Nápoles y Campania italiana 2010 ✏️ Blogs de ItaliaViaje de aproximadamente una semana a Nápoles y alrededores (zona Vesubiana, Oplontis y Pompeya, costa amalfitana, Caserta, etc.) durante octubre-novimebre de 2010.Autor: Inusitado Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.7 (18 Votos) Índice del Diario: Nápoles y Campania italiana 2010
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Etapas 4 a 6, total 7
Tras reponernos de la paliza y chaparrón del día anterior, nos levantamos temprano (como no) para empezar la ruta.
Decidimos no visitar Capri, y lo dejamos pendiente para cuando volvamos, porque nos quedan aun cosas por ver. Así que el plan era visitar las ciudades de la costa amalfitana: Sorrento, Positano y Amalfi. Hay muchas alternativas, pero nosotros elegimos la siguiente: - Nápoles-Sorrento en Ferry - Sorrento-Positano en bus - Positano-Amalfi en bus - Amalfi-Sorrento en bus - Sorrento-Nápoles en Circumvesubiano Para tomar los barcos hay que dirigrise hasta Mollo Beverello, uno de los puertos más importantes de Nápoles. Para ello, hay que tomar el bus 1 en Piazza Garibaldi, cerca de la estatua. El bus tarda en llegar 15 minutos al mismo puerto, pero hay que estar atento para coger la parada correcta y ahorrarse unos minutos a pie. A las 9 de la mañana cogimos el ferry de la compañía Allilauro. El billete nos costó 10€ a cada uno, sólo ida, y fue muy sencillo encontrar las taquillas. Las vistas desde el Ferry son magníficas a medida que va dejando la costa napolitana, como podréis ver en las fotos. Había tan sólo 4-5 personas en el ferry, por lo que pudimos situarnos en el exterior del barco para disfrutar del paisaje. Como hubo tormenta durante la noche anterior, el cielo estaba aun muy nuboso, pero fue despejándose poco a poco. Llegamos en una hora al puerto de Sorrento. Sorrento es una ciudad muy bonita, casi esculpida en la piedra, y a una altura considerable. Cuando llegamos partían varios ferry repletos de asiáticos. Sorrento se puede visitar “por encima” plácidamente. Paseamos por el puerto, Marina Piccola y el centro. Hay un tren turístico que cubre toda la ciudad, pero lleva algo más de tiempo. No encontramos mucha información sobre la ciudad, así que nos dispusimos a pasear a ver qué nos encontrábamos. Por la altura, impresionaba bastante ver algunas construcciones casi “enterradas” , o los diversos rincones con altares dedicados a los santos del lugar. En cualquier rincón de una ciudad de la Camapania puedes encontrar altares urbanos llenos de flores y esculturas. De casualidad entramos en una especie de jardín de cítricos muy bonito, “Giardini di Cataldo”, que tiene una pequeña tienda donde vendían un licor muy típico de la Campania: el “limoncello”. Es una bebida fuerte a base de cítricos que hay que tomar muy fría. Una chica nos dio a probar distintos sabores, y compramos unas botellas de aquel licor “ecológico” elaborado con los cítricos que recolectaban en el propio jardín. Seguimos paseando hasta las 11:30, y nos dirigimos a la estación de trenes – bus para tomar el bus que nos llevaría hasta Positano. Si tenéis la oportunidad, podéis ir a Positano directamente en ferry, porque el trayecto es PRECIOSO. Tardamos 45 minutos en llegar a Positano, así que a las 12:15 comenzó el “descenso”. Positano sí que es una auténtica ciudad esculpida sobre la montaña. Las vistas son impresionantes, y la orografía muy acentuada y espectacular. Las aguas de la zona no tienen nada que envidiar a las caribeñas, jejeje. El bus os deja arriba del todo, pero claro, para vivir Positano hay que bajar hasta la playa. Cientos de escalones, y me quedo corto, pero es muy encantador perderse por la ciudad. Aunque no sea una ciudad muy conocida, llama la atención la cantidad de tiendas de lujo y galerías de arte que hay por toda la ciudad. Eso sí, el habitante de Positano apenas coge el coche y debe de tener unas piernas bastante fuertes con tanta subida-bajada de escalones. La playa es pedregosa y pequeña, pero el cielo aun parcialmente nublado no invitaba al baño. Además, era pleno noviembre. Aun