24 y 25 de mayo de 2008, sábado y domingo.
Último día de viaje. Nos levantamos temprano y conseguimos meterlo todo en las maletas. ¡Menos mal que hemos comprado unas nuevas! Nos tenemos que subir encima para poder cerrarlas (todo por los dichosos edredones, que abultan mucho).
Nuestro vuelo sale esta noche a las 00:30, así que tenemos que dejar la habitación al mediodía. Pues cuando estamos listos llamamos al botones para que se quede con el equipaje hasta las 19:00 aproximadamente en que pensamos volver para salir hacia el aeropuerto. Se queda con todo menos con dos chaquetas que no han cabido en las maletas y que decidimos llevar en la mano y el guerrero de Xi'an que al decirle que tenga cuidado porque es frágil dice que no se lo queda. Así que me paso el día cargada con el guerrerito.
Hemos dejado para el último día la visita a las instalaciones olímpicas: la piscina, el estadio, y todo lo que podamos ver, así que cogemos un taxi hasta allí. Le enseño al taxista la foto de la piscina en el mapa de Beijing y parece que sabe ir.
Cuando por fin llegamos hace un sol de justicia (creo que es el único día que ha hecho sol en todo el viaje). Nos deja un tanto alejados de la piscina y tenemos que llegar andando. Los árboles de la zona están recién plantados y no hay ni una mala sombra así que lamento no tener una sombrilla como la que llevan casi todas las chinas, pero no voy a comprar una el último día.
La piscina y el estadio están uno junto a otro y de este último sale mucha gente (en la tele hemos visto que hay una competición de atletismo, así que deducimos que es aquí y que acaba de terminar una sesión). Hay una entrada para visitantes y por allí nos metemos pero no te puedes acercar a las instalaciones, solamente dejan salir, no entrar. Además todos los alrededores están en obras, como estaba el gimnasio de la Universidad por lo que nos tenemos que contentar con hacer fotos de lejos, como un montón de gente más que parece que ha venido con la misma intención que nosotros. Ya veis que está todo vallado y lo más cerca que puedes estar es en esa valla:
Nuestro vuelo sale esta noche a las 00:30, así que tenemos que dejar la habitación al mediodía. Pues cuando estamos listos llamamos al botones para que se quede con el equipaje hasta las 19:00 aproximadamente en que pensamos volver para salir hacia el aeropuerto. Se queda con todo menos con dos chaquetas que no han cabido en las maletas y que decidimos llevar en la mano y el guerrero de Xi'an que al decirle que tenga cuidado porque es frágil dice que no se lo queda. Así que me paso el día cargada con el guerrerito.
Hemos dejado para el último día la visita a las instalaciones olímpicas: la piscina, el estadio, y todo lo que podamos ver, así que cogemos un taxi hasta allí. Le enseño al taxista la foto de la piscina en el mapa de Beijing y parece que sabe ir.
Cuando por fin llegamos hace un sol de justicia (creo que es el único día que ha hecho sol en todo el viaje). Nos deja un tanto alejados de la piscina y tenemos que llegar andando. Los árboles de la zona están recién plantados y no hay ni una mala sombra así que lamento no tener una sombrilla como la que llevan casi todas las chinas, pero no voy a comprar una el último día.
La piscina y el estadio están uno junto a otro y de este último sale mucha gente (en la tele hemos visto que hay una competición de atletismo, así que deducimos que es aquí y que acaba de terminar una sesión). Hay una entrada para visitantes y por allí nos metemos pero no te puedes acercar a las instalaciones, solamente dejan salir, no entrar. Además todos los alrededores están en obras, como estaba el gimnasio de la Universidad por lo que nos tenemos que contentar con hacer fotos de lejos, como un montón de gente más que parece que ha venido con la misma intención que nosotros. Ya veis que está todo vallado y lo más cerca que puedes estar es en esa valla:


Hemos hecho muchas fotos, pero de cerca ninguna porque era imposible acercarse. Deseo mejor suerte a futuros viajeros.
Este edificio, que parece que tiene forma de antorcha olímpica, está justo al lado de la piscina. Fijáos en el pedazo de pantalla que tiene en la pared:

Decidimos salir de allí caminando porque no pasa ni un maldito taxi y cualquiera entiende los letreros que hay en las paradas de autobús. No son con números como los de la ciudad, sino con letras, así que deducimos que son líneas especiales para ir a las instalaciones olímpicas.
