4 de Octubre de 2011
Desayunamos en el albergue sin esperar a que empiece la hora oficial del desayuno. Tenemos magdalenas y té que compramos la tarde anterior, así que mucho antes de las 8 ya hemos terminado y estamos a punto de marcharnos. ¡Tenemos que recuperar la mañana perdida de ayer!





Primera parada, Lombard Street, después de nuestro primer trayecto en cable car: Un tramo de subida a pie agotadora.

Volvemos a coger el cable car pero el saldo de nuestras tarjetas está agotado y el cobrador, a modo de multa, nos pide 12 dólares. Cuando se acerca nuestra parada, lo vamos a buscar y le damos 15, pero dice que se ha quedado sin cambio y... nos deja bajar sin pagar.

Paseamos por Chinatown y allí compramos unas postales (5 por 1 dólar) y, en otra tienda, unas infusiones. Le pregunto a la dependienta si le molesta que saque una foto de la tienda, pero por la cara que pone no creo que me haya entendido, así que saco la foto sin más.




Esta vez tomamos un streetcar (un híbrido entre tranvía y autobús, ya que funciona con electricidad pero no va sobre raíles como los tranvías, sino con ruedas normales) para ir hasta Alamo Square y ver las famosas Painted Ladies. Ha salido el sol y la ciudad luce mucho más.

Escojo a una pareja de turistas al azar y les pido que nos saquen una foto y me ofrezco a sacarle otra a ellos si quieren. Oyéndoles hablar, resulta que son españoles, pero ellos no se habían dado cuenta de que nosotros.... también lo somos.
Tomamos la misma línea de streetcar y bajamos en Haight-Ashbury.






Damos una vuelta por el barrio hippie de San Francisco y decidimos ir a Castro a pie. Sobre el mapa no parece lejos...





Atravesamos Buena Vista Park por el centro y todavía nos queda un buen paseo por una zona donde todo son casitas súper-pijas y calles súper empinadas, hasta que finalmente podemos reposar nuestras posaderas en Harvey’s, donde almorzamos. El restaurante toma su nombre del primero político homosexual en ejercer un cargo político en California, Harvey Milk, residente en el barrio y que fue asesinado meses después de ser elegido supervisor municipal.
Una vez más nos cuesta terminarnos lo que nos ponen en el plato. Eso sí, esta vez lo conseguimos, jajaja.


Damos un paseo por la calle principal y tomamos otro streetcar (este era muy antiguo, de 1948, y precioso, con todo el interior de madera) hasta Fisherman’s Wharf.
Durante todo el trayecto volvemos a comprobar lo “enrollados” que son los americanos, o más bien los habitantes de San Francisco. Los pasajeros interactúan con el conductor, que resulta ser un comediante nato, contando chistes, comentando la actualidad...
Fisherman’s Wharf es hiperturístico, el paraíso del consumista, pero las vistas a Alcatraz y a la bahía son muy bonitas. Sólo por eso ya vale la pena venir. Además, hemos podido ver los leones marinos, que empezaron a “instalarse” aquí después del terremoto del 1989.




Nos tomamos un té en un Starbucks. y, a una hora prudencial, ya que mañana hay que madrugar para recoger el coche e ir hasta Yosemite, nos retiramos al albergue para preparar las maletas.
Y así termina nuestro último día en “Fog City” (la ciudad de la niebla).