A las 5:30 horas en pie, apenas dormimos cuatro horas, estábamos agotados pero no lo parecía. ¿Planes? ¿Reunión de pastores? ¡¡¡Ni hablar!!!. !!!Playa, playa, playa¡¡¡ que a esa hora está preciosa. Venía amaneciendo entre las 5:45 y las 6:00 horas. En esta ocasión, tanto por el tiempo, un poco más grises los amaneceres, como por la posición del hotel, el amanecer no era tan espectacular como el año anterior pero sin embargo en esta ocasión contábamos con un pequeño muelle en la playa del hotel que hizo nuestras delicias para algunas fotografías. Desde luego el muelle en el hotel da mucho juego para pasear, adentrarse un poco en el mar y sentir el oleaje. ¿Oye te acuerdas de Tulum?, ¡¡¡como olvidarlo!!!, ... venimos a descansar. No podemos dejar de verlo.
En esta ocasión, algo muy positivo, el hotel estaba justo en la carretera federal, el año anterior eran dos kilómetros de camino que era mejor hacer a pie que en vehículo. Salimos a la carretera federal y pillamos una van (a ellos le gusta llamarlo transporte colectivo). A Tulum por favor, $35 pesos por persona y en media horita en Tulum. Empiezan las emociones fuertes y la mimetización con los habitantes de la zona: hago el recorrido sentado en el suelo de la van por falta de espacio, ¡genial!, no hay problema, se hace más divertido.
Llegamos a Tulum y pronto comienzan las ventas, con agrado atendemos a los agentes de la entrada a la zona arqueológica donde nos ofrecen un pack de visita que incluye guía y paseo en lancha además de otras cosas, pero en esta ocasión lo teníamos claro, estábamos allí solo para dejar que los sentidos se impregnaran del lugar; hubiera sido muy interesante adquirir aquel pack y lo recomiendo a los que visiten Tulum por primera vez. Desde donde nos dejó la van hicimos algunos metros andando y entramos a la zona arqueológica. De momento no quiero ver las ruinas cariño, quiero bajar a esa maravillosa playa por esas escaleras de madera que son únicas. En esta ocasión, ¡sí!, disfrutamos de un largo y merecido baño en las aguas del mar de Tulum, el año anterior, con las prisas de la excursión fue imposible. Menudas aguas, menudo lugar, menudo entorno; para mí una de las mejores cosas de mi viaje por segunda vez. Después del baño y de disfrutar como enanos ya había tiempo para ver nuevamente las ruinas, también a nuestro aire, sin guía, sin saber muy bien lo que veíamos sí, pero disfrutando de la arquitectura y dejándote llevar por la magia del lugar.
Salimos a las pocas horas de la zona y subimos de nuevo a la entrada, ahora necesitábamos una cerveza bien fresquita. Dos coronas por favor (de momento no habíamos descubierto la Dos Equis). Cerveza y charla con los lugareños; no hay problemas, puedes preguntar sin complejos incluso si se trata de preguntar a la competencia por un servicio que te va a prestar otro. Conversamos con los taxistas por los precios normales del transporte colectivo y sin pegua, eso sí como en otras ocasiones observamos que cuando se trata de orientarte siempre te dan el precio más alto que te pueden cobrar, es como una especie de pacto no escrito para proteger el costo de los servicios, entiendo. Es muy fácil conversar con los locales, con gusto atienden todas tus dudas y se ríen contigo cuando es necesario. Los meseros del restaurante-bar eran dos chiquillos, ante la duda de si tendrían o no sueldo y ante la prudencia de no preguntarlo, mejor dejar una propina que la agradecerán sobremanera.
Nosotros ya nos habíamos zambullido en las aguas de Tulum y habíamos quedado nuevamente absortos por la belleza de la zona, en el hotel aún estarían reunidos. Pensábamos en los visitantes del lugar por primera vez y en que tal vez ellos de haberlo sabido tampoco hubieran asistido a la reunión del turoperador, es una cuestión muy personal que lo mismo a muchos puede venir bien, pero una cosa estaba clara, nosotros ya habíamos comenzado hace horas a disfrutar de nuestra estancia en el lugar.
