarios.
46: Pirineos: Excursión a Villafranca de Conflent (Patrimonio Mundial).
47: Pirineos: excursión a las espectaculares Gargantas (Gorges) del Carança.
48: Pirineos orientales. Cerdaña francesa: Cueva (Grotte) de Fontrabiouse,
49: Pirineos orientales. Cerdaña Francesa: Lagos de Bollosa (Lacs des Bouillouses),
Total comentarios: 6 Visualizar todos los comentarios
Etapas 25 a 27, total 49
DÍA 9.
Recorrido: Albi/Ambialet/Brousse-le-Chateau/Saint Rome du Tarn. Distancia total: unos 87 kilómetros, 1 hora y 51 minutos en coche, más o menos. Perfil en GoogleMaps:
![]() ALBI Llegamos a Albi poco antes de que empezase a anochecer. Había dejado de llover, pero la tarde estaba muy oscura y, además, nos encontramos con varias calles cortadas por obras y con el navegador empeñado en meternos por ellas. Así que tuvimos que encontrar el camino por nuestra cuenta, lo que nos retrasó unos cuantos minutos. Menos mal que el hotel estaba en un lugar que no tenía pérdida, en la orilla del río Tarn, casi enfrente de la enorme mole roja de la Catedral. Como llovía y estábamos cansados, esa noche no salimos y tomamos un par de bocadillos en el hotel.
Nos alojamos en el Hotel Mercure Albi Bastides, en un emplazamiento muy bueno, con unas vistas fabulosas de la ciudad antigua. El Hotel figura en algunos sitios como de cuatro estrellas, aunque en realidad es de tres. Ocupa los edificios de unos antiguos molinos rehabilitados en el barrio de la Medeleine y ofrece aparcamiento gratuito, lo que está muy bien si se lleva coche. Aprovechamos una oferta por reserva anticipada, una habitación superior por 100 euros, con vistas a la ciudad antigua. Estas habitaciones están bastante bien, pero las estándar dejan bastante que desear según me han comentado. De todas formas, lo que más vale es el emplazamiento que te permite llegar al casco histórico en cinco minutos caminando y el parking gratuito. Por cierto que intentaron cobrarme 30 euros de más y tuvimos una pequeña discusión, que terminó cuando reconocieron que se habían equivocado ellos, por lo cual no tuve necesidad de llamar a la central de reservas de booking.com. Vista de Albi desde la habitación del hotel.
Antiguos molinos de agua, donde se encuentra ahora el hotel, vistos desde la ciudad.
En la habitación teníamos hervidor de agua, con servicio gratuito de café y té. Así que nos preparamos nuestro desayuno allí mismo, con unos bollos que habíamos comprado el día anterior. Entre unas cosas y otras, lo cierto es que amortizamos bien el precio de la noche de hotel. Sin embargo, supongo que existen opciones más ventajosas de alojamiento en cuanto a relación calidad/precio.
Tempranito, salimos a recorrer la ciudad. Dejamos la habitación para no tener problemas de horario, pero pudimos mantener el coche en el aparcamiento sin ninguna objeción. El día estaba bastante nublado, pero ya no llovía, y la temperatura era muy buena para caminar. Lo primero que sorprende de Albi son sus vistas desde el otro lado del Puente Viejo (que data de 1035 y es uno de los más antiguos de Francia), realmente impactante su estampa con la Catedral, que más bien parece un fuerte, y un enjambre de edificios rojos coronando las orillas del río Tarn.
El casco histórico de Albi no es muy grande, así que resulta muy fácil moverse por él rápida y cómodamente, aunque no viene mal contar con un mapa con los lugares de interés y con una guía que entregan en la Oficina de Turismo, donde también informan sobre tres interesantes circuitos peatonales (púrpura, oro y azul). Igualmente, se puede acceder a un tren turístico, visitas guiadas, rutas de senderismo y paseos en barco. En fin, oferta para todos los gustos.
Los alrededores de Albi ya estuvieron poblados en épocas prehistóricas, pero su importancia se debe a la creación de un arzobispado en el siglo IV y alrededor de sus edificios se fue configurando la ciudad y sus barrios más antiguos (Castelviel, Saint-Salvi, Castelnau…). La construcción del Puente Viejo facilitó el comercio y se convirtió en ciudad amurallada en el siglo XII. El supuesto vínculo de la ciudad con los cátaros llegó al punto de que a éstos se les llamase albigenses, aunque durante la Cruzada emprendida contra ellos entre 1208 y 1229, Albi se mantuvo fiel a la iglesia católica. La ciudad no sufrió daños durante este periodo y los arzobispos levantaron un palacio y una catedral con aspecto de fortalezas, seguramente como símbolos de supremacía. La prosperidad de Albi continuó durante el siglo XV como consecuencia del comercio de azafrán y el pastel, una planta de la que se obtiene un tinte azul muy apreciado. En el siglo XVIII, se derribaron fortificaciones para construir barrios nuevos, pero los edificios episcopales se han mantenido intactos hasta la actualidad.
