![]() ![]() Camboya, más allá de los Templos de Angkor ✏️ Blogs de Camboya
Viaje a Camboya de mochileros que realizamos en septiembre de 2009. Durante un mes lluvioso recorrimos este país de este a oeste y de norte a sur tratando de mostrar la auténtica Camboya, la que existe al margen de los templos de Angkor. En http://www.conmochila.com podréis ver más fotos y videos del viaje.Autor: Tonirodenas Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (56 Votos) Índice del Diario: Camboya, más allá de los Templos de Angkor
01: Capítulo 1 - Viaje a Camboya
02: Capítulo 2 - Camino a Bangkok
03: Capítulo 3 - Bienvenidos al reino de Camboya
04: Capítulo 4 - Phnom Penh y el genocidio de los jemeres rojos
05: Capítulo 5 - Los campos de exterminio de Choeung Ek y el palacio real
06: Capítulo 6 - Kompong Cham, entrando en la Camboya más profunda
07: Capítulo 7 - Kratie, más Mekong y los delfines Irrawaddy
08: Capítulo 8 - Excursión en bicicleta por Koh Trong
09: Capítulo 9 – Camino a Siem Reap y las tarántulas fritas
10: Capítulo 10 – Primer día en los templos de Angkor
11: Capítulo 11 – Grandes paseos por los templos de Angkor
12: Capítulo 12 – De la jungla a la república de los monos
13: Capítulo 13 – La playa de Serendipity
14: Capítulo 14 - La playa de Otres
15: Capítulo 15 - Kampot
16: Capítulo 16- El Parque Nacional de Bokor y la fantasmagórica Estación de Montaña
17: Capítulo 17 - Escapada en moto por los alrededores de Kampot
18: Capítulo 18 - Despedida de Kampot y vuelta a Phnom Penh
19: Capítulo 19 - Paseando por Phnom Penh
20: Capítulo 20 - Visita al centro escolar de la ONG “Por la sonrisa de un niño”
21: Capítulo 21 – Les paillotes y las casas del vertedero de Phnom Penh
22: Capítulo 22 - Adiós Camboya
23: Capítulo 23 - La noche de Bangkok
24: Capítulo 24 - Bangkok express
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Etapas 16 a 18, total 24
Con el buen tiempo volvieron las aventuras, así que el día siguiente madrugamos y a primera hora estábamos en la puerta de la guesthouse donde ya nos esperaba el 4×4 con nuestros compañeros de excursión. El hombre que nos convenció el día anterior para hacer la escapada (al que llamaré guía porque no me acuerdo de su nombre) nos invitó a entrar al coche para partir, ya que éramos los últimos. Ya “acomodados” en la parte trasera del vehículo vimos que aparte del guía y del conductor había cinco personas con las que, no se por qué, no llegamos a hablar siquiera en todo el día, así que solo puedo decir que eran un par de chicas que iban juntas y otros tres que parecía que también. Nos dirigíamos al Parque Nacional de Bokor (llamado también Parque Nacional de Preah Monivong), a unos cuantos kilómetros de Kampot, para visitar los alrededores: primero una antigua estación francesa y más tarde unas cascadas.
![]() El camino poco tuvo que envidiarle al del comienzo del trekking con la pick-up tan solo un año atrás en Laos. La carretera para subir a Bokor, construida en los años 20 y a la fuerza por camboyanos, estaba inacabada; aunque en verdad estaba solo la tierra levantada marcando el trayecto por donde se supone que algún día habrá una carretera, y siendo ya el último mes de la estación húmeda y después de todas las lluvias caídas, había más socavones que tramos lisos. Mientras subíamos, las 7 personas que íbamos detrás nos agarrábamos fuerte a los asientos desprovistos de cinturones, para no darnos contra el techo. No pude grabar nada porque la cámara dejó de funcionar justo los primeros días de Bokor, pero ni el tener las dos manos libres impidió que me golpease la cabeza en repetidas ocasiones. No fue esto un impedimento para poder disfrutar del paisaje que ofrecía la montaña, poblada de árboles en abundancia y no en menor cantidad de especies, entre las que se encontraba el tigre, que por suerte no nos llegó a dar ningún susto. El viaje no fue largo, más bien tortuoso, pero llegamos de una pieza. ![]() La primera parada fue al Palacio Negro construido para el rey Sihanouk y cuya única particularidad era las vistas del mirador que posee. Allí dentro el guía nos estuvo contando cosas sobre la construcción de la carretera con gente