Lo peor del hotel era el desayuno, con los típicos zumos de máquina que saben a Tang y lonchas de jamón y mortadela bastante cutres. Al terminar, nos dirigimos al metro hacia las Termas de
Caracalla, un complejo impresionante, de 30 metros de alto en algunos lugares, en el que se encontraban algunas de las imponentes estatuas que habíamos visto en el Museo Arqueológico de Nápoles. Como era a primera hora de la mañana, no tuvimos que soportar colas ni aglomeraciones. Además con la Roma Pass no tuvimos que pagar entrada.

Nos volvimos a meter en el metro y fuimos a ver la Pirámide, que se encuentra en la parada siguiente, que tiene el mismo nombre. Ya por fin nos dirigimos al Colisseo. Como ya se ha comentado en el foro, pasamos de largo una larga cola, para entrar directamente y sin pagar con nuestra Roma Pass. Si ahora ya es increíble, imaginároslo recubierto con su mármol travertino, su graderío completo y con las peleas de gladiadores. La única pega es que para visitar la arena y las dependencias inferiores hay que hacer una reserva previa y sólo se pueden visitar acompañados del guía correspondiente.

Allí pasamos un par de horas, para después dirigirnos al Palatino y el Foro, en los que también nos pudimos saltar la larga cola para entrar. He de decir que el Palatino es algo laberíntico, y los monumentos a veces no están muy bien señalizados, pero merece muchísimo la pena.
Después nos dirigimos hacia el Foro, que está en el mismo complejo. Había algunos templos en fase de restauración, al igual que en el Palatino, pero a pesar de esto, se puede ver bien casi todo.
Ya sobre las 2:30 de la tarde nos fuimos a comer a un restaurante cercano, que nos moríamos de hambre. Después de recobrar fuerzas, nos dirigimos en dirección al monumento a Vittorio Emmanuele. En el paseo que va desde éste al Colisseo, están el Foro de Augusto y el Mercado y la Columna de Trajano, los cuales merecen bastante la pena.

Tras ver el monumento de Vittorio Emmanuele nos dirigimos a coger el autobús a la Piazza Venezia, que es la que está justo enfrente. Como nos liamos con donde paraba el autobús, ya que en la piazza hay paradas diversas, fuimos dando otro paseo hacia el Colisseo para volver en metro al hotel.

Una vez cambiados y algo descansados, cogimos el autobús hacia Trastevere. Es una zona muy animada y con decenas de restaurantes y de puestos de mercadillo junto a la ribera del río, estuvimos por la zona de la Isola Tiberina y contemplando el antiguo puente que unía ambos lados. Paramos a cenar en un mexicano que prometía mucho, pero que no fue para tanto. Tras unos mojitos nos volvimos al hotel.