Los primeros pasos por la ciudad conducen a la zona de la Catedral casi sin asomo de duda. Y este inicio resulta realmente espectacular, pues te encuentras de sopetón con las fachadas de la Catedral de Santa Cecilia y del Palacio de la Berbie, donde se encuentra instalado el Museo del pintor Toulouse Lautrec.
Después de echar un vistazo a nuestro alrededor, nos dirigimos hacia el Museo, que alberga la mayor colección del mundo de las obras de este famoso pintor, nacido en Albi. La entrada cuesta 8 euros. No incluye audio-guía, pero hay fichas en varios idiomas en cada sala, con las que se puede seguir la exposición perfectamente bien. La visita a los museos es muy personal. Nosotros teníamos bastante interés en éste en concreto y no nos defraudó. No se puede hacer fotos dentro del museo.
![]() Para visitar la zona interior del Palacio de la Berbie hay que pagar la entrada al museo, pero se puede acceder a los jardines de manera gratuita, simplemente yendo hacia la izquierda una vez pasada la primera puerta y el primer tramo de escaleras. Los jardines son pequeños en extensión, pero muy hermosos por su disposición, sus pequeñas esculturas, sus balcones sobre el río y su colorido. Y las vistas sobre el propio palacio y la otra orilla del Tarn son sensacionales. No hay que perdérselo.
La Catedral de Santa Cecilia es otro de los iconos de Albi, una joya del llamdo gótico meridional. Su construcción fue un encargo del arzobispo Bernard de Castanet para afirmar la supremacía de la iglesia católica frente a la herejía cátara. Es la mayor catedral de ladrillo del mundo y presenta un aspecto exterior realmente impresionante. Y su interior no es menos sorprendente, ya que está completamente pintada y con una decoración excepcional. La verdad es que me gustó mucho pese a que quizás había demasiada gente dentro. Se puede acceder al Coro y al Tesoro. Son de pago (6 euros la entrada conjunta), pero merece la pena.
![]() Otra visita obligada es la Colegiata de Saint-Salvi y su precioso claustro con su jardín blanco, cuya entrada es gratuita. Aunque sus orígenes se remontan al siglo VI, la edificación actual se construyó en varias etapas que abarcan del románico al gótico, lo que puede apreciarse en el diferente labrado de la piedra en principio, y del ladrillo después. Así, la base del campanario data del siglo XI, pero los remates no se terminaron hasta el siglo XIII. En el interior hay un llamativo conjunto de estatuas policromas de finales de la Edad Media, compuestas por seis figuras de madera alrededor de un Cristo atado.
![]() El claustro se comenzó a edificar en 1270, del cual se conserva la galería meridional que sobrevivió a la Revolución. Al igual que la iglesia, aúna elementos románicos y góticos.
![]() Sin olvidar la Place Savène, el resto de la visita a Albi consiste en callejear, callejear y callejear, empezando por el barrio de Saint-Salvi, que se desarrolló entre los siglos XI y XII, si bien muchas de las casas señoriales que se pueden ver hoy en día datan de los XVI, XVII y XVIII. Muchas de sus calles llevan el nombre del gremio que las ocupaba. Hay casas medievales con entramado de madera y voladizo, la mayoría construidas con el ladrillo rojo propio de Albi, el llamado “brique foraine”. Con un mapa turístico se pueden identificar en no demasiado tiempo edificios como el Hostal Reynès, la Maison Enjalbert, el Hotel Fenasse, el Hotel Delecouls, la Maison Romane, la Casa de Riveires, la Maison du Vieil Albi o la Casa Natal de Toulouse Lautrec.
![]() Comimos en la terraza del restaurante italiano La Griotte, en una placita muy cerca de la Catedral. Lo cierto es que nos decantamos por la comida italiana para acelerar, y el resultado fue todo lo contrario. Comimos bastante bien por treinta y pocos euros (no recuerdo el importe exacto), pero el servicio (muy amables, la verdad) fue lento, lento, lento… El caso es que estuvimos casi dos horas allí sentados, bastante desesperante si estamos hablando de pizza, pasta y similares.
![]() AMBIALET. Seguimos por la carretera D-172 hasta este pequeño pueblo, situado en la península formada por un meandro del Tarn, que cuenta con dos núcleos de casas, uno más moderno, situado junto al río y otro, más antiguo, encaramado en un alto. Se encuentra a unos 30 Km. de Albi (una media hora en coche) y su mayor atractivo es precisamente las vistas sobre el río. Pero para obtener la mejor panorámica, hay que subir, bien en coche o caminando, a la cima del monte donde se halla el Priorato, un antiguo monasterio que cuenta con una iglesia románica del siglo XI que también se puede visitar.
Vistas desde el pueblo de Ambialet.
![]() Vistas desde el Priorato.
BROUSSE-LE-CHATEAU. Por la misma carretera, a 28 kilómetros (media hora en coche), se encuentra este pueblecito, otro de los catalogados entre los “más bellos” de Francia. Y, realmente, nos lo pareció. Sorprende nada más ver desde la carretera, al otro del río, los restos de su fortaleza que se empezó a construir en el siglo IX, encaramada a un espolón rocoso en la confluencia de dos ríos, el Tarn y el Alrance.
