Colonia es la ciudad más antigua del Uruguay, y por lo tanto, una de las joyas turísticas de la república oriental. El asunto es que este bello sitio, está colonizado en la actualidad por terrícolas de alta gama de la otra orilla del Río de la Plata, lo que ha convertido el enclave en prohibitivo para algunos bolsillos. El viaje de 2 horas y media, lo hacemos esta vez en un bus de la compañía COT desde Tres Cruces, cuyo billete ha costado 456 pesos (18 euros) i/v por persona. Sobre el trayecto, tal como conté en la etapa en la que marchamos a Colonia a coger un ferry para cruzar a Baires, el relajante paisaje desde Montevideo, es de bucólica campiña, reses de ganado, y arboledas.
A primera hora de la tarde el colono bus estaciona en un andén de la terminal de Colonia. Alimento, pregunta, respuesta, petate, avenida y entrada en la posada "El Capullo", a la espalda de la Basílica del Sacramento en pleno corazón del barrio histórico del pueblo. Para variar, la habitación reservada vía internet adolece de un inconveniente imprevisto, puesto que aunque la foto de la estancia es fiel, ni decía ni mostraba su situación, que resulta ser justo en el pasillo frente al mostrador de la recepción y a la sala del desayuno, ubicación algo incómoda para el descanso y la intimidad, y que convierte los 85 euros de habitación "standard" en una tarifa desproporcionada con su valor real.
A pesar de ello, al decirle al dueño si dispone de otra habitación en otro emplazamiento, me responde que aunque no es de categoría "standard" y ya que no se ocupa hasta el día siguiente, nos podemos alojar sin cargo extra alguno, en una de las que dan al magnífico jardín con piscina. La diferencia es abismal, y la ubicación del par o tres de habitaciones que tienen en el jardín es excelente y apacible, haciendo amortizable el coste del alojamiento. Le agradecemos la generosidad, y dejo constancia sincera de que el lugar es tranquilo, cuidado, moderno, que todas las habitaciones son impecables, y sobre todo, de que la maravillosa atención y simpatía de los dueños y el equipo de la Posada, no tienen precio.
Colonia, a unos 180 kilómetros de Montevideo, se encuentra ubicada en un cabo formado por dos puntas que miran hacia el pais vecino, y su barrio histórico, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995. La influencia colonial hispano portuguesa es evidente en sus calles estrechas y empedradas, y en unas edificaciones que son cuidadas con cariño y embellecidas con profusión de plantas, vegetación y flores. La ciudad, que data de 1680, fue durante años campo de batalla entre españoles y portugueses, pasando de unas manos a otras durante siglo y medio, hasta que en 1828 quedó definitivamente bajo la soberanía de la República del Uruguay. Tras ese periodo de confrontación sin tregua, el olvidado casco histórico en ruinas y abandonado, se había convertido en un barrio de prostitución y malhechores, hasta que en 1970 comenzó la restauración y reconstrucción del inigualable casco.
Para saber más sobre Colonia, os recomiendo la cachonda versión de la historia de la ciudad, que tienen en la web de "El Capullo". Copio y pego algunos trozos:
*"1492: Cristobal Colón llega a nuestro continente. Le dicen "Nuevo", aunque es solo para ellos, ya que la gente que vivía aquí insistía que el continente era más viejo que ellos y que ya antes habían visto a unos rubios barbudos y a otros también. A Colón no le importó la explicación ... fue un temsa de marketing, además de que es imposible descubrir algo que ya lo conoce otra gente".
*"1516: ... Juan Día de Solís se interna en el Río de la Plata. En los libros dice "descubre" ... Los que se lo comieron, pensaban distinto sobre este punto".
*"1822: Otra novedad, Brasil se independiza de Portugal, así que Colonia que estaba ocupada por estos últimos, pasa a manos de Brasil. Si todo hubiese acabado así, el "Maracanazo" (mundial que ganó Uruguay en Maracaná ganando a Brasil, país anfitrión) no hubiese ocurrido y seriamos el país con más mundiales de fútbol ganados"
*"1823: ... Como sucedían pocas cosas, un rayo destruyó la iglesia Matriz".
