![]() ![]() Pasaje a la India... con billete de vuelta ✏️ Blogs de India
Un viaje a la India en agosto de 2010Autor: Ctello Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.1 (9 Votos) Índice del Diario: Pasaje a la India... con billete de vuelta
01: Pasaje a la India… con billete de vuelta- 1ª Parte
02: Pasaje a la India… con billete de vuelta- 2ª parte
03: Pasaje a la India... con billete de vuelta- 3ª parte
04: Pasaje a la India... con billete de vuelta
05: Pasaje a la India- Quinto día
06: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Sexto día
07: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Séptimo día
08: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Octavo día
09: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Noveno día
10: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Décimo día
11: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Undécimo día
12: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Duodécimo día
13: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimotercer día
14: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimocuarto día
15: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimoquinto día
16: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimosexto día
17: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimoséptimo día
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Etapas 7 a 9, total 17
Salimos del hotel a las ocho de la mañana para ir hacia Jodhpur. Tardamos en llegar casi cinco horas con una parada en medio para estirar las piernas y para hacer lo que el guía de un viaje a Alemania llamaba “parada técnico hidráulica”. Llegamos, pues, al hotel casi a la una y casi sin pisar las habitaciones nos fuimos directos al comedor porque salíamos a las tres para hacer una visita.
En el restaurante pude darme cuenta de lo lentos que son los indios para servirte porque nunca he esperado tanto por una pizza. Eso sí, en su favor diré que me dejaron escoger los ingredientes (tomate, champiñones y jamón) y que era enorme, tanto que creí que iba a ser incapaz de comerme las dos enormes bolas de helado de chocolate que me trajeron después. A la hora prevista salimos, acompañados de un guía local, para hacer la visita a la ciudad. En primer lugar subimos una montaña hasta llegar al Jaswant Thada, el cenotafio del maharajá Jaswant Singh II que reinó a finales del siglo XIX. Es curioso que a día de hoy todavía se siga creyendo que el rey tenía poderes curativos y se le siga venerando como si fuera un dios. Lo único (y ojo, es importantísimo) que hizo el buen hombre fue ordenar construir innovadores sistemas de irrigación. El edificio, de un mármol blanco inmaculado y traslúcido en algunos puntos, está lleno de retratos de los marahajás y destaca una especie de altar con la imagen de Jaswant Tada donde se le dejan las ofrendas. Un aviso a los visitantes. Al tratarse de una persona venerada, para penetrar en el templo uno debe descalzarse. Y se debe hacer ya antes de empezar a subir las escaleras. Quien avisa no es traidor. Resbala muchísimo. Alrededor del edificio principal se alzan los crematorios de esposas, concubinas y sucesores así como del mismísimo Jaswant Thada. Más tarde continuamos la ascensión a la colina para llegar al Fuerte Mehrangarth. Se dice de él, quizás por su situación sobre un peñasco de 125 metros de altura, que es el más majestuoso de Rajasthan. Desde luego es impresionante e incluso el famoso escritor Rudyard Kipling habría quedado atrapado por su belleza pues dijo de él “obra de ángeles, hadas y gigantes”. Fue mandado construir por Rao Jodha a mediados del siglo XV en piedra arenisca y ampliado con posterioridad. Admiramos las numerosas salas así como las imponentes murallas. Para subir desde la entrada lo hicimos en un ascensor (quizás algo pequeño para la cantidad de visitantes) y bajamos caminando. En uno de los patios se conserva el Shringar Chowk, el trono de mármol blanco donde se han coronado a los maharajás. No dista demasiado de los otros tronos que hemos podido ver pero eso no quita su belleza. ![]() El fuerte es un museo en sí mismo y la visita es más que obligada. Por cierto, si el visitante se fija bien en el suelo podrá ver las ranas (o sapos) más pequeños que haya visto en su vida en un número muy abundante. A lo lejos por el camino pudimos intuir el Umaid Bhavan Palace, un inmenso palacio de arenisca rosada y crema, mandado construir por el maharajá Umaid Singh en 1929 (dicen que para dar trabajo a la población en época de hambrunas). Un descendiente suyo todavía vive en una zona del palacio mientras el resto (como en muchas partes de la India) se ha dedicado a museo y a hotel de lujo. Desde el fuerte nos trasladamos a la cercana Mandore, a unos 9 kilómetros al norte de lan ciudad. Mandore fue la capital de los reyes de la zona hasta el siglo XV, cuando Rao Jodha decidió trasladarla a Jodhpur. Allí se conservan los rojizos cenotafios de los primeros gobernantes así como una galería de deidades y héroes, 15 estatuas de tamaño natural labradas en la roca y coloreadas. Pero sin duda lo que a todos nos llamó más la atención fue la infinidad de monos que habitan allí en completa libertad. Perqueños, medianos y grandes campan a sus anchas, te miran al pasar y comen lo que cogen o lo que les den mientras descansan en los bancos de piedra o en el suelo. Por cierto, puedo garantizar que no les gusta mucho que te acerques a ello. Lo intenté con un macho dominante, siempre manteniendo una distancia prudencial y con el simple objetivo de hacer una foto, y acabó mostrándome sus larguísimos y afilados colmillos. Quizás por eso una parte de las mujeres del grupo tenían miedo en esa visita. Para