así aprovechamos para almorzar en la playa. Como nota curiosa y triste, todo el pueblo estaba de luto por la muerte de una niña pequeña, por lo que a cierta hora cerraron todos los comercios y la población se dirigió al funeral. Seguimos paseando y a las 14:45 subimos hasta una de las paradas del bus de la Costa Amalfitana que nos llevaría hasta Amalfi, una de las cuatro potentes Republicas Marineras durante el Medievo. En apenas 45 minutos llegamos, con un viaje en bus bastante ameno disfrutando de las panorámicas de la costa y el día totalmente abierto y soleado. Amalfi es una ciudad impresionante, del mismo estilo que Positano. El bus nos dejó en el muelle, con un rompeolas muy grande donde nos hicimos bastantes fotos. Para entrar en Amalfi hay que cruzar una gran puerta (Porta Della Marina) que lleva hasta la Piazza del Duomo, custodiada por una fuente central. La entrada a la catedral es de pago, pero incluía también la visita a todo el complejo monumental: Claustro del Paraiso, Basílica del Crucifijo, Cripta de San Andrés (a quien está dedicada al catedral) y el propio Duomo. Muy recomendable la visita. El Claustro del Paraiso es un antiguo cementerio de la nobleza de Amalfi, construido en el siglo XIII. El decorado y arte del edificio es puramente oriental, ornamentado con arcos sostenidos por 120 columnas dobles. En el peristilo hay un bonito jardín mediterráneo, varios sarcófagos y restos de viejos ambones bizantinos del siglo XII-XIII, pudiendo disfrutar de una bella vista del Campanario de la Catedral. Al final del Claustro hay varios frescos de autores muy importantes de la Campania. La Basílica del Crucifijo data del año 596, y es actualmente sede del Museo. Hay varios Tesoros de la Catedral, como la Mitra anjovina (obra de orfebrería con 20.000 perlas, destinada a Ludovico, hijo de Carlos II), un Cáliz del siglo XIV, diversas vestiduras del S. XV, cajas de relicarios de hueso del S. XIV y varias esculturas de la época. En la Cripta barroca de 1600 se conservan la cabeza y los huesos de San Andrés, primer discípulo de Jesús, cuyo cuerpo fue trasladado (tras su crucificción) desde Constantinopla a Amalfi. La Catedral es un edificio barroco del S. XVIII, y esconde una antiquísima iglesia románica. Está ornamentada con mármoles policromados, techo cielorraso, muchos lienzos y preciosas cristaleras que le dan un toque celestial a la catedral. Hay una capilla donde se guardan las reliquias de muchos de los santos que llegaron a Amalfi a la vez que los restos de San Andrés. Como nota curiosa, el 27 de junio es considerado como festivo, ya que en el año 1544 se produjo una marejada que hundió a los barcos de las tropas de Ariadeno Barbarroja, que estaban atacando a Amalfi. Dicha gesta fue atribuida a San Andrés como una obra milagrosa. En Amalfi hay mucha tradición licorera, así que en todas las tiendas se pueden adquirir botellas de “limoncello” de diversas formas y tamaños. De todos modos, me quedo con el limoncello “ecológico” del jardín de Sorrento. Compramos varias botellas y nos tomamos un helado delicioso de crema de limón, totalmente artesano mientras paseábamos por Amalfi. La ciudad es una gran cuesta, que visitada con un poco de oscuridad le da un encanto extra. Hay muchos rincones escondidos por la ciudad con sorpresas en forma de belenes esculpidos en la montaña, o belenes subterráneos instalados en fuentes, canalizaciones, fuentes subterráneas, pequeñas caídas de agua y cataratas, molinos, jardines, etc. En las fotos podéis contemplar algunos de esos rincones. A las 18:30 bajamos hasta el muelle para tomar el bus (lo pillamos por poco) que nos llevaría de nuevo a Sorrento. El viaje se nos hizo más largo, ya que teníamos que hacer el trayecto completo de la costa amalfitana. A las 20 h llegamos y nos bajamos en la propia estación de trenes de Sorrento, donde tomamos el Circumvesubiano hasta Nápoles. 75 minutos después llegamos a Nápoles, cenamos en una pizzería de vía Tribunali y nos fuimos a descansar. Etapas 4 a 6, total 7
No había tiempo que perder, nos esperaba la Reggia de Caserta.