Lo dicho, carretera y manta, bordeamos la zona y subimos por un puente desde el que se pueden hacer mejores fotos. La que he puesto del estadio olímpico es desde este puente.
Así que andando, andando llegamos a una parada de metro y cuando la vemos pensamos: ¡estamos salvados!. Y un cuerno, la parada está en construcción así que hay que seguir caminando. A la derecha tenemos un parque, así que intentamos entrar, pero no conseguimos localizar la puerta. Luego resulta ser una especie de parque temático. Al final, después de andar un montón y no encontrar bus, metro, ni la puerta del dichoso parque conseguimos parar un taxi y explicarle al taxista, plano en mano, que nos lleve a la estación de ferrocarril, a ver si hay tanta gente como la noche anterior y podemos hacer alguna foto.
Cuando llegamos, después de aproximadamente los 16 kilómetros de trayecto resulta que, con el calor que hace, en la estación hay mucha menos gente que el día anterior, (y la que hay no se ve porque está resguardada en sombrillas y sombras varias) así que tampoco hacemos fotos.
Acabamos el día paseando tranquilamente por Beijing, por la sombra claro, porque hace un calor de mil demonios. De vez en cuando hacemos una paradita, tomamos una cerveza, un café y así nos vamos despidiendo de esta ciudad que ha sido nuestra casa durante 10 días y va a ser la de nuestro hijo durante un año. Por cierto, hoy no está con nosotros porque ha ido con sus compañeros de la Universidad a Simatai, a ver la Gran Muralla. Vendrá luego para acompañarnos al aeropuerto (cuando aparece está un poco gamba del sol y cuenta que la zona es un tanto difícil, pero que lo ha pasado muy bien).
Lo dicho, carretera y manta, bordeamos la zona y subimos por un puente desde el que se pueden hacer mejores fotos. La que he puesto del estadio olímpico es desde este puente.
Así que andando, andando llegamos a una parada de metro y cuando la vemos pensamos: ¡estamos salvados!. Y un cuerno, la parada está en construcción así que hay que seguir caminando. A la derecha tenemos un parque, así que intentamos entrar, pero no conseguimos localizar la puerta. Luego resulta ser una especie de parque temático. Al final, después de andar un montón y no encontrar bus, metro, ni la puerta del dichoso parque conseguimos parar un taxi y explicarle al taxista, plano en mano, que nos lleve a la estación de ferrocarril, a ver si hay tanta gente como la noche anterior y podemos hacer alguna foto.
Cuando llegamos, después de aproximadamente los 16 kilómetros de trayecto resulta que, con el calor que hace, en la estación hay mucha menos gente que el día anterior, (y la que hay no se ve porque está resguardada en sombrillas y sombras varias) así que tampoco hacemos fotos.
Acabamos el día paseando tranquilamente por Beijing, por la sombra claro, porque hace un calor de mil demonios. De vez en cuando hacemos una paradita, tomamos una cerveza, un café y así nos vamos despidiendo de esta ciudad que ha sido nuestra casa durante 10 días y va a ser la de nuestro hijo durante un año. Por cierto, hoy no está con nosotros porque ha ido con sus compañeros de la Universidad a Simatai, a ver la Gran Muralla. Vendrá luego para acompañarnos al aeropuerto (cuando aparece está un poco gamba del sol y cuenta que la zona es un tanto difícil, pero que lo ha pasado muy bien).
A falta de fotos de instalaciones olímpicas, aprovecharé para poner un pequeño monográfico de transporte en Beijing:










Recogemos las maletas y nos vamos en taxi a la nueva terminal 3 que han inaugurado en marzo con motivo de las Olimpiadas (por ahí he leído que es diseño de Norman Foster). Es inmensa y está muy bien organizada.



Nos ponemos a la cola de facturación y enseguida empiezan. Menos mal que hemos venido pronto y así podemos conseguir buenos asientos para llevar las piernas estiradas, que son muchas horas de vuelo.
Cenamos en un Burger King del aeropuerto en el que son todo eficacia: no hay clientes, son cuatro personas y tardan más de un cuarto de hora en preparar el pedido.
Cuando vamos a pasar el control de vigilancia y ya no dejan entrar acompañantes, nos despedimos y quedamos en que se quedará media hora o así por si tenemos algún problema con inmigración y no conseguimos que nos entiendan.
Desde este punto de la terminal, lo primero que hacen es subirnos a un tren que recorre, aproximadamente, 3 o 4 kilómetros.
