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ETAPAS 11-23

ETAPAS 11-23 ✏️ Diarios de Viajes de Myanmar Myanmar

DÍA 11. PYIN O LWIN-MANDALAY. Anoche decidimos pasar la mañana en Pyin O Lwin y marcharnos al medio día a Mandalay, así que tras un desayuno en la terraza del hotel (estamos solos, ya que en esta ciudad no hay apenas turistas), nos acercamos al...
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MINGALABA: DIARIO DE UN VIAJE A MYANMAR (BIRMANIA). diciembre 2011

Diario: MINGALABA: DIARIO DE UN VIAJE A MYANMAR (BIRMANIA). diciembre 2011

Puntos: 4.9 (10 Votos)  Etapas: 3  Localización: Myanmar Myanmar 👉 Ver Etapas

DÍA 11. PYIN O LWIN-MANDALAY
Anoche decidimos pasar la mañana en Pyin O Lwin y marcharnos al medio día a Mandalay, así que tras un desayuno en la terraza del hotel (estamos solos, ya que en esta ciudad no hay apenas turistas), nos acercamos al mercado Shan, donde curioseamos durante una hora, para iniciar un paseo que también se puede hacer en coche de caballos y que nos acerca a un interesante y uidado templo chino, en el que se hacen fotos varias familias de ciudadanos que suponemos de dicha nacionalidad. Continuamos nuestra ruta por las afueras de la ciudad, donde se encuentran algunas antiguas casas coloniales reconvertidas en hoteles, algunos deliciosamente decadentes como el Camdacraig Hotel o el Gandamar Myaing Hotel, en el que entramos para echar un vistazo, o el más moderno Casa del Gobernador, anunciado como Spa.
De regreso al centro, una amable chica nos confirma en una agencia de viajes la hora del vuelo de mañana hacia Bagán, tomamos una cerveza, y alquilamos un taxi compartido con otras dos personas (6.000 kyats cada uno), para ir a Mandalay, ciudad a la que llegamos sobre las tres de la tarde. En el E.T. nos dan una habitación un poco más barata (18 $) que en nuestra anterior visita, aunque sin A/C, que realmente no es necesario. Dejamos las mochilas, y nos encaminamos a las orillas del río, paseo no demasiado recomendable, porque al salirnos del centro, las calles están mucho más sucias y llenas de pobreza y chabolas, así que decidimos volver en sendos rickshaws (bicicleta-taxi), por los que nos piden 500 kyats cada uno. Da un poco de pena, pero nos tranquiliza saber que les estamos dando trabajo, y además no hay apenas cuestas, por lo que los conductores circulan con cierta facilidad. Cuando llegamos al hotel, les damos una buena propina, y nos sonríen con gratitud.
Preparamos las mochilas, usamos la Wi-Fi, y vamos a cenar al Rainbow, antes de regresar a la habitación.

DÍA 12. MANDALAY-BAGAN
Desayunando vemos los resultados de la liga en la televisión, y decidimos alquilar un blue-taxi durante toda la mañana, para ir de nuevo al puente de U-bein, y a la zona de los artesanos de la piedra, madera y bronce. Lo dejamos en 11.000 kyats después de un corto regateo y salimos en un blue taxi que nos lleva en media hora al puente. Allí disfrutamos de dos horas magníficas, sin turistas, observando a los pescadores como se ganan el sustento. Nos acompaña un joven, que nos va dando alguna explicación en castellano. Le recompensamos al final, comprándole un par de collares.
Después el taxi se dirige al barrio de los artesanos de la piedra, donde en decenas de fábricas, múltiples operarios tallan con maestría budas, elefantes, colgantes…. de mármol o jade. Mas tarde visitaremos una fábrica de artesanía de madera, donde adquirimos un esbelto Nat (un espíritu con forma humana), y como se nos ha hecho un poco tarde, renunciamos a ir a la zona del bronce y regresamos al E.T., donde pedimos que nos reserven habitación en un hotel de la zona arqueológica de Bagan, nuestro siguiente destino, antes de comer un ligero plato de noodels con pollo y coger un taxi al aeropuerto (10.000 kyats), donde llegamos a las 15,30. El avión sale a las 17 h, y en media hora aterrizamos en este lugar absolutamente mágico, donde somos recibidos por un grupo de danzantes, y nos hace pasillo otro de guapas chicas, dándonos la bienvenida (nos da un poco de vergüenza, la verdad). En el control policial hay que pagar una tasa de 10 $, que sirve para disfrutar de templos durante una semana. Un taxi nos lleva por 5.000 kyats al Golden Village Inn, en Nyaung OO, el pueblo más importante y animado de la zona, y en el que recomendamos alojarse por la variedad de alojamientos, la animación y los precios de los restaurantes (es posible también alojarse en Old Bagan, aunque aquí se encuentran los hoteles más caros, o en el llamado New Bagan, lugar al que fueron obligados a desplazarse los habitantes de Old Bagan, por el gobierno militar con el pretexto de construir una nueva ciudad más salubre, y proteger el patrimonio arqueológico). El Hotel es un complejo de bungalows, que cuesta 18 $ la noche. La habitación está muy bien, amplia, limpia y con aire acondicionado. El problema es que, como luego descubriremos, no te limpian la habitación en toda la estancia. En el bungalow de al lado se aloja un grupo de catalanes, que recorren Myanmar en bici, y con los que conversamos amigablemente, hasta que nos vamos a cenar a la cercana calle principal, donde se encuentran varios restaurantes; elegimos un nepalí, con varios menús a un precio muy razonable (8.000 kyats con dos botellas de cerveza), y con una comida bastante buena.
Sobre las 9 de la noche, regresamos al hotel, compramos un mapa de la zona (1.000 kyats), entregamos una bolsa llena de ropa sucia para que nos la laven, y nos encerramos en la habitación para estudiar detenidamente el recorrido del día siguiente.