Como siempre, madrugamos y desayunamos temprano. Dimos muchas vueltas buscando dónde comprar el billete de tren a Caserta, porque finalmente se adquiría en las taquillas de atención al pasajero por 2,90 € el viaje único, como se puede ver en la foto: La Reggia[img]www.reggiadicaserta.beniculturali.it/ ...turali.it/[/img] está abierta todos los días excepto los martes, de 8:30-19 h La estación de Caserta está a sólo 400-500 metros de la estación de tren, y cada media hora salen trenes rumbo a Nápoles. Horarios de apertura: APARTAMENTOS: 8:30-19 (última entrada 18:30) EXPOSICIÓN: 9-18 PARQUE Y JARDÍN: 8:30-14:30 (ÚLTIMA ENTRADA) Cerca de Caserta hay varios sitios que visitar, pero no tuvimos tiempo: Podemos ir de Caserta a Santa María Capua en Tren (10 minutos) para ver: Anfiteatro Campano (9:30 hasta 1h antes de la puesta de sol) Museo del Gladiador (9-16h) Mitreo (9-18h) Museo arqueológico de la antigua Capua (9-19h) Al llegar a la Reggia, espectacular, cruzamos el edificio para acceder a los jardines. Entramos sin problemas, pero a la vuelta vimos que estaba controlada la entrada, así que se puede decir que nos colamos “sin querer”. Hay un autobús que recorre la reggia, pero lo aconsejable es pasear hasta la cascada observando el jardín y las fuentes, para tomarlo a la vuelta. Nos llevó una hora ir, fotos mediante, hasta la fuente central y la cascada. Podéis ver algunas de las fotos tan maravillosas del lugar. La visita termina en la fuente que representa la fábula de Diana, que convirtió a una cazador en ciervo tras tener la osadía de observarla desnuda. Al pobre se lo comieron sus propios perros. A los laterales están los jardines ingleses, y arriba del todo una cascada espectacular. Como somos aventureros, vimos un sendero que ascendía hasta sabe Dios donde. Decidimos seguirlo, y tras 15 -20 minutos de ascenso algo peligroso por las resbalidizas caídas de agua, llegamos al punto más alto de Caserta. No hay palabras, espectaculares vistas que quedaron inmortalizadas en algunas fotos en “equilibrio”. Como dije anteriormente, tomamos el bus (1€) para salir de la zona de jardines y llegar abajo del todo. Visitamos el palacio y demás estancias, y cogimos el tren de vuelta a Nápoles. En Nápoles hicimos un poco de turismo de transportes urbanos sin tener ni idea, buscando el barrio de Vomero y los alrededores del Castel San Elmo. Nos costó mucho trabajo y nos hartamos de preguntar, pero lamentamos el haber perdido tanto tiempo. Todo el mundo nos indicaba mal cómo llegar a la zona, pero al menos vimos la ciudad. Desde el Castell San Elmo se divisan panorámicas muy bonitas de todo el golfo de Nápoles. Dentro hay un museo de arte contemporáneo que no merece la pena visitar. Justo al lado del castillo está la Cartuja de San Martino, que estaba cerrada. Al menos pudimos verla desde el Castillo. Como anécdota, buscamos el funicular para llegar a Capodimonte, pero nadie sabía cómo llegar. Me lo aconsejaron por las bonitas vistas, pero nos quedamos con las ganas de ir. Vueltas y vueltas para buscar el funicular, pero nos resultó imposible. Es más, pensaba que el funicular era tipo teleférico. Nos cansamos y no sé dónde cogimos el metro, pero nos dirigimos a la parada del Museo Arqueológico de Nápoles. Tienen montada una entrada muy bonita desde la propia estación de metro, donde han expuesto en las salas algunos hallazgos durante las obras de las nuevas líneas de metro napolitano. El Museo Arqueológico de Nápoles es uno de los más importantes de Europa, y esconde multitud de tesoros que seguro os