
[align=justify] Las señales de tráfico que hay en las carreteras estadounidenses tienen el fondo amarillo y letras o dibujos en negro. No se parecen en casi nada a las nuestras aunque son igual de sencillas de entender. O mas, incluso. En cierto modo son mas descriptivas, una señal que anuncie un trazado sinuoso parece mas un garabato que una señal, lo que suele acercarse mas a la realidad que la señal equivalente que ponemos en nuestras carreteras. Para mi la mejor o al menos la que mas gracia me hace es una que sólo pone “BUMP”. Sirve lo mismo para anunciar un bache, un badén o incluso un pequeño cambio de rasante. Sea lo que sea siempre se da un bote. En Alaska en particular las señales sirven para algo mas, pues todas y cada una de ellas tienen impactos de bala, todas están mas o menos acribilladas. Imagino que por aquí el tiro a la señal debe ser poco menos que un deporte olímpico fuera de la temporada de caza, pues no recuerdo haber visto una que no tuviese ningún disparo. Supongo que les vendrán bien para ajustar los puntos de mira y cosas así.


Los planes que me había hecho en Bilbao antes de salir incluían una larga caminata por este parque, de unos cincuenta kilómetros en total de ida y vuelta, hasta las cercanías de uno de los cientos de glaciares que hay en él y haciendo noche en una cabaña que había por allí, antes de llegar hasta McCarthy, donde me quedaría un par de noches. Con la lesión que arrastraba desde el Chilkoot ese plan era físicamente imposible, así que empleé el tiempo que tenía previsto dedicar a esa excursión en irme a Fairbanks y en recorrer la Denali Highway con mucha mas calma. De Fairbanks ya sabéis lo que opino. En cuanto a la Denali Highway, desde luego fue un acierto el ir por ella y hacer noche allí. No es una carretera que se deba recorrer con prisa. Merece la pena hacer un esfuerzo y dedicarle tiempo. Y mas en otoño.

El Wrangell - St. Elias National Park es el mas grande de Estados Unidos. Con una superficie de casi 53.000 kilómetros cuadrados, mayor que la de Suiza, es unas seis veces mayor que el mucho mas conocido Parque Nacional de Yellowstone, por poner un ejemplo. Formado por dos cordilleras -la de los volcanes Wrangell y la de los montes St. Elias-, decenas de glaciares, lagos y ríos, la mayor parte de su superficie es accesible únicamente en avioneta o hidroavión, existiendo únicamente dos carreteras sin asfaltar que se adentran un poco en el interior del mismo y contadas rutas de senderismo.

Mi destino era la población de McCarthy, a la que se accede desde Chitina, al oeste del parque, por una carretera sin asfaltar de casi cien kilómetros. Para llegar hasta allí hay que coger un desvío algo después de Copper Center y conducir cerca de una hora mas hasta llegar a Chitina, pequeño pueblo en el que, entre otras cosas, está la última gasolinera que hay en la ruta. Por ello es necesario asegurarse de que tenemos combustible suficiente para recorrer los doscientos kilómetros que hay sumando ida y vuelta desde allí hasta McCarthy, antes de internarse en esa pista de tierra.

La temporada turística había acabado la víspera así que no esperaba que hubiese mucha gente en el parque, salvo unos cuantos turistas despistados de esos a los que nos gusta ir por libre y, por qué no, un tanto a contracorriente. Una breve parada a media tarde en el centro de visitantes del parque para hacerme con algún plano de la zona era todo lo que necesitaba para meterme de cabeza en ese parque. Combustible me sobraba, así que la parada en Chitina la dejé para la vuelta. Eran algo así como las cinco y media de la tarde cuando me interné en la McCarthy Road, con lo que calculaba que llegaría a mi destino con las últimas luces del día.

Ésta no fue una carretera en sus inicios sino el trazado de un ferrocarril, concretamente del “Copper River and Northwestern Railway“. Hacia 1900 aproximadamente, dos mineros que se internaron en aquella zona en busca de nuevos yacimientos de minerales dieron con una mena de cobre muy rica, fundándose la Kennecott Copper Corporation en 1903 con dinero de un grupo de conocidos inversores del este de los Estados Unidos. Curiosamente el nombre de la compañía minera se registró con una errata y así se quedó. Rápidamente surgieron dos poblaciones en la zona: Kennicott, que tomó el nombre del glaciar adyacente, era donde estaban todas las instalaciones de la compañía minera y se alojaban los empleados de la misma; y McCarthy, a pocos kilómetros de la primera y en la que se encontraba todo aquello que los gerentes de la compañía, interesados en mantener el orden, no permitían que se estableciese cerca de sus instalaciones, es decir, salones, burdeles, casinos y en general cualquier negocio en el que los mineros pudiesen gastar su dinero en los ratos libres. Para dar salida a todo el mineral que se extraía de las minas se construyó una línea de ferrocarril que comunicaba las poblaciones de Kennicott y Cordova, en el Prince William Sound.