DÍA 13. BAGÁN
A las 6,45 estamos arriba para desayunar apresuradamente (tenemos unas ganas enormes de visitar este lugar), y alquilar unas bicicletas al precio de 1500 kyats cada una. La llanura de
Bagán cuenta con unos 2.000 templos, pagodas y stupas, de los 10.000 construidos entre los siglos XI y XIII por ambiciosos reyes, y constituyen un fabuloso patrimonio arquitectónico de una belleza impresionante. Es, junto con Angkor en Camboya, yacimiento que visitamos en nuestro viaje a Vietnam, el recinto arqueológico más importante del sureste asiático, tanto por la cantidad de templos, como por su tamaño, y aunque pueden parecer similares, son bastantes las diferencias que los caracterizan:
Los templos de Angkor son hinduistas, construidos en piedra, y datan de los siglos IX a XIV. Están situados en medio de una amplia y frondosa jungla, lo que impide tener una visión de conjunto de la zona, cuando subimos a lo alto de uno de ellos. Su capital estuvo durante varios siglos deshabitada, y los templos camuflados por la vegetación, hasta su descubrimiento en 1870.
Los templos de Bagan son budistas, de los siglos XI-XII. Están construidos en ladrillo recubierto, situados en una planicie que hace que todos estén al descubierto, pues hay pocos árboles en los que ocultarse; por ello, desde una cierta altura es posible ver cientos de estupas apuntando al cielo, con una de las mejores panorámicas que he visto en mi vida. Por otro lado, el área nunca dejó de estar habitada y siempre se supo de su existencia.
No hay bastantes superlativos para expresar lo que se siente en un paseo en bici entre los ladrillos y estucos de los monumentos. La carretera de acceso a los templos es llana y muy tranquila y, a los pocos kilómetros, empezamos a verlos aparecer uno y otro lado de la misma, con los más importantes señalizados convenientemente. Mi consejo es que lo mejor es ver los principales, que aparecen recomendados en cualquier guía, y que son de visita obligada (pueden ser unos veinte) y, luego, dejarse llevar por la intuición para acceder a través de senderos de arena, en los que hay que tener cuidado porque las bicicletas se quedan en ocasiones frenadas repentinamente, a otros templos no tan renombrados pero en los que se puede disfrutar enormemente, bien porque no hay un solo turista en los mismos, por la existencia en ocasiones de pinturas maravillosas, que se pueden observar con la ayuda de una linterna que normalmente te facilita el vigilante, o porque mientras los recorres, te hace de guía un niño, ávido de saber de donde eres y que se conforma al final con un bolígrafo, caramelos o un par de globos. De esta forma bajo un sol radiante, pero sin un calor exagerado, recorremos decenas de construcciones de ladrillo donde quizá el único inconveniente es el exceso de vendedores de productos de artesanía, agolpados a la entrada de los edificios, y que a veces te agobian un poco. A uno de ellos le compramos un par de pinturas de arena, que se hacen extendiendo arena sobre el lienzo, y aplicando después la pintura. Sobre las tres de la tarde llegamos a un lugar cerca del río, donde hay bastante restaurantes y tiendas, y en el que tras la correspondiente negociación (lo dejamos en 6.000 kyats), alquilamos un barco para ver la puesta de sol desde el agua, con un horizonte único de templos destacando por encima de la vegetación. Al finalizar y antes de regresar, observamos lo que parece una celebración, con un banquete, música y danzas, que, según me aclara un profesor birmano, se debe a la entrega de premios de una competición deportiva. Cuando iniciamos el regreso casi es de noche, así que aceleramos el ritmo puesto que no hay farolas a lo largo de la carretera, y el tráfico es muy intenso. A pesar de ello, como hay algunos templos iluminados, el contraste que presentan con la oscuridad del anochecer hace que disfrutemos de una magnífica, aunque arriesgada, experiencia. Es noche cerrada cuando conseguimos llegar a nuestro hotel, donde recogemos la colada (2.700 kyats), y donde nos llevamos la desagradable sorpresa de que no nos han limpiado la habitación. Cuando pedimos explicaciones en recepción, nos dicen que es política de la empresa para evitar robos (vaya morro que tienen). Después de cambiar mi bici, ya que hace un ruido bastante escandaloso, y de intentar vanamente conectarnos a Internet en un cyber, vamos a cenar al Restaurante Aroma, que aparece en todas las guías. Es un sitio al aire libre bastante elegante, con una comida india más que aceptable (Rosi pide un correcto curry de pollo y yo un delicioso pollo tandoori, marinado con yogurt y varias especias, que es la especialidad de la casa y que tiene un color rojizo, debido pimentón que lleva). Los platos vienen acompañados de arroz y 6 salsas diferentes, y con dos botellas grandes de cerveza, la cuenta asciende a 15.000 kyats (15 €) y el problema es que tardan casi una hora en servirnos, a pesar de no haber demasiada gente. El chef nos explica que la tardanza se debe a la elaboración del pollo tandoori. Son casi las 10 cuando acabamos, y regresamos a nuestro hotel, parando antes en una pequeña tienda donde compramos agua. Antes de dormir, pensamos en madrugar para ir en bici a ver la salida del sol desde lo alto de uno de los templos, pero desistimos al pensar en la dificultad de acceder a cualquiera de ellas a oscuras, así que decidimos hacerlo en taxi el último día de estancia en Bagán.

