Antes de iniciar el viaje me había documentado suficientemente de todos los lugares por los que íbamos a pasar y así descubrí la existencia de este lugar, que es, en realidad, un parque geológico, que no zoológico. Me llamó mucho la atención este lugar y solicitamos en Loldia House que nos llevaran a verlo. Recuerdo que Samy quedó un poco extrañado, pero se ofreció a acompañarnos durante todo el trayecto porque dijo que no podríamos realizar la excursión nosotros solos

Y allá que nos fuimos vestidos para la ocasión con zapato cómodo y pantalón corto que fue lo que nos recomendó. Aparcamos el auto a la entrada y nos dispusimos a recorrer el camino a pié que es la única forma de hacerlo. En realidad hay dos formas: bajando a pié por el lecho del río y luego subiendo por el camino seco o bajando a pié por el camino seco y después subiendo por el lecho del río


La bajada tenía su dificultad, pero nada que no se pudiera solventar y el camino estrecho, empinado y polvoriento. Por fin llegamos al fondo del barranco e iniciamos el ascenso del río. Es un cañón estrecho, tanto que en algunos lugares el único espacio que hay lo ocupa el río, por lo que hay que mojarse los pies. En otros sitios, además, el agua cae desde las rocas hasta abajo así que también te mojas por arriba. En fin que te mojas enterita de arriba abajo sin remisión.

Las aguas que corren roca abajo son aguas sulfurosas y termales a casi 30º de temperatura. Esta cualidad las hace importantísimas para la economía kenyata, pues alimentan una central térmica que facilita el 60% de la energía eléctrica que se consume en todo el país.
Pero, además, estas aguas son las que dan a este lugar la belleza que le caracteriza. El azufre se acumula en las rocas y las concede un tono verdoso o claramente verde y los surtidores que existen a lo largo de todo el camino producen pequeñas fuentes y charcos entre las rocas produciendo una sensación de “hervor” muy particular.
El camino no existe como tal sino que la ascensión es un puro triscar cual cabras por el risco, eso sí, un risco mojado y una cabra empapada; si a eso unís que esta cabra que escribe ya está en la cincuentena y algo más que sobrada de peso pues os podéis imaginar la escena: Señora mayor, gorda y con la máquina colgada al cuello con la firme intención de conseguir que no se moje, intentado subir por un lugar imposible, en el que hay que poner un pie en una pared vertical y el otro en la de enfrente y subir a pulso de brazo. ¡menos mal que mi marido iba detrás y me empujaba del culo cuando me atascaba!



Después Samy nos confesó que él estaba convencido de que no lo lograríamos y se quedó todo asombrado de nuestra hazaña


Por último llegó el momento de dejar Loldia House. Nos despedimos de Peter y Scoty y recogimos nuestras cosas con pena por abandonar aquel lugar en el que habíamos sido tan bien tratados, pero contentos porque la siguiente etapa era Masai Mara y El Cruce.
Subimos con Samy en el 4x4 que nos acercaría hasta el aeropuerto de Naivasha y en el camino nos cruzamos con un muchacho en bici al que Samy saludó y nos comentó “ahí va el jefe del aeropuerto en el vehículo oficial”. Tanto Jose como yo pensamos que era guasa, porque Samy ya había demostrado tener un sentido del humor muy fino.
Poco después llegamos a una zona llana y desarbolada junto al camino, en el que descansaban una manada de búfalos y varias cebras. Samy aparca el coche y baja del coche pegando gritos como un loco y haciendo molinetes con los brazos y se dirige hacia los búfalos hasta que consigue que se levanten y entonces los pastorea como si estuviese espantando gallinas y los saca del lugar. Nos quedamos de piedra. Siempre nos habían dicho que había que tener mucho cuidado con los búfalos que eran muy peligrosos y allí estaba este dirigiéndose hacia ellos a pié y sin ningún tipo de arma.
Cuando volvió nos dijo, como si fuera lo más normal del mundo, que los había espantado porque estaban en la pista y no podía aterrizar la avioneta.
Así que, admirados de su valor, entramos en el “aeropuerto de Naivasha” y nos dirigimos a la sala de espera, provista del mobiliario adecuado y una buena sombra
A mi marido se le ocurrió preguntar por el servicio, a lo que Samy respondió mostrándonos el “baño masai ecológico”, como podéis ver en esta foto.

Por fin llegó nuestra avioneta y nos marchamos de allí admirados de nuestra última experiencia.