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DIA 15.
Recorrido: Collioure/Madrid. Total: 793 Km. y más de siete horas de viaje.
COLLIOURE.
Llegamos a Collioure cuando todavía brillaba el sol. La tarde era muy calurosa y el pueblo estaba repleto de gente, como es habitual en el mes de agosto, que ni mucho menos es la época ideal para visitar estos pueblecitos marineros del Mediterráneo, cuyo encanto se disfruta sobre todo cuando reina la calma en su puerto y sus callejuelas. Pero no siempre es posible combinar de la mejor manera la fecha de los viajes y hay que conformarse con lo bueno que da cada momento.
El puerto y el Castillo Real al atardecer.
Conocía los problemas de aparcamiento que sufre Collioure en verano y, más aún, a principios de agosto, así que elegí el hotel Mediterranée, cómodo, con aire acondicionado y muy bien situado, a cinco minutos caminando del centro, pero apartado del bullicio y, sobre todo, con garaje para dejar el coche, que tuve que reservar con meses de antelación pues tiene pocas plazas. Como punto negativo, no hay ascensor, pero para estancias de una noche eso a nosotros no nos preocupa demasiado. Nos costó 120 euros con el aparcamiento, y no fue demasiado caro teniendo en cuenta el capricho que supone alojarse en un pueblo turístico del mar Mediterráneo en pleno mes de agosto.
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Pueblo antiguo y de situación estratégica en el Mediterráneo, por aquí pasaron navegantes fenicios, romanos y griegos. En 673 fue ocupado por el rey visigodo Wamba y se consolidó como puerto comercial en los siglos posteriores, incluso entre 1276 y 1344 se convirtió en residencia de verano de los Reyes de Mallorca. Durante el siglo XIII conoció contiendas religiosas con el paso de los Templarios, los Cistercienses y los Dominicos. Con el descubrimiento de América, la actividad de su puerto comercial disminuyó y con la anexión del Rosellón a la corona francesa perdió su interés estratégico, como les ocurrió a la mayor parte de las ciudades fronterizas. A principios del siglo XX, varios pintores (Matisse, Derein…) inmortalizaron este pueblo en sus cuadros, atraídos por la luz de su puerto pesquero y los colores de sus casas. Aquí falleció Antonio Machado en su exilio tras la guerra civil española y está enterrado en su cementerio.
Castillo Real. Siglo XIII. Residencia veraniega de los Reyes de Mallorca.
Salimos a dar una vuelta y a cenar. Enseguida vimos que el ambiente era completamente diferente al que habíamos vivido en otras zonas de Francia. Estábamos en el Mediterráneo y se notaba: calles y terrazas repletas de gente pese a estar ya anocheciendo. Corría la sangría, la cerveza, el pescado y el marisco. Resultaba imposible sustraerse a la tentación de los menús que se nos ofrecían después de dos semanas de comidas un tanto repetitivas: mejillones, ostras, mariscadas, parrilladas… 
Después de elegir entre la gran oferta existente, nos acomodamos en uno de los pocos huecos libres en una terraza, frente al castillo, y por menos de 50 euros nos pusimos hasta los codos. ¡Qué rico estaba todo!
Después de elegir entre la gran oferta existente, nos acomodamos en uno de los pocos huecos libres en una terraza, frente al castillo, y por menos de 50 euros nos pusimos hasta los codos. ¡Qué rico estaba todo!
Después dimos un paseo por el puerto y, sentados en el malecón, metimos los pies en el agua, que estaba fresca y se agradecía en una noche de bastante calor. Y ese momento lo recuerdo como uno de los más gratificantes del viaje, no sé muy bien por qué.
Al día siguiente, madrugué de nuevo. Di la vuelta por la ensenada y llegué frente por frente al castillo y subí por un camino hasta el Molino, desde donde se divisa de frente un bonito panorama del pueblo viejo, con el Fort Miradou (mirador con vistas al mar), la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y la capilla de San Vicente.
El sol no ayudaba nada para fotografiar el Fuerte de San Elme, en todo lo alto de la colina con el Molino (su origen es del siglo XIV, pero está reconstruido) un poco más abajo, a su izquierda. Otro lugar típico es la Capilla de San Vicente, construida sobre las rocas y que data de 1701.