terminar la jornada el guía local decidió que volviéramos a la ciudad y cogiéramos unos tuc tucs para ir a dar un corto paseo por el centro. Paramos junto a la torre del reloj erigida en 1912 para recorrer a pie el Sardar Bazaar, que ya habíamos visto desde lo alto del fuerte. Sin duda se trata de uno de esos mercados coloridos que hay en estas ciudades aunque a esas horas muchos ya estaban recogiendo. Llamaban la atención las especias y las abundantes tiendas de telas de vivaces colores. Por cierto, hablando de color. A Jodhpur la denominan la ciudad azul y pude darme cuenta de por qué cuando estaba en lo alto de la fortaleza. Un buen número de las casas de la ciudad están pintadas de azul y ofrecen una preciosa estampa. Las primeras casas fueron pintadas así por sus dueños, que eran brahmanes, la casta más alta, para homenajear al dios Shiva, que tiene el cuerpo azul, pero sobre todo para indicarles a los habitantes de castas más bajas que no podían acercarse. Ahora todo el que quiera puede pintar su casa de ese color. Otras razones del azul son mantener las casas frescas y, dicen, repeler a los mosquitos, que no me cabe duda que debe haber en cantidades astronómicas. Las estadísticas dicen que en verano en Jodhpur, la puerta del desierto del Thar, se alcanzan los 45 ó 50º. Etapas 7 a 9, total 17
La salida del hotel fue a la misma hora de siempre, a las 8, en dirección esta vez a Ranakpur. Tardamos en llegar (con la parada técnica incluida) unas cuatro horas. Por cierto, cuando paramos para hacer pis aproveché para comprar unas barritas de incienso de coco y de rosa con vainilla para regalar y para mí una falda y un sari. Sí, me compré un vestido tradicional indio que más o menos he aprendido a ponerme. En general consiste en un pedazo de tela de varios metros que se enrolla al cuerpo y se mete en una combinación. Por suerte el mío ya lleva una falda más o menos montada, lo que facilita las cosas.
El templo de Ranakpur, uno de los más hermosos de la India, está emplazado en un valle en medio de los montes Aravali. El edificio más importante es el majestuoso Adinath Temple, considerado como uno de los cinco lugares sagrados de la religión jainista. Los jainistas son muy estrictos en algunos templos con sus visitantes y Ranakpur no es una excepción. Así debemos tener en cuenta que está prohibido entrar con nada de cuero, con tabaco y las mujeres que estén con la regla. Esta medida es la única que no he visto cómo aplican pero sí las otras, con estrictos controles de seguridad a la entrada. Por supuesto debemos entrar descalzos y con las rodillas cubiertas. El templo principal, como dije ya bellísimo y construido en mármol blanco, se articula en torno a una capilla central elevada en la que se guarda una imagen de Adinath, a la que no se puede hacer fotos y donde no podemos subir los turistas. Tiene numerosas columnas finamente talladas y cúpulas muy bellas. Una de esas columnas está torcida (no es difícil encontrarla) y se dice que el arquitecto afirmó por ello que sólo Dios es perfecto. Torcida o no todo el conjunto es muy armonioso y bello. En total hay 1444 columnas, todas ellas esculpidas con motivos diferentes, en el templo jainista más grande de la India. Después de la visita fuimos a comer (incluido). En un pequeño buffet comí arroz blanco con piña, queso de varios tipos, pasta, pasteles y una especie de nata que estaba muy buena. Ya por la tarde seguimos nuestro camino hasta Deogarth atravesando la montaña. El paisaje ha cambiado radicalmente con respecto a los días anteriores. Y es que hemos abandonado la zona del desierto para adentrarnos en las proximidades del monte Aravali. Y nuevamente algunos monos nos acompañan por el camino. Al llegar al pueblo, que ya desde el bus se nos antoja pequeño, nos hacen abandonarlo para coger una especie de jeeps en absoluto discretos con los que llevarnos al hotel. Recorremos con ellos todo Deogarth y a día de hoy no creo que hubiera alguien que no se hubiera percatado de nuestra presencia. El Deogarth Mahal, situado en lo alto de la población, es un palacio del siglo XVII que, como otros en la India, ha sido reconvertido por su dueño en un hotel aunque sin abandonar en parte la decoración del hotel. Es normal ver por todas partes fotografías de la familia, incluso en las habitaciones. Mi habitación estaba en lo alto del palacio y tenía una pequeña terraza por detrás, además de la delantera común, por lo que se disfrutaba de buenas vistas. A pesar de que no tiene el lujo de otros hoteles, resulta acogedor y suficiente para una noche. Aprovechando que aún quedaba un buen rato para cenar, dimos una vuelta por el pueblo, haciendo el camino que hicimos al llegar pero en sentido inverso. Está lleno de tiendas por todas partes que cierran bastante temprano y a las afueras se ve un templo y un pequeño lago. Por cierto, en mi paseo una chica del pueblo me llamó la atención por mi ropa (un vestido por la rodilla, sin mangas y atado en la nuca). Según ella debía vestir sari como ellas e ir bien tapada. Es una constante en ese país; las mujeres te regañan y a los hombres se les salen los ojos de las órbitas. Etapas 7 a 9, total 17
Abandonamos Deogarth a la mismo hora de siempre (las 8 de la mañana) y tan discretamente como llegamos. Tardamos algunas horas en llegar a nuestro próximo destino, el templo de Eklingji, donde nos estaba esperando el mismo guía que el día anterior. Situado a 22 kilómetros al noroeste de Udaipur, se trata de un complejo de templos dedicados a Shiva y todavía en funcionamiento. Es por ese motivo por lo que está completamente prohibido hacer fotos (menos mal que en el exterior un señor se encarga de venderlas a buen precio).