obligada a trabajarla y un poco de historia de la época de los jemeres rojos. ![]() Seguidamente subimos otra vez al vehículo y cuando llegamos arriba de la montaña el guía nos repartió unas bolsas con unos bocatas, unos plátanos y agua y nos dejó vía libre para visitar la estación de montaña. Se trataba de un complejo abandonado, construido sobre Phnom Bokor durante la época colonial por los franceses como estación donde, imagino, irían de vacaciones. Formada por varios edificios y abandonada desde hace décadas su aspecto hoy día es fantasmagórico. El primer edificio que visitamos fue el hotel-casino Bokor Palace, que como decía Toni era igual de tenebroso que el de la película de “El resplandor”. Accedimos por las escaleras de la entrada principal y una vez dentro nos dispersamos. Tras tantos años de abandono solo quedaban restos de lo que fue en su día: un enorme hotel para gente adinerada en el que ya no quedaba nada. En las paredes sucias, resquebrajadas y llenas de moho se advertían agujeros originados seguramente durante la ocupación de los vietnamitas y los jemeres rojos. [img]Imponente entrada al hotel Bokor Palace[/img] Imponente entrada al hotel Bokor Palace El gran salón con su enorme chimenea estaba vacío dando la misma sensación que el de un barco hundido durante décadas. Paseando por éste casi podías imaginarte a los huéspedes cenando o bailando al lado del fuego del hogar. Era escalofriante. En los pisos de arriba se encontraba lo que debían ser habitaciones y baños, pues algunos conservaban aun los azulejos. ![]() Fuimos subiendo y al final llegamos a una enorme azotea. Desde allí, a escasos metros de un precipicio, podíamos contemplar la montaña y, si no hubiese habido niebla, hasta el mar. Aunque fue una lástima no poder llegar a ver el horizonte el espectáculo fue sustituido por otro igual de bonito. Desde esa altura podíamos ver como subían las nubes en forma de columna por el precipicio como si se tratara del humo de una hoguera. Con esas vistas decidimos sentarnos a almorzar, así que encima de la barandilla de piedra nos sacamos los bocatas y nos los comimos. ![]() Nada mas terminar, y antes de que nos llamase el guía para seguir la visita, aprovechamos para bajar a la parte trasera del hotel y asomarnos al precipicio. Allí sentí la primera brisa fresca de todo el viaje. ![]() La siguiente parada fue la iglesia católica, abandonada al igual que el casino. Contaba el guía que allí se refugiaron los jemeres rojos mientras les atacaban los vietnamitas desde el hotel, supongo que por eso los trozos de pared y de cristales por los suelos. La iglesia solamente conservaba la estructura y no había ninguna imagen ni figura como era de esperar después de tantos años de abandono. De un sitio a otro nos entretuvimos haciendo fotos en el peculiar paisaje. Era como si estuviésemos entre el decorado de una película de terror, y el hecho de imaginarnos a gente ahí atrincherada aun le daba más emoción. ![]() Seguimos visitando el resto de la estación pasando por la oficina de correos a la que se llegaba cruzando un pequeño puente, y cuando al guía le pareció que ya habíamos visto suficiente nos llevo a otra parte. ![]() Esta vez fuimos a visitar un templo budista, no muy diferente de cualquier otro, pero muy peculiar por su ubicación arriba de la montaña y la tranquilidad en la que vivían sus monjes. Estaba lleno de trozos de tela colgando a modo de banderas que me hacían recordar a las que se ven en Nepal en los campos base de los montañeros que suben al Everest. ![]() En el interior de uno de los recintos había un pequeño altar lleno de figuras de Buda con su siempre aspecto relajado, y seguro que debían estarlo porque en este lugar se respiraba mucha tranquilidad a veces roto por unos cuantos camboyanos domingueros como los que vinieron a hacerse fotos en el lugar. ![]() Para terminar el viaje, cuando ya pensaba que lo de coger el bikini había sido solo para convencernos de ir a la excursión, paramos en la cataratas de Popokvil. Las vistas desde arriba eran impresionantes, al igual que el vértigo que daba asomarse. Para llegar al nivel mas bajo tuvimos que cruzar por el río