De regreso, un paseo por las callejuelas estrechas, con paredes de colores y adornadas con macetas y flores del antiguo barrio de marinos y pescadores de Moré.
Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles (Notre Dame des Anges), junto a la playa Boramar.
Como curiosidad, decir que hay una especie de marcos en los lugares más representativos para tomar las fotos con la mejor perspectiva.
Desayunamos en una terraza, un desayuno completo y un café con leche, porque el desayuno completo tenía zumo, tostadas, pan, mantequilla y croissant, demasiado para uno solo. En total, 7 euros. Pero la calma no duró demasiado porque, además del jaleo veraniego, era día de mercado. El centro se inundó de puestos y de miles de personas mirando y comprando, además de los otros miles que estaban ya instalados en las pequeñas playas. La verdad es que el ambiente se volvió un poco agobiante (en fin, lo típico en agosto en zonas turísticas y playeras, no vamos a exagerar) y plantearse visitas a sitios concretos no parecía buena idea a esas alturas de nuestro viaje, con lo cual decidimos emprender el retorno a casa.Sin embargo, nntes de coger el coche, fuimos andando al cementerio (está en el mismo centro) a visitar la tumba de Antonio Machado, que siempre conserva mensajes anónimos y flores frescas.
Tumba de Antonio Machado.
Quisimos evitar la autopista y seguir por la Costa Bermeja para cruzar la frontera por Port Bou. Fue imposible, nos encontramos con tal atasco de coches en las dos direcciones que tuvimos que mentalizarnos de que las vacaciones habían terminado: tocaba autopista, peaje, y 800 kilómetros por delante.
RESUMEN DEL VIAJE.
Hemos vuelto satisfechos del viaje, y lo estamos más según va pasando el tiempo, y es que recién llegados quizás nos empeñábamos en compararlo con el recorrido que hicimos hace tres años por Bretaña, Normandía y los castillos del Loira, y eso es algo que no se debe hacer porque son zonas diferentes, como lo es también la comida, la gente y lo que hay que ver.
Hicimos unos 2.000 kilómetros por las carreteras francesas. Como he mencionado al principio, pudimos hacer este recorrido (con tres destinos de media al día) sin demasiadas prisas generalmente, aprovechando los largos días de julio y el ahorro de kilómetros que supone dormir cada noche en un sitio diferente, según avanzábamos en nuestro recorrido. Dejando a un lado voluntariamente las ciudades grandes, que necesitan más tiempo, procuramos incluir un poco de todo: pueblos, monumentos, castillos, cascadas, cuevas, paseos fluviales, caminatas… No solemos visitar museos, salvo que nos interesen especialmente como fue el caso del Museo Toulouse Lautrec en Albi. Por si a alguien puede interesarle, hago un rápido resumen de los lugares que visitamos.
- Sitios calificados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO:
o Monumentos romanos y románicos de Arlés
o Puente del Gard
o Centro Histórico de Avignon
o Ciudad Fortificada de Carcasona
o Ciudad Episcopal de Albí
o Puente Valentré en Cahors
o Rocamadour, la iglesia de Saint-Sauveur y la cripta de Saint-Amadour, que forman parte
de una de las cuatro rutas del Camino de Santiago.
o También pasamos por el Canal de Midi y el paisaje del Parque Causses y Cevennes.
- Pueblos incluidos en la lista de los “más bellos de Francia”, con un breve comentario personal:
o Beynac-et-Cazenac, uno de los pueblos más bonitos que vimos, mi preferido, lo confieso.
o Domme, tiene un buen mirador sobre el Dordoña.
o La Roque-Gageac, pueblo troglodita, paseos por el río Dordoña en gabarra.
o Castelnau-la-Chapelle, tiene uno de los castillos más famosos del Dordoña.
o Collonges-la-Rouge, pueblo muy pintoresco y original, como de cuento, con todas las casas de piedra de gres rojo.
o Turenne , muy pulcro y cuidado, con muchas flores y buenas vistas desde las ruinas del castillo.
o Autoire, ubicado en un cañón, tiene una preciosa cascada.
o Carennac , otro de los pueblos más bonitos que vimos, este sí es de los de cuento.
o Loubressac, emplazamiento en todo lo alto y bellas casas medievales.
o Peyre , mirador sobre el viaducto de Millau.
o Brousse-le-Chateau, me gustó mucho todo su conjunto medieval, junto al río Tarn.
o Najac, conn un imponente castillo.
o Saint-Cirq-Lapopie, el pueblo es precioso y la ubicación magnífica. No hay que perdérselo.
o Castelnau-de-Montmiral, tiene una magnífica plaza porticada.