Pillamos de nuevo una van y tomamos dirección Playa del Carmen, pasamos por el hotel pero continuamos dirección a Playa. En esta ocasión no quise dejar pasar la oportunidad de sentarme delante junto al chofer, era un poco incómodo pues cada vez que se ocupaba el otro asiento delantero yo tenía que desplazarme al asiento del centro, pero la conversación con el conductor bien merecía la pena. Mi propósito era firme empaparme en las conversaciones, de la forma de vida y cultura y dejar las preguntas típicas de turista, ya descubriría por otros medios las respuestas, la mayoría de las veces llegaban solas. Una vez en Playa del Carmen y al haber oído hablar de la Avenida Juárez en el autobús de ida al hotel ese fue nuestro primer destino, más tarde la Quinta Avenida donde saboreamos una cervecita con Tony, un giratario de chacchoben quien amablemente entabló conversación con nosotros. No dudamos en invitarle a sentarse con nosotros y pedir unas cervezas más, mereció la pena, era un buen figura que anduvo trabajando para Inditex en el montaje de la firma en Mérida (México), estuvo una temporada por A Coruña y pensaba que aquí trabajábamos seis meses y descansábamos otros seis. Con Tony pudimos observar que son unos maestros trabajando el turismo y que la comunidad para los mayas es lo primero, trabajan muy bien en equipo y deberíamos aprender sobre su forma de entender la competencia.
Ahí está Tony.
Más tarde recorrimos las callejuelas más recónditas de Playa del Carmen y pudimos observar como los precios de la comida y bebida bajaban drásticamente en zonas alejadas de la Quinta; al mismo tiempo ves estampas más cotidianas del día a día de los habitantes de la localidad y dejas de escuchar el constante ¿Español?....¡Porros, farlopa!. Realmente si no estás en la Quinta apenas puedes discernir que se trate de una localidad tan turística, ves pocos o casi ningún turista dependiendo de a qué horas. Desde luego visitar Playa de Carmen por la noche debe tener su encanto pero hacerlo al mediodía u hora de comer es hacerlo para recibir una estampa mucho más real de la localidad, ves la operativa de venta de productos frescos, el ritmo de los lugareños en la Avenida Juárez y la tranquilidad en otras zonas menos transitadas. Estampas e instantáneas tomadas como la de una peluquería al uso, una casa de fotografía, la venta de pollo por cuartos, un ciber y lavandería 2 en 1..., choca mucho, es otra cultura, otra forma de hacer las cosas y de entender la economía.
Detalles de la vida cotidiana en Playa de Carmen.
Regresamos al hotel más bien a media tarde, ya era momento de relajarse y disfrutar de las instalaciones que estaban para que pudiéramos darle ese descanso tan deseado al cuerpo.

En esta ocasión, algo muy positivo, el hotel estaba justo en la carretera federal, el año anterior eran dos kilómetros de camino que era mejor hacer a pie que en vehículo. Salimos a la carretera federal y pillamos una van (a ellos le gusta llamarlo transporte colectivo). A Tulum por favor, $35 pesos por persona y en media horita en Tulum. Empiezan las emociones fuertes y la mimetización con los habitantes de la zona: hago el recorrido sentado en el suelo de la van por falta de espacio, ¡genial!, no hay problema, se hace más divertido.
Llegamos a Tulum y pronto comienzan las ventas, con agrado atendemos a los agentes de la entrada a la zona arqueológica donde nos ofrecen un pack de visita que incluye guía y paseo en lancha además de otras cosas, pero en esta ocasión lo teníamos claro, estábamos allí solo para dejar que los sentidos se impregnaran del lugar; hubiera sido muy interesante adquirir aquel pack y lo recomiendo a los que visiten Tulum por primera vez. Desde donde nos dejó la van hicimos algunos metros andando y entramos a la zona arqueológica. De momento no quiero ver las ruinas cariño, quiero bajar a esa maravillosa playa por esas escaleras de madera que son únicas. En esta ocasión, ¡sí!, disfrutamos de un largo y merecido baño en las aguas del mar de Tulum, el año anterior, con las prisas de la excursión fue imposible. Menudas aguas, menudo lugar, menudo entorno; para mí una de las mejores cosas de mi viaje por segunda vez. Después del baño y de disfrutar como enanos ya había tiempo para ver nuevamente las ruinas, también a nuestro aire, sin guía, sin saber muy bien lo que veíamos sí, pero disfrutando de la arquitectura y dejándote llevar por la magia del lugar.