con el suelo deslizante y bajar por un sendero de barro entre los árboles, y encima descalzos. La gente iba resbalándose pero al final todos llegamos abajo. El color rojo del agua y su superficie llena de espuma no hacían nada apetecible el baño, y con el airecillo que empezaba a correr por allí me estaba helando, así que yo me quedé con el bikini y mirando desde las rocas. ![]() El guía se acercó al punto donde caía el agua del nivel superior y se metió debajo del chorro con los pantalones puestos. Luego se acercó a un punto del lago donde se podían levantar las piedras y creó un miniescondite debajo del agua en el que terminaron metiéndose todos. ![]() El rato de agua no fue muy largo, pues a la hora que era ya se notaba el fresco y salieron todos pronto. Solo quedaba la vuelta, que al igual que la subida fue de lo mas entretenida dando saltos todos por allí dentro del 4×4, y no miento si digo que el día siguiente tenía agujetas de hacer tanta fuerza para no darme golpes. Cuando volvímos a la guesthouse estábamos agotados, y después de darnos una ducha refrescante nos hicimos nuestra merecida cerveza fresca en la terraza. Mas tarde salimos en busca de un ciber para conseguir información acerca del problema de la cámara de vídeo que llevaba ya demasiados días sin funcionar. Tuvimos suerte y después de mucho rato conseguimos averiguar que haciéndole un reset podía volver en sí. ![]() Cuando salimos de allí las calles ya estaban oscuras como cada noche, y fuimos paseando hasta el río. En el trayecto, uno de los restaurantes que podría haber sido cualquiera en ese momento nos sirvió para disfrutar de la noche y cenar en tranquilidad. Cerveza, arroz, rollitos y relax, sobretodo relax… De camino a la guesthose nos percatamos de que había un local de alquiler de motocicletas, así que decidímos que el día siguiente haríamos nuestra propia excursión. Todavía sacamos fuerzas para quedarnos un rato en el salón de la guesthouse para comentar la jornada y escribir un poco de diario. ![]() Esa noche me esperaba la sorpresa en la habitación cuando cogí la mochila para sacar el pijama y vi que detrás se escondía una araña enorme y peluda que me puso la carne de gallina y me hizo dar un salto hacia atrás. Justo cuando venía Toni con la intención de acabar con ella le dije “no, no, pobrecita, que me da pena” y la echamos hacia fuera, ilusa de mi pensando que se iría, sin pensar que iva a convivir con nosotros en la habitación el resto de los días y volvería a encontrármela… Etapas 16 a 18, total 24
Desde que llegamos a Kampot dos días antes aun no se había escondido el sol, y si insisto tanto es por que me parecía increíble que estuviese sin llover ya más de 72 horas seguidas, todo un récord. Esa mañana teníamos planeado ir al local que vimos la noche anterior y alquilar una moto. Y la verdad, no había otra cosa que me hiciese mas ilusión. Teníamos ganas de coger un vehículo e ir a cualquier sitio por nuestra cuenta, sin tener que estar quedando con conductores o pendientes de horarios.
Antes de empezar la excursión fuimos a desayunar al Epic Arts,un restaurante llevado de la mano de un grupo de personas sordomudas y discapacitados que se organizaban perfectamente para llevar a cabo su tarea. Los beneficios de este negocio van destinados a colaborar en diferentes actividades para ellos, ya sea danza u otros talleres. Nos sentamos en una de las mesas y una chica joven vino, nos hizo un saludo con la cabeza y a continuación dejó en la mesa una hoja con el menú y un bolígrafo para que marcásemos con una cruz lo que queríamos. Me comí un yogurt con muesli y un montón de frutas del tiempo troceadas, buenísima forma de empezar el día, aunque nada que envidiar a Toni que se comió un sándwich y unas torrijas. ![]() Nada mas doblar la esquina estaba el local de alquiler de motos. Allí un matrimonio nos atendió amablemente y nos condujo al lugar donde se encontraba la moto que nos iba a dejar. Nos comentó que llenásemos el depósito antes de salir y “que casualidad” el vecino de al lado tenía una parada de gasolina (de ésas portátiles que se llevan tanto por allí con un estante lleno de botellas de Fanta llenas