suenan. El museo tiene cuatro grandes áreas: la colección Farnesse, colección pompeyana y de alrededores del Vesubio, colección proveniente de excavaciones de Nápoles y Caserta, y objetos de otras colecciones adquiridas por el Museo. Desafortunadamente, había estancias cerradas desde hacía muchos meses, y que nos obligan a tener que volver (buena escusa, jejeje): Sala de los Mosaicos, Gabinete Secreto, Colección Numismática, etc. La visita nos llevó algo menos de dos horas, que son suficientes en vista de la cantidad de dependencias cerradas el día de la visita. Podéis consultar más información en la web del Museo: museoarcheologiconazionale.campaniabeniculturali.it/ ...turali.it/ Visita / tour en 3D: museoarcheologiconazionale.campaniabeniculturali.it/ ...so/tour-3d Comenzamos por la impresionante Galería Farnesse, situada en toda la zona de la planta baja del Museo. Básicamente está formada por esculturas (algunas de ellas de 4-5 metros de altura) romanas y griegas, muchas de ellas originales y otras tantas copias romanas.Se trata de una colección que Fernando IV heredó de su abuela Isabel de Farnesio. Alessandro Farnesse, conocido como el “Gran Cardenal”, ostentó una de las mayores colecciones privadas de esculturas antiguas. Posteriormente se convertiría en el Papa Pablo III. Sin duda, las más impresionantes de estas esculturas son el Hércules y el Toro. Como curiosidad, el Hércules fue descubierto sin piernas, y éstas fueron recompuestas por un alumno de Miguel Ángel, Guglielmo della Porta. Las originales piernas fueron posteriormente desenterradas y reinsertadas, guardándose y siendo expuestas aun las “provisionales”. La escultura del Toro es espectacular, y bien merece un visionado detenido para observar todos los detalles y las expresividad de de la misma. La colección Farnesse sigue con una serie de joyas y piedras preciosas, siendo la más bella e importante la Copa Farnesse, así como retratos y bustos romanos. Existen esculturas de los alrededores vesubianos, pero aun no se exponen. La sala de los Mosaicos (entreplanta, salas LX - LXI, LXIII) se encontraba cerrada, y está compuesta por piezas únicas provenientes de las paredes y suelos de Pompeya y Ercolano principalmente. El más famoso de ellos es el que relata la batalla de Issos entre Alejandro Magno y las legiones de Darío III de Persia. Nos quedamos con las ganas de verla, sobre todo Los mosaicos de la colección de la Casa del Fauno. El Gabinete Secreto (entreplanta, salas LXII, LXV), en obras, recoge todo tipo de piezas de contenido sexual y sátiro. Ha sido cerrado y censurado en varias ocasiones, pero actualmente puede visitarse sin censura (siempre y cuando no esté en obras, jejeje). Una de nuestras secciones favoritas es la sala de Villa de los Papiros (primera planta, salas CXIV - CXVII), que recoge multitud de obras de arte que fueron encontradas en la Villa de los Papiros de Ercolano. Seguro que os son familiares las estatuas de los atletas de bronce con los ojos blancos. Lo más espectacular son el par de papiros carbonizados que aun se conservan. El restos se encuentra en la Biblioteca Municipal napolitana. La arquitectura del Museo es muy espectacular, sobre todo el Salón de la Meridiana (primera planta). Está ornamentado con muchos telares en las paredes, pinturas, frescos (impresionante el del techo de la galería) y la estatua del Atlas de Farnesse (se ve en el fondo de la fotografía, pero no sé si le hicimos alguna de cerca). El acceso a la primera planta está custodiado por cuatro enormes columnas, un imponente león de