Hoy es nuestro último día en Siem Reap, pero no nos libramos de madrugar. A las seis y cuarto de la mañana nos está esperando Sopheah (hoy vamos en coche), para ir a visitar el que será nuestro último templo.
Beng Mealea se encuentra a unos setenta kilómetros de Siem Reap, en la misma carretera que te lleva al aeropuerto, atravesando la Camboya más rural y el trayecto dura algo más de una hora. Actualmente, el acceso está incluido con la entrada de Angkor.
Llegamos allí con el recinto recién abierto. Todo para nosotros, un auténtico lujo. Caminamos a través de la pista que nos lleva al templo, no se escucha nada, más allá de los ruidos y sonidos de la jungla. El lugar es espectacular. Nos sentimos un poco como el explorador francés Henri Mouot que descubrió estas asombrosas ruinas en el siglo XIX.



El recorrido se realiza a través de una pasarela elevada de madera que te va guiando hasta el final del templo, es un camino de ida y vuelta. Desde ella pudimos ver enredaderas engullendo paredes, muros derruidos cubiertos de musgo, árboles coronando puertas, raíces que todo lo invaden.




Beng Mealea es un templo que está perdiendo lentamente su particular pelea contra la jungla. Y lo que hace especial este lugar es que en su mayor parte está sin restaurar, solamente en los últimos años lo han acondicionado un poco para mantener la seguridad de los turistas.




Estuvimos solos durante todo el tiempo que lo estuvimos visitando, así que nos hinchamos a sacar fotos y vídeos. Este templo es muy fotogénico, a nosotros nos parece que es el templo más “auténtico” de Angkor, en el sentido que está prácticamente igual que cuando se redescubrió. Está en un estado casi ruinoso, con montones de escombros de piedras derruidas por el avance imparable de los gigantescos árboles, la naturaleza se ha apropiado de Beng Mealea. Y eso lo hace diferente, está virgen, “asalvajado”, prácticamente en las mismas condiciones en las que fue descubierto.




Tuvimos el templo en exclusiva durante la hora y media en la que lo estuvimos disfrutando. Sólo cuando nos íbamos nos cruzamos con una pareja de japoneses con sus hijos. Este templo se convirtió en uno de nuestros favoritos, la combinación de soledad y el estado tan auténtico del templo nos conquistaron, lo disfrutamos muchísimo.

No pudimos tener mejor despedida y cierre de los templos de Angkor, que esta visita al intrigante templo perdido en medio de la jungla.
Regresamos de nuevo a nuestro hotel en Siem Reap, allí nos despedimos de Sopheah, (nos advirtió que tuviéramos cuidado en Phnom Penh con la cámara de fotos y nuestras pertenencias, en especial cuando viajáramos en tuktuk), le pagamos lo acordado más una propina y nos fuimos a nuestra habitación. Nos vendrían a buscar para coger el autobús a las doce menos cuarto, así que como teníamos el check-out a las doce, tuvimos tiempo todavía de pegarnos una ducha, reorganizar maletas y liquidar la cuenta del hotel.
A la hora acordada, vinieron a buscarnos, nos llevaron a la estación de autobuses donde esperamos hasta las 12:30 para salir, teníamos por delante seis horas de viaje, con un par de paradas para comer algo e ir al baño, hasta Phnom Penh, la capital de Camboya y nuestro último destino antes de coger el vuelo internacional. El autobús era de la compañía Giant Ibis Transport y era muy confortable con asientos reclinables y muchísima separación entre ellos, muy recomendable esta compañía. Fue un viaje muy cómodo a pesar de que finalmente tardamos siete horas y media, ya que el tráfico en la capital de Camboya era infernal. Coincidió que era fiesta nacional en Camboya con lo que todas las calles adyacentes a nuestro hotel estaban cortadas al tráfico y totalmente abarrotadas. Conseguimos llegar hasta nuestro hotel, hicimos el check-in y nos fuimos a cenar a “David Noodle”, donde comimos muy bien a un precio más barato que en Siem Reap.
Paseamos por la avenida Preah Sisowath, en la ribera del rio Tonle, contemplando el ambiente festivo de la gente.

Y nos fuimos a dormir, rememorando lo visto los días de atrás, mientras debatíamos sobre nuestra clasificación acerca de los templos vistos. Siendo conscientes que esto es muy subjetivo y puede depender de muchos factores, nuestro ranking particular de los templos de Angkor sería:
1.-) Angkor Wat, indiscutiblemente el número uno, juega en otra liga diferente. Es la maravilla de las maravillas. Imprescindible.
2.-) Beng Mealea, nos encantó este extravagante templo, lo tuvimos para nosotros solos, su estado casi original con la naturaleza apropiándose de él, lo envuelve en un halo de misterio. Imprescindible.
3.- Ta Phrom, el templo de Tomb Raider, otra maravilla. Visualmente puede que sea más bonito y fotogénico que Beng Mealea, pero a pesar de que también lo visitamos en solitario, a nosotros nos resultó más deslumbrante el anterior. Imprescindible.
4.-) Bayon, el más enigmático de todos los templos de Angkor, las caras de buda persiguiéndote con la mirada, no te dejarán indiferente. (aquí incluyo también la terraza del rey leproso y la terraza de los elefantes por su cercanía). Imprescindible.
5.-) Banteay Srei, el templo rosa o templo de las mujeres, fue construido por ellas en arenisca roja, diferente de los demás templos, parece una ciudad en miniatura. Imprescindible.
6.-) Preah Khan. Es un majestuoso complejo de templos, en el que la naturaleza también reclama su parte. No lo exprimimos todo lo que quisimos por el calor y agotamiento que arrastrábamos. Imprescindible.
7.-) Aquí pondríamos un grupo de templos qué sin ser imprescindibles, si nos parecieron visualmente muy atractivos y que merecen una visita: Ta Som, Neak Pean y Banteay Kdei.
8.-) El resto de los templos no nos impactaron tanto como los mencionados.
¿Qué cambiaríamos de Angkor? Es prácticamente inevitable querer visitar la mayor cantidad de templos, es el ansia que llevamos inoculado la mayoría de los turistas, pero si ahora (una vez visto) fuera a volver, mantendríamos los madrugones para intentar evitar las horas de más calor (porque calor siempre hace) y de más gente, reduciríamos la cantidad de templos a visitar y nos centraríamos más en los reseñados, dedicándolos más tiempo, exprimiéndolos.
Ohana Phnom Penh Palace Hotel. Un hotelazo en toda regla, habitación muy espaciosa, cama grande con buen colchón y almohadas, buena ducha y una pequeña terraza. Desayuno buffet más que correcto y dos piscinas, una pequeña en la azotea, donde se desayuna y otra más grande en la planta baja. Por ponerle un pero, más impersonal que el resto de los hoteles del viaje. Relación calidad precio, muy recomendable.