![]() ![]() India con mochila. Color, olor y seducción ✏️ Blogs de India
Relato del poder de seducción de India en un viaje con mochila de 21 días.Autor: Tonirodenas Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (30 Votos) Índice del Diario: India con mochila. Color, olor y seducción
01: Capítulo 1 – Y por fin India
02: Capçítulo 2 – Maharajá y maharaní en Bikaner
03: Capítulo 3 – El templo de las ratas y la fría noche en la sleeper class
04: Capítulo 4 – Descanso en Jaisalmer
05: Capítulo 5 – Tour en camello por el desierto del Thar
06: Capítulo 6 – 25 años en el desierto del Thar
07: Capítulo 7 – Rumbo a Udaipur en sleeper bus
08: Capítulo 8 – Romántica Udaipur
09: Capítulo 9 – Cambio de planes en dirección a Agra
10: Capítulo 10 – Nochebuena con vistas al Taj Mahal
11: Capítulo 11 – El Taj Mahal, una ciudad medieval y una elefantruska
12: Capítulo 12 – Pedaleando por Orchha
13: Capítulo 13 – De compras por Khajuraho, la ciudad de los templos del Kamasutra
14: Capítulo 14 – Khajuraho: yoga y kamasutra
15: Capítulo 15 – Varanasi, espiritualidad y pillería
16: Capítulo 16 – Vida y muerte a orillas del Ganges
17: Capítulo 17 – Fin de año en Varanasi
18: Capítulo 18 – Principio del final y suplicio en la sleeper class
19: Capítulo 19 – Visita a “La ciudad de los niños” y vuelta a Delhi
20: Capítulo 20 – Visita a la ONG Naya Nagar, final de trayecto
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Etapas 19 a 20, total 20
Empezaban a entrar los primeros rayos de sol por la ventana del vagón y algunos ya se levantaban de su cama. Yo llevaba casi una hora despierta y sin hacer más intentos por dormir, había desistido tras comprender que sin una buena manta iba a estar todo el rato pasando el suficiente frío como para no conciliar el sueño. Toni sin embargo aun durmió algo. Sin poder desmontar aun la litera me quedé un rato más tumbada observando el movimiento matutino de la gente. En las literas laterales una chica se arreglaba tímidamente el sari antes de saltar al pasillo para desmontar su cama, el vagón era un ir i venir de gente que iba al baño y la chica australiana, que había decidido también pasar el método de las “latas de sardina” con su compañero, se acababa de despertar.
De repente y rompiendo el silencio que aun reinaba el lugar, hizo su aparición estelar un vendedor de te, que haciendo gala de su tremenda capacidad pulmonar gritaba: “chaaaaaai” “chaaaaaai” Toni con los ojos aun cerrados saltó de la cama y seguidamente pidió uno. Ahora que ya se había levantado podíamos transformar las camas en asientos y al menos cambiar la postura. ![]() Durante toda la noche me dio tiempo hasta de hartarme de estar tumbada e hice casi 10 viajes al baño. Durante estos paseos nocturnos me di cuenta de que en el espacio entre los dos vagones cada vez había más gente durmiendo en el suelo, y pensé que cómo eran capaces de dormir a la intemperie cuando yo, que tenía una cama para mi, era incapaz de pegar ojo. Ahora ya casi todo el mundo estaba despierto y a mi empezaba a entrarme un sueño inaguantable, así que apoyé la cabeza en las piernas de Toni que saboreaba el chai absorto en sus pensamientos, y me dormí… A la hora que el tren tenía previsto llegar a Delhi llegó un mensaje de Carlos a nuestro móvil que habíamos enchufado para localizarnos. Tras la experiencia en el vertedero de Phnom Penh (Camboya) y la gratificación de ver el trabajo de la ONG “Por la sonrisa de un niño“, habíamos decidido visitar éste año una ONG española en India. Tras buscar en Internet encontramos la ONG Naya Nagar, cuyos colaboradores estaban trabajando en varios proyectos en la ciudad de Gurgaon. Carlos llevaba ya unos meses en ésta ONG dando clases de inglés y se iba a encargar de mostrarnos