Nuestro vuelo llegó a Singapur a primera hora de la tarde. Habíamos salido el día 3 por la mañana desde Asturias a Madrid con Iberia. De Madrid a Singapur, con parada en Frankfurt, fuimos en Lufthansa. Frankfurt – Singapur es un vuelo de algo más de 12h. El avión es grande, espacioso, con pantallas individuales para ver películas (varias en español – latino), escuchar música, juegos, etc. A la ida, nos dieron de comer en los dos vuelos y de ¿desayunar? también al llegar. A la vuelta fueron más parcos, e incluso algo rácanos con aguas, zumos etc. (una opción de bebida tras despegar y solo otra más 12 horas después). Pero en general, muy bien: puntuales, limpios y espaciosos dentro de lo que cabe.

El aeropuerto de Singapur, como recogen muchos blogs, está francamente bien (lo vimos más a la vuelta). Al llegar, sacamos dinero en un cajero (tarjeta de ING; nos cobró 2 euros por cada operación y nos aplicó el cambio del día, infinitamente mejor que cualquier casa de cambio. Merece la pena para cantidades grandes) y nos fuimos al metro. Nuestro hotel estaba en Little India y habíamos visto en google maps que estaba bastante cerca de la estación de Bugis (desde el aeropuerto, 10 paradas más o menos). El metro es sencillo (incluso para quien lleva unas cuantas horas de avión encima) pero para sacar el billete (hay opciones de bonos, tarjetas diarias, etc) tienes que pagar un depósito por el billete físico y tienes que sacarlo en máquinas que sólo aceptan billetes pequeños. Te pueden cambiar en las taquillas, pero nos tocó una cola impresionante. El billete sencillo debe andar por unos 2 dólares de Singapur. Con el depósito, se paga algo más de 4 por persona. Al llegar al destino, puedes recoger el depósito en las máquinas de la estación de salida. Aunque sea un engorro, es fácil.
Tras el viaje en metro, la salida en Bugis (Little India) fue un poco caótica. Al cansancio del vuelo se sumaron el calor, las obras en la calle, el barullo de gente y, sobre todo, una cuestión que se repitió también en Kuala Lumpur: no se trata de ciudades pensadas para el peatón. Aunque Singapur es más “caminable” que KL, la verdad es que ambas son incómodas y engorrosas y no tienen la ventaja de los tuctucs de Bangkok, que siempre te sacan de un apuro y te permiten librar trayectos intermedios por poco dinero.
Pasamos la tarde en Little India, que es más o menos lo que uno se imagina: desordenada, sucia, con mucho ambiente y, para nosotros, muy agradable para dar una vuelta, tomar una cerveza y comer en los puestos callejeros. Agotados pero encantados con todo lo que veíamos, fuimos paseando por las calles, curioseando por las tiendas, entrando en algunos templos y sentándonos en un par de “bares”.
Así es por dentro un tempo hindú:

Y estas son las imágenes que te puedes encontrar dentro!

Hay restaurantes por todas partes y es muy sencillo pedir algo en un puesto ambulante y comerlo en las mesas de la calle, al estilo de los food court asiáticos. Precios ridículos (la comida es muy barata; la cerveza, menos) todo muy sabroso y probablemente no demasiado higiénico. En cualquier caso, mantuvimos todo el viaje la precaución de no mezclar hielo de origen incierto ni comer verdura cruda. En cuanto a la cerveza, hay que tener en cuenta que Malasia es un país musulmán, de manera que en las zonas hindúes o chinas no hay problema, pero en lugares de mayoría malaya son más frecuentes los establecimientos totalmente halal, en los que no se sirve alcohol (ni cerdo). Por otro lado, hay unos cuantos templos hindúes bastante impresionantes y fáciles de visitar en los que merece la pena entrar.
Nos alejamos en el Perak Hotel, en Perak Road. Sus críticas positivas en booking nos parecieron del todo excesivas. Parece ser que es lo mejor que se podía encontrar con nuestro presupuesto, pero francamente es poco más que un hostal, más o menos limpio. La habitación no tenía ventana (creo que eso ya justifica una crítica negativa) y su precio era de 150 SGD (unos 90 euros al cambio de entonces). Nuestro tabique era contiguo a un pequeño hall donde unos peces medio muertos flotan en un acuario cuyo motor hace un ruido constante, día y noche, similar al de un autobús. El desayuno, triste y escaso (¡un café, tostada y beans!). No lo recomendaría jamás, ni volvería.