Las minas se explotaron durante casi cuarenta años, concretamente hasta 1938. Los precios de las materias primas, entre ellas el cobre, se desplomaron durante la gran depresión de esa década. Además el elevado coste de mantenimiento del ferrocarril y el agotamiento de los mejores filones provocaron que al final los gerentes de la compañía minera, en una impresionante demostración práctica del capitalismo imperante en la época, decidieran el cierre de las mismas dando dos horas de plazo a los trabajadores para que recogiesen sus pertenencias y se marchasen en el último tren que circularía por esa línea férrea. Las poblaciones de Kennicott y McCarthy, al igual que tantas otras en Alaska que habían surgido de la misma forma, fueron prácticamente abandonadas hasta que en la década de los 80 se creó el Wrangell - St. Elias National Park, momento en el que poco a poco volvieron a resurgir en torno a la actividad turística que empezó a desarrollarse en la zona.

La McCarthy Road se “construyó” años después para dar acceso al parque nacional aprovechando el trazado del antiguo ferrocarril minero. De hecho, en algunos puntos donde la grava ha ido desapareciendo aun pueden verse las traviesas de madera de la vía férrea. Los primeros quince o veinte kilómetros son posiblemente el peor tramo de carretera que he recorrido en estas tres semanas de viaje en Alaska. El trazado es un tanto sinuoso, estrecho y con bastantes baches, lo que obliga a recorrerlos a una velocidad bastante baja, muy inferior a la que podía llevarse en la Denali Highway por la que había conducido esa misma mañana. Una vez que se cruza el viaducto sobre el río Kuskulana la carretera mejora bastante, lo que permite ir algo mas rápido. Sin embargo el paisaje también es mas vistoso cuanto mas te adentras en el interior del parque por lo que las paradas también aumentan, así que el tiempo que ganas con la velocidad lo dejas viendo el paisaje. Tengo que reconocerlo, me encantó.

Creo que los bosques que vi en estos días pasados en el Wrangell - St. Elias National Park fueron los mas vistosos de todo el viaje. La mezcla de diferentes especies de árboles en pleno otoño daba como resultado un paisaje de una variedad cromática apabullante, en la que se juntaban diferentes tonos de ocres, rojos y verdes causando un efecto bastante deslumbrante. Además tuve algo de suerte pues el clima también puso bastante de su parte, que es tanto como decir que no llovió en todo el tiempo que pasé allí, alternándose las nubes y claros, lo que a su vez ayudaba a resaltar aún mas el paisaje.

Como había calculado, llegué a McCarthy a última hora de la tarde. El albergue en el que me iba a alojar las siguientes dos noches lo formaban un conjunto de cabañas de madera con muy buena pinta. La primera noche estuve sólo. Es lo que tiene ir fuera de temporada. La segunda noche llegó un chaval alemán del que os contaré algo mas adelante. Me fui a dormir bastante pronto esa noche. Al final el día había sido bastante largo y estaba muy cansado. Conducir un coche automático por una carretera asfaltada con buen trazado y pocas curvas es tan divertido como jugar al dos en raya , así que te cansas de puro aburrimiento; hacerlo por vías sin asfaltar es bastante mas entretenido aunque requiere de mucha mas concentración, lo que resulta agotador cuando al final son varias las horas que pasas conduciendo por ellas.

El día siguiente amaneció bastante despejado. Mis planes eran cruzar al otro lado del río y acercarme hasta Kennicott, echar un vistazo a los viejos edificios de las minas y hacer una pequeña caminata hasta el punto donde los glaciares Kennicott y Root se unen. No se puede llegar hasta allí en coche particular. Un puente peatonal cruza el río Kennicott y una pista sin asfaltar te lleva hasta el pueblo, que está a unos siete kilómetros, y que hoy día apenas consiste en unos edificios restaurados de las antiguas minas y un lodge. Un servicio de shuttles funciona durante todo el verano entre McCarthy, que también está al otro lado del río, y Kennicott.

He de reconocer que Kennicott es un bonito conjunto de edificios que no desentonan ni lo mas mínimo con el bosque que los rodea. Mas o menos a las diez de la mañana me puse en marcha. Poco mas de una hora después había llegado allí. El pueblo tenía un aire un tanto fantasmal, pues con el fin de temporada casi todos los turistas habían desaparecido y éramos contadas las personas que deambulábamos por allí. La mayoría eran personas que trabajaban en la restauración de uno de los edificios; el resto, los pocos turistas que, como yo, íbamos por libre.

