Como el vuelo a Londres salía de Barajas a las 7:40, y por tanto necesitábamos estar en el aeropuerto al menos una hora antes, (ya teníamos las tarjetas de embarque imprimidas desde casa), debimos pedir un taxi porque a esas horas no hay otro medio de transporte. La primera chorrada es que no sé qué pitaba dentro de mi estructura al pasar por seguridad. El caso es que tocó cacheo, pero no me descubrieron ningún misil, ni nada por el estilo. Así que a la hora fijada embarcamos mi mujer y yo sin ningún problema. El vuelo con Easyjet, compañía que me gusta porque no me limita el peso del equipaje de cabina, fue perfecto y con total puntualidad estábamos en Gatwick.
Lo primero que hicimos fue pasar por un cajero automático a sacar algo de metálico porque no llevaba más que unos pocos euros y las tarjetas. Y seguro que algo habría que pagar en cash. Sacamos 500 libras que pensábamos podían ser suficientes dado que íbamos a pagar muchas cosas con la tarjeta. Con el dinero de su graciosa majestad en el bolsillo nos sentimos dispuestos a todo.
Nos acercamos a un mostrador donde se podían sacar billetes de trenes y buses. Pensaba que me iban a mandar a las maquinitas para obtener los billetes del Southern que había comprado por internet. Pero no. Me pidieron la tarjeta con la que los compré y la hoja impresa donde iba el localizador y el empleado me ahorró pelearme con la máquina. Esto puede ser útil para más de uno.
Con los billetes entramos en la estación. Todo indicado y sin problema. Miramos los paneles y vimos el primer tren Southern que iba a Londres Victoria. Venía de estaciones anteriores y vimos que terminaba en Victoria parando en tres o cuatro estaciones en el camino. Todo perfectamente indicado en el panel. Incluido el andén, o platform como dicen ellos, desde el que sale. Para acceder a los andenes hay que meter el billete por una de las puertas de acceso, similares a las del metro y ya estás dentro. Esperamos que llegara el tren, nos subimos, teniendo cuidado de no meternos en primera para evitar jaleos, nos sentamos, que había un montón de asientos libres, y en poco más de media hora estábamos en Londres-Victoria.
Tras comprobar lo ya dicho, es decir que al salir la puerta en la que hay que meter el billete, se lo tragaba y protestar sin ningún éxito, entre otras cosas porque mi inglés es más básico que el altaria, decidimos ir a la estación de metro, también indicada, y allí en la taquilla pillar una travelcard semanal para cada uno y sendas oyster para los dos últimos días, ya que íbamos a estar nueve días. Tras pagar con la tarjeta de crédito una respetable suma de dinero, £55,20 de las dos travelcards y £30 de las oyster, cargada cada una con £10, más las £10 de los dos depósitos, Total £85,20, que en euros se acercaban peligrosamente a los 100 €. En ninguna parte del mundo, por mucho que luego me fueran a devolver £10 de los depósitos, me he gastado en nueve días esa cantidad de pasta en transporte público.
Tras el atraco, primer viaje en metro. Los que hemos crecido viajando en metro en Madrid, teníamos bastante camino recorrido. Solo hay que saber leer los recorridos que hay a la entrada a los andenes para obviar el tema de las distintas líneas que se bifurcan y que salvo el caso de la línea circle, la amarilla, que es algo más follonera, no suelen causar ningún problema, a no ser que estés en zonas más allá de la 3. Para movernos por las zonas 1-2 nosotros no hemos tenido prácticamente ningún problema, quitando la anécdota, que ya contaré, del día del Templo indio, que ya estaba en la zona 3.
Pues bien, tras el correspondiente transbordo, llegamos a Paddington, que era la estación más cercana a nuestro hotel, unos 4-5 minutos. Como tenía perfectamente estudiado el camino al hotel, efectivamente tardamos 4-5 minutos, sin margen para el error. ¿El hotel? Pues el Darlington, en Sussex Garden. Lo primero que nos chocó es que no era como los hoteles en España. Había que llamar para que desde la recepción te abrieran la puerta de la calle. Vamos como si llegaras a casa de tu amigo y llamaras al interfono. Gracias a que en el metro ya habíamos aprendido, a base de machaconear, lo del mind the gap, que aquí pusiera Mind the step nos hizo comprender que había algún tipo de riesgo con algún escalón, (porque sabíamos desde 39 steps, que step era escalón). Efectivamente, nada más cruzar la puerta abierta a través del interfono, había un hermoso escalón muy propicio para tener el primer tropiezo. Nosotros llegamos sanos y salvos hasta recepción, donde no tuvimos la suerte que hubiera alguien que mascullara español, (luego descubrimos que sí había dos recepcionistas con conocimientos de nuestro idioma). Así que con las dificultades propias de solo conocer palabras, pero con una buena capacidad para la gesticulación, logramos entender que el check in hasta las 14:00 ni flores. Dejamos las maletas allí, (eran ya cerca de las 12:00) y nos dedicamos a descubrir la zona.
Lo primero que hicimos fue ir a la estación del tren de Paddington y hacernos con los billetes que habíamos comprado por internet para ir el penúltimo día a Oxford. Así ese día no nos teníamos que parar a esto. Sin problemas. Nos fuimos a una taquilla y volvimos a esquivar las máquinas. El atento caballero de la taquilla con solo la tarjeta con la que habíamos pagado y el localizador nos dio tal cantidad de billetes que no nos lo creíamos. Empezamos a ver uno a uno, pero cuando comprobamos que estaban los de ida y los de vuelta no seguimos revisando. Ya os contaremos la anécdota por la que más nos valiera haber revisado hasta el final todo el fajo de billetes.
Luego fuimos hasta un Texco express y vimos que no tenía casi de nada. Y cuando después de andar un rato se habían hecho las 13:00 decidimos comer para ir ganando tiempo y poder salir lo más rápido posible cuando a las 14:00 nos hicieran el checkin. Entramos a un local de la cadena Garfunkel que vimos al pasar, más que nada porque sabíamos por internet que tenían carta en español, lo que para enterarnos de algo el primer día lo vimos interesante. Seguramente fue el día que peor comimos en Londres. Y eso que yo me pedí un pie de esos que había oído decir que están muy buenos. Empezamos a temernos lo peor con las comidas. Al menos no resultó especialmente caro.
Con las mismas nos fuimos hasta el hotel. Faltaban 10 min para las 14:00 y pensábamos que tendríamos que esperar pero no. Dijeron que la habitación ya estaba lista. Nos preguntaron si pagábamos ya o lo dejábamos para el final. Algo que también nos sonó a chino y que nunca en España nos habían planteado. Como es de cajón dijimos que esperaríamos al The End. Al subir a la habitación vimos que tenía unas dimensiones humanas, tanto la room como el baño, que teníamos nuestra prevención después de leer tantas cosas. Incluso en el baño había gel y champú. Así que tan contentos. No nos importó que debajo de la inevitable moqueta debiera existir suelo de madera, lo que producía sonidos varios al pisar. Ya veríamos si en el silencio de la noche, eso era molesto o no.
Tomada posesión de la room nos lanzamos hacia el metro porque esa tarde estaba programado el British, que sabíamos cerraba a las 17:30 y queríamos tener aunque fuera un par de horas, tiempo límite que nosotros soportamos un museo. No siendo nosotros muy de museos, hay que reconocer que la labor de rapiña del imperio británico ha conseguido reunir una excelente colección de objetos y obras de arte. No voy a hablar ahora del British porque tenéis toda la información del mundo. Eso sí no me resisto a poner una foto macabrilla de una momia que vimos por las salas. Más que nada porque no es de lo que se suele colocar a la hora de hablar del British:

