Tras descubrir Chaurhattar es hora de emprender camino hacia mi lugar favorito en la comarca: el bellísimo pueblo de Gatlang, que está a unos 45 minutos de paseo desde casa de Milan. Cuando digo paseo, quiero decir PASEO: se accede por la carretera de Songdang, y hasta una abuela podría llegar tranquilamente. Llegar a Gatlang es como hacer un viaje en el tiempo: ya cuando lo ves, a lo lejos, con sus rústicos tejados de madera; las casas derramándose bellamente sobre un tapiz de verdes bancales... Bueno, la imagen es indescriptible, tenéis que verlo para sentirlo.

Al llegar, no sé por qué, tuve la sensación de que regresaba a ciertas esencias; de que la humanidad... o casi mejor, la Humanidad (así, en mayúsculas) sigue existiendo en alguna parte del mundo. Las estupas rupestres; las alegres banderas de oración, tendidas al viento; las elegantes casas de los Tamang, con esas balconadas tan preciosas y sus ventanas de madera labrada....

Y sobre todo la gente: mujeres elegantes y bellas acarreando enormes fardos a la espalda; hombres orgullosos, inocentes, con su cuchillo tradicional bien visible en la cintura; y niños de mirada limpia, risueños y felices en su pobreza, persiguiéndome en bandada al grito de "Namaste" y pidiéndome una foto para mirarse en la pantalla de mi cámara digital. Se nota que Gatlang me conquistó el corazón, ¿eh? No exagero ni un poquito. es un pequeño paraíso; y espero que siga siéndolo durante mucho, mucho tiempo.


Un día en Gatlang puede dar para mucho; yo recomendaría pasar en el pueblo al menos dos jornadas... pero eso ya va a gusto del consumidor. Sí os invito vivamente a visitar Parvati Kunda, un pequeño poblado que hay al norte de Gatlang, con lago sagrado, monasterio budista y fábrica de quesos incluida. El camino es escarpado, y toma algo más de media hora, pero merece MUCHÍSIMO la pena. Allí arriba hay un pequeño restaurante, en el que por menos de un euro podréis daros un auténtico festín (lo lleva una señora que se llama Kayla, podéis preguntar por ella). No dejéis de entrar en el monasterio: es un lugar auténticamente mágico; y el cuidador parece sacado de una película de Indiana Jones. Lo suyo es ofrecerle un pequeño donativo: cincuenta rupias nepalesas (o lo que es lo mismo, cincuenta céntimos de euro) es una cantidad más que suficiente.

Aquí de nuevo se abren varias opciones: volver a Chaurhattar a pasar la noche; o dormir en Gatlang. Hay un hotelito a la entrada del pueblo; un par de "Home stay" (casa que, por una mínima cantidad de dinero, dan alojamiento y comida a los viajeros); y también está el Comunnity Center: un edificio en la parte baja del pueblo que dispone de un par de habitaciones comunitarias en plan albergue. Como no suele estar muy frecuentado, lo normal es que la habitación sea sólo para ti. El precio por pernoctar... abusivo, como veréis... ¡un euro, nada menos! Vamos, regalao... Además, el Manager y su equipo (un grupo de jovencitos que se encarga del mantenimiento del lugar) me trataron a cuerpo de rey. Hay agua embotellada, cerveza, y un extenso menú que incluye diversos platos de arroz, fideos, huevos, patatas. A mí es que este sitio me encanta. Lo recomiendo con convicción... ¡y además tiene ducha con agua caliente! Perfecto para pasar al menos una jornada y descansar a gusto, que mañana empieza la caminata ya más en serio.