En mayo del 2012, la historia dirá que Colonia está en manos de las hordas de élite porteñas, y que Colonia del Sacramento tiene un barrio histórico de postal, bien cuidado y de belleza esterilizada. Un cuadro deslumbrante, cuyo coste es un agujero en los bolsillos turísticos, aunque espero que al menos, revierta en la ciudad y en todos sus habitantes. Nosotros en este momento histórico, paseamos por los adoquines del casco, tras haber entrado al final de la calle a la plaza de la Basílica del Santísimo Sacramento. Derivamos por un decorado de callejuelas, que me recuerda en parte al "Pueblo español" de la montaña de Montjuich en mi ciudad, viendo a gente sentada en las terrazas tomando algo como figurantes de película, zigzagueando por los callejones observando los abundantes coches de época "aparcados" estratégicamente, disfrutando de plantas, flores, portales y jardines, cruzando la Plaza Mayor, y llegándonos el paseo marítimo que bordea la punta bañada por el Río de la Plata. Allí, en la terraza de un garito con tablones clavados en un árbol, llamado "Budha bar", nos sentamos para ver como zarpan y arriban los buques que cruzan a Buenos Aires.
Las vistas al río, nos salen caras, exactamente 180 pesos (7 euros) una litrona para los dos. En Colonia, se produce un fenómeno paranormal. Muchos de los comerciantes, camareros, hosteleros, etcétera, te avisan diciéndote: "Colonia es cara", "comer en Colonia es caro", "alojarse en Colonia es caro", dando la impresión de que los precios no tuviesen relación con ellos, como si cayesen del cielo impuestos por una fuerza sobrenatural, o estuviesen establecidos en alguna tabla de piedra desde los tiempos de los tiempos. Lo cierto, es que da la impresión de que es un filtro para eliminar turismo de menor poder adquisitivo, para extraer pepitas de oro. Hay que decir en honor a la verdad, que fuera del casco histórico se encuentran precios no inflados, asequibles para viajeros sin limusina.
En la terraza del bastión de San Miguel donde estamos, los buques siguen partiendo y llegando allá en la punta del muelle de la terminal marítima. Nosotros pagamos y nos vamos a seguir puliendo las piedras del pavimento. Suspiramos en la calle de los suspiros, nos iluminamos en el faro sobre la ruinas del convento de San Francisco, cruzamos por el puente de madera levadizo sobre el foso, el Portón del campo, la antigua y única puerta de la muralla de entrada a la ciudad, y me hago fotos en la puerta de un coche de mismos colores que el polar que visto. Dejadas atrás las piedras con historia, pisamos el asfalto de alquitrán puro y duro de la avenida Gral. Flores, y antes de regresar a la posada a disfrutar de otra superficie que no sea de piedra, nos damos el gusto de tomar una cervezas a precio normal en una terraza de la misma avenida.
Amanece que no es poco, y tras el buen desayuno, emprendemos el plan de hoy. El cuadrante nos marca, que el autobús que agarramos para el cercano pueblo de Juan Lacaze, sale a la una del mediodía. Allí vamos a hacerle una visita a Hugo y Dadi, hasta el momento de coger el bus a la radial (autovía) que pasa por el desvío de entrada al pueblo, para enlazar con el bus a Montevideo que pasa por ese punto a las 19'45 horas. Las cuatro horas que tenemos hasta la salida, las queremos invertir en una visita al Real de San Carlos a unos 5 kms del centro por la rambla costanera, y complejo kitch donde los haya, que llama la atención por lo cenizo de su construcción.
