CRUCERO CAPITALES BALTICAS y FIORDOS ✏️ Blogs de Baltico y Fiordos

Hoy me he despertado antes de tiempo y no podía conciliar el sueño, así que he salido al balcón a echar una ojeada y me he quedado de piedra:


Ante mí discurría un paisaje impresionante, islitas pequeñas salpicaban el mar, unas diseminadas, otras agrupadas, la mayor parte con su embarcadero y una cabañita de madera pintadas en rojo y blanco.


En algunas zonas el mar se introducía en la tierra, como un dedo en gelatina, todo ello difuminado por una bruma que se levantaba del propio mar dando a todo un aspecto fantasmagórico. Era tan hermoso que desperté a Jose para que no se lo perdiera y cogí mi cámara para poder atrapar ese instante. Parecía como si, en cualquier instante, fuera a aparecer un barco vikingo entre las brumas.


Comprendí, de pronto, porqué los vikingos eran piratas: una tierra dura, una mar siempre presente, una geografía dispuesta a esconder cualquier nave y hombres que llevan el mar en las venas, un conjunto perfecto para esa actividad.


Nos subimos ambos a cubierta para poder admirar el fiordo desde todos los ángulos y allí estuvimos hasta que entramos en el puerto de Estocolmo.
Hoy desayunamos tarde, a pesar de nuestro madrugón: no se podía perder el tiempo en tonterías cuando la naturaleza llama a tu puerta y te presenta un espectáculo tan impresionante. (En días posteriores comprobé que esto era sólo un aperitivo).

Bueno, ya estamos aquí, en Estocolmo. He decidido visitar la ciudad por mi cuenta, sin reservar excursión, pero si he reservado el servicio lanzadera que ofrece la naviera y que te deja en la plaza de la Opera de Estocolmo.
Como sólo disponemos de unas horas no se puede ver todo, así que nos decidimos por ver Gamla Stan, la ciudad antigua donde se conservan edificios hanseáticos y también se encuentran la catedral (Storkyrkan) y el Palacio Real.

La plaza de Stortoget se encuentra en el centro de esta zona y en ella se encuentran los edificios más famosos de Estocolmo o, al menos, los más fotografiados.


De la plaza sale la calle más antigua de Estocolmo, existen datos de ella del siglo XIV, de nombre Kopmangatan, y por los alrededores hay multitud de calles estrechas llenas de tiendas de ropa y recuerdos así como de cafeterías. Entre este entramado de callejuelas se encuentra la Marten Trotgiszt que es la más estrecha de todas teniendo 90cm. de anchura en alguno de sus tramos.


En muchas de las casas se conservan los sótanos abovedados algunos, incluso, con pinturas medievales. Nosotros entramos en una cervecería que, según una placa que hay a la entrada, es la más antigua de la ciudad pues data del siglo XIV.


Después nos dirigimos hacia la Catedral, es un edificio gótico y tuvimos la suerte de encontrarlo abierto al público y pudimos acceder a ella.


Continuamos nuestro camino hacia el Palacio Real, un edificio impresionante, enorme, con más de 600 habitaciones. Fue construido en el siglo XVII y es de factura barroca.


Según nos acercábamos escuchamos música que parecía venir de algún lugar en los alrededores del palacio, le dimos la vuelta buscando el origen de la misma y nos encontramos con un desfile militar que se dirigía hacia uno de los patios


y en ese momento empezó el cambio de la guardia.


Como a mi marido eso de la milicia le gusta más que a un niño un caramelo , pues allí que nos quedamos a verla toda enterita de principio a fín . La verdad es que al principio también a mí me gustó, es muy colorista y, mientras tanto, la banda tocaba música y era muy agradable, pero había un montonazo de gente (cosa que a mí me pone de los nervios, no soporto las aglomeraciones ) y, en un momento dado, nos despistamos uno de otro, (bueno, en realidad yo me largué porque no aguantaba más los apretujones ), así que tuvimos que esperar hasta que todo terminó para poder reencontrarnos y, la verdad, es que perdimos mucho tiempo (y no nos sobraba, la verdad).

Después nos dirigimos de nuevo hacia la zona vieja y nos sentamos en una terracita cerca de la catedral a descansar y cambiar aguas, muy agradable, con su terraza en la calle viendo pasar al personal.


Desde aquí proseguimos nuestro deambular por las calles antiguas viendo tiendas de todo tipo, metiéndonos por callejuelas, haciendo fotos, apurando, en fin, el tiempo del que disponíamos y regresamos, por último, al barco a tiempo de comer antes de que cerraran el bufet.


