…y llegó el día; sí, con minúsculas y cursiva. Si el día 12 de septiembre era EL GRAN DÍA, hoy es simplemente eso, el día, el día que teníamos que hacer las maletas y dejar esta maravillosa ciudad después de pasar aquí 12 días inolvidables. Pero contrariamente a lo que podáis pensar, no era una sensación de tristeza lo que sentíamos, porque habíamos aprovechado muy bien todo el tiempo que pasamos en NY, y aunque nos quedaban muchísimas cosas por ver, habíamos cumplido un sueño que hace 6-7 meses ni habíamos imaginado.
Habíamos estado a los pies de la Estatua de la Libertad; habíamos estado doce días viviendo al lado del Empire State, al cual habíamos subido tres veces; habíamos pasado un día completo en Central Park, viendo ardillas, viendo jugar a béisbol, comiendo hot-dogs; hablábamos de subir hasta Times Square como si se tratara de acercarnos a la Plaza Roja de Santiago de Compostela; incluso estuvimos a escasos metros de las Cataratas del Niágara, a bordo del Maid of the Mist… y los últimos días le comentaba a mi mujer que yo ya necesitaba un día de descanso, de tirarme en el sofá, ver tranquilamente la tele, o ponerme delante del ordenador y no hacer nada más, pero claro, estando en Nueva York eso no se puede hacer, y todavía nos quedaba una mañana enterita para terminar de exprimir nuestras vacaciones en NY, así que… ¡¡¡ manos a la obra… !!!
Antes de salir, hicimos las maletas para comprobar si era o no necesario comprar otra maleta, ya que a pesar de que trajimos una vacía, el viaje a Woodbury hizo que tuviésemos dudas sobre si nos iba a caber todo lo que habíamos comprado. Al final no hizo falta comprar otra, pero las que teníamos iban hasta los topes.
Mientras mi mujer terminaba de arreglarse para salir esa mañana, aproveché para hacer unas fotos de las vistas que teníamos desde el apartamento:



Habíamos quedado con el dueño del piso, Arturo, a las 15:30, así que teníamos toda la mañana para nosotros. Lo primero que hicimos al salir fue subir al Empire State, y con esta era la tercera vez que lo hacíamos, ya que al tener la New York Pass, la entrada era gratuita, y además hoy había amanecido un día radiante, caluroso y claro, y decidimos subir a despedirnos de la ciudad desde las alturas.
Al entrar al edificio nos dice una chica que con la New York Pass podemos entrar a ver la atreacción del SKYRIDE, y como no habíamos ido, aceptamos. La verdad es que nos llevamos una gran decepción, pues no es para nada lo que te imaginas. Es un simulador de un vuelo en helicóptero por Manhattan, pero la imagen se mueve mucho, te balancean y poco más. Menos mal que era gratis..., pagando no se os ocurra entrar, no merece la pena.
Nuestro edificio era alto, tenía 25 pisos, pero visto desde los 381 metros de altura que hay desde la azotea del Empire State, parece un chalecito.


Me encontraba ensimismado ante las vistas que nos deparaba la ciudad, cuando me doy cuenta de que hay una pareja por la parte exterior de la valla. Aquí está la foto que lo demuestra:

Me acerqué a ellos, y la reacción fue totalmente distinta de uno a otra. Mientras el palomo decidió abandonar el lugar mientras rumiaba algo así como:
- Nou foto, nou foto…
Su compañera la paloma me pidió unos segundos para repasar su plumaje y se pondría a disposición de mi objetivo. No pude esperar esos segundos que me pedía y al instante me puse a disparar.



¡¡¡ Lo que le tiene que costar a las palomas llegar hasta esta altura… !!!
Luego de un buen rato allí arriba, nos fuimos en busca del Edificio Chrysler, al que veíamos cada día desde la ventana de nuestro apartamento, pero todavía no habíamos estado a sus pies. El paseo desde el Empire State hasta aquí es corto, pero como era la última mañana que íbamos a estar en NY, queríamos exprimirla al máximo, así que íbamos por la calle intentando ver lo máximo. Nos fijábamos en la gente, los taxis, los edificios, las banderas…


Incluso en los animalitos que había por la ciudad, y no me refiero a las ardillitas de Central Park, ni de Battery Park; mirad, mirad…

Pasamos enfrente de la Gran Central Terminal y el edificio MetLife.

Y llegamos a los pies del Edificio Chrysler; imponente, impresionante, como un magnífico ejemplo del estilo arquitectónico Art Decó.