Este complejo turístico, ideado y construido a principios del siglo XX por Nicolas Mihanovich, magnate naviero nacido en Croacia pero criado en la Argentina, con la finalidad de convertirlo en un balneario de referencia para la clase alta de Buenos Aires, contaba en el momento de su inauguración allá por el 1910, con una Plaza de toros para 10000 personas, el frontón de pelota más grande toda Sudamérica, un casino, un hotel, muelles de atraque para los vapores que traían a los porteños y montevideanos de abolengo, una línea ferroviaria para el trenecito que los trasladaba directamente desde el atracadero a las puertas del hotel, y una central eléctrica para abastecer de energía, no solo al complejo sino como contrapartida a la concesión estatal, a Colonia. Todo este complejo, se levantó en los terrenos del Real de San Carlos, paraje donde al instalarse las tropas españolas que asediaban Colonia en 1761, se construyó un hospital militar, un cementerio, y la iglesia de San Benito, en honor de San Benito de Palermo, el primer santo negro de la iglesia católica.
De arquitectura morisca, la plaza de toros que en ese momento podía contener a toda la población de Colonia del Sacramento, se inauguró con una corrida con los tendidos llenos, el 9 de enero de 1910, con faenas de los diestros españoles Ricardo Torres, "Bombita grande", su hermano Manuel, "Bombita chico", y el rejoneador “Mogador de Cobas”. La clausura del recinto se produce tras haberse realizado 8 corridas oficiales, debido a la prohibición de la "fiesta" por el gobierno de Uruguay en 1912. El cierre definitivo de todo el complejo es en 1917, siete años después de su inauguración, tras devolver la concesión de la explotación al Estado uruguayo antes de los 25 años de plazo pactados.
Para recorrer los 5 kilometros hasta los restos del "resort", alquilamos unas bicicletas en el hotel a 3 dolares la hora. La ruta al lado del mar por la rambla costanera es agradable, y nos permite ver los asentamientos residenciales que ocupan actualmente toda la zona, desde el centro de pueblo hasta nuestro destino. Los chalets y las casas en primera línea de mar son construcciones lujosas, situadas al otro lado de la carretera que las separa de las playas y algún terreno arbolado. A paso lento, llegamos en media hora al complejo, y seguimos los carteles indicando el camino de la plaza de toros.
En unos metros, aparece el surrealista cadaver de cemento en medio del paisaje verde, en un estado total de abandono y protegido por vallas para evitar que la gente entre, ante el peligro de derrumbe. Tras encadenar las bicicletas al lado de una parada de bus, entramos por un hueco en la valla por donde han entrado otros anteriormente, y posiblemente seguirán entrando otros en el futuro. Con sumo tiento, nos adentramos por la entrada principal y subimos lo que queda de las escaleras del acceso a la boca que daba al palco oficial, encima de la banda, para llevarnos una sorpresa con el círculo de cesped en buen estado que hay en el coso, en lugar de restos de la arena, o de una jungla de hierbajos acorde con el estado de la obra. A pesar del abandono de la plaza y la erosión, las graderías están perfectamente dibujadas sobre la estructura férrea oxidada, lo que permite imaginar la plaza durante una de las escasas jornadas de gloria que tuvo.
El frontón euskaro, un compacto bloque a unos 200 metros de la plaza de toros, y al costado del hipódromo y las cuadras, se mantiene absolutamente cerrado ya que a pesar de que se restauró hace bastantes años para ser sede de unos campeonatos mundiales de cesta punta que se celebraron en Uruguay, en la actualidad se utiliza como depósito municipal. Este jai alai abierto, también inaugurado en 1910, es la cancha más grande de Sudamérica con 64 metro de largo por 21 de ancho.
Dando una vuelta ciclista al frontón, aparcamos las bicis en la pared trasera del edificio al lado de un caballo amarrado, para pasar un rato viendo como los jinetes entrenan en el hipódromo galopando en las rectas o conversando entre ellos al trote. Pasados sus días de gloria y en franca decadencia, aunque el hipódromo se mantiene en activo desde su inauguración en 1944, actualmente la municipalidad de Colonia busca inversion privada y apoyo oficial gubernamental para mantenerlo y revitalizarlo.
