En esta jornada afrontamos el trekking propiamente dicho. eso quiere decir que ya tenemos a nuestro guía local (es fácil contratar uno allí, sobre la marcha. Milan puede orientarnos; y no debe contar mucho más de diez euros al día, más los gastos de estancia y comida - que son, por otra parte, irrisorios). El guía es, además, porteador: si sois varios viajeros y no queréis ir cargando con la mochila, podéis contratar más porteadores. Los precios de éstos ya no los sé: es cuestión de negociar por adelantado, y seguro que la cantidad que os van a pedir será más que razonable.
Pues eso: que nos levantamos bien prontito; disfrutamos del amanecer, y quizá de un café mañanero para coger fuerzas; y precedidos por nuestro guía local empezamos a caminar. La primera parte del trekking en una suave bajada que nos conducirá hasta el pueblecito de Chilime, a los pies del valle. Resulta delicioso recorrer este camino, que atraviesa una auténtica jungla hasta alcanzar la ribera. El amanecer... ¡glorioso!

Ya en la zona más baja, atravesamos un arroyuelo y descubrimos que el camino está festoneado por unas curiosas plantas que... mmm... me suenan de algo, éstas las he visto yo en otro sitio. Mi guía me dijo que aquí crecen espontáneamente, y que no se hace de ellas ningún tipo de uso (son una especie de "mala hierba"; aunque seguro que muchos lectores no piensan lo mismo).

Si tenemos un buen guía, seguro que se buscará la vida para que desayunemos en alguna de las casas de Chilime: una experiencia muy, muy recomendable, ya que por "la voluntad" (menos de dos euros parece un poco ridículo) disfrutaremos de un auténtico desayuno Tamang, compuesto de café o té; y roti (pan ácimo que las mujeres amasan ante nosotros, y luego tuestan en sartén o piedra) con tortilla francesa. Mmmmm... sólo de recordarlo se me hace la boca agua...
Tras desayunar, abandonamos Chilime por un puente colgante sobre el río, y comenzamos el ascenso a Tatopani. No es un ascenso muy abrupto, pero se nota que subimos.... ¡y mucho! Los paisajes son espectaculares, con vistas a todo el valle; y veremos también muchas plantas autóctonas, que los Tamang utilizan con fines medicinales o gastronómicos. Me hizo mucha gracia que, justo a mitad de la ascensión, apareciera una especie de.... ¿bar, podría decirse?, allí, en medio de la nada. El propietario es un chico encantador que vende agua, refrescos y tentempiés a los sufridos trekkistas. Merece la pena parar un rato, hacerle negocio al chaval y charlar un poco en macarrónico inglés.

Un poco después del mediodía deberíamos estar alcanzando nuestro destino de hoy: la villa de Tatopani. Bueno, lo de "villa"... ¡es mucho decir! Realmente encontraremos un conjunto breve de casas y hotelitos, dispuestos en torno al principal atractivo de este lugar. Una pista: en Tamang, "tato" significa "caliente" y "pani", "agua".

¡Así es! El pueblo dispone de unos maravillosos baños termales naturales, frecuentados por locales y foráneos que, en estas rústicas piscinas, se entregan felizmente a las edificantes tareas de la higiene y el solaz. Vamos, que después de cinco horas caminando, el reconstituyente baño en las cálidas aguas de estos "hot springs" es un lujo en toda regla. Por lo demás, en Tatopani tampoco hay mucho más que hacer, salvo disfrutar de las vistas y, quizá, charlar con otros visitantes que se encuentren por la zona.
Pasaremos la noche en uno de los hotelitos del pueblo: encantadoras construcciones de madera que ofrecen alojamiento por 1,50 euros. La habitación es sencilla, pero tiene su gracia. Obviamente duchas no hay (para eso están los baños termales); pero sí cobertura de móvil y un rudimentario sistema eléctrico alimentado por una batería de coche que, a su vez, se recarga con energía solar.
En cuanto a la comida... bueno, aquí, como en el resto de alojamientos turísticos de la zona, es posible disfrutar de una carta relativamente variada, y con unos precios más que razonables. Se ve que los "hosteleros" (ejem) del valle se han puesto de acuerdo, porque en todos sitios tienen el mismo menú, que incluye platos de arroz, fideos, huevos, patatas, sopas... ¡incluso macarrones y espaguetis! A los cerveceros (como yo) les diré que disfrutar de un botellín nos saldrá comparativamente bastante caro: hay que decir que a estos sitios no pueden acceder los vehículos a motor, así que todos los suministros son cargados sobre las espaldas de los sufridos porteadores. La cerveza en un producto pesado... y por eso cuesta más cara que otras vituallas más ligeras. De todas formas, 2,40 euros por una botella de casi un litro tampoco es para echarse las manos a la cabeza. ¡Y lo bien que sienta esa ambarina ambrosía mirando las cumbres nevadas del Langtang Lirung! Quita, quita: dinero que pago besao, y sin cargo de conciencia ninguno.

Nota importante: Tatopani está ya a más de 2600 metros de altitud; y en la jornada de mañana alcanzaremos los 4.000 metros. Es importante descansar bien y beber mucha agua, porque cada organismo es un mundo y estas son ya unas altitudes que pueden pasar factura. Yo, personalmente, noté cierto mareíllo y un leve dolor de cabeza que se me pasó gracias a San Espidifén Bendito. Lo dicho: descanso, aclimatación... y si no nos encontramos bien, pues dedicamos otro día a disfrutar de las aguas termales de Tatopani y permitimos a nuestro cuerpo aclimatarse de forma más gradual. De todas formas, y según creo, es inusual que aparezcan problemas por debajo de los 4000 metros, así que... ¡a disfrutar, que mañana nos espera el día más duro de caminata!