![]() ![]() Un recorrido por Oregon y Washington: El norte por el noroeste ✏️ Blogs de USA
Diez dias de excursion por los montes, las islas, las ciudades y las costas salvajes de Washington y OregonAutor: Jp177 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (49 Votos) Índice del Diario: Un recorrido por Oregon y Washington: El norte por el noroeste
01: Introduccion--de Portland, Oregon a Mt. Rainier National Park
02: DE MAT RAINIER NATIONAL PARK A GRANITE FALLS, WASHINGTON
03: En al sierra de las Cascadas, paseos y cocina de primera
04: Las islas San Juan y llegada a la peninsula olimpica
05: El norte de la peninsula olimpica y Forks, la zona de Crepusculo
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Nos marchamos de casa de nuestros amigos después de disfrutar de un último, y magnifico, desayuno. Por una parte sentíamos cierta tristeza y, por otra, teníamos claro que, si seguíamos allí, terminaríamos por salir rodando de la casa. Así que aprovechamos para meternos en el coche, mientras todavía cabíamos en el, y nos fuimos en busca de nuevas aventuras.
Ya habíamos visto algo de la sierra y de Seattle, así que ahora nos dirigimos hacia Puget Sound, la enorme bahía, o golfo, por el que el mar penetra en el norte del estado de Washington. Puget Sound esta rodeada por el norte por la enorme isla de Vancouver, ya en la Columbia Británica, al este, por la costa de Washington y, al sur, por la península olímpica, que esta separada del resto de la costa por el Hood Canal, una especie de fiordo. La gran bahía esta salpicada por las islas San Juan, un precioso archipiélago de islas boscosas. Algunas de las islas San Juan estan deshabitadas, otras contienen pequeños pueblos y, en otras, familias de las zona tienen casas de recreo a las que acceden en barco o por ferry. Pero, de todas partes, se ven vistas preciosas del mar, de las islas y de las cordilleras nevadas que cierran la perspectiva por el sur y el este. Orcas, ballenas, delfines, focas, águilas y todo tipo de pesca de altura son ejemplos de la fauna local… *** Imagen borrada *** Tomamos rumbo norte por la I-5 y nos desviamos a nivel de LaConner, uno de esos pequeños pueblos de la costa que, en EEUU, a veces convierten, un poco a la fuerza, en sitios “pintorescos” con sus consabidos restaurantes medio pijos, medio chi-chi y sus galerías de arte. LaConner llena todos los requisitos con sus restaurantes con terrazas al estuario en que esta situado el pueblo y sus galerías de arte montadas en edificios victorianos restaurados en la calle principal. No estuvimos mucho tiempo. Si recomiendo, si alguien pasa por ahí en primavera, que se den una vuelta por el cercano valle de Skagit, que es uno de los centros principales del cultivo de bulbos de tulipán en el país. En esa época, cuando los tulipanes florecen, un área de más de mil hectáreas se llena de tulipanes y el valle se convierte en un verdadero espectáculo. Esta foto no es mía, pero bueno, da una idea…. ![]() ![]() De LaConner cruzamos a un lugar que yo siempre pronuncie “anacourtes”, con acento en la “o” (es lo que siempre había oído) hasta que un amiga española, que estaba visitando la zona, puso el dedo en un mapa y comento: “Mirad, aquí hay una isla que se llama Ana Cortés”. Lo que es la influencia del ambiente… Esta claro que hay veces que uno no ve lo que tiene delante… También existe la versión inversa: Tengo un amigo cubano que habla ingles perfectamente y sin ningún acento. Sin embargo, según cuenta, se paso muchísimo rato buscando, en un pueblo de California, una dirección situada en “payaro” (con acento en la segunda “a”) Boulevard cruzando, en el proceso, varias veces “Pájaro Boulevard” sin darse cuenta que ese era el “payaro” que buscaba. Yo, como el, me quede sorprendido cuando caí en cuenta que mi “anacourtes” de toda la vida era, realmente, una tal Ana que, probablemente, había sido amiga, esposa o parienta de algún explorador español del siglo XVIII… Bueno, la cuestión es que Anacortes conecta con la isla de Whidbey, la mayor de las islas San Juan, vía el espectacular Deception Pass. Este “paso”, o estrecho, de la decepción fue descubierto por uno de los exploradores del área que, al ver como el mar entraba hacia la tierra entre dos enormes desfiladeros, asumió que había finalmente dado con el supuesto “paso por el nordeste”, una especie de río que se pensaba conectaba el océano Atlántico con el Pacifico por el lado norte del continente americano. Después de navegar