Llovía bastante cuando me levanté a la mañana siguiente así que tuve bastante poca prisa por salir del albergue y ponerme en camino a Fairbanks. Entre una cosa y otra era mediodía cuando me eché a la carretera. Al final entre un horripilante café americano que me tomé en el pueblo y el rato que dediqué a hacer varias compras se me fue la mañana. Por delante me quedaban unas tres horas de viaje hasta mi destino. Para entonces casi no llovía o, mejor dicho, lo hacía a ratos. Eso sí, con fuerza.
La carretera que lleva a Fairbanks es la misma que viene desde Anchorage, con buen trazado y firme. No es lo que imaginas cuando planeas un viaje a Alaska. Mas o menos a mitad de camino paré a comer en un pueblo llamado Nenana que en si no es mas que una calle con unas cuantas casas a ambos lados y una estación del tren al fondo. Imagino que también habría un aeródromo cerca pero yo no lo vi. El menú os dejo que lo imagineis. No era precisamente original.
Llegué a Fairbanks a primera hora de la tarde. Es la segunda ciudad mas grande de Alaska y, posiblemente, una de las ciudades mas feas que he conocido en mi vida. Al igual que me ocurrió en Juneau no fui capaz de encontrar un rincón al que mereciese la pena hacer una fotografía. De todas formas, en beneficio de Fairbanks he de decir que al menos sus habitantes son lo suficientemente prudentes como para no presumir de ciudad. Lo cierto es que habría que echarle mucha cara para ello. No creo que a ninguno se le pase por la imaginación compararse con San Francisco u otra urbe semejante. Es una ciudad extensa, formada por amplios suburbios de casas bajas y rodeadas de bastante arbolado, como si con ello se protegiesen de los gélidos vientos que azotan esta ciudad en invierno. En cuanto al centro de la ciudad es simplemente espantoso. No se me ocurre una forma mejor de describirlo. Como os podréis imaginar no pongo ninguna foto de la ciudad en esta etapa, a lo sumo alguna de los paisajes que hay a lo largo de la carretera.
Fundada hace poco mas de un siglo a raíz, cómo no, del descubrimiento de importantes yacimientos de oro en sus inmediaciones que hicieron que creciese rápidamente, Fairbanks es también la sede de la Universidad de Alaska y la puerta de entrada al Ártico estadounidense. Situada a unos cuatrocientos kilómetros al sur del Círculo Polar de aquí sale la única carretera, sin asfaltar, por supuesto, que lleva hasta Prudhoe Bay en la costa estadounidense del Océano Polar Ártico, siguiendo una ruta paralela al oleoducto que cruza Alaska de norte a sur hasta la ciudad de Valdez. No envidio a sus habitantes ni a los que vienen aquí a estudiar, pues en invierno se llegan a alcanzar temperaturas de 30º bajo cero. Me dan escalofríos sólo de pensarlo. Las temperaturas en invierno en la costa son bastante mas benignas así que no imagino por qué motivo hicieron aquí la universidad, aunque algún día me enteraré.
A pocos kilómetros de Fairbanks está un pueblo llamado North Pole, al que sus habitantes han designado como el hogar de Santa Claus, motivo que para mi es suficiente como para considerarlo el pueblo mas cursi de todo Norteamérica. Lo cierto es que, prejuicios aparte, el pueblo hace méritos suficientes para lograr semejante distinción, pues por sus calles hay colocados a modo decorativo cientos de bastones gigantes imitando los típicos bastoncillos de caramelo, entre otros adornos igualmente horripilantes, dándole al conjunto un aire tremendamente hortera. Lo peor es que es así todo el año… En resumen, otro horror. Ahora bien, el que quiera volver a casa cargado de adornos navideños de todo tipo tiene aquí una parada obligada.
Esa noche cogí habitación en un bed and breakfast, el 7 Gables Inn. La verdad es que estaba francamente bien, el precio era muy razonable y el desayuno mas que consistente, de esos que combinados con la típica hamburguesa como almuerzo producen como inevitable resultado norteamericanos híper gordos. Tras el desayuno me puse de nuevo en marcha. Había bastante niebla pero aún así tenía bastantes esperanzas de que mejorase. Mi idea era llegar en dos días a McCarthy, en el interior del Parque Nacional Wrangell St.Elias. Desde Fairbanks tenía unos quinientos kilómetros por la ruta mas corta y unos cuantos mas por la ruta turística que, por supuesto, es la que yo había elegido.