Cruzamos el puente grande y dejamos el coche en un aparcamiento, que era gratis, al menos a esa hora, ya cerca de las seis de la tarde. Apenas había turistas, y sí el conjunto ya resulta atractivo desde la distancia, cuando comencé a pasear por sus callejuelas, me quedé prendada al descubrir la armonía de sus casas de piedra, el puente pequeño con su cruz (recuerda a algunos puentes asturianos, como el de Cangas de Onís), la iglesia de Saint Jacques-le-Major, con campanario fortificado del siglo XV, el oratorio y el lavadero junto al río y, sobre todo, la sorprendente vegetación que lo abraza todo. Es otro pueblo de cuento, pero sin tejados picudos en sus construcciones; y ni falta que le hace. Merece la pena detenerse a visitarlo. Nos gustó mucho pese a que (o quizás por eso precisamente, no lo sé) no era una tarde muy luminosa, pues seguía estando bastante nublado, aunque no había llovido en todo el día.
![]() Teníamos pensado ir a visitar ROQUEFORT-SUR-SOULZON, el pueblo famoso por sus quesos azules. Sin embargo, se nos había hecho tarde para hacer la visita a las cavas donde lo fabrican y como ése es su principal atractivo, hubo que dejarlo para otra ocasión. Así que continuamos camino hasta Saint Rome de Tarn, donde teníamos alojamiento para esa noche. Etapas 25 a 27, total 49
Día 10.
Saint-Rome-de-Tarn/Peyre (viaducto de Millau)/Le Rozier y Pyerelau/Chaos de Montpellier-le- Vieux/Grotte de Aven Armand/Saint-Chely-du-Tarn. Recorrido de la jornada: 130 Km. Unas tres horas en el coche. Perfil en GoogleMaps: ![]() SAINT-ROME-DE-TARN. Aunque no es una de las localidades más mencionados de la zona del Tarn, nos llamó la atención la foto de una cascada de sus alrededores, que vimos en internet. Pensábamos que se encontraba en el mismo pueblo, pero luego no fue así. La ubicación de este pueblo nos venía muy bien para nuestro recorrido y reservamos en el Hotel Les Raspes, una casona rehabilitada, que cuenta con habitaciones muy cómodas y una bonita terraza con piscina.
Llegamos por la tarde y aún nos dio tiempo de dar un paseo de un par de horitas, primero por el casco viejo (pequeñito pero muy chulo) y luego haciendo una caminata hasta el Tarn, ya que, pese a su nombre, esta localidad se encuentra a un par de kilómetros de ese río.
![]() ![]() Por el mismo pueblo pasa otro río más pequeño, el Levejac, que en su camino hacia el Tarn cae formando una preciosa cascada, de la que no he leído mención en ninguna parte, pues es una diferente de la que andábamos buscando en un principio, aunque también es realmente muy bonita.
Cascada en Saint-Rome-de-Tarn.
![]() ![]() Ya en las orillas del Tarn, cerca del camping de La Riviére, salió el sol y se quedó una tarde magnífica. Esta zona cuenta con lugares para el baño y de paseo junto al río. Es un buen lugar para emprender rutas de senderismo y para hacer recorridos en bicicleta y en canoa.
![]() A la mañana siguiente, fuimos a la panadería/pastelería. Compramos bollos para desayunar (¡qué ricos!) y pan para hacer unos bocadillos para almorzar, ya que teníamos pensado ir de caminata all Chaos de Montpellier-le-Vieux. Tomamos cafés en un bar de la plaza de Saint-Rome, y fueron los más caros de todo el viaje: 5 eurazos dos “café-au-lait”, normalitos y en la barra, casi no me lo creía cuando me cobraron.
Antes de irnos, pregunté por el paradero de la cascada que había visto en internet y que no aparecía por ninguna parte. Me dieron las indicaciones precisas, justamente en dirección contraria de donde la estábamos buscando. La referencia es el camping de la Cascada y se ve desde la carretera D-73. Está indicado e incluso hay un pequeño mirador con apartadero para vehículos. Pese a estar casi en agosto, presentaba este aspecto tan bonito.
Cascada de Balms, en Saint-Rome-de-Tarn.
PEYRE. Continuamos viaje por la carretera D-41, unos 17 kilómetros, hasta llegar a este pueblecito, también catalogado entre los más bellos. Se encuentra encajado contra las rocas, en fuerte pendiente sobre el Tarn, a unos 9 kilómetros de Millau. Sin embargo, lo que más nos interesaba era su mirador, que ofrece una amplia panorámica del valle con el viaducto de Millau al fondo.