DÍA 14. BAGÁN
Cuando nos dirigimos a desayunar, observamos que hay un taxi en la puerta, por lo que aprovechamos para negociar con el conductor una agenda para la mañana del día siguiente que consistiría en ir a ver la salida del sol, llevarnos después al mercado local, dejarnos en el hotel, y sobre las doce del mediodía recogernos de nuevo para trasladarnos al aeropuerto. Acordamos 15.000 kyats y después vamos a la cercana pagoda dorada de Shwezigon, una de las más hermosas del país, en cuyo exterior nos asalta una legión de vendedoras, reclamándonos el pago por aparcar la bici, a lo cual nos negamos, y penetramos en el interior del recinto religioso, que presenta una decoración de extraordinaria riqueza en sus múltiples stupas, templetes y oratorios, y está coronado por una impresionante stupa cilíndrica, recubierta de placas de oro, muy parecida a la Shwedagon en Yangón. A la salida conseguimos librarnos de las vendedoras dándoles globos, caramelos y bolígrafos, que literalmente nos quitan de las manos.
Realmente nos han agobiado un poco así que, para relajarnos, nos dirigimos a un antiguo monasterio cercano que presenta unas deliciosas pinturas, aunque muchas de ellas deterioradas irremediablemente. Allí nos resarcimos el momento de agobio en la Pagoda, y disfrutamos como enanos linterna en ristre. Mas tarde, pasamos por el hotel para confirmar el vuelo del día siguiente destino Lago Inle (que se ha retrasado media hora), y reservar una habitación en Nyaungshwe , la ciudad más importante de dicho lago.
Son sólo las diez de la mañana, y nos disponemos a visitar más templos, perdiéndonos por recónditos caminos que invariablemente están flanqueados por pequeñas joyas arquitectónicas, que podemos ver casi siempre en solitario. En uno de ellos encontramos a un español, entusiasmado por su primer viaje por el sudeste asiático, y con el que conversamos unos minutos. Al medio día, el calor hace mella y buscamos con desesperación un bar para refrescarnos y descansar un rato. Unos chicos nos guían a un restaurante, y allí tomamos una cerveza fría (2000 kyats, aunque nos querían cobrar 3.000) que nos sirven con un pequeño aperitivo, que completamos, para comer, con algunas provisiones que todavía nos quedan. Reposando, coincidimos en que ya hemos visto bastantes templos (en total en los dos días, calculo que habremos visitado unos 40-50), y volvemos al hotel a descansar un rato, pensando en ir a ver la puesta de sol desde un templo cercano de nombre Bulleti, en el que habíamos estado por la mañana, descartando otros más famosos, porque nos habían avisado del peligro de la masificación de turistas. Así lo hacemos, y la verdad es que el atardecer mereció mucho la pena, con pocos guiris que, como nosotros, habían dado con ese pequeño templo. Volvemos a la Pagoda Shwezigon para verla de noche, y allí conocemos a una pareja de catalanes con los que quedamos a cenar en el nepalí de la primera noche. Tardan en encontrarlo y acabamos la velada cerca de la media noche, con nuestros forros polares puestos porque la temperatura ha descendido considerablemente, y haciendo esperar a los propietarios que están deseando que nos marchemos. Al regresar al hotel la puerta está cerrada, por lo que tenemos que saltar la valla, no sin cierta dificultad, lo que provocó un momento bastante divertido que recordaremos siempre.

DÍA 15. BAGAN-LAGO INLE
A las 5,30 estamos arriba y un cuarto de hora después nos recoge el taxista, que nos propone un templo diferente al que le habíamos dicho para ver la Sunrise (lamentablemente no me acuerdo del nombre, para poder recomendarlo). Aceptamos y en diez minutos llegamos a una Pagoda en la que, en sus distintos niveles, se distribuyen sin apreturas unos veinte silenciosos turistas, para ir observando poco a poco, y cada vez con más nitidez, los cientos de templos que nos rodean, y que parecen competir con el sol en su deseo de elevarse hacia el cielo, en un espectáculo bastante emocionante.
Una hora después vamos al interesante mercado local, donde “echamos” dos horas realizando fotografías y repartiendo algunos globos y bolígrafos, hasta que comienzan a llegar los grupos de turistas, momento en el que decidimos volver al hotel, a ducharnos y preparar las mochilas. Así lo hacemos y quedamos con el taxista que nos recogerá a las doce para llevarnos al aeropuerto, donde nuestro vuelo aparece escrito en una pizarra. Nos despedimos de los ciclistas españoles y en poco tiempo llegamos a la pequeña terminal, donde podemos disfrutar de Wi-Fi mientras esperamos hasta las tres de la tarde, hora en la que al final saldrá el vuelo. Al llegar al aeropuerto de Heho (Lago Inle), nos espera un taxi que nos envía el hotel que reservamos ayer al astronómico precio de 20.000 kyats, aunque barato en comparación a los precios que comenta la guía Trotamundos (30.000 kyats). Desde Heho tardamos una hora en llegar a Nyaungshwe, la población más importante de la zona, recorriendo una carretera en obras en las que son mayoría los niños y mujeres que trabajan en condiciones bastante precarias, muchas veces de forma
obligatoria y sin remunerar. A la entrada de la población hay una especie de taquilla donde hay que abonar 5 $ por persona, para visitar el lago.
El Teakwood G.H. está bastante bien, aunque la dueña y su hija, unas “negociantas” de mucho cuidado y las habitaciones, sin posibilidad de regateo, son caras. Elegimos una de 30 $, y la hija intenta que paguemos por adelantado los tres días que pensamos pasar allí, a lo que nos negamos con una sonrisa. Preguntamos por los precios de las excursiones por el lago y del alquiler de bicis, que resultan más altos que los de la agencia Thu Thu, recomendada por los catalanes, y con la que en días sucesivos contrataríamos todo lo que íbamos a necesitar. Aquí también hace fresco, se nota la altura, y nos ponemos pantalones largos y los forros polares para ir a cenar un insulso pescado relleno al Restaurante Lotus. Al finalizar, volvemos al hotel atravesando una ciudad con bastantes “guiris” deambulando por los distintos restaurantes y puestos callejeros, para meternos en nuestra confortable habitación, que cuenta con cálidos suelos de madera de teca.