La opción mas rápida era ir por la Richardson Highway, la carretera que desde el Ártico llega hasta Valdez, en el Prince William Sound, perfectamente asfaltada y discurriendo en paralelo al oleoducto. Naturalmente la descarté o, al menos, decidí evitarla mientras fuese posible, no porque no fuese una ruta bonita, que lo era, sino porque me parecía mucho mas atractiva la segunda opción aunque también era bastante mas larga. Ésta pasaba por retroceder unos doscientos kilómetros en dirección a Anchorage hasta llegar al pequeño pueblo de Cantwell, apenas una docena de casas y una gasolinera, y desde allí tomar la Denali Highway con casi doscientos de sus doscientos veinte kilómetros sin asfaltar. Desde luego esta segunda opción, y no pretendo parecer un macarra, sonaba bastante mas divertida…
La carretera que lleva a Fairbanks es la misma que viene desde Anchorage, con buen trazado y firme. No es lo que imaginas cuando planeas un viaje a Alaska. Mas o menos a mitad de camino paré a comer en un pueblo llamado Nenana que en si no es mas que una calle con unas cuantas casas a ambos lados y una estación del tren al fondo. Imagino que también habría un aeródromo cerca pero yo no lo vi. El menú os dejo que lo imagineis. No era precisamente original.
Llegué a Fairbanks a primera hora de la tarde. Es la segunda ciudad mas grande de Alaska y, posiblemente, una de las ciudades mas feas que he conocido en mi vida. Al igual que me ocurrió en Juneau no fui capaz de encontrar un rincón al que mereciese la pena hacer una fotografía. De todas formas, en beneficio de Fairbanks he de decir que al menos sus habitantes son lo suficientemente prudentes como para no presumir de ciudad. Lo cierto es que habría que echarle mucha cara para ello. No creo que a ninguno se le pase por la imaginación compararse con San Francisco u otra urbe semejante. Es una ciudad extensa, formada por amplios suburbios de casas bajas y rodeadas de bastante arbolado, como si con ello se protegiesen de los gélidos vientos que azotan esta ciudad en invierno. En cuanto al centro de la ciudad es simplemente espantoso. No se me ocurre una forma mejor de describirlo. Como os podréis imaginar no pongo ninguna foto de la ciudad en esta etapa, a lo sumo alguna de los paisajes que hay a lo largo de la carretera.
Fundada hace poco mas de un siglo a raíz, cómo no, del descubrimiento de importantes yacimientos de oro en sus inmediaciones que hicieron que creciese rápidamente, Fairbanks es también la sede de la Universidad de Alaska y la puerta de entrada al Ártico estadounidense. Situada a unos cuatrocientos kilómetros al sur del Círculo Polar de aquí sale la única carretera, sin asfaltar, por supuesto, que lleva hasta Prudhoe Bay en la costa estadounidense del Océano Polar Ártico, siguiendo una ruta paralela al oleoducto que cruza Alaska de norte a sur hasta la ciudad de Valdez. No envidio a sus habitantes ni a los que vienen aquí a estudiar, pues en invierno se llegan a alcanzar temperaturas de 30º bajo cero. Me dan escalofríos sólo de pensarlo. Las temperaturas en invierno en la costa son bastante mas benignas así que no imagino por qué motivo hicieron aquí la universidad, aunque algún día me enteraré.
A pocos kilómetros de Fairbanks está un pueblo llamado North Pole, al que sus habitantes han designado como el hogar de Santa Claus, motivo que para mi es suficiente como para considerarlo el pueblo mas cursi de todo Norteamérica. Lo cierto es que, prejuicios aparte, el pueblo hace méritos suficientes para lograr semejante distinción, pues por sus calles hay colocados a modo decorativo cientos de bastones gigantes imitando los típicos bastoncillos de caramelo, entre otros adornos igualmente horripilantes, dándole al conjunto un aire tremendamente hortera. Lo peor es que es así todo el año… En resumen, otro horror. Ahora bien, el que quiera volver a casa cargado de adornos navideños de todo tipo tiene aquí una parada obligada.
Esa noche cogí habitación en un bed and breakfast, el 7 Gables Inn. La verdad es que estaba francamente bien, el precio era muy razonable y el desayuno mas que consistente, de esos que combinados con la típica hamburguesa como almuerzo producen como inevitable resultado norteamericanos híper gordos. Tras el desayuno me puse de nuevo en marcha. Había bastante niebla pero aún así tenía bastantes esperanzas de que mejorase. Mi idea era llegar en dos días a McCarthy, en el interior del Parque Nacional Wrangell St.Elias. Desde Fairbanks tenía unos quinientos kilómetros por la ruta mas corta y unos cuantos mas por la ruta turística que, por supuesto, es la que yo había elegido.
La opción mas rápida era ir por la Richardson Highway, la carretera que desde el Ártico llega hasta Valdez, en el Prince William Sound, perfectamente asfaltada y discurriendo en paralelo al oleoducto. Naturalmente la descarté o, al menos, decidí evitarla mientras fuese posible, no porque no fuese una ruta bonita, que lo era, sino porque me parecía mucho mas atractiva la segunda opción aunque también era bastante mas larga. Ésta pasaba por retroceder unos doscientos kilómetros en dirección a Anchorage hasta llegar al pequeño pueblo de Cantwell, apenas una docena de casas y una gasolinera, y desde allí tomar la Denali Highway con casi doscientos de sus doscientos veinte kilómetros sin asfaltar. Desde luego esta segunda opción, y no pretendo parecer un macarra, sonaba bastante mas divertida…