mármol y varias estatuas (entre ellas, la de Fernando I). En la primera planta, sala XCVI, se puede disfrutar de una espléndida maqueta (escala 1:100) del yacimiento de Pompeya, así como otros restos y vasijas. En realidad la mayoría de objetos encontrados en Pompeya están ahora en el Museo Arqueológico de Nápoles. La zona egipcia (salas XVIII - XXIII) estaba cerrada, así que hay poco que añadir El la primera (salas CXXVI - CXXVIII) y segunda planta (salas CXLV - CXLIX) está la zona prehistórica y protohistórica. Tras la visita al Museo tomamos el primer bus que hacía parada en la Piazza Garibaldi. Etapas 4 a 6, total 7
DÍA 6: Pozzuoli y Nápoles
Para no perder la forma nos despertamos y desayunamos bastante temprano. Aprovechamos que la línea de metro de Nápoles es muuuuuyyyy amplia, y llega hasta Pozzuoli con mucha comodidad. Pozzuoli es una pequeña ciudad dentro de los Campos Flégreos, en la provincia de Nápoles, que fue el puerto marítimo principal de la Campania en tiempos romanos. Es una zona volcánica (aunque con leve actividad) muy poco conocida pero que bien merece ser visitada. Eso sí, conociendo algo de información con anterioridad. A nosotros no nos salió bien del todo porque decidimos aventurarnos sin llevarlo previamente planificado, pero a veces es bueno dejarse llevar por la espontaneidad. Tomamos la línea 2 del metro, que en 30 minutos nos dejó en la estación de Pozzuoli. Decidimos aventurarnos en la búsqueda del punto de información turística. Un consejo: desistid, no merece la pena. Los vecinos no sabían concretamente dónde se encontraba la oficina de turismo, y nos llevó 20 minutos encontrarla tras dar muchas vueltas. Está muy cerca de la zona costera, creo recordar que pasando una especie de arco. El primer sitio a visitar es el Anfiteatro Flavio, al que se llega muy fácilmente a pie en apenas unos minutos desde la estación de metro. Data de finales del siglo I , y se cree que fue construido por los mismos arquitectos del Coliseo de Roma. No es muy conocido pero es el tercer gran anfiteatro (por detrás del de Roma y Capua), ya que podía albergar hasta 40.000 asistentes. Tenía un total de 16 entradas, con cerca de 20 rampas que daban acceso a las plantas más altas del graderío (cávea). La ArteCard “Napoli e Campi Flegrei” nos incluía la entrada al Anfiteatro. Al ser una zona poco concurrida por los turistas, la visita es muy tranquila y gozamos de total libertad en la misma. El anfiteatro es muy grande y aunque no se encuentre en un estado perfecto merece la pena perderse en su interior. No hay nada de vigilancia, así que podéis visitar todas sus dependencias. Encontraréis muchos fragmentos de columnas, capiteles, y alguna que otra escultura, sobre todo por las galerías subterráneas que conducen hasta la Arena. Tras la visita al Anfiteatro nos dirigimos a pie hacia el Templo de Serapide, que fue un mercado compuesto por un pórtico de 36 columnas de granito y capitel corintio, con baños públicos, bancos y estatuas de deidades… Como curiosidad, el templo se inunda varias veces a lo largo del año, y sirve como “termómetro” de la actividad sísmica de la zona y del movimiento de la corteza terrestre. Desde los aledaños del Templo de Serapide tomamos el bus 152, que nos dejó en la misma puerta de la Solfatara en unos 20 minutos. La Solfatara, básicamente, es una zona volcánica muy peculiar con bastante actividad, pero de poca intensidad. Es un gran volcán en activo con cientos de chimeneas por las que emanan azufre y gases similares. Han construido una especia de parque natural