DÍA 16. LAGO INLE
El lago Inle mide aproximadamente veinte kilómetros de largo y tiene una profundidad que no supera en ningún momento los cinco o seis metros, aunque sus límites son bastante imprecisos, puesto que importantes zonas pantanosas separan la superficie del agua de tierra firme. Alberga en la actualidad unas cuarenta localidades habitadas por los Intha (que significa hijos del lago), etnia que fue obligada a recluirse en este territorio, levantando sus poblados sobre pilotes, y no teniendo más remedio que aprender todos los oficios para así poder vivir de forma autárquica. Así por ejemplo, han construidos huertos flotantes, una de las grandes curiosidades de lago, con algas, hierbas acuáticas, jacintos de agua... que cubren de tierra y fango, y donde plantan semillas de todo tipo de vegetales, lechugas, patatas, judías, y sobre todo tomates, de los que son
los más importantes productores del país.
Otras particularidades de los intha son sus métodos de pesca, y su forma de remar. Debido a la escasa profundidad los peces se ven perfectamente, así que han diseñado una especie de nasa de forma cónica, llena de algas y hierbas, que colocan en el lugar donde han localizado los animales. Cuando estos se meten dentro, tiran de la nasa para hacerla subir, pero como para llevar a cabo esta tarea se necesitan las dos manos, los pescadores se sirven de una de sus piernas para hacer maniobrar impecablemente la barca, mientras que con la otra se mantienen en equilibrio. De ahí su original postura para remar, única en el mundo. Otra de las ventajas de esta manera de remar en vertical, es que permite moverse por los canales más estrechos, sin tropezar con la vegetación ni los cultivos.
Igual que Bagán, teníamos muchas expectativas con este lugar así que, después de disfrutar de un opíparo desayuno en la tranquila terraza de la guest house, con café, tostadas, huevos, churros, fruta, arroz y mermeladas, alquilamos sendas bicicletas en Thu Thu (1.000 Kyats cada una), que llevan incluso un pequeño cambio de tres velocidades en su único piñón, y nos disponemos a circunvalar parte del lago, siendo nuestra primera parada un poblado lleno de niños que nos rodean rápidamente en busca de algún regalo; después atravesamos un puente para llegar a un solitario monasterio, en cuyo exterior jóvenes monjes intentan interactuar con nosotros, aunque su inglés es inexistente. Le regalan a Rosi una flor procedente del agua, y les correspondemos con bolígrafos, globos y caramelos. Proseguimos nuestro camino bastante llano, disfrutando tanto de las serenas aguas de lago, con los pescadores enfrascados en sus quehaceres diarios, como de los poblados por los que pasamos, y donde nos vamos deteniendo para observar por ejemplo un taller que fabrica piraguas, un colegio en el que los niños se arremolinan cerca de la valla para saludarnos, o de pequeños mercados en los que la gente, sorprendida por nuestra presencia, realiza sus compras habituales. También realizamos una parada en el Lake View Resort un hotelito que, como muchas de las casas de la zona, tiene las habitaciones sobre pilotes, y a través del cual llego a un pequeño templo, donde converso, fundamentalmente de fútbol, con un joven monje, profesor de inglés. Habremos recorrido unos quince kilómetros, y en los alrededores de la localidad Khaung Daing decidimos cruzar en canoa hacia el otro lado, para llegar al pueblo de Mang Thawk, famoso por sus huertos flotantes. No es fácil encontrar a alguien que lo haga, por lo que la negociación es dura, hasta conseguirlo por 5.000 kyats. Así, tras media hora de travesía, llegamos al mencionado poblado, observando de cerca como reman y pescan los Intha, para desde aquí, iniciar el regreso. Hace calor y tenemos bastante sed, pero es imposible encontrar un sitio con bebida fresca, así que pedaleamos sin descanso hasta llegar a unos kilómetros de Naugshew, donde hay una bodega de vinos, aunque parezca increíble, de la que habíamos oído hablar y a la que nos dirigimos. El problema es que está en todo lo alto, así que tenemos que echar pie a tierra, para recorrer los últimos metros entre viñedos. Al llegar nos llevan a un restaurante con algunos turistas, donde se pueden pedir varios tipos de vino por copas o botellas (bastante caras por cierto). Después de bebernos un par de botellas de agua, nos decidimos por una degustación de 4 vinos, que aparece en la carta al precio de 3.000 kyats, y pedimos un par de ensaladas para comer, ya que con el desayuno que nos hemos pegado, tenemos poca hambre. La camarera parece que va a heredar, porque sirve una minúscula cantidad de cada vino, que por otra parte no son nada de otro mundo. Allí pasamos poco más de una hora, para cruzar Naugshew y acercarnos al Monasterio de las Ventanas Ovaladas, curiosa construcción de madera llena de jóvenes monjes rezando, aunque la magia del lugar queda anulada por la presencia de decenas de alemanes que, en el momento en que llegamos, bajan de dos grandes autobuses. A pesar de ello, recorremos las estancias más importantes y regresamos por una carretera en obras a Naugshew, donde, antes de devolver las bicicletas, nos acercamos a reservar mesa para la cena en el restaurante View Point, considerado el mejor de la zona. En la agencia Thu Thu no han conseguido más gente para realizar al día siguiente, la excursión en canoa alrededor del lago, así que nos rebajan 2.000 kyats, y nos lo dejan en 16.000 para los dos solos. Vamos al hotel a ducharnos y cambiarnos de ropa antes de ir a cenar al View Point, que cuenta con un pequeño bar tipo lounge con chimenea en la planta baja, y una sala circular en la planta alta, asomada al canal, y decorada con bastante clase. Tomamos un menú degustación, el Shan Discovery, que por un precio de 15.000 kyats, bebidas aparte, permite probar una docena de pequeños platos shan, todos deliciosos, y presentados magníficamente sobre largas piraguas en miniatura; en fin, una delicia para el paladar y la vista. Al terminar regresamos al hotel, donde la dueña nos invita a darle consejo “occidental”, sobre la forma de decorar una nueva habitación que están construyendo.

