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5 de la mañana. Ojos como platos. Hay que ver, los efectos del Jet Lag! Pues nada, me levanté y aproveché para hacer fotos de la salida del sol desde la habitación del hotel.
Al final a las 6h ya estábamos todas en pie, así que nos pusimos en marcha! Una duchita reparadora, guardamos cuatro cosas en la maleta y nos fuimos a desayunar.
Cuando salimos a la calle, afortunadamente la temperatura no era la misma que ayer. Había refrescado un poco.
Desayunamos en un Starbucks que teníamos al lado del hotel, rodeadas de ejecutivos entrajados, que una vez más corroboraban que estábamos en una zona financiera. Gracias al wifi gratis hablamos con la familia y amigos.
Ese día nos venía a buscar a las 9h un coche para llevarnos a Niágara, pero cuando terminamos de desayunar era temprano; aún no era la hora que teníamos en la reserva.
Así que aprovechamos para pasear un poco por alguna zona que no habíamos visto el día anterior. Subimos por University Avenue, con la presencia de la CN Tower a nuestra espalda.
Se trata de una avenida amplia con varios edificios médicos, dedicados a varias especialidades (enfermedades cardíacas, hospitales para niños…). Las calles estaban muy limpias, pero lo que nos sorprendió fue ver bastante gente durmiendo en los bancos, o al pie de cualquier monumento. Llegamos hasta College Street, una zona con algunos edificios universitarios. Me llamó mucho la atención el edificio de la facultad de medicina. Parecía una iglesia!
Y desde allí ya fuimos bajando en dirección al hotel, pasando por el edificio del ayuntamiento nuevo.
Pasamos por un parque donde vimos las primeras ardillas de nuestro viaje. Son descaradas ellas! Una incluso se puso a mirarme, como posando para la foto!
Llegamos al hotel con el tiempo justo para cerrar las maletas, y enseguida ya nos llamaron de la recepción diciendo que ya teníamos el coche que nos esperaba.
Hicimos el check-out sin ningún problema, y en el lobby del hotel se nos presentó Laurie, la que sería nuestra chofer hasta Niágara Falls. Nos llevó hasta el coche, puso nuestras maletas en el maletero, y nos despedimos de Toronto.
Pese a que nuestra estancia en Toronto fue de apenas unas horas, me llevé una buena impresión de la ciudad: moderna, grande, con gente amable… Nos faltaron muchas cosas por conocer y por ver, así que creo que queda pendiente una estancia de algún día más en el futuro.
Nada más subir al coche Laurie nos informó que el viaje hasta Niágara sería aproximadamente de 1h 30 minutos, si todo iba bien. Nos dijo que en sentido contrario, había un tráfico impresionante!
Laurie fue encantadora durante todo el viaje! Nos explicó un montón de cosas. Para empezar nos dijo que la temperatura que experimentamos el día anterior no era del todo normal; habíamos coincidido con una especie de ola de calor, mezclada con una humedad bastante elevada. También, qué casualidad!
Nos habló de algo muy típico de la región donde nos dirigíamos: el Ice Wine (yo conocía el alemán, pero no el canadiense). El vino de hielo: dejan la uva en la vid hasta bien entrado el invierno, y la vendimia se hace manualmente cuando las temperaturas alcanzan sobre los 10º bajo cero. El resultado es un vino dulce, y la producción es bastante escasa.
Hablamos de las costumbres de los turistas de diferentes países que ella había llevado. Vamos, que me pasé una hora y media practicando inglés a tope, ya que Laurie no hablaba ni papa de español.
Cuando llegamos, nos entró por la avenida principal y nuestro “Oooooh!” al ver de refilón las cataratas ya lo decía todo. Y eso que aún no las estábamos viendo en su plenitud. Nos encantó ver lo bien cuidadas que estaban las flores de la avenida, y Laurie nos contó que las cuidan mucho. La imagen es importante para ellos. Nos llevó hasta una especie de mirador elevado donde pudimos volver a ver las cataratas, pero sin duda nos dijo que lo mejor era bajar hasta ellas.
Así que nos dejó en nuestro hotel: el Hotel Marriott.
Nos despedimos de ella hasta la mañana siguiente, ya que ella también nos llevaría hasta el aeropuerto de Toronto. Quedamos tempranito ya que no se fiaba del trafico y prefería que llegáramos al aeropuerto con tiempo. Total: quedamos a las 8:30h. Madrugón!
Nos dirigimos al front-desk para hacer el check-in. La chica que nos atendió nos dijo que hasta las 15h no podíamos entrar en la habitación ya que aún no estaba disponible. Así que nos guardaron las maletas (sin recargo) y nos fuimos a conocer lo que hacía tiempo que estaba deseando: las Cataratas del Niágara!
