Con muchas ganas de calorcito y volver a una ciudad que nos encanta este año decidimos pasar unos días en la fantástica Marrakech.
Nuestro primer objetivo fue encontrar un buen RIAD. No se tiene que dejar escapar la oportunidad de vivir en la medina, es una cosa muy recomendable. La oferta en Marrakech es extensa y adecuada a todos los bolsillos aunque la mayoría tienen precios muy buenos. Nosotros después de buscar y rebuscar nos decidimos por el RIAD FAIZA. A priori cumplía todos los requisitos que queríamos, ubicación y encanto.
Un vuelo tranquilo de 2 horas nos llevó a nuestro objetivo. Como ya cocíamos la ciudad y la dificultad que hay para llegar a los RIAD, al estar escondidos, decidimos contratar por un precio justo al mismo RIAD, un traslado. Cuesta lo mismo ir en taxi, la diferencia es que te llevan hasta la puerta del RIAD.
La bienvenida al RIAD fue espectacular, te, pastitas y tranquilidad fueron nuestra primera visión. Ubicados ya y con ganas de cenar, decidimos hacer nuestra primer incursión por la calles de Marrakech. Nuestro destino como no fue la PLAZA JEMAA FNA. En poco más de 10 minutos a pie y sin pérdida, nos plantamos en ella. Por muchas veces que las veas la plaza es impresionante. Sonidos y sobretodo olores nos invadieron todos los sentidos.
Cometimos el pecado de meternos justo en medio de todos los chiringuitos y por ello fuimos atacados por las decenas de cartas que nos pasaban por la cara. Tuvimos algunos momentos de agobio pero rápidamente encontramos una salida y elegimos un lugar para cenar. Es lo normal en la plaza, pero si es la primera vez que vas a Marrakech la verdad es que puede agobiar. Una vez cenados volvimos a disfrutar de la tranquilidad de nuestro RIAD y coger fuerzas para un nuevo día.
Con el relax de no escuchar nada, salvo las manecillas del reloj, nos levantamos para afrontar nuestra primera mañana en Marrakech. Lo primero fue un gran desayuno en el RIAD para coger fuerzas. Nuestro objetivo general de viaje era pasear y disfrutar relajadamente, la ciudad ya lo conocíamos y por eso no teníamos ningún estrés de ver cosas a troque y moche.
Primer destino el barrio de la MELLAH. Es una zona que ya nos gustó la primera vez que estuvimos en la ciudad y por eso la queríamos pasear. Allí visitamos el Palacio BAHIA, un remanso de paz si no fuera por los grupos organizados.
Paseando llegamos al mercado de las especias, un pequeño zoco donde se pueden comprar multitudes de aliños y cosas para enriquecer tus comidas. Allí nos dieron a probar unos cristales de menta que puestos en el te, que obviamente nos ofrecieron en una las tiendas, nos abrió los bronquios y todo el sistema respiratorio.
A pocos minutos andando fuimos al echar un vistazo a la tumbas sadies. Es un lugar curioso y lleno de historia pero seguramente es más interesante si llevas algún guía.
Con el estomago pidiendo comida, nos fuimos a buscar nuestro primer restaurante EL CHEZ BAHIA, situado cerca de la plaza. Es un lugar sencillo, fuera del bullicio de la plaza y donde se come de maravilla a un precio insultantemente barato.
Con la barriga llena y el sol pegándonos en la cabeza nos fuimos a la plaza a refrescarnos con un buen zumo de naranja. No es que sean buenos son ultrabuenos, sino te controlas puedes acabar con una sobredosis de vitamina c.
Fresquitos y con el sol calentando nos dimos una vuelta por la plaza para disfrutar de todo aquello que se puede ver. Monos, serpientes, vendedores de dientes, carros gigantes de frescas, saltimbanquis… y muchísimas cosas más fueron objetivo de nuestros ojos, porque de nuestras cámaras poco. Todos están atentos para ver si alguien le hace una foto y así pedirles algo de dinero, por eso las fotos que hicimos fueron hechas al estilo paparazzi, fotos robadas.
