Lunes, 22 de agosto de 2011 ✏️ Diarios de Viajes de Francia

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Ayer llegamos de Tenerife después de pasar allí 9 días un tanto irregulares, para mí, de descanso, para mi chico de trabajo y con una estancia en un hotel que no nos gustó nada. Nada más llegar a casa, lavadora y secadora de la ropa que quería llevarme a Francia y a la cama a las mil y monas, para madrugar.
Pues nada de madrugar hoy, nos levantamos a las 8, así que hasta las 10 no salimos y encima tuvimos que parar un par de veces: él en su banco para ingresar (¡bien!) y yo en el mío para sacar (¡mal!), total que cogimos la A2 hacia las 10:30 y con 17.400 km en el cuentakilómetros del coche.
La carretera en obras y los correspondientes descansos e intercambios de conductor nos llevaron a nuestra primera parada programada en Medinacelli donde estuvimos más o menos una hora, paseando por este encantador pueblo soriano: con su arco de triunfo romano dominando el entorno, sus casas, las antiguas de piedra auténtica y las nuevas disfrazadas de piedra, para conservar la estética…, un maravilloso bollo en la panadería-tienda y el primer dedal del viaje. Pero ni aquí se libran de las obras: una señora se acerca a una plaza a comprobar a qué se debe un ruido constante al que seguramente no está muy acostumbrada, es una grúa descargando un camión. Hay otro ruido que parece más habitual: un agricultor conduce por todo el pueblo aclamando por la megafonía de su furgoneta las bondades de sus sandías y sus otros productos.
Volvemos a la carretera con nuestro segundo objetivo en mente, ya en la provincia de Zaragoza: el Monasterio de Piedra. Compramos la entrada (27€ los dos) justo a tiempo para la última visita guiada al propio monasterio, esta es mi quinta o sexta vez en este maravilloso lugar y nunca había visto el edificio del monasterio por dentro, así que me entusiasma la novedad, aunque soy consciente de que el tiempo juega en nuestra contra pues aún tenemos que llegar a Gerona donde haremos noche.
La guía que nos lo muestra es muy agradable y sus explicaciones claras y muy interesantes. Lo que más me ha gustado ha sido la iglesia en ruinas. Como curiosidad, en el monasterio hemos descubierto lo que es una tartana: un pequeño carruaje para el transporte de mercancías.
Después de alimentar el alma, hay que hacer lo propio con el cuerpo y aunque mi chico quería comer nada más llegar para conseguir mesa, le convencí de que el restaurante es grande y que no hay problema de sitio. Así es: unas ensaladas, unas truchas del río Piedra y unas tarrinas de helado son nuestros menús (curiosamente también 27€ los dos). Nos llevamos las tarrinas de helado con sus respectivas tapas, que nos serán muy útiles a lo largo del viaje.
Y toca la visita principal del día, la más deseada: el Parque del Monasterio de Piedra nos ofrece su remanso de paz. El paseo entre las cataratas es calmado y relajante, las fotos se suceden y la belleza nos rodea, hombre y naturaleza se han unido para conseguirla.
Al final de la visita llegamos a la zona de exhibición de aves rapaces que con sus vuelos ensayados deleitan al público. Piden silencio y que no nos movamos… ¡cualquiera se atreve viendo el tamaño de estos bichos! Al finalizar la exhibición un buitre sigue a una de las monitoras a saltitos y se me antoja un perrillo que sigue a su ama.
Son las 18:00 y estamos de vuelta en la carretera para recorrer los aproximadamente 500 km que nos separan de Gerona a través de los Monegros, pasando por debajo del meridiano de Greenwich y, ya en Cataluña, por el primero de los dos mil peajes que tendremos que pagar… hasta llegar a los 196,17€ que nos hemos dejado en las carreteras francesas y catalanas.
Al llegar a Gerona conseguimos aparcar en un lateral del hotel Ultonia (Av. Jaume I, 22, 17001 Girona; (*editado por universo18*)). Es un curioso hotel de 3 y de 4 estrellas, las habitaciones no reformadas (la nuestra, claro) corresponden al hotel de 3 estrellas y las reformadas al de 4, pero la recepción y zonas comunes son las mismas para las dos categorías. La habitación está anticuada, pero la relación calidad precio (52€) está muy bien. Es una pena porque seguro que terminarán reformando todas las habitaciones y el precio ascenderá consecuentemente. Y está a un corto paseo del centro. Dejamos las maletas y a buscar un lugar donde llenar el estómago… pasada ya la medianoche… ya es día 23. No teníamos muchas esperanzas de encontrar ya nada, pero justo frente al hotel la agradable terraza de una cervecería (Frankfuter Koning I: Gran Via Jaume I, 1, 17001 Girona) nos ofrece una cena ligera: hamburguesa y sándwich con cervecita sin alcohol por 16,55€… y a la cama que el día ha sido muy largo.

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