los proyectos en los que estaban actuando, y además, se había ofrecido a alojarnos en su piso. Pronto nos llegó un sms suyo diciendo ya había llegado a la estación de New Delhi y nos esperaba en el anden 16. Lo que no sabíamos es que íbamos a tardar aun más de una hora… Cuando por fin llegó el tren nos dimos cuenta de que estábamos muy lejos del andén del encuentro, así que hasta que lo encontramos aun pasó un rato más. Finalmente llegamos al ansiado andén, y antes de que nos pusiéramos a buscar al chico “con la chaqueta verde” oímos un “¡Toni!”, nos dimos la vuelta y vimos a Carlos que repitió “¿Toni?”. Los rasgos de Toni, que no los míos, delatan siempre de donde venimos, así que no le fue muy difícil reconocernos. Después de presentarnos cordialmente salimos de aquel sitio que empezaba a ser ya agobiante para todos y fuimos en busca de un taxi. Carlos, que estaba acostumbrado a lidiar con conductores espabilados, fue quién consiguió el taxi, no sin antes subir y bajar de uno al que no llegaba a un acuerdo. ![]() Nos dirigíamos a las instalaciones de Don Bosco, donde encontraríamos al “father” que nos acompañaría a “La ciudad de los niños” (uno de los proyectos), y de camino nos explicó un poco la organización y las funciones de la ONG. El tráfico en Delhi, como en todas las ciudades de India es un caos, pero finalmente llegamos al centro. El father Joseph nos recibió amablemente, nos abríó una de las habitaciones para descargar las mochilas y asearnos y nos ofreció el desayuno. En el comedor había una mesa preparada con leche, café, fruta, huevos y pan, y nos invitó a servirnos lo que quisiéramos. La curiosidad existía por ambas partes, así que si nosotros queríamos saber que es lo que ellos hacen allí, lo mismo le pasaba a él con nosotros y durante el desayuno les contamos un poco nuestro viaje. El father Joseph era un miembro del instituto Don Bosco en cuya institución dirige una ong donde realizan proyectos en India, uno de ellos en colaboración con Naya Nagar. Él y Carlos nos iban a acompañar a ver “La ciudad de los niños”, y dicho lugar se encontraba en el estado de Haryana, a unos cuantos kilómetros de Delhi. No había tiempo que perder, así que nada más terminarnos el desayuno cogimos las cámaras, subimos al coche del father y nos pusimos en marcha. “La ciudad de los niños” es el nombre que recibe el proyecto de la ONG española Naya Nagar en colaboración con la ONG india Don Bosco en los hornos de Passor. En dicho lugar hay 500 fábricas donde familias enteras elaboran a mano unos 1000 ladrillos diarios por unos 4 euros de ganancia (para toda la familia), durante jornadas que se alargan desde las primeras horas de la mañana hasta desaparecer los últimos rayos del sol. Además el analfabetismo de estas personas favorece su explotación por parte de los dueños. Los miembros de las familias viven en casas precarias construidas alrededor de los hornos formando slums en las que no se encuentran cosas tan básicas y necesarias como agua potable o luz y las condiciones higiénicas son exiguas. Ante la lamentable situación de estas personas, Naya Nagar empezó en enero del 2010 el proyecto solidario “La ciudad de los niños” con el que se pretendía ayudar a muchas de estas familias. Para ello colabora además de en la educación de los niños y su higiene básica, en el acceso al agua potable. ![]() Una hora más tarde con varias cabezadas incluidas por mi parte que aun estaba recuperando horas de sueño, llegamos a los hornos de Passor y ante nosotros apareció una explanada desértica en la que únicamente se erigían cada pocos kilómetros unas enormes chimeneas humeantes. Yo que acababa de despertarme tuve que frotarme los ojos ante tan singular panorámica, ¿Qué era aquello? Bajamos