Tras un par de horas, el tiempo se echa encima, y emprendemos la vuelta por la rambla costanera, para devolver las bicicletas y hacer el check out del hotel, entrar de refilón en un recinto de puestos de artesanía, y comer en un chiringo de choripanes frente a la estación, una superhamburguesa completa, una supermilanesa igual de pantagruélica, y unas cervezas, un rato antes de montarnos en el bus de la 1 a Juan Lacaze.
El origen de Juan Lacaze se remonta a 1860 cuando allí se instala el hombre de negocios que da nombre al pueblo. Obviamente, Colonia del Sacramento absorbe el 99'99 % del turismo del departamento, y la personalidad de Juan Lacaze es eminentemente industrial, ya que el pueblo siempre ha girado alrededor de dos grandes compañías establecidas alrededor de principios del siglo XX, la Fábrica Nacional de Papel, y la textil Fábrica Salvo, luego adquirida por Campomar, en la actualidad cerrada. Estas dos fábricas impulsaron el desarrollo del pueblo, dando trabajo a sus habitantes, y con una estrategia de “gran familia”, construyendopalos trabajadores, o sea el pueblo, gran centro social con gimnasio, viviendas, etc, etc.
Como los abuelos de Sandra tenían acá casa a pie de mar, lugar donde veraneó muchos años en la infancia, recorremos esas playas con la fábrica en el horizonte, y mantas de pulgas que se desplazan en oleadas a cada pisada nuestra. Hay gente pescando al final de un espigón, familias paseando por la arena, humo saliendo de chimeneas industriales, una casa que ya no está y otra que se costruye, y montones de recuerdos que vuelven. El resto de la jornada es familiar con Dadi y Hugo, que me enseña las entrañas del centro social, el cual a pesar de los años, deslumbra con su sala de baile de otros tiempos, con baldosas preciosas, grandes ventanales, y vistas al pueblo. Charlamos un rato hasta la despedida porque arranca el bus de enlace, esperamos a la entrada del pueblo la llegada del bus a Montevideo, y tras un viaje de un par de horas, finiquitamos el día y la excursión. Besos a Dadi, y un abrazo al monstruo de Hugo. Buenas noches.
A primera hora de la tarde el colono bus estaciona en un andén de la terminal de Colonia. Alimento, pregunta, respuesta, petate, avenida y entrada en la posada "El Capullo", a la espalda de la Basílica del Sacramento en pleno corazón del barrio histórico del pueblo. Para variar, la habitación reservada vía internet adolece de un inconveniente imprevisto, puesto que aunque la foto de la estancia es fiel, ni decía ni mostraba su situación, que resulta ser justo en el pasillo frente al mostrador de la recepción y a la sala del desayuno, ubicación algo incómoda para el descanso y la intimidad, y que convierte los 85 euros de habitación "standard" en una tarifa desproporcionada con su valor real.
A pesar de ello, al decirle al dueño si dispone de otra habitación en otro emplazamiento, me responde que aunque no es de categoría "standard" y ya que no se ocupa hasta el día siguiente, nos podemos alojar sin cargo extra alguno, en una de las que dan al magnífico jardín con piscina. La diferencia es abismal, y la ubicación del par o tres de habitaciones que tienen en el jardín es excelente y apacible, haciendo amortizable el coste del alojamiento. Le agradecemos la generosidad, y dejo constancia sincera de que el lugar es tranquilo, cuidado, moderno, que todas las habitaciones son impecables, y sobre todo, de que la maravillosa atención y simpatía de los dueños y el equipo de la Posada, no tienen precio.
