Después de un merecido descanso, hoy hemos abierto los ojos a las 5,30 hora de Chicago, cosas del jet lag…
Tras esperar hasta que abriera la cafetería del hotel, comenzamos el día con un desayuno ligero y nutritivo. Nos ofrecen varios tipos de tostadas de distintos cereales y decidimos probar suerte con unas que llevan pasas y pipas, acompañadas de mermelada, mantequilla y abundante fruta. No está mal, mañana probaremos otro tipo.
Nada más salir del hotel hemos tenido nuestro primer contacto con el metro elevado que tantas veces hemos visto en películas y series de televisión. Impresiona estar justo debajo y oírlo pasar, hace muchísimo ruido, parece que se va a caer abajo.
"Chicago 'L' (abreviatura de 'elevated') es el tren rápido que une la ciudad. El sistema funciona las 24h en casi todas las estaciones del centro y es el segundo de Estados Unidos por extensión (tras el Metro de Nueva York), con una longitud total de 360,7 km. El primer tramo entró en servicio en 1892, lo que lo convierte también en el segundo más longevo, sólo superado por el de la ciudad de Boston.
El eje principal se denomina The Loop (Bucle) ya que rodea el distrito centro de Chicago homónimo".
transitchicago.com
El eje principal se denomina The Loop (Bucle) ya que rodea el distrito centro de Chicago homónimo".
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La primera parada del día es Millenium Park, creado en 2004 y que en estos escasos años ya se ha convertido en todo un símbolo de la ciudad. Llegamos sobre las 9 de la mañana y ya está muy animado, con un montón de niños jugando con el agua en la fuente Crown, formada por dos monolitos, uno enfrente del otro, en los que todo el rato se proyectan imágenes de Chicago y de sus ciudadanos. Aún siendo tan temprano el calor es ya abrasador (y somos de Almería, ojo). Unos días más tarde vimos en la tele que Chicago sufrió esos días una ola de calor, con temperaturas de 40º en adelante, casi nada. Menos mal que somos lagartos de desierto…
Como nos quedamos con ganas de remojarnos con los críos en la fuente (por cierto, obra de un escultor español, Jaume Plensa), al final nos metimos bajo unos aspersores que hay repartidos por el parque, de estos que pulverizan agua para refrescar el ambiente. Dentro del parque hay un auditorio precioso auditorio al aire libre, el Jay Pritzker Pavillion, en el que estaba ensayando una orquesta, pero lo que más mola del Millenium Park es la Cloud Gate ("Puerta a las nubes"). Conocida coloquialmente como 'The Bean', esta alubia gigante de acero inoxidable permite hacer unas fotos chulísimas jugando con los reflejos de su superficie.
Conforme paseábamos por el parque nos hemos topado con el Instituto de Artes de Chicago. No teníamos previsto visitarlo pero al ver que había una retrospectiva de Lichtenstein no nos hemos podido resistir, aprovechando de paso para quitarnos el bochorno de encima con el aire acondicionado. Hemos tenido que esperar unos 10 minutos en la puerta porque no abría hasta las 10h. La entrada cuesta 18$ pero merece mucho la pena, tiene obras fundamentalmente de artistas americanos, pero también hay cuadros de pintores europeos importantes como Rubens, Toulouse-Lautrec, Degás, Renoir, Van Gogh… ¡y seguro que se nos han escapado muchos porque el museo es inmenso! Antes de nada, hemos ido a la cafetería del museo en busca de agua (nos estábamos deshidratando) y, cómo no, hemos tenido que esperar para entrar, la abrían a las 11h (no entiendo por qué abren una hora después del museo, no tiene mucho sentido).
En el museo hemos comprobado lo educados que son los americanos. En el ascensor le ha sonado el móvil a una señora que antes de descolgarlo nos ha pedido disculpas. Están todo el día con la palabra 'sorry' en los labios, es impresionante, me encanta.
Tras pasar la mañana en el museo llega la hora de comer. Nos ponemos a buscar la auténtica pizza Chicago style. Por suerte, la deep dish pizza la sirven por toda la ciudad. Entramos a un restaurante pub, el Exchequer, que tiene colgadas fotos de Al Capone, Frank Sinatra… todo muy cinematográfico. Es curioso que por defecto cuando llegas a los sitios te ponen un vaso de agua con hielo, supongo que para paliar el calor que hace; de verdad, no os podéis hacer una idea. Pedimos la pizza pequeña y unos entrantes. Mientras comemos están echando béisbol en varias televisiones que hay distribuidas por el local; ya nos tocará vivirlo en directo, pero hasta que estemos en San Francisco quedan todavía muuuuuchos días. Hay de muchos tipos, la que hemos pedido nosotros está buenísima, pero menos mal que pedimos la pequeña, menuda salvajada. Tras comernos la mitad más o menos ya no podemos más. Perfecto, porque aquí siempre te preguntan si quieres llevarte las sobras. 'You want in a box? Yes!'
La cuenta son 31$, por lo que dejamos 5$ de propina (lo recomendable si el servicio ha sido correcto, es dejar entre un 15% y un 20%). Recordad que aquí es prácticamente obligatorio porque los camareros tienen un sueldo fijo pequeño y viven de las propinas. Nos hemos fijado y los americanos lo tienen muy asumido, siempre lo hacen, así que dónde fueres haz lo que vieres…
Con el estómago satisfecho ya, nos dirigimos hacia Union Station, pasando antes por el Harold Washington Library Center, pero por el camino tenemos que refugiarnos en un McDonald's (aquí McDonald's y Starbucks hay uno por calle, una burrada, curiosamente todavía no hemos visto ningún Burger King) porque comienza a diluviar de mala manera, con truenos y relámpagos. Media horita de tormenta de verano (es increíble, justo antes hacía un sol tremendo) y nos acercamos a la Willis Tower (antigua Sears) donde había mucha gente esperando para subir al mirador. Este rascacielos fue construido en 1974 y es, con sus 442 metros de altura, el sexto edificio más alto del mundo. Desde abajo se aprecian a duras penas los balcones de vidrio suspendidos, literalmente, a cientos de metros de altura en el Skydeck, el mirador situado en la planta 103. ¡Unas vistas de vértigo!
Finalmente llegamos a Union Station, una preciosa estación de ferrocarril construida en 1925 que ha aparecido en infinidad de películas. El hall principal es espectacular y nos hacemos la foto de rigor en las escaleras por donde cae a cámara lenta el carrito de bebé en 'Los Intocables de Elliot Ness' (Brian de Palma, 1988). La estación en sí es magnífica. Una vez concluida la visita, nos volvimos al hotel reventados por la intensa jornada.
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