Pero lo que más llama la atención es su torre, cuya decoración está basada en los tapacubos usados en la época de su construcción por los automóviles de la marca Chrysler. También son muy conocidas las gárgolas con forma de águila que hay en las esquinas del piso 61.

Algo que no es tan conocido como las gárgolas, es que en las esquinas del piso 31, están unas réplicas de las tapas de los radiadores de los automóviles Chrysler de 1929, a las que se les añadieron unas alas.
Una vez inmortalizado este edificio, decidimos hacer una última intentona para entrar en la Biblioteca, a ver si hoy por fin podíamos entrar. Ya habíamos ido dos veces antes, en la primera fuimos demasiado temprano y todavía no habían abierto y en la segunda iban a cerrar pronto y no nos dejaron entrar, mejor dicho, no me dejaron entrar a mí, a mi mujer sí que la dejaban entrar… cosas que pasan…

Como dice el refrán “a la tercera va la vencida”, y esta vez sí que conseguimos entrar, lo peor es que no teníamos mucho tiempo. Unas fotos rápidas al hall de entrada y a algunas estancias, y listo, a continuar exprimiendo la mañana.




Y ya que estábamos tan cerca y el césped no estaba mojado como la otra vez, aprovechamos para descansar en Bryant Park, donde esta vez sí que estaban las sillas y las mesas colocadas en el césped, y con un montón de gente aprovechando la buenísima temperatura que había ese día.


No recuerdo donde ni que comimos este día.
Sobre las 3 de la tarde, nos fuimos al apartamento para esperar a Arturo y dar un último repaso por si nos quedaba algo olvidado; mientras yo hacía eso, mi mujer se quedó abajo intentando agotar los dólares que nos quedaban, ya que habíamos pagado casi todo con tarjeta, y nos quedaba una buena cantidad de billetes americanos.
En primer lugar, visita a la tienda de Victoria’s Secret, ya que no quería abandonar NY sin comprarse las famosas cremas de frutas de esta firma y algún bonito conjunto de ropa interior y acto seguido a GAP, que estaba justo en la acera de enfrente, y su escaparate lo veía cada día y ya tenía memorizadas las prendas que se iba a comprar.
A la hora acordada apareció mi mujer con sus compras, a las que hubo que hacer hueco en las ya repletas maletas,
- Encantados de haberte conocido.
- Lo mismo digo.
- Lo habéis pasado bien en NY.
- Ya te digo; la próxima visita a NY te llamamos.
- Encantado.
- Nos devuelves el dinero de la fianza.
- Ah, si, claro…
Apretón de manos; y abandonamos el lugar, con lágrimas en los ojos, sin mirar atrás (bueno, sí que echamos la vista atrás, y esto es lo que vimos, nuestro hogar provisional y el edificio más fotografiado de la Gran Manzana):

Llegamos a Penn Station y nos fuimos directos a las taquillas, a sacar los billetes para Newark. Con los tickets en la mano buscamos a que andén tenemos que ir y no lo pone en ningún sitio. Cola de nuevo para preguntárselo a la amable señorita que me dice que ya lo anunciarán por megafonía. ¡¡¡ Cachis… ahora a estar atento a los altavoces !!! Y lo que pasó cuando lo anunciaron me recordó al juego del pañuelo que jugábamos de pequeños, que decían un número y salían dos corriendo hacia el pañuelo. Pues esto es parecido; anuncian el número de vía y la gente se para y atiende, y de repente se ponen a correr hacia una puerta como si en ello les fuese la vida, nosotros hacemos lo mismo,
Aproximadamente en media hora llegamos a Newark, y aquí es donde tenemos que coger el famoso AirTrain, que es un tren circular que pasa cada 4 minutos y te deja en la terminal del aeropuerto que tengas asignada.