Colonia, a unos 180 kilómetros de Montevideo, se encuentra ubicada en un cabo formado por dos puntas que miran hacia el pais vecino, y su barrio histórico, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995. La influencia colonial hispano portuguesa es evidente en sus calles estrechas y empedradas, y en unas edificaciones que son cuidadas con cariño y embellecidas con profusión de plantas, vegetación y flores. La ciudad, que data de 1680, fue durante años campo de batalla entre españoles y portugueses, pasando de unas manos a otras durante siglo y medio, hasta que en 1828 quedó definitivamente bajo la soberanía de la República del Uruguay. Tras ese periodo de confrontación sin tregua, el olvidado casco histórico en ruinas y abandonado, se había convertido en un barrio de prostitución y malhechores, hasta que en 1970 comenzó la restauración y reconstrucción del inigualable casco.
Para saber más sobre Colonia, os recomiendo la cachonda versión de la historia de la ciudad, que tienen en la web de "El Capullo". Copio y pego algunos trozos:
*"1492: Cristobal Colón llega a nuestro continente. Le dicen "Nuevo", aunque es solo para ellos, ya que la gente que vivía aquí insistía que el continente era más viejo que ellos y que ya antes habían visto a unos rubios barbudos y a otros también. A Colón no le importó la explicación ... fue un temsa de marketing, además de que es imposible descubrir algo que ya lo conoce otra gente".
*"1516: ... Juan Día de Solís se interna en el Río de la Plata. En los libros dice "descubre" ... Los que se lo comieron, pensaban distinto sobre este punto".
*"1822: Otra novedad, Brasil se independiza de Portugal, así que Colonia que estaba ocupada por estos últimos, pasa a manos de Brasil. Si todo hubiese acabado así, el "Maracanazo" (mundial que ganó Uruguay en Maracaná ganando a Brasil, país anfitrión) no hubiese ocurrido y seriamos el país con más mundiales de fútbol ganados"
*"1823: ... Como sucedían pocas cosas, un rayo destruyó la iglesia Matriz".
En mayo del 2012, la historia dirá que Colonia está en manos de las hordas de élite porteñas, y que Colonia del Sacramento tiene un barrio histórico de postal, bien cuidado y de belleza esterilizada. Un cuadro deslumbrante, cuyo coste es un agujero en los bolsillos turísticos, aunque espero que al menos, revierta en la ciudad y en todos sus habitantes. Nosotros en este momento histórico, paseamos por los adoquines del casco, tras haber entrado al final de la calle a la plaza de la Basílica del Santísimo Sacramento. Derivamos por un decorado de callejuelas, que me recuerda en parte al "Pueblo español" de la montaña de Montjuich en mi ciudad, viendo a gente sentada en las terrazas tomando algo como figurantes de película, zigzagueando por los callejones observando los abundantes coches de época "aparcados" estratégicamente, disfrutando de plantas, flores, portales y jardines, cruzando la Plaza Mayor, y llegándonos el paseo marítimo que bordea la punta bañada por el Río de la Plata. Allí, en la terraza de un garito con tablones clavados en un árbol, llamado "Budha bar", nos sentamos para ver como zarpan y arriban los buques que cruzan a Buenos Aires.
Las vistas al río, nos salen caras, exactamente 180 pesos (7 euros) una litrona para los dos. En Colonia, se produce un fenómeno paranormal. Muchos de los comerciantes, camareros, hosteleros, etcétera, te avisan diciéndote: "Colonia es cara", "comer en Colonia es caro", "alojarse en Colonia es caro", dando la impresión de que los precios no tuviesen relación con ellos, como si cayesen del cielo impuestos por una fuerza sobrenatural, o estuviesen establecidos en alguna tabla de piedra desde los tiempos de los tiempos. Lo cierto, es que da la impresión de que es un filtro para eliminar turismo de menor poder adquisitivo, para extraer pepitas de oro. Hay que decir en honor a la verdad, que fuera del casco histórico se encuentran precios no inflados, asequibles para viajeros sin limusina.