Al bajar encontramos las ventanillas de inmigración y ahora aprovecho para decir que las azafatas en el avión te dan un impreso que tienes que rellenar y luego entregar para que te sellen la entrada en el pasaporte. Te devuelven una parte del impreso que guardas y vuelves a entregar al final, para que te sellen la salida. Bueno pues yo me pasé todo el viaje atacá por si perdía el dichoso papelito de salida y luego me fijé que había gente que no lo tenía pero que allí mismo había un montón para cogerlos y rellenarlos. ¡Pues de pueblo que es una, vaya!
A continuación la revisión del equipaje de mano. Me hacen pasar dos veces el bolso y también dicen que van a abrir la maleta de aseo pero, mientras paso por segunda vez el bolso cambia el poli que estaba revisando, y la poli nueva no abre la maleta de aseo; se limita a escanear la tarjeta de embarque y me dice que pase. Como solo escanean la mía le intentamos explicar que somos dos, que por qué no pasa la otra y nos contesta que todo está OK. Nos vamos un poco moscas por si luego tenemos algún problema pero no mareamos más por si acaso.
Entre pitos y flautas resulta que ha pasado casi una hora desde que nos hemos despedido y el pobre nos llama para ver si puede irse, así que le decimos que sí, que solo nos queda buscar la puerta de embarque y hasta eso podemos valernos aunque no sepamos chino.
Nos encontramos con un viajero español que cuenta que viaja habitualmente a China por negocios y que en el último viaje hizo la vuelta por París y allí lo desplumaron de todo el equipaje alegando que lo que llevaba eran falsificaciones y además le pusieron una multa de 4.000 euros. Comenta que no cree que pase lo mismo con este vuelo porque llegamos directamente a Madrid. ¡Pues vaya gracia!
Empezamos a embarcar a la hora prevista, las 00:30 del domingo 25 de mayo y despegamos con solo cinco minutos de retraso. El vuelo va casi lleno. Al rato nos dan de cenar y apagan las luces. No hay películas en español y el mando para los juegos no funciona bien así que leemos un poco e intentamos dormir. A las siete horas más o menos vuelven a darnos de cenar (el menú es el mismo que el anterior), apagan otra vez las luces y no las encienden hasta que falta una hora para llegar a Madrid. Yo abro una de las ventanillas para ver la luz del día y una de las azafatas me hace volverla a cerrar aunque casi todo el pasaje está viendo la tele o jugando a algo. Se ve que querían tenernos a todos tranquilitos y así ellas también lo estaban. La verdad es que hay una diferencia notable entre el servicio de Swisse Airlines y el de Air China.
Aterrizamos en Madrid a las 7:45 del domingo, tras 12 horas y 40 minutos de vuelo. Al salir encontramos a la policía nacional en la misma puerta del avión, pidiendo el pasaporte. A los que llevamos pasaporte de España ni siquiera nos lo miran. Salimos y vemos que están separando a los que siguen viaje hasta Sao Paulo de los que nos quedamos en Madrid. En Madrid hace frio, 9 grados, así que por fin valen para algo las chaquetas con las que hemos cargado todo el día anterior.
Pasamos la mañana con nuestro otro hijo y después de comer, a las 16:05 horas cogemos el tren. Cuando por fin entramos en casa por la noche, ni siquiera tenemos ánimo para deshacer las maletas. ¡Hace 46 horas y 40 minutos que nos hemos levantado! Mañana, con mucha pena, volveremos a la normalidad. Ahora me doy cuenta del viaje tan impresionante que hemos hecho y las cosas tan bonitas y sobre todo, tan distintas, que hemos visto. Pero nuestro hijo sigue allí y ¿quién sabe? a lo mejor todavía hacemos otra escapadita antes de que vuelva.
Posdata: Me ha encantado escribir este diario y recordar, mientras lo escribía, todo lo que he vivido. Espero que pueda servir de ayuda a quienes lo lean, si es que están preparando un viaje a China. Y a quienes no tengan previsto ir tan lejos, que les sirva para conocer un poco aquel país. Si lo he conseguido, habrá merecido la pena el tiempo que he empleado en ello. Un saludo a todos y muchas gracias.
Cenamos en un Burger King del aeropuerto en el que son todo eficacia: no hay clientes, son cuatro personas y tardan más de un cuarto de hora en preparar el pedido.