DÍA 17. LAGO INLE
A las siete estamos desayunando porque hemos quedado media hora después en la agencia, donde antes de marchar hacia el lago junto a nuestro barquero, les pedimos nos confirmen el vuelo del día siguiente destino Ngapali Beach.
Una vez llegados al embarcadero, que se encuentra al lado del View Point, subimos a una piragua a motor, que rápidamente se adentra en el lago a través de un largo canal. Disfrutamos de un panorama único, con templos, viviendas sobre pilotes y pescadores intha en sus maniobras tradicionales, bien avanzando con la pierna enroscada alrededor del remo, bien colocando cuidadosamente las grandes nasas de forma cónica, o “llamando” a los peces con golpes en el agua, sólo perturbado por la cantidad de turistas que, como nosotros, van y vienen en un trajín de piraguas, que se mezclan con las propias de los habitantes de lago.
Nuestra primera parada es en el muy animado mercado de Nam Pan, el más grande de la zona, donde hacemos algunas compras, y del que salimos con cierta decepción porque al contrario que en otros mercados de Laos, Vietnam o Tailandia, no se ve prácticamente a nadie vestido con el traje tradicional. Lo que sí nos resultará muy curioso es la parte denominada bamboo market, donde se venden bambúes de varios metros de longitud. Después visitamos sucesivamente fabricas de seda y fibra de loto, madera y cigarros, la Pagoda Phaung-Daw U en el poblado de Thar Lay, la más venerada del estado shan, antes de ir a comer a un restaurante poco recomendable al que nos lleva el barquero y donde nos intentan “clavar” con el precio de la cerveza, a pesar de aparecer claramente indicado en la carta. Al terminar nos dirigimos a In Dein, en el suroeste de lago y fronterizo con el territorio Karen, una de las etnias más belicosas contra la dictadura, razón por la cual esta localidad estuvo vetada hasta no hace demasiados años a los extranjeros. In Dein es famoso por su larga escalera cubierta, flanqueada a ambos lados por decenas de puestos de artesanía, y sus 1000 estupas del siglo XVII escondidas en la vegetación, a veces en un estado lamentable. Después de un paseo de un par de horas, volvemos a nuestra piragua para iniciar el regreso, con parada en una tienda de artesanía, donde trabajan tejiendo telas cuatro mujeres jirafa, etnia procedente de Tailandia, y que poseen unos anillos que les alargan el cuello. El problema es que en este caso son únicamente un reclamo para turistas, y nos dan mucha pena, por lo que nos vamos del lugar rápidamente. Nuestra última parada en el Monasterio de Nga Phe Chaung también llamado de los gatos saltarines, debido a la cantidad de gatos que pululan por allí haciendo cabriolas. El monasterio es muy bonito, construido sobre postes de teca y en cuyo interior se guardan 70 soberbios budas, ofrecidos por los habitantes del lago, con el fin de ver realizados sus deseos de felicidad, aunque un gran grupo de franceses quiebra bastante la paz del lugar. Desde aquí podemos ver también un tramo importante de jardines o huertos flotantes, cerca de los cuales pasamos cuando regresamos a Nyaungshwe, viendo ocultarse el sol sobre las imponentes montañas que rodean al lago. Es de noche cuando volvemos a Thu Thu, en la que nos confirman el horario del vuelo a Ngapali Beach y donde reservamos un taxi que nos lleve al día siguiente al aeropuerto (16.000 kyats), antes de ir al hotel a ducharnos. Hace fresco, y nos abrigamos para ir a cenar a un chiringuito en la calle que ofrece varios platos a la brasa con muy buena pinta. El problema es que todas las sillas están ocupadas, así que sin saber donde cenar, pasamos cerca del hotel Amazing donde publicitan una oferta de pescado relleno, arroz, verduras y cerveza al precio de 3.500 kyats, y donde nos acomodan en una de las mesas instaladas sobre un pequeño puente que atraviesa el canal, lugar con bastante encanto. La comida además está deliciosa y realmente disfrutamos de la cena y el entorno, a un precio ridículo. Satisfechos, volvemos al hotel a preparar las mochilas. Mañana nos vamos a la playa.