Como en los otros templos de la India, para entrar debes descalzarte, y del mismo modo como en Ranakpur, está prohibido terminantemente llevar nada de cuero. Una vez dentro vimos como los creyentes hacían sus ofrendas (el guía hizo una en nuestro nombre) y como unos señores, sentados en un rincón del templo principal, elaboran unas pequeñas cositas negras. Mi curiosidad me llevó a preguntar al guía qué era aquello y se apresuró a explicarme que hacían pequeños lingams, es decir, pequeños falos de Shiva, su símbolo y muy venerado. También nos llama la atención una imagen de Shiva de cuatro caras, tallada en mármol negro. Ya en el patio el guía local nos comentó también que los fieles acostumbran a coger el agua que sale por un conducto después de haber lavado las imágenes sagradas, se la pasan por la cabeza y luego la beben. No es una broma. Lo he visto hacer. Allí nadie tiene miedo a los microbios al parecer. El templo de Nagda, a pocos minutos en autobús, está abandonado. En realidad se trata de un conjunto de templos, algunos destruidos, dedicados al dios Visnú. Están también ricamente adornados y destacan las escenas amorosas, que recuerdan un poco a las de Khajuraho, y las del Ramayana, uno de los textos más famosos de la India. Al estar abandonados no tenemos problemas para entrar en los templos con zapatos y hacer fotos. Llegamos al hotel de Udaipur a las 13.30 y nos fuimos directamente a comer por nuestra cuenta al restaurante del hotel, donde nos dan por unos 16 euros uno de los mejores buffets del viaje. Sobre todo merece la pena destacar un pastel de patata relleno de carne que estaba buenísimo y no picaba nada. Los postres tampoco tenían nada que desmerecer. Por la tarde cogimos un rickshaw y fuimos al centro. Para llegar lo más fácil es decir que quieres ir al City Palace pero ojo con los timadores. No es extraño que te quieran cobrar más de la cuenta o que si no les conviene lo que quieres darles te hagan subir en el tuc tuc de otro compañero. Una de las atracciones turísticas de la ciudad de Udaipur, quizás una de las más limpias que visitamos, es coger un barquito para dar un paseo por el lago Pichola. Debéis tener mucho cuidado también con los vendedores de los tickets pues no dudarán en intentar que cojáis un barco a la hora que ellos dispongan y que paguéis más. Mirad bien la hoja de precios, analizadla y coged el que os parezca más económico. Por mi parte cogí uno que daba una vuelta por el lago de una hora por 200 rupias. Ojo también con todo el que se os acerque contándoos algo. En mi caso nos acercó un tipo que hablaba un español casi perfecto con la excusa de echarnos una mano en la compra de los billetes del barco. Y ya que estaba nos dijo que en cuatro días se iba a Barcelona y a Bilbao porque iban a exponer un trabajo de tejido de su abuela. Aprovechando que faltaba un poco para la hora de la salida del barco nos dijo si queríamos ir a ver el trabajo de la abuela y ¿quién le dice que no?. Fuimos con él, vimos el famoso tejido y ya puestos se encargó de ofrecernos diversos productos de su tienda. A día de hoy aún me pregunto a cuánta gente le habrá dicho la excusa de la abuela para atraerles a su tienda. En fin... Acabamos huyendo de él como alma que lleva el diablo y nos fuimos a callejear un poco. En nuestro paseo nos encontramos varios toros (uno que acabó acorralándome) y hasta un elefante. El recorrido por el lago vale mucho la pena. Se puede ver toda la estampa del City Palace, el palacio más grande del Rajasthán, el Jag Niwas (también conocido como Lake Palace, residencia real de verano, hoy hotel de lujo y donde se filmó Octopussy) y el Jag Mandir, otro bello palacio que dicen que fue unas de las inspiraciones para el Taj Mahal. El tipo del cuento de la abuela nos dijo que esa noche allí se celebraba la boda del hijo del marahajá de no sé dónde. Por supuesto, otra mentira. También desde el lago se veía el hotel Oberoi, uno de los más lujosos de la ciudad y que pertenece a la misma cadena que el que nosotros ocupábamos, y parte del nuestro, el hotel Trident. Etapas 7 a 9, total 17
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