Cuando vamos a pasar el control de vigilancia y ya no dejan entrar acompañantes, nos despedimos y quedamos en que se quedará media hora o así por si tenemos algún problema con inmigración y no conseguimos que nos entiendan.
Desde este punto de la terminal, lo primero que hacen es subirnos a un tren que recorre, aproximadamente, 3 o 4 kilómetros.
Al bajar encontramos las ventanillas de inmigración y ahora aprovecho para decir que las azafatas en el avión te dan un impreso que tienes que rellenar y luego entregar para que te sellen la entrada en el pasaporte. Te devuelven una parte del impreso que guardas y vuelves a entregar al final, para que te sellen la salida. Bueno pues yo me pasé todo el viaje atacá por si perdía el dichoso papelito de salida y luego me fijé que había gente que no lo tenía pero que allí mismo había un montón para cogerlos y rellenarlos. ¡Pues de pueblo que es una, vaya!
A continuación la revisión del equipaje de mano. Me hacen pasar dos veces el bolso y también dicen que van a abrir la maleta de aseo pero, mientras paso por segunda vez el bolso cambia el poli que estaba revisando, y la poli nueva no abre la maleta de aseo; se limita a escanear la tarjeta de embarque y me dice que pase. Como solo escanean la mía le intentamos explicar que somos dos, que por qué no pasa la otra y nos contesta que todo está OK. Nos vamos un poco moscas por si luego tenemos algún problema pero no mareamos más por si acaso.
Entre pitos y flautas resulta que ha pasado casi una hora desde que nos hemos despedido y el pobre nos llama para ver si puede irse, así que le decimos que sí, que solo nos queda buscar la puerta de embarque y hasta eso podemos valernos aunque no sepamos chino.
Nos encontramos con un viajero español que cuenta que viaja habitualmente a China por negocios y que en el último viaje hizo la vuelta por París y allí lo desplumaron de todo el equipaje alegando que lo que llevaba eran falsificaciones y además le pusieron una multa de 4.000 euros. Comenta que no cree que pase lo mismo con este vuelo porque llegamos directamente a Madrid. ¡Pues vaya gracia!
Empezamos a embarcar a la hora prevista, las 00:30 del domingo 25 de mayo y despegamos con solo cinco minutos de retraso. El vuelo va casi lleno. Al rato nos dan de cenar y apagan las luces. No hay películas en español y el mando para los juegos no funciona bien así que leemos un poco e intentamos dormir. A las siete horas más o menos vuelven a darnos de cenar (el menú es el mismo que el anterior), apagan otra vez las luces y no las encienden hasta que falta una hora para llegar a Madrid. Yo abro una de las ventanillas para ver la luz del día y una de las azafatas me hace volverla a cerrar aunque casi todo el pasaje está viendo la tele o jugando a algo. Se ve que querían tenernos a todos tranquilitos y así ellas también lo estaban. La verdad es que hay una diferencia notable entre el servicio de Swisse Airlines y el de Air China.
Aterrizamos en Madrid a las 7:45 del domingo, tras 12 horas y 40 minutos de vuelo. Al salir encontramos a la policía nacional en la misma puerta del avión, pidiendo el pasaporte. A los que llevamos pasaporte de España ni siquiera nos lo miran. Salimos y vemos que están separando a los que siguen viaje hasta Sao Paulo de los que nos quedamos en Madrid. En Madrid hace frio, 9 grados, así que por fin valen para algo las chaquetas con las que hemos cargado todo el día anterior.
Pasamos la mañana con nuestro otro hijo y después de comer, a las 16:05 horas cogemos el tren. Cuando por fin entramos en casa por la noche, ni siquiera tenemos ánimo para deshacer las maletas. ¡Hace 46 horas y 40 minutos que nos hemos levantado! Mañana, con mucha pena, volveremos a la normalidad. Ahora me doy cuenta del viaje tan impresionante que hemos hecho y las cosas tan bonitas y sobre todo, tan distintas, que hemos visto. Pero nuestro hijo sigue allí y ¿quién sabe? a lo mejor todavía hacemos otra escapadita antes de que vuelva.
Posdata: Me ha encantado escribir este diario y recordar, mientras lo escribía, todo lo que he vivido. Espero que pueda servir de ayuda a quienes lo lean, si es que están preparando un viaje a China. Y a quienes no tengan previsto ir tan lejos, que les sirva para conocer un poco aquel país. Si lo he conseguido, habrá merecido la pena el tiempo que he empleado en ello. Un saludo a todos y muchas gracias.