Aterrizamos en Christchurch a primera hora de la mañana de un día nublado y con previsiones meteorológicas desfavorables, sobretodo para el día siguiente. Era nuestra última parada antes de finalizar nuestro viaje por Nueva Zelanda y teníamos previsto pasar un par de días por esta zona antes de abandonar el país. Al igual que en otras ocasiones teníamos varias alternativas pensadas para ocupar los dos días que íbamos a estar por aquí y decantarnos por una u otra iba a depender fundamentalmente del tiempo. Dado que aquí, como ya os he dicho otras veces, el clima va por barrios es fundamental estar en uno en el que no esté lloviendo, si es que lo hay.
Entre las opciones que teníamos la primera era alquilar un coche e ir hasta Kaikoura (mas de dos horas de ruta) para embarcar y ver, con algo de suerte, alguna ballena (cachalotes) y delfines. El problema es que si hace malo los barcos no salen por lo que interesa enterarse de cómo está el tiempo antes de recorrer los aproximadamente 180 kilómetros que hay hasta allí. En el mismo aeropuerto nos hicieron la gestión y nos informaron que, en principio, los barcos saldrían ese día y como la previsión era que empeorase decidimos no dejarlo pasar, así que alquilamos un coche y nos fuimos directamente hasta allí, dejando el turismo por la ciudad para después. La ruta por carretera es francamente bonita. La vía discurre por el interior buena parte del tiempo entre ríos y montes cubiertos de arbustos y con los Alpes neozelandeses de fondo hasta que, tras atravesar un puerto por una carretera demencial, la ruta pasa a ir paralela a una costa en la que a pocos metros de la orilla nadan y saltan los delfines.
Llegamos a Kaikoura una hora antes de la salida del barco. Para hacer tiempo opté por coger la cámara e irme a la orilla de la playa para ver cómo un grupo de delfines se recorría la costa a lo largo de la rompiente buscando su almuerzo. Dado que el día no era muy bueno precisamente y, además, se estaba levantando bastante viento no confirmaron la salida del barco hasta unos minutos antes de la hora programada, momento en el que nos montaron a todos en un autobús y tras un recorrido de unos diez minutos, nos dejaron en el muelle para embarcar en un moderno catamarán desde el que intentaríamos avistar algún cachalote.
Vimos dos o mas posiblemente vimos al mismo dos veces, porque una vez revisadas las fotos estoy casi seguro que era el mismo. Entre un avistaje y otro pasó en torno a los tres cuartos de hora así que es muy posible. De todas formas me da igual, sigue siendo un espectáculo magnífico. Sin embargo... a estas alturas he estado metido en una jaula alrededor de la cual nadaban varios tiburones blancos en Sudáfrica, he visto ballenas en Argentina y Sudáfrica (y ahora en Nueva Zelanda)... y mis favoritos siguen siendo los delfines (a lo mejor el día que consiga ver una manada de orcas cambio de opinión pero hasta entonces...).
Porque entre cachalote y cachalote vimos durante un buen rato a un grupo de delfines que nadaban, saltaban y echaban carreras a nuestro barco y para mi ese fue con diferencia el mejor momento de toda la excursión. O el que mas me hizo sonreir, por expresarlo de otra forma. La mayoría de los pasajeros se agolpaba en la borda al ver el cachalote. Para mi era algo poco novedoso así que me despreocupé de la cámara y me dediqué simplemente a observarlo pero con los delfines ya fue otra cosa. A mi me compensaron los casi 400 km que tuvimos que recorrer ese día, me alegraron el día. No lo puedo evitar, me resultan entrañables. Total, que después del madrugón para el avión, el vuelo (bastante malo, se movió muchísimo) y las mas de dos horas de coche se me pasó el cansancio de golpe gracias a un simpático grupo de delfines.
Llegamos a Christchurch a media tarde y tras instalarnos en el motel fuimos a dar una vuelta por el centro mientras buscábamos algún sitio para cenar. A la mañana siguiente amaneció lloviendo. De todos los días que pasamos en la isla sur éste fue el peor, junto con la segunda tarde que pasamos en Te Anau. Al menos hasta el mediodía, cuando mejoró. De todas las ciudades que he conocido en Nueva Zelanda Christchurch es mi favorita. Es la mas grande de la isla sur y también la mas bonita. De estilo muy inglés, por describirla de alguna forma, está atravesada por el río Avon por cuyas márgenes hay un paseo en torno al cual se suceden los antiguos edificios coloniales entre jardines y parques y que es muy recomendable recorrer. Además un tranvía de madera efectúa un pequeño recorrido por todo el centro de la ciudad y aunque perfectamente puede hacerse andando, no es una mala forma de ver lo mas interesante de la misma. El billete te permite subir y bajar en cualquier parada visitando de esa forma los principales puntos de interés de la ciudad. De todos ellos lo que mas me gustó fue el Arts Centre, complejo de galerías de arte, artesanías, tiendas y estudios situado en los antiguos edificios de la Universidad de Canterbury. Me hubiese gustado pasar mas tiempo en él aunque quién sabe, posiblemente habría acabado medio arruinado.
En Christchurch concluimos nuestro viaje por Nueva Zelanda. Mas de tres semanas, varios vuelos internos, un ferry y mas de 4000 km en coche para recorrer de punta a punta un país situado en las antípodas haciendo noche en casi una docena y media de lugares distintos. Sol, lluvia, nieve, granizo, frío y calor en veintitantos días pasados en un país increíble... Nos presentamos antes de que amaneciese en el aeropuerto para tomar un vuelo. Nuestro recorrido por Nueva Zelanda ha terminado, pero no así este viaje. Aun nos quedaba una etapa más. Bueno dos en mi caso, porque el vuelo que teníamos que coger nos dejaría en Sydney a primera hora de la mañana y mientras éstos pasarían allí las tres noches siguientes, yo tomaría un vuelo más que me llevaría hasta el centro de Australia, donde una inmensa montaña de roca de color rojizo se levanta en mitad del desierto. Su nombre, Uluru.