DÍA 18. LAGO INLE-NGAPALI BEACH
Hoy no tenemos ninguna prisa, así que desayunamos tranquilamente hasta las nueve de la mañana. Un cuarto de hora después nos recoge un moderno taxi tipo 4X4, curiosamente con volante a la izquierda, que en menos de una hora nos lleva al minúsculo aeropuerto de Heho. Los últimos minutos los hacemos detrás de una comitiva de cinco o seis coches flanqueados por camionetas llenas de policías, que también se dirigen al aeropuerto, y que hace que todos los vehículos que se encuentran a su paso se detengan en el arcén. El vuelo se retrasa una hora, así que hacemos tiempo leyendo y oyendo música. Curioseando, leo un inquietante cartel que avisa a posibilidad de pena de muerte para los traficantes de drogas. Por fin, se anuncia nuestro avión que nos llevará a Ngapali Beach, donde el equipaje te lo sacan directamente al exterior del aeropuerto. Allí hay varios coches esperando turistas, y la chica del hotel Memento nos ofrece llevarnos al mismo (como no hemos hecho reserva, aceptamos) y en 15 minutos llegamos al Resort. Allí negociamos un bungalow a cincuenta metros de la playa, con nevera, televisión y A/C por un total de 125 $ tres noches. Lo que no nos dicen es que la luz sólo funciona de 5 de la tarde a 8 de la mañana, aunque realmente el aire no es necesario. Son las tres, y nos damos un baño en esta bellísima playa de unos 3 km, al fondo de una bahía bordeada por una densa vegetación vegetal que está situada en un extremo del golfo de Bengala. Después, juego al fútbol con un grupo de birmanos, antes de observar un bello atardecer. En la misma playa hay una decena de chiringuitos que ofrecen pescado, marisco, cerveza y cócteles. En uno de ellos, el Oasis, pedimos calamares, gambas, pescado a la brasa, arroz y como postre, dos cócteles servidos en un coco natural, todo al precio de 12.000 kyats. Tardan en servirnos, pero aprovechamos para relajarnos observando el reflejo de la luna sobre el mar. Al terminar, son las 10 de la noche, y casi ya está todo cerrado, así que en la oscuridad nos encaminamos a nuestro hotel, observando cientos de cangrejos que se esconden en agujeros hechos en la arena.

DÍA 19. NGAPALI BEACH
Hemos dormido de fábula oyendo el rumor de las olas. Esta noche ha caído una buena chupa de agua y el día amanece nublado, aunque con una temperatura muy agradable. Damos un paseo por la playa antes de desayunar en la terraza pegada al mar, un buffet compuesto por huevos, pancake, miel, arroz, zumo de naranja y café. Al terminar nos conectamos a Internet en un cyber cercano y después alquilamos unas bicis, que en una hora nos llevan a Thandwe la ciudad más importante de la zona, atravesando pequeños poblados donde la gente está en sus quehaceres cotidianos. En Thandwe paseamos por el mercado matutino, reposamos un rato delante de una cerveza helada, en un bar próximo a la salida de la localidad y emprendemos el regreso que nos llevará, a través de una carretera llena de baches, a uno de los pueblos de pescadores al sur de la playa, en el que la suciedad y la pobreza que observamos, nos hace dar la vuelta inmediatamente. Parece increíble que a 100 m de aquí se encuentra uno de los hoteles más caros, el Pleasant View Resort y que hay tan poca distancia entre la opulencia y la pobreza. Regresamos al Memento, circulando por la arena de la playa, y nos dedicamos a descansar en las hamacas del mismo, bebiendo cerveza, y disfrutando de una soberbia puesta de sol. Por la noche, damos una vuelta por algunas tiendas cercanas, y terminamos cenando magníficamente en el Restaurante Best Friend, abarrotado de turistas, un menú compuesto por barracuda, cangrejo, gambas, calamares, arroz y verduras, acompañados de cerveza de barril, y terminando con 4 cócteles (dos nos los llevamos al hotel, para beberlos en la terraza de nuestra habitación), por un precio de 15.000 kyats. A las 10,30 nos vamos a dormir.

DÍA 20. NGAPALI BEACH
Como nos acostamos temprano, a las siete estamos arriba. Recorremos un trozo de playa antes de desayunar, y me echo una siesta “mañanera” hasta las once. Rosi decide darse un masaje birmano (5.000 kyats), y yo aprovecho para dar otro largo paseo y hablar con algunos empleados de los chiringuitos de la playa, que salen a mi encuentro cuando me detengo a ver los menús. Nos reunimos en nuestro hotel y, como no tenemos hambre, comemos unas galletas en nuestras hamacas preferidas. Sobre la una de la tarde voy a hacer un poco de snorkel, aunque no hay coral y la visibilidad es escasa, por lo que veo pocos peces (nada que ver con los que hice en Indonesia). Al volver, una joven me ofrece un masaje a un precio estupendo, en una cabaña al borde de la playa que tiene buena pinta, por lo que decido dármelo. Éste es mucho más suave que el tailandés, pero muy gratificante. Cuando vuelvo al hotel, juego con un canadiense y un americano al chinlone, un deporte tradicional birmano al que se juega en todas partes y en que hice mis pinitos, con poco éxito todo hay que decirlo, en el Lago Inle, y que consiste en pasarse una pelota de mimbre con los pies, sin que caiga al suelo, aunque a veces también se juega con dos equipos y una red por medio. Cuando se marchan voy a jugar un rato al fútbol con el grupo de jóvenes, que se reúnen todas las tardes en la playa. Un de ellos es el dueño del Best Friend, y le pido que me reserve para esa misma noche una buena mesa. Termino la tarde charlando en inglés de economía (¡vaya nivel¡), con un funcionario alemán que trabaja en Munich y que estaba viéndonos jugar. Me doy un baño, una ducha y vamos a cenar pescadito (en esta ocasión elegimos barracuda, un pequeño tiburón y red snapper, una pescado blanco delicioso muy apreciado en toda la zona.). Volvemos a la habitación y salgo a la terraza, para disfrutar de una noche estrellada y contemplar en la lejanía, las luces de decenas de pesqueros que faenan en las ricas aguas del golfo de Bengala.