En el hotel nos recomendaron que cogiéramos una especie de trasbordador, el Falls Incline Railway, que nos llevaba desde nuestro hotel (en una zona elevada), hasta el Visitors Center. Un solo trayecto eran 2,50$, y para todo el día con viajes ilimitados eran 6$. Así que decidimos cogerlo para todo el día, ya que seguro que haríamos un mínimo de 4 viajes seguros (teniendo en cuenta que teníamos que volver a las 15h para poder ir a la habitación). Te dan una pulserita de color naranja, que te pegas en la muñeca.
Menudas vistas desde el trasbordador! Pues como serían desde allí mismo? En breve lo íbamos a comprobar!
Bajamos en el Visitors Center. Pasamos absolutamente de las tiendecitas de souvenirs, porque las ganas de ver en directo las cataratas lo superaban todo. Hasta el punto que desde dentro del Visitors Center, detrás de unas cristaleras, ya no pude evitar hacer las primeras fotos a las cataratas.
Qué impresión! Y eso que estábamos detrás de unos cristales medio sucios! Pero ya todo daba igual!
Salimos al exterior y lo que más recuerdo fue el comentario de: “Está lloviendo?”. No, no llovía, aunque el día estaba algo nublado. Es la “mist”, la niebla que levanta la fuerza de las cataratas, que según como sopla el viento cae como una llovizna.
Cómo podría definir la sensación de ver las cataratas en directo? Emoción, impresión, fuerza, poderosas, vértigo… Estar justo allí, en el borde del agua donde ya cae hacía abajo es impresionante! Fue lo que más me impactó y la imagen que más veces he recordado desde que volví del viaje.
No hace falta decir que las fotos iban que volaban! No lo podía evitar: foto por aquí, foto por allí, foto de cerca, foto de lejos!
El ruido de la caída del agua es espectacular y relajante a la vez. Y las gotitas salpicando se agradecían. Eso sí, el pelo queda hecho un asco! Jajaja. La humedad y la “llovizna” convirtieron mi melena en leonina….. Qué le vamos a hacer! Era el precio que había que pagar por estar allí, viviendo eso.
Fuimos andando por todo el paseo (Niagara Parkway) haciendo fotos y más fotos, admirando el espectáculo, y viendo la misma cara de alucine de la gente que teníamos nosotras.
También vimos los barcos Maid of the Mist. Nos entró un poco de mal rollo ver lo cargados que iban!
Estaban hasta los topes! Nos dio la sensación que si no cogías un buen sitio no verías nada. Así que decidimos no cogerlo. Sé que me arrepentiré mil veces, que la experiencia debe ser indescriptible, pero en ese momento no pude. Lo que sí que teníamos claro que queríamos hacer y ver era Journey behind the falls, la vista desde detrás de las cataratas. Lo dejamos para más tarde.
Paseando, paseando, nos cruzamos con una familia Amish.
La gente se los quedaba mirando. Yo tomé una foto, y un señor me preguntó en inglés porque los había fotografiado. Le expliqué que eran Amish, y el señor se me puso a hablar en español. Era de Argentina y había oído hablar de los Amish, pero no pensaba que fueran ellos. Acabamos hablando de arquitectura, del modernismo, de Antoni Gaudí y los edificios que tenemos en Barcelona! Qué señor más agradable!
El hambre ya empezaba a apretar, así que decidimos ir a comer. Estábamos justo delante de un restaurante que era buffet libre, llamado River View. Por 16,95$ cada una, comimos muy bien! Había de todo: ensaladas varias, pizzas, sopas, pollo, patatas. Tenías agua gratis (cosa que hacían en todas partes. Te sentabas y ya te traían tu vasito de agua fresquita, y toda la que quisieras!). La verdad es que, para ser un sitio turístico, comimos muy bien!
Después de comer, nos fuimos a las taquillas de Journey behind the falls, en el Visitors Center. Tuvimos suerte porque casi no había cola. Pagamos religiosamente: 16,89$ cada una, y nos fuimos a disfrutar de unas vistas magníficas! Bajamos por unas escaleras y llegamos a una sala donde te hacen una foto. Nosotras pasamos totalmente de la foto y seguimos adelante. Nos dieron un impermeable amarillo “muy fashion” y nos pusimos a la cola para coger el ascensor que te baja hasta los túneles para poder ver las cataratas desde detrás. Durante la bajada en el ascensor un chico nos iba dando todos los datos básicos sobre las cataratas (altura, etc.).
Al llegar abajo la primera parada es un saliente que hay justo al lado de la caída de la catarata. Como decía aquel: “en dos palabras: IM-PREZIONANTE!”. Te sientes pequeñita allí, rodeada de agua, con el ruido de la fuerza con la que cae. El chubasquero no sirve para nada; te quedas como un pollito!
La cámara quedó un poquito mojadita!