un poco, el señor llego a la conclusión que solo había descubierto un ramal mas de Puget Sound y, bueno, se decepciono… Que le vamos a hacer… Hoy en día el Deception Pass no decepciona a nadie que venga buscando paisajes. Esta conectado por un puente, construido a gran altura y dividido en dos secciones por una de las islas que abundan en el área. Desde los miradores que están en la isla, y desde el puente en si, se disfruta de una vista francamente espectacular del mar que, este día, estaba súper azul y lleno de veleros y barcos de pesca o recreo haciendo piruetas alrededor de las islas San Juan con sus bosques, promontorios y playas rocosas. La verdad que el lugar es muy, muy bonito….. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Inmediatamente después de pasar el puente en dirección sur se encuentra otro mirador y, un poco mas adelante, la entrada al Deception Pass State Park, uno de los parques estatales de Washington, que contiene dos grandes áreas de camping para tiendas y vehículos recreativos localizadas en medio de un bosque húmedo y alrededor de un lago. El parque tiene montones de senderos, áreas de picnic, preciosas vistas de la bahía y un larga playa a lo largo del estrecho y del Pacifico. Vimos personas metidas en el agua que parecían divertirse pero, tanto mi señora como yo, nos hemos convertido en plantas tropicales y el agua fría no nos va. Ver a estas personas nadando nos dio mala impresión, especialmente después que vimos, también nadando en la misma zona, a unas focas… Como decía el Dr. Seuss en uno de sus libros infantiles: “No, no, no… That’s not for me…” *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Cruzamos la isla de Whidbey, pasando por bonitas fincas con sus típicos graneros rojos y yendo en dirección sur, hasta llegar a Keystone, donde debíamos tomar el ferry hasta Port Townsend, al otro lado estrecho de Juan de Fuca y ya en la península olímpica. *** Imagen borrada *** El sistema de feries del estado de Washington es realmente excepcional. Cuenta con montones de barcos que conectan a Seattle y a otras ciudades de la costa con las islas de la bahía y con otras zonas residenciales que son utilizados diariamente por decenas de miles de pasajeros. Para información sobre los horarios de invierno y verano y el precio de los pasajes, echad un vistazo a www.wsdot.wa.gov/ferries. Nuestro cruce a Port Townsend tomo unos 40 minutos y costo $14 para dos pasajeros y un coche y, a pesar de haber llegado con 45 minutos de anticipación para la salida de las 4:30, casi nos quedamos fuera, pues fuimos los penúltimos en entrar al barco. Los otros coches en la fila tendrían que esperar hasta las 6 de la tarde para cruzar al otro lado del estrecho. *** Imagen borrada *** El paseo en los feries siempre es agradable pero este en particular fue muy bonito. El barco era casi nuevo, ir a la península olímpica es un poco como ir de fiesta y el día era especialmente bonito. Desde la cubierta podíamos ver, a un lado, las islas, los picos del Cascade Range y las moles de Mt. Rainier y Mt. Baker y, por el otro, las cumbres nevadas de la sierra olímpica que parecían salir del mismo mar y que habían desarrollado un tono medio azuloso que les hacia parecer aun mas fantásticas y remotas de lo que ya de por si eran. Gaviotas y focas amenizaban la escena. *** Imagen borrada *** La entrada a Port Townsend, una antigua (para EEUU) ciudad, con muchas construcciones de la época victoriana, es muy bonita. Port Townsend fue la ciudad más importante de Washington hasta la mitad del XIX. A través de sus muelles salía toda la madera, las pieles y el oro que se sacaba de los bosques. Se asumía la ciudad seria eventualmente la capital económica o política del futuro estado y el promontorio sobre el puerto se lleno de bellas mansiones con sus miradores y sus torretas en madera trabajada. Hasta dos de la dinastía de los Rothschild se mudaron al pueblo! Pero el tren, cuando al fin llego, siguió la línea de la costa, dejo la península olímpica desconectada y termino en un pueblucho de mala muerte que se llamaba Seattle. Seattle floreció y Port Townsend se fue a… Bueno, se quedo muy pequeño. Y menos mal, porque hoy en día es un pequeño museo de la época y uno de los pueblos mas históricos y pintorescos del oeste. Últimamente, Port Townsend ha atraído a artistas, chefs de renombre, buenos hoteles y visitantes que quieren disfrutar de su visita a la península olímpica desde un lugar pintoresco, atractivo y con una buena oferta hotelera, gastronómica y de entretenimiento. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Para su tamaño, el pueblo ofrece bastante… Encontramos habitación en el Marine Inn, justo en frente del puerto deportivo. La habitación estaba muy bien. Por $129 teníamos una habitación bien amplia con una cama king, baño completo, terraza al mar y un magnifico desayuno. Y esa noche cenamos en un lugar que nos había recomendado nuestra amiga, el Silverwater Café, cerca de la calle principal y en el centro histórico, fenomenalmente. Los dos comenzamos con un chowder, tipo Nueva Inglaterra, de cangrejo de Dungeness seguido, en el caso de mi señora, por crostinis de fricasé de ostras de la bahía y, en el mío, de un filete de halibut delicioso hecho al grill con soufflé de espárragos. De postre, una tarta de moras silvestres de la zona. Y todo por $65 con propina… Al lado del restaurante, que estaba montado en un antiguo almacén, había un teatro donde se ofrecían actuaciones 5 días por semana. Vamos, que no estaba mal el lugar. *** Imagen borrada *** Solo teníamos un problema. A mi se me había montado un músculo en el hombro derecho, parece que de cargar las maletas tan ligeras con que andábamos, que cada día me molestaba mas y que por la noche me dolía tanto que dormía muy mal. Averiguamos en el restaurante que en Port Townsend había una conocida escuela para masajistas. Allí mismo la chica que nos sirvió, que resulto súper simpática, se ofreció para llamar a alguno del directorio y, efectivamente, conseguimos a alguien para que viniera a darme un masaje en mi hombro fastidiado el día siguiente por la mañana a primera hora. Pero, bueno, eso es ya otra etapa…. Etapas 4 a 6, total 10
La mañana era soleada, cosa extraña por esa zona, y de nuestra habitación teníamos una bonita vista al puerto deportivo de Port Townsend.
*** Imagen borrada *** Pero a mi me dolía el hombro muchísimo y casi no podía mover el brazo derecho. A las 8 en punto, tal como habíamos quedado, apareció la masajista con su mesa portátil y puso manos a la obra. La verdad que hizo un buen trabajo por solo $50. A mí, al menos, me pareció económico teniendo en cuenta que fue ella la que vino hasta al hotel. Ahora, quitarme el dolor… Lo que se llama quitarme el dolor… La verdad que no. Pero, bueno, por lo menos lo mejoro lo suficiente para que yo pudiera levantar el brazo para conducir y tirar fotos sin sentir que me estaban clavando una estaca en el hombro. Dimos una vuelta por Port Townsend, que nos gusto mucho, admirando las antiguas casas victorianas, la vista del puerto y, en las afueras, un antiguo fuerte del ejército convertido hoy en día en un parque histórico estatal. Lo que más nos gusto fue el bonito y típico faro al final de una península que mira a la bahía. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** De allí, tomamos el camino hacia Port Angeles, que es el pueblo mayor de la zona y el puerto donde se toma el ferry a Victoria. No por visitar el pueblo en si, que ya conocía, sino porque justo a la entrada del pueblo se encuentra la primera entrada al parque nacional olímpico, el lugar donde se accede a la carretera que sube hasta Hurricane Ridge (la cordillera del huracán). Este parque fue creado a principios del siglo XX, por mediación del entonces presidente Theodore Roosevelt, que fue un gran conservacionista y uno de los principales promotores del sistema de parques nacionales de EEUU. La península olímpica es un mundo raro y seductor pero muy poco conocido. Las altas montanas que se concentran en el centro de la península evitan el paso de las nubes que vienen cargadas de agua del océano Pacifico, creando un mini clima súper húmedo a lo largo de las costas. Se supone que la costa oeste de la península olímpica es el segundo lugar mas lluvioso del planeta (el primero es el monte Waialeale en Kauai, Hawai). Este clima de invernadero, resultado de la perenne llovizna, el frío, las nubes bajas y la consiguiente oscuridad (con unos meses de sol) ha dado lugar a que surjan los famosos bosques de lluvia, donde los árboles crecen a alturas inusitadas y los helechos, las setas y los musgos alcanzan tamaños sorprendentes. Este ambiente de claro-oscuro medio místico, donde el musgo cuelga de las ramas de los árboles como cortinas y donde los objetos aparecen y desaparecen en la neblina, fue el que escogió la autora de “Crepúsculo” como residencia de sus sofisticados vampiros vegetarianos que, es de