del coche y nos dirigimos al horno más cercano para poder ver la manera de trabajar de la gente. Para que pudiésemos ganarnos la confianza de los más pequeños durante nuestra estancia y que no tuviesen miedo, el father nos dio caramelos para repartir y en seguida se formó un corro de niños atraídos por la curiosidad hacia esas personas desconocidas que acababan de llegar. Como si de un tesoro se tratase, corrieron en avalancha hacia nosotros a coger los dulces, y así se fueron acostumbrando a nuestra presencia. La cara de los niños era de estupefacción, con alguna tímida sonrisa que empezaba a asomar en sus caras fruto del desconcierto que les debíamos causar. De esa manera nos fuimos acercando a una de las chimeneas donde cuecen los ladrillos en la que en ese momento los adultos se encontraban abriendo un agujero desde el que se podía ver el fuego que había debajo del suelo. Justo unos a unos metros de allí, otro grupo se encargaba de subir los ladrillos a un carro que arrastraba un burro. ![]() Estábamos a principios de enero, hacía frío y los niños y también algunos adultos se abrigaban con mantas. Dimos media vuelta y el fhater Joseph, al que insisto en llamar “padre” porque así es como se dirigía Carlos a él, nos indicó por donde podíamos acceder a las viviendas. En medio de una pared de ladrillos se abría un estrecho pasillo como un callejón en cuyo final se encontraba su “ciudad”, nos metimos en él y al llegar a la zona de las casas, su austeridad nos dejó perplejos. Se trataba de pequeñas casas hechas, como no, con esos mismos ladrillos, con los techos muy bajos y con poca cosa en su interior, y al vernos allí dentro sentí que algunos se habían intimidado con nuestra intrusión en su espacio vital. Aun así, no dejaban de venir niños a recoger caramelos. ![]() La siguiente visita fue el edificio en construcción que tenía previsto ser una escuela, en su interior aun no había nada construido, pero en la parte de fuera habían puesto unos columpios en los que un grupo de niños se divertía. Subimos a la última planta del edificio y el espectáculo visual que formaban las chimeneas era todavía más impactante, desde allí se podía apreciar la enorme extensión que abarcaban éstas, haciendo que nos preguntáramos cuantos centenares de familias estarían viviendo en las mismas condiciones. Nos quedamos con la sensación de que acabábamos de visitar un sitio irreal, que no podía ser cierto que tanta injusticia pasara inadvertida ante los ojos de la gente que no quiere ver y lo que es peor, de quienes se aprovechan de la pobreza y desesperación de familias enteras. Y sobretodo con un sentimiento que rozaba la culpabilidad de saber que nosotros terminaríamos la “visita” y ellos se quedarían allí “trabajando” y malviviendo. Sobreviviendo.Toni miraba por la ventana enfrascado en sus pensamientos, y yo que le observaba con atención no hubiese imaginado nunca que en unos meses él volvería allí y compartiría unos días solo, con ellos y su cámara. ![]() Para finalizar bajamos del edificio, subimos al coche y nos alejamos de allí, dejando atrás las chimeneas que desde ahora a nuestros ojos tenían un aspecto lúgubre… Y otra hora y pico más para volver hasta Delhi, pero esta vez con una parada para comer. Delante de lo que parecía una zona comercial, el father aparcó el coche y nos dirigimos hacia un edificio nuevo que contrastaba con la miseria de la gente que paseaba por delante, donde madres pedían mientra sus hijos paseaban descalzos. Subimos a uno de los pisos en los que se encontraba el restaurante más limpio que vi en todo el viaje, aunque Carlos nos recomendó no mirar en una cocina de restaurante en India nunca. Allí mismo comimos y aprovechamos para descansar un poco. Salimos de