donde incluso la gente puede estacionar sus caravanas a modo de camping. La entrada no es gratuita, pero tiene una pequeña reducción de precio para los clientes que posean la Artecard. La visita es libre, y el sendero está muy bien señalizado. El plato fuerte se encuentra en el gran cráter, aunque también hay lagunas de lodos especiales con fines terapéuticos. El paisaje es muy verde, pero la zona de los cráteres, en contraste, es bastante árida. Algunas zonas que podréis observar en la señalítica son: pozzo, belvedre, fangaia, bocca grande, etc. Es realmente impresionante observar cómo la roca del suelo “escupe” humo bajo vuestros pies. OJO: mucho cuidado si lleváis pantalones cortos o similar, ya que los gases salen al exterior con bastante presión (15 mbar) y temperatura (160ºC). El olor llega a ser un poco nauseabundo: el típico olor a huevo podrido tan característico del azufre. Pero no os preocupéis, os acostumbraréis en varios minutos. Hay algunas notas curiosas sobre la zona. Como es un área volcánica activa, han colocado cuatro pares de espejos especiales que reflejan las señales de radar provenientes de varios satélites de teledetección a unos 800 kilómetros de altura. La utilidad de estos espejos es calcular la deformación que se produce en la corteza terrestre por la zona de los campos flégreos. Muy interesante. La otra curiosidad es que según un estudio del premio Nobel en Medicina Louis Ignarro en cooperación con varios profesores de la Universidad de Nápoles, los gases que emanan de la Solfatara hacen de viagra natural. Vamos, que a los habitantes de la zona tienen bastante vigor sexual. La visita merece la pena por lo peculiar de la zona, ya que nunca habíamos visto algo parecido, especialmente en la zona de los grandes cráteres. Tenemos vídeos, pero preferimos dejar que lo descubráis allí para mayor sorpresa. La visita nos llevó poco más de una hora, aproximadamente. Al salir de la Solfatara tuvimos la feliz idea de dejarnos caer hasta Baia. Importante, en italiano se pronuncia “baya”, no “bahía”. Aunque parezca lo mismo, nos costó bastante que nos entendieran cuando preguntábamos por Baia. Ni que decir tiene que las vistas en Pozzuoli son magníficas, por la orografía tan peculiar y la costa. Fue el día que más nos comunicamos con los napolitanos, ya que íbamos a ciegas totalmente. Nos indicaron que en la misma parada de la Solfatara pasaba el autobús que nos llevaría hasta Baia. Pues bien, todavía no sabemos qué bus era. Paramos a TODOS los autobuses que pasaban, y ninguno llevaba a Baia. A la vista parecía que todos eran iguales, ya que no tenían ningún distintivo o número, tan sólo el rótulo de EAVBUS. Si podéis estudiar tal línea antes de emprender el viaje, mejor. Tras una larga espera por fin llegó el autobús (si lenta fue la espera, lento el trayecto), y partimos hacia Baia rumbo Nápoli-Torregaveta (creo recordar). Lo más interesante de Baia, además de las vistas, es el Castillo. Pues bien, una vez que llegamos a Baia tuvimos que bajarnos del bus para tomar otro que nos llevaría hacia el Castillo. No había nada indicado, pero los napolitanos suelen ser bastante agradables con los pocos turistas que allí paran. Tomamos un pequeño mini-bus escolar, y no es broma, que nos dejó en los aledaños del Castillo. Hasta aquí la cosa iba bien, y nos disponíamos a entrar en el Castillo a eso de las 13:30 horas. En teoría cerraban al “atardecer”, pero como he indicado en anteriores etapas… ¡LOS NAPOLITANOS ABREN Y CIERRAN CUANDO LES DA LA GANA!. Le explicamos al hombre que veníamos