DÍA 21. NGAPALI BEACH-YANGÓN
Seguimos relajados. Cuando vamos a desayunar, ya han recogido el buffet, aunque estábamos dentro del horario y, disculpándose, nos traen café, huevos y tostadas.
Hago un poco snorkel, y de regreso por la playa, me cruzo con la dueña de uno de los chiringuitos que me comenta, casi llorando, que el Gobierno ha decidido eliminarlos, por encontrarse en un lugar público. Le deseo “good luck” y cuando llego al resort, vamos a “hacernos” otro masaje. Salimos de nuevo encantados, comemos algo, y preparamos las mochilas, porque a las dos nos trasladan al aeropuerto junto a otros cuatro turistas. De nuevo el vuelo llega con retraso, y observamos como los operarios chillan a una furgoneta que transitaba cerca de la minúscula pista de aterrizaje, cuando estaba a punto de llegar el avión. Sin comentarios.
El trayecto de poco más de una hora, nos deja en Yangón, donde después de varios intentos de rebaja conseguimos un taxi por 6.000 kyats, para llevarnos al Motherland Inn, donde habíamos reservado habitación. Como el primer día, hay muchísima gente en recepción, así que dejamos el equipaje, cenamos algo ligero, y vamos a dar una vuelta. Al regresar, hay un restaurante indio bastante cutre, que hace chapati (delicioso pan indio) en un horno tradicional (tandoori) de forma cilíndrica, situado en el exterior. Pedimos cuatro piezas, que hacen al instante pegando la masa a las paredes del horno, y nos cobran 400 kyats (40 céntimos de Euro). Está buenísimo y nos lo comemos antes de volver a la habitación.

DÍA 22. YANGÓN
Hemos decidido no visitar Bago, una ciudad cercana con varios templos y que era una de las opciones para el día de hoy, y quedarnos en la capital, para ir al Bogyoke Market y hacer las últimas compras. Antes nos dirigimos caminando a la Pagoda de Botataung, que después de las que hemos visto, no nos sorprende demasiado, aunque hay que reconocer que está muy animada.
De camino al centro, preguntamos a una joven como llegar y, muy amablemente, nos acompaña a una parada de bus, donde espera a que subamos a uno (este medio de transporte en la ciudad no lo habíamos probado), que nos llevará a los alrededores del hotel Strandt por 100 kyats (10 cm. de Euro). Allí, un simpático vejete nos aborda preguntándonos de dónde somos; al decirle que de España, nos reímos porque menciona a Napoleón. Creemos entenderle que lo importante en la vida es hacer el bien, independientemente de la religión, pensamiento con el que no podemos estar más de acuerdo. Me hago una foto con él, y nos dirigimos al Strandt, santuario de lujo y vestigio del pasado colonial británico; allí curioseamos un buen rato, aprovechando el excelente aire acondicionado, antes de de irnos al inmenso mercado, donde pasamos más de dos horas (el problema es que casi todos los puestos tienen lo mismo; son poco originales.) Al salir es hora de comer, así que hacemos caso a nuestra guía de viajes, y vamos a comer al Sabai Sabai, considerado uno de los mejores restaurantes tailandeses de Birmania. Al taxista le cuesta encontrarlo, porque lo han cambiado de dirección, pero al fin, da con él. Está sorprendentemente vacío, y una legión de camareros ociosos acude a recibirnos. Una carta pletórica con más de 200 platos, nos hace dudar y al final comemos dos currys, que nunca suelen fallar, y una ensalada de papaya verde. El servicio es muy bueno, y los precios asombrosamente bajos para el lugar (15.000 kyats la comida con dos botellas de cerveza grandes). Queremos tomarnos un cóctel, pero nos dicen que van a cerrar, así que volvemos de nuevo al mercado donde damos la última vuelta, nos refrescamos en algo parecido al Dunkin Donuts americano, y volvemos en taxi al hotel cuando comienza a anochecer.
Después de ducharnos, vamos a una cercana beer statión repleta de locales, donde degustamos una extraordinaria cerveza negra de barril llamada ABC (750 kyats la jarra), de la que habíamos oído hablar, pero que hasta hoy no habíamos visto, acompañada con unos fritos que cocina y vende un joven en el exterior. Hago una fotografía del interior, y al rato sale uno de los clientes con cierto enfado y aspecto achispado que me recrimina haberla hecho, por lo que se la enseño, diciéndole que sólo era para “palpar” el ambiente. No sé si me entiende, pero sonríe y me dice “no problem”.
Antes de regresar a nuestra habitación, vamos a un restaurante cercano, donde pido un plato de vermicelli con pollo, mientras Rosi sólo toma un helado, y de vuelta al hotel nos compramos otros chapatis de postre en el indio de la esquina.