Para bajar la comida nos fuimos andando hasta la zona nueva, el GUELIZ y allí nos tomamos un helado al estilo europeo. Con ganas de volver al estilo marroquí autentico volvimos a la media para seguir paseando. Como teníamos ganas de hacernos un HAMMAN con masaje fuimos mirando los que nos encontrábamos por el camino. La verdad que respecto a hace 3 años (primer visita) hay muchísimos más. El azar hizo que nos parásemos en el HAMMAN LALA. La encargada con un te por delante nos convenció y quedamos con ella para ir al día siguiente.
Ya con la noche y menos calor, nuestras tripas volvieron a rugir. Nuestro objetivo era el puesto 31 de la plaza. Fuimos directos sin dudar y sin confundirnos porque la verdad es que la cosa está fácil. Aunque los puestos están bien indicados, todos están unos junto a los otros y es fácil sentarse en otro.
Una vez sentados, nos dejamos llevar por los olores, el humo y el montón de gente que había y un poco a lo loco pedimos. Comimos de maravilla, salchichas, pinchos de pollo, olivas, tomate triturado con menta… fue genial y muy recomendable si queréis comer con un poco de estrés marroquí. Para quitarnos el mini estrés que llevábamos en el cuerpo nos subimos a un de las terrazas de la plaza y nos relajamos tomando un té y contemplando las maravillosas vistas.
Nuestro primer objetivo fue encontrar un buen RIAD. No se tiene que dejar escapar la oportunidad de vivir en la medina, es una cosa muy recomendable. La oferta en Marrakech es extensa y adecuada a todos los bolsillos aunque la mayoría tienen precios muy buenos. Nosotros después de buscar y rebuscar nos decidimos por el RIAD FAIZA. A priori cumplía todos los requisitos que queríamos, ubicación y encanto.



Primer destino el barrio de la MELLAH. Es una zona que ya nos gustó la primera vez que estuvimos en la ciudad y por eso la queríamos pasear. Allí visitamos el Palacio BAHIA, un remanso de paz si no fuera por los grupos organizados.
Paseando llegamos al mercado de las especias, un pequeño zoco donde se pueden comprar multitudes de aliños y cosas para enriquecer tus comidas. Allí nos dieron a probar unos cristales de menta que puestos en el te, que obviamente nos ofrecieron en una las tiendas, nos abrió los bronquios y todo el sistema respiratorio.
Con el estomago pidiendo comida, nos fuimos a buscar nuestro primer restaurante EL CHEZ BAHIA, situado cerca de la plaza. Es un lugar sencillo, fuera del bullicio de la plaza y donde se come de maravilla a un precio insultantemente barato.
Con la barriga llena y el sol pegándonos en la cabeza nos fuimos a la plaza a refrescarnos con un buen zumo de naranja. No es que sean buenos son ultrabuenos, sino te controlas puedes acabar con una sobredosis de vitamina c.
Fresquitos y con el sol calentando nos dimos una vuelta por la plaza para disfrutar de todo aquello que se puede ver. Monos, serpientes, vendedores de dientes, carros gigantes de frescas, saltimbanquis… y muchísimas cosas más fueron objetivo de nuestros ojos, porque de nuestras cámaras poco. Todos están atentos para ver si alguien le hace una foto y así pedirles algo de dinero, por eso las fotos que hicimos fueron hechas al estilo paparazzi, fotos robadas.

Ya con la noche y menos calor, nuestras tripas volvieron a rugir. Nuestro objetivo era el puesto 31 de la plaza. Fuimos directos sin dudar y sin confundirnos porque la verdad es que la cosa está fácil. Aunque los puestos están bien indicados, todos están unos junto a los otros y es fácil sentarse en otro.