suponer, se sentirían muy bien por allí entre la oscuridad y los bancos de niebla. Nosotros llegaríamos ese día a Forks, el escenario del libro (y del film), que es donde íbamos a pasar dos noches. Sin embargo, toda la península es parte del escenario de la popular saga y antes teníamos otros puntos que visitar. Comenzamos nuestro paseo enganchando con la carretera 101, que es la que va dando la vuelta a toda la península. Pasamos por Sequim (se pronuncia, créanlo o no “Skuim”—con acento en la “i”), que es el lugar en la península donde menos llueve debido a un mini clima creado por la sierra y sede de la barra de Dungeness, un enorme arenal donde se pescan los famosos cangrejos. Comenzamos a subir a Hurricane Ridge después de comprar unas sándwiches de ensaladilla de gambas en un supermercado de Port Angeles con los que pensábamos hacer un picnic en las montanas. Enseñamos nuestro pase en la entrada del parque, nos dieron el mapa y, poco después de pasar el área de camping de Heart of the Hills, nos tropezamos con nuestro primer mirador, desde donde se veía una preciosa vista de la costa y el estrecho de Juan de Fuca. Continuamos subiendo las laderas de la cadena costanera, tropezándonos de vez en cuando con nuevas vistas de la costa de Washington, allá abajo, y de la isla de Vancouver cerrando el horizonte. *** Imagen borrada *** Finalmente cruzamos la ultima cresta y… Sorpresa! Nos tropezamos, del otro lado, con una vista espectacular de toda la cordillera olímpica, con sus crestas heladas y sus valles cubiertos de bosques tupidísimos llenando el horizonte de un lado a otro. Es impresionante. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Paramos un rato en el centro de visitantes, donde se puede identificar los diferentes picos en una maqueta, hablamos un poquito con un ranger y nos encontramos con los únicos españoles que vimos en todo el viaje—un chico que esta viviendo en Seattle y una amiga de visita de Madrid que alucinaba con la vista. En la maqueta se veía claramente el área del parque nacional, que cubre todo el centro de la península y algunos pedazos de la costa y, luego, la franja por donde rodea el área la carretera 101, que es donde están los pequeños pueblos y donde vive la gente de la zona. Ninguna carretera cruza el parque nacional de un lado a otro. Hay que ir accediendo a el por cortos ramales que parten de la 101 y acercan al visitante hasta las zonas más salvajes del área pero sin llegar, realmente, al centro. Resulta curioso pensar que en este estado hay decenas de miles de hectáreas donde solo se puede entrar andando y más de 100 Kms de costa, dentro del territorio del Olympic National Park, a los que solo se puede acceder vía un largo camino para mochileros que cubre toda la zona, subiendo y bajando acantilados y pasando por largas playas deshabitada y rodeadas de bosques de lluvia, al que solo se puede acceder en coche a su principio y al final. Comimos por allí cerca, en un área de picnic que esta un poco más adelante del mirador. Nos rodearon rápidamente unos pájaros muy curiosos que mostraban gran interés en compartir con nosotros el lunch y que, inicialmente, nos parecieron muy simpáticos y amistosos . Eran una especie de gorriones pero, quizás por el frío que hay en la zona, tenían más plumas y estaban como más gorditos. Al principio se limitaron a pillar algún mendrugo de pan que caía pero fueron poniéndose cada más descarados y terminaron picando los sándwiches que teníamos en la mano sin el menor miedo ni reparo. La situación nos recordó la famosa película aquella de “Los Pájaros” de Hitchcock. Terminamos por retirarnos al coche antes de que nos picotearan a nosotros. Jo… Que pajaritos mas pesados… De ahí nos fuimos a dar un paseito hasta un loma cercana desde donde, para un lado, se veía la vista de Puget Sound y, para el otro, la cadena de montanas en su totalidad. Muy bonito, sobre todo con el día tan esplendido que hacia. Por allí nos encontramos con unos ciervos que se ve estaban también acostumbrados a la gente porque no les infundíamos el menor recelo y se paseaban entre los coches como Pedro por su casa. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** De Hurricane Ridge, volvimos a la 101, continuando hacia Crescent Lake. En este precioso lago de “la creciente”, que tiene varios Kms. de largo, se encuentra uno de los hoteles oficiales del parque, el Crescent Lake Lodge. Data de la década de los 20 y es realmente bonito. El precio de las habitaciones y cabañas oscila entre los $100 y los $160 dependiendo del tamaño y de la época del año. En el restaurante, puesto al estilo de la época, se come muy bien y no es caro. A mi lo que más me gusta del lugar son las terrazas con sus muebles de mimbre, sus ventanas francesas y sus maravillosas vistas al lago, y el muelle, con sus sillas Adirondack para disfrutar del paisaje. Es un lugar súper tranquilo y súper bonito. El único problema es que, por mucho que he tratado, nunca he encontrado habitación disponible. Solo parece que hay habitaciones disponibles de Noviembre a Abril, cuando el restaurante esta cerrado y las lluvia cae sin parar… Por lo tanto, recomiendo a las personas que no encuentren allí albergue, que paren a comer o cenar en el restaurante, a tomar una copa en el agradable bar o un café en la veranda y a sentarse un rato en una de las sillas esparcidas junto al lago sobre el césped. Es un lugar que transmite paz… *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Del lodge salen varios senderos fáciles que se adentran en el bosque o rodean el lago. Uno de los más conocidos es el que va a Marymead Falls, unas bonitas cascadas ocultas entre altos pinos. El sendero es totalmente llano y bordea en parte al lago por una zona desde donde se ven preciosas vistas del monte Storm King (Rey de las Tormentas), que es el mas alto de la zona. En esta ocasión, decidimos no hacer ninguna caminata, porque se hacia tarde y queríamos llegar a las cascadas de Sol Duc, que están un poco mas adelante. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Continuamos nuestro paseo, bordeando al lago y dejando atrás el desvío que lleva a otro lago, el Elwah, que se distingue por su color verde esmeralda. Queríamos visitar la zona de Sol Duc, donde hay unas piscinas de aguas termales rodeadas de cabañas que son también propiedad del parque, y unas bonitas cascadas en el bosque. El problema fue que comenzó a caer la noche por el camino y que, cuando llegamos al punto donde comienza el sendero que lleva a las cascadas de Sol Duc, ya estaba un poco oscuro. Así y todo entramos al sendero pero, después de caminar unos 15 minutos por el tupido bosque a mi señora empezo a no gustarle el asunto. Lo entiendo perfectamente. No es que pensara que nos iban a salir los vampiros de Crepúsculo. Es que mi señora es newyorkina. Y los newyorkinos no andan por bosques tupidos a ninguna hora del día y, menos, cuando esta oscureciendo. Total, que regresamos al coche sin haber llegado hasta las cascadas pero habiendo disfrutado de la bonita carretera que lleva hasta la zona de aguas termales y del corto paseo Finalmente aterrizamos en Forks como a las 7:30. Forks (que quiere decir “bifurcaciones”) ha sido siempre un pueblo de mala muerte que vivió de la industria maderera hasta que se convirtió en un idéntico pueblo de mala muerte que vive de la industria maderera y del turismo que atrae el parque nacional y la saga de Crepúsculo. Tiene unos 3200 habitantes, sin contar los que, supuestamente, salen por la noche. Aclaro que para ser, en el Oeste, un “pueblo de mala muerte” con ciertas pretensiones el lugar ha de tener: 1- Un Walmart, Safeway (o, en el NW, un Fred Meyers) donde viene la gente de la comarca a comprar “de todo” y donde se encuentran desde zapatillas de ballet hasta chorizo de Guijuelo 2- Una tienda de artículos de caza, pesca y montanismo con poca luz donde uno nunca sabe lo que esta comprando hasta que se lo lleva afuera, porque adentro no se ve nada 3- Por lo menos un restaurante mejicano y uno chino. Cuestión de corrientes migratorias…. (Ambos con chillones anuncios de neon) Esto es de rigor… 4- Un high school con un auditorio donde, los días de fiesta, se presentan actos culturales de dudosa calidad y, en otras ocasiones, obras de teatro organizadas por el club local de teatro amateur de indudable mala calidad. 5- Un pub (a los que en el NW se les llama “taverns”) donde se sienta la gente todo el invierno a tomar cerveza, a ver quien entra y quien sale y a comentar como llueve o nieva 6- Un hospital, un ayuntamiento y un equipo de bomberos voluntarios constituido por el mismo grupo de personas que se sienta en la taverna a ver llover o nevar. 7- Una biblioteca publica donde la gente va a socializar con el pretexto de buscar un libro 8- Un aeropuerto escondido por alguna parte que utiliza la gente que vive en lugares mas sofisticados para aterrizar cuando vienen a cazar o a pescar y que usa la gente del pueblo para llegar rápidamente al hospital de la ciudad mas cercana (vg. Port Angeles) cuando alguien se cae de la escalera arreglando el techo o cuando a alguien le patea el alce que se encontró por el camino después de salir de la taverna. 