Al salir del British, la primera en la frente, estaba lloviendo. Sacamos chubasquero y paraguas y empezamos a hacer un recorrido que me tenía preparado por la zona, pero aquello que venía del cielo cada vez tenía más intensidad. Así que decidimos dejarlo, (luego pudimos recuperarlo en siguientes días o entraba en algún recorrido de Londres en Español). A las 19:00 teníamos el primer tour con éstos, concretamente el dedicado al Soho. Habíamos pensado ir hasta el lugar de encuentro andando y recorriendo la zona, pero tal y como llovía empezamos a amortizar la travelcard y cogimos el metro. Al salir había dejado de llover. Nos dimos una vuelta por Oxford Street y bajamos un poco por Regent Street. Allí nos topamos con los almacenes Liberty que realmente llaman la atención

Merece la pena entrar porque el interior se corresponde con el exterior.
Finalmente ya era la hora de acercarnos al lugar de encuentro con los de Londres en Español. Se hizo la hora de salir y no veíamos a nadie con el mosqueo correspondiente. Estábamos en una esquina. Se nos ocurrió mirar al otro lado de la esquina y allí estaban. Menos mal. Tras los saludos correspondientes iniciamos una especie de maratón andando estilo londinense, es decir a toda pastilla. Entiendo que debe ser así para poder cubrir todo el recorrido. La verdad es que merece la pena, ese recorrido y todos los que hicimos con posterioridad. Salimos perfectamente informados de lo que significó y significa el Soho y Chinatown. El que quiera ponerse a nuestra altura ya sabe lo que tiene que hacer. Por muy preparado que tuviera mi viaje es imposible conocer los detalles que ellos nos enseñan. Por ejemplo por ningún sitio vi escrito la existencia de este mural en la esquina entre Carnaby Street y Broadwick Street, llamado The Spirit of Soho, en el que bajo las faldas de Santa Ana se integran montones de personajes que han vivido en el barrio, incluidos Carlos Marx o Mozart. Nos dijo Abraham, el de Londres en Español, que cada hora en punto las figuras adquieren movimiento y por ejemplo Marx aparece bebiendo una coca cola. El mural se merece inmortalizarlo en el foro (haciendo constar que la fotografía la he sacado de internet porque se ve mucho mejor que la que yo tomé):

Tampoco se encontraría con esta curiosa placa en un portal del barrio que no hace falta traducir.

El tour finalizó en Leicester Square. Allí nos metimos en un local de la cadena Bella Italia donde tuve a bien tomar unos macarrones “Marco Polo”, que juro estaban en el menú del restaurante. Y francamente no estaban malos.
Terminada la cena metro al hotel y fin del primer día en Londres. La verdad es que para ser el primer día y habiendo empezado después de comer, no nos podíamos quejar. British y alrededores y el Soho colmaban lo que se podía hacer en medio día.