Viaducto de Millau desde Peyre
Peyre desde el coche ![]() VIADUCTO DE MILLAU. Fue inaugurado en diciembre de 2004. Tiene casi dos kilómetros y medio de longitud, 7 pilares de hormigón, y con s343 metros de altura en su punto más elevado fue el puente de carretera sobre un río más alto del mundo hasta que le quitó ese honor el puente Baluarte-Bicentenario en la carretera Mazatlan-Durango (México), con sus 402 metros de altura. Esta gigantesca obra de ingeniería se construyó para facilitar el tráfico entre el norte y el sur de Francia y terminar así con los continuos atascos que se formaban a la altura de la ciudad de Millau. El paso por el viaducto es de peaje, creo que cuesta 6 euros, pero no teníamos mucho interés en pasar por él dado que, además, no lo necesitábamos para nuestro recorrido.
Lo que sí hicimos fue pasar justamente por debajo y la verdad es que impresiona su altura. Hay un desvío que lleva hasta un área informativa con mirador incluido, a la cual subimos para echar un rápido vistazo.
![]() LE ROZIER Y PEYRELAU. Pasamos rápidamente por Millau, una ciudad que últimamente es mucho más conocida por el viaducto que lleva su nombre. No nos paramos porque no nos sobraba el tiempo y las referencias que teníamos tampoco lo señalaban como un lugar de visita especialmente destacada. Así que nos contentamos con verlo de pasada, evitando en lo posible el tráfico y comprobando que existen bastantes sitios de vacaciones en plan no masivo, pero casi (piscinas, hoteles grandecitos, parques acuáticos y cosas así).
Los poco menos de 30 kilómetros que separan Millau de Le Rozier, por la carretera D-187, dejando el río Tarn a la derecha, son muy agradables, ya que se contemplan paisajes realmente bonitos, con vistas sobre los valles, pueblos colgados de crestas rocosas, laderas boscosas y castillos pequeños y grandes. Uno de los más llamativos es el castillo de Peyrelade, que parece observar el curso del Tarn como un vigía aposentado en su atalaya. No teníamos tiempo de acercarnos a verlo, pero puede resultar interesante más que nada por las panorámicas que debe brindar desde su privilegiada ubicación.
El castillo de Peyrelade es el que está arriba, a la izquierda.
Llegando a Le Rozier por esta carretera, te encuentras con el río Le Jonte, un afluente del Tarn, que forma, más adelante, las conocidas Gargantas de La Jonte. Enseguida aparece un hermoso núcleo de casas colgadas en un alto que no pertenecen a Le Rozier sino a Peyreleau. Ambas localidades están separadas por el río Le Jonte y unidas por el puente que lo cruza. Le Rozier no es un pueblo con demasiado encanto en sus casas, pero tiene una ubicación perfecta y con los servicios turísticos de los que carece Peyreleau, que es un pueblecito minúsculo pero mucho más bonito. En cualquier caso, todo el entorno merece la pena.
Le Rozier y sus alrededores
![]() Tuvimos mucha suerte ya que aparcamos el coche en el último hueco libre de un aparcamiento gratuito, junto al río. Fuimos a dar una vuelta y a comprar fiambre para el almuerzo. Luego, cruzamos el puente y subimos caminando hasta el vecino Peyreleau, desde donde se tienen unas vistas espléndidas del valle, el río y los alrededores.
![]() Peyreleau visto desde Le Rozier.
CHAOS DE MONTPELLIER-LE-VIEUX. A 12 Kilómetros de Le Rozier se encuentra este pintoresco parque de ocio y naturaleza, que se anuncia como “el caos más grande y rocoso de Europa”. Para entendernos, es una especie de Ciudad Encantada de Cuenca pero de mayores proporciones, cuyo conjunto geológico único ha sido declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2011. Además de las figuras imaginarias que parecen sugerir las rocas, lo cierto es que sus enormes piedras calcáreas están cubiertas de vegetación y trepan hasta una altura muy considerable, proporcionando unas vistas fantásticas sobre las mesetas calcáreas y las Gargantas de la Dourbie desde sus numerosos miradores. Aparte de los senderos, hay actividades como vías ferratas, rutas de escalada, etc.
Se accede desde Le Rozier y Peyreleau, por una carretera que sube y se retuerce, proporcionando también estupendas perspectivas sobre ambas localidades. Precisamente, paramos a contemplar el paisaje en la cuneta, mi marido vio algo y fue a buscar los prismáticos, lo que me puso en guardia. Había visto un espolón rocoso justo sobre Le Rozier que le llamó la atención, ya que su cima había una cruz y se adivinaban unos tablones de madera que parecían corresponder a un mirador. También había un sendero, cuya pista se perdía en la distancia. Pues sí, la cuestión estaba clara: “Tenemos que subir allí”. Bien, de acuerdo, pero eso sería, si acaso, más tarde.
El picacho en cuestión es el que se ve arriba, a la derecha.