DÍAS 23. YANGÓN-KUALA LUMPUR
Hoy “perreamos” en la habitación hasta las doce, hora en que tenemos que hacer el check out. Dejamos las mochilas en recepción y salimos a dar una vuelta, pero hace bastante calor y volvemos al hotel, a tomar algo en la terraza y consultar Internet. A las dos de la tarde cogemos un taxi que nos lleva al aeropuerto. El trámite de facturación y embarque es bastante rápido, pero el problema es que el vuelo sale con más de una hora de retraso, así que llegamos a las 22,30 hora local, a Kuala Lumpur. Menos mal que ya conocemos de sobra el aeropuerto, y los trámites a realizar y en poco más de media hora, estamos en el Tune Hotel donde, como en la ida, teníamos reservada una habitación. Nos registramos, dejamos las mochilas y bajamos a cenar nuestro último curry, al Decanter donde los camareros observan resúmenes de los partidos de la Champions. Al terminar, compramos agua y unos yogures en el Seven Eleven, y nos vamos a acostar. Mañana será un día duro.

DÍAS 24 y 25. KUALA LUMPUR-LONDRES-ALICANTE
Hemos dormido de fábula hasta las nueve, sin apenas ruidos, a pesar de que en el hotel había bastante gente. Permanecemos al abrigo del A/C, y a las once bajamos al Seven Eleven a comprar zumo y unos bollitos, que nos comemos en la terraza del Decanter. Al terminar, nos dirigimos a la terminal y observamos en las pantallas que el check in de nuestro vuelo está abierto, así que facturamos las mochilas, y nos conectamos a la Wi FI del aeropuerto. A Rosi no le gusta nada la comida del avión, así que se come una pizza y algo de fruta, antes de subir al que será nuestro cubículo durante muchas horas. El embarque se hace a tiempo, el problema es que una de las puertas no cierra bien, así que el despegue se demora casi una hora en la que distintos operarios revisan la avería, que se soluciona con plástico adhesivo ante la mirada entre jocosa y asustada del pasaje. El caso es que a las tres de la tarde abandonamos Asia, con la suerte de que llevamos en medio un asiento vacío, lo que nos hará mucho más cómodo el viaje, que tratamos de pasar como podemos, con música, películas, lectura, dormitando……
A las nueve de la noche llegamos a Gatwick, y una hora después ya tenemos nuestras mochilas y hemos pasado el control. El vuelo a Alicante sale a las seis de la mañana del día siguiente, así que no sabemos si merece la pena alojarnos en uno de los hoteles del aeropuerto o pasar unas horas “tirados” en el mismo. Pregunto en el Sofitel, y la tarifa que me piden (130 libras), nos hace salir de dudas y buscamos un asiento en una zona lo más caliente posible, donde podemos tumbarnos los dos. Así dormimos un par de horas, antes de dirigirnos a facturar a las 4 de la mañana al mostrador de Easyjet, en el que hacen cola decenas de personas porque es un mostrador único para todos los vuelos. Tardamos un buen rato, y después nos tomamos un desayuno en uno de las cafeterías de la zona, antes de volar de vuelta a casa, a la que tenemos unas inmensas ganas de llegar. A las diez, con un día soleado, el avión toma tierra en el Altet poniendo fin a nuestra nueva aventura asiática. Hasta la próxima.




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Imagen: Cristicuerpo  cristicuerpo  23/01/2012 16:23
Estaria perfecto si pones algunas fotos, gracias por tus recomendaciones.
Imagen: Default https Avatar  risaku  27/01/2012 20:32
Muy buen relato, yo estuve este verano, y me ha sacado una sonrisa leerlo, sobretodo el comentario de la manager del teakwood, menuda negociante.
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Fecha: Sab Feb 01, 2020 01:06 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

Gracias Nathanian y Markeli. Si os soy sincero, me habéis hecho dudar.Haciendo caso a vuestra experiencia, quizás comience a considerar lo del avión para alguno de los desplazamientos más largos. Dependerá también de lo que me vayan respondiendo los conductores con los que contacte y la forma de encajar los días si lo hago por carretera. Ahora mismo tengo todo en pañales y un poco de agobio, porque voy dando palos de ciego. A ver por dónde se deslía finalmente la cosa. Os mantendré informados y seguro que recurro a vuestra sabiduría más de una vez cuando me asalten dudas.! Gracias de...  Leer más ...
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Fecha: Sab Feb 01, 2020 01:13 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

Nosotros hicimos Mandalay-Bagán-Inle-Yangón y el único vuelo que tomamos fue el Inle-Yangón. El resto de trayectos se pueden hacer en bus sin que resulte pesado.
hinari
Imagen: Hinari
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25-09-2012
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Fecha: Sab Feb 01, 2020 01:26 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

Nosotros hicimos en avión Yangon-Heho y Heho-Bagan. Estuvimos dudando hasta última hora porque tampoco nos gustan demasiado los aeropuertos. Finalmente nos decidimos a hacer los trayectos en avión. No hace falta estar ni una hora antes en los aeropuertos, aprovechamos los días y estuvimos muy descansados. Lo recomendaría.

De esta manera no creo que sea necesario alquilar coche con conductor porque el resto de los trayectos son cortos. Creo que incluso puede salirte más barato, los vuelos no son caros.
chicocheburashka
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09-05-2010
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Fecha: Vie Oct 21, 2022 06:33 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

Está abierto la frontera terrestre en Myanmar con India y Tailandia?
Nathanian83
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21-05-2015
Mensajes: 15818

Fecha: Lun Oct 24, 2022 04:48 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

"Chicocheburashka" Escribió:
Está abierto la frontera terrestre en Myanmar con India y Tailandia?

Te he contestado en el hilo de Fronteras:

Fronteras y Visados para y entre países del Sudeste Asiático

Saludos.
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