desde muy lejos para ver el castillo, y le dimos tanta pena que nos regaló entradas gratuitas para varios sitios en Nápoles, pero estaba cerrado a cal y canto. Primer batacazo. Indignados, buscamos otra parada “fantasma” del autobús rumbo a lo desconocido. Habíamos decidió seguir la aventura sin rumbo ni guías, a ver cómo iba la cosa… Estuvimos esperando a que llegara un autobús, pero en vista de que no aparecía ninguno fuimos bajando por el camino que nos había llevado antes hasta el castillo. Por fin apareció uno de Eavbus, y nos aconsejaron que fuéramos hasta Fusaro, que al parecer era un punto importante para los trayectos en la zona, tanto en tren como bus. Ya en Fusaro preguntamos mucho sobre cómo llegar a Cuma. Cuma es un importante yacimiento arqueológico que conocimos gracias al foro, y que nos cogía de camino. Tras parar muchos buses por fin encontramos uno que nos llevara a Cuma. Fue otra decisión errónea, pues nos llevó mucho tiempo y llegamos a las 15:10 horas. Cuál fue nuestra sorpresa cuando nos acercamos a la puerta principal y vimos al guardia de seguridad cerrándola en nuestras narices. Parece ser que en aquel día gris el atardecer (tramonto) se había adelantado y cerraban a las 15 horas. Ya podíamos decir que habíamos perdido más de 3-4 horas para ver el Castillo de Baia desde fuera y la cancela de Cuma. No podía ser verdad… No sabíamos que hacer, así que decidimos volver por donde habíamos venido. Lo peor de todo es que Cuma está en el fin del mundo, incluso más lejos que el séptimo pino. Nos vimos tirados en medio de la carretera, con todo cerrado, parando a innumerables autobuses que no iban hacia la famosa “Fusaro”. La desesperación fue creciendo. Fijaos si teníamos mala cara, que el guardia de seguridad, una hora después de cerrar, se acercó con el coche ofreciéndonos a llevarnos donde quisiéramos, justo en el momento en el que llegó el dichoso autobús. Un gran gesto el de aquel hombre, que si hubiera sido por el nos abría Cuma para nosotros solos, jejeje. Ya no teníamos ganas de nada, ni vimos Baia, ni Cuma ni podíamos ya visitar nada de Nápoles, así que al menos decidimos probar la línea Cumana de tren para volver. Es una línea de tren muy característica y tradicional, que estaba incluida dentro del bono de transportes de la Artecard. www.sepsa.it/ ...IDPagina/6 Fuimos hasta Mostra, dirección Montesanto. La verdad es que tiene mucho encanto tanto el tren como las estaciones. En Mostra hicimos el cambio a Metro, dirección estación Mergellina Al salir de la estación de metro perdimos dos veces el autobús C4, una por no saber dónde estaba la parada y otra por no llegar a tiempo. Se ve que no era nuestro día. Eran ya las 18 horas pasadas, por lo que se suponía que el Castell dell Ovo estaba cerrado. Pero claro, como están locos estos napolitanos, lo encontramos abierto e hicimos una visita, algo aliviados, cuando la noche comenzaba a caer. La mayoría de los monumentos están abiertos hasta el “tramonto” (puesta de sol), pero aquí cada uno elige a la hora que llega éste. El castillo es precioso por dentro y por fuera, y las vistas son muy bonitas en plena noche con toda la ciudad y la costa iluminadas. Las fotos son pobres por la falta de luz y las prisas, es mejor verlo en directo. Espectacular el Vesubio, siempre de fondo desde cualquier lugar de la Campania. Nos dimos una vuelta por el casco antiguo de Nápoles disfrutando de sus calles, un monumento abierto las 24 horas del día pero que aparece en todo su esplendor por la noche. Es maravilloso pasear bajo la luna napolitana, es