Continuamos hacia el Chaos, el itinerario está indicado, pero se hace largo (más de 20 minutos en coche) por el tipo de carretera. El Chaos está abierto desde abril a noviembre, con horario diferente según la estación del año. En julio y agosto, desde las 9:00 a las 19:00. La entrada de adulto cuesta 6,80 euros. Existe una entrada combinada con la cueva de Aven Armand por 15,80 euros, que fue la que nosotros compramos. Hay un “petit-train” que hace una parte del recorrido (50 minutos) para quien no pueda o no quiera caminar, con un suplemento de 4,40 euros. Va por una vía apartada de los senderos y llega al primero de los miradores, donde hace una parada para que la gente que lo desee suba a pie.
![]() Con la entrada, te dan un mapa, con el detalle de los senderos, las figuras que sugieren las rocas y los miradores. Hay carteles explicando los lugares y las figuras más interesantes, también en castellano, así que se entiende todo perfectamente. Los recorridos a pie son cinco y están señalizados mediante colores y completar el más corto y sencillo, el azul, lleva una hora caminando entre ida y vuelta. El más recomendado es el que combina el azul y el rojo, que supone aproximadamente dos horas. Al azul y el rojo, nosotros añadimos el amarillo y el morado (dejamos solamente el naranja, que se alejaba demasiado) y tardamos unas tres horas.
No sé por qué, esta vista me recuerda a otra en Meteora (Grecia)
Respecto al nivel de la ruta, hay de todo: zonas muy sencillas y cómodas y otras no tanto, con empinadas subidas entre piedras y escaleras. No encontraremos nada especialmente complicado, pero hay que estar acostumbrado a caminar por el campo. La ruta azul termina en un mirador muy bonito y es asequible para casi todo el mundo; sin embargo, la ruta más corta sabe a poco y no sé si merece la pena desviarse hasta aquí para hacer solo ese tramo.
Tomamos nuestros bocatas y empezamos a caminar. Pese a estar en un bosque, en las zonas elevadas se está al descubierto y puede pegar bien el sol. Al principio, estaba algo nublado, lo cual agradecimos, pero luego se despejó y se notaba mucho calor, sobre todo en las cuestas.
En esta foto aparece, abajo a la derecha, la figura del "perrito", uno de los símbolos del parque.
![]() GORGES DE LE JONTE (Gargantas del Jonte) Cuando terminamos, volvimos por la misma carretera hacia Le Rozier y allí giramos a la derecha, en dirección a la Cueva de Aven Armand, por la serpenteante carretera D-996, que va paralela al río Le Jonte, y llega hasta la localidad de Meyruels, permitiendo contemplar las imponentes gargantas que llevan el nombre de este afluente del Tarn. Hay un mirador de pago, al cual se puede subir para observar los buitres que revolotean constantemente sobre las cárcavas; pero no es necesario pagar nada. Desde la carretera se contempla el panorama bastante bien, además hay un apartadero para dejar el coche unos minutos y echar un vistazo con tranquilidad. Lo malo fue que, de repente, el tiempo cambió radicalmente. El cielo se puso negro, empezaron a caer algunas gotas y se levantó un viento frío y fuerte, muy molesto, que apenas nos dejó disfrutar del panorama.
![]() Además, íbamos con la hora bastante pegada para hacer la visita a la Cueva de Aven Armand. Sabíamos que cerraba a las 18:00 pero no teníamos idea de cómo funcionaba el tema de los pases, con lo cual el último podía ser a las cinco y media o a las seis. Para jorobar más el tema, nos pasamos sin darnos cuenta el desvío que sale a la izquierda de la carretera y que va directo a la cueva, con lo cual tuvimos que llegar a Meyruels y dar una especie de rodeo, que nos retrasó todavía más. Fueron 21 kilómetros que se nos hicieron bastante más largos que la media hora de viaje que señala el navegador.
En Meyruels, giramos a la izquierda, por la D-986, que después de ascender la ladera del acantilado, desemboca en una especie de amplia meseta prácticamente plana, de tonos ocres, apenas sin vegetación, que sorprende por el contraste con el agreste paisaje verde y boscoso de los acantilados que se asoman a las riberas del Le Jonte. También se nos hizo muy largo el cuarto de hora que tardamos en cubrir los 11 kilómetros de distancia que hay hasta la entrada de la Cueva.
GRUTA DE AVEN ARMAND. Está considerada una de las cuevas con estalactitas y estalagmitas más bonitas de Francia, sobre todo éstas últimas, que se cuentan por docenas y que semejan a lo que se ha llamado un "bosque virgen". Fue descubierta por Louis Armand y Alfred Martel en 1897 y constituye un caso único en el mundo. Está abierta desde abril hasta noviembre en diferentes horarios según la temporada y la entrada de adulto cuesta 10,50 euros. También se puede adquirir una entrada combinada con el Chaos de Montpellier-le-Vieux por 15,50 euros. Dentro de la cueva hay una temperatura ambiente estable de unos 12 grados, así que hay que llevar chaqueta o chubasquero. El acceso se realiza mediante un funicular que en dos minutos desciende los 60 metros de profundidad a que se encuentra la cueva. Allí se llega a una plataforma sobre la que se tiene una visión general de la caverna (hasta aquí pueden acceder las personas de movilidad reducida, después hay que bajar y subir varios tramos de escaleras).
