Nos levantamos temprano y fuimos a coger el metro hacia Ottaviano, cuando vimos unos carteles en los que ponía que por causa de obras la linea estaba cerrada, remitiéndonos a coger el autobús MA 5, que sería el que utilizaríamos desde entonces para movernos hacia el centro.
Cuando llegamos a la Plaza de San Pedro, había una cola que llegaba hasta la mitad de la plaza. Aún así, en unos 20 minutos avanzamos hasta la entrada. A pesar de haber visto en el foro que no se podía ir en pantalón corto ni tiras, yo no me di cuenta, y al pasar uno de los últimos controles, nos apartaron hacia un lado y me mandaron cubrirme. Dejaron salir un momento a mi chico, que me compró un pareo y un foulard, con el que me tape, y entramos en la Basílica de San Pedro.
Había bastante gente aglomerada en torno a la Piedad y fue un poco difícil verla y hacer una foto. Nos dirigimos casi inmediatamente hacia el Baldaquino de San Pedro, una de nuestras obras escultóricas favoritas, y aprovechamos para hacer videos y fotos.

Después estuvimos admirando la basílica por dentro, entramos en alguna sala e hice algunas fotos de los Papas embalsamados que están por allí.

Luego nos fuimos calle abajo hacia los Museos Vaticanos. Son impresionantes y tienen decenas de salas, pero a la hora de verlos, es algo agobiante, ya que te obligan a desplazarte en unos itinerarios, similar al modo Ikea, y con el calor que hacía y las colas de gente, nos resultó un poco estresante.
Primero nos dirigimos a ver la Capilla Sixtina, en la que aunque no se pueden sacar fotos, mi chico hizo una, con la correspondiente bronca del encargado de vigilar la Capilla. Nosotros pensábamos que no se podía utilizar flash, pero no que estaba prohibido
.

Al salir, tras desandar el camino por el que habíamos llegado, volvimos para ver las salas con esculturas romanas, y un patio donde está situada Laocoonte.
Ya era bastante tarde, así que decidimos ir a tantear un lugar para comer. Tras tomas un refresco en una terraza, encontramos un lugar de Pizza al taglio, en el que comimos unos 8 trozos de pizza a 8,75 euros. De postre dos gelatos.
Para hacer la digestión y descansar un poco, nos sentamos en la zona de las columnas de la Plaza de San Pedro. No es que a nosotros nos vaya el rollo místico, pero la verdad es que nos pareció un buen lugar para sentarse y meditar, reflexionando sobre lo que cada uno le apetezca, o simplemente observar las filigranas arquitectónicas y escultóricas del lugar.

Dando otro paseo, fuimos a dar al Castillo de Sant Angelo, justo al lado de uno de los puentes que atraviesan el Tiber. En la zona también había algunos puestos en plan mercadillo, en los que aprovechamos para hacer algunas compras.
Volvimos a coger el autobús y nos fuimos a cambiar al hotel y a descansar un rato, para luego volver a coger el mismo autobús, que nos dejo en Barberini. Desde allí fuimos caminando hacia la Piazza de Spagna (cuidado con los famosos escalones, porque resbalan un montón), pasamos por la Via Corso Umberto, yendo a dar a la Piazza del Popolo, en la que se encuentra otro de los famosos obeliscos.
Volviendo un poco hacia atrás nos metimos en el restaurante Corso Umberto para cenar. Es el típico restaurante casero italiano, con manteles a cuadros rojos y blancos. Además, la pasta es fresca y hecha allí de manera artesanal. La cena, de una pizza, dos platos de pasta y agua, por unos 30 euros, que teniendo en cuenta la zona, no está nada mal.
Tas otro pequeño paseo, ya que nuestros pies y piernas estaban empezando a cobrar la factura de las pedazo camitas que nos habíamos pegado todos esos días, nos volvimos al hotel, a ver las Olimpiadas y a descansar.