En la terraza del bastión de San Miguel donde estamos, los buques siguen partiendo y llegando allá en la punta del muelle de la terminal marítima. Nosotros pagamos y nos vamos a seguir puliendo las piedras del pavimento. Suspiramos en la calle de los suspiros, nos iluminamos en el faro sobre la ruinas del convento de San Francisco, cruzamos por el puente de madera levadizo sobre el foso, el Portón del campo, la antigua y única puerta de la muralla de entrada a la ciudad, y me hago fotos en la puerta de un coche de mismos colores que el polar que visto. Dejadas atrás las piedras con historia, pisamos el asfalto de alquitrán puro y duro de la avenida Gral. Flores, y antes de regresar a la posada a disfrutar de otra superficie que no sea de piedra, nos damos el gusto de tomar una cervezas a precio normal en una terraza de la misma avenida.
Amanece que no es poco, y tras el buen desayuno, emprendemos el plan de hoy. El cuadrante nos marca, que el autobús que agarramos para el cercano pueblo de Juan Lacaze, sale a la una del mediodía. Allí vamos a hacerle una visita a Hugo y Dadi, hasta el momento de coger el bus a la radial (autovía) que pasa por el desvío de entrada al pueblo, para enlazar con el bus a Montevideo que pasa por ese punto a las 19'45 horas. Las cuatro horas que tenemos hasta la salida, las queremos invertir en una visita al Real de San Carlos a unos 5 kms del centro por la rambla costanera, y complejo kitch donde los haya, que llama la atención por lo cenizo de su construcción.
Este complejo turístico, ideado y construido a principios del siglo XX por Nicolas Mihanovich, magnate naviero nacido en Croacia pero criado en la Argentina, con la finalidad de convertirlo en un balneario de referencia para la clase alta de Buenos Aires, contaba en el momento de su inauguración allá por el 1910, con una Plaza de toros para 10000 personas, el frontón de pelota más grande toda Sudamérica, un casino, un hotel, muelles de atraque para los vapores que traían a los porteños y montevideanos de abolengo, una línea ferroviaria para el trenecito que los trasladaba directamente desde el atracadero a las puertas del hotel, y una central eléctrica para abastecer de energía, no solo al complejo sino como contrapartida a la concesión estatal, a Colonia. Todo este complejo, se levantó en los terrenos del Real de San Carlos, paraje donde al instalarse las tropas españolas que asediaban Colonia en 1761, se construyó un hospital militar, un cementerio, y la iglesia de San Benito, en honor de San Benito de Palermo, el primer santo negro de la iglesia católica.
De arquitectura morisca, la plaza de toros que en ese momento podía contener a toda la población de Colonia del Sacramento, se inauguró con una corrida con los tendidos llenos, el 9 de enero de 1910, con faenas de los diestros españoles Ricardo Torres, "Bombita grande", su hermano Manuel, "Bombita chico", y el rejoneador “Mogador de Cobas”. La clausura del recinto se produce tras haberse realizado 8 corridas oficiales, debido a la prohibición de la "fiesta" por el gobierno de Uruguay en 1912. El cierre definitivo de todo el complejo es en 1917, siete años después de su inauguración, tras devolver la concesión de la explotación al Estado uruguayo antes de los 25 años de plazo pactados.
Para recorrer los 5 kilometros hasta los restos del "resort", alquilamos unas bicicletas en el hotel a 3 dolares la hora. La ruta al lado del mar por la rambla costanera es agradable, y nos permite ver los asentamientos residenciales que ocupan actualmente toda la zona, desde el centro de pueblo hasta nuestro destino. Los chalets y las casas en primera línea de mar son construcciones lujosas, situadas al otro lado de la carretera que las separa de las playas y algún terreno arbolado. A paso lento, llegamos en media hora al complejo, y seguimos los carteles indicando el camino de la plaza de toros.