Salimos a las pocas horas de la zona y subimos de nuevo a la entrada, ahora necesitábamos una cerveza bien fresquita. Dos coronas por favor (de momento no habíamos descubierto la Dos Equis). Cerveza y charla con los lugareños; no hay problemas, puedes preguntar sin complejos incluso si se trata de preguntar a la competencia por un servicio que te va a prestar otro. Conversamos con los taxistas por los precios normales del transporte colectivo y sin pegua, eso sí como en otras ocasiones observamos que cuando se trata de orientarte siempre te dan el precio más alto que te pueden cobrar, es como una especie de pacto no escrito para proteger el costo de los servicios, entiendo. Es muy fácil conversar con los locales, con gusto atienden todas tus dudas y se ríen contigo cuando es necesario. Los meseros del restaurante-bar eran dos chiquillos, ante la duda de si tendrían o no sueldo y ante la prudencia de no preguntarlo, mejor dejar una propina que la agradecerán sobremanera.
Nosotros ya nos habíamos zambullido en las aguas de Tulum y habíamos quedado nuevamente absortos por la belleza de la zona, en el hotel aún estarían reunidos. Pensábamos en los visitantes del lugar por primera vez y en que tal vez ellos de haberlo sabido tampoco hubieran asistido a la reunión del turoperador, es una cuestión muy personal que lo mismo a muchos puede venir bien, pero una cosa estaba clara, nosotros ya habíamos comenzado hace horas a disfrutar de nuestra estancia en el lugar.
Pillamos de nuevo una van y tomamos dirección Playa del Carmen, pasamos por el hotel pero continuamos dirección a Playa. En esta ocasión no quise dejar pasar la oportunidad de sentarme delante junto al chofer, era un poco incómodo pues cada vez que se ocupaba el otro asiento delantero yo tenía que desplazarme al asiento del centro, pero la conversación con el conductor bien merecía la pena. Mi propósito era firme empaparme en las conversaciones, de la forma de vida y cultura y dejar las preguntas típicas de turista, ya descubriría por otros medios las respuestas, la mayoría de las veces llegaban solas. Una vez en Playa del Carmen y al haber oído hablar de la Avenida Juárez en el autobús de ida al hotel ese fue nuestro primer destino, más tarde la Quinta Avenida donde saboreamos una cervecita con Tony, un giratario de chacchoben quien amablemente entabló conversación con nosotros. No dudamos en invitarle a sentarse con nosotros y pedir unas cervezas más, mereció la pena, era un buen figura que anduvo trabajando para Inditex en el montaje de la firma en Mérida (México), estuvo una temporada por A Coruña y pensaba que aquí trabajábamos seis meses y descansábamos otros seis. Con Tony pudimos observar que son unos maestros trabajando el turismo y que la comunidad para los mayas es lo primero, trabajan muy bien en equipo y deberíamos aprender sobre su forma de entender la competencia.
Ahí está Tony.

Más tarde recorrimos las callejuelas más recónditas de Playa del Carmen y pudimos observar como los precios de la comida y bebida bajaban drásticamente en zonas alejadas de la Quinta; al mismo tiempo ves estampas más cotidianas del día a día de los habitantes de la localidad y dejas de escuchar el constante ¿Español?....¡Porros, farlopa!. Realmente si no estás en la Quinta apenas puedes discernir que se trate de una localidad tan turística, ves pocos o casi ningún turista dependiendo de a qué horas. Desde luego visitar Playa de Carmen por la noche debe tener su encanto pero hacerlo al mediodía u hora de comer es hacerlo para recibir una estampa mucho más real de la localidad, ves la operativa de venta de productos frescos, el ritmo de los lugareños en la Avenida Juárez y la tranquilidad en otras zonas menos transitadas. Estampas e instantáneas tomadas como la de una peluquería al uso, una casa de fotografía, la venta de pollo por cuartos, un ciber y lavandería 2 en 1..., choca mucho, es otra cultura, otra forma de hacer las cosas y de entender la economía.
Detalles de la vida cotidiana en Playa de Carmen.




Regresamos al hotel más bien a media tarde, ya era momento de relajarse y disfrutar de las instalaciones que estaban para que pudiéramos darle ese descanso tan deseado al cuerpo.