un encanto especial que no se puede describir. Por fin algo iba a salir bien aquel día: NAPOLI SOTTERRANEA. www.napolisotterranea.org/ Seguro que a algunos ni os sonará, pero creo que es una parada totalmente OBLIGATORIA si visitáis Nápoles. La entrada principal está en el nº 68 de la Piazza San Gaetano Existen varias visitas en distintos horarios e idiomas, pero nosotros elegimos la que mejor se adaptaba a nuestro horario, la de las 21 horas. Hicimos algo de tiempo tomándonos un “café del Nono (abuelo)”, una rica granizada casera en la vía Tribunali. Cenamos y nos tomamos una rica cerveza Moretti en los alrededores y a la hora indicada acudimos a la puerta de Napoli Soterranea. No quiero extenderme demasiado para no desvelar todos los detalles de la visita, pero os sorprenderá todo, desde el acceso a los túneles de entrada como la visita en sí. Por cierto, la visita era en italiano. Nosotros ni idea de italiano, pero entendíamos prácticamente todo lo que decía la guía. Éramos unas 6-7 personas así que la visita fue muy personal y tranquila. Los túneles que visitamos fueron refugios durante la Guerra, y guardan restos de los que fue el oro di Neapolis (ver foto). Lo más curioso es que parte del antiguo Teatro Romano del siglo I-II está en medio de la calle, entre viejos edificios y tendederos de ropa. Durante la visita se sale a la calle y se entra por una vivienda particular para seguir con la misma. A través de maquetas, luces y sonidos te cuentan cómo era la vida en los túneles de esa otra Nápoles Subterránea llena de canales y basura durante la guerra. No recordamos todos los detalles, pero fue muy didáctico. No os cuento más, sólo que la visita no es apta para gente claustrofóbica. Total oscuridad y velas…¡impresionante!. La visita no dura más de una hora, y se pasa volando. Ese día juagaba el Nápoles un partido de Uefa, así que toda la gente estaba en la calle viendo a su equipo en bares y pantallas gigantes. Un espectáculo la forma de vivir el fútbol de los napolitanos. Se nos hizo tarde y tomamos el metro hasta la Piazza Dante, porque nos encontramos con la estación cerrada. Podíamos ir andando hasta la Piazza Garibaldi perfectamente, pero Nápoles no es la ciudad que más invite a pasear a altas hora de la noche precisamente. Nos vimos un poco tirados bastante tarde, buscando un bus nocturno que nos llevara de vuelta al hotel. Creo que a todos nos ocurre lo mismo, desconfiamos de la gente con peor aspecto, pero finalmente resulta que los que menos tienen son los más solidarios y atentos. Conocimos a un vendedor ambulante con el que estuvimos charlando largo y tendido hasta que llegó el autobús. El hombre era del norte de África y al parecer había estado muchos años en España trabajando. La bondad es contagiosa, y estuvimos conversando con varios napolitanos que paraban a quien hiciera falta hasta encontrar un autobús que nos dejara donde nos viniera bien, ya era la hora de cambio de buses diurnos a nocturnos, y ni los propios napolitanos lo tenían claro. Llegamos al hotel y tuvimos un merecido descanso, ya que el día había sido muy largo y “movido”. Nuestro avión de vuelta salía el día siguiente a las 17 horas aproximadamente, y teníamos que coger el tren a Roma (unas dos horas) y a continuación el bus hasta Ciampino. Una posibilidad era pasar la mañana en Nápoles sin hacer gran cosa por las prisas, así que decidimos ir muy temprano a Roma y dar un paseo viendo algunos monumentos de la ciudad “por encima”. Etapas 4 a 6, total 7
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