allí revitalizados y aunque el tiempo no acompañaba aun nos quedaban unas cuantas visitas por hacer en Delhi a las que el father nos acompañó amablemente. Aunque el tráfico era excesivo como de costumbre, de camino a la Puerta de la India pudimos ver desde el coche la casa del presidente, el parlamento y una avenida donde había decenas de embajadas. Una vez llegados a la Puerta bajamos a dar un paseo y enseguida nos dimos cuenta de que, a parte de ser un monumento en memoria de soldados muertos en la primera guerra mundial, se trataba de un lugar de reunión y paseo para muchísimas personas. Aquello estaba llenísimo de gente, pese al frío que hacía. ![]() Finalmente volvimos al edificio de Don Bosco a recoger nuestras mochilas, nos despedimos del father muy agradecidos por todo y aun tuvo el gesto de decirle a un empleado que nos acercara a casa de Carlos en coche. En media hora llegamos al piso, y casi antes de descargar las mochilas ya estábamos sentados en el improvisado sofá que habían montado en el salón. Teníamos cansancio acumulado y aquellos cojines de colores nos empezaron a atrapar. Suerte que llegó Guillermo, compañero de piso de Carlos y colaborador de la ONG como profesor de un cocina y salimos en busca de algo para cenar, porque estábamos a punto de quedarnos fritos. Fuimos en busca de un mercado que había cerca de allí, pero antes los chicos querían que viésemos una barriada marginal que había justo enfrente de donde ellos vivían, los slums. Nos metimos en una de las calles principales y seguramente una de las más grandes pues poco a poco fueron haciéndose más y más estrechas hasta llegar a alguna en las que teníamos que pasar de uno en uno y casi de lado. La gente nos miraba extrañada, sin entender que podrían estar haciendo o buscando cuatro extranjeros allí, pero nadie hizo ningún mal gesto ni vimos ninguna mirada amenazante, ya nos lo habían dicho, podíamos pasar tranquilos. Nos adentramos en un entramado de callejuelas que se convirtió en un laberinto en el que sus paredes estaban separadas por apenas un metro y teníamos que andar con cuidado de no meter los pies en la acequia que pasaba por en medio o de no tropezar con el suelo destrozado. Cuando alguien se acercaba en dirección opuesta teníamos que parar para que pudiesen pasar. Las casas eran austeras y la mayoría tenían las puertas abiertas, me llamó la atención que en muchas de ellas la gente estaba sentada en el suelo y mirando hacia fuera. Seguimos andando durante un buen rato, ahora a la izquierda, ahora hacia la derecha. Los niños jugaban por la calle. Ahora a la izquierda, ahora a la derecha. Finalmente llegamos a un punto en el que ni Carlos ni Guillermo sabían donde estábamos y tuvimos que preguntar a unos chavales como se salía de allí. Una vez fuera se orientaron, no estábamos muy lejos del mercado así que nos dirigimos hacia allí y compramos algo de verdura para hacer una ensalada…¡¡¡¡ cuanto tiempo sin probarla!!! De camino a casa compramos también unos momos, una especie de paquetitos de pasta con relleno de carne o verduras que me supo tan bueno que me dio rabia no haberlo probado antes… ![]() La cena en el piso de nuestros anfitriones entre pufs, cojines y un “sofá” fue grata y entretenida, y después de una sesión de carcajadas nos fuimos a dormir a una cama que, aunque se trataba de un simple colchón en el suelo, era la mejor que había probado en todo el viaje, aunque hubiésemos echado al pobre Carlos de la suya… (¡gracias!) Etapas 19 a 20, total 20
Amaneció en Delhi el último día de nuestro viaje y el sol, que no brillaba ni calentaba especialmente, parecía que auguraba un día triste de despedida. Nada hacía sospechar que nos esperaba una larga e intensa jornada de descubrimientos.