de gasolina). Se quedó con un pasaporte, nos dio un par de cascos que protegían lo mismo que un gorro de paja y nos deseó buena suerte. A partir de ese momento éramos libres de hacer lo que nos apeteciera, hasta donde resistiera la moto. ![]() Decidimos ir a visitar las cataratas de Tek Chhouu a ver si nos dábamos un chapuzón aprovechando el buen tiempo, así que nos encaminamos por la carretera que nos indicó la dueña de la guesthouse. Los ocho kilómetros que había hasta los rápidos fueron como una carrera de obstáculos. Por en medio de la carretera los típicos obstáculos: búfalos, vacas, motos, tuk-tuks, camiones, camionetas, domingueros, baches, incluso llegó a llover durante apenas un minuto. Y todo esto con la cámara en una mano y grabando y con la otra cogiéndome e intentando no caerme. Por el camino vimos la entrada del Tek Chhouu Zoo, pero no teníamos ninguna intención de entrar, aunque la Lonely Planet dice que está bien cuidado… A varios metros de la entrada se encontraba un hombre cobrando la entrada a las cascadas, algo que me sorprendió, aunque el precio era más bien simbólico, pero no dejó de extrañarme que nos cobrasen por querer nadar en un tramo de río… Pero la sorpresa no fue esa sino ver la gran cantidad de gente que había ido a pasar el día cerca del agua. Un parking lleno de coches y motos nos advertía de lo que nos íbamos a encontrar más abajo. Y así fue, bajamos a ver las cataratas y vimos a decenas de personas nadando en unos rápidos demasiado sosegados. Muchos de ellos intentaban dejarse arrastrar por la corriente encima de unos neumáticos, en vano ya que ésta no estaba por la labor. Visto lo visto y sin atreverme a quedarme en bikini ya que todo el mundo estaba nadando con ropa decidimos marcharnos, no sin antes dar una vuelta y observar el panorama. Nos dimos cuenta que en ausencia de parques acuàticos, la gente organizaba la fiesta en las cascadas como quien se va a pasar el día a “acualandia”. Centenares de familias reunidas en los alrededores: nadando, vendiendo, comiendo, niños jugando a futbol, a volley… La gente mas pudiente tenía un chalet por los alrededores, y los que no podían tanto se conformaban con montarse el camping con dos hamacas colgadas entre un par de árboles que les servían para delimitar el trozo que ese día les pertenecía. Y como nuestro lugar no estaba ahí, decidimos cambiar el río por cuevas. Y otra vez el mismo camino, los mismos animales y la misma gente. Volvimos a entrar en Kampot y cogimos otra carretera en peor estado que la anterior ya que en ésta era difícil encontrar un tramo con más de tres metros enteros. ![]() A escasos kilómetros vimos el estrecho camino de entrada a Phnom Chhnork y nos incorporamos a éste. Íbamos en busca de unas cuevas a las que se puede entrar y explorar, pero andábamos perdidos por aquellos caminos entre los arrozales. Suerte que una niña que paseaba con la bicicleta se ofreció a guiarnos, pero para nuestro asombro en vez de ir con la bicicleta nos pidió subir en la moto con nosotros. Aunque allí sea lo más normal del mundo, nuestro esfuerzo nos costó. Y es que la niña estaba ya crecidita y nosotros dos pequeños no somos. Aun así se puso en medio de los dos, Toni conducía y yo desde detrás intentaba capturar con la cámara la escena. Esta vez si que llevaba medio culo fuera y a cada salto que daba la moto me iba yendo más hacia atrás, encima me sabía mal ponerme muy encima de la niña para no hacerle daño. Un show, y si no me caí fue de milagro. ![]() Al final llegamos a la zona de las cuevas, donde nos recibieron unos cuantos niños ansiosos de turistas a los que guiar para cobrar algún dólar. En fin, que nada mas dejar la moto, uno de los chavales se ofreció a guardárnosla y otros tres se vinieron con nosotros a guiarnos por las cuevas. Nos encaminamos por un sendero entre los campos de arroz que terminaba justo delante de unas escaleras que subían hasta las cuevas. Por el camino se presentaron los chicos, nombres que soy incapaz de escribir, y mientras íbamos andando nos iban contando cosas sobre el lugar al mismo tiempo que aprovechaban y nos preguntaban cosas sobre nosotros. Tenían curiosidad