Despues de comer aprovechamos para sacar algunas fotos de los veleros que estaban atracados en el puerto, había muchos y eran preciosos.


Por la tarde nos subimos a cubierta para no perdernos la salida del fiordo y volver a contemplar ese paisaje que tanto nos había maravillado por la mañana. Precioso, pero la magia del amanecer ya no volvió a aparecer.

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Esta etapa va a ser muy cortita pues pasamos el día en el barco y poco hay que decir que no se haya dicho en la etapa 2.

Voy a aprovechar para contaros una cosa curiosa que vimos en este viaje: había una señora que se pasó todo el tiempo sentada a una máquina tragaperras. Daba lo mismo que pasaras por el casino por la mañana, la tarde o la noche, daba igual, siempre estaba allí esta mujer y siempre en la misma máquina. Parece mentira, ir a un crucero para pasarte el tiempo pegada a una máquina. ¡el dineral que debió dejarse allí!

En este día aprovecharon para celebrar la cena de gala o cena del capitán. Es el momento de aprovechar para ponerse de tiros largo a quien le guste y si no, no pasa nada. Afortunadamente no hay ninguna obligación a la hora de vestir: el que quiere se arregla y el que no pues no, hay muchas personas que no lo hacen.

Y poco más hay que reseñar de esta etapa sobre todo en nuestro caso pues no desembarcaremos como el resto de los pasajeros sino que continuamos nuestro viaje rumbo a Los Fiordos, así que no tenemos que hacer maletas.

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Este era un día extraño en nuestro crucero, por un lado el barco se vaciaba a las 8 de la mañana y por otro no subía el nuevo pasaje hasta las 17 horas, así que durante unas cuantas horas apenas habría gente en él.

Aunque la naviera ofrece excursiones para ese día, nosotros habíamos decidido irnos por nuestra cuenta a visitar el parque Tívoli. Había leído en El Pais un artículo sobre este lugar y lo recomendaban encarecidamente, también lo recomendaban en la guía de Dinamarca que me había comprado, así que dedicamos el día completo a su visita. Esta vez cogimos el transporte que proporciona el barco hasta el centro de la ciudad y desde allí nos fuimos andando hasta el parque. Afortunadamente disponíamos de un mapa pues no había un alma por las calles a quién preguntar (era domingo y bastante temprano).

Y aquí nos tenéis en la misma puerta de entrada.


El Tívoli es el segundo parque de atracciones creado como tal en Europa, se inauguró en 1843, dicen que su fundador convenció al rey Christian VIII de la necesidad de fundar el parque diciéndole “cuando el pueblo se divierta, no piensa en política” y su concepción es muy distinta a la actual: se trata de un parque en el sentido tradicional de la palabra, lleno de árboles y flores y con algunas atracciones diseminadas entre ellos y muchos restaurantes y cafeterías por todo el parque.


Actualmente es el parque de recreo más querido por los habitantes de Copenhagen que vienen aquí a pasar el día y a escuchar música pues hay conciertos a todas horas en los distintos auditorios o templetes, tanto de música clásica como moderna.


Siguiendo la moda de la época los edificios existentes se inspiran en diferentes países: China, Arabia, etc.


Y en medio de todo una verdadera explosión de flores de todos los colores: margaritas, anémonas,


rosas, zapatitos de la virgen, ciclamen, fuchsias, etc.


las había en parterres, en los bordes de los caminos, colgadas en tiestos, …

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Y en medio un lago precioso, umbrío y verde por el que se paseaban los patos con sus patitos.

Y en las orillas del lago había un montón de restaurantes temáticos, uno ubicado en un barco pirata desde el que se divisa una de las atracciones mecánicas o este otro que imitaba un antiguo molino


O este, como si fuese una granja típica de la zona y en donde decidimos comer. La oferta no es muy variada, pero tienen suficiente para poder elegir y estaba bueno lo que tomamos. Caro, aquí los precios son altos, pero no más que cuando comimos en la ciudad.

Fue un día estupendo, tranquilo, relajado, disfrutando de no hacer nada, viendo a la gente en su ambiente, oyendo las risas de los niños, la música en el ambiente, el aire fresco entre los árboles.

A la salida dimos una vuelta por el exterior pues merece la pena y luego marchamos a pié, dando un paseo hasta el centro, pasamos junto al Ayuntamiento


y en la plaza que hay enfrente había un grupo de indios sioux con toda la parafernalia tocando y danzando sus bailes típicos. Fué una verdadera pena que se nos hubiese llenado la tarjeta y no pudimos hacer fotos del evento y desde allí cogimos un taxi para volver, no nos fese a pasar lo del primer día.

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