El día empieza bien, por no decir estupendamente. Además del Irish Breakfast, nuestra anfitriona nos agasaja con unos bizcochos y mermeladas caseros, además de fruta fresca variada, todo buenísimo.
Empieza nuestra siguiente etapa: Cork.
Esta vez utilizamos el autobús para el desplazamiento, ya que es directo y tardamos la mitad de tiempo que si lo hiciéramos en tren. El único inconveniente es que hasta las 14:00 no llegamos a nuestro destino.
Una vez en Cork, lo primero que hay que hacer es buscar el alojamiento, el Gabriel House B&B. Teóricamente no tiene que ser muy difícil, porque según Booking, está a tan solo 200 m de la estación de autobuses y de ferrocarril. Cierto, siempre que sea un experto escalador y quieras subir por unas escaleras super empinadas, llenas de basura y con alguna jeringuilla que otra, y claro, cargados con las maletas. En caso contrario, toca caminar durante un cuarto de hora, cuesta arriba y cargados con las susodichas maletas. Una vez allí, te encuentras ante una mansión, con un jardín precioso con mesas para descansar por la tarde y tomar algo y unas habitaciones de ensueño.
Pero vamos a lo que interesa. Cork es la segunda ciudad de Irlanda y se encuentra situada en el Condado de Cork, en el sudoeste de Irlanda, en la ramificada bahía del río Lee, de ahí el nombre del lugar, (Corcaigh o pantano). La llaman la Venecia Irlandesa, ya que también está construida sobre el agua y el centro de la ciudad ese encuentra en una isla, pero la verdad es que las comparaciones a veces son odiosas (no digo que Cork no sea bonita, pero es que Venecia…).
También recibe el sobrenombre de la Ciudad Rebelde pues siendo una ciudad obrera y popular, simbolizó siempre la resistencia a la represión y la población no dejó nunca de luchar contra la ocupación británica. Por este motivo, los habitantes de Cork reivindican que su ciudad debería ser la capital de la República de Irlanda.
Atravesamos el río por St. Patrick’s Bridge, que desemboca en St. Pactick Street, una de las calles principales de la ciudad, llena de vida, donde se reúnen las tiendas más importantes: Dunnes Stores y Marks and Spencer. Paseando por ella, nos damos cuenta de la mezcla entre modernidad e historia que hay en sus edificios. Podríamos decir que es el Portal de l’Angel de Barcelona, pero con coches.
Giramos por Princess St, hasta encontrarnos con el English Market, el antiguo mercado de frutas, verduras, carne y pescado es el gran abastecedor de la ciudad desde el siglo XVIII, cuando nació. Debe su nombre a que los primeros que instalaron sus puestos de comida aquí fueron mercaderes protestantes. Los católicos irlandeses tenían un mercado propio, situado en otro punto de la ciudad. Pero fue el English Market el que resistió las plagas y la hambruna, e incluso quedó en pie tras el incendio que sufrió Cork durante la Guerra de la Independencia irlandesa (1919-1921). Lo que nos encontramos es una mezcla de gente local que viene a hacer la compra junto con turistas que venimos a curiosear, puestos de fruta, carne (donde se puede comprar la típica morcilla de Cork, que está hecha con sangre de oveja) y algún puesto de pescado, aunque pocos, con puestos dedicados a la restauración donde degustar desde el típico Irish breakfast a shushi,…
Salimos del English Market por la otra puerta, la que da a Grand Parade. Muy cerca se encuentra The Counting House, sede de las oficinas de Beamish & Crawford Brewery, donde se producía una de las marcas de cerveza negra local, que al parecer compite con la Guiness. Es un edificio de estilo Tudor, construido a principios del siglo XX. En 1963 fue la única parte del complejo cervecero que no fue demolida y reconstruida por Canadian Breweries cuando actualizaron la fábrica de cerveza para incluir instalaciones más modernas. Desde 2022 el edificio está en obras para reutilizarlo como centro para diversos eventos.

Sinceramente, no niego que la Beamish compita con Guiness, pero cuando en los Pub’s hemos pedido una pinta de cerveza local, siempre nos han servido una Murphy.
Volvemos por nuestros pasos hasta Gran Parade y nos dirigimos hacia el río. En la esquina con South Mall, se encuentra el National Monument Cork, monumento dedicado a los Patriotas Irlandeses que murieron en los levantamientos de 1798 y 1867.

Seguimos por South Mall hasta atravesar el río Lee por Parliament Bridge. Seguimos el curso del río hasta quedar frente a Holy Trinity Roman Catholic Church o Father Matthew Memorial Church, un edificio neogótico en el que destaca su esbelto campanario. Es un Memorial al Padre Mateo, que era conocido como el “Apóstol de la Sobriedad”, que predicó la impopular doctrina de la abstinencia y se convirtió en un activista social, trabajando para mejorar las condiciones de los pobres.

Giramos por Dumbar St hasta Red Abbey St., donde se encuentra la Red Abbey Tower, una reliquia de la colonización anglo-normanda y es una de las últimas estructuras visibles que quedan de la época de la ciudad amurallada de Cork. Los agustinos establecieron una abadía en Cork en el siglo XIII dedicada a la Santísima Trinidad. Recibe su nombre de la piedra rojiza con la que está construida. Actualmente todo lo que queda de la construcción es la torre del campanario. No se puede subir a la torre, pero aún se puede ver arquitectura medieval en el arco inferior de la estructura y en las ventanas superiores.

Nuestro siguiente objetivo es la St Fin Barre’s Cathedral, aunque vamos con pocas esperanzas de llegar a tiempo. Efectivamente, podemos admirar su fachada a través de la verja. Tendremos que volver otro día por aquí: es tarde para visitar monumentos y pronto para volver al hotel.

Antes de ir a comprar la cena, decidimos pasarnos por Universidad de Cork que se encuentra muy cerca y que, cuando aparece ante tus ojos, te das cuenta de que merece la pena visitarla. Cuando se traspasa la verja de entrada, se llega a un parque verde. Pronto se empiezan a ver los edificios históricos más importantes y te sientes transportado en el tiempo. La institución nace como tal a mediados del siglo XIX. Se construyeron amplios y modernos edificios para la época, en un estilo que ha sido descrito como gótico perpendicular, gótico Tudor o gótico victoriano.
Pasear por el césped es una gozada y como hace solete, aunque ya empieza a bajar, de nuevo vemos a estudiantes aprovechando sus rayos, unos sentados en los bancos, otros en el suelo, en grupo, con apuntes… sin duda ya están preparando los exámenes que se acercan…

Sin embargo, el jardín del edificio principal está vacío. Según la tradición, solo aquel que se haya graduado en la Universidad puede pisar ese césped y el que lo pise sin haberse graduado no lo conseguirá jamás. Como no es cuestión de tentar a la suerte, creo que nadie va a arriesgarse a comprobar si la tradición es cierta o no…
Volvemos por nuestros pasos y atravesamos el río por un pequeño puente y seguimos hasta encontrarnos con el Palacio de Justicia o Court House, un edificio de estilo clásico, con un pórtico con columnas corintias y que está rematado por un conjunto de estatuas de bronce que representan la justicia, Ley y bondad.

Es momento de retirarnos al hotel, pero antes de ir a la habitación descansamos un rato en el jardín, visionando las fotos del día.