Habíamos perdido el pase de las 17:30, pero había otro, el último, a las 18:00, así que tuvimos que esperar un rato en la cafetería, donde pedimos un par de cafés con leche para entrar en calor, ya que había refrescado mucho, y donde tomamos la peor tarta de manzana de todo el viaje.
La visita es guiada y en francés (no sé si habrá en otros idiomas), pero nos entregaron unos folletos con la transcripción al castellano de lo que nos íbamos a encontrar y a oír, en forma de narración en la supuesta voz de Julio Verne. Y es que presentan esta visita como una recreación de la famosa novela “Viaje al Centro de la Tierra”, con exhibición audiovisual incluida.
Una vez que te bajas del funicular, se abre la puerta metálica que da acceso a la cueva y te encuentras en una cavidad oscura de proporciones desconocidas. La verdad es que cuando se enciende la luz y vez lo que tienes ante tus ojos, te quedas pasmado/a. Esta primera visión es deslumbrante, un espacio único e inmenso, donde cabe una catedral, plagado de columnas de colores blancos y rosados, de entre 1 y 30 metros, componiendo un alucinante bosque petrificado.
![]() Agujero en el techo de la caverna (arriba a la derecha) por donde llegaron sus descubridores ![]() Se continúa el recorrido, viendo de cerca sus diferentes partes, que van cambiando de aspecto paulatinamente con unos sorprendentes juegos de luces, que lo hacen parecer distinto a cada paso, aunque siempre se esté en la misma caverna, ya que no existen varias rutas y galerías sino un espacio único aunque enorme.
![]() La iluminación pretende recrear un universo de fantasía en el centro de la tierra, como en el relato de Verne. Si lo consigue o no, depende de la imaginación de cada cual, aunque hay que reconocer que logra darle un aspecto peculiar, bastante diferente a lo que es normal en otras cuevas preparadas para el turismo.
Sin embargo, al menos en mi opinión, esta iluminación que impacta al principio, al cabo de unos minutos se vuelve un tanto estridente (casi en plan discoteca) y termina por arrebatarle protagonismo a las maravillosas formaciones naturales, que seducen sobre todo cuando muestran colores más neutros, como el blanco y los distintos tonos de crema y rosa, que es su color natural, según nos comentaron.
![]() El recorrido dura unos 50 minutos y en todo momento está permitido tomar fotos sin flash. Todas las que pongo aquí están hechas por mi.
![]() Una vez finalizada la visita de la cueva, seguimos la misma carretera D-986 hacia Saint-Chely-du-Tarn, donde teníamos alojamiento esa noche, una distancia de 26 kilómetros que hicimos en poco más de media hora. Antes de iniciar el descenso hasta el río, nos paramos en un bar que tiene un extraordinario mirador sobre el circo de Saint-Chely. Se puede acceder libremente, sin hacer ninguna consumición.
Ya en la carretera que recorre las Gargantas del Tarn, cruzamos el río y pasamos por el bonito pueblo de Sainte-Enimie, donde vimos bastante gente cenando en las terrazas de un par de restaurantes. Pensamos en parar allí, pero estábamos algo cansados y decidimos continuar hasta nuestro hotel en Saint-Chely, que estaba apenas a 5 kilómetros de distancia. Etapas 25 a 27, total 49
DIA 11.
SAINT-CHELY-DU-TARN/LA MALENE/POINT SUBLIME/LE ROZIER/LA MALENE/REMOULINS Distancia total: 211 kilómetros, casi cuatro horas y media en el coche, de las que tres lo fueron al final del viaje. Tras esta jornada tocaba cambiar de zona, con un recorrido bastante largo, que encima se vio incrementado a causa de unas variaciones que tuvimos que hacer sobre la marcha por culpa de la climatología.
Perfil en GoogleMaps: ![]() SAINT-CHELY-DU-TARN. Llegamos a este pequeño pero precioso pueblo, situado en las Gargantas del Tarn, cerca de la siete y media de la tarde. El lugar es realmente agreste e idílico, entre acantilados y junto al río, que se retuerce y cae, formando hasta tres cascadas en su entorno.
Nos alojamos en el AUBERGE DE LA CASCADE (de la cadena Logis), que cuenta con habitaciones repartidas en varias casas. Nos costó 69 euros y fue una elección muy acertada tanto por la ubicación como por el precio, ya que incluso tiene piscina. Las habitaciones son correctas y el cuarto de baño amplio; aunque la decoración es muy básica, resulta más que suficiente para pasar una o dos noches. Por cierto que nos atendió un chico valenciano muy amable, que trabaja allí desde hace cinco años.
Como habíamos comido de bocadillo, teníamos hambre. Así que fuimos a cenar al restaurante del Auberge, que tiene muy buena fama. Estaba lleno de gente, cenamos realmente bien y los precios no fueron caros si lo comparamos con los mismos platos a la carta en España. Por ejemplo, un entrecot a la parrilla con buena guarnición, que estaba muy tierno y de sabor excelente, costaba 17 euros. La cena completa nos salió por unos 40 euros. Teníamos intención de volver a Sainte-Enimie después de cenar para echar un vistazo, pero el tiempo empeoró, arreció el viento y se puso a llover. Y como, además, estábamos cansados de todo el trote del día, decidimos dar la jornada por concluida tras un corto paseo por el pueblo.
