
El Everest, los Annapurnas; el fértil y exótico valle del Katmandú; las feraces tierras de Chitwan... Nepal tiene muchos paisajes asombrosos y fascinantes; es un país encantador y delicioso, cuyas gentes aún conservan la inocente calidez que en otros rincones asiáticos no han sabido (o no han podido) mantener. Sigue, de alguna forma, anclado en las fronteras del espacio y del tiempo, y por eso resulta tan cautivador. Así, al menos, se presentó ante mis ojos y mi corazón: una tierra sublime e infortunada, sumida en un letargo de siglos del que a duras penas intenta despertar. Un país impactante desde el primer golpe de aire que, especiado y polvoriento, te asalta cuando bajas la escalerilla del avión.

Otros viajeros antes que yo hablaron mucho y muy bien de los principales atractivos turísticos del país: las tres ciudades del valle de Katmandú; Pokhara y sus alrededores, la zona del Everest, Chitwan.... Tengo poco que añadir a sus excelentes crónicas: si acaso algunos detalles personales que quizá incluya al final de este diario. Pero he decidido centrarme en la experiencia que más me ha llenado de estos veinte días tan intensos y emocionantes: la ruta por la tierra de los Tamang, una región poco conocida del norte del país que me ha cautivado hasta niveles que ni yo mismo podía imaginar.

Sí: todavía es posible conocer otras realidades; pisar senderos milenarios; compartir pan con gente generosa y humilde; cuya dignidad en la pobreza es una auténtica lección. Y si a eso le añades las espectaculares vistas de los Himalayas, con cumbres nevadas de más de 7000 metros de altitud; los valles vertiginosos labrados de bancales; las aguas limpias de los caudalosos ríos; los bosques de rododendros, tupidos, y densos, habitados por ruidosas familias de monos blancos; los monasterios rupestres; las piscinas de aguas termales; los amaneceres, y las bandadas de niños corriendo a tu encuentro al grito de "Namaste" ... Pues ya os podéis imaginar por qué he vuelto tan sorprendido y emocionado.

Resumir todas esas sensaciones (con palabras, o con imágenes) sería pretencioso e inútil; pero sí intentaré ofrecer algunos datos prácticos para que podáis organizar vuestro propio viaje a la tierra de los Tamang: es accesible, apasionante y barato; y puede hacerse de forma independiente. Si os gusta un poquito la aventura y queréis apartaros de los lugares más concurridos... ¡este será vuestro paraíso!