- Castillos: Montsegur, Foix, Carcasona, Lastours, Najac, Beynac-et-Cazenac, Queribus y Peyrepertuse. Más que los castillos en sí (algunos no son más que ruinas), impresiona su historia y, sobre todo, su ubicación, de modo que algunos incluso se convierten en rutas cortas de senderismo con paisajes magníficos.
- Cuevas y Grutas: Pech Merlé (pinturas rupestres), Gouffre de Padyrac (incluye un paseo en barca por un río subterráneo) y Grotte de Aven Armand (impresionante bosque petrificado de estalagmitas). Muy recomendables las tres, aunque son completamente diferentes.
- Sitios naturales:
- Fuentes intermitentes de Fontestorbes, curioso fenómeno de variación de caudal del agua.
- Jardines de Marqueyssac , más que la belleza de los jardines, son un mirador espectacular sobre el Dordoña y La Roque-Gageac.
- Cascada de Autoire, se llega tras un paseo por un hermoso cañón o desde un aparcamiento.
- Cascadas de Saint-Rome-de-Tarn, una en el mismo pueblo y otra junto a la carretera.
- Gargantas del Tarn, desde Albi hasta Florac, una maravilla; la zona más encajonada desde Le Rozier hasta Florac, recomiendo la bajada en canoa desde el pueblo de La Malene. El Point-Sublime es uno de los mejores miradores sobre las Gargantas y no hay que perderse el minúsculo pero precioso pueblo de Saint-Chely-de Tarn y las vistas sobre su circo rocoso.
- Montpellier-le-Vieux, parque natural en un caos de roca con preciosas vistas panorámicas, hay varias rutas de senderismo por esta “ciudad encantada".
- Gargantas de la Jonte ,hay miradores en la carretera, están entre las poblaciones de Le Rozier y Meyruels.
- Gargantas de Galamus, muy cerca del castillo de Peyrepertuse, se contemplan yendo a pie, por la carretera y son espectaculares.
- Otros pueblos y lugares:
- Sarlat-la-Caneda ,preciosa ciudad medieval de casas góticas en la zona del Dordoña, si es posible, recomiendo alojarse allí al menos una noche.
- Cahors, teníamos pocas expectativas sobre esta ciudad, pero no nos desagradó ni mucho menos; imprescindible, el Puente Valentré y las vistas desde el Mont Saint Cyr.
- Castres, merece la pena ver las casas medievales de colores sobre el río Agout.
- Cordes-sur-Ciel, encantador pueblo medieval colgado de un risco.
- Cabrerets, muy bonitos paisajes en la zona del Lot.
- Le Rozier/Peyreleau, dos pueblos separados por el río Le Jonte, en un emplazamiento precioso. Peyrelau es más pequeño, está en alto y tiene más encanto. Se puede subir (a pie, incluyendo una pequeña via ferrata) hasta La Croix de Capluc para admirar un panorama extraordinario sobre el valle y las gargantas.
- Saint-Antonin-Noble-Val, merece una parada para ver sus casas sobre las orillas del río y su conjunto medieval.
- Mirepoix, una de las más bonitas plazas porticadas que puedan verse.
- Saint-Remy-de-Provence, pueblo con mucho encanto, con reminiscencia de pintores y que cuenta con los restos de una ciudad romana, Glanum.
- Les Baux-de-Provence, pueblo fortificado erigido sobre un peñasco, bonito pero muy masificado, al menos en verano.
- Narbona ,merece la pena dar una vuelta para ver el Palacio Arzobispal con sus imponentes torres, el Canal de la Robine y la Catedral.