A la mañana siguiente, el día se presentó bastante poco prometedor. Estaba muy oscuro, caían algunas gotas e incluso hacía frío, calculo que no más de 10 u 11 grados. Di mi habitual paseo matutino, armada con el paraguas y el chubasquero. El lugar es precioso y aunque la falta de sol le restaba color y luminosidad, no le restaba nada de encanto sino todo lo contrario.
Saint-Chely tiene nada menos que tres cascadas.
Varias vistas de Saint-Chely, con las casas del pueblo, la iglesia y el puente.
![]() ![]() En un corto paseo se llega a su pequeña capilla troglodita.
![]() LA MALENE. La Malene está a 9 kilómetros de Saint-Chely. Lo cierto es que el tiempo nos había jugado una mala pasada ya que no acompañaba nada para las actividades que teníamos pensadas para ese día. Nos hubiera gustado hacer una ruta a pie por los senderos que trepan por los acantilados, ofreciendo unas vistas excelentes del río y sus gargantas, una caminata de 10 kilómetros que se nos fastidió.
Vista del Tarn desde la carretera.
Otra de nuestras aspiraciones de la jornada era dar un paseo en canoa, lo que habíamos dejado para hacer precisamente en La Malene, lugar que recomiendan mucho para iniciar el recorrido con mejores vistas. La verdad es que fue mi marido el que insistió sobre el tema porque yo no estaba nada convencida, ya que mi experiencia en “manejar remos” se limita a un par de paseos en las barcas del Retiro, hace ya unos cuantos años, por cierto. Pero, en fin, de vez en cuando hay que complacer a los maridos... ![]() ![]() La Malene.
La Malene no me pareció un pueblo especialmente bonito, salvo en su ubicación, que es magnífica. Antes de llegar vimos la imponente estampa del Castillo de la Caze, que hoy es un hotel de lujo, aunque no pude hacer fotografías porque me pillaba del lado contrario y no paramos porque no había sitio material para hacerlo. La carretera D-907bis va encastrada en las rocas y ofrece un paisaje extraordinario, pero si a veces ya resulta complicado que dos coches pasen a la vez, no digamos lo de parar para contemplar el panorama… y encima lloviendo.
![]() En La Malene, un joven muy amable que hablaba un perfecto castellano nos informó sobre el alquiler de canoas. Hay varios recorridos, con duración desde 2 horas hasta la jornada completa, y en el precio están incluidos los chalecos salvavidas, un tanque hermético para guardar los objetos personales y una furgoneta que te trae de vuelta desde donde se deja la canoa hasta La Malene. Esto último resulta esencial, ya que de lo contrario sería muy complicado (y caro) encontrar un transporte de vuelta. También hay zona de aparcamiento gratuito. Para quien no quiera aventurarse a “conducir” una canoa, existe un servicio de “batelliers” (barqueros) que te llevan con toda tranquilidad, aunque esto sale por unos 40 euros por persona.
El precio del alquiler de la canoa varía según la distancia que se contrate, es decir, el recorrido 1, cuesta 32 euros, el recorrido 2, 37 euros y así sucesivamente, y llega hasta el punto que te indican para dejar la barca. El tiempo estimado es de dos horas, pero puedes tardar más, lo que no puedes es ir más adelante del punto marcado. Lo que sí hay que hacer es tener presente el horario en que pasa la furgoneta que lleva de vuelta al aparcamiento (normalmente, cada hora).
Todo parecía claro y muy bien preparado, lo único que no cuadraba era el tiempo. Había dejado de llover, pero el cielo estaba negro y hacía bastante frío. Muy poco agradable para meterte en una canoa, de hecho, no había ninguna en el agua. El chico que nos atendió nos dijo que quizás a mediodía mejorase la situación. Como yo también había visto que en la previsión meteorológica que era cierto, decidimos poner en marcha un plan “B” para dar una oportunidad a la canoa.
Para hacer tiempo, cogimos el coche y nos dirigimos a ver uno de los miradores más famosos de las Gargantas del Tarn, el llamado “Point-Sublime”, al que se accede desde La Malene por la carretera D-43 y luego, a la izquierda, por la D-46. Son 11 kilómetros, pero se tarda casi media hora. Las vistas son espléndidas. Aunque no había demasiada luz, lo cierto es que se veía muy bien el panorama pues tampoco había niebla ni malos reflejos del sol. Lo único negativo, que las fotos salieron un poco oscuras.
Así se contemplan las Gargantas del Tarn desde el Point-Sublime.