Tras desperezarnos durante casi media hora en la cama y sin atrevernos a abandonarla después de mucho tiempo sin probar un colchón tan cómodo nos levantamos. Fuera en el comedor ya se oía a Carlos que se preparaba para ir como cada día hasta Gurgaon, donde se encontraba la ONG. Guillermo hacía ya un rato que se había ido. Tras la advertencia de Carlos de que llegar hasta la escuela de la ONG nos iba a llevar un buen rato desayunamos fuerte y cogimos todas las ganas que teníamos reservadas para rematar el viaje. Sin duda ese día había que aprovecharlo. ![]() Gurgaon es una ciudad satélite de Delhi a la que se puede llegar en metro, pero la distancia entre el piso de nuestros anfitriones hasta la boca de metro más cercana era suficientemente grande como para tener que coger primero un rickshaw. Carlos llevaba ya bastante tiempo como para no dejarse engañar por los conductores, con los que cada mañana tenía que pelear para que le hiciesen un precio real, y no de turista, advirtiéndoles con frases como “no soy turista” o “yo vivo aquí” y exigiendo el “indian price”. Al final lo consiguió y subimos a uno. Llegamos al metro de Delhi que resultó ser de lo más peculiar. Daba la sensación de que a medida que descendíamos los peldaños de las escaleras de acceso nos adentrábamos en una zona occidentalizada, pero eso si, sin perder nunca su esencia. Después de pagar el billete y de que nos diesen en vez de un ticket una ficha de plástico como las de la feria, tuvimos que entrar por colas separadas (hombres y mujeres) pues nos cacheaban a la entrada. Una vez dentro sus normas tampoco dejaron de sorprendernos, con prohibiciones tan absurdas como no escupir, no hacer fotos o no sentarse en el techo del tren. Me pregunté si aquella última era realmente necesaria y traté de imaginar al metro llegando a la parada con un montón de gente arriba. Eso si, las normas las hacían cumplir y eran muy estrictos, un segundo tardó una mujer que vigilaba en venir corriendo al grito de “¡¡¡no está permitido!!! cuando Toni me hizo un foto. ![]() Cuando llegó el tren nos dimos cuenta de que la norma más tonta aun no la habíamos descubierto: uno de los vagones era de uso exclusivo para las mujeres, ellas podían entrar en cualquiera pero los hombres tenían prohibida su entrada en el femenino. Entramos los tres juntos en el primero que pillamos, pues yo que era la chica no tenía la absurda necesidad de refugiarme y haciendo caso omiso de los consejos de una sabia tía mía que desde que tengo uso de razón me repite la misma frase (¡¡¡cuidado con los hombres!!!!), me adentré en el peligroso mundo de la testosterona india… Salí ilesa de aquello y bastantes paradas de metro idénticas después llegamos a la nuestra. Salimos de allí sin perder ni un minuto pues aun había que hacer más cambios de vehículos: coger un par de rickshaws más. Una hora larguísima para llegar a Gurgaon, sin duda el esfuerzo diario de Carlos y Guillermo para llegar a la escuela era digno de admirar. Nada más abandonar la avenida en la que nos había dejado el rickshaw nos adentramos en una calle cuyo suelo lleno de socavones nos dio la bienvenida al barrio, habíamos llegado a Gurgaon. Cruzamos como pudimos aquel tramo atentos por no meter el pie donde no debíamos o caer en las profundidades de algún agujero, que para más inri estaban llenos de agua fruto de la lluvia de los últimos días. Superada la primera prueba nos metimos en unas calles más estrechas y unos cuantos metros más adentro encontramos la escuela. ![]() Nada más llegar se presentó Anil, el director de Mera Parivar, la ONG que trabaja junto a Naya Nagar en la zona. Arancha, fundadora de la ONG española, se encontraba unos días de viaje en España y no tuvimos ocasión de conocerla, pero después de haber hablado con ella los trabajadores estaban al corriente de nuestra visita y todos nos recibieron muy amablemente. ![]() En una de las aulas, Guillermo se