- Rocamadour, poco se puede decir del cuarto lugar más visitado de Francia, un espectacular pueblo/santuario colgado de un acantilado, que hay que ver para opinar.
- Collioure, muy bonito pueblo mediterráneo, pero demasiado masificado en verano.
Nos gustó todo bastante, en particular las zonas del Dordoña y el Lot, y las Gargantas del Tarn, lugares a los que queremos volver con más tiempo, igual que a Provenza, pero coincidiendo con la floración de la lavanda. Además de todo lo anterior, como lugares concretos me gustaría destacar Sarlat-la-Caneda, Cordes-sur-Ciel y Collioure. Y Albi me pareció una ciudad realmente preciosa, de lo más interesante de todo el viaje.
Alojamiento: pernoctamos en 14 hoteles diferentes, cada noche en un lugar, todos reservados a través de booking.com. Nunca he tenido problemas con ellos y eso que no muestro reparo alguno en hacer cancelaciones (gratuitas) siempre que me interesa. Nuestra forma de viajar es, tal vez, un tanto peculiar, por eso necesitamos hoteles muy céntricos, que nos permitan visitar los lugares caminando, sin emplear el coche, para optimizar el tiempo. Se puede conseguir alojamiento aceptable y más barato si se prescinde de este detalle. Excepto un día, el resto descartamos los desayunos en los hoteles ya que eran carísimos, normalmente, entre 10 y 17 euros por persona. Almorzando a la una o una y media, no nos compensaba ni aunque fuese un señor buffet.
Carreteras y combustible.
Casi siempre circulamos por carreteras secundarias, a menudo muy viradas y estrechas, en las que no se puede ir a demasiada velocidad, pero tienen buen firme y ofrecen unos paisajes muy bonitos. Quitando el viaje de ida y el de vuelta, solamente utilizamos las autopistas en dos ocasiones: una vez porque nos confundimos (un peaje de dos euros) y otra vez porque nos llevó el navegador para evitar unas obras en Montpellier (hicimos bastantes kilómetros, pero era gratuita). De todas formas, hay que tener en cuenta que para viajes largos en Francia puede interesar la autopista incluso pagando peaje, ya que las carreteras nacionales suelen tener mucha circulación y las secundarias pueden convertir en eternos algunos recorridos.
Siempre hay que tener la precaución de repostar en las gasolineras de los supermercados. Las diferencias de precio son mucho mayores que en España entre unas estaciones y otras. El diésel estaba por el estilo que en España, la gasolina mucho más cara. Pusimos desde 1,42 euros por litro, hasta 1,69 (teníamos necesidad urgente de repostar y paramos en una pequeña gasolinera cerca de Rocamadour, donde nos "clavaron", naturalmente).
Restaurantes, comida y bebida.
Una de las cosas que antes se aprenden en Francia, pero de las que peor se digieren, es el cambio de horarios en las comidas. Después de las dos es casi imposible (imposible en muchos sitios) encontrar un restaurante para almorzar; para cenar, la hora crítica son las ocho y media. No está mal llevar algo de comida en el coche por si se da el caso (casi siempre se da) de quedarse sin cenar.
En cuanto al desayuno, no hay problema en ciudades y pueblos turísticos. En los pueblos pequeños es imposible encontrar un bar o cafetería donde te sirvan café con algo de comer. Así que aprendimos a comprar los bollos en la boulangerie/pattiserie y el café en el bar. El pan y los bollos están buenísimos en Francia y no son caros. Si se va en coche propio, puede ser interesante llevar un hervidor para desayunar en la habitación del hotel, si éste no lo tiene.
En los restaurantes, suelen llamar “formule” a nuestro “menú”, pero con la diferencia de que no incluyen bebidas y pueden subir bastante la cuenta, aunque la jarra de agua (garrafe déau) es gratis y te la ponen casi de oficio, si no, hay que pedirla sin ningún problema. El precio suele variar dependiendo del número de platos, y muchas veces incluyen postre y quesos. Los hay de todos los precios, desde 10 ó 12 euros en adelante. Se puede tomar una buena comida para dos con bebidas y café pagando entre 35 y 40 euros. A la carta, hubo platos que no me parecieron más caros que en España, el entrecot y el cordero, por ejemplo. Comimos y cenamos varias veces en restaurantes, a la carta; y compensamos el mayor gasto yendo otros días a italianos y pizzerías o tomando bocadillos, sobre todo si teníamos caminata por el campo.