LA CROIX DE CAPLUC (LE ROZIER). Subida a pie. Como el día parecía ir a mejor lentamente, pero ya no nos daba tiempo de hacer el recorrido a pie por las gargantas y luego intentar lo de la canoa, decidimos seguir por la carretera D-907bis, que va junto al Tarn, hasta Le Rozier, para subir al “picacho” con una cruz en lo alto, que habíamos visto el día anterior; o sea, éste:
Luego descubrimos que esta subida forma parte de varias rutas de senderismo más amplias, pero nosotros no teníamos demasiado tiempo, así que hicimos únicamente la ascensión al pico, donde se encuentra la Cruz de Capluc y el mirador, con un desnivel de más de 500 metros. Una pequeña carretera sube hasta un punto donde hay que dejar el coche, ya que empieza una pista empinadísima, que desemboca en un sendero. Vimos a un par de parejas emprendiendo también la caminata. Los paisajes son espléndidos, con Peyrelau y Le Rozier a nuestros pies, y las gargantas de Tarn y del Jonte que van surgiendo paulatinamente.
![]() ![]() Llegamos a un pequeño núcleo de casas, donde la continuación del camino está un poco confusa, ya que hay un momento en que no ves sendero alguno por ninguna parte que llegue hasta la cima. Sin embargo, vimos a la pareja que nos precedía “colgada” de la montaña, con lo cual nos imaginamos lo peor. Por fortuna, no había que hacer escalada, “simplemente” ascender por una serie de escaleras metálicas clavadas en las rocas, una especie de “vía ferrata”, al fin y al cabo. Pues nada, ya que habíamos llegado hasta allí, no íbamos a dejarlo a medias...
![]() La recompensa se obtiene al final, con estos panoramas fantásticos. Además, estaba saliendo el sol y hasta empezaba a hacer calorcito.
Aquí se ve perfectamente Peyreleau y Le Rozier, con el puente que los une y los separa.
Casi daba más respeto decidirse a bajar, que haber subido.
![]() ![]() ![]() La caminata completa (subida y bajada) nos llevó una hora y media, aproximadamente. PASEO EN CANOA. Compramos unos bocadillos en Le Rozier y los tomamos casi a toda prisa para volver lo antes posible a La Malene y poder hacer el paseo en canoa. El tiempo había mejorado tanto que disfrutamos mucho más que a la ida de las vistas que ofrece la carretera que recorre las gargantas.
![]() ![]() A la hora de alquilar la canoa, solamente nos daba tiempo a hacer el recorrido más corto (9 kilómetros, creo recordar), pero resulta muy espectacular pues se pasa por los acantilados más altos y estrechos de las Gargantas del Tarn. El río tiene zonas casi secas, donde se queda encajonada la canoa, y otras zonas con mucha agua, donde ves los peces nadando por debajo de ti, con rápidos que te obligan a ir muy atento para no irte de bruces contra la orilla.
No voy a contar todas nuestras tribulaciones (más bien las mías) a bordo de la canoa, solamente que, como buenos primerizos, volcamos, naturalmente, aunque no fuimos los únicos, que conste. La gente fue muy amable y se pararon para ayudarnos . Bueno, así nos dimos nuestro primer bañito en el Tarn, cuyas aguas estaban mucho menos frías de lo que cabía esperar. Repuestos del incidente, continuamos sin ningun problema, excepto las discusiones típicas de “rema por aquí o rema por allá”, y que muchas veces acabábamos con la proa en sentido contrario al curso del río: en fin, lo normal en estos casos según me han comentado luego amigos “expertos”.
![]() No me había llevado a este viaje la cámara acuática (muy mal por mi parte), pero tuve la precaución de coger la cámara de reserva no fuera que acabásemos en el agua, tal como pasó. Pudimos hacer algunas fotos hasta el “naufragio”, lo cual no resulta nada fácil por cierto. Después, la cámara feneció, aunque por fortuna pudimos rescatarla, salvando las fotos de la tarjeta de memoria, que no sufrió ningún desperfecto.
Mirándolo en perspectiva, la verdad es que fue muy divertido, aunque yo no disfrutase demasiado durante el recorrido por mi falta de pericia con el remo. Tendré que acostumbrarme, porque mi marido ya está preparando nuestra próxima excursión en canoa: el descenso del Sella.
![]() Dejamos el Tarn con un poco de pena, ya que nos había gustado mucho su recorrido y el tiempo parecía que iba a mejorar definitivamente. Es una de las zonas de este viaje que nos apetece repetir en el futuro, estando varios días.
Desde La Malene, nos esperaba un viaje bastante largo, de 147 kilómetros y casi tres horas en el coche, hasta Remoulins, ya en la Provenza. Por el camino, pudimos ver nuevas vistas espectaculares de las Gargantas del Tarn y de la poblacion de Florac.
La Malene y el curso del Tarn.
Florac y sus alrededores desde el mirador. Etapas 25 a 27, total 49
📊 Estadísticas de Diario ⭐ 5 (3 Votos)
![]() Total comentarios: 6 Visualizar todos los comentarios
CREAR COMENTARIO EN EL DIARIO
Diarios relacionados ![]() ![]() ![]() ![]() ![]()
![]() |