encontraba en medio de un examen de cocina. El colaborador había decidido poner a prueba a sus alumnas para ver si estaban aprendiendo todas las cosas que él les estaba enseñando durante su curso. Las jóvenes, que no pasaba ninguna de los 25 años, aprendían con él cocina española con el objetivo de poder llegar a trabajar algún día en la casa de algún expatriado, tener un sueldo y con él conseguir un poco de independencia económica de sus maridos y suegras. Cuando los ingredientes estuvieron pelados y troceados, todas las chicas pasaron a la cocina y se pusieron a cocinar lo que al final resultaría ser nuestra comida. ![]() ![]() Tras estar un rato observando como las chicas se divertían aprendiendo con Guillermo pasamos al despacho. Allí Anil nos estuvo contando cosas de la ONG y sus objetivos y además pudimos ver como los colaboradores trabajaban organizando sus proyectos. Más tarde Carlos nos acompañó a ver las aulas donde dan clases los mas pequeños, ausentes durante esos días debido a una ola de frío y también a ver el “salón de belleza” donde las chicas aprendían peluquería y maquillaje. ![]() Quedaban aun cosas por ver, pero llegaba la hora de comer y empezábamos a estar hambrientos, así que antes de seguir con la visita probamos la comida que habían preparado las alumnas de Guillermo. Montamos una mesa en medio del local y disfrutamos de algunos de los platos. Sin duda se merecían todas un 10, ¡Exquisito! Teníamos planeado seguir viendo la actividad de la ONG por la tarde, pero me di cuenta de que se me habían terminado las cintas para grabar y no había cogido más, así que aprovechamos mi despiste para dar una vuelta por Gurgaon y buscar algún sitio donde las vendiesen. El barrio me sorprendió bastante. Por la mañana, cuando nos habíamos metido por la calle llena de socavones no hubiese podido imaginar que en la otra parte del barrio había comercios de lo mas modernos y limpios. Eso sí, sin desaparecer nunca esos contrastes tan impactantes, pues delante de un escaparate con televisores de plasma enorme paseaban vacas o vendedores ambulantes cuya mercancía eran calcetines y coleteros… Tras un largo paseo y con la cinta ya dispuesta para grabar volvimos a la ong, por la tarde seguían realizando actividades y aun pudimos ver muchas cosas que allí hacen. Algunos aprendían informática en una sala de ordenadores, las jóvenes participaban en un taller de costura y los niños repasaban inglés en el colegio. ![]() La visita había sido de lo más intensa. Salimos de allí con la misma sensación que cuando visitamos la ONG Por la sonrisa de un niño de Phnom Penh, con alegría de ver que hay gente que aunque sepa que cambiar el mundo es difícil, “pierde” su tiempo ayudando a las personas de un barrio a las que el resto de la gente tristemente ha decidido ignorar. Encima el esfuerzo da resultados. Después de un día tan profundo ya solo nos quedaba rematar el viaje disfrutando de Delhi, y que mejor manera de hacerlo que con dos personas que ya se conocían la ciudad: Carlos y Guillermo. Nos despedimos de la gente, les dimos las gracias por compartir con nosotros todo aquello y salimos de Gurgaon en dirección a la parada del metro. Esta vez, en vez de ir cogiendo tuk-tuks, nuestros anfitriones quisieron que probáramos la experiencia de subir en un autobús. Al principio no entendí donde estaba la gracia, pero cuando vi aparecer al vehículo rebosante de gente lo comprendí. Por mucho que me lo hubiesen exagerado, no podría haber imaginado nunca que dentro de tan pocos metros cuadrados cupiese tanta gente, intentar entrar ahí dentro era todo un desafío. Cuando el autobús paró delante de nosotros cogimos aire y fuerzas y nos metimos, aunque pareciese imposible había que abrirse paso. ![]() Una vez en el interior nuestro espacio vital, que ya había menguado bastante desde que pusimos los pies en India, prácticamente desapareció. Ahora las miradas indiscretas de la gente