La zona de Francia que visitamos (salvo Collioure y la Provenza) tiene una cocina mucho menos variada que Bretaña o Normandía. Sus especialidades están muy buenas, pero acaban resultando platos monótonos si se toman seguidos durante varios días: pato y oca en todas sus variedades y formas (foie gras, magret, confit, etc), ensaladas, cordero (asado o chuletas), carne de res (los entrecots están tiernos y jugosos, de lo mejor), pollo, bacalao y trucha, y la “cassolette” como guiso estrella en la zona de Carcasona, pero demasiado contundente para el verano. Salir de ahí es complicado, por lo cual muchas veces terminas en un italiano, recurriendo a pasta o pizza. Tampoco probamos postres locales demasiado seductores, algo que sí habíamos hecho en otras zonas de Francia. Mención aparte merecen los quesos, que son excelentes.
La zona de Francia que visitamos (salvo Collioure y la Provenza) tiene una cocina mucho menos variada que Bretaña o Normandía. Sus especialidades están muy buenas, pero acaban resultando platos monótonos si se toman seguidos durante varios días: pato y oca en todas sus variedades y formas (foie gras, magret, confit, etc), ensaladas, cordero (asado o chuletas), carne de res (los entrecots están tiernos y jugosos, de lo mejor), pollo, bacalao y trucha, y la “cassolette” como guiso estrella en la zona de Carcasona, pero demasiado contundente para el verano. Salir de ahí es complicado, por lo cual muchas veces terminas en un italiano, recurriendo a pasta o pizza. Tampoco probamos postres locales demasiado seductores, algo que sí habíamos hecho en otras zonas de Francia. Mención aparte merecen los quesos, que son excelentes.
Los bocadillos preparados son una buena opción. Los llaman sándwiches aunque sean de pan normal. Los venden en todas partes, son baratos y están muy buenos porque el pan es estupendo. Recomiendo los de jamón (jambon) y los de atún.
Entradas a monumentos y aparcamiento.
Esto fue, sin duda, lo más caro de todo el viaje comparativamente. Hay mucho que ver, pero no se puede ver todo aunque se quiera y se tenga tiempo, salvo que se disponga de un presupuesto para gastar muy elevado. Una entrada a un castillo normalito no suele costar menos de 7 euros. Hay que consultar precios y horarios con antelación en páginas web de oficinas de turismo para no llevarse sorpresas pues a menudo varían a lo largo del año. Suele haber descuentos para jubilados, niños y estudiantes, y también pases conjuntos para varios monumentos que ahorran algo en el precio. El aparcamiento normalmente es de pago los días de diario (en los pueblecitos turísticos, también los festivos) entre las 09:00 y las 18:00 ó 19:00, aunque durante la hora de la comida (de 12:00 a 14:00) suele ser gratis.
Utilizamos las tarjetas de crédito y débito sin ningún problema, y los franceses fueron por regla general muy amables y serviciales, en restaurantes, cafeterías, atracciones, hoteles…
Utilizamos las tarjetas de crédito y débito sin ningún problema, y los franceses fueron por regla general muy amables y serviciales, en restaurantes, cafeterías, atracciones, hoteles…
Para terminar ¡por fin! este tocho, que espero no resulte insufrible, como siempre dar gracias a este foro y a cuantos escriben en él por la valiosa información que aportan y que tanto ayuda en la preparación de cualquier viaje. Gracias también por leer este diario, que espero pueda ser de utilidad a futuros viajeros, contando con que lo escrito aquí son opiniones totalmente personales. Y ya se sabe que “para gustos, los colores”. En cuanto a lo que no tengo duda es a recomendar el sur de Francia. Tiene rincones naturales preciosos, pueblos encantadores, castillos ubicados en lugares magníficos y pequeñas ciudades medievales llenas de encanto y con interesantes monumentos. Por si fuera poco, lo tenemos ahí al lado, si bien unos más cerca que otros. ¡Animaos! 
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