9- Un banco con muchas ventanas de cristal a la calle para que se vea que es un empresa muy moderna 10- Un periódico local donde se anuncia que a Johnny Weston lo han nominado para miembro del Club Rotario o que la iglesia presbiteriana no ofrece esa semana la sesión de bingo de los Sábados porque al salón parroquial le han salido goteras. Forks tiene todas estas cosas en su debida mesura y es, además (muy importante), feo. Pero a mi estos lugares me resultan divertidos por un par de días o sea que, encantado. Esa noche cenamos en el mejicano. Al chino nunca fuimos, pero lo había, claro… Lo mejor del lugar fue el hotel donde nos quedamos. Se llama Olympic Suites y estaba muy bien. Como veréis en la foto, mas que habitación, teníamos un apartamento completo con una terraza desde donde veíamos andar a las liebres de la zona por el patio de abajo, salón, cocina completa, un buen baño y una habitación muy amplia con cama king. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Teníamos una tele en la sala y otra en el dormitorio. La habitación vale $100 si no se utiliza la cocina y $115 si se va a cocinar algo, en cuyo caso también te dan platos, cubiertos etc. Nosotros no cocinamos nada, pero si preparamos el desayuno en el micro ondas y la cafetera que si estaba incluida. El lugar estaba súper limpio y súper cómodo y el señor de recepción, que era majo, se quedo encantado porque éramos las segundas personas de la Florida que veía ese semana. Esta claro que cada uno se entretiene con lo que puede... El hotel tiene un website y queda recomendado. Mañana será otro día Etapas 4 a 6, total 10
Esa noche dormí mal. Me molestaba mucho el brazo. Al parecer, el músculo se me agarrotaba cuando dormía y lo mantenía mucho rato en una posición. Me di cuenta que el movimiento, aunque inicialmente molesto, me ayudaba a sentirme mejor y la situación mejoro bastante después de levantarme.
Desayunamos, por fin, “en casa”. Esta muy bien tener un amplio desayuno preparado esperando sin que uno tenga que hacer nada, pero también es agradable poder uno tomar lo que le apetece, sin tener que vestirse y en la tranquilidad de su propio comedor, cuando uno se levanta por mañana. Disponer de un pequeño piso en vez de una habitación no esta nada mal. Esa mañana teníamos nuestro comedor y nuestra cocina, además de todo lo necesario para preparar un buen desayuno gracias a una incursión, la noche anterior, al supermercado del pueblo. Y gracias también, por cierto, Mapani, por sugerirnos los muffins del supermercado. Te cuento, sin embargo, que también pillamos unos cinnamon rolls que estaban de miedo--sobre todo después que se calentaban en el micro ondas para que se derritiera un poco el azúcar y la canela…. Esa mañana nos fuimos hacer una excursión que me hacia muchísima ilusión, ya que se trataba de conocer Cape Flattery, el punto mas nororiental de los EEUU contiguos (es decir, los EEUU exceptuando Alaska y Hawai) y un lugar que yo aun no conocía. Este cabo esta dentro de las tierras de la nación Makah que, hasta hace poco, no había facilitado el paso de los visitantes a la zona. Finalmente, el año pasado, los Makah inauguraron una carretera hasta el área y un sendero hasta el cabo. Así que para allá fuimos… Regresamos por la 101 hasta el entronque con la 113, que lleva a la costa y, una vez allí, continuamos por la 112 hasta Neah Bay, el último pueblo de la reservación, desde donde parte la carretera hasta el cabo. Hizo un día precioso que nos ayudo a disfrutar del paseo. La carretera inicialmente ofrecía la típica vista de los “road trips” del North West; una especia de “V” cuya base era la carretera, los costados los enormes pinares y, el fondo, un cielo azul sin nubes. Llegamos casi enseguida a Clallam Bay, un pintoresco pueblo pesquero sobre una pequeña ensenada que esta recostado a unas colinas boscosas en el punto donde se encuentran la 112 y la 113. *** Imagen borrada *** De ahí en adelante, nos tropezamos con un paisaje muy bonito porque la 112 se convirtió en una especie de malecón que bordea el estrecho de Juan de Fuca. De vez en cuando pasábamos por algún pequeño pueblo o por un grupo de casas de recreo pero, casi todo el camino, teníamos vista directa al mar, que ese día tenia un precioso color azul, a los bosques que llegaban hasta la misma playa y a los “stacks”, esa especie de torretas que surgen del mar, resultado de la erosión a lo largo de los años y que son, probablemente, los remanentes de alguna península desaparecida gracias a la acción de las olas a lo largo del tiempo. Evidentemente, las tormentas en invierno en esta zona tienen que ser fuertes y el oleaje impresionante. Al otro lado del estrecho, veíamos la isla de Vancouver, ya en Canadá, aparecer y desaparecer detrás de un banco de niebla. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Al llegar a Neah Bay nos tropezamos con el nuevo museo de los Makah, construido en un gran edifico a la entrada del pueblo y rodeado de jardines y postes totémicos. Parecía bonito. Habíamos leído que era muy completo pero ni mi señora ni yo estábamos interesados en pasar una mañana tan bonita en un museo. Como es costumbre en las reservaciones, la señalización era muy mala y no encontrábamos la carretera de Cape Flattery por ninguna parte. Al fin nos topamos con un señor que nos indico por donde ir y allá nos fuimos. Casi en seguida nos encontramos en medio de un bosque tupidísimo y de… un banco de niebla! Si la niebla seguía a lo mejor no veríamos, después de todo, el famoso cabo. Después de un tiempo llegamos a un gran aparcamiento en el punto donde salía el sendero. El lugar estaba súper animado y había gente de todo tipo, aunque casi todos eran locales—esta claro que muchas personas querían aprovechar el nuevo acceso al área. Sin embargo, en cuanto nos bajamos del coche nos encontramos con un problema. Los otros visitantes nos advertían que necesitábamos poner en la ventana del coche un “permiso de aparcamiento” por valor de $10 que había que comprar en la oficina tribal en Neah Bay. Nos aseguraban, además, que había un anuncio a la entrada del pueblo que así lo exigía. Ni mi señora ni yo vimos nada. Estuvimos titubeando pero, al fin, decidimos dejar el coche sin permiso de aparcamiento. Francamente, me molesta un poco que en las tierras de los indios siempre haya que estar pagando hasta para respirar pero, en este caso, lo que mas me molestaba era perder, entre una cosa y la otra, casi 45 minutos en lo que se iba y se volvía al pueblo y se compraba el billete. Todavía no entiendo porque no colocan un kiosco a la entrada de la zona de aparcamiento, como hacen en todos los parques para cobrar el importe, si es que querían cobrar la entrada. Finalmente decidí que no me daba la gana de regresar y que, si venia algún oficial y me multaba, pagaría la multa y punto. Así que nos adentramos en el sendero y hasta más ver. Aclaro, por si a alguien le interesa, que cuando regresamos no nos encontramos con ninguna multa así que, por esta vez, la cosa tuvo un final feliz… La verdad que los Makah han hecho un sendero muy bonito hasta el cabo. Va siempre entre enormes árboles y camino abajo (lo cual, pensé mirando a la señora, quiere decir que a la vuelta ira camino arriba). Han colocado zonas de pasarelas de madera con barandas donde había desniveles y, en otros lugares, donde podía acumularse agua, unos redondeles de troncos aserrados para que fuera más fácil andar. Al final del camino hay tres miradores que ofrecen tres vistas diferentes del cabo. Desde los tres se aprecian vistas preciosas de los acantilados, los “stacks” en el medio del mar con sus árboles en la cima, las cuevas marinas y las caletas de un raro color azul a pesar de que había niebla y el cielo estaba gris. En uno de los miradores tuvimos la suerte de ver a unos “sea otters” (no se como se llaman en castellano, nutrias marinas?) jugando por la zona o flotando sobre sus espaldas en el agua. No es muy corriente verles, así que nos fuimos contentos del lugar. La vuelta, por supuesto, fue más difícil que la ida pero, bueno, tampoco fue una subida tan terrible. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Desandamos el camino que habíamos hecho y, cundo estuvimos de vuelta en Forks, paramos a comer en uno de los restaurantes de la calle central. Fue una comida sencilla, un sándwich de bacon, lechuga y tomate y un filete con patatas. La comida estuvo bien pero, bueno, la realidad es que es difícil echar a perder esos platos (aunque supongo que se puede hacer). Mi señora quiso después entrar a un par de tiendas. Suena absurdo ir de compras en Forks cuando se ha venido del sur de la Florida, que es el reino de los mega malls y los centros comerciales de súper lujo. Lo que pasa es que en la Florida no podría conseguirle a las niñas de la familia unos recuerdos de “Crepúsculo” (“Twilight”) traídos del lugar de los hechos. Por supuesto, había montones de gorras, camisetas etc. con todo tipo de lemas y en todo tipo de colores. La elección tomo su tiempo, pero al fin se hizo. No me quejo, la verdad… Tengo que reconocer que la señora se porto fenomenal durante todo el viaje, subiendo y bajando montes como si hubiera estado haciéndolo toda la vida y sonriendo continuamente, como si no estuviera loca por coger el primer avión con que se encontrase para irse a de compras a Sacks 5th Ave y, luego, tomarse un cosmopolitan en el bar del Mandarin de Colombus Circle. Después de “hacer compras” en las mejores tiendas de Forks nos fuimos a explorar el bosque de lluvias del Hoh. El Olympic National Park, y esta zona en particular, se caracterizan por estos bosques semi prehistóricos donde casi no entra la luz y donde la combinación de la lluvia y la niebla han creado un mundo súper exuberante y medio irreal donde árboles gigantescos quedan cubiertos por alfombras de musgo. Hay varias carreteras que entran a los bosques y todos son, desde mi punto de vista, preciosos. Ahora, el más conocido es el del río Hoh. Allá nos fuimos y, después de una corta visita el centro de visitantes, nos adentramos por el sendero del “Hall of Mosses” o “Salón de los musgos”. Este es un sendero muy fácil, casi plano y de menos de un Km. de largo, que permite disfrutar de un bosque lluvia primario. Desde luego, hay senderos muchísimo mas largos, incluyendo el que sigue el río Hoh hasta la sierra y se adentra, después, entres los picos para subir hasta los glaciares del Mt. Olympus. Uno de los senderos más famosos y míticos del parque es el que sigue el río Quinault y atraviesa el bosque de lluvia para alcanzar el famoso Enchanted Valley, un circo alpino a nivel de los ventisqueros por cuyas paredes caen decenas de cascadas. Este es, por supuesto, un viaje mas complicado que requiere varios días, ya que tiene mas de 40 Kms de largo. A mi me encantan estos bosques y me parecen lugares extraordinarios. Este día había sol y se podía disfrutar de todo tipo de tonalidades de verde. Ahora, también son espectaculares cuando hay niebla o lluvia y los árboles aparecen y desaparecen en los bancos de neblina. *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Pero…(siempre hay un pero)… Para mi sorpresa, a mi señora los bosques de lluvia no le gustaron nada. La note con pocas ganas de seguir para adelante y, finalmente, comenzó a preguntar “cuanto faltaba para llegar al final”. Yo pensé que estaba cansada, lo cual era natural, pero acabo por decirme que aquello no le hacia ninguna gracia, que los bosques le parecían tétricos y que yo le había dicho que parecían salidos de un cuento pero no le había aclarado que estaban en la parte del cuento en que salía la bruja… Bueno, en fin, para gustos colores. Reconozco que tanto musgo, tanto helecho y tanta cosa puede resultar un poco claustrofóbico y también reconozco que, cuando yo vivía en Pórtland y comenzaba a llover, a veces me parecía que al que le iba a empezar a salir el musgo en cualquier momento, y en cualquier parte, era a mi…. Total, que nos fuimos de allí y dimos una vuelta hasta las playas de LaPush, en la reserva de los Quinaults, para visitar la bonita playa de Rialto (que sale varias veces en Crepúsculo, porque es la zona donde, supuestamente, viven los hombres-lobo). Esa playa es realmente muy bonita. Allí comienza la trayectoria por la costa que, eventualmente, y unos 100 Kms mas tarde, va a terminar en el aparcamiento de Cape Álava (si, como la provincia de Álava) que esta, mas o menos, donde el diablo perdió la alpargata. Pero nos encontramos con que la niebla había bajado hasta allí y que no podíamos ver los stacks ni un ejemplo de las famosas caídas del sol sobre el Pacifico, que son típicas de la zona. Otra vez será… *** Imagen borrada *** *** Imagen borrada *** Esa noche nos preparamos unos sándwiches en nuestro piso que nos comimos acompañados de unas patatas fritas y de un pedazo de tarta. Menudo lujo después de tantos días de comida fuera de casa. Aunque uno coma bien apetece, de vez en cuando, tomar lo que uno normalmente come, verdad? Y de ahí a ver la tele un rato, igual que en casa, y a dormir que mañana seria un día con bastante coche. Etapas 4 a 6, total 10
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