Puesto que aun continuaba el buen tiempo opté por seguir adelante, durante algo mas de un par de millas, hasta el glaciar. He de decir que éste es de largo el glaciar mas sucio que he visto en mi vida. Toda su superficie es una enorme morrena que le da un color gris ceniciento bastante peculiar. De hecho, cuando llegué el día anterior la primera impresión que me dio fue la de que la franja grisácea que se veía a lo lejos no era mas que un inmenso montón de escoria de las viejas minas. Si no hubiese sabido que allí había un glaciar jamás lo habría imaginado. Muy de vez en cuando, y eso mirando con mucha atención, se veía una mancha de ese color azul que tiene el hielo compactado de los glaciares.

Como decía, a unas dos millas mas o menos de los edificios de las minas está el punto donde los dos glaciares que confluyen en Kennicott se unen, el sucísimo glaciar Kennicott y el algo mas limpio glaciar Root. Una zona de acampada con instalaciones muy básicas hay allí para dar servicio a aquellos que deciden hacer rutas mas largas por la zona, explorando las diferentes minas o, incluso, colocándose los crampones y caminando por el hielo. Como decía, la zona de acampada es muy básica, pues apenas si hay unas letrinas y un armario para poner la comida fuera del alcance de los osos. A éstos no los vi en ningún momento aunque los rastros que había en esas dos millas eran abundantísimos. Además, la gran cercanía al glaciar hacía que el aire que soplaba allí fuese gélido.

A primera hora de la tarde volví a Kennicott. Para regresar a McCarthy opté por esperar al shuttle que había un rato después. Con el paseo me había resentido de la rodilla, así que me tocaba no forzar más y volver a empezar con los antiinflamatorios en cuanto volviese al albergue. Mientras esperaba apareció por allí un grupo de cuatro navarricos la mar de simpáticos que estaban recorriendo Alaska en autocaravana. Estaban aparcados muy cerca de mi albergue, en un pedregal que se anunciaba como camping para caravanas y que no era mas que un aparcamiento junto al puente en el que tenías que pagar si querías dejar allí tu coche. Quedamos para cenar esa noche mientras nos contábamos nuestras andanzas. Hicimos una fogata en el pedregal aquel y nos cenamos un salmón recién pescado que les habían regalado la víspera. Estaba muy bueno.
Cuando iba a cenar con ellos me crucé con un nuevo cliente recién llegado al albergue en autostop, un chaval alemán también la mar de majo pero que andaba un tanto despistado, según me contaron después los navarros durante la cena, pues no tenía ni idea de que al haber acabado la temporada estaba casi todo cerrado y se había plantado allí sin nada de comida esperando comprarla en alguna, en esos momentos inexistente, tienda. Total, que el pobre chaval había acabado en el pseudo camping por si allí había algún sitio donde comprar algo y, al no encontrarlo, los navarros se habían apiadado de él dándole algo para que al menos pudiese cenar esa noche.

A la mañana siguiente desayuné con él. Yo invitaba, claro. Éste llevaba mas de dos meses por Alaska de mochilero en plan verano sabático. No es el primer alemán que me encuentro viajando de ese modo, totalmente despreocupado e improvisando sobre la marcha sin preocuparse ni lo mas mínimo por dónde van a dormir esa noche o si hay algún sitio donde comprar algo para comer, aunque ésto no me cuadra demasiado con la imagen de cuadriculados que tengo de los alemanes. Supongo que aprovechan las vacaciones para desmelenarse un poco. Después de contarnos nuestras respectivas andanzas nos despedimos. Él iba a pasar el día en Kennicott y yo marchaba hacia la costa, concretamente a la ciudad de Valdez en el Prince William Sound. Antes de irnos le di comida suficiente como para que pasara dos o tres días sin problemas. El chaval no daba crédito y no paró de darme las gracias hasta que nos fuimos pero, ¡que diablos!, si no nos ayudamos entre mochileros… Confío en que si algún día se encuentra en mi situación se acuerde de ésta y haga lo mismo.

Hacía bastante buen día cuando me marché, no sin cierta pena. El paisaje de esta zona es posiblemente el mas bonito que he encontrado en todo el viaje. No en vano dicen los lugareños que si lo que quieres es ver animales te vayas a Denali, mientras que si lo que te gustan son los grandes paisajes nada hay en Alaska como Wrangell - St. Elias. Me inclino a darles la razón.