Después de desayunar nos fuimos de excursión al Parque Nacional de Lahemaa, el más antiguo de Estonia, formado por un sector terrestre y otro marítimo. En primer lugar íbamos a caminar por un sendero ecológico balizado y con paneles informativos para ver la vegetación típica de un bosque autóctono del parque nacional. La longitud del sendero era aproximadamente de unos 5 km y transcurría a tramos por unas pasarelas de madera. El nombre, por la información que he encontrado después, creo que era “Oandu Old-growth Forest Nature Trail”.



Al finalizar este sendero nos fuimos hacia la península Käsmu, para realizar otro itinerario esta vez por la línea de costa. Durante el camino íbamos continuamente a nivel del mar, no se trataba de un sector acantilado. Esta zona tenía una peculiaridad y era la existencia de multitud de cantos rodados de gran tamaño por el agua, por lo que era conocido con el nombre de “Campo de piedras”. Pasamos también por algún pueblecillo pesquero.









Después nos fuimos a ver la Casa solariega Sagadi, construida hace más de 500 años, y donde en la actualidad hay un centro para la educación medioambiental. Según parece lo que hacía especial a este lugar era la armonía del complejo formado por varias edificaciones anexas, jardines y estanques, con el paisaje del Parque Nacional Lahemaa. Tras terminar el almuerzo era hora de irse por fin a Tallin, parando por el camino para ver la Cascada Jägala. Esta cascada, la más alta de Estonia, al correr con el paso de los siglos por la roca caliza, creó un surco de 300 m de largo y 15m de profundidad. No tuvimos tan mala suerte de verla seca como la del día anterior, pero por la misma sequía tampoco llevaba demasiado caudal, por lo que no causaba demasiada impresión. No sé con qué ojos la mirarían los letones para llamarla las “Cascadas del Niágara de los países bálticos”, jajaja. Las comparaciones suelen ser odiosas.


Por fin llegábamos a la capital de Estonia, Tallin. A esta ciudad la llamaban la “Nueva Praga” y tenía fama de conservar prácticamente intacto el casco antiguo desde la época medieval. Quería comprobarlo por mí mismo, pero antes pasamos por el hotel SKANE para dejar el equipaje. Este hotel estaba muy bien situado, justo enfrente de la ciudad antigua. La parte histórica de la ciudad se divide en la Ciudad Alta y la Ciudad Baja y esta tarde comenzaríamos por esta última. Entramos a la parte histórica por la calle Pikk, que nos recibía con una pancarta anunciando un museo de instrumentos de tortura medievales, para ponernos ya en ambiente. Giramos a la izquierda y ya estábamos en la Plaza del Ayuntamiento, que durante siglos se utilizó como lugar de celebraciones, mercados y ejecuciones. La plaza tenía bastante movimiento, había gente por doquier y un buen número de cafeterías con sus terrazas en la plaza para contemplar el ambiente. A un lado teníamos el sobrio edificio del ayuntamiento con su campanario, construido en el siglo XIII. En otra esquina de la plaza se encontraba la Farmacia del Ayuntamiento, en funcionamiento desde antes del siglo XVI. El colorido de las casas, el ayuntamiento, el empedrado, todo hacía que fuera un conjunto pintoresco.
Continuamos por detrás del ayuntamiento saliendo a la calle Viru, viendo las típicas casas con el tejado a dos aguas, tabernas, puestos callejeros, hasta que vimos la muralla de la ciudad. El tramo que recorríamos tenía una gran altura y en su parte superior tenía un pasillo que estaba porticado. Me hubiera gustado pasear por allí arriba. La base de la muralla estaba aprovechada por puestos de souvenirs. Estaba claro que se esta ciudad se había transformado por y para el turismo. Este tramo de muralla tenía una torre cuadrangular, la Torre Maiden, que en la época medieval se utilizó como prisión para prostitutas. Caminando un poco más alcanzamos las Puertas de Viru, dos torreones del siglo XIV que son todo lo que queda del conjunto de puertas que hubo en aquella época. Por estas puertas se sale a la parte nueva de la ciudad, pero por ahora quedaban rincones por descubrir en la parte antigua. Ignorando las hordas de turistas que estábamos allí me sentía transportado a la Edad Media.
Continuamos por detrás del ayuntamiento saliendo a la calle Viru, viendo las típicas casas con el tejado a dos aguas, tabernas, puestos callejeros, hasta que vimos la muralla de la ciudad. El tramo que recorríamos tenía una gran altura y en su parte superior tenía un pasillo que estaba porticado. Me hubiera gustado pasear por allí arriba. La base de la muralla estaba aprovechada por puestos de souvenirs. Estaba claro que se esta ciudad se había transformado por y para el turismo. Este tramo de muralla tenía una torre cuadrangular, la Torre Maiden, que en la época medieval se utilizó como prisión para prostitutas. Caminando un poco más alcanzamos las Puertas de Viru, dos torreones del siglo XIV que son todo lo que queda del conjunto de puertas que hubo en aquella época. Por estas puertas se sale a la parte nueva de la ciudad, pero por ahora quedaban rincones por descubrir en la parte antigua. Ignorando las hordas de turistas que estábamos allí me sentía transportado a la Edad Media.











Dimos la vuelta y tomamos por la calle Vene, ya que por ahí cerca estaba el Pasaje de Santa Catalina. En esta pequeña calle se concentran actualmente bastantes artistas. Además se ven edificios residenciales de los siglos XV-XVII y los restos de la Iglesia de Santa Catalina. Aunque estábamos dando muchas vueltas, porque la ciudad baja es bastante pequeña, por cada callecilla que pasábamos había algo de interés y así dimos con la Iglesia del Santo Sepulcro, situada en la calle Puhavaimu. Esta pequeña iglesia del siglo XIV es la única que ha conservado su aspecto original. En esa iglesia se dió el primer sermón y uno de sus pastores fue el que escribió el primer libro en estonio. De esta iglesia sólo vimos el exterior y nos fijamos especialmente en su reloj del siglo XVI. Pasamos otra vez por la calle Pikk y vimos un edificio que se nos había pasado por alto las veces anteriores. Se trataba de la Casa del Gran Gremio, que fue una organización que agrupaba a los comerciantes ricos de la ciudad y que trataba de proteger sus intereses comunes. Esta casa alberga actualmente el Museo Estonio y durante la época medieval fue el segundo edificio civil más grande de la ciudad. Del exterior lo único que llamaba la atención era su tejado a dos aguas. Seguimos nuestro itinerario hasta llegar a la puerta de entrada a la calle Pikk Jalg (Calle de la Pierna Larga), que daba el acceso a la ciudad alta que veríamos al día siguiente. Desde este punto tomamos por otros callejones para volver a la Plaza del Ayuntamiento. Vimos un edificio muy pintoresco que se llamaba “Peppersack” y que tenía colgando de una viga un saquito. Como ya era de noche y no podíamos hacer mucho más nos fuimos a buscar un restaurante por la calle Viru, no sin antes hacer una foto al ayuntamiento con la iluminación nocturna.











Cenamos en un terraza junto a las Puertas Viru y de allí nos marchamos al hotel. Al día siguiente teníamos por la mañana una visita panorámica por la Ciudad Alta. Este primer día en Tallin no me había decepcionado en absoluto. A pesar de que la Ciudad Baja era pequeña, el entramado laberíntico de calles que formaba la hacía algo liosa para orientarse. Yo desde luego había tenido que pasar varias veces por una calle para darme cuenta de que era la misma. Sólo había un punto negativo para mí: la masificación de gente y negocios. En esto también me recordó a Praga.