En unos metros, aparece el surrealista cadaver de cemento en medio del paisaje verde, en un estado total de abandono y protegido por vallas para evitar que la gente entre, ante el peligro de derrumbe. Tras encadenar las bicicletas al lado de una parada de bus, entramos por un hueco en la valla por donde han entrado otros anteriormente, y posiblemente seguirán entrando otros en el futuro. Con sumo tiento, nos adentramos por la entrada principal y subimos lo que queda de las escaleras del acceso a la boca que daba al palco oficial, encima de la banda, para llevarnos una sorpresa con el círculo de cesped en buen estado que hay en el coso, en lugar de restos de la arena, o de una jungla de hierbajos acorde con el estado de la obra. A pesar del abandono de la plaza y la erosión, las graderías están perfectamente dibujadas sobre la estructura férrea oxidada, lo que permite imaginar la plaza durante una de las escasas jornadas de gloria que tuvo.
El frontón euskaro, un compacto bloque a unos 200 metros de la plaza de toros, y al costado del hipódromo y las cuadras, se mantiene absolutamente cerrado ya que a pesar de que se restauró hace bastantes años para ser sede de unos campeonatos mundiales de cesta punta que se celebraron en Uruguay, en la actualidad se utiliza como depósito municipal. Este jai alai abierto, también inaugurado en 1910, es la cancha más grande de Sudamérica con 64 metro de largo por 21 de ancho.
Dando una vuelta ciclista al frontón, aparcamos las bicis en la pared trasera del edificio al lado de un caballo amarrado, para pasar un rato viendo como los jinetes entrenan en el hipódromo galopando en las rectas o conversando entre ellos al trote. Pasados sus días de gloria y en franca decadencia, aunque el hipódromo se mantiene en activo desde su inauguración en 1944, actualmente la municipalidad de Colonia busca inversion privada y apoyo oficial gubernamental para mantenerlo y revitalizarlo.
Tras un par de horas, el tiempo se echa encima, y emprendemos la vuelta por la rambla costanera, para devolver las bicicletas y hacer el check out del hotel, entrar de refilón en un recinto de puestos de artesanía, y comer en un chiringo de choripanes frente a la estación, una superhamburguesa completa, una supermilanesa igual de pantagruélica, y unas cervezas, un rato antes de montarnos en el bus de la 1 a Juan Lacaze.
El origen de Juan Lacaze se remonta a 1860 cuando allí se instala el hombre de negocios que da nombre al pueblo. Obviamente, Colonia del Sacramento absorbe el 99'99 % del turismo del departamento, y la personalidad de Juan Lacaze es eminentemente industrial, ya que el pueblo siempre ha girado alrededor de dos grandes compañías establecidas alrededor de principios del siglo XX, la Fábrica Nacional de Papel, y la textil Fábrica Salvo, luego adquirida por Campomar, en la actualidad cerrada. Estas dos fábricas impulsaron el desarrollo del pueblo, dando trabajo a sus habitantes, y con una estrategia de “gran familia”, construyendopalos trabajadores, o sea el pueblo, gran centro social con gimnasio, viviendas, etc, etc.
Como los abuelos de Sandra tenían acá casa a pie de mar, lugar donde veraneó muchos años en la infancia, recorremos esas playas con la fábrica en el horizonte, y mantas de pulgas que se desplazan en oleadas a cada pisada nuestra. Hay gente pescando al final de un espigón, familias paseando por la arena, humo saliendo de chimeneas industriales, una casa que ya no está y otra que se costruye, y montones de recuerdos que vuelven. El resto de la jornada es familiar con Dadi y Hugo, que me enseña las entrañas del centro social, el cual a pesar de los años, deslumbra con su sala de baile de otros tiempos, con baldosas preciosas, grandes ventanales, y vistas al pueblo. Charlamos un rato hasta la despedida porque arranca el bus de enlace, esperamos a la entrada del pueblo la llegada del bus a Montevideo, y tras un viaje de un par de horas, finiquitamos el día y la excursión. Besos a Dadi, y un abrazo al monstruo de Hugo. Buenas noches.