por saber cosas sobre nuestro país o a que nos dedicábamos y mientras hablábamos nos contaban cosas tan relevantes para ellos como que la escalera tenía 203 escalones!!!! ![]() Arriba del todo estaba el Wat Ang Sdok, donde un monje nos vendió un par de entradas para entrar a las cuevas. Las vistas desde allí hacia los arrozales eran impresionantes. Entramos primero a una cueva grande llena de estalactitas que según los niños se asemejaban a animales: un elefante, un león… justo allí dentro habían montado una especie de altar lleno de velas, y el aspecto mas que espiritual era aterrador. ![]() Seguimos y llegamos a un agujero de metro y medio de diámetro que se adentraba en la montaña por el que los niños pretendían que pasáramos. Yo me imaginé un pasillo largo, oscuro y estrecho y me empezó a entrar la claustrofobia, pero vi a los niños tan convencidos y a Toni mirándome con cara de “¿esto te da miedo?” que no me quedó otra más que entrar. El niño mas avispado me cogió la mochila y la linterna y me fue señalando por donde tenía que poner los pies, porque eso si, la posición de las rocas se las sabían de memoria. Una vez superado el primer tramo la cueva por dentro se expandía, seguía sin haber luz, pero al menos se ensanchaba el espacio y sentí que allí dentro podía respirar. Tuvimos que cruzar por en medio de un montón de rocas desorganizadas, y en ese momento me di cuenta de que la ayuda de los niños era imprescindible para no pegarte un buen batacazo y caer encima de una de esas rocas puntiagudas. Me señalaron con la linterna cada paso que tenía que dar y donde tenía que poner el pie, incluso me ofrecieron la mano para subir a algunos sitios más elevados: unos niños que me llegaban a la cintura.!!!! ![]() A la salida de las cuevas volvimos a un sendero entre campos de arroz y uno de los chavales cogió unas cuantas ramas y me hizo una corona. Se portaron de maravilla y después de tanta amabilidad, cualquier dilema moral se nos olvidó y no les pudimos negar un dólar a cada uno. Supongo que en ese momento quise pensar que se iban a quedar ellos la pasta y no la darían a ningún espabilado, o quizás solo lo pensé para sentirme bien… ![]() Nos despedimos de ellos y marchamos de allí corriendo viendo que se avecinaba una buena tormenta. Y aunque nos fuimos rápido nos pilló el agua justo en la entrada de Kampot. Minutos mas tarde nos estábamos haciendo una cerveza en el bar de Blissful guesthouse escuchando Merry Blues, la dueña subió el volumen de la música al oir a Toni diciendo “ei, Manu Chao!”, y con el “so many nites…” se nos hizo de noche. Noche de sábado. No podíamos hacer otra cosa mejor que irnos de cena, y el restaurante para la ocasión elegido desde el primer día que pisamos Kampot, era Rikitikitavi. A la vera del río, con una terraza en el primer piso de un garito de madera. Muy limpio, muy bonito y muy bien de precio: una cena deliciosa con el típico lok lak (ternera troceada con salsa acompañada de pimienta), brownie, cerveza, vino, baileys, beefeater y tónica por 42 dólares! ![]() Nos estábamos enamorando de Kampot… Etapas 16 a 18, total 24
Tuvimos buena experiencia con la moto y quisimos repetir. Aun no teníamos muy claro que hacer el último día en Kampot, así que en un principio decidimos ir a la estación de autobuses y compramos un par de billetes para volver a Phnom Penh. Comenzamos la mañana yendo a desayunar a uno de los restaurantes al lado del río y allí miramos en la Lonely planet las opciones que teníamos. Una de ellas era ir a ver los famosos campos de pimienta, pero 37 kilómetros de distancia eran demasiados para la moto que llevábamos y más aun por las carreteras tan precarias que ya habíamos empezado a conocer. Otra opción, más cómoda y cercana, era ir a ver la isla que quedaba justo en frente de Kampot, dentro del río. Sin tener muy claro que era lo que nos íbamos a encontrar y sin más información que el trozo de mapa en el que se intuía la isla nos fuimos hacia allí. Cruzamos el puente viejo con la moto y cogimos la primera salida a la izquierda, era lo único que teníamos claro y a partir de ahí seguimos un poco a ciegas hacia donde nos decía la intuición.