se habían acercado hasta un palmo de nuestras caras y en mi nuca casi podía sentir la respiración de los que tenía detrás, estábamos literalmente embutidos. Eso si, eso no era ningún impedimento para el revisor que desde la parte delantera del bus y desafiando cualquier ley física, se introdujo en medio de la aglomeración, atravesó todo el pasillo y llegó hasta nosotros. Cuando nos pidió el dinero pensé que el esfuerzo que había hecho el hombre por alcanzarnos valía más que aquellas cinco rupias. En cada parada subía más y más gente y cada vez nos alejábamos más de la puerta, y justo cuando pensaba que si entraba alguien más el autobús reventaría, Carlos dijo: “en dos paradas bajamos”. Esto indicaba que había que ir moviéndose hacia la puerta si queríamos bajar en la nuestra. Dos paradas antes y ya buscando la salida… Cuando pisé la calle sentí que podía volar… ![]() Bajamos otra vez al metro, pero esta vez nos metimos justo en la separación entre el vagón de mujeres y el resto. El número de hombres era mayor y pudimos ver como cada vez que paraba en una estación éstos invadían un poco más el coche femenino. Veinte minutos mas tarde llegábamos al centro de Delhi y tras dar un paseo entramos en un mercado. Aun teníamos pendientes algunas compras, pues nos apetecía tener chai y algunas especias para casa y los chicos nos dijeron que allí podríamos encontrar de todo. El mercado se asemejaba mucho a los de Camboya, los olores de las especias mezclados con los de las verduras, las frutas y la carne me transportaron a nuestro último viaje al sudeste asiático, pero el siempre persistente olor a chai me impedía olvidar que estábamos en India. Después de comprar algunas especies (Chicken masala, curry powder, garand masala, masala chai, etc…) salimos de allí pensando en las comilonas que nos pegaríamos en casa cuando volviésemos. Acabadas las compras nos fuimos a descansar de verdad. Llegamos al restaurante más moderno de cuantos habíamos visitado y subimos a la terraza. Allí arriba, enrollada con la manta que me había acompañado todo el día y al lado de un enorme brasero disfruté de las cervezas y de las anécdotas indias de nuestros compañeros. ![]() Un par de horas más tarde y hambrientos nos fuimos a un restaurante, llegaba el momento de la última cena, la cena despedida… Pedimos el último thali, el último nan, el último plato de Chicken masala, la última comida picante en mucho tiempo… ¡cuanto iba a echar de menos aquellos sabores! Estando con Carlos y Guillermo pasamos los últimos momentos en India. ![]() La vuelta a casa siempre es lo que menos me gusta escribir. Camino del aeropuerto empiezas a recordar, mientras contemplas el paisaje desde el taxi, todos los momentos pasados en los días anteriores. Parece que fue ayer cuando llegábamos a Delhi y ahora nos despedíamos de ella. ¿Hasta siempre? sin duda: no. Sería un hasta luego. Después de viajar por el Rajastán, deambular por las calles de Delhi, conocer sus gentes, su gastronomía, su olor, su peculiaridad y siendo conscientes de la inmensidad de un país como India, sabemos que este viaje ha sido un hasta luego. Todavía nos queda por ver muuuuucha India, y la llegada al aeropuerto Indira Ganhi no hizo más que ratificar mis pensamientos. Una gran estatua de una elefante con su cría presidía el interior del hall de salidas. Había estado en India y no había visto elefantes, mi gran pasión!!! ¿Sería quizá una señal? Lo sea o no, lo que sí que sé es que tenemos otro viaje a India pendiente y lograremos que sea de mucho más tiempo. ¿Esperamos también que conmochila sea desde donde os lo cuente todo! ¡Hasta pronto mochileros! ![]() NOTA: Si te ha gustado el relato no te pierdas los vídeos que acompañan el diario de viaje por India en nuestra web conmochila.com --> http://www.conmochila.com/category/paises/india/videos-de-india Etapas 19 a 20, total 20
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