Teníamos el vuelo directo de Madrid a Cork, con la compañía Aer Lingus, con llegada a Cork en torno a las 12:30 hora local. El vuelo se retrasó un poco, pero llegamos a tiempo para recoger el coche de alquiler en el propio aeropuerto. Cogimos uno de gama baja, suficientemente grande para 2 personas y una maleta y a buen precio.
Como de esto hace ya más de 4 años, no teníamos GPS ni móvil con 3G ni nada de eso, así que íbamos tirando con la guía que habíamos comprado previamente en Madrid y con el mapa de carreteras que te proporciona la propia compañía de alquiler. Así que del aeropuerto, fuimos rumbo a Cork, donde aparcamos en una zona de pago (en una tienda tipo estanco se compraba un ticket en el que tenías que “rascar” el día y las horas que ibas a tener el coche aparcado) y tras comprarnos unos sándwiches echamos a andar por la ciudad de Cork. A pesar de ser la 3ª ciudad más grande de Irlanda, es bastante “cómoda” para recorrer a pie, así que pudimos ver durante nuestro camino la catedral de San Finn Barre, la University College junto al río y, subiendo la colina, la iglesia roja y blanca de Shandon.
Como anécdota negativa de este día, al echar mano del bolso para empezar el reportaje fotográfico, me di cuenta de que la cámara no estaba. Al volver al coche, tenía esperanza de encontrarla allí, pero por lo visto se me cayó en algún momento y alguien se aprovechó de mi despiste… ¡Empezamos el viaje bien! Sin cámara y, por tanto, sin fotos. Aún nos quedaba el móvil para poder hacer alguna fotillo…
Una vez visto Cork (y sin cámara) partimos hacia Cashel, donde haríamos nuestra primera noche en el B&B O’Briens Lodge (regentado por unos simpatiquísimos Jill y Tom). El paraje era espectacular y el alojamiento muy acogedor, incluso tenían ovejas y cabritas en el jardín… Tras un paseo por los alrededores, nos fuimos a dormir pues el día había sido largo y había que madrugar al día siguiente para nuestro siguiente destino.
Como de esto hace ya más de 4 años, no teníamos GPS ni móvil con 3G ni nada de eso, así que íbamos tirando con la guía que habíamos comprado previamente en Madrid y con el mapa de carreteras que te proporciona la propia compañía de alquiler. Así que del aeropuerto, fuimos rumbo a Cork, donde aparcamos en una zona de pago (en una tienda tipo estanco se compraba un ticket en el que tenías que “rascar” el día y las horas que ibas a tener el coche aparcado) y tras comprarnos unos sándwiches echamos a andar por la ciudad de Cork. A pesar de ser la 3ª ciudad más grande de Irlanda, es bastante “cómoda” para recorrer a pie, así que pudimos ver durante nuestro camino la catedral de San Finn Barre, la University College junto al río y, subiendo la colina, la iglesia roja y blanca de Shandon.
Como anécdota negativa de este día, al echar mano del bolso para empezar el reportaje fotográfico, me di cuenta de que la cámara no estaba. Al volver al coche, tenía esperanza de encontrarla allí, pero por lo visto se me cayó en algún momento y alguien se aprovechó de mi despiste… ¡Empezamos el viaje bien! Sin cámara y, por tanto, sin fotos. Aún nos quedaba el móvil para poder hacer alguna fotillo…
Una vez visto Cork (y sin cámara) partimos hacia Cashel, donde haríamos nuestra primera noche en el B&B O’Briens Lodge (regentado por unos simpatiquísimos Jill y Tom). El paraje era espectacular y el alojamiento muy acogedor, incluso tenían ovejas y cabritas en el jardín… Tras un paseo por los alrededores, nos fuimos a dormir pues el día había sido largo y había que madrugar al día siguiente para nuestro siguiente destino.