Había unos cuantos paracaidistas de juguete, que la gente debe tirar desde arriba de las cataratas.
De allí, sigues por unos túneles donde tienes un par de salidas desde donde ves la caída del agua. Te quedas sin palabras al ver la fuerza que tiene!
Para subir fue un poco caótico. Se forma una cola bastante importante, y mucha gente se confunde porque piensan que es la cola para ver las cataratas por detrás. Es el único pero que le pongo.
Cuando por fin cogimos el ascensor y subimos, hasta donde llegamos? Hasta la Gift Shop! Qué raro! Te venden la foto que te han hecho antes y souvenirs varios. Ahí sí que picamos, porque teníamos que comprar un par de cosillas para la familia (imanes, postales), y buscar un encargo que me habían hecho: Ice Wine Tea. Te aromatizado con vino de hielo.
Después de gastar unos dinerillos nos dimos cuenta que ya se había hecho la hora para poder hacer el check-in en el hotel. Cogimos el trasbordador y nos fuimos al hotel. Al llegar el front-desk el señor que nos atendió nos preguntó si la chica de la mañana nos había dado los vales para el desayuno. Y nosotras: “nooooooo”. (Cómo? Vales del desayuno? Pero si no lo teníamos incluido! Nada, nada, nosotras calladitas!). Nos da los vales, nos da la llave y nos vamos al ascensor. Piso 19. Ponemos la llave en la puerta, abrimos y las tres a la vez dijimos un: “Oooooooh!”
Menudas vistas tenía la habitación. Lo habíamos pedido, lo sabíamos, pero para nada nos habíamos imaginado aquel espectáculo! La habitación era enorme, las camas también, y lo mejor de todo es que teníamos una especie de diván, estratégicamente situado delante del gran ventanal para admirar las cataratas!
Además, podíamos ver un arcoíris precioso! Qué más podíamos pedir? Cada una se sentó en el diván, nos hicimos fotos, nos quedamos un buen rato viendo las vistas….
Lo que más me gustó fue ver como a lo largo del día, las aguas de las cataratas iban cambiando de color. En ese momento tenían un tono turquesa precioso. Hasta que no estás ahí y lo ves en directo, no comprendes lo que es aquella maravilla. Las había visto desde la webcam, en fotos, en reportajes, … Pero aquello era insuperable. Sin palabras!
Decidimos relajarnos un ratito y bajar a la piscina cubierta. Para eso nos quitamos la pulserita naranja del trasbordador para no mojarla (porque era como de papel), intentando no romperla!
Después de una buena ducha, cogimos el trasbordador y a seguir aprovechando y disfrutando las vistas. Eran cerca de las 19.30 y aun seguía funcionando el Maid of the Mist. Pero menuda diferencia con la cantidad de gente que había por la mañana! Estaba casi vacio, pero ya no estábamos a tiempo de poder subir! Así que a los futuros viajeros, si tenéis la oportunidad, recomiendo que esperéis a subir por la tarde porque parece ser que hay menos gente. Los que habían subido, incluso se iban moviendo por la cubierta buscando las mejores vistas, cosa que por la mañana era imposible (parecía que fueran hacinados).
Fotos, fotos y más fotos, de las cataratas canadienses, de las americanas, del velo de la novia. Inevitable estar allí y no sacar un montón de imágenes!
Llegamos hasta la zona del Hard Rock Café que ya empezaba a anochecer. Teníamos hambre y nos compramos un perrito caliente en una tiendecita muy pequeña. Después, con unas ganas locas de verlas iluminadas, volvimos hacia las cataratas. Madre mía! Si de día impresionan, por la noche, iluminadas emocionan.
Poco a poco iban cambiando de color. Vamos! Más fotos! En dos días no sé las que ya llevaba hechas!
Pero el cansancio volvía a hacer su presencia, así que como desde la habitación teníamos nuestras camitas súpercomodas y unas vistas impresionantes, y teniendo en cuenta que teníamos que madrugar, ya que Laurie nos recogería a las 8:30h para llevarnos al aeropuerto de Toronto, decidimos coger el trasbordador por última vez y dirigirnos a nuestro hotel.
Y ya nos tenéis a las tres, de nuevo, sentadas delante del ventanal admirando y memorizando aquellas vistas.
Cuando ellas se metieron en la cama, y tuve el diván todo para mi, aproveché para tomar mis cuatro apuntes para poder hacer el diario, sin poder evitar ir echando vistazos a las cataratas de vez en cuando.
No subimos a la Skylon Tower porque las vistas desde la habitación ya eran de quitar el hipo. En la torre también hay un restaurante giratorio.
Los ojos se me iban cerrando, así que hice la última foto, eché el último vistazo a las cataratas iluminadas y… a dormir!
Había sido un día de muchas impresiones! Y aun nos quedaban más!
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