Como hemos venido en tren y no hemos tenido atascos llegamos a la terminal de TAP con mucha antelación, pero curiosamente ya había cola, aunque todos los mostradores estaban cerrados, así que armándonos de paciencia nos ponemos a esperar. Una hora más tarde abrieron y por fin, ya podemos facturar y olvidarnos del equipaje.
Entramos a la zona de embarque y mi mujer, que le encantan los perfumes, allá que se va al duty free. Aparece con Chanel nº 5 para ella, y para mi una de Calvin Klein que no conocía pero que se convertirá en una de mis preferidas.
Comentaros que para entrar en el país te revisan de arriba abajo, te escanean, te hacen foto de la retina, te vuelven a revisar, etc., pero para salir ningún problema, entregas la cartulina verde que rellenas en la ida y ya está, ya no eres responsabilidad suya....
Apenas nos dimos cuenta, ya estábamos sentados en el avión que nos traería de regreso a la península. Y a la hora exacta de salida el avión se pone en marcha, sorprendidos de que fueran tan puntuales, pero esto tiene truco pues nos llevaron hasta la pista de despegue y nos paramos, y nos comenta el comandante que tenemos por delante 25 aviones, es decir que tenemos que esperar hasta que despeguen 24 aviones para poder hacerlo nosotros.
El viaje se nos hizo muy pesado, mi mujer no pegó ojo en toda la noche, le cuesta dormir en sitios raros y yo, aunque pude dar alguna cabezadita, se me hizo largo igual y con mucho sueño aterrizamos en Oporto. Aquí ya había amanecido, eran las 8 de la mañana y con todo el cansancio acumulado vamos a por las maletas para salir cuanto antes a buscar nuestro coche y hacer las 2 horas y media que tenemos de autopista desde Oporto hasta Santiago de Compostela.
Esta era la idea, pero a veces lo que planeas, cualquier otro te lo puede echar abajo y así sucedió. Pasa la gente con montones de equipaje y no pasa nada, pues eran la mayoría portugueses, “invitaban” a alguno a pasar a la sala de inspección, pero pocos, pero cuando se encontraron con unos españoles, con dos maletas, equipaje de mano, mochila con cámara de fotos.
- Alto ahí !!! Cuántos sois?
- Dos.
Miradita al equipaje y a la sala de inspección.
Abre maletas, comprobación de tickets, que cuántos euros habíamos gastado en mercancía; “mercancía”, pero si es para uso personal todo lo que llevamos y para regalar, pero al agente eso no le vale, pues parece ser que solo se pueden gastar 300 euros por persona y a partir de ahí hay que pagar los impuestos correspondientes.
Pero ahí no quedó la cosa, el problema vino que en la hoja que habíamos cubierto en el mismo aeropuerto antes del viaje, donde anotamos el modelo y número de serie de los aparatos electrónicos que llevábamos y de la cámara de fotos, nos habían dicho que los objetivos no era necesario anotarlos. Craso error…!!! Nos tuvieron más de una hora allí decidiendo qué hacían con nosotros, pues teníamos que presentar factura de los objetivos, pues fácilmente los pudimos haber comprado o “robado” en Nueva York. Que se tenían que quedar allí y que cuando les presentáramos la factura nos los entregaban.
Ya nos imagináis allí intentando convencer al agente, cansados después de tantas horas sin dormir, preocupados por tener que dejar allí nuestros objetivos y tener que ir otro día a Oporto a recogerlos.
Pero aún hay gente amable y con empatía por el mundo, pues al agente le pareció que le estábamos contando la verdad, porque eso se ve en la cara de la gente, y nos dijo que por él no había problema pero que iba a hablar con su jefe y si le daba el OK nos dejaría pasar. Y efectivamente, después de más de una larga y agotadora hora, nos dejaron cerrar las maletas y salir de allí, ya no quedaba nadie de nuestro vuelo a la vista.
Perdonad por este rollazo que os acabo de contar, pero lo pongo precisamente para que no caigáis en el mismo error que nosotros, y que cuando llevéis aparatos electrónicos nuevos o que parezcan nuevos, llevéis algún documento que acredite que son vuestros o que cubráis el impreso que os dan en la aduana, pero anotando todo lo que llevéis, y así os evitareis momentos tensos como los que nos tocó vivir a nosotros.
Menudo fin de viaje, agotados, nos fuimos a por el coche y viaje a nuestra encantadora ciudad para ya descansar y recordar los innumerables buenos momentos que hemos pasado.
Este es otro de los momentos que me gusta de los viajes que hago, cuando llegamos al piso y todo ha salido bien; estamos los dos de nuevo en nuestra casa y no hemos tenido ningún percance importante. Luego vendrá lo de ponerse delante del ordenador y ver todas las fotos que hemos hecho, que es otra forma de revivir el viaje, y a partir de ahora, vamos a intentar hacer un relato de nuestros futuros viajes, como hemos hecho con este a Nueva York.
Y aquí finalizan nuestras impresiones y vivencias de este gran viaje de 12 días de duración, mejor dicho, 13 días desde que salimos de Santiago de Compostela con destino a Oporto. Espero que os haya gustado.
Un saludo desde donde termina el Camino.