Esta fue la última mañana que pasamos en Pozzuoli. Cogimos el coche y nos dirigimos a ver el anfiteatro, que es el tercero más grande de Italia. Cuando fuimos a coger las entradas, la recepcionista nos dijo que teníamos que esperar a que se formase un grupo grande para entrar, y que sólo podíamos hacer la visita acompañados de un guía. Como no teníamos mucho tiempo, ya que ese día nos marchábamos a Roma, decidimos no entrar e irnos a ver la Solfatara.
La solfatara es un cráter volcánico que se encuentra en Pozzuoli, inmersa en Los Campos Flégreos, al igual que el Vesubio, y que tiene una actividad post-volcánica bastante importante, constituida por fumarolas, de las que sale gas a una fuerte presión.
Por todo esto, los romanos pensaban que aquí se encontraba la entrada al infierno.

La entrada nos costó 6 euros, y el recinto cuenta con un camping muy cercano. La verdad es que esta visita merece mucho la pena, a nosotros fue una de las cosas que más nos gustó del viaje.
Ya visto el volcán, emprendimos nuestro trayecto a Roma. Paramos a comer en un área de servicio, esta vez un Autogrill, que no se puede comparar ni de lejos con la Ciao en la que habíamos estado en nuestra llegada.
Una vez entramos en Roma, el GPS se volvió a ofuscar y nos hizo dar un par de vueltas. Llegamos a Termini, donde se supone que debíamos que devolver el coche, pero nos dijeron que teníamos que entregarlo en otra dirección. Fuimos hasta allí, le entregamos un coche al chico encargado, que nos dijo que no sabía nada del depósito que habíamos entregado. Después de unos momentos de discusión, llamó a la oficina de Termini y nos dijo que fuésemos con él hasta allí. Cuando llegamos, le explicamos la situación al encargado, que nos devolvió casi 60 euros menos de lo que nos tenía que dar. En tono chulesco nos dijo que no nos quejásemos, encima de que nos habían hecho “un favor”. Por supuesto le respondimos que menudo favor, llevándose 60 euros por la cara. Además el chico que nos lo recogió, al negarse a darnos el depósito, nos dijo que 300 euros no eran tanto y que lo dejásemos pasar.
La verdad que no nos apetecía perder una tarde en Roma discutiendo e ir reclamando desde Termini al aeropuerto, cuando tampoco controlamos muy bien el idioma, y cuando les pedíamos el desglose, se empezaban a sacar IVAs y tasas diversas de la manga. Así que cogimos el dinero y pedimos la hoja de reclamaciones, a lo cual el encargado nos respondió mal encarado que reclamásemos en nuestro país.
Este hecho fue el único que enturbió nuestro viaje, ya que los problemas anteriores, como incidencias con el GPS, carreteras cortadas o la playa sucia del primer día, son al fin y al cabo, experiencias normales, que aunque nos hicieron sudar algo en su momento, ahora las recordamos como una aventura, pero que te timen en Avis, cuando ya habíamos pagado por adelantado, y el trato despectivo que nos dieron cuando reclamamos, fueron los únicos puntos negativos que encontramos. Lo que tengo muy claro es que nunca vamos a volver a alquilar en esta compañía.
Después del marrón, fuimos al hotel, en el que ya habíamos hecho el check-in, ya que primero nos dirigimos aquí, para dejar las maletas, antes de devolver el coche. Nos alojamos en el Tempio di Pallade, a casi 20 minutos andando desde Termini o 5 desde Mazoni, que era la parada de metro que utilizamos habitualmente.
Es un hotel limpio y pequeñito que cuenta con una nevera en la habitación. Los recepcionistas eran bastante amables, especialmente Luigi, un señor mayor que nos atendió a nuestra llegada, y que sin decirle nosotros nada, nos marcó en un mapa las paradas de metro y autobús con sus respectivas distancias, hacia los lugares turísticos más habituales.
Una vez acomodados, nos dirigimos a San Giovanni Laterano, muy cerca de Porta Maggiore, y de nuestro hotel, para hacer nuestra primera visita. Esta catedral es impresionante, tanto dentro como fuera. Aquí os dejo una foto.

Nos dirigimos hacia el baptisterio, que es un edificio anexo, pero independiente que nos había recomendado Luigi. Está bastante bien, y como queda justo al lado, no hay excusa para pasar de largo. Allí también se encuentra uno de los obeliscos que hay diseminados por la ciudad. Este era realmente grande.
Después decidimos ir dando un paseo hacia el Coliseo, para verlo desde fuera. La visita la haríamos al día siguiente, pero no podíamos dejar pasar nuestra primera noche sin acercarnos por allí.
De vuelta al hotel, paramos a cenar unos platos de pasta y a descasar, que el día siguiente iba a ser movidito.