![]() El impresionante paisaje se aprovechaba de estar rodeado de agua por todos los lados, prueba de ello eran las magníficas vistas que ofrecía y los casi fluorescentes arrozales que siempre nos acompañaban a ambos lados del camino. Íbamos grabando y parábamos a hacer fotos de vez en cuando y la gente, ajena a nuestra presencia, seguía con lo suyo. Unos trabajaban, otros, los más jóvenes, paseaban con la bici o con la moto, y otros simplemente holgazaneaban encima de una hamaca colgada de la manera más insólita. Pero como siempre ocurría cuando nos alejábamos de los sitios mas frecuentados, cuanto más nos adentrábamos en el camino, más gente levantaba la cabeza y nos saludaba: ¡¡¡¡¡¡¡¡sua s’dei!!!!!!! ![]() El estado de la carretera, que se iba convirtiendo en camino, empeoraba, y al final terminó siendo un sendero de tierra. Entre las miles de acrobacias una fue atravesar con la moto un charco que ocupaba todo lo ancho del camino; suerte que no era demasiado profundo y lo pudimos sortear sin mucho problema. Cuando ya parecía que estábamos dando vueltas a la isla sin llegar a ningún sitio llegamos a la costa, en concreto la que llegaba al mar. El color del agua era marrón ya que justo estábamos en la desembocadura del río, así que ya os podéis imaginar lo poco apetecible que era nadar en ese sitio. A sí que una vez concluida la breve exploración de la isla volvimos por el camino hecho para volver a Kampot. ![]() Llegada la tarde, nos dedicamos a darnos otra vuelta por el mercado y comprar más regalos para casa, entre ellos, más pimienta de Kampot. Lo demás consistió en vaguear, una cervecita aquí y otra allí y dejar las maletas hechas para la mañana siguiente que nos íbamos a Phnom Penh. Finalmente terminamos en las hamacas de la guesthouse preparando la jornada del día siguiente. ![]() El día siguiente volveríamos a la capital. Llegábamos al punto de partida y donde terminaría nuestro viaje. Así lo habíamos decidido hacía días, pues Toni había conseguido contactar con una ONG franco-española (Por la sonrisa de un niño) y quería hacer un reportaje fotográfico sobre la montaña de humo, el vertedero de Phnom Penh, uno de los más grandes de Asia y donde la gente (en especial niños) rebuscan entre la basura todo lo que pueda ser reciclado para ganar con ello lo mínimo para sobrevivir. A mediodía, y todavía en Kampot, nos recogió un tuk-tuk a la puerta de Blissful Guesthouse, cargamos las maletas y fuimos a la estación. El autobús no tardó mucho en salir lo justo para que le diese tiempo a Toni a conocer a un americano, un chaval que viajaba solo por Camboya y llevaba ya unas semanas de viaje. Una vez arrancó, nos sentamos por detrás y vimos que el chico, que se había sentado en la zona delantera, se levantaba y nos señalaba diciéndole algo a otro que estaba sentado con él. Era Víctor Luengo, un fotógrafo de Zaragoza afincado en Madrid que llevaba algo más de tiempo que nosotros por Camboya. Empezó hablando a gritos desde delante (por lo que dedujimos que sería español…) y terminó sentándose al lado de nosotros el resto del trayecto. El tema de la fotografía hizo que Toni y él estuviesen hablando las seis horas que duró el camino. Unas cuantas semanas ya por Camboya daban mucho de que hablar. Víctor, que también viajaba solo con su cámara, se había adentrado mucho en la sociedad camboyana. Vi algunas de las fotos que había hecho, algunas hechas en psiquiátricos y otras en bares con prostitutas, en las que vi reflejados aspectos de los que hablaba Javier Nart en su libro. Nos hizo una foto dentro del autobús en la que solo viéndonos las caras se ve reflejado nuestro estado de ánimo por aquellas tierras. ![]() El mal tiempo volvía a hacer acto de presencia, las tormentas que parecía que nunca abandonaban Phnom Penh nos avisaban de que el sol ya no nos iba a hacer más compañía y cuanto más nos acercábamos a la ciudad más llovía. Cuando finalmente llegamos a la capital de Camboya nos despedímos de Víctor y nos fuimos a OK Guesthouse, una guesthouse provisional donde alojarnos ya que teníamos pensado cambiar a otra para pasar los últimos días de nuestro viaje. La verdad es que no nos gustó demasiado el ambiente, demasiados turistas-guiris que nos alejaban de la realidad de la ciudad. Nada más entrar se notaba: un extenso comedor lleno de gente joven cenando y mirando una peli en inglés. ![]() Nos pegamos una ducha y fuimos a dar una vuelta por el paseo fluvial. La presencia de un restaurante español en la primera planta de un edificio colonial en frente del río nos llamó la atención: “Pacharán”. Subimos a echar un vistazo por ver si se ajustaba a nuestro bolsillo y gustos pero cuando nos vieron los camareros y nos ofrecieron una silla ya fue demasiado tarde para decir que no. Y al leer la carta supimos que íbamos a pasar hambre: tortillas y patatas a precio de caviar… así que pedimos poca comida y a beber cerveza. ![]() Al terminar de cenar nos enteramos de que había una promoción para las cenas: a la hora de pagar te sacaban un dado y dependiendo del número que sacaras te hacían de 10% a 60% de descuento. Sabedora de la suerte de Toni, dejé el dado en sus manos, y con la cámara de testigo sacó un 5, osea, un 50% de descuento, y nosotros rateando… Etapas 16 a 18, total 24
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