Si se puede prescindir de algo en un viaje a Islandia, para mí son sin duda las ciudades. En realidad, para el concepto que tenemos aquí, sólo hay dos: la capital Reykjavic y Akureyri, al norte del país.
Aunque la ubicación de las mismas es siempre en un entorno privilegiado, una vez en ellas vale un pequeño paseo por la calle y plaza principal para darse cuenta de que el verdadero tesoro de la isla no está ahí. En Reykjavic se puede ir de compras, comer en restaurantes de todo tipo (excepto McDonalds, que en Islandia, para variar, no triunfó) y, al parecer, irse de fiesta por la noche. Yo me limité al paseo por la calle Laugavegur, el lago, el puerto, la plaza Ingólfstorg y a comer el típico perrito caliente “with everything”, y dejé las juergas nocturnas para otros momentos en Madrid.
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