Entre las opciones que teníamos la primera era alquilar un coche e ir hasta Kaikoura (mas de dos horas de ruta) para embarcar y ver, con algo de suerte, alguna ballena (cachalotes) y delfines. El problema es que si hace malo los barcos no salen por lo que interesa enterarse de cómo está el tiempo antes de recorrer los aproximadamente 180 kilómetros que hay hasta allí. En el mismo aeropuerto nos hicieron la gestión y nos informaron que, en principio, los barcos saldrían ese día y como la previsión era que empeorase decidimos no dejarlo pasar, así que alquilamos un coche y nos fuimos directamente hasta allí, dejando el turismo por la ciudad para después. La ruta por carretera es francamente bonita. La vía discurre por el interior buena parte del tiempo entre ríos y montes cubiertos de arbustos y con los Alpes neozelandeses de fondo hasta que, tras atravesar un puerto por una carretera demencial, la ruta pasa a ir paralela a una costa en la que a pocos metros de la orilla nadan y saltan los delfines.
Llegamos a Kaikoura una hora antes de la salida del barco. Para hacer tiempo opté por coger la cámara e irme a la orilla de la playa para ver cómo un grupo de delfines se recorría la costa a lo largo de la rompiente buscando su almuerzo. Dado que el día no era muy bueno precisamente y, además, se estaba levantando bastante viento no confirmaron la salida del barco hasta unos minutos antes de la hora programada, momento en el que nos montaron a todos en un autobús y tras un recorrido de unos diez minutos, nos dejaron en el muelle para embarcar en un moderno catamarán desde el que intentaríamos avistar algún cachalote.
Vimos dos o mas posiblemente vimos al mismo dos veces, porque una vez revisadas las fotos estoy casi seguro que era el mismo. Entre un avistaje y otro pasó en torno a los tres cuartos de hora así que es muy posible. De todas formas me da igual, sigue siendo un espectáculo magnífico. Sin embargo... a estas alturas he estado metido en una jaula alrededor de la cual nadaban varios tiburones blancos en Sudáfrica, he visto ballenas en Argentina y Sudáfrica (y ahora en Nueva Zelanda)... y mis favoritos siguen siendo los delfines (a lo mejor el día que consiga ver una manada de orcas cambio de opinión pero hasta entonces...).
Porque entre cachalote y cachalote vimos durante un buen rato a un grupo de delfines que nadaban, saltaban y echaban carreras a nuestro barco y para mi ese fue con diferencia el mejor momento de toda la excursión. O el que mas me hizo sonreir, por expresarlo de otra forma. La mayoría de los pasajeros se agolpaba en la borda al ver el cachalote. Para mi era algo poco novedoso así que me despreocupé de la cámara y me dediqué simplemente a observarlo pero con los delfines ya fue otra cosa. A mi me compensaron los casi 400 km que tuvimos que recorrer ese día, me alegraron el día. No lo puedo evitar, me resultan entrañables. Total, que después del madrugón para el avión, el vuelo (bastante malo, se movió muchísimo) y las mas de dos horas de coche se me pasó el cansancio de golpe gracias a un simpático grupo de delfines.
Llegamos a Christchurch a media tarde y tras instalarnos en el motel fuimos a dar una vuelta por el centro mientras buscábamos algún sitio para cenar. A la mañana siguiente amaneció lloviendo. De todos los días que pasamos en la isla sur éste fue el peor, junto con la segunda tarde que pasamos en Te Anau. Al menos hasta el mediodía, cuando mejoró. De todas las ciudades que he conocido en Nueva Zelanda Christchurch es mi favorita. Es la mas grande de la isla sur y también la mas bonita. De estilo muy inglés, por describirla de alguna forma, está atravesada por el río Avon por cuyas márgenes hay un paseo en torno al cual se suceden los antiguos edificios coloniales entre jardines y parques y que es muy recomendable recorrer. Además un tranvía de madera efectúa un pequeño recorrido por todo el centro de la ciudad y aunque perfectamente puede hacerse andando, no es una mala forma de ver lo mas interesante de la misma. El billete te permite subir y bajar en cualquier parada visitando de esa forma los principales puntos de interés de la ciudad. De todos ellos lo que mas me gustó fue el Arts Centre, complejo de galerías de arte, artesanías, tiendas y estudios situado en los antiguos edificios de la Universidad de Canterbury. Me hubiese gustado pasar mas tiempo en él aunque quién sabe, posiblemente habría acabado medio arruinado.
En Christchurch concluimos nuestro viaje por Nueva Zelanda. Mas de tres semanas, varios vuelos internos, un ferry y mas de 4000 km en coche para recorrer de punta a punta un país situado en las antípodas haciendo noche en casi una docena y media de lugares distintos. Sol, lluvia, nieve, granizo, frío y calor en veintitantos días pasados en un país increíble... Nos presentamos antes de que amaneciese en el aeropuerto para tomar un vuelo. Nuestro recorrido por Nueva Zelanda ha terminado, pero no así este viaje. Aun nos quedaba una etapa más. Bueno dos en mi caso, porque el vuelo que teníamos que coger nos dejaría en Sydney a primera hora de la mañana y mientras éstos pasarían allí las tres noches siguientes, yo tomaría un vuelo más que me llevaría hasta el centro de Australia, donde una inmensa montaña de roca de color rojizo se levanta en mitad del desierto. Su nombre, Uluru.